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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

27 de febrero de 2017

Yadira Rojas Espinosa: La Arqueología tiene mucho que aportarle a la historia de la ciudad de Holguín



Por: José Abreu Cardet 
Entrevista a Yadira Rojas Espinosa  (Holguín, agosto de 1985). Graduada en Historia por la Universidad de Holguín. Trabaja en la Oficina de Monumentos y Sitios Históricos. Colaboradora del Departamento Centro Oriental de Arqueología en el estudio de numerosos sitios arqueológicos
 
-¿Cómo se ha desarrollado la arqueología histórica en Holguín?
En la ciudad de Holguín encontramos nuestro primer estudio de arqueología histórica, documentado bibliográficamente, en el año 1974, realizado por la especialista Ángela Peña Obregón en el proceso de restauración en la Casa Natal de Calixto García; allí se abrieron calas en paredes y muros y se rescataron elementos que se habían perdido. En el año 1986 como parte de una restauración en el Museo Provincial La Periquera se hicieron excavaciones en el patio y el sótano, de donde se extrajo material arqueológico que hoy se encuentra expuesto en el propio museo. La Iglesia Parroquial San Isidoro conoció de los quehaceres de los arqueólogos entre los años 1994 y 1996. En el año 2009 se intervinieron al menos tres viviendas como parte del proyecto “Acercamiento a la historia temprana de Holguín”, a través de la investigación arqueohistórica de la Casa del Teniente Gobernador y otros inmuebles de los siglos XVIII y XIX de la ciudad.
-¿En qué circunstancias se desarrolla la investigación arqueológica en la ciudad? 
El proceso de intervención en inmuebles se ve afectado por factores subordinados a la disponibilidad de recursos, la planificación y la interdisciplinariedad. Los proyectos de rehabilitación urbanística en la ciudad no contemplan dentro de su plan de acción la actuación arqueológica, lo que permite de cierta manera tan solo el rescate o salvamento de material arqueológico, que queda en gabinete para un posterior estudio. Atendiendo a la importancia de la arqueología como vía para obtener conocimiento de los procesos socioculturales ocurridos, el trabajo debería hacerse de modo controlado y planificado. Es decir, realizando primero una debida revisión y selección de fuentes documentales que nos hable de los momentos de habitación del inmueble, sus propietarios, o sea, tener una información base para saber el tipo de evidencia que pueda aparecer en los distintos contextos. Luego se realizaría la prospección y levantamiento topográfico del sitio y la excavación como tal. Estos procesos, muy básicos, se ven lamentablemente afectados por una planificación restauradora a nivel gubernamental que no toma en consideración los criterios de especialistas en temas patrimoniales ni de los arqueólogos.
 
-¿Qué tipo de materiales arqueológicos se han obtenido en el área fundacional del pueblo de Holguín?
Son muy diversos. Por ejemplo, los trabajos de salvamento de material arqueológico en la casa de Miró 203-205 comenzaron a partir del 11 de septiembre de 2014, después del reporte de materiales antiguos en la intervención arquitectónica que se realizaba en el inmueble, y considerando la ubicación del mismo dentro de la Plaza Parroquial, sitio fundacional. Sus elementos arquitectónicos representativos han sido tapiados con madera (arcos de medio punto y vanos), otros han sido añadidos. Aún conserva la carpintería original de maderas preciosas, con tirantes pareados y lacerías de influencia rococó, el diseño de fachada original está protegido por un alero de tornapunta. Para el año 1833, como parte de un testamento, es mencionada la casa, propiedad de un miembro de la familia Íñiguez. Juan Antonio Íñiguez expone que por motivos de enfermedad y no tener sucesión la deja a su madre Ana Luisa León.
Aunque el contexto en que se trabajó estaba totalmente alterado, se rescató la mayor cantidad de material posible, se contabilizaron 1 982 piezas arqueológicas procedentes del patio y del interior de la vivienda; en el patio se descubrieron varios niveles de piso y al menos dos letrinas. Las piezas rescatadas estaban deterioradas y fragmentadas, pero fue posible reconocer una tecnología de confección similar a los ceramios encontrados anteriormente en los inmuebles cercanos: superficies alisadas, piezas de color oscuro por el hollín, tamaños que van desde pequeños a medianos, con espaldares curvos y rectos, bordes circulares y semicirculares, fragmentos de vasijas cerradas y globulares, pasta granulosa y que muestran buen acabado. Ciertos elementos nos hacen pensar, con atrevimiento, en la existencia de una industria alfarera con un sello distintivo. Esta colección aparece junto a material europeo en el que se destacan las mayólicas españolas tempranas, mayólicas mexicanas, cerámica ordinaria bruñida pintada o con engobe México pintado, material lítico con elaboración secundaria a partir de tecnologías aborígenes y una boca de jarra de aceite con características del estilo temprano. La continua aparición de este tipo de material en el centro histórico de la ciudad nos obliga a ver el fenómeno en su conjunto, pensando en la posibilidad de que en la comarca estuviese sucediendo un proceso histórico y cultural formativo desde el siglo XVII.
-¿Qué investigaciones se están llevando a cabo actualmente?
A partir del año 2013 la Oficina de Monumentos y Sitios Históricos de Holguín comienza un proyecto investigativo nombrado “Hatos Fundadores: un estudio desde la historia y la arqueología”, con el objetivo de determinar la contribución cultural de los primeros hatos en la región nororiental holguinera entre 1545 y 1700. La novedad científica fue utilizar la arqueología para tratar de ubicar geográficamente los centros de estos primeros hatos, analizando el contexto arqueológico de dichos lugares. Los sitios propuestos para explorar serían El Yayal, Las Guasumas, Managuaco, Uñas, Cacocum y Holguín.
Es notable la curiosidad que manifiesta el hombre por conocer lugares que desempeñaron un papel específico en la fundación de un pueblo o ciudad. En la década de los 80 del siglo pasado se realizó una expedición cubano-soviética para tratar de ubicar y legitimar la ubicación de la encomienda perteneciente al padre Las Casas cerca del río Arimao en la zona de Jagua, desde entonces el arqueólogo cienfueguero Marcos Evelio Rodríguez Matamoros ha tratado de caracterizar el temprano contacto indoeuropeo. Asimismo ha ocurrido con Pueblo Viejo, en Camagüey, donde un equipo con el investigador Iosvani Hernández al frente exploró y estudió profundamente un yacimiento cercano a la bahía de Nuevitas para confirmar o descartar la primera localización de la villa Santa María del Puerto del Príncipe. En estos momentos investigadores habaneros están tratando de encontrar el sitio de fundación de la villa San Cristóbal de La Habana en la costa sur del territorio.
En el caso holguinero en mayo del 2013 la Oficina de Monumentos y el Departamento Centro Oriental de Arqueología exploraron el sitio El Yayal y se comprobó la existencia de material en superficie en una locación que se creía estéril. Apoyados en la memoria histórica popular los arqueólogos e historiadores localizaron en un sitio nombrado La Escondida del Naranjo evidencias del siglo XVIII en superficie, que por la ubicación cercana al río las Guasumas, características naturales y semejanza con la descripción que ofrece el obispo Morel de Santa Cruz, se piensa estén relacionados con el sitio Las Guasumas. En julio de 2014 se exploró y excavó el área de Managuaco por un equipo de especialistas liderados por el doctor Roberto Valcárcel Rojas, arqueólogo del Departamento Centro Oriental de Arqueología. Esta institución desarrolla el proyecto Cultura Material en entornos de interacción indohispana, dirigido por Valcárcel, que también nos está acercando a detalles importantes de este asunto.
La historiografía alega la existencia de primitivos asentamientos, encomiendas o haciendas que posteriormente darían lugar a extensos hatos de explotación ganadera. El temprano repartimiento de las tierras al norte de la jurisdicción bayamesa denuncia una apertura y afianzamiento de la experiencia hatera. Se conoce que en 1527 Diego de Ávila tenía una naboría en Banes y que otra naboría, primeramente de Alonso de Mendoza y Juan Mosquera, era poseída al 50% por Manuel de Rojas. Para 1538 existía una encomienda en Alcalá, propiedad de Lope Hurtado, funcionario de la ciudad de Santiago de Cuba. La arqueología ha demostrado con evidencias materiales un temprano contacto indohispano en el sitio El Yayal. Creo que este sitio fue sede de la encomienda de Bartolomé de Bastidas para luego pasar a manos de García Holguín y Diego de Lorenzana. El centro del hato de Holguín pasa en 1545 para el paraje de Cayo Llano, donde hoy se encuentra la ciudad. En 1598 el capitán Lizana Luyando solicita al cabildo santiaguero el amojonamiento de sus hatos de Barajagua, merced que se le había otorgado a los originarios pobladores de Cuba, según el texto de Ángela Peña sobre la Virgen de la Caridad. La merced del hato de Cacocum en 1599 cerraría la distribución de las tierras de la extensa área al norte de la villa bayamesa. Para valorar estos acontecimientos claves en la historia holguinera, sin dudas hay que conectar la historia con la arqueología.
-¿Cómo han contribuido los resultados obtenidos hasta el momento a la interpretación de la historia temprana de la ciudad?
En algo más de una década han sido recurrentes los hallazgos, principalmente en el centro histórico de la ciudad de Holguín, de una cerámica de barro oscura con muestras de haber sido confeccionadas con técnicas aborígenes, asociada a materiales europeos y mexicanos de los siglos XVI, XVII y XVIII, conocida como cerámica de tradición aborigen. La sistematicidad que se ha logrado en los proyectos investigativos, donde se dan la mano especialistas del Departamento Centro Oriental de Arqueología del Ministerio de Ciencia y tecnología y los de la Oficina de Monumentos y Sitios Históricos, ha demostrado la supervivencia del indio y su adaptación a una sociedad en evolución, viviendo a su ritmo social, apegado a las manifestaciones de una cultura material propia, en la medida en que la dinámica colonial se lo permitía.
Es clave la abundancia de material arqueológico, que tiene mucho que decir en cuanto al desarrollo económico y social de nuestra ciudad. Este nos acerca a una presencia poblacional, si no a principios del siglo XVII, sí en la segunda mitad del propio siglo. Las fuentes primarias de los siglos XVI y XVII son pocas, por tal razón la arqueología es tan necesaria. Esta ha brindado datos que describen una sociedad criolla con patrones culturales en pleno desarrollo, donde conviven el blanco, en muchos casos perteneciente a la clase hacendístico-ganadera, el indio y sus mestizos, que al parecer logran conservar elementos de su cultura material, pardos y morenos libres, y el negro esclavo.


Hiram Pérez Concepción: Pepito no fue un enemigo de la Revolución como algunos extremistas quisieron presentarlo.



Por: José Abreu Cardet
 
Entrevista a Hiram Pérez Concepción (Mir, 12 de septiembre de 1945). Profesor, museólogo, funcionario político y sobre todo historiador, defensor y promotor incansable de la cultura y el patrimonio holguinero. Actualmente dirige la Oficina de Monumentos y preside la Comisión Provincial de Monumentos y la Unión de Historiadores en la provincia de Holguín.
-¿Cómo se inicia su interés por la arqueología?
Siendo profesor de Historia en la secundaria básica José Martí de Holguín durante los años 1968–1969, me empezó a interesar más el tema de la investigación histórica y arqueológica. Ese interés me lo provocaron mis lecturas y el vínculo con otros compañeros. Pero estoy seguro que ese interés no comenzó de momento después de hacerme profesor sino que es algo que venía de antes, de mi niñez y de la influencia de mi familia, sobre todo de mi padre, que siendo un sencillo embarcador de plátanos en el ferrocarril de Mir, sin grado académico ninguno, leía mucho y nos hablaba de la historia, sobre todo de personajes históricos de la Biblia. También la influencia debió venir de Barajagua, ese viejo pueblo donde estuvo un cacicazgo famoso y donde primero en Cuba se veneró a la Virgen de la Caridad, donde viví mi niñez y parte de la juventud. Mir también es un pueblo con importante historia, allí cerca está Mala Noche, donde los holguineros se alzaron en la guerra del 95 y donde Maceo organizó el Estado Mayor de la Invasión.
También influyó, decisivamente, mis relaciones con José A. García Castañeda, que fue mi profesor en el preuniversitario Enrique José Varona y el abogado que me casó con Georgelina Miranda. Él fue mi profesor, mi amigo, compañero y subordinado. Su influencia seguro que fue como un detonador. También fue importante la relación con Francisco García Benítez, periodista e historiador muy amigo de nuestra familia, sobre todo de mi hermano Hernán. Estos son los factores que me impulsaron a crear un grupo de aficionados a las ciencias, que abarcaba varias disciplinas, no solo la arqueología. Le pusimos Grupo Científico de Holguín García Feria, como aspiración de lo que queríamos ser algún día y en honor a Eduardo García Feria, padre de Pepito García Castañeda.
Antes que el grupo que fundé había existido en Holguín otro grupo muy parecido, que se llamaba el de los Jóvenes Arqueólogos Aficionados. Ese lo integraron compañeros muy valiosos que tuvieron un desempeño importante bajo la dirección de Milton Pino. Recuerdo algunos nombres como Pedro Pérez Hernández, Arturo Pérez, Austrialberto Garcés Gómez, Vinicio Ferrán, Eduardo Solana, Miguel Céspedes, Ramón Guerrero Mastrapa, Marcelo Pino. Entre sus principales logros está la creación del Museo Guamá, primer museo público de Holguín.
Debo decirte que Pedro Pérez Hernández fue estudiante de la secundaria básica Juan José Fornet. En esa escuela yo fui su compañero. Pedro estaba un año antes que yo y era miembro de los Jóvenes Arqueólogos, que presidía Milton Pino Rodríguez. Luego Milton se va para La Habana a trabajar en la Academia de Ciencias y quedó como jefe otro compañero que le decían Pepe y con él estaban otros, entre ellos los hermanos Solana, Austrialberto Garcés, Miguel Céspedes; a través de Pedro es que yo me comienzo a vincular con ese ellos, pero a la vez manteníamos nuestro propio grupo. Pedro Pérez Hernández fue como un enlace con el grupo de Jóvenes Arqueólogos y el Grupo Científico de Holguín García Feria, él se vinculó con los dos grupos. Pude haber sido parte del grupo de Jóvenes Arqueólogos. Si fundé el otro fue porque yo y los que se me unieron eramos aficionados a la ciencia, no solo a la arqueología.
En una ocasión los Jóvenes Arqueólogos me invitaron a visitar el sitio arqueológico El Catuco; no se hizo la excavación en ese momento, pero fue mi primer contacto importante con la arqueología porque fueron varios miembros del grupo como Pedro Pérez, Eduardo Solana y su hermano, Austrialberto Garcés, Vinicio Ferrás, etc. Pero después no hicieron nada más, ellos se había anquilosado, casi no salían, estaban muy pasivos, entonces Austrialberto Garcés, que era el organizador del Comité municipal del Partido en Holguín, nos planteó unificar los dos grupos. Yo estuve de acuerdo. Lo hicimos y desapareció el Grupo de Jóvenes Arqueólogos. La mayoría de sus miembros pasaron  al Grupo García Feria, entre ellos Eduardo Solana y su hermano, Marcelo Pino, Pedro Pérez, Arturo Pérez padre, Miguel Céspedes Sánchez. Después se nos unieron Wilfredo Martínez (que se incorporó posteriormente), Alfredo Rams, Georgelina Miranda, Ángel López Castillo, Rigoberto González Limiñana, Hernel Pérez, Jesús Novoa, William Corona, Arnoldo Martínez Rojas, Néstor Robert, que era estudiante de la “Martí”, Felipe Rodríguez, los profesores Julián León, Pedro Luís Rodríguez y Oniel Santiesteban, y yo que lo presidía. 
Fuimos a hacer exploraciones arqueológicas a diferentes sitios. Por ejemplo, en del 3 al 10 de agosto del año 1969 fuimos a la zona de Yaguajay Arriba, en Banes; del 17 al 24 de agosto de 1969 excavamos en el sitio Barajagua, entonces ya como Grupo García Feria. El 2 de enero de 1970 fuimos a la cueva de Quiñones en Banes, el 11 de enero del 70 fuimos a la zona de La Jíquima. En algunas de estas exploraciones nos acompañó Pepito(José A. García Castañeda). El 2 de mayo de 1970 fuimos a las lomas de Cupeycillo, el 7 de junio a la playa Pesquero, el 1 de agosto fuimos a explorar la bahía de Naranjo (ahí estuvimos 25 días); el 9 de febrero de 1971 fuimos a Santa María, en Puerto Padre, del 25 de febrero al 5 de marzo de 1971 estuvimos en la excavación de Aguas Gordas en Banes con la Academia de Ciencias. En esa ocasión fuimos Arnoldo Martínez, Israel Aguilera, Miguel Céspedes, Rigoberto González Limiñana y yo. Por la Academia de Ciencias estaban José Manuel Guarch Delmonte, Milton Pino y Jorge Calvera. 
Una de las excavaciones más importantes en que participamos fue la de Esterito, Banes. Se hicieron dos trincheras, una cuya excavación dirigió Guarch Delmonte. Trabajamos allí Israel, que hizo los dibujos, y los integrantes de la sección de Arqueología del Grupo García Feria, Arnoldo, Rony, Alfredo y yo. Ahí me encontré un pendiente de oro que consistía en una laminilla con una pequeña perforación. Fue muy estimulante que Guarch nos diera la oportunidad de excavar solos, de hacerlo como grupo. Creo que hicimos un buen papel.
El 25 de febrero de 1973 estuvimos en Levisa con la Academia de Ciencias y el arqueólogo polaco Janusz Kozlowski; allí estuvimos Rigoberto González, Arnoldo Martínez y yo. Del 6 al 9 de diciembre del año 1971 se trabajó en los planos de la excavación de los sótanos de la Periquera.
De todos esos trabajos yo llevaba una libreta de notas, pero lamentablemente se me extravió y ahora no recuerdo todo. También hicimos exploraciones en Majibacoa, ahí nos acompañó Pepito y también en los trabajos que hicimos en  El Yayal y Ochile, La Forestal, Pedernales, La Cuaba, Mejías, Pesquero, Tacajó, Alcalá, entre otros sitios.
-¿Cómo eran las excavaciones que ustedes hacían? ¿Recibieron algún entrenamiento para esto?
Nos basamos en las lecturas que hacíamos, en la bibliografía que podíamos conseguir en aquella época. A mí me llegaron folletos de unas excavaciones que se hacían en Brasil. También estaba lo que ya conocían algunos que habían tenido participación en anteriores trabajos arqueológicos con la Academia de Ciencias, que eran Pedro Pérez, Arturo Pérez, Miguel Céspedes, etc., y después los vínculos que logramos con Guarch y la Academia de Ciencias. Eso nos fue preparando para hacer excavaciones que fueran controladas, teniendo en cuenta la estratigrafía, llevando registro de la excavación, croquis y planos y conservando las muestras en los bolsos correspondientes. También en una ocasión trajimos a Manuel Rivero de la Calle, que nos dio un curso de Antropología Física; en ese curso estuvimos Arnoldo, Ángel López, Rony y yo. Pero no olvides que a la par yo era maestro de una Secundaria Básica. Mi labor de “arqueólogo” la hacía en mis tiempos libres, que eran pocos y que fueron menos cuando nos empeñamos en hacer Museos. Después a mí me dieron la tarea de dirigir el movimiento de los activistas de Historia en el Partido Comunista de Cuba (PCC), pero realmente yo sentía mucho interés por la arqueología. Me hubiera gustado haberme desarrollado y lo intenté, hice resistencia al cambio, pero el Partido insistió y me pasaron al trabajo político y esto no me dejó tiempo para esta labor. 
-¿Qué se hacía con los materiales arqueológicos que se obtenían en las excavaciones? 
Se guardaban en el Museo de Historia en La Periquera, que comenzamos a crearlo en octubre de 1969, restaurando el inmueble y a la vez formando los fondos con donaciones, búsqueda de objetos, información, preparando el personal, etc. Se inauguró la primera parte el 25 de julio de 1976. Antes de la fundación del Museo La Periquera lo guardábamos en la sede del Grupo, es decir, en el Museo de Historia Natural Carlos de la Torre, inaugurado el 31 de marzo de 1969. Ambos museos son frutos del trabajo del Grupo García Feria junto al Movimiento de Activistas de Historia.
Antes de la Revolución había aficionados como los Boy Scouts de Banes y Antilla. ¿Ustedes llegaron a establecer vínculos con ellos o con gente que había estado con ellos, o con los coleccionistas como Orencio Miguel?
No mantuvimos vínculos con ellos, pero sí con Orencio en un trabajo orientado por la Academia de Ciencias de señalización de los sitios arqueológicos. También recuerdo algunas relaciones de trabajo con grupos en Gibara y Báguano que surgieron posteriormente.
-¿Las concepciones de Pepito predominaban en el grupo de arqueología?
Pepito asesoraba, aportaba sus conocimientos, su experiencia, pero no imponía sus criterios. Guarch también influyó y nos ayudó mucho. Había un nexo mutuo con este último, nosotros le servíamos de apoyo sobre todo porque  teníamos relaciones con las autoridades del territorio. El soporte material venia del  Gobierno, el PCC nos apoyaba, principalmente Miguel Cano Blanco, aunque no se le pagaba a los integrantes por hacer arqueología. Si el trabajo era en la costa coordinábamos con la gente de tropas guardafronteras, y si era en otro sitio con las autoridades más próximas. El Gobierno nos daba arroz, frijoles, pasta cubana, latas de carne rusa, que abundaba en aquellos tiempos. Cuando la gente salía al campo le dábamos pasta cubana, una lata de carne rusa y pan y ya tenían el almuerzo sin que tuvieran que cocinar. Las excavaciones arqueológicas las hacíamos como habíamos leído en los textos que se hacían y como nos habían explicado: se hacían las trincheras, se cuadraba con el hilo, buscábamos los instrumentos más adecuados, generalmente cucharas de albañiles, medias lunas. Tratábamos de hacerlo todo del modo más serio, llevábamos libreta de notas, bolsos para guardar las muestras, cintas métricas. Israel hacía los planos, en eso era meticuloso, Arnoldo hacía las fotos; los que más trabajamos en Arqueología fuimos Arnoldo, Israel y Rony, también colaboraron Alfredo Rams y Roberto Campani.
-¿Qué era el Museo Guamá y por qué se produce su disolución?
El Museo Guamá estaba ubicado en la calle Libertad esquina a Aguilera. Era un pequeño local donde funcionó antes del triunfo de la Revolución una colchonera, allí está hoy el centro dispensarial. Era un museo general donde había muestras de arqueología, historia, historia natural, etc., entre ellas algunas importantes piezas colectadas por el grupo de Jóvenes Arqueólogos. Cuando se fusionaron los dos grupos y quedó el Grupo Científico de Holguín García Feria y creamos el Museo de Historia Natural Carlos de la Torre y Huerta, todas las piezas que tenían valor para este nuevo museo se llevaron para allá y las de historia y arqueología se conservaron en La Periquera para el futuro Museo de Historia.
-¿La creación del museo de Historia Natural trajo una disminución en el trabajo del Grupo García Feria? 
No hubo una disminución de la actividad arqueológica, además, recuerda que el grupo tenía secciones de arqueología, historia, historia natural y salíamos en composición completa y trabajamos en todo. Cuando se comenzó la idea de crear el museo de Historia Natural el grupo tuvo que integrarse más a ese trabajo. Por ejemplo, la sección de Historia investigaba sobre la historia del lugar donde estábamos explorando, aplicando encuestas para conocer la historia y las tradiciones, el origen del nombre del lugar, costumbres… no éramos profesionales, éramos gente que estábamos empíricamente tratando de rescatar la memoria. Parte de esas encuestas se divulgaron en un informe que publicamos en el boletín de Historia del Movimiento de Activistas de Historia, que trataba sobre la bahía de Naranjo. Fue un trabajo que redacté y del que no guardo copia.
El Grupo García Feria fue un factor importante en el desarrollo inicial del Movimiento de Activistas de Historia, en su acción y composición como grupo. También  aportó compañeros que ocuparon responsabilidades y que situaron a Holguín entre las regiones con mejor trabajo en la antigua provincia de Oriente y en el país. Creamos primero el Boletín de Historia y luego la Revista de Historia de Holguín, donde se publicaron artículos sobre arqueología y se dedicaron números completos a la arqueología.
-¿Castañeda era un individuo con ideas distintas a las que se estaban imponiendo en ese momento, a las ideas de la Revolución?
Pepito no fue un enemigo de la Revolución como algunos extremistas quisieron presentarlo. Él era crítico de la obra de la Revolución, como podemos ser tú y yo, pero no era un enemigo de la Revolución. Todo lo contrario, sabía reconocer lo positivo, los logros de la Revolución. Pepito era un cubano reyoyo que de cualquier cosa hacía un chiste. Pero a la gente hay que medirla no solo por lo que habla sino por lo que hace. Cuando Núñez Jiménez vino a pedirle la colección arqueológica él podía negarse pero no lo hizo y la dio para que la Academia tuviera un fondo arqueológico, era la suya la mejor colección arqueológica de Cuba. Además, todo lo que tenía en su casa lo entregó para los Museos de Historia Natural y La Periquera. Y no solo dio lo que por años su padre y él después habían reunido, sino que trabajó consagradamente para hacer los museos que hoy tiene Holguín. También participó en el Movimiento de Activistas de Historia, en sus concursos, en el salvamento de documentos, etc. Nosotros lo propusimos para que se le entregara el Hacha de Holguín y hubo voces que se alzaron en contra de esa propuesta. Cano Blanco era el Primer Secretario del Partido. Cano me llamó y yo le dije: vamos a poner en la balanza lo que dicen que él habla y lo que él ha hecho y Cano lo comprendió y se le entregó a Pepito el más importante símbolo de la provincia que él merecía mucho. Él hacía chistes de la mujer, de los hijos, él hacía chistes en los que yo no salía bien parado y sin embargo yo lo considero mi amigo. Yo lo mido por como él se consagró para mantener los museos, por el gran profesor que fue. A él se debe el interés de muchos holguineros por la investigación científica.
-¿Pero en el medio político de Holguín de esos momentos a García Castañeda se le consideraba una persona negativa? 
Yo creo que fue un acto de justicia cuando se le entregó el Hacha de Holguín, además no me arrepiento de haberlo propuesto. Yo creo que hicimos lo correcto, él fue uno de las figuras holguineras más influyentes en el estudio de la historia y la cultura de Holguín y también de Cuba. Los revolucionarios no se pueden medir porque griten consignas, sino por la obra científica, cultural, estética y ética que desempeñan en su vida. Cuando falleció el 4 de noviembre de 1982, quien me avisó fue otro de los grandes de la cultura holguinera, Francisco García Benítez, que por demás era uno de los que más debates tuvo con Pepito. García Benítez sintió profundamente la muerte de su gran contrincante, que no adversario.
-¿Cómo ustedes llegaron a un entendimiento con Pepito, no en las ideas políticas, sino por la gran diferencia de edad que tenían respecto a él?
Nos entendimos porque Pepito era un maestro, un gran profesor, un educador. Entre Pepito y nosotros no podía haber una barrera, él fue profesor de algunos de nosotros. Algunos de los miembros del Grupo de Jóvenes Arqueólogos tenían criterios contrarios a la persona de Pepito, pero era porque no se acercaban a él. Esos decían que Pepito era muy ácido, que era muy difícil de tratar, pero para mí la razón de esto fue que no se acercaron a él. Ya anciano llevamos a Pepito a una excavación por Yaguajay, allá se nos cayó y tuvimos que mandarlo en el camión para Holguín. Pepito nos apoyó en la creación del Museo de Historia Natural y en la creación del Museo La Periquera, también en el museo casa natal de Calixto García. Fuimos nosotros quienes logramos que a Pepito lo liberaran de su labor de maestro del preuniversitario y lo llevamos como trabajador del Museo de Historia de la Periquera. Era un extraordinario trabajador, consagrado, disciplinado, rápido en lo que se le pedía.
Desde el punto de vista arqueológico él nos ayudó aportando sus vastos conocimientos sobre piezas, lugares, y nos dio toda la información que tenía, sus libros. Pero él no estaba formado para la arqueología que se hacía en ese momento y tampoco para la que se hace ahora. Él no hacía excavaciones estratigráficas teniendo en cuenta todos los requerimientos, porque él no se formó en eso, pero nos dio mucha información de lugares, nos habló de la arqueología de Banes, de los sitios más relevantes, de Barajagua, de El Yayal, etc. Nos dio e indicó publicaciones que era importante leer, pero decir que Pepito era un arqueólogo como ya estaban tratando de ser los arqueólogos de la Academia de Ciencias, no. Pepito no se formó en eso, no era su tiempo.
-¿Cómo surge la idea de crear el Museo de Historia La Periquera?
La idea nació del trabajo del Grupo García Feria. En una de las conversaciones que sosteníamos con Pepito hablamos de hacer dos museos (el de Ciencias Naturales y el de Historia), entonces Pepito nos dijo que en varias ocasiones se había intentado que la Periquera se destinara para museo, entonces nosotros dijimos: vamos a hacer primero el de Historia Natural y luego el de Historia. Para ese último propósito sí hubo que subir la parada con las autoridades de la región, tuvimos que hablar con el ideológico del Partido en ese momento. Teníamos a nuestro favor que el museo de Historia Natural se había abierto y que estaba siendo visitado por las escuelas: ya tenía un impacto grande en la ciudad. Entonces cuando pedimos la Periquera era para hacer algo que ya estaba teniendo resultados. En octubre de 1969 nos dieron una parte del edificio, en los bajos, donde había una tienda. Cuando yo entré allí estaban todas las vitrinas, todos los paneles, anaqueles, caja fuerte, etc. 
Pero el edificio estaba destruido, los arcos del patio estaban tapiados, las puertas grandes habían desaparecido y los vanos también estaban tapiados. Una hermana de mi esposa que era dibujante y trabajaba en el Instituto Técnico de Holguín me ayudó a hacer el levantamiento. Entonces empezamos a trabajar con la misma brigada con la que habíamos trabajado en la Colonia Española para hacer el Museo de Historia Natural. Lamentablemente todavía hoy no se ha concluido la restauración de La Periquera y aún no se ha montado el museo que ameritan la ciudad y la provincia. Creo que es bochornoso que aún Holguín no tenga el museo que merece y queremos, pues no hemos logrado que La Periquera sea restaurada en su totalidad y montadas las salas de exposiciones que debe llevar
En el guión inicial del museo trabajaron varias personas, el que más aportó fue David Gómez Iglesias. En la parte de arqueología se pidió ayuda a Guarch.
-¿Qué impacto tuvo la inauguración del Museo de Historia Natural para el Grupo Científico García Feria?
El Grupo se fortaleció en el sentido de que desde entonces tuvo una obra y tuvo un local donde funcionar, pues nosotros no teníamos local, habíamos tenido el museo Guamá, pero hubo que entregarlo cuando nos dieron la Colonia Española para el Museo de Historia Natural. Después con la creación del Movimiento de Activistas de Historia y de los Museos de Historia Natural, La Periquera, Casa Natal de Calixto García, etc., y al profesionalizarse el personal de los museos y aparecer otras tareas, el grupo fue perdiendo fuerza.
El grupo fue propiciador para crear los museos, para apoyar el desarrollo del Movimiento de Activistas de Historia, pero ya cuando estas estructuras se consolidaron, porque ya estas inquietudes del grupo se podían canalizar por otras vías, el Grupo empieza a perder el protagonismo. La última excavación en que participamos fue en 1973, en Levisa, que fue la más importante porque fue un trabajo de carácter internacional con Kozlowski y la Academia de Ciencias, en uno de los sitios más antiguos de Cuba.
-¿Qué piensas de la sala de Arqueología de La Periquera y de otros museos de arqueología de Holguín?
Creo que la sala de Arqueología que existe actualmente en La Periquera es muy mala, siempre he pensado que esa sala puede ser una de las mejores de Cuba, por las piezas arqueológicas existentes en la provincia. Así lo concebíamos desde 1969 cuando comenzamos a restaurar La Periquera. Igual pienso del Museo Baní que necesita más espacio para exponer en un montaje atractivo y moderno todo lo que tiene almacenado. Son dos museos que pueden atraer mucho turismo nacional y extranjero.
-¿Qué importancia crees que tiene el Departamento Centro Oriental de Arqueología creado por Guarch Delmonte para la provincia de Holguín?
Su importancia es grande. Cuando Guarch decidió mudarse para Holguín y crear el departamento recibió todo el apoyo de nosotros desde el Partido Comunista provincial porque vimos la oportunidad de contar con un centro de alto nivel científico y profesional para desarrollar las investigaciones arqueológicas en esta zona del país. Lo que hizo Guarch y su familia de venir de La Habana a Holguín los holguineros deben reconocerlo y agradecerlo; fue un acto muy valiente. Por lo general en el mundo intelectual la gente va de las provincias a la capital pensando que así pueden progresar. El hizo todo lo contrario y progresó la cultura de Holguín. 
-¿Cuál fue tu participación en la creación del Museo de El Chorro de Maíta?
Entre el 27 de septiembre de 1986, que se dio a conocer el descubrimiento de los  entierros en el cerro de Yaguajay, y el 1ro de octubre de 1990, que se inauguró el Museo de El Chorro de Maíta, en Banes, yo ocupé los cargos de jefe de Sección de Historia, jefe del Departamento de Orientación Revolucionaria y miembro del Buró Provincial del Partido Comunista. Con el doctor José Manuel Guarch gestamos la idea de crear el museo y logramos que inicialmente lo  financiara la agencia turistica Cubanacán, porque era un atractivo para el turismo que ya se fomentaba en Guardalavaca.
Guarch, su esposa Cacha y el equipo que lo asistía desempeñaron un papel decisivo desde el punto de vista técnico, metodológico y científico en la creación del museo. Nosotros realizábamos un chequeo sistemático de la obra que primeramente era quincenal y luego semanalmente. El arquitecto que hizo el diseño del museo fue Sandón. Debo decirte que se hizo un amplio y profundo estudio que de las potencialidades que tenía la provincia de Holguín para su desarrollo socioeconómico, pero visto a partir de sus valores históricos, arqueológicos, culturales, geográficos, etc. Para ello creamos una comisión integrada por historiadores, arqueólogos, geógrafos, arquitectos. Después se elaboraron dos carpetas con las propuestas, entre las que estaban: restauración del patrimonio construido en Gibara, un parque en el valle de la Masanga, también en Gibara, el monumento en Bariay y el Museo de El Chorro de Maíta; nada más pudimos conseguir que Cubanacán financiara los dos últimos. 
-¿Cómo ves la investigación arqueológica en Holguín y sus retos actuales?
Creo que tiene buena salud, que marcha bien. El Departamento Centro Oriental de Arqueología del Ministerio de Ciencia y tecnología tiene un personal capacitado, de alto nivel científico, vinculado con otros centros científicos en el extranjero. Ese departamento tiene el personal más capacitado para desarrollar la arqueología aborigen e histórica. Tú conoces que la Oficina de Monumentos modestamente viene trabajando en un proyecto denominado Hatos Fundadores, para conocer mejor los orígenes de la ciudad de Holguín; en este sentido podemos hacer una pequeña contribución. También a través de la Filial Provincial de la Unión de Historiadores publicamos una compilación de trabajos hecha por el Dr. En Ciencias Arqueológicas  Roberto Valcárcel Rojas que lleva por título “Indios en Holguín”, ese libro ha alcanzado varios reconocimientos, el último fue el Premio Provincial de la Academia de Ciencias, y hemos colaborado en trabajos de exploración y excavación de sitios cercanos a la ciudad. Los retos son grandes para la investigación arqueológica en la provincia de Holguín, por el potencial existente de sitios arqueológicos y los conocimientos por develar.

Roberto Valcárcel: es un privilegio hacer arqueología



Por Leandro Estupiñán (Lunes, 21 Enero 2013)
 
Una mañana de invierno llegó el holguinero Roberto Valcárcel al célebre Stonehenge, monumento levantado en las cercanías de Amesbury, Inglaterra. Cuando descendió del autobús la tierra estaba cubierta por una bruma espesa y todavía ningún turista molestaba el espíritu del lugar. Observando las inmensas rocas colocadas en círculos por los antepasados del megalítico, imaginando lo que habrían pensado aquellos hombres anteriores ante el obelisco, el arqueólogo holguinero completó el enfoque que hasta entonces sostenía sobre su profesión.
“Cuando tienes que trabajar con objetos y huesos de personas que alguna vez fueron alguien te quedas con una percepción diferente de la vida. Tienes que saber que se trata de un objeto de investigación, pero así y todo varía tu visión de la gente y del pasado. Igual pasa en un monumento como Stonehenge que es una marca, la forma de controlar el paisaje y con ello los poderes de la naturaleza, ese afán perenne de los hombres. Es un privilegio hacer arqueología, que es, además de ciencia, el lugar más cercano para entrar en comunicación con lo sobrenatural, percibirlo”, dice.
Valcárcel no se considera un especialista en monumentos del tipo crómlech, y si se encontraba de paso en Inglaterra aquel día casi gélido era porque lo obligaba la arqueología, especialidad a la cual se acercó en la Universidad de Oriente, estudiando historia, especialidad de la que se licenció cuando La Habana era sede de los Juegos Panamericanos.
“Me gustaba la historia antigua y es difícil estudiar historia antigua en Cuba. Casi saltamos de Colón al siglo XVIII, que es cuando se consolida la aristocracia cubana. Pareciera que no tenemos una historia realmente antigua. Escogí la especialidad por la profesora María Elsa Trincado. Ella nos enamoró de la arqueología.”
El entrevistado está sentado en una de las sillas del Departamento Centro Oriental de Arqueología del Ministerio de Ciencia y Tecnología de Cuba donde se desempeña como investigador auxiliar. Viste un pulóver rojo y sus ademanes son suaves como el tono de su voz. Lo escolta una estantería sobre la que pueden verse ídolos aborígenes, un microscopio y varias pilas de libros. Sobre el lomo verde de uno de ellos se lee: “Anatomía Vegetal”. Cerca, enmarcado y con cristal, descubro el mapa con la ruta colombina y la de otros exploradores por los mares antillanos, también están identificados los principales cacicazgos de la Isla, registrada con el nombre de Cubanacán.
“En Holguín y en Cuba hubo indios hasta ayer mismo. Fue un proceso paulatino de expropiación económica y reconfiguración de identidades sociales”, asegura.
Valcárcel nació en el Holguín de 1968 y su relación con Banes parece sustentada en una especie de necesidad. En lo específico le atrae el sitio arqueológico El Chorro de Maíta. A la exploración y estudio de ese lugar ha dedicado buena parte de su tiempo y su dedicación ha sido recompensado con creces. Primero logró una maestría, cuyo tema devino en el libro “Banes precolombino. La ocupación agricultora”, Premio de la Ciudad en el 2001 editado por Ediciones Holguín al año siguiente. Luego llegaron los estudios doctorales en la universidad holandesa de Leiden, donde se graduó el 22 de noviembre de 2012 con título “cum lauden”, esto es “con honores”, en latín. Esa distinción ha sido muy pocas veces otorgada por la mencionada universidad holandesa.
“Es la de Leiden la universidad más antigua de Holanda. Cuenta con un grupo multinacional de investigación sobre el Caribe. Con mi trabajo Cuba se incorporó. Ellos proponen una visión diferente de la arqueología caribeña, analizan cómo se relacionan las islas y sociedades indígenas entre sí y dan mucha importancia a la aplicación de diversas ciencias en arqueología. El claustro lo integran especialistas de alto nivel académico. Es muy prestigioso.”
“Interacción colonial en un pueblo de indios encomendados. El Chorro de Maíta”, es el título de la tesis doctoral de Valcárcel.  Iniciada en el 2005, y relacionada con dos proyectos del Departamento Centro Oriental de Arqueología , examina el territorio a la vez que reconsidera la interacción entre indígenas y europeos. Pareciera solo interesante, pero las conclusiones encierran grande novedad.
“En el 2005 obtuve una beca en Inglaterra para estudiar metales encontrados en el Chorro. Se pensaba que los metales eran indígenas, pero en Inglaterra ratificamos que se trataba de objetos europeos, posiblemente fabricados en Alemania. Si 17 enterramientos del cementerio tienen esos metales, entonces se trata de sepulturas hechas después de 1492. Más que un símbolo indígena, El Chorro es un emblema del mundo colonial temprano, cuando los aborígenes eran actores importantes y pasaban su experiencia a los europeos, sostenían la economía e interactuaron con los españoles, los africanos o los indígenas que eran traídos como esclavos. Hubo una movilidad generada por la colonización. Pasa con los objetos. En El Chorro hay objetos de Colombia que posiblemente fueron traídos para cambiárselos a los indios o para dárselos como pago por el trabajo. Porque, por ley, el trabajo del indio encomendado se pagaba. Los indios encomendados no eran esclavos aunque su vida era tan difícil y corta como las de estos”.
-¿Cómo se confirma científicamente tanta información?
“Es bien complicado y muy caro. En laboratorios de Noruega, Inglaterra, Holanda y Estados Unidos tuvimos que hacer fechamientos radiocarbónicos de muchos esqueletos para determinar la antigüedad de los restos. Cuando excavamos las zonas no funerarias del sitio dio la impresión de que no hubo un gran impacto sobre la vida cotidiana de la gente, pero el cementerio, por su composición y ritmos de muerte, demuestra que los europeos impusieron estrategias de dominación para obligarlos a trabajar bajo el sistema de encomienda. Para reconocer la diversidad étnica se necesitaron estudios de antropología física, y también de isótopos de estroncio, estos últimos permiten saber el posible origen geográfico de los individuos. Se hicieron estudios dentales y craneométricos, análisis de identificación de ámbar, coral y azabache y comparaciones con piezas arqueológicas en museos de Colombia”.
-¿Por qué este interés por el mundo aborigen?
“Porque es la mayor parte de nuestra historia y se ignora. La arqueología indígena ha sido más de curiosidad que un proyecto real para el estudio del pasado desde perspectivas arqueológicas. Lo indígena en Cuba se ha manipulado mucho, siempre. Los cubanos en las guerras de independencia hablaban de los indios como modo de decir que los españoles no tenían derecho para controlar a Cuba. Así ha seguido pasando. Pero, la ausencia de una visión seria sobre el impacto de la cultura indígena en la cultura cubana y en la conformación del ente nacional a nivel genético ha influido mucho en la falta de interés real por el tema. Los museos con material arqueológico muestran objetos que la gente a veces no entiende bien para qué sirven. Los indígenas y lo que los documentos o la arqueología dice de ellos, son apenas dos o tres páginas en los libros de historia. Todo comienza con Colón. Se ha pensado que la historia de Cuba es de Colón al presente y no necesita de arqueología, una ciencia que recupera la historia a través de los restos materiales”.
-¿Es difícil ser arqueólogo en Cuba?
“Es difícil por un problema de disponibilidades técnicas y de recursos, de formación profesional. No hay una carrera de arqueología ni interés por fomentarla. No hay una escuela de arqueología. Esto ha cambiado un poco con la necesidad de cambiar las ciudades para el turismo. En San Gerónimo, en La Habana Vieja, hay una especialización en arqueología dentro de una carrera de manejo del patrimonio, pero básicamente en entornos urbanos. Es precaria la arqueología para analizar la historia cubana. Hay pocos investigadores y se vuelve embarazoso el acceso a la formación internacional. Lo mío ha sido excepcional".

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