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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

3 de marzo de 2017

El cementerio encontrado en El Chorro de Maíta, en las inmediaciones de la famosa Playa Guardalavaca, en Holguín, Cuba



Excluyendo al individuo intrusivo (No. 36) y también al considerado europoide, se estimó que el resto de los esqueletos pertenecieron a individuos que en vida pertenecían a la raza mongoloide americana (Guarch Delmonte 1988:163; Rodríguez Arce et al. 1995). Además de los análisis que pudieron generar esta opinión, la idea se sustentaba en la presencia de rasgos comunes en muchas comunidades de este origen en Las Antillas: fuertes niveles de desgaste dental (Guarch Delmonte, Rodríguez Arce y Pedroso 1987:36) una estatura marcadamente baja (Rodríguez Arce 2003:87) y la presencia de deformación craneana, común en los patrones estéticos de los aborígenes de las Antillas.
Precisamente esos rasgos comunes, sobre todo la última mencionada (deformación craneana), fue lo que llevó a los arqueólogos a considerar atípico el cráneo sin el resto del esqueleto y sin deformación que fue nombrado por sus descubridores como No. 22.  

Cementerio de El Chorro de Maíta. Cráneo del individuo No. 22 al momento de la excavación. Archivos del Departamento Centro Oriental de Arqueología, Holguín, Cuba.
Un análisis preliminar de los caracteres de los huesos de la pirámide facial de ese cráneo estableció diferencias respecto a los rasgos mongoloides y dio la idea a sus descubridores que se trataba de un individuo de  probable origen europoide (Guarch Delmonte, Rodríguez Arce y Pedroso 1987:31).
Posteriormente ese dicho cráneo se comparó con otros de individuos europeos y con otra de cráneos de indígenas pertenecientes a grupos agroalfareros cubanos. El análisis confirmó en un 95 por ciento la opinión de que se trataba de un europeo. Además esos mismos estudios arrojaron que se trataba de un varón que al morir debió tener una edad entre 18 y 20 años (Rivero de la Calle et al. 1989).
Como mismo el cráneo del No. 22, otros encontrados en El Chorro de Maíta no presentaban deformación craneana, entre ellos el de los restos No. 45 (Guarch Delmonte 1996). César Rodríguez Arce realizó estudios a esos restos y determinó que se trataba de un adulto mestizo de origen indígena (comunicación personal 2003).

 
Sexo y edad de los restos óseos encontrado en El Chorro de Maíta
Para identificar el sexo y edad de los 106 individuos estimados indígenas, Rodríguez Arce analizó variados elementos anatómicos, en dependencia del estado de conservación de los restos.
A partir de esos estudios distinguió 26 subadultos (de 0 a 20 años). De esos 26 solamente pudo precisar el sexo del entierro No. 57 (La Gran Dama Enjoyada), una adolescente femenina.
Resultó curioso comprobar que entre esos 26 subadultos, 13 eran menores de 5 años.
El resto de los esqueletos (80 en total) pertenecían a individuos que a la hora de morir tenían más de 20 años. De ellos, 43 eran mujeres y  36 hombres, lo que significa que eran más las mujeres que se enterraban en el lugar que los hombres. A uno de esos individuos adultos no se le pudo identificar el sexo.
La mayoría de los restos encontrados en El Chorro de Maíta eran individuos que al morir tenían más de 50 años: 20 en total. Le sigue en cantidad jóvenes entre 20 y 25 años. Curiosamente ninguno de los entierros del lugar tenía al morir entre 40 y 50 años.
Estatura
La estimación de la estatura de los que fueron enterrados en El Chorro de Maíta la hizo Rodríguez Arce (2003) a partir de un estudio osteométrico de los huesos largos; para ello usó 39 individuos femeninos y 30 masculinos.
La estatura media para las mujeres alcanzó un promedio de 147.6 cm, con un rango de 134.7 cm. la más baja y 156.1 cm. la más alta. Por su parte la estatura media de los hombres fue de 158.6 cm. El más bajo medía 150.8 cm. y el más alto 172.3 cm. Aún cuando estas tallas parezcan pequeñas, según Rodríguez Arce, están dentro de los rangos normales para las poblaciones indígenas de América del Sur.
A pesar de ello, el experto se sorprendió de la existencia de mujeres muy bajitas, entre ellas una que solo alcanzó 134.7 cm., lo que está muy próximo a los límites de la calificación de enano. 

No. 25, el Gigante de El Chorro de Maíta
Singular también fue el hombre que se conoce como entierro No. 25, con una estatura de 172.3 cm., lo que le permitió que los arqueólogos le llamaran el gigante.

Banes fue el lugar de Cuba donde mayor cantidad de aborigenes vivían a la llegada de los colonizadores



 
El sitio arqueológico El Chorro de Maíta se ubica en el nororiente de Cuba, en el Cerro de Yaguajay que es una altura situada en el centro de una zona rural históricamente conocida con el mismo nombre, parte del actual municipio Banes, provincia de Holguín.
Espacios relacionados con la conquista y colonización, próximos a Yaguajay y a El Chorro de Maíta.
Cristóbal Colón arribó por primera vez a Cuba por la bahía de Bariay, a unos 20 kilómetros al oeste de El Chorro de Maíta. Tras el arribo del conquistador de Cuba, Diego Velázquez, el lugar donde apareció el cementerio y todos las otras áreas circundantes pudieron ser los lugares donde actuó el grupo conquistador dirigido por Francisco de Morales, durante su violenta campaña en la provincia india de Maniabón. Precisamente la existencia allí de un extenso grupo de elevaciones denominado Lomas de Maniabón es el que se usa para inferir que fue allí donde estaba la dicha provincia india.
A unos 57 kilómetros al suroeste de El Chorro de Maíta, a partir de 1520, tuvo tierras y seguramente que también tuvo indios encomendados, un vecino de Bayamo nombrado García Holguín. Esas tierras, se cree (aunque se discute la fecha), para 1545 se convirtieron en un hato o hacienda ganadero. En 1720 se fomentó un pueblo donde estuvo el centro del hato de García Holguín y en 1752 ese dicho pueblo se convirtió oficialmente en ciudad: San Isidoro de Holguín. Desde entonces Banes y Yaguajay quedaron bajo su jurisdicción.
Según datos históricos, hacia 1740 Yaguajay era un corral dedicado a la cría de cerdos (Bacallao 2009:297), sin embargo en documentos que se conservan en el Archivo Nacional de Cuba, Fondo Gobierno Superior, legajo 630, No. 19886, del año 1814 se le consideraba tierras realengas, es decir un espacio propiedad de la corona española. Esto sugiere que, quizás, su uso agrícola-ganadero fue corto y poco importante y luego dejado de usar.
Aparentemente la zona permaneció deshabitada o con un uso muy limitado hasta 1846, cuando se menciona su carácter de paraje ganadero (Novoa Betancourt 2008:82). También las tierras cercanas demoraron en ser colonizadas; Samá, Retrete e incluso Banes no se adjudicaron a terratenientes hasta la segunda mitad del siglo XVIII (Novoa Betancourt 2008:39-40).
En el Censo General de 1943 Yaguajay es registrado como un barrio del municipio Banes (Censo 1943), limitando al este por la Bahía de Samá, al oeste por la Bahía de Naranjo y al sur por la elevación conocida como Pan de Samá.
Precisamente esa tardía colonización fue la que hizo creer que por siglos la zona estuvo distante de los españoles, quienes crearon en el sur dos principales villas, Santiago y Bayamo.
Una pregunta que siempre ha rondado esa geografía es la siguiente: ¿por qué no se asentaron los españoles en el lugar de Oriente que más aborígenes vivían? Y que era esa la zona donde más aborígenes vivían se pasa a demostrar seguidamente:

Lugares de la zona de Yaguajay y del área arqueológica de Banes donde se han encontrado sitios o lugares donde vivieron aborígenes agricultores ceramistas.
La llamada Área Arqueológica de Banes comprende la mayor parte del actual municipio Banes y el municipio Antilla, sobre un territorio que se proyecta hacia el océano Atlántico, limitado por una línea imaginaria que va de la Bahía de Naranjo en el norte, a la desembocadura del Río Tacajó en la Bahía de Nipe, al sur. Es esa área la que en Cuba concentra la mayor cantidad de sitios de habitación de agricultores-ceramistas (más de 70).
Los restos aborígenes más antiguos encontrados en la zona fueron los de Aguas Gordas, fechados en el año 1000 después de Cristo. Le siguen cronológicamente los del Potrero de El Mango, fechado en el año 1014 aproximadamente. Asimismo los fechados radiocarbónicos  hechos a los sitios de Banes determinaron que estos aún estaban vigentes en los siglos XV y XVI, en tiempos en que ya se había producido la colonización europea.
Los asentamientos aborígenes encontrados por la arqueología en el área de Banes, diferente a los que han aparecido en el sur oriental y semejante a los aparecidos en gran parte del resto de la Isla, están en la cima de elevaciones y a cierta distancia del mar, esto último a pesar de que muchos sus alimentos tienen componente marino significativo (Valcárcel Rojas 2002:43-51).
Asimismo hay indicios de que la población creció mucho en los sitios más antiguos y que desde esos se desplazaron grupos que se asentaron en lugares cercanos, dando nacimiento a otros con muchas semejanzas a los pueblos padres. Los sitios más antiguos (de los que se desprendieron los otros), siempre son los de mayor tamaño. Esos, se puede demostrar, se mantuvieron en uso durante siglos y en ellos se concentran materiales de carácter ceremonial y suntuario. Tal detalle se interpreta como expresión de una creciente complejidad social y liderazgo territorial, en clara consolidación durante el siglo XV después de Cristo. (Valcárcel Rojas 1999; 2002:93-96).
En la zona de Banes (que muy comúnmente se le llama la capital arqueológica de Cuba), se reconocen tres grandes agrupaciones de sitios, delimitadas aparentemente por accidentes geográficos: una en el lado Este (Banes), otra en la zona Samá-Río Seco, en la parte Centro Norte, y en el extremo Noroeste la de Yaguajay (obsérvese el mapa siguiente).
Distribución de sitios arqueológicos en la zona de Yaguajay.
Las 25 locaciones arqueológicas de agricultores ceramistas y las 17 de agricultores arcaicos que se han encontrado en Yaguajay se ubican entre la costa y las laderas Este y Norte del Cerro de Yaguajay, en un área de unos 50 km². Tal cantidad de sitios de habitación aborigen hace a Yaguajay la de mayor densidad en toda el Área Arqueológica de Banes.
De todos esos sitios, los que se supone que fueron sitios habitacionales o “pueblos” de alta cantidad de población y de largo tiempo de uso están en la cima de las elevaciones y donde el terreno es fértil. De todos ellos, Chorro de Maíta es el que está en lugar más elevado.   
Entre los “pueblos” y el litoral, se han encontrado paraderos o campamentos. Por su parte en las orillas del mar nada más aparecen unos muy pocos asentamientos poblacionales de poca cantidad de individuos y paraderos en los que, al parecer, los aborigenes estaban por poco tiempo, posiblemente mientras pescaban.
Los principales sitios de habitación cercanos a la costa que se han encontrado son el del Cementerio de Guardalavaca y el de Punta de Pulpo; ambos especializados en la explotación marina. Los expertos consideran que, quizás, esos dos “pueblos” en la costa garantizaban el control de esa área tan rica en recursos marinos y asimismo la salida al mar de los grupos agricultores ceramistas que vivían en zonas interiores. Cerca se encontraron vestigios de grupos de pescadores-recolectores, y ello se ha considerado un indicio de lo temprano de la ocupación del lugar, seguramente que por el interés por aprovechar sus recursos naturales (Valcárcel Rojas 2002:37).
En once de las cuevas ubicadas en las alturas y también en las de las llanuras costeras han aparecido elementos arqueológicos, pero solamente en seis de ellas hay indicios de uso funerario. Esas se sitúan, mayormente, cerca de los sitios de habitación.
Al carecer las cuevas funerarias de características particulares, parece que su selección para esos usos se debe al factor distancia.
Por demás, al ser la cantidad de cuevas funerarias menor al número de sitios de habitación, es muy probable que algunas fueran empleadas por más de un asentamiento.






Cementerio de El Chorro de Maíta, el más singular descubrimiento arqueológico de Cuba



 
Excavado entre 1986 y 1988, en Chorro de Maíta apareció el único cementerio localizado en Cuba en locaciones de comunidades aborígenes que practicaban la agricultura y sabían crear objetos de cerámica, a los que tradicionalmente se les conoce el Caribe como taínos.
El descubrimiento del cementerio, que fue excavado con todo el cuidado posible y siguiendo las técnicas disponibles para la arqueología cubana del momento, fue un suceso científico y cultural. En los trabajos, dirigidos por el importante arqueólogo Dr. José Manuel Guarch Delmonte y ejecutados por la Sección de Arqueología de la Academia de Ciencias de Cuba en Holguín, participaron investigadores de distintas instituciones del país asociadas a la arqueología y a la promoción del patrimonio. 
Excavaciones en el Cementerio Chorro de Maíta. Fotografía tomada de los archivos del Departamento Centro Oriental de Arqueología, Holguín, Cuba.

Fue esa la excavación de tipo horizontal más amplia realizada en Cuba hasta aquel momento, y supuso un gran esfuerzo económico y científico. La labor de los arqueólogos fue seguida por la prensa que dijo que era aquella la consolidación de la práctica arqueológica nacional, igualmente la consideraron las autoridades patrimoniales y científicas.
De forma paralela a la excavación se decidió la construcción de un museo, inaugurado sólo dos años después de la conclusión de aquellas. 
 
Los restos humanos, obviamente, fueron retirados para su estudio. En su lugar se colocaron réplicas que mantuvieron una gran fidelidad con los caracteres anatómicos y la posición en que se encontraron tanto los esqueletos como el resto del material asociado. Además se reprodujo cada detalle estratigráfico.
 
Así el museo, totalmente nuevo para el público cubano, resultó una instantánea tridimensional del núcleo del Área de entierros, con una enorme fuerza visual. A su alrededor se colocaron vitrinas en las que se exponen réplicas de valiosos objetos de metal a base de oro, hallados en uno de los entierros.
En 1991 el descubrimiento del cementerio fue premiado por la Academia de Ciencias de Cuba y el sitio fue declarado monumento patrimonial de la nación cubana. Ambos reconocimientos se sustentaron en el carácter único del lugar que, inmediatamente se convirtió en un símbolo del pasado indígena y en una visión de los manejos mortuorios de aquellas sociedades.
Paralelo al proceso de excavación y construcción del museo se hicieron unos pocos estudios a los restos, a los objetos asociados a éstos y a una pequeña zona fuera del área funeraria. Con esos datos básicos se explicó el material expuesto y se supuso que posteriormente se harían otros estudios que a la verdad no se pudieron hacer por los problemas económicos que padeció el país.
A lo único que pudieron llegar los especialistas fue a resúmenes o interpretaciones del dato inicial, hechos esos por el mismo Dr. José Manuel Guarch en 1994 y 1996 y a algunos esfuerzos aislados de investigación sobre los restos humanos hechos por Rodríguez Arce en 1994 y 2003.
Ninguno de esos estudios o intentos de interpretación tuvo en cuenta el visible vínculo de los aborígenes y europeos o a su materialidad, a pesar de que se reconoció. En verdad a  lo que se dedicaron los arqueólogos fue a la preeminencia de lo aborigen llegando a interpretaciones que ahora sabemos que fueron erróneas. El autor de esta disertación compartió esos enfoques en 2003 y 2005. Pero más adelante, cuando al fin se pudo hacer los estudios pospuestos por tanto tiempo, la opinión cambió.
A explicar cómo se llegó a esa nueva visión y a enunciarla es a lo que se dedican estos textos.

27 de febrero de 2017

Orencio Miguel Alonso: alto nombre de la arqueología cubana



Orencio Miguel Alonso
Nacimiento
1911
Banes, Holguín,  Cuba
Defunción
2005
 Estados Unidos
Ocupación
Historiador y arqueólogo
Nacionalidad
Cubana

Orencio Miguel Alonso fue calificado por Felipe Pichardo Moya como un entusiasta y digno coleccionista de especimenes indocubanos y a la vez el notable arqueólogo reconoció que el banense poseía una de las mejores colecciones de la República.

El ídolo de oro de Banes es el símbolo de ese territorio

En 1929, Orencio Miguel comenzó a realizar excavaciones arqueológicas en Banes, práctica que se extendió por veinte años. Durante ese tiempo llegó a examinar residuarios de unos 60 poblados y visitó unas 200 cuevas. En 1941 acompañó a los doctores Carlos García Robiou, de la Universidad de La Habana y a Irving Rouse, de la Universidad de Yale en las excavaciones realizadas en los sitios “Aguas Gordas” y potrero “El Mango”.

Los resultados de sus excavaciones fueron presentados en los Congresos Nacionales de Historia. En el Tercero, celebrado en Trinidad, del 2 al 4 de septiembre de 1944, presentó “Fases constructivas del hacha petaloide” y en el sexto, también celebrado en la ciudad espirituana, esa vez del 8 al 12 de octubre de 1947, Orencio Miguel presentó dos trabajos: “Descubrimiento y excavación de un montículo funeral en el potrero El Porvenir” y “Objetos raros de la cultura taína encontrados en el cacicato de Baní”. Por su parte en el séptimo expuso el reporte de “El primer ídolo precolombino encontrado en Cuba”. Asimismo publicó un sinnúmero de artículos en la Revista de Arqueología y Etnología.

Fue miembro de la Sociedad Cubana de Historia Natural y, quizá, integró la Sociedad Espeleológica de Cuba; esto anteriormente lo decimos porque Orencio mantenía una estrecha relación con el Dr. Antonio Núñez Jiménez, Presidente de esa Junta, incluso en la década del 50 juntos llevaron a cabo excavaciones en el municipio.

La posibilidad de excavar con prestigiosas personalidades de la arqueología de la región le permitió al arqueólogo aficionado dotarse de métodos científicos que hicieron posible que llevara a cabo un estricto inventario y descripción de cada una de las piezas que poseía.

 

Al triunfo de la Revolución Orencio Miguel puso su valiosa colección, que ascendía a 20 mil piezas, al servicio de la población y el Estado. Con ella se creó el fondo del Museo Indocubano Baní, del que fue su Director-fundador desde 1965.

Evidentemente cuando se habla de arqueología banense es imprescindible mencionar la obra de Orencio Miguel Alonso.

Fuente
Yurisay Pérez Nakao. “La historiografía banense en la república”. (Inédito).

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