¿Que hay un órgano que canta? No tiene importancia, y para demostrarlo, cuenta: “Luis, un viejo veterano de la Villa, vivía hace muchos años por Santa Rosalía, y encontrándose en muy malas condiciones económicas, decide dar un baile en su humilde bohío, al que todos concurren, entre ellos yo, deseosos de ayudar a Luis con los treinta centavos que cobraba; el baile fue un éxito, y en el salón, todo repleto de parejas; bailábamos al compás del acordeón tocado por el propio Luis; y a medio del baile llega al salón una pareja de vecinos, destacándose ella por su traje de amplias flores, su cabellera negra, ojos grandes, boca sensual y esbelto cuerpo, los que quedan parados en la puerta del bohío, en espera de poder entrar; Luis, que tocaba lleno de bríos para su edad el acordeón, fija su mirada en ella, y mientras seguía tocando, su subconsciente iba saboreando aquel espectáculo, que se manifestaba en el toque del acordeón, y así iba diciendo:
Y al Sordo de Cayo Sordo, en la bahía de Naranjo, territorio gibareño, famoso por su pesca, que viendo que todos los hacían, adquiere también cordel, anzuelo y carnada, y con ellos, desde su cayo, al oscurecer, tira el cordel, para ver como todo el mar, en dirección a la salida de la Bahía se agita de tal forma que le asusta y hace correr hacia su bohío donde se encierra; y ya de mañana vuelve al mismo sitio para ver en la claridad del día que todo se debía a un enorme tiburón que estaba saliendo de la bahía, cuya cola aún estaba cerca del cayo.
A Juan Ramón, que estando pescando frente a Vita, ve ya amaneciendo una sombra que lentamente se desliza por debajo de su bote, y que era producida por enorme “peje”, de impresionante tamaño; y su promesa, como buen gibareño, de regresar al día siguiente para pescarlo, adquiriendo para ello en Gibara, alambre y una res muerta, todo lo cual lanza al mar frente a Vita, amarrando su extremo en el muelle de Vita, y a más de ello en una enorme ceiba; quedando dormido en espera del regreso del “peje” para encontrarse al despertar en un lugar desconocido para él, lo que se debía a que éste al tragarse la carnada, con su fortaleza había arrancado el muelle, ceiba y tierra, que a modo de isla se veían en la lejanía arrastradas por el “peje”. Y como sufrí al no poder llevarlo a la Villa. Nos dice todo angustiado.
Y a Juan Rondón, que por necesidad abandona la Villa, la busca de trabajo, llegando en su peregrinaje a la provincia de Las Villas, en una de cuyas fincas solicita trabajo, que no le pueden dar, pero sí cama y comida por una temporada al ver sus moradores su lamentable estado físico; viendo pasado varios días, que a la dueña de la casa le daban fuertes ataques, que solo se le pasaban al aplicarle el esposo cierta inyección; una noche sufre de uno de estos ataque, notando con dolor el esposo que no tenía inyecciones en la casa, por lo que corre a la habitación de Rondón, al que pide corra al potrero, tome su caballo que había dejado amarrado debajo de la mata de limón y en la Farmacia del pueblo, a dos kilómetros de distancia, adquiera la salvadora inyección, lo que éste hace, regresando con ella, que aplicada por el esposo salva la vida a la moribunda esposa; vuelta la calma, se dirige Rondón a la tranquera de la finca, para encontrar que el caballo se encontraba tirado en el suelo, ya muerto, al faltarle la cabeza, acción que estimaron obra de un loco; pasan meses, cuando una noche, pide a Rondón el dueño de la finca que a la mañana siguiente vaya por limones a la mata del potrero, que éste lo hace, para encontrar la cabeza del caballo colgando de una rama, dándose cuenta que en aquella noche al tirar de la soga en que éste estaba amarrado, se le había desprendido al caballo la cabeza, y que así había ido al pueblo y regresado a la finca; y eso no era nada, afirma, que de la cabeza ya estaba saliendo un caballito.
Sabrosona,
Coquetona,
La de las floronas,
etc.
que escuchado claramente por el esposo, se dirige hacia Luis, dándole un fuerte golpe sobre su cabeza, que le hace caer al suelo, cayendo con él el acordeón, que al cerrarse en el piso canta lo que Luis en su subconsciente había manifestado verse golpeado y dar con el suelo:
Aaaaaaaay, que me muero!
Y si quieres pasar una noche inolvidable, que Tiano Verdecia, de gran vena humorística, ya cómico, ya trágico, según las circunstancias, te cuente sentado en uno de los bancos del Parque de Las Madres, sus aventuras. Su visita al Parque Zoológico de New York, y su entrada al salón donde exhibía en una gran jaula a una mono “araña”, el más grande, fuerte, fiero y salvaje de los monos araña en cautiverio, que le impresiona y hace correr hacia la entrada, con su aspecto, saltos y gritos, siendo detenido en su carrera y mantenido frente a la jaula por su compañero de visita, también gibareño; pasado el susto, como buenos gibareños no tardan el olvidar el sitio y el mono para hablar de su lejana Villa, sin darse cuenta habían quedado solos, de cuyo letargo son despertados por el propio mono, que les hacía indicaciones de acercarse a la jaula, que le anima al oírle decir: no teman, ¿no me recuerdan? ¡Si yo soy Tite! Era un gibareño disfrazado de mono araña. Cuando estando hospedado en el exclusivo “Word Astoria”, del propio New York, se le ocurrió cantar, como cantó estando bañándose, “La Bella Cubana”, sorprendiéndose oír tocar en la puerta de la habitación al Administrador del Hotel acompañado de un Vigilante de la Policía, para suplicarle no cantase más, que estaba con ello interrumpiendo el tráfico por Times Square; siendo llevado al balcón para que viera al público estacionado en la calle, que al verlo le brindó la más cálida y espontánea de las ovaciones. De su visita a la Meca del Cine, Hollywood, como invitado especial de los dirigentes de la Columbia Pictures; de su llevada a la exhibición privada de su última película y acompañado nada menos que por la esposa de su máximo director, en cuya exhibición, al ver que el protagonista de la película daba muerte a su rival de una certera puñalada, grita y se desmaya, para verse, pasado el momento que estimó de debilidad y bochornoso, felicitado por al alta directiva de la empresa y mencionado por los críticos teatrales, por ser el único en haber notado la veracidad en la escena, en que el protagonista aprovechando el acto había dado muerte cierta a su rival en amores. Cuando saliendo del Puerto de Gibara en dirección a Vita, una fuerte e inesperada tormenta tropical lleva al garente la embarcación por dos largos días, para dejarla frente a unas tierras para ellos desconocidas y que resultaron ser las costas de la Florida; y su sufrimiento al ver que faltos de comida y de agua no podían llegar a ella por no llevar consigo los pasaportes que los autorizaban a desembarcar en territorio de los Estados Unidos. Cuando estando ya en la Bahía de Nipe se les hunde la embarcación, haciéndose cargo del salvamento de la tripulación, ordenando que seis de los náufragos se colocasen a su derecha y seis a su izquierda, dirigiéndose en esa forma hacía la costa, y como los tiburones iban comiendo ya a uno de la derecha, y a otro de la izquierda, hasta llegar a tierra, a la que llega solo, al haber protegido así su cuerpo en esa bahía tan infestada de tiburones, con los cuerpos de sus compañeros.
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