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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

5 de julio de 2010

Gibara, Construcciones domésticas (algunos ejemplos)



Se caracterizan por presentar cubiertas a dos y cuatro aguas terminadas en tejas criollas, alfarjes sencillos sin decoraciones en su gran mayoría; sólo separada de la saleta por arcadas, corredor en L que da al patio interior, en algunos casos con arcadas de medio punto, donde se localizan aljibes ornamentados en hierro que no alteran la sencillez del espacio y que da respuesta a la necesidad de agua de los habitantes de la villa; en edificios importantes encontramos valiosas fuentes y esculturas fundamentalmente de terracota y cuadros de mosaicos valencianos.

Fachadas de alto puntal y comuneras con grandes vanos protegidos por balaustres de madera o hierro y el empleo de rejas con ornamentación sencilla, se utilizan profusamente las jambas de albañilería, la carpintería a la española o clavadiza, de cuarterones con o sin postigos, aleros de tornapunta, tejaroz y sardinel. Por muy sencillo que sea el inmueble presenta lucetas de cristales de colores, así como hermosos vitrales en los de mayor prestancia.

Los pretiles son generalmente lisos con diferentes balaustradas, algunos con piñas de remate. En interiores y en algunas fachadas encontramos zócalos de mosaicos y azulejos siguiendo la costumbre mudéjar, decorados con motivos naturalistas, coloreados y esmaltados.



Los muros de mampuestos y de ladrillos de gran espesor o de madera, son usuales, también aparecen combinados los tres elementos. Para la terminación de los pisos se utilizó gran variedad de materiales, diseños y colores, la losa cerámica, la losa isleña, tanto en corredores exteriores como en las galerías de los patios interiores El tabloncillo y el mármol, formaron parte de los materiales utilizados, los entrepisos fueron construidos con tabloncillos y losa por tabla.




En las construcciones domésticas se utilizó la madera abundantemente. Poseen las mismas, en su mayoría, alto puntal, sus muros compuestos por piezas de tabloncillos, generalmente de 0.10 metros machihembrados, grandes vanos en su fachada así como la presencia de guardamalleta como remate de alero en algunos casos.

Dentro de este repertorio temático se inscribe el inmueble de alto valor ocupado actualmente por el Museo de Arte y el de Historia Municipal.

Este edificio responde a la estructura de casa-almacén; el primer nivel destinado a almacenes y el segundo a la vivienda, con la particularidad de constituir una casa gemela con igual comportamiento formal y espacial. Construido aproximadamente en la década del 60-70 del siglo XIX su estilo es básicamente neoclásico. La fachada presenta un alto puntal, cuatro puertas, tres de ellas clavadizas o a la española y la otra, la de acceso al nivel superior, hecha de cuarterones; zócalos de azulejos decorados, pilastras corridas, jambas de albañilerías, balcón corrido, pretil liso, uso de la herrería fundida y forjada en los pasamanos de escalera y barandas de balcones interiores y exteriores. En su interior y segunda planta aparecen lucernarias de gran valor, sus vitrales son los de mayor dimensión de la villa y clasifican entre los mayores de la isla, además de tener bellas mamparas.

La Casa Da’Silva es una de las construcciones domésticas más interesantes de la villa. Esta edificación fue construida en el sitio donde se presupone existió la primera construcción oficial gibareña. Es un ejemplo único por su rara estructura dual. Tiene techo de cuatro faldones de tejas españolas sobre entablado ancho, alfarje escuadrado y tirantes dobles con motivos decorativos. Posee portal en colgadizo al frente y lateral izquierdo, polícromos pisos y zócalos, pies derechos de madera y barandas de madera trabajada.

La carpintería es de ensambladura con postigos y balaustradas de madera torneada. Interiormente tiene arcos de madera de medio punto y posee lucetas rectangulares de vivos colores, los cuales suponemos que fueron ejecutados en 1906 cuando la casa fue ampliada pero conservando las características originales.

En esta edificación hay un alto predominio interior del uso de la madera y en las paredes de la galería del fondo tiene tres cuadros de mosaicos valencianos de alto valor ornamental; sus patios interiores protegidos del fuerte aire marino sugieren calma y sosiego. En ella vivió el Vicecónsul de Portugal, aunque en remodelaciones posteriores se incorporó en su interior el arco y vitral, característicos en Gibara en la segunda mitad del siglo XIX, no se transformó en una construcción del neoclásico cubano.

Como un ejemplo curioso de eclecticismo colonial, en este inmueble se mezclan los más diversos motivos decorativos, sin embargo, da una imagen homogénea de conjunto que lo convierte en una joya arquitectónica.

Una edificación de dos plantas que desde el punto de vista arquitectónico e histórico tiene gran valor en nuestra villa, es el ubicado en J.Peralta esquina a Independencia. Se terminó de construir en 1902. Aunque aparecen en él códigos del estilo neoclásico, en los interiores hay una marcada influencia morisca, especialmente en los arcos trilobulados que aparecen al fondo, así como muestra otros elementos de la arquitectura ecléctica, que denotan que fue con este edificio con el que se introdujo ese movimiento arquitectónico en Gibara. Posee además una valiosa vidriaría en los arcos ojivales, así como bellos mosaicos que aún conserva en su planta alta, paisajes trabajados posiblemente con losas valencianas.

En la fachada presenta combinación de balconaje corrido y aislado, con bello trabajo de herrería que se evidencia tanto en los balcones como en las rejas del primer nivel. Las ventanas de cuarterones se combinan con persianería francesa y lucetas de cristal.

En este inmueble, en su segundo nivel, funcionó la Escuela Pública y el 12 de mayo de 1947 se desarrolló una huelga que alcanzó repercusión nacional, iniciada por sus estudiantes.

Junto a edificios con códigos coloniales situados en la Plaza Mayor, aparece un majestuoso edificio de dos plantas terminado en 1925 y que se inscribe dentro de los códigos eclécticos (Actual Biblioteca Municipal). Su función original fue vivienda. Espacialmente está compuesto en la primera planta por sala, saleta, habitaciones y un patio y en la segunda por habitaciones y una terraza que tuvo una pérgola en su época. La cubierta es de tejas francesas de cuatro faldones, falso techo de yeso con decoración simple. La carpintería es de cristal rematada en un arco de medio punto con vitrales. Interiormente tiene columnas de orden clásico específicamente Corintio. En la fachada tiene un portal que da a la plaza con una arcada de medio punto, rematada en un pretil con balaustrada. El recubrimiento exterior está trabajado con un almohadillado sencillo.

En la actualidad en este edificio está la Biblioteca Pública Municipal “Armando Leyva” y en el piso del portal se conserva grabado y sólo visible desde algunos ángulos, una hoz y un martillo al parecer hechos durante la construcción de la residencia y que sugiere la filiación política del constructor o constructores, por lo que el inmueble tiene un valor histórico agregado.

Construcciones civiles, (ejemplo importante).
En la calle Ricardo Sartorio, esquina a Luz y Caballero, se encuentra el Teatro Casino Español, hoy en proceso de restauración. Es una construcción de tres niveles, con predominio del estilo neoclásico, culminada el 13 de septiembre de 1890. Su interior está formado por la clásica herradura italiana destinada a palco, platea y paraíso en sus tres plantas.

Sus muros de mampuestos tienen 0.40 metros de espesor; en su fachada aparecen pilastras corridas y el típico frontón rectilíneo, la cubierta es de tejas criollas. En su escenario actuaron importantes figuras del arte nacional e internacional.


En la época republicana el nombre del teatro “Casino Español” fue sustituido por el “Unión Club”.

Arquitectura religiosa, (ejemplos importantes).

De la primera Iglesia con que contó la villa, nos llegó la información a través de la descripción que de ella hace Herminio Leyva:

“Contaba dicho templo de un solo cuerpo, de tablas y tejas del país, groseramente construida. Tenía aproximadamente de 7 a 8 metros de frente y como 14 á 16 de fondo, con la fachada principal mirando a la calle de San Fulgencio. Al fondo en su ángulo S.0 salía fuera del cuerpo principal un pequeño rectángulo como de 4 metros de lado, también de tablas y tejas, que servía de sacristía. Frente á esta como á distancia de unos 2 metros, y en dirección á la calle de la Fortaleza, se eleva el campanario montado sobre 4 pies derechos en forma de palomar.


Todo el ornamento de aquel modesto templo consagrado al culto católico se componía de un altar y púlpito, ambos de madera de pino, pintado de blanco con filetes dorados, un tanto destruido el oro por la acción del tiempo, pues así el altar como el púlpito eran despojos de la parroquia de San Isidoro de Holguín [……] Había también en la Ermita de Gibara algunos bancos pintados de oscuro, todo de muy pobre aspecto.

Se hallaba situada dicha ermita en el centro próximamente del espacio que media entre la calle de la Fortaleza y la Iglesia actual, más cerca á la calle de San Fulgencio que á la de los Felices.

A los 20 años dicha ermita estaba tan deteriorada que fue necesario trasladar el culto á una casa de madera de Don Antonio Casacó y Medrano, sito en la calle de los Felices á medianía entre la Fortaleza y Dolores.

Se repara la Ermita y presta servicios hasta el año 1853, cuando se construye la parroquial, con donación de Doña Victoriana de Ávila”.

Iglesia Parroquial.


Fue proyectada y dirigida por el arquitecto catalán Don Juan Pons, quien esculpió la mayor parte de las imágenes que figuran en sus altares. Su construcción se inició el 13 de septiembre de 1850 y fue bendecida el 11 de junio de 1853.

Este templo se levanta en una planta rectangular de 18 metros de frente por 33 metros de fondo, cuyos muros de mampuesto poseen un espesor de 0.58 metros aproximadamente. Este rectángulo se divide en tres naves: la central, donde se haya el coro, mide 8.36 metros de ancho. Sobre ella se levanta una hermosa cúpula construida primero en madera y yeso la cual fue reparada en 1867, al sufrir deterioro dichos materiales, siendo sustituida por ladrillos. Esta cúpula deja pasar a través de sus ventanas de vidrios de colores, la luz que ilumina hermosas pinturas murales de los cuatro evangelistas que aparecen en sus pechinas.

Al fondo del presbiterio se encuentra la sacristía. Sobre las naves laterales y justo en su fachada principal se levantan dos torres.

En sus fachadas aparecen pilastras corridas, resguardando tres portones en la entrada principal y dos por los laterales, además aparecen los típicos elementos decorativos de frontones rectilíneos.

Iglesia “Los Amigos”.
Perteneciente a la rama protestante fue fundada el 14 de noviembre de 1900. Sus miembros también se denominan “Cuáqueros”. Tuvieron su origen en Inglaterra e iniciaron su movimiento a principios del siglo XVII, llegando a Cuba procedente de los Estados Unidos.

Para su fundación se alquiló una casa en la Plaza de la Fortaleza, luego se trasladan hacia otro punto en la calle J. Agüero, frente a la Logia “Unión Fraternal”, y posteriormente, entre 1901 y 1902 compran un terreno en esta misma calle donde se construye la Iglesia, el colegio y la casa pastoral.

La edificación presenta una cubierta de cuatro faldones de techos de tejas francesas, la fachada al estilo neoclásico con pretil liso, la carpintería es de cuarterones, el campanario está erigido sobre un pórtico con columnas del orden toscazo y sufrió una modificación sustituyéndose el original en forma de pináculo por el que posee actualmente.

Arquitectura militar, (ejemplos importantes).
La triste experiencia producida en América por las repetidas guerras con la nación inglesa, cuyas expediciones encuentran indefensas las costas cubanas dada la escasez de fortificaciones militares; la preocupación del gobierno español sobre la posible influencia en Cuba de las luchas de los territorios hispanoamericanos por mantener su independencia recién conquistada; la afluencia de corsarios sobre nuestras costas, motivan la necesidad de fortificar los puertos. Bajo estas circunstancias, el 16 de enero de 1817 se coloca la primera piedra de la Batería que llevaría el nombre de “Fernando VII” y que terminaría de construirse el 2 de junio de 1818, con un costo inicial de 10 073 pesos y 4 reales.


Esta fortaleza se construyó insinuándose al mar, franqueando la boca de la bahía de donde se podía hacer fuego a las embarcaciones desde que éstas se encontraban mar afuera, en una zona de la costa donde se hacía difícil el desembarco por ser muy abrupta y batir el mar con gran fuerza.

La Batería “Fernando VII” se encuentra separada de la tierra por un foso y el acceso es a través de un puente de madera. La construcción se pronuncia hacia el mar protegida por un parapeto circular formada por dos muros de mampuesto de 0.50 metros cada uno, separados entre sí por un relleno de 0.80 metros de tierra y piedra.

Los muros de mampuesto de las naves que forman dicha construcción tienen 0.50 metros de espesor. Sus techos son en colgadizos, con alfardas de madera, encima presenta un entablamento, terminando el mismo en tejas criollas. Sus puertas y ventanas son a la española, estas últimas están protegidas por rejas de hierro.

En ella se emplearon tres cañones de hierro calibre 24.2, con proyectiles de a 8 y uno del calibre 4, los que miraban hacia el mar, además de poseer un cañón calibre 12, que estaba dirigido hacia la tierra. Este armamento no llegó hasta nuestros días.

En 1988, esta construcción militar se restauró, eliminándose las variaciones que a través de más de cien años se le hicieron y otorgándosele su aspecto original. Un nuevo proceso restaurativo se le practicó en el inicio del siglo XXI, donde se le incorporó portal a las dos naves interiores producto de la investigación y hallazgo del proyecto original, encontrado en el Museo Militar de la Coruña, en España.

Los Cuarteles.

Desde que se establecieron por primera vez los destacamentos gibareños, con tropas de línea, el de artillería en 1820 y el de infantería en 1824, como consecuencia del desarrollo que va adquiriendo el poblado y en sustitución de las milicias del país que cubrían el servicio de la plaza, estas tropas se alojaban en casas particulares alquiladas por el estado, generalmente en la casa de madera situada en Buena Vista (hoy Avenida Rabí), esquina a Dolores (actualmente calle Ricardo Sartorio), que no se conservó para la posteridad.

En 1854, los vecinos más acaudalados de la villa se reunieron para cubrir el presupuesto con vistas a la construcción de un Cuartel donde se alojara el destacamento de infantería y posibilitar así la permanencia de una compañía armada en el pueblo. Ese cuartel se empezó a construir en las alturas de La Vigía, pero al verlo el entonces Capitán General de la Isla (1855) Don José Gutiérrez de la Concha, consideró que la altura de la loma donde se había ubicado el Cuartel resultaba perjudicial para la salud de los soldados, por las fatigas que ocasionaba el ascenso y en consecuencia, ordenó la suspensión de la construcción. Hasta hoy nos han llegado sus ruinas. Consta de un bloque principal de planta rectangular y un martillo lateral, sus muros son de mampuesto; el ladrillo se utilizó como elemento estructural en arcos, columnas y huecos de ventanas, todo a vista. Su acceso principal está conformado por tres vanos en arcos de medio punto.

Esta construcción, aunque inconclusa, es la mayor de carácter militar colonial de nuestra villa. Su ubicación en lo alto de la elevación le confiere un gran valor paisajístico y constituye un punto mirador desde el cual se observa gran parte de nuestra ciudad.

La Muralla y sus respectivos fortines.


La construcción de la muralla de la ciudad de Gibara y sus respectivos fortines obedeció a razones políticas y económicas. La necesidad que tenían los vecinos de la villa de proteger sus bienes e impedir la entrada de los mambises en la llamada “España Chiquita”, fueron argumentos decisivos.


La construcción se inició en los primeros años de la década de 1870 y fue concluida alrededor de 1875.

La muralla comenzaba desde la orilla del mar en la parte norte del litoral, lugar que aún se conoce como Punta de Muralla; continuaba subiendo por delante de los Colgadizos hasta la Vigía (parte más alta del pueblo), pasaba por detrás del cementerio hasta terminar pegada a la costa por el otro lado, donde se encontraba la antigua estación del ferrocarril Gibara-Holguín.

El muro construido tenía más de 2 000 metros de longitud, dos metros de altura y 61 centímetros aproximadamente de espesor. De tramo en tramo estaba reforzado por pilares interiores en sus ángulos salientes.

Los muros y pilares interiores, así como los fortines se construyeron con sillarejo y los techos y pisos de los últimos eran de madera, usando además tejas en las cubiertas.

Inicialmente, la muralla contaba con 5 fortines y dos tambores de defensa. Entre 1875 y 1895 se le construyen dos nuevos fortines.

De esta manera lograron los vecinos de Gibara ponerse a cubierto de cualquier sorpresa, pues se hacía guardia permanente, tanto en los tambores de defensa como en los fortines, por soldados de la propia guarnición de éstos y con ayuda de los voluntarios.

Aunque hasta nuestros días no han llegado documentos que lo confirmen, la información oral transmitida de generación en generación afirma que a las seis de la tarde se disparaba un cañonazo que indicaba el cierre de las puertas de la ciudad.

Debe decirse que este tipo de fortificación está dentro de la tipología militar usada en nuestro país a partir de la segunda mitad del siglo XIX y que obedece a los cambios ocurridos en la poliorcética. Gibara fue una de las dos ciudades amuralladas de Cuba (la otra fue la capital del país).

Durante el gobierno del General Ricardo Sartorio Leal, (primer alcalde que tuvo la villa en el período republicano) se ordenó demoler la muralla para el relleno de las calles y ensanchamiento de la ciudad. Aún quedan los restos como testigo de una época.

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Casa de Gibara, Patio Interior




Gibara, Morfología arquitectónica



El desarrollo arquitectónico en Gibara desde su fundación y hasta los primeros años del siglo XX, en que comienza a decaer el esplendor económico alcanzado por la villa, está caracterizado por tres períodos bien definidos que comprenden desde 1817 a 1850, de 1850 a 1902 y de este a 1930 aproximadamente.


A partir de 1817 y hasta mediados del propio siglo XIX, en correspondencia con el incipiente nivel económico, se desarrollaron los códigos arquitectónicos que se aplicaban desde hacía tiempo en el país con la influencia mudéjar fundamentalmente, cubriendo un repertorio temático amplio. Dentro de las técnicas constructivas se usó el muro de mampuesto o ladrillo, las cubiertas se realizaban con armaduras de madera cubierta de tejas criollas, el esquema en planta que prevalece responde al de la casa con patio central rodeada de galerías o colgadizos en dos, tres o cuatro de sus lados en dependencia de la forma de L, U, C o anular alrededor de todo el patio central, el puntal era pequeño. Se utilizó profusamente la madera tanto en interiores como en exteriores.

Desde la década de 1850 y hasta 1902 aproximadamente, irrumpen con fuerzas los códigos arquitectónicos del estilo neoclásico. Sin embargo, mientras la clase pudiente desarrolla obras importantes en la trama urbana dentro de este estilo, que la hacen predominante, los sectores populares seguirán realizando una arquitectura similar al período anterior.


La aplicación en la segunda etapa mencionada de los códigos neoclásicos estuvo diferenciada, ya que se construyeron nuevas obras que respondían a dichos códigos, como la Iglesia, el Teatro, el actual Museo de Arte e Historia, etc, pero en otras intervenciones se usaron elementos formales del neoclásico en obras ya construidas con anterioridad o sencillamente se sustituía la fachada y otros detalles decorativos y componentes, fundamentalmente en viviendas, donde se integraron los códigos formales del neoclásico con la arquitectura tradicional anterior, manteniendo la forma de la planta, los techos de tejas, asimilando sólo algunos elementos del nuevo estilo.


Por corresponderse esta segunda etapa con la mayor prosperidad económica de la villa, las construcciones se caracterizaron por la majestuosidad y sencillez de la forma, permitiendo la continuidad y homogeneidad a lo largo de las calles. El uso de pórticos columnares-arquitrabados en las plazas y litoral, balconajes, molduras que separan los niveles, acentuaron la horizontalidad. Predominan las edificaciones de una sola planta con alto puntal, aunque existen construcciones de dos niveles muy importantes. Los portales y corredores que aparecen alrededor de las tres plazas y a todo lo largo de la calle Ronda La Marina enriquecen la expresión formal de las edificaciones y su entorno. La mayoría presenta techos planos (por tablas) y en algunos es interesante la presencia de pies derecho de madera de gran puntal con capitel también de madera con reminiscencias del arte jónico.


En el último período mencionado (1902-1930 aproximadamente) se aprecian algunos ejemplos significativos dentro del estilo ecléctico como la hoy Biblioteca Municipal, el Hotel Ordoño, etc, y en menor medida manifestaciones del Artdecó (Sectorial de Cultura actual), integrándose en un diálogo armonioso a través de similares expresiones compositivas, al mantener parámetros como: altura de vanos, puntales, pretiles, etc. En la inserción de esta parte de la arquitectura moderna ocurre algo semejante a lo sucedido con la entrada del neoclásico en Gibara, es decir que paralelamente a la construcción de obras se trasformaron algunas de las existentes, fundamentalmente a nivel de fachada y elementos componentes.

A partir de 1930 y hasta 1959 debido al colapso económico que sufrió la villa, se interrumpió el desarrollo constructivo que había alcanzado la misma, no hubo prácticamente nuevas intervenciones en este sentido, y la ciudad pudo preservar ese encanto colonial que la caracterizó.

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Gibara, Sistema de plazas



Plaza de la Fortaleza:

Debe su nombre a la Batería de Fernando VII. Surgió en 1817 cuando comienza la construcción de dicha Batería y quedó conformada en los primeros años de desarrollo de la villa.


Se caracteriza por ser una plaza cerrada tomando la forma que le imponen las irregularidades del litoral. A ella llegan varias calles importantes de la ciudad.

En sus inicios fue una plaza seca pero en la época republicana se le incorpora un parque con vegetación, bancos y una estatua que simboliza el amor maternal.

El marco escenográfico de la misma está compuesto por edificios de valor arquitectónico y urbano, como la Casa Da’Silva, muchos de ellos con portales de diferentes estilos y características constructivas.

En la época de su surgimiento concentró un núcleo poblacional importante, así como sirvió de espacio al desarrollo de funciones fundamentales como las generadas por la primera casa de gobierno en ella ubicada.

En la actualidad se insertan actividades de servicios, administrativas, turísticas, recreativas, políticas y astronómicas. Existe en ella un área de almacén, aunque predomina el sector residencial.


Plaza Mayor o de Armas


Quedó estructurada al concluirse la Iglesia Católica en el año 1853. Es una plaza con abundante vegetación. Su estructura es cerrada por cuatro calles importantes.

La rodean una serie de edificios con diversos niveles de realización, de alto puntal, en su mayoría con diferentes estilos y aún cuando se insertan algunos inmuebles que por su forma no armonizan con el entorno, en la generalidad se integran, para conformar un perfil bastante homogéneo y prevalecen los de altos valores arquitectónicos y urbanos.


Como elemento jerarquizador encontramos la Iglesia Parroquial y una Estatua de la Libertad.

Esta Plaza asimiló desde sus inicios actividades esenciales tanto en el orden cívico, religioso como recreativo, comercial y de hospedaje, así como en ella se construyó la Segunda Casa de Gobierno, las sedes del Casino Español y del Teatro.


Actualmente la plaza lleva el nombre de Parque Calixto García y aún cuando se desarrollan actividades que les fueron propias desde sus inicios: administrativas (está la sede del Poder Popular), religiosas (Iglesia Parroquial), culturales y recreativas (teatro, cine, biblioteca, museo), disminuyen la actividad comercial y desaparece la de hospedaje.

Plaza del Cementerio o Colón
Con el desarrollo de la trama urbana se hizo necesario trasladar el cementerio que existía en 1846. En el lugar que éste ocupaba surgió la Plaza, destinada a constituir en su día la Plaza del Mercado por su estratégica y céntrica posición respecto a la ciudad, pero nunca se logró.

Sus características responden a una plaza verde, cerrada, difiere de la anterior en que interrumpe el trazado de una de las calles que a ella llegan. Está rodeada de edificaciones de altos valores con portalería, como el ocupado por la Casa de la Cultura.

En su centro se ubicó un obelisco en homenaje a José Martí en diciembre de 1949.

Inicialmente se dotó de viviendas y más tarde se le incorporaron actividades comerciales y recreativas como el edificio que ocupaba la Sociedad Española. En la actualidad lleva el nombre de Plaza de la Cultura y en ella se encuentra ubicada la Casa de Cultura “Raúl Gómez García” (antiguo edificio de la Sociedad Española), el Instituto de belleza “Marbella”, la sede de la Cruz Roja, el Palacio de Pioneros y el Palacio de la Artesanía de la Asociación Cubana de Artesanos Artistas (ACAA).

Las otras dos plazas que quedaron conformadas en el siglo XIX no tuvieron mayor repercusión en la villa, por lo que no llegaron hasta nuestros días. Ellas fueron:

Plaza del Desengaño 
Ubicada en la zona oeste, donde se encontraba la entrada principal de la villa, enmarcada por las calles Leyva, Independencia y Narciso López.


Plaza del Príncipe Alfonso
Ubicada en la zona norte, delimitada por las calles Calixto García, J. Agüero, Mariana Grajales y Jesús Del Sol.
Las ordenanzas de población disponían, tomando la antigua experiencia medieval, que la plaza y no sólo ella, sino también sus cuatro calles debían tener portales para mayor comodidad de las personas que a ellas concurrían. Esto fue aplicado parcialmente a la villa, ya que alrededor de las tres plazas principales (Plaza de la Fortaleza, Plaza Mayor o de Armas y Plaza de Colón) se construyeron portales, no así en las calles que de ellas parten. No obstante, también se construyeron portales a todo lo largo de la calle Ronda La Marina.


Cementerio

Siguiendo las costumbres de nuestro país hasta el siglo XIX de efectuar los enterramientos bien dentro de la Iglesia o en sus inmediaciones, el primer cementerio de Gibara estuvo localizado al lado de la primitiva Ermita en la Plaza Mayor. Las necesidades de la higiene, el mejoramiento de las costumbres y sobre todo, el desarrollo urbano, debido a la prosperidad económica, obligaron a que el mismo fuera ubicado en la que luego seria la Plaza de Colón. Allí permaneció hasta 1846, en que el incontenible crecimiento espacial de la ciudad demandó trasladarlo al lugar que ocupa en la actualidad.

Este cementerio posee gran valor histórico, pues guarda los restos de destacadas personalidades de la villa, como los del General Ricardo Sartorio Leal, General de la Guerra de Independencia, además de conservar panteones con esculturas de gran significación artística, en su mayoría de creadores italianos. Entre ellas está la Copa del Amor que une a sus relevantes valores estéticos, el de perpetuar una leyenda que forma parte de la literatura de trasmisión oral de la población gibareña.

Gibara, Sistema morfológico actual.



El “Modelo de Ciudad” seguido para conformar la estructura urbana de la villa parece haberse regido por las Ordenanzas de las Leyes de Indias: la lotificación de los terrenos, ubicación de plazas, ancho y posición de las calles en dependencia del clima, situación de las edificaciones alrededor de las plazas en función de las actividades que se desarrollaban en las mismas y de la posición económica de los habitantes en las construcciones domésticas.

Fortificado el puerto con la construcción de la Batería de Fernando VII comienza un despunte del hasta entonces incipiente poblado como centro urbano, debido fundamentalmente al capital español que se asentó en el lugar.

La ciudad establece una agradable relación entre ambiente colonial urbano y naturaleza circundante.

Su trazado se desarrolla a partir de una cuadrícula bastante regular, que creció de este a oeste definiendo en ese sentido tres plazas y un eje (Calle Independencia), que las vincula, conservándose el criterio de ubicar los edificios importantes alrededor de ejes y plazas principales creando de esta forma una zona central que sintetiza los mejores exponentes de la topología arquitectónica que caracteriza a la ciudad. La trama urbana continuó su crecimiento desde esta zona hacia el norte y el sur.

En Gibara, hay manzanas casi rectangulares. Sus calles son relativamente estrechas (oscilan entre 5,50 y 6 metros), excepto Ronda la Marina, la que presenta en su mayor parte un ancho de siete metros.

El crecimiento urbano durante todo el siglo XIX y principios del XX estuvo limitado por la muralla. Desde la cota más alta los techos de tejas sugieren un movimiento y un ritmo que unido a su color característico en contraste con la vegetación de los patios interiores, le imprimen un sello peculiar y la ciudad ofrece una lectura diferente a la que se nos presenta a través del recorrido peatonal por sus calles.

Es de destacar que, como sucede en la plaza andaluza, la de mayor contacto promocional con América, el centro no es la plaza, sino la calle comercial. La calle Independencia, que constituye la arteria principal de la villa, es donde tradicionalmente se ha desarrollado la vida comercial, sirviendo de lazo y formando un sistema de plazas.

Gibara, Caracterización morfológica actual


En la actualidad Gibara, como ciudad cabecera del municipio del mismo nombre, tiene una población de más de 17 000 habitantes distribuidos en dos Consejos Populares.


La creación del Astillero “Alcides Pino”, la Cooperativa Pesquera “Luis Hernández, la Hilandera “Inejiro Asanuma”, las fábricas de tabaco (consumo nacional y de exportación) y diferentes industrias locales han diversificado la producción industrial de la villa, tanto para satisfacer necesidades de su población como de otros lugares del país, además de constituir fuentes de trabajo para sus habitantes.

Su economía, sin embargo, esta servida fundamentalmente del sector agrícola, diseminado por todo el municipio y desarrollada a través de cooperativas de producción agropecuaria y de créditos y servicios, de un fuerte movimiento anapista y de la labor de entidades creadas por la Revolución como la Granja de Cultivos Varios, la Empresa Pecuaria “Hermanos Sartorio”, la Finca de Producción de Semillas, la Estación Experimental de Café y Cacao, centro de acopios y otras unidades, en las que no ha faltado la aplicación de los adelantos de la ciencia y la técnica.

En la esfera de la salud, está en servicio un hospital con más de 100 camas, un hospital psiquiátrico que asimila pacientes de toda la provincia (140 camas), un policlínico, una clínica estomatológica, un hogar materno, uno de ancianos, una unidad de Higiene y Epidemiología y 40 Consultorios del Medico de la Familia.

En la educación existe un Círculo Infantil, un Seminternado, cuatro centros escolares primarios, una Secundaria Básica, una Escuela de Oficio, una Facultad para la Educación de Adultos, un politécnico de la Salud, un Escuela Especializada para estudiantes con retraso escolar y mental. A ello debe agregarse que con los nuevos programas, trabaja una escuela destinada a impartir el Curso Integral para Jóvenes y existen cuatro Sedes Universitarias Municipales (del MES, Pedagógica, de Cultura Física y de Ciencias Médicas).

En el ámbito de la Cultura Gibara posee tres museos especializados (Historia Natural; Historia y Arte) que atienden a la población y al turismo nacional y extranjero. Posee además una Casa de Cultura, Cine, Sala de Video, una Biblioteca Publica (que es la más antigua de la provincia de Holguín), librerías, dos galerías de arte, una de ellas del pintor Cosme Proenza, una personalidad de las artes plásticas cubanas contemporáneas.

Gibara es además sede de importantes eventos culturales cada año. Junto a la Semana de Cultura, se realiza el Festival Internacional de Cine Pobre “Humberto Solás”, con la participación de importantes cineastas de todo el mundo.

Gibara, Correos y telégrafos.


Teniendo en cuenta la necesidad del establecimiento de una administración de correos que garantizara el servicio de la correspondencia pública y de oficio, el 7 de junio de 1834, una representación del pueblo se presentó al gobierno solicitando la construcción de un hijuelero de correos entre Gibara y Holguín.

El 9 de noviembre de ese mismo año, acudiendo a la referida petición, se creó una oficina con la denominación de Administración de Correos de Tercera Clase, que realizó su labor por tierra a través del viaje diario a Holguín para unir allí la correspondencia con la que partía diariamente también de Santiago de Cuba para La Habana, en combinación con los demás pueblos de la Isla. Las noticias de la capital del país se recibían así con ocho días de retraso.

Este servicio de Correos perduró hasta el estallido de la insurrección de Yara, que interrumpió en el país las comunicaciones por tierra hasta aún después de haber terminado la guerra en 1878. La correspondencia pública y de oficio se debió enviar durante este tiempo en los vapores costeros que recorrían la parte norte de nuestro país.

El telégrafo se estableció el día primero de enero de 1870.

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Gibara, Escultura


La Copa del Amor.

Esta escultura es la más popular de cuantas existen en la Villa, debido a que sobre la misma se han tejido varias leyendas que atraen el interés de los habitantes y de personas llegadas a la ciudad.

Ella se llamó Ygnacia Nates Mastrapa, el, Adolfo Ferrín. Dicen los gibareños que aquellos dos, sintieron uno por el otro, "un amor como no hay otro igual". En cierta ocasión, en fecha próxima al casamiento, Adolfo salió de viaje al exterior para cumplir con tareas de su trabajo. Poco después llegó la infausta noticia: el barco naufragó, el novio murió.  Ygnacia se vistió de luto riguroso. Pero un día tocaron a la puerta de su casa; ella fue a ver quién era y en el umbral apareció su amado. Fue tanta la emoción que la chica cayó fulminada por un infarto.
La verdad era que la noticia del naufragio era falsa, pero la muerte de Ygnacia fue real. Entonces él mandó a construir un Monumento funerario, el que en Gibara se conoce como La Copa del Amor.

A la nada romántica Real Realidad poco le importa que habría sido hermoso que la anterior historia fuera verdad, pero aunque en el Cementerio de Gibara esté la escultura, aunque sea posible probar la existencia de Ygnacia y Adolfo, la verdad es otra, modesta como es siempre la verdad, hermosa y fugaz, pero otra.



Monumento de las madres.
Es una escultura de bulto redondo y gran formato realizada por el escultor Carlos Era Barceló utilizando para ello piedra de jaimanitas en todo el conjunto.


El grupo escultórico está formado por dos figuras humanas: la madre que aparece sentada y su hija, de pie en la parte derecha; donde a través del uso de elementos artísticos y formales sutilmente ejecutados por el creador, se develan al paso de nuestra mirada los valores estéticos y sentimentales recogidos en la obra, a lo que contribuye también la relación con el entorno, para que tengamos el privilegio de recordar la fecha en toda su dimensión, con la sencillez y la alegría de saber que cada día puede existir un motivo para rendir un homenaje a las madres.

Estatua de la Libertad.


Se encuentra en La Plaza Mayor o de Armas (hoy Parque Calixto García). Su ejecución fue encomendada a una reputada casa Piedra Santa, Italia, propiedad de un marmolista de apellido Luisi, quien utilizó como modelo el retrato de una gibareña llamada Aurora Pérez Desdín. Está trabajada en mármol de carrara y tiene una tarja donde se inscribe: “A los libertadores de la patria” y en el pergamino que porta en la mano la figura aparece la fecha del 25 de julio de 1898, día en que entraron los mambises a Gibara.


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Gibara, Música


La ceremonia de fundación de Gibara en 1817 estuvo amenizada por los acordes de una orquesta y la misa solemne que se celebró en ese día contó con un coro que ejecutó música religiosa, marcando de esta manera el nacimiento de la población. Orquesta y coro, por supuesto, vinieron desde otro lugar, pues el poblado comenzaba a formarse a partir de ese mismo momento.

En la década de los años treinta del siglo XIX existen referencias sobre música religiosa y también profana interpretada en Gibara durante la celebración de las fiestas de altares de la cruz.

Hacia 1840 la Iglesia Parroquial contaba con un coro dirigido por el pardo bayamés Rafael Mesa, quien fungía como sacristán de la misma. Por esta época se iniciaron también las tertulias familiares en las que muchas veces se ejecutó música vocal e instrumental.

Además en esa etapa fueron utilizados ocasionalmente los almacenes del comerciante extremeño Don Álvaro Prieto para desarrollar bailes amenizados por agrupaciones musicales.

A partir de 1860, un mayor desarrollo socioeconómico del poblado gibareño, estrechamente relacionado con la continua entrada de embarcaciones en el puerto, abrió nuevos horizontes a las manifestaciones musicales. En esta década surgió una banda civil en la población dirigida por Don Miguel Pascual y Ferrer.

Al iniciarse la guerra de 1868 existía ya un casino, el “Príncipe Alfonso”, que desarrollaba bailes y conciertos.

Durante la guerra la población de gibareños se triplicó y la vida social, aunque esto sea paradójico, se intensificó, como consecuencia de la llegada de numerosas familias de españoles y de elementos afines a España, que abandonando sus residencias en la vasta jurisdicción holguinera se mudaron a Gibara en busca de la seguridad que les ofrecía el puerto y el sistema de fortificaciones; esas familias poseían en su inmensa mayoría cierto poder económico y traían a sus hijos e hijas jóvenes, ansiosos de diversiones, los que coincidieron en el pueblo con la tropa, pero sobre todo con la oficialidad de los regimientos españoles destacados en la Villa y de las tripulaciones de los barcos de guerra que muy frecuentemente arribaban al puerto. Tanto los regimientos del ejército regular como la marina poseían bandas de música, las actividades sociales se multiplicaron, desarrollándose bailes y retretas que fueron conformando el gusto musical de los vecinos de Gibara.

Por estos tiempos se mencionan especialmente la banda del Cuerpo de Bomberos y la del Batallón de Cazadores de Santander, destacado en Gibara. Al finalizar la guerra existían en las casas de la villa más de 30 pianos.

En ocasiones se carece de información para poder seguir la secuencia del desarrollo de la música local, no obstante, se conoce que en la década de los 80 del siglo XIX surgió una de las mejores orquestas típicas que tuvo la villa dirigida por Juan Miguel Gómez, que ofrecía conciertos y amenizaba bailes, e incluía en su repertorio valses, sones y guarachas.

Durante esta década y la siguiente se sigue entonando música en las tertulias familiares, son frecuentes los bailes en las instituciones de recreo, las retretas en la plaza pública y la visita de bandas, sobre todo de la Marina. En 1890, con la inauguración del Teatro del Casino Español, se cuenta con un magnífico local para el desarrollo de actividades que incluyan música.

A partir de 1902 cobran auge las manifestaciones musicales entre los alumnos de las escuelas públicas y privadas.

Entre los gibareños que adquieren fama en el ámbito musical nacional e internacional en las primeras décadas republicanas se cuentan el violinista Fermín Cardona Urgellés, el guitarrista José Rey de la Torre y el compositor Rafael Vega Caso.

En 1925 surgió el primer trío de reconocido prestigio en la Villa: el de José Romero Yero, pero fue durante la década de los años treinta cuando se inició un despegue de agrupaciones musicales en la localidad. En 1938 debutó la orquesta tipo jazz-band “Villa Blanca” dirigida por Víctor Roberto Cruz Velasco (Rubén), que coincidió en tiempo durante los años cuarenta con las orquestas “Gómez-Suárez” (conocida también como “Sonora Cristal”), con las “Hermanos Angulo” y “Hermanos Gómez” y con los conjuntos: “Los Amigos”, dirigido por Ángel Perez (El Pombo), el de Carlos Bruceta y el de la familia Hernández-Mayo. Estas agrupaciones estuvieron casi totalmente formados por músicos empíricos, o “de oído” y surgieron y se desarrollaron en un momento en que Gibara era la estación veraniega de Holguín, visitada por centenares de personas ansiosas de diversión, lo que permitía dar contenido de trabajo a estas y otras orquestas que amenizaban las fiestas desarrolladas en muchas ocasiones de forma simultánea en tres balnearios y además en otros locales sociales. Los músicos gibareños encontraron una fuente de trabajo relativamente bien remunerada en una época difícil para muchas personas en esta población. Quizás fue esta una de las causas del desarrollo de las agrupaciones musicales locales.

Este auge inició una curva de descenso a partir de mediados de la década de los años cincuenta al irse trasladando cada vez más la afluencia de veraneantes holguineros hacia la playa de Guardalavaca y también como consecuencia de la crítica situación social en que se sumió el país durante el gobierno de Fulgencio Batista. Luego del triunfo revolucionario, en 1960, surgió la orquesta “Siboney”, dirigida por Juanito Angulo, y en 1969, “La Tropimar”, dirigida por Rubén Cruz Cuesta (Purro).

Para leer: Manuel Galván en la cima del Buena Vista Social Club, hacer clic aquí

En esta etapa surge un poderoso movimiento de aficionados, en el que se destacan grupos musicales como: el conjunto “Los Amigos” que luego toma el nombre de “Conjunto Típico Unión Gibara”, el grupo “Melodías Fértiles”, de la Fábrica de Hilazas de Algodón “Inejiro Asanuma”, el “Trío Villa Blanca”, la orquesta típica “Ídolos del Ritmo”, el coro de la Milicias Nacionales Revolucionarias dirigido por Antonio Lemus Nicolaus, el cuarteto “Los Zafiritos”, los grupos “CH4”, grupo “Los Caminantes”,de Floro Pérez, el trío “Los Duques”, la brigada infantil “Víctor Jara`, el Coro Infantil “Los Amiguitos de la Cultura” y otras agrupaciones más, entre ellas el grupo femenino “Bahía” y el trío de “Los Hermanos Galván”, y en los momentos actuales el Grupo “Aguapé”, el trío “Galace”, el cuarteto “Ópalo”, algunos tríos y numerosos solistas, algunos trovadores, que conforman el movimiento de artistas aficionados con resultados relevantes en eventos nacionales e internacionales, aún cuando en estos momentos se carece en la localidad de agrupaciones profesionales.

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Gibara, Artesanía


La artesanía tradicional gibareña es muy conocida, desde el siglo XIX, con los avios de pesca como los jamos, redes, atarrayas y los trabajos que se hacían de conchas, reconociéndose entre estos el tradicional collar de coquinas.

El tejido a crochet y frivolité y el bordado a mano llegó con los inmigrantes del área hispana, el cual se fue trasmitiendo de generación en generación, pues las jóvenes casaderas debían confeccionar el ajuar con sus propias manos.

También cabe destacar el trabajo con fibras y la muñequería que se generalizó en la etapa del capitalismo entre las capas sociales más pobres de la localidad.

Actualmente se cuenta con un amplio, movimiento artesanal, integrantes de la Asociación Cubana de Artesanos y Artistas.

El número de técnicas y la variedad de productos, se ha incrementado, destacándose la talla en madura, hueso y tarro, el variado trabajo de muñequería, tejidos, bordados, deshilados y la misceláneas. Los artesanos han participado en múltiples eventos en todo el país y su obra posee gran calidad artística reconocida por entendidos en la materia.

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Gibara, Imprentas y periódicos


Numerosas imprentas y periódicos existieron entre finales del siglo XIX y los primeros 60 años del siglo XX en Gibara.

En 1873 fue adquirida por Don Gregorio Fernández de la Vega la primera imprenta que se estableció en la localidad, utilizada sólo para anuncios mercantiles, tarjetas de felicitación y trabajos similares. Poco tiempo más tarde el propio Fernández de la Vega adquirió otra imprenta donde se editaría el periódico EL PORVENIR, primer periódico que tuvo Gibara, cuyo número inicial salió el 4 de marzo de 1875.

La imprenta EL PORVENIR fue vendida, primero llegó a manos de Don Ezequiel Ruiz del Valle y luego a Rafael Cuesta López y a Martín Bim Canta. En ella se editaron además, en la época colonial el periódico semanal LA MUJER (1882) y el semanario informativo LA LINTERNA (1894).

En el siglo XIX aparecen dos imprentas más: LA CONSTITUCIÓN, propiedad de Don Juan Calderón y Rodríguez y el establecimiento tipográfico de Martín Bim Canta, introducida por éste alrededor de 1886. La primera de ella publicó el periódico LA CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA (1884) y la segunda, EL FERROCARRIL (1891) y EL TRIUNFO (1898).

EL BUENDESEO, órgano de la raza de color, LA LEGALIDAD, GRITO DE YARA y EL PROGRESO, fueron los nombres de otros periódicos que vieron la luz en Gibara en los últimos años del siglo XIX.

Debe significarse que de las imprentas mencionadas sólo la de Martín Bim publicó libros como: COLECCIÓN DE POESIAS INÉDITAS DE JUAN CRISTÓBAL NÁPOLES FAJARDO; El Cucalambé (1886); MACEO, poesía de Fernando García y Grave de Peralta (1899) y GIBARA Y SU JURISDICCIÓN, de Herminio Leyva.

En la época republicana, el establecimiento tipográfico de Bim Canta se convirtió en la imprenta Bim y Prades y aparecieron otras como “El Comercio” (alrededor de 1915), de Atanagildo Cajigal; “El Gibareño”, de Faustino Ramos y “Antorcha” de los hermanos Friman Expósito, entre otras.

En ellas aparecieron periódicos como El Semanario LA VERDAD (1900); PRO PATRIA (1914); EL COMERCIO (1915); TRIBUNA LIBRE (1923); EL GIBAREÑO (1932); LIBORIO (1940); ANTORCHA AUTÉNTICA (1945), por mencionar sólo algunas. También se publicaron las revistas GIBARA ILUSTRADA (1914), TRADICIONES GIBARAREÑAS (195?), CLUB-200 y PERSONALIDAD, de la década de 1950.

En ediciones de libros, a la labor que había hecho en este sentido la imprenta de Bim Canta en el siglo anterior se unió también la de Atanagildo Cajigal y de estos establecimientos salieron publicados los títulos: ODISEA DEL GENERAL JOSÉ MACEO, de Máximo Gómez (1905); SOUVENIR: JUEGOS FLORALES (1923); ESTAMPAS DEL REGRESO, de Armando Leyva (1923); AQUÍ (1956), poemas y cuentos de Alberto Ríos.

Algunas de estas imprentas y periódicos llegaron y existieron luego del triunfo Revolucionario. Después de 1959 fueron publicados en la década de 1960 los periódicos VENCEREMOS y BAHÍA, los que no perduraron por mucho tiempo.

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Gibara, Pintura


Museo de Artes decorativas, Gibara

Esta manifestación artística tuvo un fuerte desarrollo en las postrimerías del siglo XIX y primeras décadas del XX en la localidad.

Paisajes, retratos y dibujos atrajeron la sensibilidad creadora de varios gibareños. La historia gráfica de los campos que rodean la villa, la belleza del litoral, llena la obra pictórica de León Hernández Cáceres, Juan Vecino Mallo, Enrique Almaguer Pavón y Luís Sánchez Hernández.

Numerosos retratos también salieron de las manos de Hernández Mallo, Vecino Mallo, Crecente Fornaguera Ráez y Pelagio Rodríguez Calderín, en tanto que el dibujo fue cultivado por Román Infante y Mario Rodríguez Infante.

Entre ellos debe significarse a León Hernández Cáceres, canario establecido en Gibara, quien pintó desde un cartel comercial hasta un hermoso óleo, y Juan Vecino Mallo, quien obtuvo algunos conocimientos técnicos, contrariamente al resto de los pintores gibareños que fueron autodidactas. Impartió clases a jóvenes de la localidad. La obra de ambos se desarrolló mayormente en la primera mitad del siglo XX.

En la actualidad la pintura es una de las manifestaciones artísticas de mayor desarrollo en Gibara. Junto a la obra de Luís Cátala Maldonado, profesor instructor de varias generaciones de aficionados, paisajista y acuarelista por excelencia, así reconocido nacional e internacionalmente, está la pintura de Pedro Silva León, Nelson Labrada, Leyder Martínez, Rosa Aguilera entre otros valores surgidos después de 1959 y que poseen exposiciones en la localidad y fuera de ella, así como han obtenido premios provinciales y nacionales.

Un concurso anual de pintura premiado en metálico, dirigido a adultos, y otro para niños, consolidan la afición y los resultados de la creación en la pintura en Gibara, donde el paisaje no ha dejado de ser el tema esencial.


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La única fotografía del maestro Luis Catalá que aparece en Internet. De sus obras, ninguna se puede encontrar por esa vía. Ojalá que la Aldea consiga algún colaborador que le ayude en hacer visible al más grande acuarelista de la comarca.

Gibara, Literatura


La literatura ha tenido también en Gibara un constante movimiento, que después del triunfo revolucionario ha logrado una significación relevante y ascendente dentro de la provincia.

Más, hay que significar que la misma tuvo gran fuerza en la villa, aún en épocas en que la política gubernamental colonial o republicana no apoyaba el libre desarrollo de la cultura. La prensa local del siglo XIX y de los primeros cincuenta años del siglo XX, refleja un quehacer literario local. Poesías y crónicas abundan en las páginas de estas publicaciones, destacándose nombres de gibareños como William y Fernando Cuesta Mora, Robustiano Verdecia, Emilio Fernández de la Vega y Frank Pérez.

Al mismo tiempo, periódicos como EL COMERCIO, contaron con la colaboración de escritores nacionales como Bonifacio Byrne, Agustín Acosta, Emilio Bobadilla y de extranjeros como el mexicano Luís G. Urbina. Muestra de que los gibareños no sólo hicieron literatura sino que se relacionaron y promovieron a otros escritores del país.

En la vida literaria de Gibara debe significarse el nombre de Armando Leyva (1888-1942), hoy reconocido en la Historia de la Literatura Cubana. A través de él se produjo una gran integración del territorio a la actividad literaria de la antigua provincia oriental. Por Leyva escritores como Regino Boti y José Manuel Poveda, conocen y siguen de cerca el quehacer literario gibareño. La voz de la villa aparece en el Manifiesto Renovador encabezado por Poveda y seguido por los poetas orientales en 1910 y los gibareños se unieron al homenaje de los intelectuales a Julián del Casal.

Armando Leyva perteneció a la Academia Nacional de Artes y Letras y a la Asociación de Reportes, fue presidente del Ateneo Santiaguero y alentó la creación de la Empresa Editorial Biblioteca Oriente. Sus libros fueron publicados en gran parte, en la antigua provincia de Oriente: DEL ENSUEÑO Y DE LA VIDA, en Gibara y en Las Tunas, SEROJA, en Banes; ALMA PERDIDA, en Puerto Padre; LAS HORAS SILENCIOSAS, MUSEO, PEQUEÑOS POEMAS, publicados en Santiago de Cuba; LA PROVINCIA Y LAS ALDEAS, en Santiago de Cuba y en Gibara; ESTAMPAS DEL REGRESO, en Gibara y LA ENEMIGA, en La Habana. Cuentos, crónicas, artículos, poemas en prosa y una novela corta, responden a esos títulos mencionados.

La labor literaria y cultural de Armando Leyva, trascendió los límites de la villa, su contribución a la promoción de autores y obras cubanas y el haber donado lo recaudado con la publicación de su libro MUSEO para la construcción de un edificio propio para Museo y Biblioteca en Santiago de Cuba, son ejemplos de su labor en aras de la cultura nacional.

LEYVA, Armando (Gibara, Oriente, 14. 1. 1888 - La Habana, 9. 12. 1942). Estudió en su pueblo natal y en las Escuelas Pías de Guanabacoa. Dejó inconclusa la carrera de ingeniería en los Estados Unidos para regresar a Cuba y dedicarse al periodismo. Durante algún tiempo participó en la política partidista activa. Dentro de su misma provincia, dirigió las publicaciones Zeta, Pandemonium y El Comercio (1915), y colaboró en La Palabra y El Triunfo, todos de Gibara, así como en El Correo Semanal, de Banes. En Santiago fue jefe de redacción del Diario de Cuba (1917) y colaborador de El Cubano Libre; allí mismo fue también presidente del Ateneo y alentador de la empresa editora Biblioteca Oriental. Se trasladó a La Habana en 1925 para trabajar en el periódico El Sol. Fue secretario de redacción de Noticias (1933) y director de Labor (1936-1937) y Metrópolis (1937). Colaboró en las publicaciones habaneras Social, Bohemia, Letras, Smart, Alma Latina, El Fígaro, La Prensa, Heraldo de Cuba, Diario de la Marina, El Mundo, Información, El País, Adelante, Tierra Libre. Editó, junto con Pedro Alejandro López y Luis Enrique Santiesteban, La novela cubana [ca. 1928], que dedicaba cada número, íntegramente, a la publicación de una novela corta. Perteneció a la Academia Nacional de Artes y Letras y a la Asociación de Reportes. Su monólogo «También el Budha suspiró de amor...» fue publicado, junto con otro de Eduardo Abril Amores, bajo el título común de Mientras reía el carnaval... (Santiago de Cuba, Imp. Diario de Cuba, 1922). Utilizó el seudónimo Randal.

BIBLIOGRAFÍA ACTIVA

Del ensueño y de la vida [Crónicas e impresiones]. «¿Prólogo?», por M. Antonio Dolz, y «Armando Leyva», por Francisco Cañellas. Gibara - Victoria de las Tunas (Oriente), Imp, El Cucalambé, 1910. Seroja [Crónicas]. Pról. de José Manuel Poveda. Banes (Oriente), Imp. El Correo Semanal, 1911. Alma perdida [Cuentos y crónicas]. Puerto Padre (Oriente), Imp. El Renacimiento, 1915. Las horas silenciosas (Cuentos y crónicas). Pról. de Max Henríquez Ureña, Santiago de Cuba, Empresa Editorial El Sol, 1920. Amar la poesía, cultivar el verso, respetar al poeta [Conferencia]. Santiago de Cuba, Imp. Diario de Cuba, 1921. Museo [Artículos]. Santiago de Cuba, Imp. Arroyo, 1922. Pequeños poemas (Poemas en prosa). «Pórtico», por José Fatjó. Santiago de Cuba, Editorial Oriente [1922]. La provincia, las aldeas. Pról. de Eduardo Abril Amores. Santiago de Cuba, Acosta y Fábregas, impresores, 1922. Estampas del regreso. «El prólogo de este breviario», por Luis G. Cabrera. Gibara (Oriente), Imp. A. Cajigal, 1923. La enemiga [Novela corta]. La Habana, Imp. El Ideal, 1928 (La novela cubana, serie A, 3).

BIBLIOGRAFÍA PASIVA

Augier, Ángel I. «Armando Leyva, el cronista de la vida provinciana», en Policía. La Habana, 2 (14): 26, ene., 1943. Boti, Regino E. «Entre dos labores. Pretexto: Leyva. Asunto: yo» [Sobre Del ensueño y de la vida], en Orto. Manzanillo, 1 (6): 3-5, feb. 11, 1912. Bueno, Salvador. «Armando Leyva. 1888-1942», en su Antología del cuento en Cuba (1902-1952). La Habana, Dirección de Cultura del Ministerio de Educación, 1953, P. 65. Carbonell, José Manuel. «Armando Leyva Balaguer (1888)», en su La prosa en Cuba. Recopilación dirigida, prologada y anotada por [...] T. 1. La Habana, Imp. Montalvo y Cárdenas, 1928, p. 307-308 (Evolución de la cultura cubana, 1608-1927, 12). Chacón y Calvo, José María. «La muerte de Armando Leyva», en Revista Cubana. La Habana, 15,:135, ene.-mar., 1943. «Ex-corde a la memoria de Armando Leyva» [Número completo dedicado al autor]. Tierra Libre. La Habana, 7 (1), ene., 1943. Labrador Ruiz, Enrique. «Armando Leyva», en su El pan de los muertos. La Habana, Universidad Central de Las Villas, 1958, P. 41-46 León, José de la Luz. «El cronista que amó el mar y los montes», en Carteles. La Habana, 41 (1): 32, 68, ene. 3, 1960. Medrano, Higinio J. «Los restos de Armando Leyva», en Universal. Santiago de Cuba, abr. 2, 1950. Poveda, José Manuel. «Un libro de Leyva» [Sobre Del ensueño y de la vida], en El Pensil. Santiago de Cuba, 24ª época, 2 (16): 185-186, ago. 10, 1910. Vasconcelos, Ramón. «Armando Leyva», en Tierra Libre. La Habana, 4 (10): 11, oct., 1940.

Otros escritores gibareños lograron sobrepasar las páginas de las publicaciones gibareñas para ganar concursos como el de los “Juegos Florales”, tal es el caso de Fernando Cuesta Mora (1908-195?) o Jesús Torres Cuesta (1936-1973), cuyas poesías fueron publicadas en libros en Gibara y en Las Tunas.

De 1914 es el libro ALMA DE LA ALDEA; antología de escritores gibareños, que incluye entre otros nombres no bien estudiados el de Luís G. Cabrera, Rafael Cuesta, Oscar Diez Feria, Modesto Centeno y Leoncio Fernández Pino.

El triunfo revolucionario trajo consigo un mayor desarrollo en la literatura gibareña. La existencia del boletín literario “Cacoyugüín”, del Taller Literario “Armando Leyva”, más de diez libros publicados por autores locales, premios provinciales y nacionales obtenidos por escritores provenientes del Taller Literario y la participación del decimista Gilberto Cruz Rodríguez en el Encuentro Internacional de Décimas, son evidencias del levantamiento y desarrollo del quehacer literario en Gibara.
 
Al nombre de Cruz Rodríguez, debe sumársele los José Barciela Tauler, Arsenio Valdés Bruceta, Manuel Gómez, Silvio Escalona Graña, Agustín Labrada, Orlinda Nieves que ya tienen publicaciones y algunos inclusive en antologías extranjeras.

Las tertulias literarias, tradicionales en la villa desde el siglo XIX, han sido revitalizadas en la actualidad, manteniéndose inclusive en algunas casas de familias, así como se ha recogido la rica tradición oral que la caracterizó, en el atlas de la Cultura Popular Tradicional.

Gibara también ha sido sede y subsede de eventos nacionales de literatura y humor y mantiene un concursó anual de literatura que premia en metálico.

En oleadas sucesivas, como una continuación de las olas formadas en el mar, le llegó la brisa, fresca, húmeda, evanescente, y con ella vino el rumor del mar y el picante olor a salitre: todo le llegaba del mar, hasta la espera. y ella odiaba al mar, porque sabía que le era hostil. El mar debe ser una mujer, pensó. -Sólo una mujer puede ser tan dura con las mujeres y tan blanda con los hombres -dijo y recordó que alguien dijo que al mar debía llamársele la mar porque también lo afectaba la luna; no podía recordar quién lo dijo–: Pero debe ser una mujer -dijo. Más que nada lo odiaba por la misma razón que se maldice al cartero que pasa de largo: porque el mar era un medio de comunicación entre ella y él y ahora le negaba toda noticia. Él dijo: “Mira al mar. Míralo siempre y sabrás si vuelvo o no. Él te dirá”, pero él no había contado con el mar, de donde el mar era un mensajero sin saberlo. Nadie contaba con él y todos querían que fuese el recadero perfecto. Se despachaban embarcaciones, se echaban botellas llenas de mensajes, se tendían cables, y todos querían que las noticias llegaran pronto y sin novedad y con precisión al punto de destino. y ahora ese hombre, ese marino misterioso, envuelto en sombras, ocupado en raros trajines, que utilizaba el mar y la noche como cómplices, no decía más que “Mira al mar: él te dirá” y dejaba el resto (la improbabilidad, el error, la mala fortuna) al azar, y esta mujer odiaba al mar porque el mar, siempre sin saberlo, demoraba en decir que sí o que no.



Guillermo Cabrera Infante. El de arriba es un fragmento de MAR, MAR, ENEMIGO incluído en el libro de relatos “Así en la paz como en la guerra”.

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Gibara, Teatro


La manifestación teatral tuvo sus primeras expresiones locales en las llamadas reuniones familiares que se desarrollaban en viviendas donde existía un piano y en las que los aficionados gibareños desarrollaban sus aptitudes artísticas.

Más tarde, se habilitó un viejo almacén de víveres como sede de un teatro y la manifestación fue tomando auge en la población. En 1878 se fundó el Círculo Familiar (en un edificio de la calle San Mamerto, hoy Calixto García), donde se realizaron representaciones teatrales tanto por grupos de aficionados como compañías dramáticas que entraban por el puerto para realizar sus giras a través del país.

El Círculo Familiar duró sólo un año, pero el 12 de abril de 1884, por la insistencia de los gibareños e iniciativa de Don Javier Longoria, se creó un Círculo Popular que sirvió de centro de instrucción y recreo, con los mismos propósitos que el desaparecido Círculo Familiar. El nuevo local contaba con trescientas capacidades y por él desfilaron aficionados y profesionales del arte de las tablas.

Todo este movimiento cultural motivó a los gibareños criollos, peninsulares y extranjeros radicados en nuestro pueblo a dar los primeros pasos para construir un teatro que tuviera las condiciones apropiadas para el desarrollo de esta expresión del arte.


En la noche del 11 de enero de 1886, se reunió la junta directiva del Casino Español de Gibara, y se acuerda recaudar los fondos necesarios para dar inicio a las obras. En enero de 1889 se aprobó el proyecto presentado por Don Jose Almanza, quien quedó facultado en unión de Don José Homobono Beola para conveniar con los carpinteros Don Joaquín y Don Francisco Pifferrer, así como con el albañil Félix Pifferrer, la construcción de la primera parte de la obra.

El teatro se comenzó a edificar el 19 de febrero de 1889 y se inauguro el 13 de septiembre de 1890, con la actuación de la famosa Compañía de Palau. Durante muchos años el Teatro Casino Español fue escenario de grandes personalidades del arte. En él se presentaron la Compañía de Luisa Martínez Casado, los violinistas Rafael Diaz Albertini y Claudio Brindis de Sala, el pianista y compositor Ignacio Cervantes y la compañía de zarzuela de Maria Varona, por mencionar sólo a algunas.

Alrededor de 1940 el Teatro, que cambió su nombre por el de “Unión Club”, comenzó a alternar las funciones teatrales con las proyecciones cinematográficas en su sala, hasta la década de 1970 que cerró sus puertas para ser restaurado. La recuperación de su inmueble quedó detenida en 1990 por razones económicas.


No obstante, a finales de la década del 1990 se inició un proyecto cultural en él con una actividad mensual dedicada a la trova, lo que contribuyó a motivar el interés por su restauración.

Con la colaboración de la Diputación española de Sevilla, la Oficina de Historia del municipio acometió su reparación, rescatándose totalmente la cubierta y el piso del tercer nivel, así como se trabaja para lograr su total restauración, al tiempo que se realizan actividades de pequeño formato en su sala, tanto con artistas aficionados como profesionales.

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Gibara, Muebles

El territorio cuenta con una gran variedad de muebles de la segunda mitad del siglo XIX y primeras décadas del XX, como consecuencia del interés de la burguesía media gibareña, que además de expresar su poder en las majestuosas edificaciones domésticas y civiles que construyeron, incorporó un rico mobiliario en función de los gustos y modas de la época.

Es por ello que es frecuente encontrar en la villa diferentes estilos de muebles, como el medallón, perilla, thonet, art noveau y mimbre que en algunos casos fueron comprados directamente en el extranjero, en otros, son resultados de la creación de famosos ebanistas del país.

Debe decirse que de la época republicana hay muebles construidos por ebanistas gibareños, como Julio Fuentes, Santana Ochoa y Antonio Galván, quienes llegaron a imitar con acierto algunos de esos estilos con fines comerciales y viviendas de las clases menos pudiente, así como las Sociedades Club Maceo y Club Marti, tuvieron muebles construidos por los mencionados ebanistas locales.

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Gibara, Cultura alimenticia


La pesca fue en Gibara la principal fuente de trabajo y de alimentación durante siglos, razón que justifica que su cultura alimentaría esté basada fundamentalmente en platos confeccionados con mariscos.

El cangrejo (Cadiosoma guanhumz), típica especie local, ha servido de base para la confección de exquisitos platos, pues con su masa se confecciona el enchilado y el cangrejo rebosado.

Otra especie aprovechada es el cangrejo colorado (Gecarcinus ruricola), que en épocas de desove sale del litoral y los pobladores aprovechan para extraerle el caro (hueva del cangrejo hembra) con el que se confeccionan platos muy apetecibles.

La jaiba, crustáceo cuyo nombre científico es Callinectes sapidus, habitante de las riveras pantanosas de los ríos, en su desembocadura y zonas costeras poco profundas, es utilizada en enchilados, en la elaboración de la jaibita rellena y la jaiba rebosada.

El camarón (Panaevs Schmitti), especie que habita en los fondos fangosos y que aún cuando Gibara no es una zona rica en este crustáceo, se captura en cualquier época el año, ofrece variedades de formas de consumo: camarón en salsa, frituras, cóctel, arroz, enchilado, escabeche, todas altamente estimadas por los gibareños y por los que visitan la villa.

Otro alimento tradicional gibareño es la coquina un pequeño molusco vivalbo (Donax denticulatus) que se encuentra en la arena y que se puede capturar hasta con las manos. Con la coquina se elaboran frituras, sopa, arroz, cócteles, etc.

El arroz a la marinera, es también un plato característico en la mesa gibareña y se confecciona con todos los productos del mar, a los que se ha hecho referencia con anterioridad.

Por otro lado, la fuerte presencia del acervo cultural español en la villa, ha mantenido viva la costumbre de fabricar vinos. Gibara tuvo dos fabricas de licores reconocidas en su época: la de Jesús Fernández y la de José Granda, en ellas se hacían diferentes tipos de bebidas y vinos de frutas. Aunque estas fábricas desaparecieron, los gibareños quedaron con la tradición de hacer vinos caseros, hecho que subsiste en muchas familias y en la actualidad el Museo de Historia Natural tiene un club de vinicultores, lo que estimula la continuidad de la tradición.

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Gibara, Fiestas tradicionales



Las fiestas y bailes forman parte también de las costumbres y tradiciones de Gibara. Desde mediados del siglo XIX hay referencias a estas actividades, primeramente en casas particulares, posteriormente y con el desarrollo que iba alcanzando la villa, en sociedades. Luego, con el triunfo de la Revolución algunas de ellas han sido revitalizadas o se han adecuado culturalmente a las nuevas realidades sociales. Entre estas fiestas y bailes pueden mencionarse:


-Fiestas de San Fulgencio.
Coincidían con la fecha de la fundación de la villa (16 de enero), día de San Fulgencio, patrono de Gibara. Se iniciaban el día 13 y se extendían hasta el 16 o 18 de enero. En la madrugada del primer día una orquesta recorrida la población tocando la diana mambisa. Se hacia una misa en la Iglesia Católica y luego una procesión. Durante estos días se hacia un programa de actividades, previsto y publicado con anterioridad, que incluía juegos tradicionales, verbenas, competencias entre equipos de la villa, como los de pelota, etc. En el parque Calixto García, cerrado con pencas de coco y adornado con banderas de colores, se desarrollaban actividades, así como en salones, sociedades y en diferentes calles. Bebidas, comidas y otros artículos se vendían en kioscos construidos para esa fecha.

Estas fiestas fueron auspiciadas por el Ayuntamiento Municipal y a veces sirvieron para recaudar dinero destinado a alguna obra social, como lo fue la estatua del Parque de las Madres. Sus patrocinadores celebraron el centenario de la villa en 1917.

La Fiesta de San Fulgencio se considera la más antigua festividad gibareña, perduró hasta el triunfo de la Revolución.

A partir de 1979, revitalizando gran parte de las actividades de las mismas y en similar fecha del año, se realiza la Semana de la Cultura gibareña, que ha ganado gran arraigo popular.


-Baile del Chivo Capón.
Comienza a desarrollarse en Gibara, precisamente en la zona rural de Managuaco alrededor de 1868.

Baile de parejas, jocoso y erótico, en la que un foráneo (El Chivo Capón), se gana por retadora arrogancia y buen pie a todos los muchachos presentes, desplazando a los jóvenes de la zona. Dentro de estos últimos aparece el bailador del patio que con sus movimientos elimina finalmente al visitante, quedando como único dueño del baile. El estribillo, muy conocido, se realizaba corto o largo según el interés de los bailadores. Decía así:

El chivo capón
De La Habana vino
¿Quién lo capó?

Se improvisa a gusto de los cantantes del grupo musical acompañante, ejecutantes de son montuno. Estos grupos utilizaban instrumentos musicales tradicionales, tales como: Guitarra tres, marímbula, bongoes. Era un baile muy utilizado en los llamados guateques campesinos.

En la actualidad, el baile del Chivo Capón ha sido revitalizado por jóvenes aficionados y se presenta en las actividades danzarias y eventos culturales del territorio.


- Fiesta del Gibareño Ausente.
Esta fiesta ha sido también un acontecimiento de carácter popular. La causa de esta celebración está en la emigración de gibareños como consecuencia del hambre, la miseria, la insalubridad existente en el país y agudizado en Gibara en los años pre-revolucionarios. La construcción de la carretera central influyó en la extinción del comercio portuario obligando a muchos hijos de este pueblo a abandonarlo.

No obstante, la familia dividida, la nostalgia por la villa, incitaban al reencuentro. Con ese fin, el desaparecido Faustino Pérez Ricardo, realizó una campaña a través de las páginas del periódico TRIBUNA LIBRE, para acercar aunque fuera por un día a los ausentes.

A propuesta del Concejal Antonio Silva Labrada se instituyó el DÍA DEL GIBAREÑO AUSENTE, en sesión efectuada el 11 de abril de 1953. La fecha escogida fue el 25 de julio, debido a que ese día, en 1898, habían hecho su entrada a Gibara, las tropas mambisas al mando del coronel Cornelio Rojas.

La fiesta del Gibareño Ausente tenía un programa que previamente y junto a una invitación se les hacía llegar a los coterráneos que residían fuera de la villa y que incluía actividades como: juegos tradicionales (corrida de cintas, de bicicleta, cucaña, palo ensebado, la peseta en la sartén, regatas de botes); retretas en el Parque Calixto García, paseos de carrozas y comparsas, elección y coronación de la reina y luceros, etc. También se condecoraban en acto público a los gibareños que más tiempo habían permanecido sin visitar la villa y regresaban con estas celebraciones, así como a aquellos que se habían destacado en las actividades que se realizaban.

Esta fiesta se dejó de realizar entre 1961 y 1962 y fue revitalizada en 1982, cuando recogiendo el sentir del pueblo, la Asamblea Municipal del Poder Popular, en su sesión ordinaria del 21 de noviembre de ese año, por sugerencia del Sectorial de Cultura, acordó celebrar el Día del Gibareño ausente el penúltimo día de las Fiestas Populares.

El 12 de agosto de 1982 el pueblo de Gibara se reunió para recibir a los gibareños ausentes, hecho que se repitió anualmente durante varios años y que luego, por razones económicas y de organización, se acordó realizar la Fiesta del Gibareño Ausente cada dos años.

Esta festividad se dejó de realizar debido a la critica situación del país al iniciarse la década de 1990 y aún cuando no ha podido volverse a desarrollar, la tradición se mantiene viva en los deseos del pueblo y en los gibareños ausentes residentes fundamentalmente en La Habana, quienes conmemoran en la capital la fecha y se encuentran organizados y en vínculo constante con la villa, en aras de volver a materializar esta festividad.


-Otros bailes y fiestas.
Entre otras fiestas tradicionales gibareñas habría que mencionar: la Fiesta de la Cruz, las Verbenas de la Calle Cemento (hoy Bernabé Varona), la fiesta de la Plaza de Armas (hoy Parque Calixto García); los bailes de disfraz, que se efectuaban en clubes, sociedades y balnearios y el “de las Flores”. Exponentes todos del acervo popular de la cultura en Gibara.

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Gibara, de los símbolos locales



El nombre de esta villa, según la teoría más aceptada, procede de las voces indígenas Jiba-Jibara, que sirven para denominar un arbusto silvestre que abunda en las orillas de los ríos, lagunas y tierras anegadas así como en los terrenos pedregosos y rocas marinas, según se manifiestan las distintas clases de arbustos dentro de la misma familia.

Nombre popular: Jibá
Nombre científico: Erythoxylon havanense.
Familia: Eritroxiláceas.

La planta es además muy popular en la medicina verde por sus propiedades hemostáticas.

Tanto por las razones históricas antes mencionadas como por sus cualidades curativas el Jibá se ha considerado como árbol representativo de nuestra flora y símbolo local.

Dentro de la fauna, el ejemplar que más caracteriza al territorio es el cangrejo blanco, crustáceo que pertenece a una familia de hábitos cosmopolitas, cuyo nombre científico es Cardiosoma guanhumz y habita en los fondos de piedras y arenas. Su vida se desarrolla en las cercanías de las costas y en parajes de manglares y bosques donde prima la humedad.

Otro crustáceo característico de Gibara es el llamado cangrejo colorado (Gecarcinus ruricola), que habita en las zonas del litoral.

En la época de desove estos animales invadían la ciudad en su tránsito hacia las costas –lo que aún ocurre, pero en menor medida- y podía vérseles caminar por calles y aceras,peculiaridad que dio a Gibara el sobrenombre de la “Villa Blanca de los Cangrejos”.

EL ESCUDO DE GIBARA.



Fue confeccionado por Luís Sánchez Hernández y aprobado en sesión del Ayuntamiento del día 24 de diciembre de 1938 y dado a la publicidad para conocimiento de todos los moradores de la Villa en tres números diferentes del periódico EL TRIUNFO, órgano oficial de la municipalidad. El ejemplar del 16 de enero de 1939 ofreció la descripción del escudo:

El campo del escudo está limitado por un óvalo perfecto con lo que se recuerda el blasón de la provincia oriental. El escudo es barrado. En el cantón siniestro un sol de oro domina el amanecer de Gibara a la libertad política desde el punto de vista de la dominación española. El sol aparece semicircuido por la siguiente inscripción: 25 de julio de 1898, fecha de la entrada de las primeras tropas libertadoras en Gibara. El mar, sobre él riela la luminaria del día presenta algunos arrecifes que representan los innumerables del litoral gibareño y que aparecen salpicados de espuma. En este primer término el paraje marino es síntesis de imponderable belleza de nuestras costas. En el cantón diestro aparece La Silla de Gibara, eminencia célebre por su forma peculiar entre los grupos montañosos de Cuba y por ser punto de orientación en muchos casos para los navíos que se acercan al puerto. En la parte inferior de este cantón apuntan unas palmas de yarey, abundantísima vegetación en la época del descubrimiento a la que le debió el nombre por muchos años la península en que hoy se encuentra enclavada la población.

La barra que atraviesa el escudo es de campo de plata, sobre dicho campo lucen las tres carabelas colombinas, vehículos gloriosos y harto simbólico del descubrimiento de la isla.

El óvalo del escudo esta circuido del laurel por ser límite externo, el laurel es por las glorias pretéritas de Gibara, por los triunfos pasados de sus hijos y por aquellos que puedan estos legarles a la posteridad.

Una cinta o divisa esmaltada en azul tenue que recuerda el de nuestro cielo, enlaza las ramas del laurel con un estrecho nudo al centro.

A la izquierda de la divisa la fecha de 1492 es la del descubrimiento de la isla y la de 1817 es la de fundación de Gibara”.

HIMNO DE GIBARA

Se considera como Himno de Gibara una canción originalmente conocida como “La que sube”, pero que se ha popularizado con el nombre de “Viva Gibara”. Es una habanera, cuya letra escribió el poeta gibareño Fernando Cuesta Mora y fue musicalizada por Cándido de Ávila. La canción surgió a raíz de los juegos de pelota que se efectuaban entre las novenas de Gibara y Holguín y la inspiró un pelotero local nombrado Armelio Acosta Cabrera que lanzaba la llamada bola “submarina” (de ahí, el titulo de “La que sube”).

Ni la música ni la letra de esta composición se corresponden con las características de un himno, tampoco ha sido oficializado como tal, sin embargo, la tradición popular la convirtió en símbolo de la localidad. En la actualidad músicos contemporáneos la han enriquecido con arreglos que adicionan al sonido de las guitarras el sonido de otros instrumentos:

Seremos dueños, únicos dueños
Del campeonato que se discute
Porque tenemos en nuestras filas
Al invencible de la que sube
¡Viva Gibara, viva Gibara
La Villa Blanca de los cangrejos
La perla hermosa, de nuestro Oriente
La soberana, la soberana, de los ensueños!
No nos asustan los rompecercas,
Ni los campeones, ni los trabucos
Porque en las filas del Club Gibara
Decoro y honra se encuentran juntos.
(Se repite la estrofa entre signos)

Todas las cañas y marañones,
Nuestros cangrejos van a exprimir
Y llenaremos con todo el zumo
La vieja chomba que tiene Holguín.
(Se repite la estrofa entre signos dos veces)

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Gibara, Centro Urbano. Naturaleza




Es algo cotidiano que los viajeros que llegan a nuestro terruño queden deslumbrados por la armónica belleza de la ciudad colonial y la naturaleza circundante, simbiosis muy difícil de encontrar y que constituye un atractivo para propios y extraños.

El visitante no tiene que caminar mucho para comenzar a ver cosas interesantes: al extremo noroeste de la ciudad se localiza una estructura de roca caliza de forma volada de unos 70 m de extensión conocida como Los Colgadizos (Voladizos de marea), mudos testigos de los tiempos en que el mar estaba en un nivel diferente del actual.

Otro de los atractivos es el relieve costero, con pequeñas y pintorescas playas, guardadas por barreras coralinas muy atractivas, como las de Caletones al oeste y Playa Blanca y Los Bajos al este.

Existen otras playas aún más pequeñas dentro del propio perímetro de la ciudad; como El Boquerón, la de El Faro, La Playita del Vallado, etc.

Al oeste de la villa entre terrazas marinas y elevaciones, se ubica una de las unidades cársicas mejor conservadas del país, donde existen multitud de cuevas y ceñotes, destacándose el sistema cavernario de la Polja del Cementerio, con más de once kilómetros de galerías explorados, la Sima de la Amistad, con 90 metros de profundidad verticalmente medida, que ostenta el record de la provincia Holguín en este parámetro, y el Tanque Azul, que con sus 3335 metros de galerías inundadas explorados, constituye la mayor caverna de este tipo de nuestro país detectada hasta el momento.


La vegetación se desarrolla sobre suelos tipo rendzina roja esqueléticos, variando desde la costa hacia el interior. La misma está formada principalmente por un matorral xeromórfico costero que transita hacia el matorral arbustivo de variadas especies y el bosque semidesnudo que aparece en las partes más elevadas de la llanura.

La llanura costera recientemente emergida atesora un corredor de aves migratorias de los más importantes de la Cuba Oriental, y posee además alto endemismo en sus especies de flora y fauna.

El marco que brinda la diversidad de suelos, paisajes, ríos y montañas sirve para resaltar la belleza y la riqueza arquitectónica de la ciudad.

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