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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

21 de junio de 2017

Faustino Orama, El Guayabero 11 (A mí y a todo el que conozco, nos gusta que baile Marieta)

Marieta: Faustino Orama, El Guayabero:



Se recuerdan aún los sitios y ambientes sórdidos de Holguín en los que habitualmente actuaba: los prostíbulos o casa de citas de María Vázquez, La China y El Chémbalo, donde absolutamente siempre era bien recibido con sus sones y guarachas picarescas, pletóricas de alusiones sexuales y choteo criollo.
Allí, donde actuaba, el solitario Faustino buscó y encontró compañía sentimental. Particularmente importante fue una mulata de radiante belleza y atributos físicos, que se convirtió en musa inspiradora de una de sus composiciones más famosas: Marieta. En retribución, la bailadora que noche tras noche del año 1948 veía bailar en el burdel de La China, Faustino la inmortalizó y hoy integra el “Diccionario de la mitología cubana. Catauro de seres míticos y legendarios de Cuba”, de Manuel Rivero y Gerardo Chávez[1]. En ese libro la Marieta, reina del baile, la diversión y la cama, está unida a otras beldades de su raza de la talla de Cecilia Valdés y Amalia Batista.

Marieta (Autor: Faustino Orama), Intérprete: Ibrahim Ferrer:



                  
                 Como baila Marieta (Son)
Letra y música: Faustino Orama Osorio

A mí me gusta como baila Marieta
Todo el mundo conoce a esa prieta,
A mí me gusta que baile Marieta
Ya to´ el pilón se acabó con Marieta,
A mí me gusta que baile Marieta…

Marieta por un trabajo
¡Ay Dio!
Me cobraste cuatro reales
¡Ay Dio!
Mi vida eres muy carera
¡Ay Dio!
Yo puse los materiales.

A mí me gusta que baile Marieta
Todo el mundo conoce a esa prieta.
A mí me gusta que baile Marieta
La precisa y me enseña la letra,
A mí me gusta que baile Marieta...

Marieta a mí me pidió
¡Ay Dio!
Tres pesos con disimulo
¡Ay Dio!
Y dijo que me pagaba
¡Ay Dio!
Con el tiempo y sin apuro.

A mí me gusta que baile Marieta
Así sabroso bailando Marieta.
A mí me gusta que baile Marieta
La precisa y me enseña la letra.
A mí me gusta que baile Marieta…

Afínense bien la lengua,
¡Ay Dio!
Que no se les vuelva un nudo,
¡Ay Dio!
La hija soltera de Clara
¡Ay Dio!
A diario me mortifica
¡Ay Dio!
El día que yo me incomode
¡Ay Dio!
Le voy a partir la cara.

A mí me gusta que baile Marieta
¡Ay!, con su diente de oro me engaña.
A mí me gusta que baile Marieta...
A mí me gusta que baile Marieta...

Hay un hombre que ha sembrado
¡Ay Dio!
Una yuca y se le ha dado
¡Ay Dio!
De un tamaño regular
¡Ay Dio!
El día que fue a sacar
¡Ay Dio!
Hizo al gobierno un encargo
¡Ay Dio!
Que decretara un embargo
¡Ay Dio!
En aquella sitiería
¡Ay Dio!
Por que la yuca tenía
¡Ay Dio!
Un kilómetro de largo

A mí me gusta que baile Marieta
A mí me gusta que baile Marieta...

Allí fue una comisión
¡Ay Dio!
Y la yuca analizaron
¡Ay Dio!
Y pudieron comprobar
¡Ay Dio!
Que daba buen almidón
¡Ay Dio!
En la misma información
¡Ay Dio!
Preguntaron si en él dio
¡Ay Dio!
Del campo en aquel retiro
¡Ay Dio!
La yuca nació sola
¡Ay Dio!
Y le dijeron que no
¡Ay Dio!
Que el dueño era Casimiro

A mí me gusta que baile Marieta
Mira mima tremenda yuquita,
A mí me gusta que baile Marieta
Que sabroso bailando Marieta
Todo el mundo conoce a esa prieta
Mira mima conoce a Marieta,
A mí me gusta que baile Marieta

(Música)

Allí llegaron de Oriente
¡Ay Dio!
Veinte muchachas preciosas
¡Ay Dio!
Veinte verdaderas rosas
¡Ay Dio!
Que perfuman el ambiente
¡Ay Dio!
Hay una precisamente
¡Ay Dio!
La hija de Clodomiro
¡Ay Dio!
Que al verla mandó un suspiro
¡Ay Dio!
Y dijo de esta manera
¡Ay Dio!
Yo si que me como entera
¡Ay Dio!
La yuca de Casimiro.

A mí me gusta que baile Marieta
Aquí Peralta conoce a Marieta,
A mí me gusta que baile Marieta
Y Santana bailó con Marieta,
A mí me gusta que baile Marieta

Otra llegó de La Maya
¡Ay Dio!
Por poco se parte un brazo
¡Ay Dio!
Por ocultar un pedazo
¡Ay Dio!
Entre el refajo y la saya
¡Ay Dio!
La otra me dijo calla
¡Ay Dio!
Que yo la miro y la miro
¡Ay Dio!
Por pena no me la tiro
¡Ay Dio!
Pero te puedo jurar
¡Ay Dio!
Que no me voy sin probar
¡Ay Dio!
La yuca de Casimiro.

A mí me gusta que baile Marieta
Todo el mundo conoce a Marieta,
A mí me gusta que baile Marieta...

Allí llegó una viejita
¡Ay Dio!
Que ya contaba setenta
¡Ay Dio!
Y según sacaba cuenta
¡Ay Dio!
Decía que era señorita
¡Ay Dio!



[1] Rivero, Manuel y Gerardo Chávez. “Diccionario de la mitología cubana. Catauro de seres míticos y legendarios de Cuba”, pág 89.

Faustino Orama, El Guayabero 10 (La generación de El Guayabero en la música cubana, influencias y otros agradecimientos).



En Cuba, como otros pueblos del Nuevo Mundo, la herencia europea, especialmente de Andalucía y el sur de España fue profundísima, e igual lo es el aporte llegado del África y mezclado en un ajiaco suculento en esta geografía.
Los textos de historia refieren que desde inicios del siglo XIX los trovadores o cantadores criollos recorrían La Habana y otras ciudades, recreando en sus piezas las crónicas de hechos cotidianos con una dosis de humor y hasta de doble sentido. Un ejemplo es la guaracha “La Guabina”:

La mulata Celestina
le ha cogido miedo al mar
porque una vez fue a nadar
y la mordió una guabina.

Entra, entra guabina
por la puerta de cocina.

Dice Doña Severina
que le gusta el mazapán
pero más el catalán
cuando canta la guabina.

Entra, entra guabina
por la puerta de la cocina.

Ayer mandé a Catalina
a la plaza del mercado
que me trajera dorado
y me le dieron guabina.

Entra, entra guabina
por la puerta de la cocina.

La musicóloga María Teresa Linares dejó escrito en su libro “Introducción a Cuba: la música popular” que la guaracha es un tipo de canción de ritmo rápido que “siempre recogió el choteo criollo, el hecho político o el tipo del pueblo que se describía de manera picaresca”, y, obviamente, esas composiciones han sido muy atacadas por moralistas, culteranos, burgueses y aristócratas enemigos de la cultura popular. Para probarlo la estudiosa recogió opiniones publicadas en el periódico “Regañón de La Habana”, edición del 20 de enero de 1801: “[...] lo que me ha incomodado más [...] ha sido la libertad con que se entonan por las calles y en muchas casas una porción de cantares en donde se ultraja la inocencia, se ofende la moral [...] ¿Qué diré de La Guabina que en boca de los que la cantan sabe a cuantas cosas puercas e indecentes y majaderas se pueda pensar?”
Expresiones semejantes se escucharon tiempo después cuando el teatro bufo y vernáculo cobra auge a partir de la segunda mitad del siglo XIX y hasta las primeras décadas del XX, con dramaturgos como Francisco Covarrubias, Federico Villoch y los Hermanos Robreño, los que contaron con el respaldo de compositores de la talla de Enrique Guerrero, Jorge Anckermann y Eliseo Grenet, quienes recorrían el país con diversas compañías. En ese género teatral se solían tomar para las puestas, préstamos de personajes y situaciones locales que luego eran recreados en el Villanueva, el Alhambra, el Payret y otros teatros habaneros.
A la vez en La Habana y otras ciudades, caminos y guardarrayas, caseríos y bateyes proliferaron trovadores, tonadistas o improvisadores que acompañándose del laúd, el tiple, la bandurria o el tres también cantaban guarachas, sones montunos y otros géneros e intergéneros desbordantes de gracia, humor y fabulación.
Muchos de los elementos nutricios de la obra y el estilo de El Guayabero se encuentran en el universo mágico del folklore de monte adentro, aunque con múltiples vasos comunicantes con la música urbana, rítmica y desbrozadora de nuevos caminos que iniciaron en la música cubana Miguel Matamoros, Ignacio Piñeiro y otros grandes de la trova y el son.
El Guayabero y Compay
Sin embargo por su fecha de nacimiento y algunos rasgos de su obra, al Guayabero debe ubicársele en la segunda generación de trovadores soneros cubanos junto a Ñico Saquito, Compay Segundo, Lorenzo Hierrezuelo y otros dos mucho más cercanos a él geográficamente: Ángel Alberto Caissés (El Cojo) y Guillermo Rodríguez Fiffe; aunque a decir verdad el último nada más vivió unos pocos años en Mayarí y Antilla, y el primero, aunque holguinero de cuna, fue en La Habana donde desarrolló la mayor parte de su quehacer musical.
La estampa que mantuvo hasta el día de su muerte parecia la de esos viejos retratos de inicios de los años treinta del siglo XX, con un sombrero cantonié, también llamado jipi japa y huevo frito, saco y botines. Pero al oírle se le descubrían siglos de auténtica tradición popular. Ello, seguramente es lo que lo convirtió en artista universal, especialmente en España, donde muchos estudiosos le encontraron similitudes con poemas y canciones de su folklore.
El doctor Danilo Orozco lo definió como un trovador/guajiro[1] por su estilo musical sencillo e ingenioso, basado en los tumbaos treseros “atravesaos” de la cuenca del Cauto, zona esa muy cercana a su ciudad natal, en la que las cuartetas o reginas devinieron soporte literario por excelencia del son y de sus otras variantes como nengón, kiribá, rumbitas y el changüí guantanamero. De ellas De ellas se nutrió el talento y el ingenio de este artista que tuvo de Quijote y de Lazarillo, de montuno y citadino, de tradición y renovación, de santo y de pecador, que a través de la música se redimía y hacía catarsis en medio de una sociedad que lo humillaba por negro, pobre y poco letrado.
Como otros varios, asumió diversos formatos trovadorescos o soneros, preferentemente el conjunto, pero siempre fue fiel a la juglaresca. En primer lugar porque tenía devoción por su arte, y en sus presentaciones daba rienda suelta a sus improvisaciones. Así en sus piezas, para desespero de directores artísticos, productores de espectáculos y sellos discográficos, podían extenderse más allá de diez minutos e incluir personajes, fragmentos y hasta piezas completas, de autores anónimos o no, como es el caso de “La yuca de Casimiro” y “Cuida‘o con el perro”.


En su gusto por el doble sentido influyeron las características de su más frecuente público de por las décadas que van de 1930 a 1950, compuesto fundamentalmente por hombres solos que frecuentaban bares, cantinas, prostíbulos, que por lo general, desempeñaban duras tareas agrícolas, o trabajaban en almacenes, industrias u otros disímiles oficios propios de gente pobre que buscaba en el alcohol, el sexo fácil y en cualquier entretenimiento de ocasión, una vía de escape a las miserias de sus vidas.


[i] Danilo Orozco. “Matamoros y el entorno o lo integrador universal del modo son”, págs. 21 y 23.

16 de junio de 2017

Faustino Orama, El Guayabero 09 (La convulsa década de 1950)



En los primeros años de la década de 1950 la vida musical holguinera era variada e intensa; a las emisoras, teatros y sociedades de recreo se habían sumado los night clubs y pequeños cabarets como el Casana Club, Terraza Club, 80 Club, Capri Club y Brisas deYareyal. Todos ellos contrataban artistas y agrupaciones nacionales e internacionales, desde Benny Moré a la Aragón, pasando por Chepín-Chovén, Jorrín, la América, Fajardo y sus Estrellas, Roland Gerbau, Olga y Tony o Pedrito Rico. Asimismo en ellos surgieron cantantes, compositores, músicos, arreglistas y actores como Juanito Márquez, César Morales, Germán Piferrer, Francisco García Caturla, Mario Limonta, Carlos Quintana, Rogelio Leyva y Manuel Galbán, entre otros.
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Información sobre Manuel Galván después de su paso por el popular cuarteto Los Zafiros:
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No obstante estos y otros índices de progreso cultural, el panorama sociopolítico de la región inicia una de sus etapas más oscuras y angustiosas; el 10 de marzo de 1952 Fulgencio Batista protagoniza un golpe de estado que instauró una férrea dictadura en contubernio con las fuerzas más reaccionarias del país y del exterior. El dolor, la tristeza y la muerte se expandieron a lo largo de la Isla. Se inicia una nueva etapa de la Revolución cubana.
Mientras el conjunto “Trovadores Holguineros” continuó realizando algunas presentaciones en las radioemisoras CMKF y CMKO, aunque solamente para garantizar su publicidad y de esa forma conseguir algún contrato para amenizar bailes. Justo es decir que la agrupación seguía contando con valiosos instrumentistas, entre los que destacan Carmito e Irma Orama, sobrinos de Faustino y los vocalistas Alfredo(Chiquitín) Morales y Negro Osorio. Asimismo  conseguían colaboraciones ocasionales de músicos tan relevantes como los trompetistas Eduardo Márquez y el legendario Jorge Varona, ambos miembros de la prestigiosa orquesta Hermanos Avilés.

El Guayabero en fechas
1955
Desintegra el conjunto “Trovadores Holguineros”

En la medida en que el régimen batistiano iba incrementando sus desmanes, mermaban los bailables, por lo que cada vez era más difícil para el conjunto de Faustino conseguir donde tocar. A ello se suma que la fuerza alcanzada por el mambo y luego por el cha cha chá ubicó en planos estelares a las jazz band y las charangas, relegando los conjuntos soneros. Lo anterior ocurría, sobre todo, en las ciudades del interior del país como Holguín, sin embargo aquí no dejaban de surgir nuevas agrupaciones de gran calidad, entre ellas la charanga Armonía, de Augusto César Milord; el grupo de Juanito Márquez y el Conjunto Orbe, en el que se nuclearon brillantes músicos que también integraban la Avilés.
Ante ese panorama, Faustino cada vez estaba más necesitado de regresar a las colonias de caña, los caseríos y pueblos perdidos en la agreste geografía oriental, pero no podía acompañarse del conjunto, que por la cantidad de músicos resultaba caro. Y aún yendo él solo con su guitarra o tres, hubo ocasiones que después de actuar algunos que lo habían contratado se negaban a pagar. Para esos casos el músico contaba con una temible fusta de cuero con la que exigía que se cumpliera lo pactado. Una de esas veces, según testimonio de su sobrino Santana Orama, ocurrió en Cacocum, pero el rival tenía tal fortaleza y habilidad que Faustino terminó recluido en el hospital durante varios días.
Tras el desembarco de Fidel Castro a las costas de Oriente y la creación de la guerrilla en la Sierra Maestra, la soldadesca, empeñada en que la guerra no se extendiera, mostró una de sus caras más crueles. En Holguín asesinaron una veintena de revolucionarios durante las que pasaron a la historia como las Pascuas Sangrientas. Luego otros revolucionarios perdieron la vida, entre los que se cuenta a Angulo Farrán, el propietario de la emisora CMKO, que generosa y desinteresadamente estimuló la carrera artística de Faustino.

El Guayabero en fechas
1955-1958
Desintegrado el conjunto, el trovador se mueve incansable e incesantemente por la zona rural de Oriente. En el caserío Guayabero, cercano al actual ingenio azucarero Julio Antonio Mella (entonces Miranda), compone el simpático son montuno que lo rebautiza para la eternidad como El Guayabero.

En 1958 los enfrentamientos del Ejército de Batista y la guerrilla rebelde se intensificaron, cerraron los centros nocturnos y desaparecieron las fiestas. El Guayabero, entonces Secretario General del sindicato de los Músicos de Holguín, desarrolló una intensa pero infructuosa actividad a favor de que los artistas recibieran subsidios por parte del Gobierno.
En la ciudad algunos músicos sufrieron amenazas, otros fueron usados para aparentar una inexistente tranquilidad; en más de una oportunidad los soldados montaron en camiones al órgano de Abelardo Barberena (notable constructor de estos instrumentos musicales y hombre simpático y jaranero que Faustino visitaba con frecuencia), y recorrieron las calles tratando de frustrar acciones del Movimiento 26 de Julio.
Al Guayabero como muchos otros músicos no le quedó otro remedio que vender billetes de lotería y otras labores semejantes para subsistir.

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