La ceremonia de fundación de Gibara en 1817 estuvo amenizada por los acordes de una orquesta y la misa solemne que se celebró en ese día contó con un coro que ejecutó música religiosa, marcando de esta manera el nacimiento de la población. Orquesta y coro, por supuesto, vinieron desde otro lugar, pues el poblado comenzaba a formarse a partir de ese mismo momento.
En la década de los años treinta del siglo XIX existen referencias sobre música religiosa y también profana interpretada en Gibara durante la celebración de las fiestas de altares de la cruz.
Hacia 1840 la Iglesia Parroquial contaba con un coro dirigido por el pardo bayamés Rafael Mesa, quien fungía como sacristán de la misma. Por esta época se iniciaron también las tertulias familiares en las que muchas veces se ejecutó música vocal e instrumental.
Además en esa etapa fueron utilizados ocasionalmente los almacenes del comerciante extremeño Don Álvaro Prieto para desarrollar bailes amenizados por agrupaciones musicales.
A partir de 1860, un mayor desarrollo socioeconómico del poblado gibareño, estrechamente relacionado con la continua entrada de embarcaciones en el puerto, abrió nuevos horizontes a las manifestaciones musicales. En esta década surgió una banda civil en la población dirigida por Don Miguel Pascual y Ferrer.
Al iniciarse la guerra de 1868 existía ya un casino, el “Príncipe Alfonso”, que desarrollaba bailes y conciertos.
Durante la guerra la población de gibareños se triplicó y la vida social, aunque esto sea paradójico, se intensificó, como consecuencia de la llegada de numerosas familias de españoles y de elementos afines a España, que abandonando sus residencias en la vasta jurisdicción holguinera se mudaron a Gibara en busca de la seguridad que les ofrecía el puerto y el sistema de fortificaciones; esas familias poseían en su inmensa mayoría cierto poder económico y traían a sus hijos e hijas jóvenes, ansiosos de diversiones, los que coincidieron en el pueblo con la tropa, pero sobre todo con la oficialidad de los regimientos españoles destacados en la Villa y de las tripulaciones de los barcos de guerra que muy frecuentemente arribaban al puerto. Tanto los regimientos del ejército regular como la marina poseían bandas de música, las actividades sociales se multiplicaron, desarrollándose bailes y retretas que fueron conformando el gusto musical de los vecinos de Gibara.
Por estos tiempos se mencionan especialmente la banda del Cuerpo de Bomberos y la del Batallón de Cazadores de Santander, destacado en Gibara. Al finalizar la guerra existían en las casas de la villa más de 30 pianos.
En ocasiones se carece de información para poder seguir la secuencia del desarrollo de la música local, no obstante, se conoce que en la década de los 80 del siglo XIX surgió una de las mejores orquestas típicas que tuvo la villa dirigida por Juan Miguel Gómez, que ofrecía conciertos y amenizaba bailes, e incluía en su repertorio valses, sones y guarachas.
Durante esta década y la siguiente se sigue entonando música en las tertulias familiares, son frecuentes los bailes en las instituciones de recreo, las retretas en la plaza pública y la visita de bandas, sobre todo de la Marina. En 1890, con la inauguración del Teatro del Casino Español, se cuenta con un magnífico local para el desarrollo de actividades que incluyan música.
A partir de 1902 cobran auge las manifestaciones musicales entre los alumnos de las escuelas públicas y privadas.
Entre los gibareños que adquieren fama en el ámbito musical nacional e internacional en las primeras décadas republicanas se cuentan el violinista Fermín Cardona Urgellés, el guitarrista José Rey de la Torre y el compositor Rafael Vega Caso.
En 1925 surgió el primer trío de reconocido prestigio en la Villa: el de José Romero Yero, pero fue durante la década de los años treinta cuando se inició un despegue de agrupaciones musicales en la localidad. En 1938 debutó la orquesta tipo jazz-band “Villa Blanca” dirigida por Víctor Roberto Cruz Velasco (Rubén), que coincidió en tiempo durante los años cuarenta con las orquestas “Gómez-Suárez” (conocida también como “Sonora Cristal”), con las “Hermanos Angulo” y “Hermanos Gómez” y con los conjuntos: “Los Amigos”, dirigido por Ángel Perez (El Pombo), el de Carlos Bruceta y el de la familia Hernández-Mayo. Estas agrupaciones estuvieron casi totalmente formados por músicos empíricos, o “de oído” y surgieron y se desarrollaron en un momento en que Gibara era la estación veraniega de Holguín, visitada por centenares de personas ansiosas de diversión, lo que permitía dar contenido de trabajo a estas y otras orquestas que amenizaban las fiestas desarrolladas en muchas ocasiones de forma simultánea en tres balnearios y además en otros locales sociales. Los músicos gibareños encontraron una fuente de trabajo relativamente bien remunerada en una época difícil para muchas personas en esta población. Quizás fue esta una de las causas del desarrollo de las agrupaciones musicales locales.
Este auge inició una curva de descenso a partir de mediados de la década de los años cincuenta al irse trasladando cada vez más la afluencia de veraneantes holguineros hacia la playa de Guardalavaca y también como consecuencia de la crítica situación social en que se sumió el país durante el gobierno de Fulgencio Batista. Luego del triunfo revolucionario, en 1960, surgió la orquesta “Siboney”, dirigida por Juanito Angulo, y en 1969, “La Tropimar”, dirigida por Rubén Cruz Cuesta (Purro).
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En esta etapa surge un poderoso movimiento de aficionados, en el que se destacan grupos musicales como: el conjunto “Los Amigos” que luego toma el nombre de “Conjunto Típico Unión Gibara”, el grupo “Melodías Fértiles”, de la Fábrica de Hilazas de Algodón “Inejiro Asanuma”, el “Trío Villa Blanca”, la orquesta típica “Ídolos del Ritmo”, el coro de la Milicias Nacionales Revolucionarias dirigido por Antonio Lemus Nicolaus, el cuarteto “Los Zafiritos”, los grupos “CH4”, grupo “Los Caminantes”,de Floro Pérez, el trío “Los Duques”, la brigada infantil “Víctor Jara`, el Coro Infantil “Los Amiguitos de la Cultura” y otras agrupaciones más, entre ellas el grupo femenino “Bahía” y el trío de “Los Hermanos Galván”, y en los momentos actuales el Grupo “Aguapé”, el trío “Galace”, el cuarteto “Ópalo”, algunos tríos y numerosos solistas, algunos trovadores, que conforman el movimiento de artistas aficionados con resultados relevantes en eventos nacionales e internacionales, aún cuando en estos momentos se carece en la localidad de agrupaciones profesionales.
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