José Abreu Cardet
En los
estudios de la guerra de 1868 raramente se ha tenido en cuenta el papel jugado
en el movimiento revolucionario durante la conspiración y en los primeros
momentos del alzamiento por los funcionarios públicos y personas que
desempeñaron algún cargo dentro del estado o los ayuntamientos y se unieron a
la revolución. Estos se convirtieron en promotores del
movimiento revolucionario. Era desconcertante para cualquier vecino el hecho
que un capitán o un teniente pedáneo tomaran parte en la conspiración o
se alzara.
En
la sublevación del 10
de octubre de 1868 participaron una cantidad
relativamente importante de miembros del cabildo, funcionarios españoles de
bajo rango y varios sacerdotes. Aunque esto en esencia no afectó la
estructura de la
Capitanía General, pues la mayoría de los
miembros del aparato político administrativo español permanecieron
fieles.
Debemos
de ver el asunto en la
Cuba de 1868. En estas apartadas comarcas
el capitán y el teniente pedáneo eran figuras fundamentales en la vida
cotidiana. Los tenientes gobernadores residían en la cabecera de la
jurisdicción. En muy contadas ocasiones los campesinos visitaban la ciudad
cabecera. Sin embargo, estaban en constante contacto con las autoridades de su
capitanía o tenencia. Cualquier funcionario a ese nivel tenía un papel muy
relevante en la vida de esta gente. El hecho de que uno o varios de ellos
se sumaran al movimiento revolucionario debió de producir el efecto de una
piedra lanzada al agua de un lago en día de calma. Seguramente que la mayoría
de estos funcionarios permanecieron fieles a la metrópoli. Pero en la
formación de las ideas y los criterios colectivos no siempre el número es lo
más importante. Lo que debió de crear una corriente de opiniones, por citar un
ejemplo, no fue el hecho de que de todos los capitanes pedáneos de la
jurisdicción de Holguín, tan solo Eduardo Cordón se sumara a la conspiración.
Lo más relevante del asunto era que un capitán pedáneo se había insubordinado.
Es de suponer que la noticia circulara por la comarca y fuera exagerada como es
usual en la voz popular.
A
los ojos de los vecinos de algunos barrios rurales el alzamiento del 10
de octubre de 1868 muy bien pudo, parecer en un
inicio, el de una parte del estado español contra el mismo estado. Algunos
funcionarios se unieron a la insurrección. La mayoría de ellos vivía en esas
comarcas desde hacía años. Se habían familiarizado con los vecinos de los
barrios donde ejercían sus funciones. La mayoría se había casado con cubanas lo
que incrementaba con mayor fuerza sus relaciones con los criollos.
Un
ejemplo de esto fue el capitán pedáneo de San Pedro de Cacocum en Holguín, el
alférez de caballería retirado Eduardo Cordón natural de un poblado de Granada
en España. Eduardo Cordón residía desde hacia varios años en Holguín. Se
había casado con una mujer perteneciente a una antigua e insumisa familia
criolla, Leonela Feria Garayalde. Tenía además estrechos lazos de amistad
con la familia Grave de Peralta. Estos poseían varias fincas y residían en el
territorio de la capitanía pedánea que el comandaba. Tanto los Feria Garayalde
como los Grave de Peralta aportaron a la causa revolucionaria varios de los
principales líderes locales.
Eduardo
acabó incorporándose a la conspiración. En sus informes al gobernador de
Holguín resaltaba que la comarca permanecía en perfecto orden. Mientras
Julio Grave de Peralta y otros vecinos conspiraban prácticamente de forma
publica. Esto permitió que el grupo más fuerte y numeroso de conspiradores en
Holguín se encontrara en Cacocum. En octubre de 1868 Cordón se sublevó.
Su importancia en la localidad era tal que fue ascendido a coronel. Durante la
guerra fue sorprendido por una contraguerrilla y asesinado ante su familia.
(1)
Hay
otros ejemplos de funcionarios españoles que se sumaron al independentismo. La
sublevación de Céspedes en La
Demajagua contó con la colaboración del
jefe de la policía y un oficial de las fuerzas regulares de Manzanillo. Estos
facilitaron la concentración de los patriotas en La
Demajagua. El teniente
pedáneo Emilio Soler, de Manzanillo, se unió a las fuerzas insurrectas y
se dedicó a reclutar combatientes. (2)
José
Alemán, teniente pedáneo en la jurisdicción de Santiago de Cuba, se unió a las
fuerzas revolucionarias. Se convirtió en uno de los jefes militares de las
tropas insurrectas concentradas en el campamento de Sevilla en Santiago de
Cuba. Rafael Portuondo Vernáes, delegado del alguacil mayor de Santiago de Cuba,
también se unió a los mambises de ese destacamento. (3)
En
Bocas, un cuartón en la capitanía pedánea de Maniabón en la jurisdicción de
Holguín, el teniente pedáneo Agustín González se unió a las fuerzas
revolucionarias. Un informe español hacia referencia a: “... que era
anteriormente teniente de partida de Bocas y hoy es jefe de los
insurrectos.” (4)
El
efecto que tuvo este individuo entre los vecinos de la localidad fue
impactante. En los primeros meses de la guerra un total de 98 vecinos de ese
barrio se unieron a las fuerzas revolucionarias. (5)
El
teniente pedáneo de Tí Arriba, en la jurisdicción de Santiago de Cuba,
Francisco Javier Rizo, se unió a los sublevados. En este caso tiene una doble
significación, pues además de funcionario del gobierno era considerado como
hacendado. Este individuo fue detenido. Sus declaraciones en los
interrogatorios son interesantes. Declaró que el jefe de las fuerzas
insurrectas del barrio, Bernardo Delgado, blanco y vecino del lugar, trató desde
los primeros momentos de ganárselo para la causa insurrecta. El día en que los
mambises ocuparon el poblado: “...le propusieron si quería ser comandante de
aquel punto... “. (6)
Al
día siguiente el jefe mambí lo visitó en su casa y le solicitan: “... que
mientras tanto quedaría lo mismo que estaba ejerciendo el cargo de Teniente del
partido pero bajo la vigilancia del comandante de Ti Arriba...” (7)
Este
individuo en parte trata de disminuir su culpa aduciendo que se vio obligado a
actuar de esa forma bajo la presión de un cabecilla insurrecto. Pero realmente
hubo un intento de muchos caudillos locales de ganarse para la revolución a los
funcionarios de sus localidades.
El
teniente pedáneo del partido del Ramón, José de Jesús Pérez se unió a los insurrectos.
(8)
En
Guantánamo varios funcionarios del estado se incorporan a la revolución. En el
partido pedáneo de Jamaica se sublevan el capitán pedáneo, José Bienvenido
Rodríguez, su secretario, Antonio Beruf y el cabo de salvaguardia, el
gallego, Francisco Domínguez. También lo hacen los cabos del cuartón del
Sigual, Eleuterio Pérez. Otros cabos de salvaguardia Ángel Proenza, y
Francisco Domínguez siguen igual camino. Esto causó un verdadero estupor entre
las autoridades fieles a España. Una anécdota recogida en los interrogatorios a
los testigos y detenidos por las autoridades hispanas deja sentir la
sorpresa causada en todos por éste anónimo héroe independentista. Apenas las
autoridades locales tuvieron conocimiento del alzamiento les informaron a los
diferentes funcionarios de la jurisdicción. El capitán pedáneo de Jamaica
reunió a los vecinos de su barrio y los arengó con las siguientes palabras:
“.... que la isla de Cuba debía de ser libre puesto que los españoles
quitaban y ponían reyes y hacían lo que le parecía y ellos debían hacer
lo mismo”. (9)
Es
interesante la declaración de un oficial de voluntarios sobre la
influencia de estos individuos entre los vecinos de Jamaica: “... que
casi todos los vecinos de su partido además de los ya dichos
pertenecen a la facción pero que no prestan parte activa en ella
que si lo hacen es seducidos por los anteriormente dichos que
son los principales cabecillas”. (10)
León
Téllez, teniente pedáneo y Joaquín Suárez, también funcionario colonial,
tomaron parte en el alzamiento de Guantánamo. (11) José María
Ávila, teniente pedáneo del cuartón de Sevilla, de la capitanía pedánea del
Caney, en Santiago de Cuba, era acusado de unirse a los insurrectos.
(12)
Carlos
Manuel de Céspedes encontró apoyo en un funcionario colonial que le ayudó en la
labor de sumar hombres a sus fuerzas. En este caso era Bartolomé Labrada,
teniente pedáneo de Jibacoa partido de Guá en la jurisdicción de Manzanillo. Un
informe español decía de este individuo: “D. Bartolomé teniente habilitado de
Jibacoa que se insurreccionó contra nuestro gobierno y ha reclutado gente con
abono de su autoridad”. (13) Miguel Font un testigo de la actitud insumisa
de este funcionario declaró a las autoridades españolas sobre el apoyo que le
brindó a Carlos Manuel de Céspedes en los días en que se preparaba el
alzamiento de la
Demajagua y durante este:
“... el declarante vio por sus propios ojos una orden del hermano del acusado llamado Bartolomé Labrada y esta orden la hacia al cabo del cuartón Purial para reclutar gente en nombre del gobierno español, valiéndose de este engaño para que esta gente reclutada se anexionara por medio de la farsa a los insurrectos, advirtiéndole que este Bartolomé Labrada es teniente habilitado por nuestro gobierno de los cuatro cuartones de Gibacoa partido de Gua”. (14)
Un
hermano de Bartolomé detenido por las autoridades españolas declaró en el
interrogatorio respecto a las relaciones de su hermano con Carlos Manuel de
Céspedes: “ ...que el hermano del que narra Don Bartolomé y el otro Don Pedro
son los que con Céspedes mas relaciones han tenido”. (15)
Otro
hermano de Bartolomé, llamado José Labrada Preco, escribiente del jefe de los
cabos de Ronda de Manzanillo fue detenido, pues se sospechaba de que tomó parte
en la conspiración. Eligio Izaguirre, secretario del Juez de Paz de Manzanillo,
fue detenido también, acusado de ser un conspirador. Según las autoridades
había utilizado su influencia para sumar al movimiento sedicioso al portero del
juzgado Bartolomé Sariol y Quesada.
En
Bayamo el capitán pedáneo Joaquín Tamayo se sumó a la sublevación. En Holguín
el escribano público y secretario de la
Junta de Armamento y Defensa, Jesús
Rodríguez, se unió a la insurrección. También lo hicieron dos miembros del
ayuntamiento, los regidores Federico Marino y Carlos Téllez, se
unen a la insurrección.
Las
autoridades españolas intentaron utilizar los vecinos para sofocar los
alzamientos. Existía una verdadera tradición de utilizar a fuerzas militares
integradas por vecinos de la isla, tanto españoles como criollos, para
defender la colonia. Este tipo de tropas habían sido utilizadas
para combatir a los piratas y corsarios, a los británicos en sus intentos
de conquistar la mayor de las Antillas y más recientemente a las expediciones
de Narciso López. En octubre de 1868 las autoridades recurrieron a esta medida.
El acontecimiento es poco conocido. Armaron vecinos de las regiones donde
estallaron las sublevaciones para combatirlas. En el caso de que la mayoría
fueran hispanos y estaban bien dirigidos dieron buenos resultados. Un ejemplo
de esto fueron las defensas de Tunas y de Holguín. Pero donde
predominaban criollos la situación cambió por entero. En general estos
destacamentos acabaron rindiéndose y sumando sus efectivos a los libertadores.
Un ejemplo de esto fue una pequeña tropa creada en el cuartón de Arroyo Blanco
de la capitanía pedánea de Palma Soriano en Santiago de Cuba. El cabo de ronda
local dirigía este destacamento. El 17 de noviembre se encontraron con una
partida insurrecta. Sin disparar un tiro el grupo se entregó y prácticamente
todos sus integrantes quedaron incorporados a la tropa mambisa (16).
Es interesante que parte de las estructuras represivas creadas por el gobierno
hispano para luchar contra la insurrección acabaron fortaleciéndola
Los
dominicanos que se unieron a la insurrección también debieron de crear un
espacio de sorpresa entre los vecinos. Algunos de estos individuos en
momentos de integrarse a las fuerzas libertadoras estaban en activo como el
general Modesto Díaz. Otros habían sido retirados pero debieron mantener la
imagen pública de gente vinculada el régimen español
El
papel de estos individuos que tenían cargo en el gobierno y se unieron a la
insurrección merece un análisis. El primer asunto es que ellos se incorporaron
a la sublevación producto del ambiente sedicioso que se había extendido por
gran parte del oriente de la isla. Vecinos, amigos y parientes estaban imbuidos
del espíritu revolucionario. Pero al mismo tiempo ellos desempeñaron un papel
importante en algunas localidades en la movilización de los vecinos. No era
fácil para muchos romper el orden establecido por cuatrocientos años de dominio
español. Alzarse contra las autoridades hispanas era un reto. Era romper una
barrera del orden establecido, de intereses creados. Por muy despótica que
fueran las autoridades y por alto que fuera el grado de alienación social que
existía en la sociedad cubana el poder guarda en si un grado de inercia hacia
el orden establecido que no fue siempre fácil de romper. Para los vecinos de
estas comarcas el representante del orden y la autoridad eran estos individuos:
los capitanes y tenientes pedáneos cabos de ronda, etc. El hecho de que algunos
de ellos se sublevaran representaba un estímulo. Hacía mucho más fácil el
romper la línea de la situación oficial creada y a las que se sentían
subordinados. La élite revolucionaria lo había comprendido así. El propio
Céspedes se proclamó como Capitán General. Se mantuvieron los mismos nombres de
los cargos establecidos por el estado español. Así en la nomenclatura
revolucionaria continuaron los tenientes gobernadores, capitanes y
tenientes pedáneos por lo menos en estos primeros meses de la sublevación. Era
una forma de investir el nuevo orden establecido de las tradiciones del
anterior.
Aunque
tampoco podemos exagerar respecto al papel de un grupo de funcionarios
españoles que simpatizaron con la revolución. Muchos funcionarios españoles se
mantuvieron fieles a la metrópoli. Algunos murieron defendiendo sus ideas
políticas. Pero en medio de un estado de efervescencia revolucionaria el hecho
de que un capitán o un teniente pedáneo se sumaran a la conspiración debió de
tener una relevante importancia. Es de imaginar los diversos comentarios que
suscitaron tales actitudes entre los vecinos de estos apartados barrios. Al
compás de estos comentarios con el ejemplo palpable del representante del
estado colonial sumado a la revolución la decisión de tomar el camino de la
insumisión debió de ser más fácil para muchos vecinos.
1-
Juan Albanez Martínez Eduardo Cordón. Inédito
2-
ANC Fondo Comisión Militar Ejecutiva y Permanente. Legajo 125 número 4
3-
Idem Legajo 129 número 27
4-
Idem Legajo 129 número 4
5-
Museo Provincial de Holguín Fondo. Documentos de Julio Grave de Peralta.
6-
ANC Comisión Militar Ejecutiva y Permanente Legajo 129 Número 4
7-
Idem Legajo 129 número 21
8-
Idem Legajo 126 número 13
9-
Idem Legajo 126 número 12
10-
Idem