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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

5 de julio de 2010

Gibara, Caracterización morfológica actual


En la actualidad Gibara, como ciudad cabecera del municipio del mismo nombre, tiene una población de más de 17 000 habitantes distribuidos en dos Consejos Populares.


La creación del Astillero “Alcides Pino”, la Cooperativa Pesquera “Luis Hernández, la Hilandera “Inejiro Asanuma”, las fábricas de tabaco (consumo nacional y de exportación) y diferentes industrias locales han diversificado la producción industrial de la villa, tanto para satisfacer necesidades de su población como de otros lugares del país, además de constituir fuentes de trabajo para sus habitantes.

Su economía, sin embargo, esta servida fundamentalmente del sector agrícola, diseminado por todo el municipio y desarrollada a través de cooperativas de producción agropecuaria y de créditos y servicios, de un fuerte movimiento anapista y de la labor de entidades creadas por la Revolución como la Granja de Cultivos Varios, la Empresa Pecuaria “Hermanos Sartorio”, la Finca de Producción de Semillas, la Estación Experimental de Café y Cacao, centro de acopios y otras unidades, en las que no ha faltado la aplicación de los adelantos de la ciencia y la técnica.

En la esfera de la salud, está en servicio un hospital con más de 100 camas, un hospital psiquiátrico que asimila pacientes de toda la provincia (140 camas), un policlínico, una clínica estomatológica, un hogar materno, uno de ancianos, una unidad de Higiene y Epidemiología y 40 Consultorios del Medico de la Familia.

En la educación existe un Círculo Infantil, un Seminternado, cuatro centros escolares primarios, una Secundaria Básica, una Escuela de Oficio, una Facultad para la Educación de Adultos, un politécnico de la Salud, un Escuela Especializada para estudiantes con retraso escolar y mental. A ello debe agregarse que con los nuevos programas, trabaja una escuela destinada a impartir el Curso Integral para Jóvenes y existen cuatro Sedes Universitarias Municipales (del MES, Pedagógica, de Cultura Física y de Ciencias Médicas).

En el ámbito de la Cultura Gibara posee tres museos especializados (Historia Natural; Historia y Arte) que atienden a la población y al turismo nacional y extranjero. Posee además una Casa de Cultura, Cine, Sala de Video, una Biblioteca Publica (que es la más antigua de la provincia de Holguín), librerías, dos galerías de arte, una de ellas del pintor Cosme Proenza, una personalidad de las artes plásticas cubanas contemporáneas.

Gibara es además sede de importantes eventos culturales cada año. Junto a la Semana de Cultura, se realiza el Festival Internacional de Cine Pobre “Humberto Solás”, con la participación de importantes cineastas de todo el mundo.

Gibara, Correos y telégrafos.


Teniendo en cuenta la necesidad del establecimiento de una administración de correos que garantizara el servicio de la correspondencia pública y de oficio, el 7 de junio de 1834, una representación del pueblo se presentó al gobierno solicitando la construcción de un hijuelero de correos entre Gibara y Holguín.

El 9 de noviembre de ese mismo año, acudiendo a la referida petición, se creó una oficina con la denominación de Administración de Correos de Tercera Clase, que realizó su labor por tierra a través del viaje diario a Holguín para unir allí la correspondencia con la que partía diariamente también de Santiago de Cuba para La Habana, en combinación con los demás pueblos de la Isla. Las noticias de la capital del país se recibían así con ocho días de retraso.

Este servicio de Correos perduró hasta el estallido de la insurrección de Yara, que interrumpió en el país las comunicaciones por tierra hasta aún después de haber terminado la guerra en 1878. La correspondencia pública y de oficio se debió enviar durante este tiempo en los vapores costeros que recorrían la parte norte de nuestro país.

El telégrafo se estableció el día primero de enero de 1870.

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Gibara, Escultura


La Copa del Amor.

Esta escultura es la más popular de cuantas existen en la Villa, debido a que sobre la misma se han tejido varias leyendas que atraen el interés de los habitantes y de personas llegadas a la ciudad.

Ella se llamó Ygnacia Nates Mastrapa, el, Adolfo Ferrín. Dicen los gibareños que aquellos dos, sintieron uno por el otro, "un amor como no hay otro igual". En cierta ocasión, en fecha próxima al casamiento, Adolfo salió de viaje al exterior para cumplir con tareas de su trabajo. Poco después llegó la infausta noticia: el barco naufragó, el novio murió.  Ygnacia se vistió de luto riguroso. Pero un día tocaron a la puerta de su casa; ella fue a ver quién era y en el umbral apareció su amado. Fue tanta la emoción que la chica cayó fulminada por un infarto.
La verdad era que la noticia del naufragio era falsa, pero la muerte de Ygnacia fue real. Entonces él mandó a construir un Monumento funerario, el que en Gibara se conoce como La Copa del Amor.

A la nada romántica Real Realidad poco le importa que habría sido hermoso que la anterior historia fuera verdad, pero aunque en el Cementerio de Gibara esté la escultura, aunque sea posible probar la existencia de Ygnacia y Adolfo, la verdad es otra, modesta como es siempre la verdad, hermosa y fugaz, pero otra.



Monumento de las madres.
Es una escultura de bulto redondo y gran formato realizada por el escultor Carlos Era Barceló utilizando para ello piedra de jaimanitas en todo el conjunto.


El grupo escultórico está formado por dos figuras humanas: la madre que aparece sentada y su hija, de pie en la parte derecha; donde a través del uso de elementos artísticos y formales sutilmente ejecutados por el creador, se develan al paso de nuestra mirada los valores estéticos y sentimentales recogidos en la obra, a lo que contribuye también la relación con el entorno, para que tengamos el privilegio de recordar la fecha en toda su dimensión, con la sencillez y la alegría de saber que cada día puede existir un motivo para rendir un homenaje a las madres.

Estatua de la Libertad.


Se encuentra en La Plaza Mayor o de Armas (hoy Parque Calixto García). Su ejecución fue encomendada a una reputada casa Piedra Santa, Italia, propiedad de un marmolista de apellido Luisi, quien utilizó como modelo el retrato de una gibareña llamada Aurora Pérez Desdín. Está trabajada en mármol de carrara y tiene una tarja donde se inscribe: “A los libertadores de la patria” y en el pergamino que porta en la mano la figura aparece la fecha del 25 de julio de 1898, día en que entraron los mambises a Gibara.


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Gibara, Música


La ceremonia de fundación de Gibara en 1817 estuvo amenizada por los acordes de una orquesta y la misa solemne que se celebró en ese día contó con un coro que ejecutó música religiosa, marcando de esta manera el nacimiento de la población. Orquesta y coro, por supuesto, vinieron desde otro lugar, pues el poblado comenzaba a formarse a partir de ese mismo momento.

En la década de los años treinta del siglo XIX existen referencias sobre música religiosa y también profana interpretada en Gibara durante la celebración de las fiestas de altares de la cruz.

Hacia 1840 la Iglesia Parroquial contaba con un coro dirigido por el pardo bayamés Rafael Mesa, quien fungía como sacristán de la misma. Por esta época se iniciaron también las tertulias familiares en las que muchas veces se ejecutó música vocal e instrumental.

Además en esa etapa fueron utilizados ocasionalmente los almacenes del comerciante extremeño Don Álvaro Prieto para desarrollar bailes amenizados por agrupaciones musicales.

A partir de 1860, un mayor desarrollo socioeconómico del poblado gibareño, estrechamente relacionado con la continua entrada de embarcaciones en el puerto, abrió nuevos horizontes a las manifestaciones musicales. En esta década surgió una banda civil en la población dirigida por Don Miguel Pascual y Ferrer.

Al iniciarse la guerra de 1868 existía ya un casino, el “Príncipe Alfonso”, que desarrollaba bailes y conciertos.

Durante la guerra la población de gibareños se triplicó y la vida social, aunque esto sea paradójico, se intensificó, como consecuencia de la llegada de numerosas familias de españoles y de elementos afines a España, que abandonando sus residencias en la vasta jurisdicción holguinera se mudaron a Gibara en busca de la seguridad que les ofrecía el puerto y el sistema de fortificaciones; esas familias poseían en su inmensa mayoría cierto poder económico y traían a sus hijos e hijas jóvenes, ansiosos de diversiones, los que coincidieron en el pueblo con la tropa, pero sobre todo con la oficialidad de los regimientos españoles destacados en la Villa y de las tripulaciones de los barcos de guerra que muy frecuentemente arribaban al puerto. Tanto los regimientos del ejército regular como la marina poseían bandas de música, las actividades sociales se multiplicaron, desarrollándose bailes y retretas que fueron conformando el gusto musical de los vecinos de Gibara.

Por estos tiempos se mencionan especialmente la banda del Cuerpo de Bomberos y la del Batallón de Cazadores de Santander, destacado en Gibara. Al finalizar la guerra existían en las casas de la villa más de 30 pianos.

En ocasiones se carece de información para poder seguir la secuencia del desarrollo de la música local, no obstante, se conoce que en la década de los 80 del siglo XIX surgió una de las mejores orquestas típicas que tuvo la villa dirigida por Juan Miguel Gómez, que ofrecía conciertos y amenizaba bailes, e incluía en su repertorio valses, sones y guarachas.

Durante esta década y la siguiente se sigue entonando música en las tertulias familiares, son frecuentes los bailes en las instituciones de recreo, las retretas en la plaza pública y la visita de bandas, sobre todo de la Marina. En 1890, con la inauguración del Teatro del Casino Español, se cuenta con un magnífico local para el desarrollo de actividades que incluyan música.

A partir de 1902 cobran auge las manifestaciones musicales entre los alumnos de las escuelas públicas y privadas.

Entre los gibareños que adquieren fama en el ámbito musical nacional e internacional en las primeras décadas republicanas se cuentan el violinista Fermín Cardona Urgellés, el guitarrista José Rey de la Torre y el compositor Rafael Vega Caso.

En 1925 surgió el primer trío de reconocido prestigio en la Villa: el de José Romero Yero, pero fue durante la década de los años treinta cuando se inició un despegue de agrupaciones musicales en la localidad. En 1938 debutó la orquesta tipo jazz-band “Villa Blanca” dirigida por Víctor Roberto Cruz Velasco (Rubén), que coincidió en tiempo durante los años cuarenta con las orquestas “Gómez-Suárez” (conocida también como “Sonora Cristal”), con las “Hermanos Angulo” y “Hermanos Gómez” y con los conjuntos: “Los Amigos”, dirigido por Ángel Perez (El Pombo), el de Carlos Bruceta y el de la familia Hernández-Mayo. Estas agrupaciones estuvieron casi totalmente formados por músicos empíricos, o “de oído” y surgieron y se desarrollaron en un momento en que Gibara era la estación veraniega de Holguín, visitada por centenares de personas ansiosas de diversión, lo que permitía dar contenido de trabajo a estas y otras orquestas que amenizaban las fiestas desarrolladas en muchas ocasiones de forma simultánea en tres balnearios y además en otros locales sociales. Los músicos gibareños encontraron una fuente de trabajo relativamente bien remunerada en una época difícil para muchas personas en esta población. Quizás fue esta una de las causas del desarrollo de las agrupaciones musicales locales.

Este auge inició una curva de descenso a partir de mediados de la década de los años cincuenta al irse trasladando cada vez más la afluencia de veraneantes holguineros hacia la playa de Guardalavaca y también como consecuencia de la crítica situación social en que se sumió el país durante el gobierno de Fulgencio Batista. Luego del triunfo revolucionario, en 1960, surgió la orquesta “Siboney”, dirigida por Juanito Angulo, y en 1969, “La Tropimar”, dirigida por Rubén Cruz Cuesta (Purro).

Para leer: Manuel Galván en la cima del Buena Vista Social Club, hacer clic aquí

En esta etapa surge un poderoso movimiento de aficionados, en el que se destacan grupos musicales como: el conjunto “Los Amigos” que luego toma el nombre de “Conjunto Típico Unión Gibara”, el grupo “Melodías Fértiles”, de la Fábrica de Hilazas de Algodón “Inejiro Asanuma”, el “Trío Villa Blanca”, la orquesta típica “Ídolos del Ritmo”, el coro de la Milicias Nacionales Revolucionarias dirigido por Antonio Lemus Nicolaus, el cuarteto “Los Zafiritos”, los grupos “CH4”, grupo “Los Caminantes”,de Floro Pérez, el trío “Los Duques”, la brigada infantil “Víctor Jara`, el Coro Infantil “Los Amiguitos de la Cultura” y otras agrupaciones más, entre ellas el grupo femenino “Bahía” y el trío de “Los Hermanos Galván”, y en los momentos actuales el Grupo “Aguapé”, el trío “Galace”, el cuarteto “Ópalo”, algunos tríos y numerosos solistas, algunos trovadores, que conforman el movimiento de artistas aficionados con resultados relevantes en eventos nacionales e internacionales, aún cuando en estos momentos se carece en la localidad de agrupaciones profesionales.

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Gibara, Artesanía


La artesanía tradicional gibareña es muy conocida, desde el siglo XIX, con los avios de pesca como los jamos, redes, atarrayas y los trabajos que se hacían de conchas, reconociéndose entre estos el tradicional collar de coquinas.

El tejido a crochet y frivolité y el bordado a mano llegó con los inmigrantes del área hispana, el cual se fue trasmitiendo de generación en generación, pues las jóvenes casaderas debían confeccionar el ajuar con sus propias manos.

También cabe destacar el trabajo con fibras y la muñequería que se generalizó en la etapa del capitalismo entre las capas sociales más pobres de la localidad.

Actualmente se cuenta con un amplio, movimiento artesanal, integrantes de la Asociación Cubana de Artesanos y Artistas.

El número de técnicas y la variedad de productos, se ha incrementado, destacándose la talla en madura, hueso y tarro, el variado trabajo de muñequería, tejidos, bordados, deshilados y la misceláneas. Los artesanos han participado en múltiples eventos en todo el país y su obra posee gran calidad artística reconocida por entendidos en la materia.

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Gibara, Imprentas y periódicos


Numerosas imprentas y periódicos existieron entre finales del siglo XIX y los primeros 60 años del siglo XX en Gibara.

En 1873 fue adquirida por Don Gregorio Fernández de la Vega la primera imprenta que se estableció en la localidad, utilizada sólo para anuncios mercantiles, tarjetas de felicitación y trabajos similares. Poco tiempo más tarde el propio Fernández de la Vega adquirió otra imprenta donde se editaría el periódico EL PORVENIR, primer periódico que tuvo Gibara, cuyo número inicial salió el 4 de marzo de 1875.

La imprenta EL PORVENIR fue vendida, primero llegó a manos de Don Ezequiel Ruiz del Valle y luego a Rafael Cuesta López y a Martín Bim Canta. En ella se editaron además, en la época colonial el periódico semanal LA MUJER (1882) y el semanario informativo LA LINTERNA (1894).

En el siglo XIX aparecen dos imprentas más: LA CONSTITUCIÓN, propiedad de Don Juan Calderón y Rodríguez y el establecimiento tipográfico de Martín Bim Canta, introducida por éste alrededor de 1886. La primera de ella publicó el periódico LA CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA (1884) y la segunda, EL FERROCARRIL (1891) y EL TRIUNFO (1898).

EL BUENDESEO, órgano de la raza de color, LA LEGALIDAD, GRITO DE YARA y EL PROGRESO, fueron los nombres de otros periódicos que vieron la luz en Gibara en los últimos años del siglo XIX.

Debe significarse que de las imprentas mencionadas sólo la de Martín Bim publicó libros como: COLECCIÓN DE POESIAS INÉDITAS DE JUAN CRISTÓBAL NÁPOLES FAJARDO; El Cucalambé (1886); MACEO, poesía de Fernando García y Grave de Peralta (1899) y GIBARA Y SU JURISDICCIÓN, de Herminio Leyva.

En la época republicana, el establecimiento tipográfico de Bim Canta se convirtió en la imprenta Bim y Prades y aparecieron otras como “El Comercio” (alrededor de 1915), de Atanagildo Cajigal; “El Gibareño”, de Faustino Ramos y “Antorcha” de los hermanos Friman Expósito, entre otras.

En ellas aparecieron periódicos como El Semanario LA VERDAD (1900); PRO PATRIA (1914); EL COMERCIO (1915); TRIBUNA LIBRE (1923); EL GIBAREÑO (1932); LIBORIO (1940); ANTORCHA AUTÉNTICA (1945), por mencionar sólo algunas. También se publicaron las revistas GIBARA ILUSTRADA (1914), TRADICIONES GIBARAREÑAS (195?), CLUB-200 y PERSONALIDAD, de la década de 1950.

En ediciones de libros, a la labor que había hecho en este sentido la imprenta de Bim Canta en el siglo anterior se unió también la de Atanagildo Cajigal y de estos establecimientos salieron publicados los títulos: ODISEA DEL GENERAL JOSÉ MACEO, de Máximo Gómez (1905); SOUVENIR: JUEGOS FLORALES (1923); ESTAMPAS DEL REGRESO, de Armando Leyva (1923); AQUÍ (1956), poemas y cuentos de Alberto Ríos.

Algunas de estas imprentas y periódicos llegaron y existieron luego del triunfo Revolucionario. Después de 1959 fueron publicados en la década de 1960 los periódicos VENCEREMOS y BAHÍA, los que no perduraron por mucho tiempo.

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Gibara, Pintura


Museo de Artes decorativas, Gibara

Esta manifestación artística tuvo un fuerte desarrollo en las postrimerías del siglo XIX y primeras décadas del XX en la localidad.

Paisajes, retratos y dibujos atrajeron la sensibilidad creadora de varios gibareños. La historia gráfica de los campos que rodean la villa, la belleza del litoral, llena la obra pictórica de León Hernández Cáceres, Juan Vecino Mallo, Enrique Almaguer Pavón y Luís Sánchez Hernández.

Numerosos retratos también salieron de las manos de Hernández Mallo, Vecino Mallo, Crecente Fornaguera Ráez y Pelagio Rodríguez Calderín, en tanto que el dibujo fue cultivado por Román Infante y Mario Rodríguez Infante.

Entre ellos debe significarse a León Hernández Cáceres, canario establecido en Gibara, quien pintó desde un cartel comercial hasta un hermoso óleo, y Juan Vecino Mallo, quien obtuvo algunos conocimientos técnicos, contrariamente al resto de los pintores gibareños que fueron autodidactas. Impartió clases a jóvenes de la localidad. La obra de ambos se desarrolló mayormente en la primera mitad del siglo XX.

En la actualidad la pintura es una de las manifestaciones artísticas de mayor desarrollo en Gibara. Junto a la obra de Luís Cátala Maldonado, profesor instructor de varias generaciones de aficionados, paisajista y acuarelista por excelencia, así reconocido nacional e internacionalmente, está la pintura de Pedro Silva León, Nelson Labrada, Leyder Martínez, Rosa Aguilera entre otros valores surgidos después de 1959 y que poseen exposiciones en la localidad y fuera de ella, así como han obtenido premios provinciales y nacionales.

Un concurso anual de pintura premiado en metálico, dirigido a adultos, y otro para niños, consolidan la afición y los resultados de la creación en la pintura en Gibara, donde el paisaje no ha dejado de ser el tema esencial.


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La única fotografía del maestro Luis Catalá que aparece en Internet. De sus obras, ninguna se puede encontrar por esa vía. Ojalá que la Aldea consiga algún colaborador que le ayude en hacer visible al más grande acuarelista de la comarca.

Gibara, Literatura


La literatura ha tenido también en Gibara un constante movimiento, que después del triunfo revolucionario ha logrado una significación relevante y ascendente dentro de la provincia.

Más, hay que significar que la misma tuvo gran fuerza en la villa, aún en épocas en que la política gubernamental colonial o republicana no apoyaba el libre desarrollo de la cultura. La prensa local del siglo XIX y de los primeros cincuenta años del siglo XX, refleja un quehacer literario local. Poesías y crónicas abundan en las páginas de estas publicaciones, destacándose nombres de gibareños como William y Fernando Cuesta Mora, Robustiano Verdecia, Emilio Fernández de la Vega y Frank Pérez.

Al mismo tiempo, periódicos como EL COMERCIO, contaron con la colaboración de escritores nacionales como Bonifacio Byrne, Agustín Acosta, Emilio Bobadilla y de extranjeros como el mexicano Luís G. Urbina. Muestra de que los gibareños no sólo hicieron literatura sino que se relacionaron y promovieron a otros escritores del país.

En la vida literaria de Gibara debe significarse el nombre de Armando Leyva (1888-1942), hoy reconocido en la Historia de la Literatura Cubana. A través de él se produjo una gran integración del territorio a la actividad literaria de la antigua provincia oriental. Por Leyva escritores como Regino Boti y José Manuel Poveda, conocen y siguen de cerca el quehacer literario gibareño. La voz de la villa aparece en el Manifiesto Renovador encabezado por Poveda y seguido por los poetas orientales en 1910 y los gibareños se unieron al homenaje de los intelectuales a Julián del Casal.

Armando Leyva perteneció a la Academia Nacional de Artes y Letras y a la Asociación de Reportes, fue presidente del Ateneo Santiaguero y alentó la creación de la Empresa Editorial Biblioteca Oriente. Sus libros fueron publicados en gran parte, en la antigua provincia de Oriente: DEL ENSUEÑO Y DE LA VIDA, en Gibara y en Las Tunas, SEROJA, en Banes; ALMA PERDIDA, en Puerto Padre; LAS HORAS SILENCIOSAS, MUSEO, PEQUEÑOS POEMAS, publicados en Santiago de Cuba; LA PROVINCIA Y LAS ALDEAS, en Santiago de Cuba y en Gibara; ESTAMPAS DEL REGRESO, en Gibara y LA ENEMIGA, en La Habana. Cuentos, crónicas, artículos, poemas en prosa y una novela corta, responden a esos títulos mencionados.

La labor literaria y cultural de Armando Leyva, trascendió los límites de la villa, su contribución a la promoción de autores y obras cubanas y el haber donado lo recaudado con la publicación de su libro MUSEO para la construcción de un edificio propio para Museo y Biblioteca en Santiago de Cuba, son ejemplos de su labor en aras de la cultura nacional.

LEYVA, Armando (Gibara, Oriente, 14. 1. 1888 - La Habana, 9. 12. 1942). Estudió en su pueblo natal y en las Escuelas Pías de Guanabacoa. Dejó inconclusa la carrera de ingeniería en los Estados Unidos para regresar a Cuba y dedicarse al periodismo. Durante algún tiempo participó en la política partidista activa. Dentro de su misma provincia, dirigió las publicaciones Zeta, Pandemonium y El Comercio (1915), y colaboró en La Palabra y El Triunfo, todos de Gibara, así como en El Correo Semanal, de Banes. En Santiago fue jefe de redacción del Diario de Cuba (1917) y colaborador de El Cubano Libre; allí mismo fue también presidente del Ateneo y alentador de la empresa editora Biblioteca Oriental. Se trasladó a La Habana en 1925 para trabajar en el periódico El Sol. Fue secretario de redacción de Noticias (1933) y director de Labor (1936-1937) y Metrópolis (1937). Colaboró en las publicaciones habaneras Social, Bohemia, Letras, Smart, Alma Latina, El Fígaro, La Prensa, Heraldo de Cuba, Diario de la Marina, El Mundo, Información, El País, Adelante, Tierra Libre. Editó, junto con Pedro Alejandro López y Luis Enrique Santiesteban, La novela cubana [ca. 1928], que dedicaba cada número, íntegramente, a la publicación de una novela corta. Perteneció a la Academia Nacional de Artes y Letras y a la Asociación de Reportes. Su monólogo «También el Budha suspiró de amor...» fue publicado, junto con otro de Eduardo Abril Amores, bajo el título común de Mientras reía el carnaval... (Santiago de Cuba, Imp. Diario de Cuba, 1922). Utilizó el seudónimo Randal.

BIBLIOGRAFÍA ACTIVA

Del ensueño y de la vida [Crónicas e impresiones]. «¿Prólogo?», por M. Antonio Dolz, y «Armando Leyva», por Francisco Cañellas. Gibara - Victoria de las Tunas (Oriente), Imp, El Cucalambé, 1910. Seroja [Crónicas]. Pról. de José Manuel Poveda. Banes (Oriente), Imp. El Correo Semanal, 1911. Alma perdida [Cuentos y crónicas]. Puerto Padre (Oriente), Imp. El Renacimiento, 1915. Las horas silenciosas (Cuentos y crónicas). Pról. de Max Henríquez Ureña, Santiago de Cuba, Empresa Editorial El Sol, 1920. Amar la poesía, cultivar el verso, respetar al poeta [Conferencia]. Santiago de Cuba, Imp. Diario de Cuba, 1921. Museo [Artículos]. Santiago de Cuba, Imp. Arroyo, 1922. Pequeños poemas (Poemas en prosa). «Pórtico», por José Fatjó. Santiago de Cuba, Editorial Oriente [1922]. La provincia, las aldeas. Pról. de Eduardo Abril Amores. Santiago de Cuba, Acosta y Fábregas, impresores, 1922. Estampas del regreso. «El prólogo de este breviario», por Luis G. Cabrera. Gibara (Oriente), Imp. A. Cajigal, 1923. La enemiga [Novela corta]. La Habana, Imp. El Ideal, 1928 (La novela cubana, serie A, 3).

BIBLIOGRAFÍA PASIVA

Augier, Ángel I. «Armando Leyva, el cronista de la vida provinciana», en Policía. La Habana, 2 (14): 26, ene., 1943. Boti, Regino E. «Entre dos labores. Pretexto: Leyva. Asunto: yo» [Sobre Del ensueño y de la vida], en Orto. Manzanillo, 1 (6): 3-5, feb. 11, 1912. Bueno, Salvador. «Armando Leyva. 1888-1942», en su Antología del cuento en Cuba (1902-1952). La Habana, Dirección de Cultura del Ministerio de Educación, 1953, P. 65. Carbonell, José Manuel. «Armando Leyva Balaguer (1888)», en su La prosa en Cuba. Recopilación dirigida, prologada y anotada por [...] T. 1. La Habana, Imp. Montalvo y Cárdenas, 1928, p. 307-308 (Evolución de la cultura cubana, 1608-1927, 12). Chacón y Calvo, José María. «La muerte de Armando Leyva», en Revista Cubana. La Habana, 15,:135, ene.-mar., 1943. «Ex-corde a la memoria de Armando Leyva» [Número completo dedicado al autor]. Tierra Libre. La Habana, 7 (1), ene., 1943. Labrador Ruiz, Enrique. «Armando Leyva», en su El pan de los muertos. La Habana, Universidad Central de Las Villas, 1958, P. 41-46 León, José de la Luz. «El cronista que amó el mar y los montes», en Carteles. La Habana, 41 (1): 32, 68, ene. 3, 1960. Medrano, Higinio J. «Los restos de Armando Leyva», en Universal. Santiago de Cuba, abr. 2, 1950. Poveda, José Manuel. «Un libro de Leyva» [Sobre Del ensueño y de la vida], en El Pensil. Santiago de Cuba, 24ª época, 2 (16): 185-186, ago. 10, 1910. Vasconcelos, Ramón. «Armando Leyva», en Tierra Libre. La Habana, 4 (10): 11, oct., 1940.

Otros escritores gibareños lograron sobrepasar las páginas de las publicaciones gibareñas para ganar concursos como el de los “Juegos Florales”, tal es el caso de Fernando Cuesta Mora (1908-195?) o Jesús Torres Cuesta (1936-1973), cuyas poesías fueron publicadas en libros en Gibara y en Las Tunas.

De 1914 es el libro ALMA DE LA ALDEA; antología de escritores gibareños, que incluye entre otros nombres no bien estudiados el de Luís G. Cabrera, Rafael Cuesta, Oscar Diez Feria, Modesto Centeno y Leoncio Fernández Pino.

El triunfo revolucionario trajo consigo un mayor desarrollo en la literatura gibareña. La existencia del boletín literario “Cacoyugüín”, del Taller Literario “Armando Leyva”, más de diez libros publicados por autores locales, premios provinciales y nacionales obtenidos por escritores provenientes del Taller Literario y la participación del decimista Gilberto Cruz Rodríguez en el Encuentro Internacional de Décimas, son evidencias del levantamiento y desarrollo del quehacer literario en Gibara.
 
Al nombre de Cruz Rodríguez, debe sumársele los José Barciela Tauler, Arsenio Valdés Bruceta, Manuel Gómez, Silvio Escalona Graña, Agustín Labrada, Orlinda Nieves que ya tienen publicaciones y algunos inclusive en antologías extranjeras.

Las tertulias literarias, tradicionales en la villa desde el siglo XIX, han sido revitalizadas en la actualidad, manteniéndose inclusive en algunas casas de familias, así como se ha recogido la rica tradición oral que la caracterizó, en el atlas de la Cultura Popular Tradicional.

Gibara también ha sido sede y subsede de eventos nacionales de literatura y humor y mantiene un concursó anual de literatura que premia en metálico.

En oleadas sucesivas, como una continuación de las olas formadas en el mar, le llegó la brisa, fresca, húmeda, evanescente, y con ella vino el rumor del mar y el picante olor a salitre: todo le llegaba del mar, hasta la espera. y ella odiaba al mar, porque sabía que le era hostil. El mar debe ser una mujer, pensó. -Sólo una mujer puede ser tan dura con las mujeres y tan blanda con los hombres -dijo y recordó que alguien dijo que al mar debía llamársele la mar porque también lo afectaba la luna; no podía recordar quién lo dijo–: Pero debe ser una mujer -dijo. Más que nada lo odiaba por la misma razón que se maldice al cartero que pasa de largo: porque el mar era un medio de comunicación entre ella y él y ahora le negaba toda noticia. Él dijo: “Mira al mar. Míralo siempre y sabrás si vuelvo o no. Él te dirá”, pero él no había contado con el mar, de donde el mar era un mensajero sin saberlo. Nadie contaba con él y todos querían que fuese el recadero perfecto. Se despachaban embarcaciones, se echaban botellas llenas de mensajes, se tendían cables, y todos querían que las noticias llegaran pronto y sin novedad y con precisión al punto de destino. y ahora ese hombre, ese marino misterioso, envuelto en sombras, ocupado en raros trajines, que utilizaba el mar y la noche como cómplices, no decía más que “Mira al mar: él te dirá” y dejaba el resto (la improbabilidad, el error, la mala fortuna) al azar, y esta mujer odiaba al mar porque el mar, siempre sin saberlo, demoraba en decir que sí o que no.



Guillermo Cabrera Infante. El de arriba es un fragmento de MAR, MAR, ENEMIGO incluído en el libro de relatos “Así en la paz como en la guerra”.

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Gibara, Teatro


La manifestación teatral tuvo sus primeras expresiones locales en las llamadas reuniones familiares que se desarrollaban en viviendas donde existía un piano y en las que los aficionados gibareños desarrollaban sus aptitudes artísticas.

Más tarde, se habilitó un viejo almacén de víveres como sede de un teatro y la manifestación fue tomando auge en la población. En 1878 se fundó el Círculo Familiar (en un edificio de la calle San Mamerto, hoy Calixto García), donde se realizaron representaciones teatrales tanto por grupos de aficionados como compañías dramáticas que entraban por el puerto para realizar sus giras a través del país.

El Círculo Familiar duró sólo un año, pero el 12 de abril de 1884, por la insistencia de los gibareños e iniciativa de Don Javier Longoria, se creó un Círculo Popular que sirvió de centro de instrucción y recreo, con los mismos propósitos que el desaparecido Círculo Familiar. El nuevo local contaba con trescientas capacidades y por él desfilaron aficionados y profesionales del arte de las tablas.

Todo este movimiento cultural motivó a los gibareños criollos, peninsulares y extranjeros radicados en nuestro pueblo a dar los primeros pasos para construir un teatro que tuviera las condiciones apropiadas para el desarrollo de esta expresión del arte.


En la noche del 11 de enero de 1886, se reunió la junta directiva del Casino Español de Gibara, y se acuerda recaudar los fondos necesarios para dar inicio a las obras. En enero de 1889 se aprobó el proyecto presentado por Don Jose Almanza, quien quedó facultado en unión de Don José Homobono Beola para conveniar con los carpinteros Don Joaquín y Don Francisco Pifferrer, así como con el albañil Félix Pifferrer, la construcción de la primera parte de la obra.

El teatro se comenzó a edificar el 19 de febrero de 1889 y se inauguro el 13 de septiembre de 1890, con la actuación de la famosa Compañía de Palau. Durante muchos años el Teatro Casino Español fue escenario de grandes personalidades del arte. En él se presentaron la Compañía de Luisa Martínez Casado, los violinistas Rafael Diaz Albertini y Claudio Brindis de Sala, el pianista y compositor Ignacio Cervantes y la compañía de zarzuela de Maria Varona, por mencionar sólo a algunas.

Alrededor de 1940 el Teatro, que cambió su nombre por el de “Unión Club”, comenzó a alternar las funciones teatrales con las proyecciones cinematográficas en su sala, hasta la década de 1970 que cerró sus puertas para ser restaurado. La recuperación de su inmueble quedó detenida en 1990 por razones económicas.


No obstante, a finales de la década del 1990 se inició un proyecto cultural en él con una actividad mensual dedicada a la trova, lo que contribuyó a motivar el interés por su restauración.

Con la colaboración de la Diputación española de Sevilla, la Oficina de Historia del municipio acometió su reparación, rescatándose totalmente la cubierta y el piso del tercer nivel, así como se trabaja para lograr su total restauración, al tiempo que se realizan actividades de pequeño formato en su sala, tanto con artistas aficionados como profesionales.

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Gibara, Muebles

El territorio cuenta con una gran variedad de muebles de la segunda mitad del siglo XIX y primeras décadas del XX, como consecuencia del interés de la burguesía media gibareña, que además de expresar su poder en las majestuosas edificaciones domésticas y civiles que construyeron, incorporó un rico mobiliario en función de los gustos y modas de la época.

Es por ello que es frecuente encontrar en la villa diferentes estilos de muebles, como el medallón, perilla, thonet, art noveau y mimbre que en algunos casos fueron comprados directamente en el extranjero, en otros, son resultados de la creación de famosos ebanistas del país.

Debe decirse que de la época republicana hay muebles construidos por ebanistas gibareños, como Julio Fuentes, Santana Ochoa y Antonio Galván, quienes llegaron a imitar con acierto algunos de esos estilos con fines comerciales y viviendas de las clases menos pudiente, así como las Sociedades Club Maceo y Club Marti, tuvieron muebles construidos por los mencionados ebanistas locales.

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Gibara, Cultura alimenticia


La pesca fue en Gibara la principal fuente de trabajo y de alimentación durante siglos, razón que justifica que su cultura alimentaría esté basada fundamentalmente en platos confeccionados con mariscos.

El cangrejo (Cadiosoma guanhumz), típica especie local, ha servido de base para la confección de exquisitos platos, pues con su masa se confecciona el enchilado y el cangrejo rebosado.

Otra especie aprovechada es el cangrejo colorado (Gecarcinus ruricola), que en épocas de desove sale del litoral y los pobladores aprovechan para extraerle el caro (hueva del cangrejo hembra) con el que se confeccionan platos muy apetecibles.

La jaiba, crustáceo cuyo nombre científico es Callinectes sapidus, habitante de las riveras pantanosas de los ríos, en su desembocadura y zonas costeras poco profundas, es utilizada en enchilados, en la elaboración de la jaibita rellena y la jaiba rebosada.

El camarón (Panaevs Schmitti), especie que habita en los fondos fangosos y que aún cuando Gibara no es una zona rica en este crustáceo, se captura en cualquier época el año, ofrece variedades de formas de consumo: camarón en salsa, frituras, cóctel, arroz, enchilado, escabeche, todas altamente estimadas por los gibareños y por los que visitan la villa.

Otro alimento tradicional gibareño es la coquina un pequeño molusco vivalbo (Donax denticulatus) que se encuentra en la arena y que se puede capturar hasta con las manos. Con la coquina se elaboran frituras, sopa, arroz, cócteles, etc.

El arroz a la marinera, es también un plato característico en la mesa gibareña y se confecciona con todos los productos del mar, a los que se ha hecho referencia con anterioridad.

Por otro lado, la fuerte presencia del acervo cultural español en la villa, ha mantenido viva la costumbre de fabricar vinos. Gibara tuvo dos fabricas de licores reconocidas en su época: la de Jesús Fernández y la de José Granda, en ellas se hacían diferentes tipos de bebidas y vinos de frutas. Aunque estas fábricas desaparecieron, los gibareños quedaron con la tradición de hacer vinos caseros, hecho que subsiste en muchas familias y en la actualidad el Museo de Historia Natural tiene un club de vinicultores, lo que estimula la continuidad de la tradición.

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Gibara, Fiestas tradicionales



Las fiestas y bailes forman parte también de las costumbres y tradiciones de Gibara. Desde mediados del siglo XIX hay referencias a estas actividades, primeramente en casas particulares, posteriormente y con el desarrollo que iba alcanzando la villa, en sociedades. Luego, con el triunfo de la Revolución algunas de ellas han sido revitalizadas o se han adecuado culturalmente a las nuevas realidades sociales. Entre estas fiestas y bailes pueden mencionarse:


-Fiestas de San Fulgencio.
Coincidían con la fecha de la fundación de la villa (16 de enero), día de San Fulgencio, patrono de Gibara. Se iniciaban el día 13 y se extendían hasta el 16 o 18 de enero. En la madrugada del primer día una orquesta recorrida la población tocando la diana mambisa. Se hacia una misa en la Iglesia Católica y luego una procesión. Durante estos días se hacia un programa de actividades, previsto y publicado con anterioridad, que incluía juegos tradicionales, verbenas, competencias entre equipos de la villa, como los de pelota, etc. En el parque Calixto García, cerrado con pencas de coco y adornado con banderas de colores, se desarrollaban actividades, así como en salones, sociedades y en diferentes calles. Bebidas, comidas y otros artículos se vendían en kioscos construidos para esa fecha.

Estas fiestas fueron auspiciadas por el Ayuntamiento Municipal y a veces sirvieron para recaudar dinero destinado a alguna obra social, como lo fue la estatua del Parque de las Madres. Sus patrocinadores celebraron el centenario de la villa en 1917.

La Fiesta de San Fulgencio se considera la más antigua festividad gibareña, perduró hasta el triunfo de la Revolución.

A partir de 1979, revitalizando gran parte de las actividades de las mismas y en similar fecha del año, se realiza la Semana de la Cultura gibareña, que ha ganado gran arraigo popular.


-Baile del Chivo Capón.
Comienza a desarrollarse en Gibara, precisamente en la zona rural de Managuaco alrededor de 1868.

Baile de parejas, jocoso y erótico, en la que un foráneo (El Chivo Capón), se gana por retadora arrogancia y buen pie a todos los muchachos presentes, desplazando a los jóvenes de la zona. Dentro de estos últimos aparece el bailador del patio que con sus movimientos elimina finalmente al visitante, quedando como único dueño del baile. El estribillo, muy conocido, se realizaba corto o largo según el interés de los bailadores. Decía así:

El chivo capón
De La Habana vino
¿Quién lo capó?

Se improvisa a gusto de los cantantes del grupo musical acompañante, ejecutantes de son montuno. Estos grupos utilizaban instrumentos musicales tradicionales, tales como: Guitarra tres, marímbula, bongoes. Era un baile muy utilizado en los llamados guateques campesinos.

En la actualidad, el baile del Chivo Capón ha sido revitalizado por jóvenes aficionados y se presenta en las actividades danzarias y eventos culturales del territorio.


- Fiesta del Gibareño Ausente.
Esta fiesta ha sido también un acontecimiento de carácter popular. La causa de esta celebración está en la emigración de gibareños como consecuencia del hambre, la miseria, la insalubridad existente en el país y agudizado en Gibara en los años pre-revolucionarios. La construcción de la carretera central influyó en la extinción del comercio portuario obligando a muchos hijos de este pueblo a abandonarlo.

No obstante, la familia dividida, la nostalgia por la villa, incitaban al reencuentro. Con ese fin, el desaparecido Faustino Pérez Ricardo, realizó una campaña a través de las páginas del periódico TRIBUNA LIBRE, para acercar aunque fuera por un día a los ausentes.

A propuesta del Concejal Antonio Silva Labrada se instituyó el DÍA DEL GIBAREÑO AUSENTE, en sesión efectuada el 11 de abril de 1953. La fecha escogida fue el 25 de julio, debido a que ese día, en 1898, habían hecho su entrada a Gibara, las tropas mambisas al mando del coronel Cornelio Rojas.

La fiesta del Gibareño Ausente tenía un programa que previamente y junto a una invitación se les hacía llegar a los coterráneos que residían fuera de la villa y que incluía actividades como: juegos tradicionales (corrida de cintas, de bicicleta, cucaña, palo ensebado, la peseta en la sartén, regatas de botes); retretas en el Parque Calixto García, paseos de carrozas y comparsas, elección y coronación de la reina y luceros, etc. También se condecoraban en acto público a los gibareños que más tiempo habían permanecido sin visitar la villa y regresaban con estas celebraciones, así como a aquellos que se habían destacado en las actividades que se realizaban.

Esta fiesta se dejó de realizar entre 1961 y 1962 y fue revitalizada en 1982, cuando recogiendo el sentir del pueblo, la Asamblea Municipal del Poder Popular, en su sesión ordinaria del 21 de noviembre de ese año, por sugerencia del Sectorial de Cultura, acordó celebrar el Día del Gibareño ausente el penúltimo día de las Fiestas Populares.

El 12 de agosto de 1982 el pueblo de Gibara se reunió para recibir a los gibareños ausentes, hecho que se repitió anualmente durante varios años y que luego, por razones económicas y de organización, se acordó realizar la Fiesta del Gibareño Ausente cada dos años.

Esta festividad se dejó de realizar debido a la critica situación del país al iniciarse la década de 1990 y aún cuando no ha podido volverse a desarrollar, la tradición se mantiene viva en los deseos del pueblo y en los gibareños ausentes residentes fundamentalmente en La Habana, quienes conmemoran en la capital la fecha y se encuentran organizados y en vínculo constante con la villa, en aras de volver a materializar esta festividad.


-Otros bailes y fiestas.
Entre otras fiestas tradicionales gibareñas habría que mencionar: la Fiesta de la Cruz, las Verbenas de la Calle Cemento (hoy Bernabé Varona), la fiesta de la Plaza de Armas (hoy Parque Calixto García); los bailes de disfraz, que se efectuaban en clubes, sociedades y balnearios y el “de las Flores”. Exponentes todos del acervo popular de la cultura en Gibara.

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Gibara, de los símbolos locales



El nombre de esta villa, según la teoría más aceptada, procede de las voces indígenas Jiba-Jibara, que sirven para denominar un arbusto silvestre que abunda en las orillas de los ríos, lagunas y tierras anegadas así como en los terrenos pedregosos y rocas marinas, según se manifiestan las distintas clases de arbustos dentro de la misma familia.

Nombre popular: Jibá
Nombre científico: Erythoxylon havanense.
Familia: Eritroxiláceas.

La planta es además muy popular en la medicina verde por sus propiedades hemostáticas.

Tanto por las razones históricas antes mencionadas como por sus cualidades curativas el Jibá se ha considerado como árbol representativo de nuestra flora y símbolo local.

Dentro de la fauna, el ejemplar que más caracteriza al territorio es el cangrejo blanco, crustáceo que pertenece a una familia de hábitos cosmopolitas, cuyo nombre científico es Cardiosoma guanhumz y habita en los fondos de piedras y arenas. Su vida se desarrolla en las cercanías de las costas y en parajes de manglares y bosques donde prima la humedad.

Otro crustáceo característico de Gibara es el llamado cangrejo colorado (Gecarcinus ruricola), que habita en las zonas del litoral.

En la época de desove estos animales invadían la ciudad en su tránsito hacia las costas –lo que aún ocurre, pero en menor medida- y podía vérseles caminar por calles y aceras,peculiaridad que dio a Gibara el sobrenombre de la “Villa Blanca de los Cangrejos”.

EL ESCUDO DE GIBARA.



Fue confeccionado por Luís Sánchez Hernández y aprobado en sesión del Ayuntamiento del día 24 de diciembre de 1938 y dado a la publicidad para conocimiento de todos los moradores de la Villa en tres números diferentes del periódico EL TRIUNFO, órgano oficial de la municipalidad. El ejemplar del 16 de enero de 1939 ofreció la descripción del escudo:

El campo del escudo está limitado por un óvalo perfecto con lo que se recuerda el blasón de la provincia oriental. El escudo es barrado. En el cantón siniestro un sol de oro domina el amanecer de Gibara a la libertad política desde el punto de vista de la dominación española. El sol aparece semicircuido por la siguiente inscripción: 25 de julio de 1898, fecha de la entrada de las primeras tropas libertadoras en Gibara. El mar, sobre él riela la luminaria del día presenta algunos arrecifes que representan los innumerables del litoral gibareño y que aparecen salpicados de espuma. En este primer término el paraje marino es síntesis de imponderable belleza de nuestras costas. En el cantón diestro aparece La Silla de Gibara, eminencia célebre por su forma peculiar entre los grupos montañosos de Cuba y por ser punto de orientación en muchos casos para los navíos que se acercan al puerto. En la parte inferior de este cantón apuntan unas palmas de yarey, abundantísima vegetación en la época del descubrimiento a la que le debió el nombre por muchos años la península en que hoy se encuentra enclavada la población.

La barra que atraviesa el escudo es de campo de plata, sobre dicho campo lucen las tres carabelas colombinas, vehículos gloriosos y harto simbólico del descubrimiento de la isla.

El óvalo del escudo esta circuido del laurel por ser límite externo, el laurel es por las glorias pretéritas de Gibara, por los triunfos pasados de sus hijos y por aquellos que puedan estos legarles a la posteridad.

Una cinta o divisa esmaltada en azul tenue que recuerda el de nuestro cielo, enlaza las ramas del laurel con un estrecho nudo al centro.

A la izquierda de la divisa la fecha de 1492 es la del descubrimiento de la isla y la de 1817 es la de fundación de Gibara”.

HIMNO DE GIBARA

Se considera como Himno de Gibara una canción originalmente conocida como “La que sube”, pero que se ha popularizado con el nombre de “Viva Gibara”. Es una habanera, cuya letra escribió el poeta gibareño Fernando Cuesta Mora y fue musicalizada por Cándido de Ávila. La canción surgió a raíz de los juegos de pelota que se efectuaban entre las novenas de Gibara y Holguín y la inspiró un pelotero local nombrado Armelio Acosta Cabrera que lanzaba la llamada bola “submarina” (de ahí, el titulo de “La que sube”).

Ni la música ni la letra de esta composición se corresponden con las características de un himno, tampoco ha sido oficializado como tal, sin embargo, la tradición popular la convirtió en símbolo de la localidad. En la actualidad músicos contemporáneos la han enriquecido con arreglos que adicionan al sonido de las guitarras el sonido de otros instrumentos:

Seremos dueños, únicos dueños
Del campeonato que se discute
Porque tenemos en nuestras filas
Al invencible de la que sube
¡Viva Gibara, viva Gibara
La Villa Blanca de los cangrejos
La perla hermosa, de nuestro Oriente
La soberana, la soberana, de los ensueños!
No nos asustan los rompecercas,
Ni los campeones, ni los trabucos
Porque en las filas del Club Gibara
Decoro y honra se encuentran juntos.
(Se repite la estrofa entre signos)

Todas las cañas y marañones,
Nuestros cangrejos van a exprimir
Y llenaremos con todo el zumo
La vieja chomba que tiene Holguín.
(Se repite la estrofa entre signos dos veces)

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Gibara, Centro Urbano. Naturaleza




Es algo cotidiano que los viajeros que llegan a nuestro terruño queden deslumbrados por la armónica belleza de la ciudad colonial y la naturaleza circundante, simbiosis muy difícil de encontrar y que constituye un atractivo para propios y extraños.

El visitante no tiene que caminar mucho para comenzar a ver cosas interesantes: al extremo noroeste de la ciudad se localiza una estructura de roca caliza de forma volada de unos 70 m de extensión conocida como Los Colgadizos (Voladizos de marea), mudos testigos de los tiempos en que el mar estaba en un nivel diferente del actual.

Otro de los atractivos es el relieve costero, con pequeñas y pintorescas playas, guardadas por barreras coralinas muy atractivas, como las de Caletones al oeste y Playa Blanca y Los Bajos al este.

Existen otras playas aún más pequeñas dentro del propio perímetro de la ciudad; como El Boquerón, la de El Faro, La Playita del Vallado, etc.

Al oeste de la villa entre terrazas marinas y elevaciones, se ubica una de las unidades cársicas mejor conservadas del país, donde existen multitud de cuevas y ceñotes, destacándose el sistema cavernario de la Polja del Cementerio, con más de once kilómetros de galerías explorados, la Sima de la Amistad, con 90 metros de profundidad verticalmente medida, que ostenta el record de la provincia Holguín en este parámetro, y el Tanque Azul, que con sus 3335 metros de galerías inundadas explorados, constituye la mayor caverna de este tipo de nuestro país detectada hasta el momento.


La vegetación se desarrolla sobre suelos tipo rendzina roja esqueléticos, variando desde la costa hacia el interior. La misma está formada principalmente por un matorral xeromórfico costero que transita hacia el matorral arbustivo de variadas especies y el bosque semidesnudo que aparece en las partes más elevadas de la llanura.

La llanura costera recientemente emergida atesora un corredor de aves migratorias de los más importantes de la Cuba Oriental, y posee además alto endemismo en sus especies de flora y fauna.

El marco que brinda la diversidad de suelos, paisajes, ríos y montañas sirve para resaltar la belleza y la riqueza arquitectónica de la ciudad.

Gibara, siglo XX



El siglo XX trajo cambios notables para el territorio gibareño. En su primer cuarto el puerto mantuvo aún cierta importancia que paulatinamente fue perdiendo y de igual forma ocurrió con el ferrocarril. En este primer cuarto del siglo aún se realizan construcciones marcadas por el eclecticismo, que enriquecen el acervo arquitectónico de la ciudad. Pero la situación económica y social de la población pronto comienza a empeorar. Los males inherentes a los gobiernos establecidos durante la seudorrepública encontraron respuesta en huelgas obreras en el área urbana y en luchas campesinas contra los abusos de los terratenientes. Un manto de pobreza fue cubriendo a la que había sido relativamente floreciente villa.

La lucha contra el dictador Gerardo Machado Morales encontró amplio eco en Gibara cuando el 17 de agosto de 1931 una tropa de revolucionarios encabezados por Emilio Laurent desembarcó en la ciudad y la tomó. Un nutrido grupo de gibareños se sumó a Laurent y contra ellos el gobierno machadista empleó todos sus recursos, atacando simultáneamente a la población por aire, mar y tierra hasta ahogar en sangre esta acción revolucionaria. Estos sucesos confirieron a Gibara la triste primacía de ser la primera población de Cuba que fue atacada simultáneamente por efectivos del Ejercito de tierra, de la Aviación y de la Marina de Guerra.

La situación económica y social del municipio continúo empeorando en años sucesivos, viéndose obligados muchos gibareños a marchar hacia otros lugares del país en busca de trabajo.

En 1947 una huelga estudiantil cobró fuerza suficiente para lograr que toda la población se solidarizara con sus justas demandas: el establecimiento de una escuela superior y la construcción de una carretera que uniera a Gibara con Holguín.

Para la década de 1950 la situación se había hecho casi insostenible. Una encuesta desarrollada por la Iglesia Católica en el segundo lustro de esta década dejaba ver el lúgubre panorama de pobreza y desempleo reinante en el territorio gibareño.

Pero en esta década surgirían nuevas esperanzas: el 4 de diciembre de 1955 se fundó en la ciudad una célula del Movimiento 26 de Julio para encauzar la lucha contra la tiranía de Batista. En abril de 1956 Frank País visitó Gibara en labores conspirativas, diseñándose en esta oportunidad los brazaletes distintivos del Movimiento. En 1957 los primeros escopeteros comenzaron a actuar en la Sierra de Candelaria y en octubre de 1958 se estableció en la misma una capitanía del IV Frente Oriental Simón Bolívar, cuyos integrantes mantuvieron en jaque a las fuerzas de la tiranía en todo el municipio, llegando a atacar a la propia ciudad de Gibara el 29 de diciembre de 1958, poco antes de la alborada del Primero de Enero que marcaría profundos cambios para la vida de los gibareños y del pueblo cubano en general.

En el caso especifico de Gibara esto se traduciría en la creación urgente de centros de trabajo, entre los que destacan el Astillero “Alcides Pino” y la Hilandería “Inejiro Asanuma”, los cuales tuvieron como principal impulsor al Comandante Ernesto che Guevara. La pavimentación de las calles, la notable mejora de las redes del acueducto y de los servicios de educación y de salud, la constitución de la Cooperativa Pesquera, la construcción de decenas de edificios dedicados a viviendas y múltiples y notables mejoras en todos los aspectos de la vida material, espiritual y social de los pobladores del municipio, que son fieles exponentes de la obra desarrollada por la Revolución en el territorio.

Gibara durante la Tregua Fecunda, la Guerra del 95 y el fin del siglo XIX.


Tan pronto como se acallaron los disparos de la Guerra Chiquita, toda la zona comprendida entre Gibara y Holguín volvió a sus habituales labores de tiempos de paz. Vegas y sembradíos, que no habían dejado de existir aún en los tiempos difíciles de la Guerra Grande se multiplicaron por toda la región. Los ingenios continuaron sus molidas; aunque el costo cada vez mayor de las necesarias mejoras tecnológicas y el paulatino cambio en la composición de la fuerza de trabajo, que al desaparecer la esclavitud transitando por la institución del patronato, dejó de ser esclava, para convertirse asalariada; determinaron la quiebra de los más pequeños en la década de los ochenta; fenómeno enmarcado en el avance del proceso de centralización de la producción azucarera.

El tabaco sigue siendo el principal producto agrícola de la región; seguido de la caña de azúcar; pero también comenzó a ser importante la producción de plátano fruta con destino al mercado norteamericano y de maíz y de plátano vianda para el mercado de La Habana.

La ganadería inició una recuperación acelerada con la introducción por el puerto de Gibara de miles de cabezas de ganado procedentes de Puerto Rico.

En esta etapa se hacían cada vez más necesarios los buenos caminos en la jurisdicción para transportar los productos locales con destino al puerto y para llevar a la ciudad de Holguín y otras poblaciones las mercancías que entraban por los muelles de Gibara; por eso holguineros y gibareños aunaron esfuerzos para construir conjuntamente una vía férrea que comunicara a ambas poblaciones y que permitiera de una forma rápida, eficaz y segura el transporte de pasajeros y mercancías y diera salida a la vasta producción agrícola que llegó a lograrse en los campos de la jurisdicción: el ferrocarril de Gibara y Holguín, inaugurado el 4 de abril de 1893.

Durante esta etapa la población del distrito gibareño siguió creciendo notablemente, hasta llegar a una media de 81 habitantes por kilómetro cuadrado, la más alta de la región oriental, incluida el distrito de Santiago de Cuba.

En el aspecto político, durante la Tregua Fecunda, merecen ser resaltados la visita de Antonio Maceo a bordo del barco Manuelita, realizada con fines conspirativos y el alzamiento de los hermanos Sartorio en Purnio, los que fueron acompañados por numerosos vecinos de Velasco y otras zonas cercanas.

Iniciada la guerra de 1895, muchos gibareños respondieron al llamado de la patria, demostrado con ello que no era del todo justo el calificativo de España Chiquita que había sido dado a la comarca. Desde Gibara salió durante algún tiempo el papel que se utilizó en la manigua para imprimir el periódico “El Cubano Libre” y los campos de la jurisdicción fueron recorridos nuevamente por connotados jefes mambises como Máximo Gómez, Antonio Maceo y Calixto García, pudiendo destacarse en esta ocasión la toma de caseríos como Yabazón ejecutada por tropas de Antonio Maceo y los incendios de Velasco y Candelaria por las fuerzas de Calixto García , así como la acción de Loma de Hierro, lugar donde tronó por primera vez con éxito el cañón mambí en esta contienda.

El 25 de julio de 1898 se produjo la entrada triunfal de los mambises en la villa de Gibara, y durante los días 16, 17 y 18 de agosto, en los alrededores de Auras, se desarrollaron los últimos combates contra el dominio español en Cuba y en América.

Durante la guerra de 1895 se dieron, aunque en menor escala algunas de las circunstancias que habían caracterizado la contienda anterior, al convertirse nuevamente la villa de Gibara en lugar de refugio para los comerciantes españoles de la jurisdicción. Durante la guerra llegó a la villa la electricidad mediante el montaje de una planta que abastecía el poblado. También durante la guerra se establecieron las comunicaciones telefónicas, por lo que pudo contarse Gibara entre las primeras poblaciones de nuestro país que disfrutaron de estos beneficios de la vida moderna.

Al realizarse el censo de 1899 la población urbana de la ciudad de Gibara superaba en varios centenares de habitantes a la ciudad de Holguín.

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Gibara, desarrollo de la población posterior a la creación del primer Ayuntamiento y hasta la Guerra Chiquita


El desarrollo creciente de las actividades marítimo naval fue un factor de extraordinaria importancia en el crecimiento del núcleo urbano de Gibara.

El movimiento comercial del puerto, habilitado en 1822, totalizaba en 1828 la cantidad de 102 071 pesos en mercancías que fueron transportadas en 23 barcos, mientras que treinta años más tarde, o sea, en 1858, los muelles fueron visitados por 74 barcos que movieron 666 040 pesos en mercancías.

Cierto número de comerciantes, sobre todo españoles, construyeron almacenes y sólidas residencias en la población. En 1853 fue inaugurada la Iglesia Parroquial de San Fulgencio, lo que fija, según criterios de algunos entendidos, un hito en los estilos arquitectónicos predominantes en Gibara hasta ese momento.

En 1862 Gibara era una población cosmopolita, habitada por gran número de canarios, de españoles, por otros europeos y por personas procedentes de distintos países de América y tierras de África. Su partido pedáneo era el más rico y próspero de la jurisdicción holguinera y la importancia del puerto iba en ascenso, simultáneamente con la riqueza agrícola de las tierras cercanas. El censo de ese año refleja la existencia de 1754 habitantes. Desde 1856 Gibara había absorbido al antiguo partido pedáneo de Auras.
Para esta fecha se habían establecido en el hinterland (alrededores del puerto) más de media docena de ingenios de azúcar que molían utilizando máquina de vapor y que contaban con dotaciones de esclavos relativamente numerosas para el lugar y la época.


El 28 de julio de 1868 Manuel Sartorio, capitán de Partido certificaba que:

“La población de Gibara tiene 17 calles, 9 de norte a sur y 8 de este a oeste, 2 escuelas costeadas por el municipio, iglesia parroquial y un cuartel con local para dos compañías de infantería. Su puerto está habilitado a la travesía, mantiene Colecturía marítima con sus empleados correspondientes, un capitán de puerto y ayudante de matrícula; una administración de correos, una escritura de número y otra de hipotecas. Se calcula como término medio y aproximado que entran en su puerto anualmente 129 buques de alto porte y 165 de cabotaje, sin contar los vapores que en sus viajes a La Habana y de regreso hacen escala en Gibara.”

Este informe se incluyó en el “Expediente Instruido por varios vecinos de Gibara, jurisdicción de Holguín solicitando que se le conceda a su población el título de Villa y la creación de un Ayuntamiento”. En el referido Expediente se expresa además que la población de Gibara:


“(...) consta de 370 casas, en su mayor parte de tejas, madera y mampostería, y con setenta y cinco aljibes o cisternas que venden diez y siete mil pipas de agua que abastecen al vecindario, con una iglesia y un cuartel del mismo material que fueron costeadas por los vecinos, como así mismo un cementerio, un reloj público; un casino denominado Príncipe Alfonso, (…) y su alumbrado público….”

Iniciada la guerra de 1868 muchos elementos afines a España de la vasta región holguinera se mudaron para Gibara buscando el amparo del sistema defensivo creado por los españoles en esta población, que fue protegida por una muralla y un rosario de fortines. El 1 de enero de 1870, en plena contienda fue inaugurado el servicio de telegrafía eléctrica, uniendo la villa con Holguín y otras poblaciones del país. El número de habitantes y la riqueza arquitectónica de Gibara crecieron notablemente durante la guerra, logrando en esta etapa la secesión de Holguín con la creación de un Ayuntamiento propio.

El crecimiento del núcleo urbano gibareño y sus alrededores inmediatos (Cupeycillos, Los Hoyos, Los Altos y Las Aguadas) fue tan notable, que al realizarse el censo de 1877 ya alcanzaban la cifra de 7599 habitantes, triplicando con creces la población que existía a inicios de la guerra.

Los comerciantes establecidos en La Villa vieron prosperar sus negocios a pesar de la contienda. Barcos de diversas banderas arribaron al puerto para traer víveres, tejidos, muebles, mármoles, cristalería, herramientas y otras mercancías; desde España y de Gran Bretaña, desde Francia, Holanda, Dinamarca, o los Estados Unidos y en contrapartida por el puerto gibareño salían hacia estos u otros destinos, cargamentos de tabaco, azúcar mascabado, aguardientes, cera de abejas y maderas preciosas, pues las acciones bélicas, aunque entorpecieron la producción en el partido de Gibara, no llegaron a impedirlas totalmente.

Los barcos traían también su carga de soldados, y navieros y comerciantes hacían su negocio con la guerra.

Si bien la villa de Gibara fue un baluarte inexpugnable del poderío hispano durante esta contienda, no ocurrió lo mismo con los campos cercanos, que fueron escenarios de múltiples acciones bélicas en las que participaron entre otros, Julio Grave de Peralta, Calixto García, Antonio Maceo, Vicente García. Las tomas de Auras y de Candelaria, de Uñas y Velasco y la Batalla de Yabazón, fueron hechos heroicos desarrollados en tierras gibareñas durante la Guerra Grande y a pesar de la fuerte influencia hispana, muchos pobladores del terruño dieron su aporte a la causa de la libertad; actitud que repitieron durante la Guerra Chiquita que tuvo incidencia en la zona con las acciones de La Naza y Candelaria Moro entre otras.

Gibara, el primer Ayuntamiento



El 16 de enero de 1823, convocada la Junta Parroquial en Gibara, fue electo el primer Ayuntamiento de la población, al amparo de la constitución de 1812, puesta nuevamente en vigor en España. Fue electo como alcalde Don Juan Zaldivar; se eligieron además los regidores correspondientes y el Síndico Procurador. Francisco de Zayas y Armijo, proclamó el nuevo Ayuntamiento, cuyos integrantes prestaron el juramento de rigor y entraron de inmediato en funciones.

Batería Fernando VII: Esta fue la primera construcción en lo que sería posteriormente el pueblo de Gibara, a cuyo alrededor nació.

Este primer Ayuntamiento se preocupó entre otras cosas por la creación de una escuela de primeras letras y por solicitar terrenos aptos para el cultivo con el fin de atraer nuevos vecinos que se dedicaran a la agricultura en los mismos e incrementar así la población del lugar. Poco después de la creación de este ayuntamiento y a solicitud del mismo, fue suprimida la capitanía de Partido de Auras y su territorio anexado a Gibara.

En diciembre de 1823 se efectuaron las elecciones previstas para la renovación de cargos en el Ayuntamiento; pero los electos para la nueva etapa (año 1824) no entraron en funciones, porque el mismo día de su elección se hicieron públicas en La Habana las noticias de la caída del gobierno liberal en España y la abolición de la constitución hasta ese momento vigente. Como medida inmediata el gobierno español determinó que todas las cosas administrativas volviesen al estado en que se encontraban en marzo de 1820, con lo que quedó suprimido el primer Ayuntamiento gibareño y restablecido el partido pedáneo de Auras, aunque Gibara conservó su independencia con respecto a este; y su jurisdicción fue ampliada al incluírsele el cuartón de Arroyo Blanco.

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4 de julio de 2010

Gibara, génesis del pueblo


Luego de las visitas de Cristóbal Colón, Cuba permaneció aparentemente olvidada durante varios años, hasta que Diego Velásquez se interesó por ésta y organizó la expedición de conquista.

Las tierras gibareñas, habitadas por una población aborigen relativamente numerosa, fueron casi totalmente despobladas en los inicios de la conquista, aunque esto no significó que perdidos en la noche de los tiempos dejaran de producirse en ellas contactos de relativa duración entre aborígenes e hispanos. Evidencias arqueológicas demostrativas de esos contactos y de la transculturación inherente a los mismos han sido halladas en distintos residuarios existentes en el territorio municipal.


Iniciada la dominación española, la bahía de Gibara y sus alrededores quedaron bajo al jurisdicción de la villa de Bayamo. El lento repoblamiento de la gigantesca jurisdicción bayamesa comenzó de sur a norte, en un proceso que duró varios siglos. Los primeros que habitaron este lugar que con el tiempo sería el pueblo de Gibara fueron, claro, vecinos de la Villa de Bayamo.

En 1752 se crea la jurisdicción de Holguín secesionando de Bayamo un gigantesco territorio que incluía toda la comarca gibareña.

La bahía y el río Cacoyuguín fueron utilizados desde épocas tempranas para el comercio, primero de contrabando, luego con autorizaciones ocasionales, pero siempre bajo la amenaza de corsarios y piratas. Por cierto, estos feroces lobos de mar fueron heroicamente rechazados en dos oportunidades (1739 y 1745), cuando intentaron saquear la hacienda de Auras, génesis de la jurisdicción gibareña.

Desde el lejano 1783 el cabildo holguinero luchó por la construcción de una fortificación junto a la bahía de Gibara para proteger a las embarcaciones que arribaran a la misma. Pero sin conseguirlo todavía, en 1804, con el objetivo fundamental de organizar la defensa de las costas contra las incursiones de aventureros del mar, se crearon capitanías pedáneas en la vasta jurisdicción holguinera, quedando el territorio de Gibara comprendido dentro de la capitanía de Auras.

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