En El Oriental, periódico de su propiedad y dirección y del que es el redactor, don Antonio José Nápoles Fajardo publica el viernes 08 de abril de 1864, (Año II No. 135), esta despedida:
AL PÚBLICO
Los achaques de salud que hace tiempo me atormentan, me obligan a ausentarme de esta ciudad, quedando la responsabilidad literaria de este periódico a cargo del Ldo. Don Manuel Álvarez y Céspedes y la responsabilidad tipográfica a la del Sr. Don Eduardo Salas y Jiménez, regente de este establecimiento y persona bajo todos conceptos apreciable.
Al separarme esta vez de Holguín, (quien sabe si por poco tiempo), en donde dejo dos pedazos de mi corazón, donde dejo, quizás para no encontrarlo más, a mi segundo padre, y en donde, por último, quedan tantos amigos como personas he tratado, no puede menos mi alma que afectarse entre pesarosa y satisfecha: lo primero porque me ausento de tantos objetos queridos y lo segundo por lo que envanece a los hombres de buena voluntad la idea de no tener enemigos.
Ahora, pues, solo deseo recobrar la salud para tener la honra de volver a hallarme entre mis amigos y al frente de esta publicación; más, si la suerte me niega este placer y Dios en sus altos juicios dispone de mi existencia, os ruego que viváis como hasta aquí, unidos, que propendáis a la división y subdivisión de los terrenos, que es la verdadera y única palanca de Arquímedes que podrá remover las causas que detienen el progreso de esta jurisdicción, y el único medio de que se lleven a cabo proyectos que por más que vivan en buenas cabezas, no podrán salir de la esfera de las utopías.
Os pide siempre un recuerdo de amistad vuestro consecuente amigo:
Antonio José Nápoles y Fajardo.
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En el mismo número, el director suplente y redactor, también da la noticia de que el periodista ha marchado a recobrar su salud.
DESPEDIDA. En otra parte verán nuestros lectores la sentida despedida que hace nuestro amigo Don Antonio José Nápoles, cuyos achaques le impulsan a ir a apartados climas en busca de la salud, que de todo corazón le deseamos. Mientras dure su ausencia se esforzará el nuevo Director del Oriental en dar a este periódico todo el interés y amenidad que reclama esta clase de publicaciones en la que tan inteligente, digno y complaciente se ha mostrado siempre el Sr. Nápoles. Le deseamos un pronto y feliz regreso.
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Y el 05 de junio de ese año, desde Isla de Pinos, llegan cartas de Antonio José, que sigue periodista hasta en los momentos en que atiende su salud:
CARTAS
AL BELLO SEXO DE HOLGUÍN.
Aquí me tenéis, bellísimas lectoras, en la isla de los pinitos, como la llama el buen amigo Sr. Montaos. Aquí estoy, en Gerona la nueva, sin poderos decir en que pueda parecerse esta población a la antigua ciudad catalana con cuyo nombre la han bautizado, por la sencilla razón de que no conozco a la última, aunque presumo que el llamarla Gerona habrá sido pensamiento de algún patricio de aquella ciudad que ha querido pagar a su pueblo con ese rasgo perpetuo y delicado de reconocimiento.
Nueva Gerona es una preciosa población de ciento y pico de casas construidas en calles tiradas a cordel; la mayor parte de ellas son de mampostería y tejas, teniendo todas, aunque sean de guano, portal a la calle, sistema de construcción utilísimo bajo todo conceptos y que debe o debió adoptarse en Cuba por todas las poblaciones. Las calles son de tal anchura que cuatro carruajes pueden correr en ellas en todos sentidos y el piso de un terreno rojo que tira a morado es de tal consistencia por el perdigón que contiene, por mucho que llueva, jamás se humedece la suela del zapato. Hay en la ciudad o pueblo un bonito templo, un cuartel y entre el embarcadero y el poblado, un paseo de reciente construcción.
En toda esta isla se vive patriarcalmente, ni se pagan derechos por los establecimientos, excepto los reales derechos para apertura, ni se pagan impuestos ni arbitrios municipales, ni se conocen el diezmo y las primicias, todo lo cual hace el Gobierno deseoso de contribuir al fomento de la población de esto que debe mirarse como una colonia de Cuba.
La población de la isla puede calificarse del modo siguiente: empleados, propietarios (que son pocos), enfermos y deportados.
Sobre los últimos se nos ocurren muchas cosas que decir, pero nos concretaremos por hoy circunscribiéndonos a las exigencias de esta clase de escritos y solo diremos que no se logra el laudable objeto que se propone el Gobierno con la deportación de esos viciosos a Nueva Gerona y Santa Fe, porque esos infelices que no hayan acogido bajo el techo de las personas honradas, vagan por las calles y el campo y por más vigilancia que ejerzan las autoridades locales, es claro que ellos no han d morirse de hambre y cuando no se mueren algo comen y cuando comen, de algún modo lo consiguen.
La isla de Pinos tiene hoy la suerte de ser por una Autoridad digna del aprecio de las personas que contemplan en los gobernantes la base de la sociedad. El Sr. Don José Rodríguez, comandante de infantería, reúne a las amables dotes de un hombre de buena sociedad, la previsión, celo, probidad y firmeza de carácter que son las dotes que deben adornar a los hombres a quienes se confía el espinoso encargo de regir los pueblos.
En Gerona existe un gran hotel que yo llamaría casa de pupilos: ocupa media manzana y tiene ventiladas habitaciones al patio y a la calle, pero, sobre todo, lo hace muy aceptable la urbanidad de su dueño, Don Pedro Fargas y el excelente trato de algunas personas ilustradas y sensatas como el Sr. Don Andrés de la Peña.
Aquí hay una sociedad de Beneficencia domiciliaria y entre los ramos con que cuenta para allegar fondos tiene un baño público en cuyas aguas predominan la magnesia y el hierro.
Los alrededores de Gerona no tienen nada que admirar aunque entre el pueblo y la Sierra de Casas hay un valle que me recuerda el llano de Holguín. Los patios de las casas están llenos de frutales cuyo sabor es superior al de la que se comen en la Habana; pero sobre todos abunda y sobresale el guanábano, que suele producir frutos hasta de catorce libras de peso.
En ésta recibo con mucha exactitud “El Oriental” y las cartas de mis amigos, lo cual testifica el buen cumplimiento de los funcionarios de correo en Holguín, la Habana y Nueva Gerona.
Hoy, mis lectoras, es día de mi santo porque el almanaque dice Sábado. San Bonifacio mártir, de suerte que en este día y cuando concluya esta carta, voy a tratar de echar la casa, no por la ventana sino por el ojo de la llave: después que tome un baño en el termal y me trague tres copas de agua del manantial de hierro, volveré a pensar en mi Holguín, en mis hijos, en mis amigos y en vosotras y tratando de inspirarme, daré principio a la celebración de mi santo con unos versos que habrán de empezar así:
En una tabla bailando
Estoy como cirivilla,
Y digo de cuando en cuando
Si no caigo es maravilla.
Después que termine la festividad de mi día, entraré a considerar que pasado mañana lunes, es SAN JUAN NEPOMUCENO, día del santo de la primera autoridad de Holguín, no solo por la posición que ocupa, sino por los beneficios que ha hecho a la jurisdicción, persiguiendo y exterminando los malhechores, haciendo componer y cuidar calles, caminos y sobre todo estableciendo con laudable celo, institutos de educación, porque él dice “que al pueblo se debe instruir para que distinga el bien del mal”, santa máxima que hace honor al gobernante y por lo mismo saludadle en mi nombre y decidle que en él, en vosotras y en Holguín está siempre pensando vuestro amigo.
Bonifacio.
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El domingo 14 de agosto de 1864 “El Oriental” (Año 3. No. 32) insertó lo que seguidamente reproducimos:
Sr. Director del Oriental
Holguín 10 de agosto de 1864
Muy Sr, mío: he de merecer de la atención de V., se sirva insertar en las columnas del “Oriental” el siguiente remitido a cuyo favor quedará reconocido su atento s. s. q. b. s. m.
Lcdo. Manuel Álvarez
“Cumplido ya el compromiso que contraje con el Sr. Propietario del periódico “El Oriental” de dirigir y administrar dicha publicación durante el viaje que emprendiera a la Isla de Pinos, pongo en conocimiento del público que desde el 1º del actual entregué la dirección y administración de dicho periódico, no perteneciendo desde aquella fecha ni directa ni indirectamente a la redacción de “El oriental”.
En los cuatro meses que ha estado bajo mi dirección, me es altamente satisfactorio creer que no solo he procurado dar al Oriental toda la originalidad e interés posible, sino también que he logrado mantener su crédito en medio de una de esas competencias que ponen a prueba la estabilidad de las publicaciones periódicas.
Igualmente manifiesto al público que por ahora me abstengo de ocupar su atención con ningún género de escritos, reservándome para más tarde (si las circunstancias me lo permiten), fundar una nueva publicación periódica que con el título de “Semanario holguinero” verá la luz pública todos los domingos. Es cuanto tengo que manifestar al público.
Manuel Álvarez