Autores: Víctor Rolando Bellido Aguilera y Héctor
Alfredo Álvarez Almaguer.
Tomado íntegramente de
Ámbito. Revista cultural del periódico Ahora. Holguín. Año V. No.19 del
mes de Octubre de 1992. Pág.13 – 28.
Este trabajo fue presentado en el evento, El V Centenario Visto desde Cuba,
celebrado en la Sala
Polivalente del Hotel Pernik entre los días del 27 al 28 de octubre de 1992.
Nota de la redacción.
En junio del presente año se produjo la
presentación en Las Tunas del cuaderno Portus Patris, que recoge un ensayo con
los criterios de sus autores que niegan que el lugar de arribada de Cristóbal
Colón a Cuba fuera la bahía de Bariay, y que de manera categórica afirma que el
sitio fue la bahía de Puerto Padre, en la actual provincia de Las Tunas;
asimismo aseguran que la llamada por Colón, Río de Mares es en la actualidad la
bahía de Manatí. Los autores tuneros identifican los accidentes geográficos que
describiera Cristóbal Colón en su Diario en el entorno de ambas bahías en
aquella provincia.
Estas afirmaciones no son nuevas; fueron
planteadas por Francisco R. del Pueyo en 1937 en un folleto al efecto que
recogió lo expresado por ese profesor
tunero en el capítulo 57 de "Caballeros Católicos de Cuba", en el
Liceo de la Ciudad
de Puerto Padres. Los actuales ponentes plantean que aportan nuevos elementos y
novedosos sistemas investigativos para lograrlos.
Ficha bibliográfica: Rueda Quintana, A.A.,
Martínez Rueda, O. Martínez Rueda y T.N:
Martínez Rueda, Portus Patris (La llegada de Colón a Cuba), editorial Sanlope,
Las Tunas, 1992. 88 p.
INTRODUCCION.
Nunca está de más reconocer el derecho de todos
al cuestionamiento permanente en el terreno de la ciencia porque no existe
teoría absoluta ni verdad eterna e inconmovible.
Pero en la realidad si existe la verdad objetiva,
y el ser humano, a lo largo de su devenir, ha ido perfeccionando los métodos y
los medios para acercarse cada vez más eficientemente al conocimiento de esa
verdad objetiva.
Por eso, cuando llegó a nuestras manos el ensayo
"Portus Patris" experimentamos una
primera reacción de compresión y de reconocimiento para con los autores
por estar ejerciendo el derecho a cuestionar. A partir de ahí, también aparece
cierto grado de simpatía por la revitalización del debate en torno a una
cuestión que no por su especificidad deja de ser interesante y de importancia
para la historia de Cuba. Pero la compresión y las simpatías iníciales, lejos
de aumentar, disminuyen con la lectura del texto y terminan por convertirse en
desagrado ante el hecho de que materias de indiscutible pertenencia al campo de
la ciencia hayan sido tratadas en una forma más propia de la literatura
comercial que de la literatura científica.
"La discusión es la Luz", se decía en la Antigüedad, pero al
mismo tiempo ya se preocupaban, los más antiguos discutidores, por encontrar
las reglas y los principios para que toda discusión arrojara la mayor cantidad
posible de luz. Muy humildemente los autores de esta breve valoración metodológica sobre el ensayo "Portus Patris"
consideramos que en el mismo se ha incumplido algunos de los requisitos básicos
del debate y la polémica científicos. Y es ya falacia metodológica y formal
está precisamente la refutación e invalida del ensayo en cuestión, lo cual
causa al lector un sabor desagradable que, más que a adentrarse en la
dilucidación del sistema de conocimientos expuestos, le impulsa a rechazar el
tono grandilocuente y triunfalista que
impregna el trabajo en cuestión.
DESARROLLO.
1. MANDAMIENTOS INCUMPLIDOS.
a) LA MODESTIA.
La modestia no es sólo una encomiable cualidad
moral, sino casi un "mandamiento" para todo aspirante a científico.
Por ello resulta chocante para el lector la utilización, ya en la página 11 del
ensayo, de términos como los siguientes:
-"Síntesis del gran volumen de la
información acumulada".
-"Debemos entonces limitarnos a cuestiones
esenciales y dejar ausente todo un cúmulo de razonamientos válidos, de cuya
conjunción emergen conclusiones que, sin lugar a dudas, se complementan a unas
y otras y estructuran un modelo teórico que propone resultados verdaderamente
alentadores".
Como puede apreciarse, en el párrafo anterior la
redacción es más propia de una prosa literaria que científica, pero, incluso
dentro de las exigencias de la prosa artística, peca de proliferación en el uso
de adjetivos y frases de corte marcadamente grandilocuente.
Ya antes, en la misma página 11, han levantado
"sin querer” una roncha en nuestra sensibilidad, cuando dicen:
-"Apelamos a los métodos estadísticos y a
los análisis lógico-estructurales como única vía de lograr resultados objetivos, imparciales y
confiables, al margen de "interpretaciones" y "posturas"
que devienen focos de distorsión y confusión de datos".
De lo anterior se deriva la impresión de que los
únicos que han apelado al camino único para alcanzar "resultados
objetivos" son los autores. Esa única vía les permite apartarse de
"interpretaciones" y "postura", por lo que ellos son los
exentos de caer en "focos de distorsión y confusión de datos".
Muy respetuosamente consideramos que estas
afirmaciones de los autores del ensayo "Portus Patris", en el mismo
preámbulo del texto, les privan de todo el encanto que emana de la modestia en
el campo de la ciencia y les saca, casi, del terreno de la válida polémica
científica.
b) RAZONAR PARA PERSUADIR.
Este es otro mandamiento incumplido por los
autores del ensayo. El razonamiento está divorciado de los auto elogios y
autovaloraciones. La Tarea
de la ciencia es presentar los argumentos, el medio del razonamiento y las
conclusiones sin que ello implique que a la vez estén siendo autos elogiados esos razonamientos y
conclusiones.
Estos ponderamientos y refutaciones han sido
siempre tarea de la crítica.
En lo relacionado con el "análisis de la
mezquita de Colón", los autores plantean:
-"Consideramos oportuno conferirle a este
punto de la indagación un análisis particular, para poner de relieve elementos
que hagan emerger criterios más claros y concluyentes y depurar, en lo posible,
las ideas que se han esgrimido a este respecto".(Pág.33)
Son atribuciones que, señalamos respetuosamente,
no corresponden a los autores del ensayo. Se trata de una incursión indebida al
campo de los lectores, de los consumidores de la información o teoría por ellos
elaborada. A nosotros, a los lectores y críticos, corresponde decir si han hecho
"emerger criterios más claros y concluyentes"; si han "depurado
las ideas que se han esgrimido a este respecto".
Pero la incorrecta atribución de valoraciones que
no les corresponde hacer a los autores del ensayo que rubricada al más alto
nivel en sus "Consideraciones finales", donde nos enteramos, por boca
de ellos mismos, que sus métodos de trabajo han sido indiscutiblemente
"más técnicos" y "menos subjetivos", "con una
claridad" que evita caer en la "bancarrota teórica". Veamos a
continuación esa excelente muestra de autobombo:
-"La discutida cuestión de la ubicación
exacta de los primeros puertos de esta derrota aparece, a luz de los métodos de
investigación categóricamente más técnicos y menos subjetivos, con una claridad
que permite definir un estado de opinión definitivo sin incurrir en los riesgos
de la bancarrota teórica, tal como sucede a otros modelos, cuyos autores no
tuvieron en cuenta la adecuada selección y explotación lógica de los
datos"... (pág.78).
Los autores han asumido la función no sólo de
creadores de una nueva "teoría", sino también la de un tribunal
evaluador de la misma; sin percatarse, han hecho trizas uno de los principios
básicos del "derecho romano" que postula que no se debe ser, a la
vez, JUEZ Y PARTE. Olvidan la conversación con el lector y le dan órdenes e
indicaciones en un monólogo de corte teocrático.
c) DISPOSICION AL DIALOGO.
Por último, este mandamiento es no sólo válido
para el campo de la ciencia, sino para todos los campos de la vida. La
disposición al diálogo se combina con la tolerancia y el espíritu abierto del
científico, sobre la base de que el reconocimiento de su derecho a cuestionar
toda teoría implica, al mismo tiempo, el reconocimiento de que su propia teoría
también es cuestionable.
Dentro de muchos ejemplos de tratamientos
irreverentes que lindan con lo irrespetuoso, los autores del ensayo, al tratar
las opciones, datos y razonamientos de otros autores sobre el tema en cuestión,
utilizan una forma que excluye el diálogo como en los casos siguientes:
- Sobre las "Dos montañas así redondas"
que menciona Colón en el Diario y que los defensores de Bariay como San
Salvador relacionan con Gibara, los autores escriben: "Es tanta la
disparidad de criterios que los mismos señores S.M. Parajón y J. Van der Gucht
explican que hacia él SE existen más de
dos elevaciones redondeadas" (Pág.64).
-Sobre la salida al noroeste de Río de Mares: "Ni
Morison, ni Núñez Jiménez alegaron nada respecto a este dato, evidentemente
porque no es posible dar explicación atinada a la cita tomando a Gibara por
Mares" (Pág.69). "Los trabajos de Van der Gucht y Parajón, Núñez
Jiménez y Morison se contradicen unos a
otros, y en ninguno de los tres sus argumentos
son verdaderamente convincentes". (Pág.70).
-En la página 76 se nos dice que Morison, en lo
relacionado con la salida al este de Río de Mares, "altera la información
del Diario".
Todo lo anterior se debe, como se concluye en la
página 78, a
que los defensores de otras tesis no
usaron métodos categóricamente técnicos, fueron subjetivos, cayeron en
"los riesgos de la bancarrota teórica" y no "tuvieron en cuenta
la adecuada selección y explotación lógica de los datos", pero incluso
algunos "fueron poco cuidadosos en la elección de los métodos de
trabajo" y "erraron". Faltó decir que, por tanto, lo mejor que
hacen es callarse la boca- los que estén vivos- y aceptar que donde Colón puso
pie en tierra por primera vez en Cuba fue en Portus Patris. Con todo esto los
autores inician, desarrollan y cierran, ellos mismos, todo el diálogo.
II. ANTES DE CONCLUIR.
Además de las inconsecuencias de principios
metodológicos y éticos anteriormente apuntados, un lector, incluso no entrenado
en los quehaceres de la polémica
científica, capta otras materia extrañas a lo largo de la exposición. Sobre
este aspecto, entre otros, nos llamaron
la atención los siguientes puntos:
-Los autores afirman que pueden hallarse
"mezquitas" en casi todos los puertos y bahías que una teoría u otra
pretenda erigir como el San Salvador al cual llegó Colón; para restar importancia
al argumento más usado de la
Mezquita de Colón que se localiza cerca de Bariay por los
defensores de este lugar, dicen que es imposible identificar a San Salvador a
partir de este elemento geográfico, pero caen en una inconsecuencia lógica al
esforzarse para hacernos creer que cerca de Puerto Padre hay una mezquita
(¿será la de Colón?).
La inconsecuencia lógica esta en el hecho de plantear, primero, que ese no es un elemento
importante para identificar o no un punto como San Salvador, para luego preocuparse
por encontrar ese accidente geográfico en las cercanías del puerto que
defienden como primer lugar de desembarco del Gran Almirante.
- Plantean que Colón consideró a Río de Mares
como "el mejor puerto que fasta hoy ví" y por tanto este lugar no puede
ser Gibara, que es muy inferior en condiciones a Manatí, pero en esta
interpretación del Diario caen en el unilateralismo interpretativo, que antes
han achacado a los defensores de otros puntos como San Salvador; esa frase de Colón no sólo puede ser
interpretada en el Almirante, sino también en el sentido del mejor puerto visto
por él en las costas de Cuba hasta el momento en que está haciendo la
anotación, en cuyo caso el puerto puede ser Gibara.
- Las continuas alusiones de los autores a las
limitaciones de espacio, con lo cual pretenden justificar la no presentación de
otros muchos razonamientos, lejos de favorecerlos, les resta méritos, porque
precisamente la tarea del expositor científico es la de sintetizar en su
ponencia los elementos necesarios y suficientes para la argumentación de sus
tesis. Los propios autores están reconociendo, implícitamente, carencias en su
ensayo, cuando escriben párrafos como éstos:
a) "No es posible realizar consideraciones de mayor profundidad con
respecto a las mediciones que dejó el Almirante sombre rumbos, profundidades o
distancias, pues requeriríamos muchos más espacios editorial del que
disponemos". (pág.82).
b) "Confeccionar estas líneas ha significado tener que realizar una
síntesis un tanto apretada de la gran cantidad de información disponible,
omitir aspectos valiosos que aclaran hasta el menor detalle los
cuestionamientos de los problemas de la derrota colombina..."(pág.82).
Es decir, los propios autores reconocen que sus
consideraciones "con respecto a las mediciones (...) sobre rumbos,
profundidades y distancias "no son todo lo profundas que pudieran ser y
han omitido "aspectos valiosos" sobre "los problemas de la
derrota colombina". Con esto, a confesión de culpa... Sobre este punto es
oportuno recordar a los autores el consejo de Cicerón: "El mayor mérito de
un orador consiste no sólo en decir lo necesario, sino también en no decir lo
innecesario". (6. Pág. 185).
En el capitulo “Resultados de las investigaciones
arqueológicas” de una cuartilla y media de extensión, los autores nos informan
que Parajón y Van der Gucht, y Morison y Núñez Jiménez, interpretan
incorrectamente el Diario de Colón, cuando llegan a la conclusión de que
existen dos ríos en mares, “pero olvidan un detalle” (son olvidadizos también).
El detalle olvidado es, según los argumentadores de la nueva teoría, que Colón
en más ninguna parte apunta que son dos ríos los que hay en Río de Mares. En
correspondencia con lo anterior, nos enseñan a leer e interpretar la frase “que
es de la parte del río del poniente”, que quiere decir al poniente del único
río que en la zona hay.
Los autores, entonces, llenos de emoción, buscaron al
oeste de Manatí y, cosa verdaderamente reconfortante, allí encontraron las
coincidencias arqueológicas confiables para fundamentar que Río de Mares es la Bahía de Manatí.
Inmediatamente después, en “El relieve de Río de
Mares”, los autores nos “demuestran” en tres
cuartillas y media que alrededor de Gibara hay demasiadas elevaciones
redondeadas y por eso pasan tanto trabajo los que defienden la tesis de Bariay
para ponerse de acuerdo sobre los dos montañas redondeadas de que habla Colón
en el Diario. Pero, nuevo hecho irrefutable, en Manatí sólo puede hablarse de
dos montañas redondeadas y no queda lugar a dudas, desde este punto de vista,
de que la bahía de Manatí es el Río de Mares de Colón.
En “Salida al noroeste de Río de Mares” los
autores nos “aclaran” que es imposible que las naves llegaran “desde Gibara
hasta Punta Maternillos y Nuevitas”, pero olvidan que antes esas mismas naves
fueron hechas llegar desde Puerto Padres hasta Manatí, distancia dos veces y
media mayor que la existente entre Bariay y Gibara. A conveniencia de los
autores las mismas naves son más lentas o más rápidas.
Y nuevamente en las “Consideraciones finales”,
luego de auto halagar la maraña (“Madeja”) de citas y razonamientos,
“argumentos y contraargumentos” utilizados por ellos (“obligatorio en este tipo
de trabajo científico”) nos hacen el favor, “para facilitarnos un proceso
conclusivo en la mente del lector”, de concluir “con una suma, a modo de
resumen, de los aspectos axiales que hemos debatido en estas páginas”. (Pág.
78). Claro que en este caso, nos vemos obligados a declarar que, como lectores,
nuestra atención no se distrajo excesivamente “en la madeja de citas y
razonamientos…” porque, simplemente, tal madeja en el sentido de abundancia que
le quieren imprimir los autores a la mal utilizada palabra no existe, porque si
de algo padece este ensayo es de la falta de amplitud en el soporte de referencias
bibliográficas para sostener la exposición. Apenas aparecen citas, y muy
escasas por cierto, del “Diario de Navegación”, de Colón, y del “Derrotero de
las costas de Cuba”, del Instituto Cubano de Hidrografía, mientras que, por
otra parte, más que “argumentos y contraargumentos”, uno encuentra
declaraciones apasionadas.
III. ¿QUÉ DEBEMOS TENER EN CUENTA AL PRESENTAR
UNA NUEVA TEORÍA?
Las cuestiones de forma y tono que anteriormente
hemos comentado nos han impulsado a recordar ahora, ante de pasar a las
conclusiones, las cuestiones básicas que deben tenerse en cuenta al presentar
una ponencia científica. Muy humildemente consideramos que, en primer lugar,
hay que huir de la tendencia a juzgar tomando como base la emocionalidad que el
objeto de estudio despierte en el autor, pues ese peligro acecha siempre y
aparta del camino de la ciencia, llevándonos a la subjetividad. En segundo
lugar hay que precaverse contra el etnocentrismo que puede provocar que, hasta
sin darnos cuenta, subestimemos lo diferente a nuestros intereses e ideas y nos
creemos que lo nuestro es superior. En tercer lugar, combatiendo el
autoritarismo de una teoría se debe tener mucho cuidado con no caer en el
dogmatismo con nuestras afirmaciones, al erigirlas como verdades indiscutibles,
al margen de nuevas discusiones y críticas. En estas falencias caen los autores
cuando, para despedirse del lector, le dicen: “Estamos profundamente
convencidos de que las ideas que hemos expuesto de la elaboración rigurosa de
los resultados de las investigaciones tienen un fundamental carácter probatorio
en el sentido de refuta, con las evidencias necesarias, que Bariay pueda ser el
San Salvador colombino. De este mismo modo adquiere certidumbre, como hecho,
que ese puerto primado del Gran Almirante es Puerto Padre…” (Pág. 82). Y en
cuarto y último lugar, estar alertas contra la creencia de que nuestra ciencia
particular es superior, salirnos de nuestro campo y sin consideraciones de
respecto meternos en otro a dar recetas con la prepotencia de que nuestra especialidad nos capacita para
ello: por este derrotero hay matemáticos que se creen teólogos, teólogos que se
creen políticos, historiadores que se creen adivinos y físicos que se creen
historiadores.
CONCLUSIONES.
El convencimiento de que todo proceso de
observación es selectivo nos debe mantener alertas contra el subjetivismo que
pueda contaminar nuestro mareo de referencia. Esta preocupación no debe
entenderse como temor a ganarnos ataques y calumnias por decir la verdad que
perjudique a determinados sectores, pero si debe ayudarnos a encontrar la forma
y el tono más propicios para exponer una nueva tesis que entre en flagrante
contradicción con otras ya mayoritariamente aceptadas. En tal sentido, el tono
deberá ser mensurado y respetuoso, y la forma deberá estar desprovista de
efectismo y grandilocuencia.
No negamos el derecho de todo científico a no
aceptar como verdad todo aquello que esté suficientemente demostrado, dígalo
quien lo diga y provenga de donde provenga, pero ese nuestro derecho a cuestionar
en el campo de la ciencia exige rigor, seriedad, mensura y respecto en el
tratamiento de la materia y sobre todo en las referencias a los sostenedores de
las tesis contrarias.
La ciencia debe huir del aprovechamiento, con
intenciones efectistas, de situaciones coyunturales y mantenerse alejada de
formas y valores más propios del
ambiente deportivo o del arte comercial.
Nada más ajeno a la ciencia que el triunfalismo y
la inmodestia. Las autovaloraciones son de muy mal gusto en el terreno
científico y privan al lector del encanto que emana de la lectura crítica
de una exposición objetiva y con
ausencia de auto justificaciones, en la que se deja la función de contraparte,
de juez que en última instancia valora – al nivel de sus posibilidades – la obra
en cuestión.
No son argumentos válidos, en el campo
científico, la pasión, los superlativos y los juramentos acerca de que “yo sí
ando en el camino justo”. No se escribe un libro científico para el mismo
público que derrama lágrimas con “Gotita de gente” o queda fascinado ante el
héroe cinematográfico que sólo e individualmente salva a la bella joven de
entre las garras de cientos de asesinos.
BIBLIOGRAFIA BASICA UTILIZADA.
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Ciencias de Cuba y Academia de Ciencias de la URSS. La Habana, 1970.
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Rueda, Arnaldo y otros: PORTUS
PATRIS. Editorial Sanlope, Las Tunas, 1992.
-
Tabío, Ernesto y Rey, Estrella:
prehistoria de cuba. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 1979.
DATOS DE LOS AUTORES.
HECTOR ALFREDO ALVAREZ ALMAGUER: Licenciado en
Historia y Ciencias Sociales desde 1988. Miembro de la Sociedad Espeleológica
de Cuba. Director del Grupo Espeleoarqueológico ARAAI. Director Municipal de
Cultura en Báguanos. Nació en 1958.
VICTOR ROLANDO BELLIDO AGUILERA: Licenciado en
Historia y Ciencias Sociales desde 1986. Miembro de la Sociedad Espeleológica
de Cuba Y Vicepresidente del Grupo Espeleoarqueológico ARAAI. Metodólogo
Municipal de Historia en Báguanos. Nació en 1958.