LO ÚLTIMO

La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

27 de febrero de 2017

Arqueologos de chiripas



Un conjunto de piezas aborígenes fueron descubiertas en el patio de una vivienda en la ciudad holguinera de Banes.
Publicado por el periódico Juventud Rebelde en 18 de Junio del 2011
BANES, Holguín.— Son varias las interrogantes que envuelven aún al más reciente de los hallazgos arqueológicos acaecidos en el país, cuando cuatro jóvenes descubrieron fortuitamente 15 piezas aborígenes, mientras cavaban en el patio de la vivienda número 3603 de la calle Bruno Meriño de esta ciudad, con el propósito de construir una cisterna.
Tras varios días de recibir visitas de curiosos en su casa, Marta Rodríguez Álvarez, en representación de la familia, hizo entrega de la referida colección al Museo Indocubano Baní, institución esa que atesora más de 23 000 muestras aborígenes.
 
Los veinteañeros Leandro Argote Rodríguez, Alberto Rodríguez Roche, Manuel Julio Pérez y Pedro Cruz Rivas nunca olvidarán el instante en que se tropezaron con el primero de aquellos objetos, apenas a un metro de profundidad. Ajenos al gran acontecimiento al que asistían, el auténtico mortero indígena les incitó a gastarse bromas mutuas diciéndose que se convertido en importantes arqueólogos, pero sin creer todavía que aquellas “piedras” eran objetos aborígenes.
Pero su opinión cambió radicalmente cuando siguieron apareciendo otras piezas bajo la tierra.
Entonces buscaron al museólogo Luís Rafael Quiñones, quien acudió al lugar y fue el primer sorprendido al tener ante sus ojos 15 morteros aborígenes de piedra de diferentes formas y tamaños. Y más porque en Banes, lugar conocido como la Capital Arqueológica de Cuba y donde han sido estudiados alrededor de 120 sitios aborígenes, ninguno de ellos han sido descubiertos dentro del perímetro urbano.
Con más de 20 años de experiencia en su labor, Quiñones asegura que necesitó varias horas de meditación y confrontación con otras muestras existentes en el museo Baní, antes de ofrecer cualquier veredicto.
«Aunque corroboramos que estamos en presencia de auténticas piezas de procedencia aborigen, sería muy aventurado hablar sobre si estas pudiesen guardar relación con algún asentamiento habitacional próximo al lugar, y eso es lo que hay que investigar a continuación», reflexionó el museólogo.
Tales consideraciones se embrollan mucho más cuando se advierte que si bien estos artefactos estaban acumulados en un espacio muy limitado, tampoco se hallaron otros indicios, como restos de dieta, conchas, huesos u otros instrumentos afines, que permitan vincularlos a una habitación en la zona.
El hallazgo es considerado como excepcional, además, dada la cuantía y la similar tipología de los instrumentos encontrados. En la generalidad de las excavaciones científicas realizadas con anterioridad no ha sido fácil coincidir con más de un elemento de ese tipo en un mismo lugar.
Elaborados en su mayoría con piedras de río, salvo uno, de roca caliza, llama la atención el hecho de que tampoco se halló alguno de los usuales pilones de piedra, con los cuales nuestros antepasados trituraron sus alimentos.
«Otros misterios son la edad y el grupo humano al cual pertenecieron; en algunos casos, pudieran llegar a unos 6 000 años atrás; pero son solo los cálculos inexactos de un museólogo», explicó el licenciado Luís Quiñones.
Entre las novedades se incluyen la presencia de oquedades en el anverso y reverso de uno de los morteros, así como otro con dos concavidades en una misma cara, «sofisticaciones» de las cuales tampoco se tenían muestras en la región.
«La suma de algunos de estos elementos nos hace incluir la posibilidad, también, de que alguna persona podría haberlos colectado y enterrado allí, como fruto de donaciones o excavaciones no controladas», dijo el museólogo. Tal teoría tiene sustento en la memoria popular banense, al afirmarse que en el mismo lugar del hallazgo estuvo emplazada una casa de empeños, durante los años 30 del siglo pasado, propiedad de una familia de origen español.
Lo cierto es que la última palabra dirán los expertos del Departamento de Arqueología del Ministerio de Ciencia y Tecnología en la provincia de Holguín, quienes comenzaron a sumarse a las investigaciones.
En opinión de Luis Quiñones, este último descubrimiento ha sido el más importante ocurrido en la parte norte del oriente después del hallazgo, en 1986, de los enterramientos de Chorro de Maíta, protagonizado por un grupo de arqueólogos bajo la dirección del desaparecido Doctor en Ciencias José Manuel Guarch Delmonte.
Estudios antropológicos realizados determinaron a esta región del archipiélago como la de mayor habitación humana durante la etapa precolombina.

Milton, Mirlo o Mildo: Un célebre arqueologo cubano nacido en Holguín



Entrevista realizada por Victorio Cué Villate y Racso Fernández Ortega y Publicada en el Boletín del Gabinete de Arqueología No. 10, Año 10, 2014 a Milton Pino, renombrado  arqueólogo nacido en Holguín, con una labor investigativa que alcanza todo el país. Pionero de los estudios arqueozoológicos, profesor de varias generaciones y protagonista clave de la obra arqueológica cubana.

Ese asunto de cuál es mi verdadero nombre me ha traído más problemas de los que se puedan imaginar. Verdaderamente me llamo Mildo Orlando Estanislao Pino Rodríguez y a ciencia cierta no conozco de dónde mi padre sacó eso de Mildo, si uno busca en el diccionario puede que encuentres que mildo es una masa de avellanas tostadas y molidas a las que se les agrega miel. Pero así me llamo, Mildo, sin embargo cuando me llevaron a inscribir al Registro Civil, por un error aparezco como Mirlo y se sabe que ese es el nombre de pájaro prieto que habita en la América del Norte y en Eurasia; incluso, hasta existe la frase de “mirlo blanco” para referirse a algo de una rareza extrema. Pero ahí terminó el asunto, con el tiempo el Mildo, luego Mirlo, lo transforman mis amigos de La Habana que me comenzaron a llamar Milton, supongo hoy que influenciados por un pelotero muy conocido entonces, década del cincuenta del pasado siglo, Milton Smith. Milton es el nombre por el que la mayoría de las personas me conocen. Cuando en la década de los años de mil novecientos setenta se instaura en el país el uso del carné de identidad, yo no tenía un solo papel en el que coincidiera un nombre con el otro. Ahora me río, pero sufrí bastante con esto.

Nací el 7 de mayo de 1933, en Holguín, en un lugar que estaba en la carretera que va de Holguín a Gibara; antes esa zona le decían La Chomba, ahora es el populoso Reparto Alcides Pino. Recuerdo como si lo estuviera mirando que era aquel un lugar bellísimo, entre mucho lomerío donde había animales de todas las especies locales, entre ellas bandadas de aves y nubes de mariposas amarillas, como las que hoy ya no se pueden ver y palomas que mucha gente iba a cazar. Árboles también había muchos, robles que podían medir unos treinta metros de altura.

Como decía antes el terreno de La Chomba estaba cuajado de muchas lomas bajas; en una de ellas mi padre construyó un bungalow; muy cerca corría un arroyo. Todos los días mi hermano y yo queríamos bañarnos en una pocita que tenía tantas leyendas como granitos de arena; se hablaba de güijes que dormían en el fondo de las aguas y que salían en las noches o bien temprano en la mañana para hacer maldades o acciones peores, y como esas otras mil y una fábulas capaces de hacernos temblar de miedo. Recuerdo que hasta mi propio padre, que era una gente muy seria y respetable, nos decía que podíamos ir a bañarnos, pero que siempre escondiéramos bien la ropa para que los güijes no se la llevaran.

Papá era comerciante, por lo que pasábamos tiempos buenos y malos económicamente hablando. Éramos tres hembras y tres varones. Yo había cumplido siete años cuando mamá murió, me parece que fue de apendicitis. Poco después yo tuve una anemia muy grande que me puso más flaco que un güin. Para mejorar mi estado de salud, uno de los barberos del pueblo me dio un jeringuillazo que por poco me mata y que me tuvo mucho tiempo cojeando y a punto de perder una pierna.

Asistí a una escuelita y como mismo todos los muchachos de por allá por el campo, siempre estaba mataperreando o trepado en los árboles. Luego fui a vivir a la casa de mi abuela y mis tíos en Holguín, donde terminé la primaria y la secundaria. Cuando empecé el bachillerato visitaba la Colección García Feria y le hacía muchas  preguntas, siempre me interesaron mucho esas cosas. Qué lejos estaba yo de pensar que por este camino se llegaba a Roma.

En el 1953 la situación del país estaba muy difícil, mucho más para papá, solo y con tantos hijos. Como entonces había cumplido 20 años vine para La Habana, donde estaba un hermano mío estudiando escultura en la Academia de Artes Plásticas de San Alejandro. Vivíamos muy apretados en un cuarto chiquito que se encontraba en las calles Rayo y Maloja.

Inicialmente comencé a trabajar en una tapicería que se llamaba “El Sueño”, que quedaba en la calle San Miguel. Todos los días salía de mi casa muy temprano, pero luego el dueño, que se portó muy bien conmigo, dejaba que me quedara a dormir allí mismo; un cajón me servía de escaparate y comía por cuarenta centavos en una fonda cercana que tenía por especialidad las frituras de bacalao. Así estuve un año en la capital.

Cuando papá se volvió a casar y la familia había mejorado un tanto, quiso reunirnos a todos y me escribió pidiendo que regresara para estar juntos en la casa de mi hermana mayor, con mis tíos y mi abuela.

Era entonces 1954, cada vez y siempre con mayor interés, yo estaba metido en los libros de Historia, pero para entonces el monte me atraía mucho, disfrutaba enormemente penetrar en él o escalar las montañas, y en Holguín podía hacer excursiones y exploraciones.

Para entonces ya había venido de visita el arqueólogo estadounidense Harrintong, que hizo varias exploraciones por el oriente del país, sobre todo por Holguín, Banes y Antilla y habían surgido varios grupos de aficionados a la arqueología. Conocí a esos grupos y me uní a ellos con el fin de conseguir objetos interesantes. Me hice coleccionista y pretendí tener mayor cantidad de piezas para mostrársela a los amigos y desconocidos. Mientras comencé a trabajar que se llamaba la Colonia Española de Holguín, donde había un espacio para exhibir algunas piezas arqueológicas. Desde entonces la museología también fue una materia que me llamó mucho la atención.

En el año 1961 fui a los Farallones de Seboruco y en la Cueva de los Cañones encuentro cuatro pictografías posiblemente ejecutadas por los grupos cazadores recolectores.

Al año siguiente conseguí un trabajo en un banco y en 1963 me  ocurrió una cosa tremenda; para entenderlo hay que ubicarse en aquellos tiempos del principio de la Revolución, entonces la atmósfera estaba que ardía de peligros, se producían constantes sabotajes contrarrevolucionarios entre ellos la quema de cañaverales. Nosotros los exploradores, jóvenes al fin y al cabo, estábamos deseosos de tener aventuras y no medimos bien las consecuencias. Nos conseguimos unos uniformes, mochilas, cantimploras y varios cascos a los que habíamos pintado rifles cruzados, y así nos fuimos, muy románticos, a la floresta, al campo, a las cuevas.

El grupo estaba saliendo de la Cueva de los Panaderos y en eso oímos que nos gritaban: “Alto ahí, que nadie se mueva y suban los brazos”. Cuando alzamos la vista vimos que estábamos rodeados por armas de todo tipo que nos apuntaban; sus portadores parapetados detrás de las rocas y en la manigua. Es que nos habían tomado por infiltrados o por alzados, que  tanto abundaban por el país, financiados por la CIA. Allí nos quedamos tiesos como unas velas de cumpleaños y totalmente muertos de miedo. Como ninguno de nosotros se movía, ellos se acercaron poco a poco sin dejar de apuntarnos con sus armas. Nos revisaron y cargaron con nosotros para la unidad más cercana. Después de varias horas de retención, en las que no faltaron los regaños, las advertencias y las críticas por no haber pedido permiso y luego de comprobar quiénes éramos, nos soltaron. Si en aquella situación, cuando nos dieron el grito de alto, a alguno de nosotros se le hubiese caído el casco, no quiero imaginarme qué hubiera pasado.

Ese mismo año de 1963 ya estábamos haciendo planes y trabajando para construir lo que sería el primer museo público de Holguín; recuérdese que la Colección García Feria era una de las mejores colecciones privadas del interior del país y que después de creada la Comisión Nacional para la organización de la Academia de Ciencias de Cuba, el doctor J. A. García Castañeda, en un gesto patriótico y de alto sentido de responsabilidad académica, donó íntegramente la colección para la nueva institución que se creaba.

Por esa época estaba en movimiento la nacionalización de las empresas norteamericanas y de los oligarcas que huyeron al Norte, y había un almacén repleto de vitrinas que principalmente estaban fabricadas para las farmacias; por otra parte en un local ubicado en la calle Libertad esquina Aguilera, en Holguín, donde había existido una colchonería, hicimos el museo: lo reparamos todo, lo pintamos y pusimos luces, quedó perfecto; todos estábamos muy contentos. Así se inauguró el Museo con el nombre de Guamá el 22 de julio de 1964; las palabras de apertura me hicieron sentir muy feliz. Por diez años este fue el primer museo público con el que contó la ciudad de Holguín.

Aunque ya desde 1954 yo estaba con los grupos de exploradores, en marzo del 1964 es que paso a ser director organizador del grupo de la Asociación de Jóvenes Arqueólogos Aficionados de Holguín. Fue en aquel entonces que conocí a los arqueólogos Ernesto Tabío y José M. Guarch, este último me escribió una carta en la que me preguntaba si estaba en condiciones de ayudar a nivel nacional. La carta me la escribió Guarch después que él junto a su esposa Caridad Rodríguez visitaron al Grupo de Aficionados de Mayarí y revisaron las evidencias encontradas en Arroyo del Palo: de ese modo empezó mi relación con la Academia de Ciencias de Cuba y su Departamento de Antropología.

Mis primeros trabajos de campo de forma profesional fueron con Ernesto Tabío y con Rodolfo Payarés. Todos estábamos con unos deseos enormes de comernos el mundo, nada nos importaba y superábamos las peores condiciones, solo queríamos trabajar y trabajar, investigar todo lo que estaba a nuestro alcance, nos jugábamos la vida, subiendo y escalando.

Una vez estando en Maisí, la única agua con la que contábamos era la que estaba en un aljibe que tenía un gallinero encima, es decir, no había buena agua para beber, solo la que les cuento. Así y todo nos quedamos allí y aguantamos esas condiciones unos 14 días; finalmente estuvimos todos gravísimos con diarreas.

Para no hacer muy larga la historia de mis inicios en la Arqueología les diré que en el propio año 1964 vine para La Habana. Entonces el capitán rebelde Antonio Núñez Jiménez estaba en el Capitolio al que acaban de convertir en la Academia de Ciencias de Cuba. El Departamento de Antropología se encontraba en el edificio de Prado esquina a Trocadero, a escasas tres cuadras de la casa de ese ilustre cubano de todos los tiempo que es José Lezama Lima.

Recuerdo que en esa fecha yo estaba muy flaco, a la verdad que siempre lo he sido, y me ponía a ayudar a Tabío o a Payarés a acomodarlo todo, a arreglar los estantes, subiendo y bajando todos aquellos pisos. Considero que es en ese lugar cuando verdaderamente empezó mi carrera como arqueólogo. Estuve viviendo en la primera planta del edificio de Prado por unos cinco años, después pasé a la torre, que es como un sexto piso, pues el edificio es muy antiguo y el puntal es muy alto; recuerdo que en el segundo piso vivían algunos científicos soviéticos que trabajaban en la academia como asesores.

Alrededor de los setenta me mudé para la casa donde ahora sigo viviendo,  en Santos Suárez, la Víbora, donde me visitan mis amigos a pesar de que hace tres años que estoy jubilado. Me alegra mucho que personas como ustedes me visiten, siempre estaré gustoso a prestar cualquier ayuda en lo que ha sido mi pasión toda la vida: la arqueología. 

→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→←←←←←←←←←←←←←←←←←←←←

Milton Pino Rodríguez, nació en Holguín, Cuba, en 1933. Fue una destacada personalidad de la Arqueología en Cuba. Desde temprana edad formó parte de la Asociación de Jóvenes Aficionados de Holguín. En 1964 ingresa en el Departamento de Antropología de la Academia de Ciencias de Cuba. Se graduó de arqueólogo especializado en culturas aborígenes de América (1972) y cursó entrenamientos en Siberia Central (1982). Máster en Ciencias Arqueológicas (1988). Fue Investigador Auxiliar del Instituto Cubano de Antropología. Su labor arqueológica se dirigó en función de las temáticas relacionadas con la arqueología de Cuba, el Caribe y la paleonutrición. A esta última especialidad dedicó más de 30 años de trabajo, con la elaboración de métodos y procedimientos aplicados en las investigaciones arqueozoológicas en nuestro país. Su participación directa y el haber dirigido un promedio de 60 expediciones y excavaciones arqueológicas, le permitió escribir numerosos trabajos como resultado de las investigaciones. Por su relevante trayectoria investigativa mereció numerosos reconocimientos científicos como: Placa Juan Nápoles Fajardo (1992), Diploma por su condición de Fundador de la Academia de Ciencias de Cuba (1992), Distinción Rafael María de Mendive (1992), Medalla de la Ciudad de Holguín “La Periquera” (1997), Orden Carlos J. Finlay (1999), Distinción Juán Tomás Roig (2004). Sus más de 40 años de experiencia profesional lo convirtieron en un prominente estudioso de las comunidades aborígenes y uno de los pioneros de la Arqueozoología en Cuba.





Yadira Rojas Espinosa: La Arqueología tiene mucho que aportarle a la historia de la ciudad de Holguín



Por: José Abreu Cardet 
Entrevista a Yadira Rojas Espinosa  (Holguín, agosto de 1985). Graduada en Historia por la Universidad de Holguín. Trabaja en la Oficina de Monumentos y Sitios Históricos. Colaboradora del Departamento Centro Oriental de Arqueología en el estudio de numerosos sitios arqueológicos
 
-¿Cómo se ha desarrollado la arqueología histórica en Holguín?
En la ciudad de Holguín encontramos nuestro primer estudio de arqueología histórica, documentado bibliográficamente, en el año 1974, realizado por la especialista Ángela Peña Obregón en el proceso de restauración en la Casa Natal de Calixto García; allí se abrieron calas en paredes y muros y se rescataron elementos que se habían perdido. En el año 1986 como parte de una restauración en el Museo Provincial La Periquera se hicieron excavaciones en el patio y el sótano, de donde se extrajo material arqueológico que hoy se encuentra expuesto en el propio museo. La Iglesia Parroquial San Isidoro conoció de los quehaceres de los arqueólogos entre los años 1994 y 1996. En el año 2009 se intervinieron al menos tres viviendas como parte del proyecto “Acercamiento a la historia temprana de Holguín”, a través de la investigación arqueohistórica de la Casa del Teniente Gobernador y otros inmuebles de los siglos XVIII y XIX de la ciudad.
-¿En qué circunstancias se desarrolla la investigación arqueológica en la ciudad? 
El proceso de intervención en inmuebles se ve afectado por factores subordinados a la disponibilidad de recursos, la planificación y la interdisciplinariedad. Los proyectos de rehabilitación urbanística en la ciudad no contemplan dentro de su plan de acción la actuación arqueológica, lo que permite de cierta manera tan solo el rescate o salvamento de material arqueológico, que queda en gabinete para un posterior estudio. Atendiendo a la importancia de la arqueología como vía para obtener conocimiento de los procesos socioculturales ocurridos, el trabajo debería hacerse de modo controlado y planificado. Es decir, realizando primero una debida revisión y selección de fuentes documentales que nos hable de los momentos de habitación del inmueble, sus propietarios, o sea, tener una información base para saber el tipo de evidencia que pueda aparecer en los distintos contextos. Luego se realizaría la prospección y levantamiento topográfico del sitio y la excavación como tal. Estos procesos, muy básicos, se ven lamentablemente afectados por una planificación restauradora a nivel gubernamental que no toma en consideración los criterios de especialistas en temas patrimoniales ni de los arqueólogos.
 
-¿Qué tipo de materiales arqueológicos se han obtenido en el área fundacional del pueblo de Holguín?
Son muy diversos. Por ejemplo, los trabajos de salvamento de material arqueológico en la casa de Miró 203-205 comenzaron a partir del 11 de septiembre de 2014, después del reporte de materiales antiguos en la intervención arquitectónica que se realizaba en el inmueble, y considerando la ubicación del mismo dentro de la Plaza Parroquial, sitio fundacional. Sus elementos arquitectónicos representativos han sido tapiados con madera (arcos de medio punto y vanos), otros han sido añadidos. Aún conserva la carpintería original de maderas preciosas, con tirantes pareados y lacerías de influencia rococó, el diseño de fachada original está protegido por un alero de tornapunta. Para el año 1833, como parte de un testamento, es mencionada la casa, propiedad de un miembro de la familia Íñiguez. Juan Antonio Íñiguez expone que por motivos de enfermedad y no tener sucesión la deja a su madre Ana Luisa León.
Aunque el contexto en que se trabajó estaba totalmente alterado, se rescató la mayor cantidad de material posible, se contabilizaron 1 982 piezas arqueológicas procedentes del patio y del interior de la vivienda; en el patio se descubrieron varios niveles de piso y al menos dos letrinas. Las piezas rescatadas estaban deterioradas y fragmentadas, pero fue posible reconocer una tecnología de confección similar a los ceramios encontrados anteriormente en los inmuebles cercanos: superficies alisadas, piezas de color oscuro por el hollín, tamaños que van desde pequeños a medianos, con espaldares curvos y rectos, bordes circulares y semicirculares, fragmentos de vasijas cerradas y globulares, pasta granulosa y que muestran buen acabado. Ciertos elementos nos hacen pensar, con atrevimiento, en la existencia de una industria alfarera con un sello distintivo. Esta colección aparece junto a material europeo en el que se destacan las mayólicas españolas tempranas, mayólicas mexicanas, cerámica ordinaria bruñida pintada o con engobe México pintado, material lítico con elaboración secundaria a partir de tecnologías aborígenes y una boca de jarra de aceite con características del estilo temprano. La continua aparición de este tipo de material en el centro histórico de la ciudad nos obliga a ver el fenómeno en su conjunto, pensando en la posibilidad de que en la comarca estuviese sucediendo un proceso histórico y cultural formativo desde el siglo XVII.
-¿Qué investigaciones se están llevando a cabo actualmente?
A partir del año 2013 la Oficina de Monumentos y Sitios Históricos de Holguín comienza un proyecto investigativo nombrado “Hatos Fundadores: un estudio desde la historia y la arqueología”, con el objetivo de determinar la contribución cultural de los primeros hatos en la región nororiental holguinera entre 1545 y 1700. La novedad científica fue utilizar la arqueología para tratar de ubicar geográficamente los centros de estos primeros hatos, analizando el contexto arqueológico de dichos lugares. Los sitios propuestos para explorar serían El Yayal, Las Guasumas, Managuaco, Uñas, Cacocum y Holguín.
Es notable la curiosidad que manifiesta el hombre por conocer lugares que desempeñaron un papel específico en la fundación de un pueblo o ciudad. En la década de los 80 del siglo pasado se realizó una expedición cubano-soviética para tratar de ubicar y legitimar la ubicación de la encomienda perteneciente al padre Las Casas cerca del río Arimao en la zona de Jagua, desde entonces el arqueólogo cienfueguero Marcos Evelio Rodríguez Matamoros ha tratado de caracterizar el temprano contacto indoeuropeo. Asimismo ha ocurrido con Pueblo Viejo, en Camagüey, donde un equipo con el investigador Iosvani Hernández al frente exploró y estudió profundamente un yacimiento cercano a la bahía de Nuevitas para confirmar o descartar la primera localización de la villa Santa María del Puerto del Príncipe. En estos momentos investigadores habaneros están tratando de encontrar el sitio de fundación de la villa San Cristóbal de La Habana en la costa sur del territorio.
En el caso holguinero en mayo del 2013 la Oficina de Monumentos y el Departamento Centro Oriental de Arqueología exploraron el sitio El Yayal y se comprobó la existencia de material en superficie en una locación que se creía estéril. Apoyados en la memoria histórica popular los arqueólogos e historiadores localizaron en un sitio nombrado La Escondida del Naranjo evidencias del siglo XVIII en superficie, que por la ubicación cercana al río las Guasumas, características naturales y semejanza con la descripción que ofrece el obispo Morel de Santa Cruz, se piensa estén relacionados con el sitio Las Guasumas. En julio de 2014 se exploró y excavó el área de Managuaco por un equipo de especialistas liderados por el doctor Roberto Valcárcel Rojas, arqueólogo del Departamento Centro Oriental de Arqueología. Esta institución desarrolla el proyecto Cultura Material en entornos de interacción indohispana, dirigido por Valcárcel, que también nos está acercando a detalles importantes de este asunto.
La historiografía alega la existencia de primitivos asentamientos, encomiendas o haciendas que posteriormente darían lugar a extensos hatos de explotación ganadera. El temprano repartimiento de las tierras al norte de la jurisdicción bayamesa denuncia una apertura y afianzamiento de la experiencia hatera. Se conoce que en 1527 Diego de Ávila tenía una naboría en Banes y que otra naboría, primeramente de Alonso de Mendoza y Juan Mosquera, era poseída al 50% por Manuel de Rojas. Para 1538 existía una encomienda en Alcalá, propiedad de Lope Hurtado, funcionario de la ciudad de Santiago de Cuba. La arqueología ha demostrado con evidencias materiales un temprano contacto indohispano en el sitio El Yayal. Creo que este sitio fue sede de la encomienda de Bartolomé de Bastidas para luego pasar a manos de García Holguín y Diego de Lorenzana. El centro del hato de Holguín pasa en 1545 para el paraje de Cayo Llano, donde hoy se encuentra la ciudad. En 1598 el capitán Lizana Luyando solicita al cabildo santiaguero el amojonamiento de sus hatos de Barajagua, merced que se le había otorgado a los originarios pobladores de Cuba, según el texto de Ángela Peña sobre la Virgen de la Caridad. La merced del hato de Cacocum en 1599 cerraría la distribución de las tierras de la extensa área al norte de la villa bayamesa. Para valorar estos acontecimientos claves en la historia holguinera, sin dudas hay que conectar la historia con la arqueología.
-¿Cómo han contribuido los resultados obtenidos hasta el momento a la interpretación de la historia temprana de la ciudad?
En algo más de una década han sido recurrentes los hallazgos, principalmente en el centro histórico de la ciudad de Holguín, de una cerámica de barro oscura con muestras de haber sido confeccionadas con técnicas aborígenes, asociada a materiales europeos y mexicanos de los siglos XVI, XVII y XVIII, conocida como cerámica de tradición aborigen. La sistematicidad que se ha logrado en los proyectos investigativos, donde se dan la mano especialistas del Departamento Centro Oriental de Arqueología del Ministerio de Ciencia y tecnología y los de la Oficina de Monumentos y Sitios Históricos, ha demostrado la supervivencia del indio y su adaptación a una sociedad en evolución, viviendo a su ritmo social, apegado a las manifestaciones de una cultura material propia, en la medida en que la dinámica colonial se lo permitía.
Es clave la abundancia de material arqueológico, que tiene mucho que decir en cuanto al desarrollo económico y social de nuestra ciudad. Este nos acerca a una presencia poblacional, si no a principios del siglo XVII, sí en la segunda mitad del propio siglo. Las fuentes primarias de los siglos XVI y XVII son pocas, por tal razón la arqueología es tan necesaria. Esta ha brindado datos que describen una sociedad criolla con patrones culturales en pleno desarrollo, donde conviven el blanco, en muchos casos perteneciente a la clase hacendístico-ganadera, el indio y sus mestizos, que al parecer logran conservar elementos de su cultura material, pardos y morenos libres, y el negro esclavo.


LO MAS POPULAR DE LA ALDEA