Síntesis de la entrevista: César Hidalgo Torres
cesar@radioangulo.icrt.cu
A decir del ensayista y profesor de literatura del Instituto Superior de Arte en esta ciudad, Eugenio Marrón, Kenia Leyva es una de las voces más prometedoras de la lírica cubana más joven; “promesa que ya es, por su tesón y oficio”.
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Kenia Leyva Hidalgo (Holguín, 1974). Poeta y narradora. Obtuvo el Premio de Poesía Adelaida del Mármol 2002, y el Alcorta 2003 en Pinar del Río. Ha publicado Disertación de Cleopatra mientras amanece sobre Roma (Ediciones Papiro, 2000), La limpia sangre del cordero (Ediciones Holguín, 2003) y Yo no podría jurar (Editorial Cauce, 2004). Premio Venga la esperanza 2004. Y Días prohibidos, Premio de la Ciudad de Holguín en 2006. Egresada del quinto Taller de Técnicas Narrativas Onelio Jorge Cardoso. Textos suyos aparecen en diversas antologías nacionales y extranjeras. Con este libro obtuvo el Premio de la Ciudad en Poesía en el 2006. Es miembro de la AHS.
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Amén a las muchas lecturas que le supongo, y que debían haberla hecho universal, Kenia Leyva es una mujer tan localmente criolla como lo fue mi abuela y como todas las vecinas rurales de esta tierra. Tímida, creo, debajo de esa naturalidad en que se esconde. Huye de los nombramientos y cargos como de las brujas viejas de su niñez y hace visitas a la redacción de esta emisora, donde tiene amigos crueles, como mismo al colegio, adonde no se quiere y se quiere ir.
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Muchacho que amé apenas unas horas,
no puedo retener tu salto de bestia adolescente,
tu caricia recién inaugurada por los vientos del verano.
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Eugenio Marrón: ¿Qué representa para ti el ejercicio de la poesía?
Kenia Leyva Hidalgo: Ante todo una necesidad expresiva, un encuentro con la realidad, con lo que se piensa, con lo que se ve, con lo que se sufre y también con lo que se admira.
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Hombres han dejado sobre mi vientre sus mentiras,
cicatrices de miedo,
en él también han muerto ángeles,
madrugadas de media lumbre y vino
de extraños sabores.
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E.M: Formas parte de una generación en la lírica cubana, de modo especial estás en el corazón de la creación literaria en Holguín (Kenia Leyva trabaja en la Editorial Holguín). ¿Qué significa para ti estar en el medio de una familia poética como la de esta ciudad?
K.L.H: Holguín desde siempre ha sido uno de los salones principales de la lírica en nuestro país, y estar en el centro, como es la Editorial y el Centro de Promoción de la Literatura, es fructificante; cada día es de un aprendizaje, lento pero constructivo. Representa crear las bases , solidificar un conocimiento, acercarse a la verdad, no solo de la literatura, sino también del hecho creativo y del arte en general.
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Un hombre de mar vistió mi cuerpo
de anochecida isla,
diminuta isla de presagios.
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E.M: La promotora literaria Pedro Ortiz, y en ella Ediciones Holguín, una de las Casas Editoriales que mayor prestigio alcanza en la labor del libro cubano. Allí te desempeñas como Editora. ¿La experiencia de la Edición que significa para una poetisa?.
K.L.H: En primer lugar, aprendizaje. En segundo lugar, estar cerca de lo que se ama, tocar cada día la palabra, palpar el verso, ese reino propio, indivisible que es la creación. Este hecho de la Edición se funda con el hecho creativo ya teniendo conciencia de lo que es crear.
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Muchacho, apenas te amé unas horas
y entendí que no puedo retenerte.
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E.M: ¿Qué nombres de la poesía constituyen para ti un aprendizaje, cuáles voces han conformado la voz poética de Kenia Leyva?
K.L.H: Son muchas, pero empezaré por lo mío, por los cubanos: Eliseo Diego, Emilio Ballagas, en este año de su centenario, uno de los grandes poeta del siglo XX cubano. José Lezama Lima con toda su hermeticidad pero también con la belleza del lenguaje, Alejo Carpentier, no se puede olvidar ese grande de las letras, no solo cubanas sino hispanoamericanas, Dulce María Loynaz, Virgilio Piñera, y acercándonos más me gusta mucho y ha estado cerca de mi y siempre tengo y releo los libros de la generación del 27 española.
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Nunca podrías con esta soledad que me acompaña como un ángel,
con esta manía de volver a ser diminuta isla.
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E.M: Del libro que mereciera el Premio de la Ciudad de Holguín, 2006, Días prohibidos, uno de los textos que mejor representa la voz poética de Kenia Leyva es sin dudas “Fotografía 1990”, allí el calado generacional, la mirada de interioridad humana, la voz profunda de la poesía habla a través de esta autora que ya, desde Holguín, sitúa su nombre en lo más alto de la poesía joven cubana.
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Días prohibidos exhibe un discurso poético sostenido con aliento y esmero en cada uno de sus textos. Un hilo conductor unitario enlaza estos poemas que tienen su énfasis en el trazado de un mapa afectivo de peculiar expresividad, de singular encanto, con parcelas de fecundo linaje poético como la familia y el recuerdo, el gozo y la añoranza, la vida y la muerte, la Isla y el tiempo.
De la contratapa del libro Días prohibidos
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Nota: Los fragmentos citados en este trabajo pertenecen al poema de Kenia Leyva Hidalgo titulado: Elegía.
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Muchacho que amé apenas unas horas,
no puedo retener tu salto de bestia adolescente,
tu caricia recién inaugurada por los vientos del verano.
Nada puede mi cansancio contra la ternura
que como un árbol
busca luz en la equívoca paz de mis ojos.
Hombres han dejado sobre mi vientre sus mentiras,
cicatrices de miedo,
en él también han muerto ángeles,
madrugadas de media lumbre y vino
de extraños sabores.
Un hombre de mar vistió mi cuerpo
de anochecida isla,
diminuta isla de presagios.
Encendidas las naves
caí rendida en aquel abismo que eran sus manos
dormidas sobre mi espalda.
Créeme:
No tuve un golpe de marea para arrasar barcos,
puentes, murallas,
todo lo destruido por su delirio
y virgen de naufragios me descubriera la mañana.
Cuando tu joven cuerpo desata
los tiernos corceles del placer
dejo que mansos corran
que beban tranquilos de mis aguas
no quiero ahuyentarlos con el ruido
de otros corceles escondidos aún por los rincones de la carne.
Muchacho, apenas te amé unas horas
y entendí que no puedo retenerte.
Nunca podrías con esta soledad que me acompaña como un ángel,
con esta manía de volver a ser diminuta isla,
soñar que sus manos regresen a encender nuevamente mis naves
y caer rendida sobre esos corceles
que temo despertar cuando te amo.
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