Por César Hidalgo Torres
A partir de este momento comenzamos a
acercarnos a la también mágica y magnifica historia de cómo la ganga Palo Monte
Oguakondile vino a parar a las manos y el corazón de Javier Campos Peña, que fue quien trajo a Cuba la primera medalla de oro en lucha libre que
el deporte cubano ha conquistado.
Don
Miguel Campos de la Cuadra.
El abuelo de Javier se llamó Miguel Campos de
la Cuadra y era descendiente de indio dominicano. Era Miguel un niño cuando su
familia se trasladó a Cuba. Aquí vivió toda su vida hasta el año de su muerte,
1958, entonces tenía 118 años de su edad.
Recién llegado a Holguín el que entonces era
un niño, fue a vivir con su familia en una pequeña casa que alquilaron al final
de la calle Frexes, casi en la rivera de lo que entonces era el río Marañón.
Allí el muchacho comenzó a “ver cosas y gente que él no conocía” y de ellos
hablaba, pero sus padres no le hacían caso creyendo como creían que eran
recuerdos que traía de su natal Santo
Domingo. Pero después el niño comenzó a adivinar sucesos que ocurrirían después,
como por ejemplo, un día le dijo a sus padres que su abuela había venido esa
noche a visitarlo para avisarle que se iba a morir. Dicho lo que dijo, sus padres lo
reprendieron diciéndole que con cosas tan serias como esa, no se
jugaba, sin embargo, a los pocos días les llegó una carta de la familia que
había quedado en Santo Domingo avisando que su señora madre había muerto exactamente
el día que el niño lo predijo.
Asustados, porque cada vez que el niño le
adivinaba cosas a la gente esas ocurrían, los padres lo comenzaron a llevar a
centros espirituales y en todos le decían lo mismo: “Este niño tiene una misión
muy grande en la tierra”, pero nadie podía descubrir qué misión era.
Mientras, como es costumbre de los muchachos,
él comenzó a crecer y los padres se preocuparon más porque a cada rato
despertaban a horas muy avanzadas y descubrían a Miguel sentado en el tronco de
una mata de anacahuita que estaba en el patio de la casa, hablando y cantando
en una lengua que nadie entendía.
Cuando cumplió 18 años, Miguel llamó aparte a
su padre y madre y le dijo que estaba decidido a comenzar a cumplir su misión
en la tierra, pero que antes tendría que enterrar al padre. La madre se
persignó y, asustada, le habló duró diciendo que aquello pasaba de castaño oscuro,
que qué juegos eran esos. Entonces el muchacho, notándose el dolor que estaba
sufriendo, dijo que sus palabras no eran juegos, que todos debían estar
preparados porque el siguiente viernes el padre iba a morir. Y así
ocurrió.
El niño
que sorprendió a todos por su poder de adivinar, se convirtió en uno de los más
altos misioneros de Holguín, Cuba.
Después de la muerte de su padre Miguel
Campos de la Cuadra comenzó a peregrinar por muchos centros espirituales, donde
adquirió gran experiencia y se convirtió en un alto misionero, pero sabía él
que todavía no adivinaba cuál era la gran misión que debería cumplir en la
tierra y por eso continuó averiguándolo. Mientras tanto se casó muchas veces y
tuvo 32 hijos.