Por: Joel Mourlot Mercaderes.
Descendiente, por la línea paterna,
de una familia de mucho y largo arraigo en Santiago de Cuba, y por el perfil materno, de un teniente
coronel malagueño, radicado en La Habana y luego, para el
resto de sus días, en la ya mencionada segunda ciudad de la Isla, Arcadio
Leyte-Vidal es uno de los no pocos héroes a quienes la posteridad
discute su verdadera naturaleza, y les ponen por patria chica las más diversas
preferencias.
Nació
Arcadio, para unos en las enormes propiedades que su abuelo y su padre poseían
en Mayarí Abajo y Cabonico, al norte de la otrora provincia de Oriente; otros sostienen que nació en la
caribeña Santiago de Cuba, el 12 de enero de 1846.
Hijo
legítimo, del legítimo matrimonio de Elías Leyte-Vidal Soria y Juana Antonia
Delgado, lo que sí es claro e indiscutible, que en la ciudad de Santiago de Cuba transcurrió la mayor
parte de su infancia y juventud, puesto que era allí, por entonces, la única
población de la región donde podía recibir una enseñanza amplia y esmerada, como la que tuvo, aunque, sin dudas, en Mayarí estuvo muchas veces, en solaces o aleccionadoras
temporadas.
Contrario a
los intereses de una estirpe que siempre juró
fidelidad y tanto sirvió a la
Corona y que tenía muy vastas y ricas propiedades,
los hijos y nietos del viejo capitán de infantería José Leyte-Vidal y Toledo se
tornaron más y más grandes opositores al régimen colonial imperante en Cuba, y,
entre ellos, el joven Arcadio, quien en 1869 puja ante los representantes de la Revolución Cubana
en los Estados Unidos para que se le enviase a pelear a Cuba, anhelo que en
breve logró.
Pronto fue
de los más destacados cabecillas rebeldes en la zona de Holguín, de lo que dan
fe partes de guerra, cartas y otros documentos –de amigos y enemigos- sobre la Guerra de los Diez Años, ya
bajo las órdenes de Julio Grave de Peralta, ya de José María Aurrecochea, de
Máximo Gómez y Calixto García; así como también, finalmente, de Antonio Maceo
Grajales.
Entre muchas
acciones, imposible de relacionar en tan breve espacio: estuvo en Potrero de
Bejerano (junio de 1872), en el ataque a Baire, de agosto de 1872, y días
después se le destaca en Vereda de la Torcaza , donde resultó herido gravemente; en
Samá, Veguita de Banes y la gran excursión a Auras y el ataque a Guisa; Cuatro
Caminos, Santa María de Ocujal, combate en el cual su llegada con el refuerzo
fue crucial en el desenlace de la porfía.
Después de
cesado Antonio Maceo Grajales como jefe interino del Primer Cuerpo del Ejército
Libertador, fue boicoteado el mandato de Arcadio sobre la Segunda Brigada de la
división holguinera, a causa del movimiento sedicioso que, desde abril de 1877,
consiguió dejar al valiente mambí sin grado efectivo. Restablecido
Maceo como Jefe de Oriente, éste hizo a Arcadio jefe de su Estado Mayor, y desde ese puesto el valiente criollo peleó en todos
los grandes combates de del líder rebelde, entre ellos los que acaecieron en Vega Sucia, Juan
Mulato y San Ulpiano.
Posteriormente Arcadio fue
protestante en Baraguá, y acto seguido a esa "actitud" fue ascendido a brigadier del
Ejército Libertador, grado con el que combatió en Arroyo Municiones, Caobal y
otros encuentros de la prolongación de la contienda.
Con Antonio
Maceo salió Arcadio formando parte de la comisión encabezada por el Titán para recabar ayuda en el
exterior, yendo a Jamaica y a los
Estados Unidos.Y tras el fracaso de esa gestión regresó a Cubay se instaló en Mayarí Abajo, donde residía cuando el estallido de la Guerra Chiquita.
Maceo le pidió integrarse a la nueva insurrección, y Guillermón le ofreció la
jefatura del movimiento; pero Arcadio –estrechamente vigilado por orden del
jefe militar español del Departamento, Camilo Polavieja- desistió, y sin siquiera
poder relacionarse con los rebelados en ese poblado nororiental, optó por irse
al extranjero con su primo, el teniente coronel del Ejército Libertador Francisco Leyte-Vidal
Inarra, en viaje ofrecido por un jefe de la marina de guerra española –presunto
amigo familiar-, cuya nave estaba fondeada en la bahía de Nipe. Con él llevaba Arcadio un cofre lleno de prendas valiosas. Ya a bordo del buque, los marinos que
respondían a la celada, los amarraron. A Arcadio le quitaron su tesoro, y lo
lanzaron a la profundidad, atado. Francisco
salvó la vida milagrosamente, pero el brigadier Arcadio
Leyte-Vidal Delgado murió ahogado. Fué el 16 de septiembre de 1879. Con la sola excepción de los mayariceros que mencionan su nombre cada día, el resto de Cuba olvidó al héroe.