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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

25 de junio de 2009

"La piel en la Memoria" Parte VI


Por: René Dayre Abella

CUANDO LIBERTAD LAMARQUE VISITO BANES

A comienzos del año 1956, justo en febrero de aquel año se terminó de rodar en México la película “Historia de un Amor” dirigida por Miguel Gavaldón y que llevaba como estrella protagonista a la famosísima Doña Libertad Lamarque, una figura muy admirada y aplaudida por generaciones en Cuba y en toda Hispanoamérica.


En ese mismo año y como parte de una gira de promoción de aquel film Doña Libertad visitó nuestro país y no olvidó a Banes, nuestro minúsculo terruño. De esa manera los banenses que admirábamos el talento desbordado y la personalidad tan exquisita de aquella legendaria figura del cine y de la canción tuvimos el privilegio de escucharla cantar para nosotros un maravilloso repertorio de canciones favoritas y por supuesto oírle interpretar en vivo aquel precioso tema “Historia de un Amor” que ya se ha convertido en un tema casi obligado en el repertorio de la cancionística popular de todo bolerista.

Libertad se presentó en la sala del cinematógrafo Hernández. Banes no tenía salas de teatro u otros lugares idóneos para la realización de espectáculos como los que proliferan en las grandes ciudades. En la gira la acompañaba su marido Alfredo Malerba quien además de manejarle la carrera era su pianista acompañante. Hay que hacer notar que en aquellos lejanos días los artistas no contaban con el recurso de las pistas grabadas con el acompañamiento musical como hoy día y cuando no se hacían acompañar por una orquesta tenían que echar mano de un pianista. Ese era el caso de Libertad Lamarque cuando se presentó en Banes.
Recuerdo que mi mamá le pidió a Ricardito Serrano un buen amigo de la familia que me llevase al cine y le dio dos pesos para que pagara mi entrada al espectáculo y la de él como una cortesía. Yo sólo tenía once años y recuerdo ahora con toda claridad que Libertad se presentó con un precioso vestido de color azul turquesa y se dirigió al público comentando que era la misma prenda de vestir que usó en la película. Interpretó varias de sus canciones ya conocidas y aplaudidas por aquel público y luego se dispuso a deleitar al auditorio con el hit del momento: “Historia de un Amor”.


Al terminar el espectáculo Ricardito me llevó de prisa hasta la calle y esperamos que Abel Hernández, el hijo de Santiaguito Hernández propietario del cine y empresario artístico, condujese en su auto a los esposos artistas al Hotel Baní donde se habían hospedado. Evitando a la multitud que se había formado frente al viejo cine para despedirse de la estrella Ricardito logró llegar hasta la ventanilla de aquel auto y le dijo: “Libertad, el niño la admira y la quiere saludar” y me acercó lo suficiente como para que Doña Libertad me besara la mejilla y entonces me sentí como extasiado. No podía creer que aquella mujer tan admirada por mí en los viejos films que veía junto a mi tía Queta , donde interpretaba los papeles de una mujer que siempre sufría y me arrancaba lágrimas furtivas besaba tiernamente mi mejilla. ¡Era la gloria!.

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"La piel en la Memoria" Parte V

Por: René Dayre Abella
JUGANDO A LA RADIO
De pequeño me atraían con fascinación los dramas que escuchaba en la radio nacional. Ya me he referido a este fenómeno anteriormente cuando relataba mi afición a un programa de aventuras infantiles que transmitía la vieja CMQ con el título “Las Aventuras de Jackie el Pecoso”. No teníamos radio en la casa. Éramos pobres y en aquellos días la radio era un pequeño lujo y ni hablar de la televisión que era sólo accesible a las clases pudientes.
Cuando me fui a vivir a la casa de mis tías me aficioné a escuchar por primera vez una radionovela de la cual mi tía Queta no se perdía ni un solo capítulo: “Estrellita”. No recuerdo con exactitud quienes la protagonizaban. Quizá el actor principal pudo ser Alberto González Rubio y la actriz estelar probablemente Minín Bujones, pero no estoy seguro. De lo que estoy plenamente seguro es que César Leante escribía los guiones.
Estrellita era un personaje que se me antojaba un poco bobalicona. Demasiado ingenua y noble. Era una versión actualizada de la típica Cenicienta. Leante la hacía sufrir mucho en cada capítulo provocando un derrame catársico de lágrimas en los radio oyentes, particularmente en las mujeres como mi tía.
Con los oídos de la memoria escucho aún llorar a la pobre muchacha y hasta escucho los jingles de los productos patrocinadores: los jabones y la brillantina Hiel de Vaca de Crusellas. En una ocasión se me ocurrió reescribir aquellos capítulos que escuchaba y cambiar drásticamente las situaciones dramáticas acentuando un brusco cambio en la actuación de Estrellita que iba a reaccionar violentamente cada vez que era humillada por la villana de la serie para luego escenificarlos junto a mis amigos los Fernández Diez, que vivían justo al cruzar la calle. Osvaldito y Aroldo eran los hijos de Osvaldo Fernández, a quien todos llamábamos cariñosamente Valito, y de Enedina Diez, nuestra querida Nina. Sus primas, Nibya y Edmé eran las hijas de Fernando y de Emelina.
A Osvaldito se le ocurrió improvisar una radioemisora en el patio de la casa de mis tías. Levantamos una primitiva tarima y confeccionamos un “micrófono” con un palo de escoba al cual agregamos una lata vacía de puré de tomate completamente agujereada por una de sus caras. Ya teníamos el “equipo” faltaban las voces de los actores. Osvaldito sería el presentador y a la vez cambiando ligeramente la voz para hacerla más engolada narraría cada capítulo. Nibya y yo seríamos los únicos actores, pues Aroldo y Edmé eran muy pequeños. Nibya cambiaría la voz de acuerdo con el personaje. A ratos era Estrellita y también la villana de la novela. Yo haría el personaje que encarnaba Alberto González Rubio y a veces adelgazaba la voz y me convertía mágicamente en una Estrellita que nada tenía que ver con la original concebida por la brillante pluma de César Leante. También narraba cuando Osvaldito se enojaba y dejaba el juego y hacía los jingles imitando una voz femenina, pues a Nibya le daba mucha pena cantar. Todavía recuerdo las líneas o versos de aquellos jingles comerciales: Yo soy blanca y rubia /lindo mi pelo brilla/ porque uso la brillantina/ Hiel de Vaca con manzanilla. Y a continuación yo mismo cambiando la voz anunciaba el producto para continuar con otro jingle: Yo como soy morena/ tengo más negro el pelo/ porque uso la brillantina/Hiel de Vaca con romero.
Creo que así nació mi vocación por la narrativa y también por la actuación dramática. Nuestros juegos terminaron un día del año 1958 cuando cambiando la tónica de la “programación radiofónica” a Osvaldo le dio por imitar al locutor de un programa que transmitía Radio Moscú y que escuchaba en una vieja radio de onda corta junto a su padre, viejo militante del Partido Socialista Popular.
Al fondo de nuestro patío vivían nuestros vecinos los Hernández Santiago y Rafael Hernández quien era el secretario en la clandestinidad del Partido Socialista Popular en Banes se encontraba clavando en una bigornia unos zapatos, pues se dedicaba a remendar calzado y alcanzó escuchar a Osvaldito cuando imitando al locutor moscovita gritaba: “Aquí Radio Moscú transmitiendo desde la Cuna del Socialismo”. Don Rafael nos interpeló muy preocupado: “Eh, muchachos, no sigan jugando a la radio y no vuelvan a mencionar eso. Recuerden que Radió Moscú está callada. ¡Callada!”.
Nota: En las fotos: Mimín Bujones y Alberto González Rubio, dos de los actores más famosos de las radionovelas cubanas.

23 de junio de 2009

"La piel en la Memoria" Parte IV

Por Rene Dayre Abella

BANES Y SUS PERSONAJES PINTORESCOS

Toda ciudad, grande o pequeña, ha tenido siempre sus personajes entrañables. La Habana, por ejemplo, tuvo al Caballero de Paris y quizá un sinnúmero de personajes más que se perdieron en el anonimato dada la vastedad del paisaje citadino. A diferencia de la gran urbe, las ciudades del interior del país, sobre todo los pueblos pequeños, estos personajes quedaron para siempre en la memoria colectiva, gracias a su presencia casi obligada en el vivir cotidiano, convirtiéndolos así en legendarios.
Banes fue pródigo en esos seres casi mágicos. Desde pequeños los banenses los vimos deambular por las estrechas callejuelas del pueblito. A veces compartían nuestros juegos y disfrutábamos de sus ocurrencias y travesuras.

Con los ojos de la memoria evoco uno de aquellos días de mi niñez. Desde lejos se divisaba un cíngulo de cerros y lomeríos que parecía apretar al pequeño pueblo. Eran las lomas de El Retrete a poca distancia de Veguitas donde vivíamos. La carretera se extendía serpenteando el paisaje y a lo lejos se veía la figura de una mujer menuda con un retazo de tela blanca que le cubría la cabeza a modo de rebozo, protegiéndose así del sol inclemente. Era Mercedes. Mercedes, así, a secas. La mayoría ignoraba sus apellidos. Solo sabíamos que vivía en las ruinas del Hogar Infantil en la barriada de El Negro y que había enloquecido luego de ser ultrajada por un tal Félix Almira. Un hombre adinerado.

Todavía no alcanzaba nuestra modesta vivienda y ya se oían sus voces: “pico, repico, tantos picos y yo sin un pico ¡Felialmira desgraciao!” Cada tarde repetía la misma rutina. Se comentaba que la pobre mujer se dirigía hasta la casa de ese mal hombre a gritarle toda clase de insultos y por supuesto este negaba siempre el aborrecible hecho aduciendo que era producto de su mente delirante. Cuando nos mudamos a la ciudad de Guantánamo dejé de ver a Mercedes. Nunca más supe de ella. Seguramente pereció en la misma miseria en que había mal vivido sin recibir nunca cuidado psiquiátrico, ni otro tipo de atenciones. La miseria y el abandono eran endémicos en la Cuba de aquellos días.

Curva de Veguitas, Banes

LUIS BOBERA Y OTROS PERSONAJES

Todavía recuerdo a Luis Bobera. Era un personaje muy simpático. Recorría el pueblo paseando a su novia en una carretilla y solicitando algunas monedas para sobrevivir. Se cuenta que un día se propuso llevarse a su novia “La Morocha” a La Habana en su inseparable carretilla y lo logró. Lo único cierto es que nunca más se les volvió a ver transitando las empedradas callejuelas del pequeño pueblo.

CORONEL

¿Qué banense no recuerda a Coronel? Este personaje era un hombre robusto, de color, muy parco al hablar. Sólo se le soltaba la lengua cuando se encontraba ebrio, lo que sucedía con gran frecuencia. Aun así no revelaba nunca detalles de su vida privada, por lo que nunca supimos cuándo y cómo llegó a Banes, aparentemente desde La Habana, esto último a juzgar por una tonadilla que siempre tarareaba rechinando los dientes: “La Habana, La Habana el que no la ve no la goza”. Una noche se acostó con la Muerte y jamás despertó.

TIO MONGO

Tío Mongo recorría las calles seguido por una cohorte de muchachos a quienes les divertía hacerle perder los estribos. El ”juego” consistía en pedirle la bendición. A la primera vez él respondía muy cortésmente: “Dios te bendiga” A la segunda vez se ponía un poco molesto. ¡La bendición, Tío Mongo! ¡Dios te bendiga!. A la tercera vez replicaba: ¡ Dios te bendiga, cacho e’ cabrón!

CORONILLA

Coronilla era el mote que la gente le había endilgado a Alberto Pérez. Se ganaba el sustento soldando palanganas y orinales. Era hojalatero y vendía unos jarritos que hacía con las latas de leche condensada. Cuando los niños – que siempre son muy crueles – le gritaban: ¡Coronilla!, Alberto reponía afablemente: Yo me llamo Alberto Pérez. Nunca se enojaba. Otra de sus simpáticas anécdotas era aquella que contaba que además de anunciarse como soldador y hojalatero acostumbraba a vocear: “se alquila a mi mamá y a mi hermana pa’trabajar”.

 
LULU

A Lulú la conocían todos los niños del pueblo. Intervenía en nuestros juegos infantiles poniéndoles siempre un toque mágico, pues, para nosotros, era una suerte de performer. Por unas monedas o a veces a cambio de una naranja no solamente cantaba, sino que bailaba charlestón. Para nosotros aquel baile era una novedad, pues estábamos en plena década de los cincuenta y ese baile era la última moda en los años veinte y los treinta del siglo pasado. Hay que ver los viejos filmes hollywoodenses de esa época para tener una idea de la fiebre que provocaba en los entonces jóvenes.

EUSEBIO

Eusebio era una pobre víctima de la polio. De extracción campesina muy humilde. Su discapacidad no le permitía trabajar y lo condenaba a la indigencia y la humillante mendicidad para sobrevivir. Siempre fue víctima de la maledicencia de los adultos indolentes y de la crueldad típica de los niños. El escarnio y las burlas de las que era objeto siempre le habían endurecido y alimentaban en su ser toda clase de resentimiento respondiendo a cada insulto con blasfemias y una lluvia de pedradas.
No olvido nunca un incidente muy lamentable que tuve la desafortunada ocasión de presenciar. Ocurrió una mañana luminosa de verano en el viejo Reparto Cárdenas. A sólo unas puertas de mi casa se encontraba ubicada la panadería La Humilde. Esa mañana nos encontrábamos casi frente a sus puertas un pequeño grupo de amigos y compañeros Boy Scouts intercambiándonos “muñequitos ” y un panadero salió y le gritó “ pata e’ muelle” a Eusebio que atravesaba justo la calle. El panadero era un hombre de raza negra. Eusebio estaba ciego de furia y agarró una piedra y la lanzó con tal mala puntería que hizo blanco en la frente de Pepito Coronel, uno de mis amigos. Afortunadamente no le causó daños graves. Nunca vi a Eusebio tan encolerizado como aquella mañana. Se hincó en media calle y le gritó a aquel inconsciente: “¡Providencia, qué negrura!”. Por supuesto que fue un arranque de explícito racismo injustificable. A la distancia de los años analizo aquella actitud de Eusebio y comprendo cómo fuimos condicionados por el prejuicio racial desde pequeños como parte del comportamiento que heredamos de nuestros abuelos españoles. La actitud de Eusebio se resume así: sí, yo soy una víctima de la polio y deambulo, pero tú eres un negro. En la pobrísima escala de valores de Eusebio ser negro era la peor calamidad.

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"La piel en la Memoria" Parte III


Por Rene Dayre Abella

Banes siempre fue pródigo en personalidades brillantes. En todos los ámbitos culturales y artísticos Banes destacó siempre por estar representado por celebridades. Tal es el caso, por ejemplo, del Poeta con mayúscula Gastón Baquero, máxima figura de las letras hispanas. Además de Gastón Baquero, fueron también banenses Otto F. Maletá, Mario Peña Sánchez, quien además de poeta, destacó en la dramaturgia, así como en la actuación y la dirección escénicas. Rolando Gómez de Cárdenas, periodista e historiador local, quien fundara, además la Revista Literaria “Portada”, Don Fernando Rodríguez, periodista fundador del decano de la prensa local “El Pueblo”. Además de estos mencionados medios de prensa hay que agregar “El Demócrata” y en la vecina Antilla el periódico “El Sol”, fundado y dirigido por Enrique Causarás Abella, un sobrino de mi padre.
En los espectáculos se distinguieron figuras como los hermanos Rigual, quienes triunfaron en México desde los años cincuenta del siglo pasado, de ellos es la autoría de la canción “Cuando Calienta el Sol”, popularizada más recientemente por el cantante mexicano Luis Miguel. Rosa Carmina, Doris de Goya, Angelita Castani, Náyade Proenza, soprano quien enseña en México, el dúo Sindo y María Elena y más cercano en nuestros tiempos el trovador Augusto Blanca Gil, uno de los fundadores del Movimiento de la Nueva Trova,
En los años treinta del pasado siglo XX en Banes surgió un pujante movimiento teosófico motivado por la divulgación casi universal de la Teosofía popularizada por Madame Blavatski y expuesta por autores como Annie Besant, quien entonces dirigía la Sociedad Teosófica en Adyar, India, así como Charles Leadbeater, antiguo obispo anglicano.
En Banes el terreno ya estaba abonado por la labor ejercida por dos figuras que destacaron como médiums auténticas, quienes efectuaban fenómenos de efectos físicos como ectoplamía y demás. Estas médiums fueron Isolina Feria Ricardo y Esglórida Díaz, más conocida como ”Lalín”.


Debido a la espectacularidad de estos fenómenos, que hoy día llamaríamos paranormales y a la seriedad de las investigaciones, así como a la ausencia de interés económico o de protagonismo, tan caro a algunos pretendidos “médiums”, las personalidades más destacadas de la localidad. Periodistas, jueces y hasta el jefe de la policía de la ciudad, se reunieron en torno a estas figuras y de ese primitivo grupo de investigadores psíquicos surgió el Movimiento Teosófico en Banes y la Logia ”Unidad”.


Una de las primeras figuras interesadas en divulgar estos fenómenos fue el fotógrafo Amado Proenza, quien fue además el primer Secretario de la mencionada logia y a iniciativa de él nació un proyecto muy hermoso, que meció la cuna de la civilización en la comunidad: “El Pequeño Ciudadano”. Esta organización fundada por teósofos agrupó a jóvenes y adolescentes para educarlos en los valores cívicos y altruistas. Más tarde sirvió como edificio social para albergar a los Boy Scouts.


Como pueden ver Banes nunca estuvo ajeno a la cultura, ni al elemento civilizador. Tampoco esta cultura era un privilegio para las clases ricas de la sociedad, tanto El Pequeño Ciudadano como la Academia Minerva, otra iniciativa de la Logia Teosófica Unidad extendían la educación a los niños de la clase más humilde de modo gratuito.

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"La piel en la Memoria" Parte II

Por Rene Dayre Abella

En esa piel de la memoria Banes está grabado indeleblemente como el mágico Jedefriff maletiano. Es un recóndito espacio donde me interno muy a menudo a reflexionar sobre tantas cosas y son tantos los recuerdos que me asaltan que me obligan a escribir las más deshilvanadas líneas como ejercicio catársico y al final saco fuerzas de mi interior y vuelvo a la realidad un poco más equilibrado. Recorrer las calles del pueblito de la mano de mi padre para visitar a su hermana Ernestina era todo un acontecimiento esperado ansiosamente por mí durante días. Mi tía vivía en el Barrio Americano o La Compañía, como también llamaban los banenses a esos predios.

Después de visitar a tía Ernestina papá me llevaba a los almacenes de La United Fruit Sugar Company (LaCompañía) a comprar fruta enlatada y otros artículos. No olvido los melocotones californianos en almíbar EL MONTE que todavía disfruto y unas galletitas María de marca SIRE, de las cuales nunca he vuelto a saber nada. Había un detalle muy curioso en nuestro paseo que no quiero omitir porque tal vez algún banense que me lea lo recuerde. A unos pasos del viejo almacén se encontraba la estación ferroviaria de los Dumois. Hasta allí no llegaban los trenes porque pienso que las vías no soportaban mucho peso u otro detalle técnico que ignoro y sólo circulaban los gas-cars o gascares como les llamábamos usualmente. Bueno, justo en la estación ferroviaria se ponía un hombre cada tarde a vender naranjas. Usaba un ingenioso artilugio que nunca volví ver en toda mi vida. Era una especie de maquinita de hierro con dos pinchos para sostener o agarrar la naranja y luego le daba vueltas a una manigueta e iba pelando la naranja en espiral. Al final cuando te entregaba la naranja esta tenía la forma, más o menos, de un trompo. El señor cobraba un medio (cinco centavos) por un par de naranjas. Creo que no he vuelto a disfrutar unas naranjas tan dulces y tan perfectamente peladas como las que vendía aquel señor. De regreso a casa era una parada obligada llegarnos al Café de Los Chinos a merendar. Aunque yo más bien prefería La Gibareña de Pepito Aguilera. Allí se me iban los ojos contemplando las exquisiteces que mostraba Pepito en sus vidrieras refrigeradas. Uno de mis dulces favoritos – en México decimos pan dulce- era el Brazo Gitano o el Cake de Frutas, acompañándolos de un refresco Orange Crush, que ya ni se ven. A pesar de estar envuelto Banes en una atmósfera típicamente bucólica. No hay que olvidar que en un tiempo le llamaron Villa de Los Pinos. Al recorrer sus calles, estrechas pero muy limpias, casi siempre se escuchaba la algarabía de los muchachos que entraban o salían de las escuelas, tornándose así en pequeño pueblo un poco bullicioso. Además los claxon o fotutos de los primitivos autos que transitaban aquellas calles contribuían también a ese ambiente bullicioso del cual hablo. La gente era amable y hospitalaria. Como pueblo pequeño todo el mundo se conocía. Cuando sucedía una desgracia todo el mundo se volvía solidario. A cada funeral que se celebrase, ya sea en la funeraria del señor Blasco a quien no sé por qué razón le llamaban La Chorra o en la privacidad de una casa mortuoria no había un solo banense que no acudiese a mostrar sus respetos a los deudos de la persona fallecida. Hoy esa costumbre ha desaparecido y en cuanto a la hospitalidad y la amabilidad que caracterizaban a los banenses, lamentablemente, también va desapareciendo.

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"La piel en la Memoria". Parte I


Por Rene Dayre Abella

A quienes tengan la paciencia de leerme, les pido, por favor, no esperen encontrar en esta breve y apretada descripción de ese pueblito perdido entre lomas y serranías, al cual sus primeros pobladores llamaron La Ensenada y que luego cambiaron a Banes -supongo que en honor al cacique taíno Baní-, un riguroso estudio de la génesis del lugar, su historia o más bien su lugar dentro de la Historia y demás pormenores. Dejo esa tarea en mano de verdaderos eruditos. En este caso en mano de historiadores. No puedo dejar de recomendar al magnífico estudio que hiciera el señor Alfredo Dumois. Estoy convencido que nadie mejor que él puede dar una descripción histórica con tanto rigor, ya que el mismo Sr. Dumois es un miembro de esa familia fundacional del pueblo que trajo tanta prosperidad a la región. Al final del capítulo doy todos los datos para su acceso.

Mi percepción de Banes es totalmente subjetiva y en el presente relato me propongo, tal vez sin lograrlo plenamente, una descripción del entorno físico y emocional que me vio crecer “entre patos y gallinas”.
Mis primeros recuerdos de ese paradisíaco y mágico lugar es que siempre llovía. Sobre todo en las tardes o a las primeras horas de la noche. Al levantarme en la mañana era verdaderamente delicioso para mis sentidos percibir ese olor a tierra mojada que describo en uno de mis poemas.

Lo paradójico era que aunque lloviese en las tardecitas o a las primeras horas de la noche, los medio días eran brillantemente soleados. Apenas contaba con unos cinco o seis años y me gustaba deambular entre mayales y cardones recorriendo el pequeño espacio de la finquita que papá le rentaba a los Silva y que a mi corta edad se me hacía enorme.
En las mañanitas se respiraba siempre un fuerte olor a azucenas y a nardos. Eran las floristas que recorrían la Carretera de Veguitas con unas enormes canastas sobre la cabeza y obligadamente llegaban hasta casa, pues mi madre siempre les compraba gladiolos y azucenas.
Luego llegaban los carboneros y los plataneros a vender su carga y a desayunar, pues como he relatado en otra parte de mi libro, mi papá había instalado un puestecito de desayunos enfrente de la modesta vivienda.
Otra de las imágenes que conservo en la memoria y que no me va a arrancar ni siquiera el Alzheimer es la un sujeto a quien cariñosamente le llamábamos Negro Hidalgo y vendía pollos. Como yo siempre fui muy sensible –hipersensible casi – y odiaba la crueldad en el tratamiento que se les da a los animales, recuerdo que Negro Hidalgo traía a los pollos colgando, con la cabeza al suelo y lo peor era que no los alimentaba, ni siquiera les daba a beber agua. Esa imagen me resultaba repugnante y muy temprano comprendí que el mundo no es un lugar amable.

Otro incidente relacionado también con mi repugnancia a la crueldad contra los animales y que arranca de mi primera infancia se trata de cuando sufrí un ataque de sarampión y en mi convalecencia mi madre mató un pollito que yo había cuidado con mucho cariño y lo frió para que lo comiera. Una vez que supe la verdad me negué a comer y estuve llorando días. La mayoría de los chicos de mi edad esperaban con ansias la Navidad, sobre todo para recibir regalos. No niego que a mí también me agradaba esa tan esperada ocasión, pero me ponía triste escuchar los chillidos de los cerdos cuando eran sacrificados. Ingeniosamente me metía los deditos en los oídos y de esta forma trataba de acallar los lastimosos chillidos de muerte. Esa costumbre aún la conservo.

Pasando a temas más agradables diré que pasear por las estrechas callejuelas del pueblo, la mayoría de ellas aún no se encontraban asfaltadas, era una fiesta para el olfato, pues dondequiera se respiraba los más exquisitos aromas florales. Todavía llevo prendido de la nariz el olor del Galán de Noche, de los Jazmines y de las más variadas rosas. Toda vivienda, por más humilde que fuese tenía su pequeño jardín y los olores se desparramaban por todas partes.

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"La Piel de la Memoria", memorias del escritor banense Rene Dayre Abella. MUY ESPECIAL

Después de varios días esperando en mi blog por un lector, el escritor holguinero RENÉ DAYRE ABELLA me dejó un primer mensaje:

20 jun 09, 22:38

René Dayre: César, acabo de entrar atu blog. Por razones de tiempo no pude hacerlo antes. de qué cosas tan interesantes me he perdido. Tu crónica sobre Banes ha sido aguda y brillante como todo lo que escribes.
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Abella Hernández, René Dayre (Banes, 1945). Poeta y narrador. Reside en Estados Unidos. Cursó sus primeros estudios en su localidad. Estudió dos años de la carrera de magisterio en el antiguo Instituto Pedagógico Manuel Ascunce Domenech, en Topes de Collantes, Sancti Spiritus. Integró la CJEAO. Desde 1980 reside en Chula Vista, California, Estados Unidos. Aparece en la Muestra del siglo XXI de la Asociación Prometeo de Poesía (España). Ha colaborado en La Peregrina Magazine. Tiene inédito el poemario Poesía repartida, y actualmente trabaja en el libro de memorias La piel de la memoria.
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Y después fue un relampagueante intercambio:
22 jun 09, 11:35

Cesar: Gracias René. Te pido permiso para publicar fragmentos de tus memorias sobre Banes. ¿Sí?. Un abrazo.

22 jun 09, 13:22

René Dayre: Por supuesto que puedes publicar esos fragmentos. De verdad me sentiría muy honrado. Desde la lejanía recibe mi saludo y un abrazo.

He aquí, la piel de la memoria de René Dayre, para bien de los banenses y holguineros y para mi felicidad:

En esa piel de la memoria Banes está grabado indeleblemente como el mágico Jedefriff maletiano. Es un recóndito espacio donde me interno muy a menudo a reflexionar sobre tantas cosas y son tantos los recuerdos que me asaltan que me obligan a escribir las más deshilvanadas líneas como ejercicio catársico y al final saco fuerzas de mi interior y vuelvo a la realidad un poco más equilibrado.

Mis primeros recuerdos de ese paradisíaco y mágico lugar es que siempre llovía. Sobre todo en las tardes o a las primeras horas de la noche.

Lo paradójico era que aunque lloviese en las tardecitas o a las primeras horas de la noche, los mediodías eran brillantemente soleados. Mi percepción de Banes es totalmente subjetiva y en el presente relato me propongo, tal vez sin lograrlo plenamente, una descripción del entorno físico y emocional que me vio crecer “entre patos y gallinas”.

”.

"La Piel y la Memoria". Primera parte:

http://aldeacotidiana.blogspot.com/2009/06/la-piel-en-la-memoria-parte-i.html

"La Piel y la Memoria". Segunda parte:

http://aldeacotidiana.blogspot.com/2009/06/la-piel-en-la-memoria-parte-ii.html

"La Piel y la Memoria". Tercera parte:

http://aldeacotidiana.blogspot.com/2009/06/la-piel-en-la-memoria-parte-iii.html

"La Piel y la Memoria". Cuarta parte:

http://aldeacotidiana.blogspot.com/2009/06/la-piel-en-la-memoria-parte-iv.html

"La Piel y la Memoria". Quinta parte:

http://aldeacotidiana.blogspot.com/2009/06/la-piel-en-la-memoria-parte-vi.html

"La Piel y la Memoria". Sexta parte:

http://aldeacotidiana.blogspot.com/2009/06/la-piel-en-la-memoria-parte-vi.html

22 de junio de 2009

Kenia Leyva mientras transcurre por sus días prohibidos

Síntesis de la entrevista: César Hidalgo Torres cesar@radioangulo.icrt.cu A decir del ensayista y profesor de literatura del Instituto Superior de Arte en esta ciudad, Eugenio Marrón, Kenia Leyva es una de las voces más prometedoras de la lírica cubana más joven; “promesa que ya es, por su tesón y oficio”.
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Kenia Leyva Hidalgo (Holguín, 1974). Poeta y narradora. Obtuvo el Premio de Poesía Adelaida del Mármol 2002, y el Alcorta 2003 en Pinar del Río. Ha publicado Disertación de Cleopatra mientras amanece sobre Roma (Ediciones Papiro, 2000), La limpia sangre del cordero (Ediciones Holguín, 2003) y Yo no podría jurar (Editorial Cauce, 2004). Premio Venga la esperanza 2004. Y Días prohibidos, Premio de la Ciudad de Holguín en 2006. Egresada del quinto Taller de Técnicas Narrativas Onelio Jorge Cardoso. Textos suyos aparecen en diversas antologías nacionales y extranjeras. Con este libro obtuvo el Premio de la Ciudad en Poesía en el 2006. Es miembro de la AHS.
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Amén a las muchas lecturas que le supongo, y que debían haberla hecho universal, Kenia Leyva es una mujer tan localmente criolla como lo fue mi abuela y como todas las vecinas rurales de esta tierra. Tímida, creo, debajo de esa naturalidad en que se esconde. Huye de los nombramientos y cargos como de las brujas viejas de su niñez y hace visitas a la redacción de esta emisora, donde tiene amigos crueles, como mismo al colegio, adonde no se quiere y se quiere ir.
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Muchacho que amé apenas unas horas,
no puedo retener tu salto de bestia adolescente,
tu caricia recién inaugurada por los vientos del verano.
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Eugenio Marrón: ¿Qué representa para ti el ejercicio de la poesía?
Kenia Leyva Hidalgo: Ante todo una necesidad expresiva, un encuentro con la realidad, con lo que se piensa, con lo que se ve, con lo que se sufre y también con lo que se admira.
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Hombres han dejado sobre mi vientre sus mentiras,
cicatrices de miedo,
en él también han muerto ángeles,
madrugadas de media lumbre y vino
de extraños sabores.
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E.M: Formas parte de una generación en la lírica cubana, de modo especial estás en el corazón de la creación literaria en Holguín (Kenia Leyva trabaja en la Editorial Holguín). ¿Qué significa para ti estar en el medio de una familia poética como la de esta ciudad? K.L.H: Holguín desde siempre ha sido uno de los salones principales de la lírica en nuestro país, y estar en el centro, como es la Editorial y el Centro de Promoción de la Literatura, es fructificante; cada día es de un aprendizaje, lento pero constructivo. Representa crear las bases , solidificar un conocimiento, acercarse a la verdad, no solo de la literatura, sino también del hecho creativo y del arte en general.
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Un hombre de mar vistió mi cuerpo
de anochecida isla,
diminuta isla de presagios.
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E.M: La promotora literaria Pedro Ortiz, y en ella Ediciones Holguín, una de las Casas Editoriales que mayor prestigio alcanza en la labor del libro cubano. Allí te desempeñas como Editora. ¿La experiencia de la Edición que significa para una poetisa?. K.L.H: En primer lugar, aprendizaje. En segundo lugar, estar cerca de lo que se ama, tocar cada día la palabra, palpar el verso, ese reino propio, indivisible que es la creación. Este hecho de la Edición se funda con el hecho creativo ya teniendo conciencia de lo que es crear.
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Muchacho, apenas te amé unas horas
y entendí que no puedo retenerte.
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E.M: ¿Qué nombres de la poesía constituyen para ti un aprendizaje, cuáles voces han conformado la voz poética de Kenia Leyva? K.L.H: Son muchas, pero empezaré por lo mío, por los cubanos: Eliseo Diego, Emilio Ballagas, en este año de su centenario, uno de los grandes poeta del siglo XX cubano. José Lezama Lima con toda su hermeticidad pero también con la belleza del lenguaje, Alejo Carpentier, no se puede olvidar ese grande de las letras, no solo cubanas sino hispanoamericanas, Dulce María Loynaz, Virgilio Piñera, y acercándonos más me gusta mucho y ha estado cerca de mi y siempre tengo y releo los libros de la generación del 27 española.
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Nunca podrías con esta soledad que me acompaña como un ángel,
con esta manía de volver a ser diminuta isla.
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E.M: Del libro que mereciera el Premio de la Ciudad de Holguín, 2006, Días prohibidos, uno de los textos que mejor representa la voz poética de Kenia Leyva es sin dudas “Fotografía 1990”, allí el calado generacional, la mirada de interioridad humana, la voz profunda de la poesía habla a través de esta autora que ya, desde Holguín, sitúa su nombre en lo más alto de la poesía joven cubana.
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Días prohibidos exhibe un discurso poético sostenido con aliento y esmero en cada uno de sus textos. Un hilo conductor unitario enlaza estos poemas que tienen su énfasis en el trazado de un mapa afectivo de peculiar expresividad, de singular encanto, con parcelas de fecundo linaje poético como la familia y el recuerdo, el gozo y la añoranza, la vida y la muerte, la Isla y el tiempo. De la contratapa del libro Días prohibidos
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Nota: Los fragmentos citados en este trabajo pertenecen al poema de Kenia Leyva Hidalgo titulado: Elegía.
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Muchacho que amé apenas unas horas,
no puedo retener tu salto de bestia adolescente,
tu caricia recién inaugurada por los vientos del verano.
Nada puede mi cansancio contra la ternura
que como un árbol
busca luz en la equívoca paz de mis ojos.
Hombres han dejado sobre mi vientre sus mentiras,
cicatrices de miedo,
en él también han muerto ángeles,
madrugadas de media lumbre y vino
de extraños sabores.
Un hombre de mar vistió mi cuerpo
de anochecida isla,
diminuta isla de presagios.
Encendidas las naves
caí rendida en aquel abismo que eran sus manos
dormidas sobre mi espalda.
Créeme:
No tuve un golpe de marea para arrasar barcos,
puentes, murallas,
todo lo destruido por su delirio
y virgen de naufragios me descubriera la mañana.
Cuando tu joven cuerpo desata
los tiernos corceles del placer
dejo que mansos corran
que beban tranquilos de mis aguas
no quiero ahuyentarlos con el ruido
de otros corceles escondidos aún por los rincones de la carne.
Muchacho, apenas te amé unas horas
y entendí que no puedo retenerte.
Nunca podrías con esta soledad que me acompaña como un ángel,
con esta manía de volver a ser diminuta isla,
soñar que sus manos regresen a encender nuevamente mis naves
y caer rendida sobre esos corceles
que temo despertar cuando te amo.
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Delfín Prats: La poesía es un testimonio del espíritu.

Por: César Hidalgo Torres
Que Delfín Prats es un hombre nervioso, dice en casi todas las crónicas que sobre el poeta se han escrito. Pero hoy está tranquilo mientras, sentado en una de las butacas del lobby de esta emisora, (Radio Angulo, Holguín, donde trabajo), el poeta espera, me dice, “que llegue la hora de surcar los aires”, después sonríe, cierra los ojos y recuesta la cabeza en el sillón mullido. Intenta dormirse y no lo molesto aunque se que no lo podrá conseguir. Sigo, también he de esperar la hora para desandar los caminos del aire, y mientras trato de recordar aquel poema de Delfín que es un exquisito retrato del planeta:
Hay un lugar llamado humanidad
un bosque húmedo después de la tormenta
donde abandona el sol los ruidosos colores del combate
una fuente un arroyo una mañana abierta desde el pueblo
que va al campo montada en un borrico
hay un amor distinto un rostro que nos mira de cerca
pregunta por la época nueva de la siembra
e inventa una estación distinta para el canto
una necesidad de hacer todas las cosas nuevamente
hasta las más sencillas
lavarse en las mañanas mecer al niño cuando llora
o clavetear la caja del abuelo
sonreír cuando alguien nos pregunta
el porqué de la pobreza del verano y sin hablar
marchar al bosque por leña para avivar el fuego
hay un lugar sereno y dulce lugar llamado humanidad.
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Delfín Prats: Poeta. Nació en Holguín en 1945. Obtuvo el Premio Nacional de Poesía David en 1968 con su cuaderno Lenguaje de mudos y el Premio de la Crítica en 1987 por su libro Para festejar el ascenso de Ícaro. Además, ha publicado los poemarios El esplendor y el caos, Abrirse las constelaciones y Lírica amatoria. Estudió idioma ruso en la Universidad Lomonosov de Moscú. Su obra está considerada como una de las más importantes de la poesía cubana contemporánea. Reside en su ciudad natal. Labora en el Centro de Promoción Literaria Pedro Ortiz Domínguez.
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“La poesía es un acto de amor, un testimonio del espíritu”.
Un fotorreportero que visitó al amigo poeta días después de su cumpleaños sesenta, dijo que lo vio pasar el día inmerso en una pequeña casa de la ciudad de Holguín, rodeado de tres sillas, una cama personal, un tocadiscos para escuchar la radio, una bicicleta, unos mapas pegados a las paredes y su gato Amarillo.
El poeta y su inseparable gato amarillo
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“He sido un gran lector de la poesía escrita en Cuba”.
Por instantes duda, digamos que se avergüenza al nombrar a la recopilación que hizo de los más sensibles textos escritos en Cuba durante los siglos XIX y XX, Antología. Ahí está el libro que comienza por José María Heredia y concluye con Luis Rogelio Nogueras. “Creo que Cuba es uno de los países de América que cuenta con una auténtica tradición poética”, dice y hace un listado de los nombres altos del verso cubano: Heredia, que es el primer romántico del continente, Luisa Pérez de Zambrana, José Martí, Julián del Casals, Nicolás Guillén, José Lezama Lima, Virgilio Piñera, Gastón Baquero, Eliseo Diego, Heberto Padilla. “Todos juntos constituyen ese esplendor que es la poesía cubana”. Y en ese listado, donde Delfín Prats no se incluye por modestia, también su nombre ha de aparecer, sobre todo después de escribir ese intenso y simbólico poema que es de lo más trascendente de la poesía cubana “Abrirse las constelaciones”
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ABRIRSE LAS CONSTELACIONES
(De Para festejar el ascenso de Ícaro, 1987)
No los reduzcas
al espacio
demasiado estrecho de tu verso
(Tu verso es un árbol
alzado en mitad de la sabana
contra el que se cierne
la apretada soledad de la noche)
No los encierres en tu casa
(Tu casa es un refugio
y sólido
pero en su hondura
persistentes resuenan
ecos de pasos y voces ancestrales)
No los reduzcas tampoco a la ciudad
(El verso, la casa, la ciudad
son límites, muros que será preciso violentar
para escapar al aire más vasto de la Isla)
La Isla es el compendio, en fin,
de tu verso, tu casa y tu ciudad
Pero no los restrinjas a la Isla
Ellos se asomaron mucho más allá
Ellos vieron
del otro lado del horizonte
abrirse las constelaciones.
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Generalmente con una camisa a rayas, el siempre caótico Delfín Prats era una voz esperada en el espacio Páginas que cada sábado transmite esta radioemisora. Quienes lo leemos con pasión presionamos el productor del espacio, el ensayista y poeta Eugenio Marrón.
Eugenio Marrón: ¿Qué significa para ti como poeta el contacto, el diálogo, con las más recientes promociones de poetas en Cuba?
Delfín Prats: El proceso literario se caracteriza por ser un proceso de relevo, es decir, que nosotros, los que estamos ahora creando hemos relevado a poetas anteriores a quienes consideramos mucho más importantes que nosotros; los jóvenes que vengan después de nosotros nos consideraran a nosotros, quizás, con un poquito de amor y la poesía nunca dejará de existir.

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La llegada de los Dumois a Banes a partir de las memorias de uno de ellos: Alfredo M. Dumois (fragmento)

La llegada de los Dumois a Banes y la compra por parte de estos de la Hacienda de Banes fue el puntillazo final para el nacimiento del pueblo. Por cierto, fueron los Dumois quienes vendieron la hacienda a la United Fruit Co. El texto siguiente es un extracto de las memorias del libro de Alfredo M. Dumois titulado: A Name, A Family, And A Town”.

Banes a finales del siglo XVIII
Un día en la primavera del año 1887, cinco jinetes, cansados tras un largo y arduo viaje que había comenzado en la ciudad porteña de Gibara, llegaban a un pobladito de unos pocos bohíos situado en la parte sur de el antiguo Realengo Banes; ya para entonces conocido por el nombre de Hacienda Banes. Iban en una misión, podríamos decir, exploratoria y de evaluación de las tierras de la región con miras a usos agrícolas. Al frente de ese grupo tan diverso iba Don Alfredo Dumois Gessé obrando a nombre de su hermano Don Hipólito, cosecheros ambos y exportadores de bananos de la ciudad de Baracoa.

Acompañaban a Don Alfredo Don Juan Cárdenas Alberti, agricultor de Baracoa y especialista en terrenos, y su empleado Salomé Boza; Don Delfín (Fino) Pupo, comerciante de la ciudad de Gibara y su yerno Torcuato Varona. Vale decir que había sido Don Fino, viejo amigo de Don Alfredo quien, al conocer que los intereses agrícolas de los Dumois eran buscar tierras fuera de Baracoa para expandir sus negocios, le convenció de ver por sus propios ojos las maravillas de Hacienda Banes. Ah, por cierto, Don Fino era dueño de una de las seis acciones de la hacienda. Así llegaron nuestros cinco jinetes al cierto pobladito de unos pocos bohíos encaminándose inmediatamente campo adentro en busca del Coronel Octavio Silva (compadre de Don Fino) morador en esos lares por muchos años. El jovial Coronel, quien hubo ganado sus galones militares peleando en la desafortunada Primera Guerra de Independencia (1868) y que además era un guía fenomenal, seria el guía que llevaría a Don Alfredo y su comitiva por cuantas montañas, valles y llanuras, ríos y bahías, rincones y recovecos de las tierras de la Hacienda Banes – y otras más lejanas aún. El Coronel, siendo un hombre de gran sabiduría natural y clara percepción, se percató de inmediato de lo que significaría para la economía de aquella pobrísima región un proyecto agrícola de la envergadura de la que Don Alfredo se proponía establecer allí, dándole un motivo más para ser solícito en extremo en el cumplimiento de su tarea. La decisión de la familia Dumois fue positiva. !Se comprarían esas tierras!. Ese mismo verano, Don Juan Cárdenas, encomendado por Don Hipólito Dumois, volvió a la región para comprar la Hacienda Banes de unos 33,000 acres, repartidas a partes iguales entre los Dumois, Don Juan, y Don Fino. (Los Dumois continuaron comprando tierras aledañas a la Hacienda Banes hasta la cantidad de unos 100,000 acres.) Así fue como en un mismo instante de tiempo nacieron un pueblo, Banes, y una industria, La Banes Fruit Company con Don Alfredo de administrador.

Situado a orillas del Rió Banes – rió de amplio caudal en aquellos tiempos – y a unas pocas millas de la Bahía de Banes, el lugar era ideal tanto para la industria como para el pueblo propio. Un pueblo en estado de construcción y una empresa que iniciaba sus operaciones al unísono hacia aquello aparecer como casa de locos.!Manos a la obra! era el grito del día. Y en verdad eran muchas las manos de los millares de trabajadores de campo sembrando, cosechando y embarcando por los muelles del embarcadero ramos de guineos por millones cada año. La nueva industria bananera traería una prosperidad tal que se decía por ahí que “un Banense se conocía por la manera en que gastaba su dinero.”

Juan Simon Dumois y Louise-Francisca Gessé, tomado de "A name, a family and a town", de Alfred Dumois, Miami, 1999.

De igual manera, en el pueblo las construcciones proseguían a pasos agigantados. Banes fue trazado con dos avenidas principales paralelas con eje este-oeste, y calles laterales con eje norte-sur. Muy pronto sus calles se llenarían de viviendas y comercios – unas pocas casas de madera con techos de zinc y muchos bohíos de guano– almacenes de víveres y bodeguitas. Un buen día aparecieron dos médicos en el pueblo, uno de ellos se llamaba Don Antonio, médico chino.

Pero, ¿que hacían las gentes de ese Primer Banes para entretenerse, en un pueblo de calles sin pavimento – lodazales con la lluvias – que carecía de sitios propios de recreo, teatros, iglesias, parques o plazas? Pues, si, había mucho que hacer en ese renglón. Los domingos había bailes públicos en el almacén depósito de guineos llamado El Paradero. Los fines de semanas los dos cafés-restaurantes con mesas de billar se llenaban con gentes del pueblo y muchos que venían del campo a pasar un día en la “ciudad.”
Las competencias de música de punto y contra punto en las cuales los trovadores se debatían con versos improvisados; puntos opuestos de un tópico proporcionado por el público. Habían juegos de pelotas y competencias a caballo en una explanada en el lado este del río. Además, el trapiche de Don Fino (Pupo), negocio a las afueras del pueblo donde se exprimía el jugo de la caña para hacer caramelos, era el punto de reunión social para las gentes del pueblo y campos vecinos.

Y que mejor que un baño en las frescas aguas del río Banes en un día caluroso. El primer Banes no pasó de ser un pueblo al estilo de los atrasados pueblitos del oeste Americano de mediados del siglo XVIIII. Pero, bueno ¿que ciudad del mundo no ha comenzado siendo un Banes de 1887? Además, la belleza de aquel primer Banes no estaba en lo que se veía con los ojos, sino en los corazones de sus buenos y nobles hombres y mujeres.

A nuestro querido Banes ya le llegaría su día, pero no sin antes pasar por su “bautismo de fuego” pues en 1896, el ejército libertador quemó a Banes, dejándolo en cenizas.

Otros enlaces de interés:
Norteamericanos en Holguín. Un estudio de caso en la historia regional cubana http://aldeacotidiana.blogspot.com/search/label/Banes
Página Familia Dumois

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