(Con información obtenida de los Dres. Carlos Antonio Córdova Martínez, Laureano Calzadilla Anido y José Fernando Novoa Betancourt.
Centro de Estudios sobre Cultura eI Identidad Universidad de Holguín)
…porque aquí el que no tiene de Congo, tiene de Carabalí.
Como mismo de los primeros habitantes blancos de la región holguinera, los documentos notariales permiten demostrar que la “población de color” esclava vendida o comprada en Holguín también era criolla, como se demostrará a continuación.
Entre 1746 a 1800 se produjeron 519 ventas de esclavos.
De ellos 333 criollos, lo que representa el 64,04 %.
Esclavos africanos de nacimiento fueron 187, que significa el 35,96 %.
En el mismo sentido, se mencionan 114 esclavos criollos vendidos a los que se les denomina “mulatos”(1) (Las notas aparecen al final), o sea, el 21,92 %.
Entre los mulatos existía el subgrupo especial de los “chinos” o cuarterones, que eran individuos casi blancos, hijos de mulatas esclavas con blancos.
En los documentos de compraventa en Holguín se detectaron 9 individuos “chinos”, lo que representa el 2,7% entre los esclavos criollos.
En los párrafos siguientes nos dedicamos a descifrar de qué parte del África vinieron los esclavos nacidos en ese continente que vivieron en Holguín.
(Hasta alrededor de 1780 la documentación notarial que se conserva en la localidad precisaba la procedencia étnica de los esclavos africanos, pero luego de esos años aparece cada vez más el término genérico de “bozal”, lo que anotamos para declarar que la información que se ofrece no es concluyente).
Se conserva documentación de la venta en Holguín de 187 africanos. De ellos solamente aparece señalado el lugar de procedencia de 96 casos.
El grupo más numeroso es el de congos con 52 (lo que significa el 54.16 % de los 96 que conocemos su procedencia).
Le sigue en orden de cantidad los carabalíes con 24 (25%),
Y por último, con cifras, oscilantes entre 1 y 5 se encuentran las etnias bibí, mandinga, mina, arará, lucumí, viafara y gangá.
De los números anteriores se deduce que el mayor aporte africano en la jurisdicción holguinera lo dieron los congos y los carabalíes. El legado de las restantes etnias es prácticamente insignificante, por tanto aquí si se cumple lo que dice el refrán tradicional cubano: aquí el que no tiene de congo tiene de carabalí.
Treinta y seis testamentos de blancos propietarios dictados entre 1746 y 1800 dan fe de la presencia de esclavos como parte de sus propiedades y asimismo dicen su procedencia, sumando un total de 149 esclavos.
De ellos 122 son criollos (nacidos en la Isla), lo que representa el 81,88 %.
Nacidos en África: 27 (el 18,12 %).
Otro dato significativo es que el 50,82% de los criollos son clasificados como mulatos, lo que significa que las casas patriarcales holguineras eran verdaderas “fábricas de mulatos”(2): y si no, vean estos otros datos. En los testamentos se alude a 44 menores esclavizados, de ellos son mulatos 33, o sea, el 75% del total.
Otro elemento conseguido en los testamentos (y que no deja de ser curioso), es el alto por ciento de masculinidad entre la población esclava holguinera. Del total 149 esclavos incluidos en los 36 testamentos leídos, nada más eran mujeres 77.
Y en el resumen de compraventas, de los 519 esclavos, eran mujeres 224. Este dato ofrece otra información, que es, la tendencia a vender menos los esclavos domésticos, de los cuales las mujeres formaban el grupo mayoritario.
En resumen, el índice de masculinidad entre los esclavos criollos era de 54,65% y entre los esclavos africanos de 60,96%.
En el caso particular de Holguín, el problema de la falta de mujeres entre los esclavos no se debía a una desproporción significativa entre los sexos de los esclavos introducidos, sino a que los blancos, y también los individuos “de color” libres, arrebataban las mujeres a los esclavos; o que ellas, por razones de conveniencia, preferían a los blancos. De otra forma no se podría explicar el predominio de mulatos entre los infantes. La afirmación anterior se sustenta en el análisis de las cartas de horros. En ellas es alto el número de padres morenos libres que compran la libertad de sus hijos. Y este siguiente es ejemplo que reafirma lo anterior:
“Sépase como yo Don Juan Ignacio Aguilera, vecino de esta ciudad de Holguín que doy libertad a un mulatico, mi esclavo, nombrado Pedro hijo de Antonia, mi esclava, por haber recibido del mulato Francisco Paula Herrera, marido de esta y padre de aquel, la cantidad de sesenta pesos en que fue apreciado cuyo mulatico, por lo que desde ahora es libre (...)”(3).
Y asimismo en los viejos documentos notariales holguineros aparece a menudo una información “sospechosa”; esa es la que dice de muchos amos blancos que dan la libertad a esclavos mulatos recién nacidos, por el “mucho amor que les tienen”. (¿O será que esos eran sus hijos o nietos?).
Entre los anteriormente mencionados se encuentra hasta el mismísimo párroco Cristóbal Rodríguez, que sirvió en San Isidoro entre 1758 y 1761. Dice un documento que aquel concedió la libertad a dos mulaticos nacidos en su casa, hijos de su esclava Margarita. En ambos documentos se señala que lo hace “(...) por el mucho amor que le tengo desde su nacimiento y por lo mucho que le plugue a Dios ver libre a los pobres esclavos (...)”(4).
Que Dios nos perdone si difamamos al cura, pero… este individuo de origen santiaguero unía a su labor religiosa la de propietario de tierras y ganado mayor y asimismo fue uno de los que concedió más cartas de libertad. Incluso, cumpliendo el testamento de su madre, el presbítero tuvo que cumplir la engorrosa tarea de localizar, comprar y luego darles la libertad a los hijos de antiguas esclavas propiedad de su progenitora que habían pasado a otros propietarios.
Pero el antes mencionado no fue el único cura que liberó esclavos. El que sigue es otro ejemplo:
“Sepase p. esta carta como Yo Don Francisco Moreno, Presbitero y Vicario Juez en este Pueblo de Holguín y su Jurisdicción y Domiciliario deste Obispado, declaro que tengo una Esclava nombrada Rosario, de treinta o más o menos, que me pertenece (...) y así mismo un negrico nombrado Rudesindo, mi esclavo de diez años de edad hijo de la dicha negra Rosario y que causas justas me movieron a ello y por eso le he prometido liberar al negrico de la sujeción y cautiverio en que está, por el mucho amor que le tengo y por haberse criado en mi casa. Y asimismo otorgo la libertad a mi esclava Rosario. Testifico y firmo (...) en doce de Noviembre de mil setecientos cuarenta y siete. (...)”(5).
Más, para que no quede la opinión que solamente se liberaban a negritos que posiblemente eran hijos de esclavista, he aquí otros ejemplos de entrega de libertad.
En su testamento dejó por escrito el castellano Manuel González Ramos que era su última voluntad que después de su muerte se liberara “(...) un negro (...) Pedro Ladino, que por sus servicios y fidelidad con que me ha servido (...)” (6).
No todos los esclavos se liberaban después de la muerte del testador, sino que también podía ser en vida de él. Sigue un ejemplo, y, sí, tratase de otro cura entregando la libertad a una esclava, que no a un esclavo, (pero esto anterior fue dicho por mal pensados que somos los redactores, y por nada más).
“Sepase por esta carta de libertad como yo Don José Antonio Saco Abogado de la Ra Auda del districto Cura (...) Beneficiado por S.M. dela Parroquia de esta Ciudad de San Isidoro de Holguín digo que en los bienes que poseo tengo por mi esclava a una mulata nombrada Antonia Ramos natural del Pueblo de Santiago del Prado de las Reales Minas del Cobre, como de edad de treinta y ocho (...), y en atención a los buenos Servicios y Fidelidad con que hasta ahora se ha portado la expresada mulata, le tengo ofrecido la carta de su libertad, para que no este sujeta al pesado yugo del cautiverio (...)”(7).
Por cierto, este párroco de San Isidoro era el tío del prócer José Antonio Saco, y por el debió recibir Saco el nombre. (Lo anterior queda dicho sabiendo la costumbre de la época de asignar a los infantes el nombre del tío sacerdote).
Otra forma de adquirir la libertad era por arrendamiento:
“En la ciudad de San Isidoro de Holguín, en doce de diciembre de mil ochocientos años, ante mí, el Escribano Publico y Testigos, compareció la morena libre Juana Teodora Espinosa, vecina de la ciudad, a quien doy fe que conozco y dijo que Don Toribio Fernández, también vecino de esta, le ha prestado la cantidad de ciento ocho pesos para que libertase a su hijo Miguel con la condición de que le pagará la deuda con el trabajo del citado Negrito dándoselo en arrendamiento (...)”(8).
Por todo lo anterior es que antes hemos afirmado que la ciudad de Holguín fue fundada por gente blanca y hasta los negros se blanquearon.
Las estadísticas mostradas permiten afirmar que predominaron los blancos en la población criolla holguinera, y más al saber que casi absolutamente todos los vientres de las blancas eran “llenados” por blancos, y también muchos de las negras, dando lugar al denominado “adelanto de razas”, o sea, el surgimiento de los chinos o cuarterones.
Y lo que es más importante que el color de la piel, la cultura, la identidad…
En el siglo XVIII la población holguinera estaba conformada solamente por un 32 % de negros y mulatos que vivían en un visible estado de esclavitud patriarcal, por tanto el número elevado de mestizos condujo a que los aportes culturales africanos no fueran numerosos.
Con tales antecedentes se asume como característica identitaria de la sociedad holguinera que esta nació siendo criolla.
Sin embargo, la misma región en momentos de la conquista poseía una de las más numerosas y densas poblaciones aborígenes de Cuba. La pregunta es evidente: ¿Qué ocurrió con ellos?