“El Oriental”, periódico de Holguín publica en su edición del miércoles 20 de enero de 1864, en su apartado de GACETILLAS, la nota siguiente que reproducimos con interés por dar cuenta de la muerte de la Gran Benefactora de Holguín y Gibara.
GACETILLA
CON MUCHO GUSTO. En esta sección del periódico vamos a insertar una comunicación que se nos dirige desde Gibara y a la cual damos lugar preferente a pesar de que no estamos muy seguros sobre la autenticidad de las iniciales con que viene suscrita. Pero, ¿qué importa? El artículo no está mal escrito y él propende a condensar el mérito de una virtuosa Señora a quien la iglesia y la humanidad deben mucho.
Dice así la citada comunicación:
Sr. Redactor del Oriental.
Muy Sr. mío: ¿Tendrá Vd. La bondad de dar cabida en las columnas de su periódico al siguiente comunicado? Seguro que sí, porque Vd. es muy amante de las virtudes, y mi artículo solo tiene por objeto publicar las de Doña Victoriana de Ávila Romero (Q. E. P. D.)
Esta Señora, que en sus primeros años y mientras fue casada, solo se la conocía por su respetable apellido y porque siempre fue caritativa con el indigente, ha hecho su nombre inmortal con los actos de caridad y beneficio público que después de viuda ha consignado a la posteridad.
Al fallecimiento de su esposo se hizo cargo de un capital con el que socorrió a muchos pobres con sumas considerables. Con ese capital hizo construir la bonita Iglesia que hoy es el más hermoso adorno de Gibara. Para esta Iglesia hizo traer ornamentos de lujo, entre ellos un palio y un guión, que no pudiendo usarse aquí, los regaló al Hospital de Caridad de Holguín para que con su producido se cubriesen las necesidades de aquel asilo.
En las calamidades públicas, en las suscripciones de todas clases y a la voz del mendigo, siempre fue generosa y su alma angélica nunca se encontró saciada, a pesar de tantos beneficios.
El trece en la madrugada se elevó a la mansión de los justos, dejando a su inconsolable familia con el profundo pesar de que participan todos los que la conocieron.
Se le hizo por la tarde el lucido entierro que merecía, acompañándola a su última morada un numeroso cortejo que se despidió en el cementerio deseándole que la tierra le sea leve.
M. B.C.
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