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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

21 de enero de 2015

Calixto García. Sus amores, sus gustos.


Tomado de: “Así fue Calixto” de Nicolás de la Peña Rubio.
Desde Madrid, donde vivió desterrado después del fracaso de la Guerra Chiquita, en carta a su amigo Ernesto Bavastro reclama el General la presencia de su familia para que lo acompañe en el doloroso destierro: “(...) Me he determinado traerla para acá, pues sabe lo doloroso que es estar separado de las personas que se quieren, y además, aquí, trabajando mucho, podré educar a mis hijos, a lo cual están reducidos hoy todas mis aspiraciones"[1].

Le gustaba en la mesa y aprovecha que vive en Madrid para darse ciertos gustos: “…los vinos borgoñeses, que siempre buscaba en las bodegas durante su obligada estancia en España. Y cuando no los hallaba embotellados, los compraba en pipa para disfrutarlo en la mesa con la familia (...) Y también era adicto a la leche de cabra recién ordeñada"[2].

Carlos, su hijo, también dejó escrito con énfasis y cariño que cuando volvía a casa, el General casi siempre traía dulces, frutas y otros fiambres para la familia, y cuando su hija Leonor recibe en la casa a un enamorado, Calixto los cuida, y tiene la picardía de aumentar una hora al reloj para que la visita se marche pronto.

El historiador Gerardo Castellanos reconoce que: 
“No es que el general fuese completamente hermético, huraño y agresivo siempre, porque es sabido (...) que era tierno en el regazo familiar, [pero es] que además de no poseer magnetismo personal exterior, el hábito de mando de largos años de guerra (...) le habían casi malcriado. (...)
En su hogar su carácter es distinto (...) sin que desapareciese su carácter serio y ordenado, era todo dulzura, amor y tolerancia (...) Era el padre que había heredado la ternura y el amor de la madre que lo trajo al mundo y que lo amó tanto (...) [Sus] explosiones de cólera y la casi manía de regañar y sermonear, obedecían al hábito de mandar y la de ser obedecido sin observaciones”[3].
En su diario relató su hijo, el general Carlos García Vélez, quien acompañó a Calixto en calidad de Ayudante cuando este se dirigía a Cuba en la expedición del Hawkin, que:

“...cuando el barco comenzó a hundirse, se les aproximó una de las naves que vino auxiliarlos en medio de la tempestad y un mocetón alto y fuerte que estaba en el bote salvavidas, cuando se acercó a los náufragos, aprovechaba las gigantescas olas provocadas por la tormenta, y cuando aquellas estaban en su cresta, extendía sus largos brazos y tomaba a los tripulantes del salvavidas del Hawkin por los fondillos del pantalón y el cuello dé la chaqueta y los pasaba a su lado; y cuando rescató a mi padre este pensó yo aún quedaba en el barco que estaba por desaparecer, y entonces gritó: "Se queda mi hijo(...). Fue un grito desgarrador que me llegó al alma, dándome cuenta del dolor que experimentó al creer que yo había sido abandonado a mi suerte”[4].

Además de patriota ejemplar, guerrero victorioso, estratega reconocido y hombre, en fin de profundas convicciones y sólidos prestigios en nuestra historia patria, Calixto García Iñiguez fue un amante esposo, siempre preocupado por su familia. Con su esposa Isabel Vélez Cabrera procreó siete hijos que recibieron, respectivamente, los nombres de Leonor, Matilde, Calixto, Carlos, Mario, Mercedes y Justo. Este último, nació en plena manigua cubana, a orillas de una laguna cercana a Cacocum. Carlos alcanzaría en la epopeya del 95 el grado de General de Brigada del Ejército Libertador.

De poco tiempo dispuso Calixto para darle a su hogar el necesario calor de padre, pues su compromiso con la patria le absorbió toda su vida. Solo una esposa comprensiva y amorosa como Isabel sería capaz de sortear los tantos escollos y compensar la ausencia del esposo guerrero.

En 1896, en los momentos en que Calixto se decide a partir hacia los campos de batalla en Cuba, pide a sus amigos y allegados que le cuiden a su esposa y a sus hijos, especialmente a Mercedes, que ya empieza a padecer de tuberculosis. Y el 5 de diciembre de 1898, cuando termina la guerra y marcha en comisión a Washington para discutir las relaciones futuras entre el gobierno norteamericano y la futura república de Cuba, escribe a su esposa e hijos: “Mi alma está destruida. Mi pobre Mercedes, la única esperanza de mi hogar, se me muere. En medio de tantas fiestas sólo tengo ganas de llorar y huir de la multitud con mi hijita para ver si la salvo, pues sin ella la vida me vale muy poco. ¡Para qué he trabajado y he sufrido tanto!, si mi única hija ni siquiera podrá llegar a la tierra por la que he luchado tanto para que descanse allí para siempre"[5].

El 20 de junio de 1874, desde Calabazar de Jiguaní, escribe Calixto una bella carta cuyo texto denota la nostalgia que padecía por el calor del hogar; en ella el curioso puede ver con claridad el alma romántica de Calixto. Luego de darle algunas noticias sobre la marcha de la guerra, en las que se descubre el optimismo del General por el curso de las operaciones militares, habituado a las rudezas de la contienda y al lenguaje áspero y enérgico del campamento, asume su condición de esposo y amante compañero, y le escribe a su compañera:

“Pensé dejar esta carta para mañana, pero al salir de mi tienda se ha presentado ante mi vista tan bella perspectiva que no puedo resistir el deseo de "pintarte" el campamento. Son las doce de la noche, una luna bellísima esparce su dulce claridad y un cielo tachonado de estrellas se extiende por mi cabeza. Al frente se distingue una larga hilera de pequeños ranchos cobijados de yaguas. Es el campamento del Regimiento Yara. A mi izquierda y derecha las tiendas de mis Ayudantes, y a mi espalda otra larga hilera de ranchos ocupados por mi escolta y batallón Baire. La tienda más próxima a la mía es la de mi amigo Félix Figueredo que ha dejado la Secretaría de la Guerra y hoy es otra vez jefe de la Sanidad de Oriente (...) En mi misma tienda tengo a Benjamín Ramírez, Jefe del Regimiento Baire que ha venido a verme atravesando 18 leguas de loma, entre ellas, La Maestra, pues está destacado en la costa sur (…)
Una extensa calle de palmas rodea el campamento y una empinada loma se ve a mi espalda, llena de farallones blancos que parecen grandes edificios. A cien pasos del campamento hay un pequeño arroyo de una agua deliciosa, que nace en los farallones que te he descrito.


Detrás de mi tienda duerme mi asistente (...) A los costados de mi hamaca la vela de cera alumbra mi habitación que, como en todas las mías se ven revueltos, zapatos, revólveres, carteras, machetes, chaquetas, etc. A la entrada de mi tienda hay un banco formado por cuatro horquetas y una vara. Este banco es para las visitas. Por doquier se ven sacos (...)
Esta noche, a prima, estuvo tocando la orquesta, bien que esto no es una novedad, pues lo hacen casi todas las noches. Tanto hemos luchado que hasta hemos conseguido música. El jefe de ella es Pedro Estrada, el clarinetista que residía en Contramaestre. Más allá de los ranchos del Regimiento Yara, y separado por una calle de 20 varas de ancho se encuentran los del Regimiento Bayamo, y más adelante y en el mismo orden las del primer batallón de Jiguaní.
Delante de todos y en un potrero de guinea, lleno también de palmas, acampa la caballería. Por todos los ranchos se ven varas de tasajo y montones de boniato, mangos, cañas y hasta zapotes, y si algún curioso escarba algunos montones que sobresalen de la tierra encontrara nísperos puestos a madurar con el calor del sol. Esto es, en fin, un campamento encantador, lo que no es de extrañar en nuestra bella Cuba.

En estos momentos todos duermen y nadie diría que acampan en este lugar los mismos hombres que, antes del toque a silencio, aturdían los oídos con sus cantos y chistes, que no olvidan ni en me dio de los mayores peligros ni aún cuando el hambre agobia sus estómagos"[6].

A pocos metros del Mausoleo donde descanzan los restos del General Calixto García en Holguín, están los restos de su madre, Doña Lucía Iñiguez


Para su madre Lucía, Mamá Cía, como él la llamaba, guardaba los más puros sentimientos; ella significó para él en momentos críticos y decisivos de su vida incierta durante los treinta años de guerra vividos, incluyendo la dura etapa de sus destierros y prisiones en España, además de la madre abnegada, la amiga de confianza que le guardaba sus más íntimos secretos, incluyendo los de sus amores fuera del matrimonio y los hijos que le nacieron por ellos, y asimismo el apoyo infalible en circunstancias cruciales, el lenitivo para sus desventuras sentimentales y políticas, el aliento que solo la palabra cariñosa de una madre comprensiva y a la vez enérgica puede dar al hijo.

La vida andariega a la que le obligó su condición de combatiente guerrillero, en constante marchar y contramarchar por los campos orientales, y su carácter apasionado y sensual, le inclinaron a amoríos extramatrimoniales en los cuales, en ocasiones, quedó la profunda huella de hijos cuya paternidad no negó.

Fuera de su matrimonio tuvo tres hijos: con la manzanillera Leonela Enamorado, a Calixto Leonel que alcanzó el grado de General de Brigada; con Paula Ruiz, monja española que lo atendía mientras el General convalecía en una prisión española, a Raimundo Domínguez Eguarás, (Raimundo murió de tifus cerca de Cacocum el 27 de marzo de 1898, había llegado a ser comandante con solo 19 años de edad); y con Teresa Camejo Pérez, a Teres. A todos el padre los acogió con cariño y como se ha visto, todos fueron fieles seguidores de las ideas independentistas del padre.

A su condición de patriota y guerrero Calixto une la de hombre amante de sus camaradas de armas, "cariñoso con sus compañeros, comprensivo con los vencidos y amoroso en su trato firme en el mantenimiento de la disciplina militar. Resignado y fuerte en la adversidad. Amoroso de su familia, apasionado de la causa de la patria y respetuoso de la ley y el derecho"[7].

Entre otros trabajos docentes que desempeñó durante su estancia en Madrid, Calixto ocupó la cátedra de la Asociación para la Enseñanza de la Mujer. Y Antes, cuando prepara la Guerra Chiquita, funda en Nueva York el Club de Hijas de la Libertad, integrado y dirigido por mujeres, y con ellas organiza delegaciones en distintos países de América con el objeto de recaudar fondos para la campaña bélica, dirigiéndoles un mensaje en el cual se lamenta de no haber contado suficientemente con las mujeres para asumir mayores responsabilidades durante la Guerra Grande, sobre todo para reunir recursos morales y materiales, pues, dice, la mujer, sin fronteras sociales, de edad o cualquier otra índole, a pesar de haber sido subestimada en sus capacidades físicas, y organizativas y políticas demostró ser capaz de compartir con los soldados del Ejército Libertador las penalidades de todo tipo que este afrontó mientras duró la contienda. Este criterio del general revela la admiración y el reconocimiento y gratitud hacia el sexo femenino.

El 5 de abril de 1875 una patriota cubana exiliada en Nueva York, Emilia Casanova de Villaverde, fundadora de la Liga de las Hijas de Cuba, le demuestra su admiración cuando le envía en calidad de obsequio un revólver, como reconocimiento a los servicios prestados a la patria. 

Leer además, de la serie: ASI ES CALIXTO:


[1]Museo Casa Natal de Calixto García. Centro de Información sobre las Guerras de Independencia.. Fondo Calixto García.

[2] Carlos García Vélez. Apuntes del Diario del General Carlos García Vélez (Inédito, copia hecha por Vaillant Luna), Museo Casa Natal del Mayor General "Calixto García Iñiguez". Centro Información y Documentación de las Guerras de Independencias.

[3] Gerardo Castellanos. “Tierras y Glorias de Oriente”, Editorial Hermes, La Habana, 1927. p. 22.

[4] Carlos García Vélez. Ob. Cit.

[5] Museo Casa Natal de Calixto García. Centro de Información sobre las Guerras de Independencia. Fondo Calixto García.

[6] Museo Casa Natal de Calixto García. Centro de Información sobre las Guerras de Independencia.. Fondo Calixto García.


[7] Biblioteca provincial de Holguín. Fondos Raros y Valiosos. Juan Albanés Martínez. Recortes, libro 7. folio 137.

Calixto García. Su temperamento.


Tomado de: “Así fue Calixto” de Nicolás de la Peña Rubio.
Son numerosas las anécdotas que de han escrito sobre el carácter explosivo del General Calixto García. Su hijo Carlos en el prólogo que escribió para el libro titulado “Calixto García y su campaña del 95”, escrito por Aníbal Escalante Beatón, habla de tales explosiones dirigidas a él mismo y cómo "pude notar en los rostros allí presentes, señales inequívocas de aprobación al ver cómo el general reprendía con aspereza al oficial, olvidándose de que era su hijo o acaso por serlo"[1]


Este proceder del General le provocó no pocos contratiempos, sin embargo, él casi siempre salía airoso por su vena humorística y su carácter franco y sincero.

En su libro “Calixto García. El Estratega” relata Casasús una anécdota oída al coronel León Primelles Agramonte, quien fuera ayudante de Máximo Gómez. Resulta que acampados los dos generales a poca distancia uno del otro, desde donde se hallaba el Generalísimo se escuchaba la voz alterada y de Calixto, por lo que comentó Gómez: "Ya está Calixto tocando diana...."[2].

Conocedor de su carácter temperamental, el propio Calixto expresó en una ocasión: "Soy García y soy Íñiguez; García cuando me incomodo y se me sube lo de García; Íñiguez cuando estoy normal". Y en carta que dirigió a su amigo Ernesto Bavastro con fecha 19 de enero de 1880, dísele: "Dispénseme si algunas veces, con la cabeza caliente, le digo algo que pueda causarle sentimiento; crea que lo hago sin esa intención. Yo lo quiero a Ud. mucho y tal vez por eso es que armo esas peloteras con Ud."[3].

En otro momento, al rendir informe a Máximo Gómez sobre la exitosa captura de una columna española en el poblado de Minas, Camagüey, pidió el generalísimo la relación de los oficiales propuestos para ascenso por méritos de guerra. El general García remite dicha relación y Gómez advierte que no aparece en ella el nombre del capitán Carlos García Vélez. Entonces Gómez pregunta a Calixto el porqué de esta omisión a lo que éste responde secamente: “¡Porque yo no asciendo a mi hijo!”[4].

Con motivo de una información intrigante y tendenciosa publicada sobre él en un periódico de los Estados Unidos, Calixto se dirigió al agente diplomático de Cuba en ese país expresándole: “Su carta particular contestando a mi comunicación oficial no me satisface. Recibir  satisfacciones en periódico de Filadelfia que nadie lee en New York, es harto ridículo. La injuria debe rectificarse en el mismo periódico que la ha hecho. Por lo tanto, y viendo que el representante del gobierno en el extranjero no puede defender la honra de un general de la República, le participo que yo soy muy bastante para defenderla contra todos”[5].

Otro episodio de su vida donde demuestra su modo de ser es cuando llega muy mal herido a su campamento el teniente coronel Rafael Izquierdo y el Consejo de Gobierno lo autoriza a marchar al extranjero para atender su restablecimiento, pero sin darle ni un céntimo. Tenía el coronel que viajar a su propia costa. Calixto lo supo y dolido e irritado, le escribe el 24 de septiembre de 1897 a Estrada Palma, Delegado del Partido Revolucionario Cubano y residente en el exterior:

“Verdadera tristeza he sentido al ver las heridas que tiene el citado oficial. ¿Habré por desgracia visto en él nuestro porvenir? El Consejo de Gobierno que ha podido mandar en comisión a (...) estafador[es] (...) joven[es] sin prestigio, que no han oído un solo tiro, y que no volverán (...) [y a los que yo] no puedo calificar sino como a desertores. A esos se les ha dado comisiones. Y al teniente coronel Izquierdo, inutilizado en campaña, que ha derramado su sangre cumpliendo con su deber de patriota, se le concede pase, pero sufragando él sus gastos (…) Ese Consejo de Gobierno ha tenido el descaro de insultar a un oficial del Ejercito Libertador, concediendo un permiso en esa forma, digno de los que forman un gobierno de chanchulleros y porquerías”[6].

De Calixto cuenta Gerardo Castellanos, que:

“Sus exabruptos eran terribles y peligrosos y ya, montado en cólera, no cedía ni un ápice (...) Se encrespaba como un mar huracanado y estallaba en una formidable agresión de palabras. Y si la víctima era (...) un holguinero entonces el primer dicterio era huevi-blanco (...) y acto seguido agregaba: ¡pendejo! (...)

Aunque la dureza de su carácter es notoria y pública, también lo es que una vez ocurrida una cólera a seguida advertía su error, llamaba al injuriado y con jovialidad y gentileza procuraba curar la herida (...)

Cierta vez Calixto estuvo demasiado violento con un oficial da su tropa, y pasado aquel mal momento consultó el caso con su secretario y Jefe de Despacho del Ejército del Departamento Oriental, el entonces Teniente Coronel Manuel Rodríguez Fuentes a quien Calixto estimaba mucho (...) para conocer si se había portado muy violento y había sido injusto con el oficial reprendido y si lo había injuriado; como Rodríguez Puentes asintió la el general, arrepentido de su comportamiento, le respondió que debió habérselo dicho en el momento. Entonces el y Rodríguez Fuentes acordaron que de repetirse esas violentas expresiones de enojo y pasara de la represión correcta al insulto personal y grosero, éste Rodríguez Fuentes de forma discreta se acercara a Calixto y exclamara en voz baja; "¡Ave María Purísima, general!" De esta forma Calixto se daría cuenta que se estaba excediendo en su lenguaje y tono”[7].

Sobre los arrebatos de Calixto, José Maceo comentó cierta vez con unos compañeros de su campamento: "Dicen que yo soy bruto, pero yo no le miento la madre a nadie, como hace Calixto"[8]. Lo anterior ocurrió al conocerse un incidente entre Calixto y el prefecto de Cayo Rey o Bariguá, en 1896.

Cuando Calixto fue electo Diputado a la Asamblea de Santa Cruz, a ruego de sus compañeros Juan Gualberto Gómez, Cosme de la Torriente y de su propio hijo Carlos, quienes lo llevan ante el presidente Bartolomé Masó, quien lo atiende cortésmente, aunque, como es lógico suponer, resentido por las declaraciones del holguinero aparecidas en el Herald, atribuidas al prócer. La sesión comienza, y Masó constituye la Asamblea y le da posesión al presidente de la misma, el mayor general Calixto García Iñiguez, delegado de mayor edad entre todos.

Al asumir el cargo dice el General García: "Me veo en la precisión de ocupar este puesto, no por mis méritos, que no tengo ninguno, sino por mis años, la peor recomendación que se puede tener en la vida"[9].

El general Masó, una vez libre de su investidura como presidente de la República, envía sus padrinos a Calixto retándolo a duelo por las supuestas ofensas inferidas en la prensa. Media Juan Gualberto Gómez y a él se queja Masó recordando que Calixto había dicho "que no soy hombre de pelea; que jamás entre en acción de guerra; en suma, que soy un cobarde". A lo que Calixto le responde a través del mismo Juan Gualberto: “No soy responsable de lo que escriba un periodista; además, yo nunca podía haber dicho que Masó era un cobarde, puesto que, precisamente, sobre el campo de batalla, por su valor, lo ascendí a coronel… Es triste con que dos viejos, como Masó y yo, estemos peleados, después de estar juntos tanto tiempo. Y creo que el culpable soy yo; yo soy el que debe ir a darle una satisfacción”[10].

Relata Juan Gualberto Gómez que cuando, poco después, se encuentran los dos patriotas, estos se abrazaron, dejando liquidada la difícil situación. Y cuando Calixto, muy poco tiempo después, se dispone a viajar a los Estados Unidos para cumplir la delicada misión encomendada por la Asamblea, (viaje del que no regresará con vida), se despide de Bartolomé Masó con estas palabras: “Venga un abrazo, Masó; dejemos en el olvido lo pasado”[11]. Fue el último abrazo de ambos.

La grandeza de alma del heroico general holguinero queda expuesta en la escena anterior. Con la misma entereza con que enfrentó situaciones que estimó injustas y expresó con fuerza su criterio, da satisfacciones al compañero y amigo que se siente ofendido.

Contrario a aquellos malos momentos, propios de todo ser humano, el General tenía un humorismo innato que bien vale la pena destacar, pues las vicisitudes de la guerra en las más difíciles condiciones en que la hacían los mambises dejaban muy poco tiempo para la broma.

Austero y rígido en la práctica de la disciplina, Calixto sabía imponer el respeto a la jerarquía y a las normas militares, aunque usaba chistes hasta con sus subalternos. Las anécdotas abundan. En 1880 le escribió a Ernesto Bavastro quien se encontraba en Jamaica: "Yo tengo tanta fe en mi estrella que creo que no me he de morir hasta que no me de la gana"[12].

El 22 de octubre de 1897 escribe al coronel Francisco Sánchez: "Procure que cuando yo llegue haya comida, pues de lo contrario tu grado de Brigadier corre peligro"[13].

Y en otra carta, que esta vez dirige a Estrada Palma se refiere Calixto al general Roloff en tono jocoso: "A Roloff que si no está para cuando me ofreció, lo ahorco cuando lo coja”[14]

En una oportunidad el General le envía a uno de sus subordinados esta nota: "Dime si todavía le tienes miedo a Jiguaní, para mandarte un par de perros. Si te han herido algunos hombres en la operación, no me eches la culpa a mí, sino a las balas que, en vez de ser de algodón son de plomo”[15].  Y días después, en otro escrito le dice al mismo asistente: “Veo que le has perdido el miedo a los soldados de Jiguaní. Sigue de este modo y dentro de 15 o 20 años serás general de División”[16].

En carta a Estrada Palma le dijo: "De aquellos 70 conspiradores que usted conoció, unos, como usted, se han quedado de majases, los otros han cometido la gran tontería de morirse"[17]. Estas frases intencionadas y llenas de humor criollo, las dice el mismo hombre que fustigó duramente y con acritud a oficiales y subalternos, y aún a personas de mayor jerarquía, como el Consejo de Gobierno de la República en Armas.

En 1887 Calixto García residía deportado en Madrid luego del fracaso de la Guerra Chiquita. Allá gozaba del respeto y la simpatía de vecinos y amigos que apreciaban sus dotes de caballerosidad y la afabilidad de su carácter. Cuando llegan los diputados cubanos a las Cortes, con el propósito de solicitar del Gobierno español la autonomía para Cuba, Calixto, que no cree en las promesas de España, discute la situación con ellos. Sobre este tema le escribe al doctor Félix Figueredo, su amigo y compañero en la guerra, y le informa sobre el debate que sostuvo, entre otros, con Rafael Montoro:

“Aquí tienes a nuestros diputados muy satisfechos. Es verdad que no les han dejado hablar, con lo cual les han hecho un gran favor, pues no han gastado su tiempo. En cambio, les han ofrecido, si continúan calladitos, darles la reforma electoral. Y si siguen calladitos y no hacen ruido, como se les dice a los muchachos, cuando los grandes están echando una siesta, sabe Dios todo lo que les darán. Lo malo que tienen estos procedimientos infantiles es que el que premia tiene derecho a castigar. Así es que si no se portan bien les suprimirán los postres, les harán acostar temprano y hasta les darán algunas nalgaditas”[18].

El 4 de enero de 1894 el periódico La Lucha, de La Habana publica la noticia de la muerte de Calixto García por suicidio; la información, falsa, se la acredita a su corresponsal en la Península. Lógicamente la noticia causa la natural alarma y consternación entre la colonia cubana en los Estados Unidos y España. Por su parte, el periódico Patria comenta el infausto “suceso”, que luego desmiente, al comprobar su falsedad. Guando Calixto conoce de "la novedad", escribe a José Dolores Poyo, residente en Cayo Hueso: “Hoy me he pasado el día contestando cartas de pésame por mi fallecimiento ocurrido, según me dicen de La Habana, por mi suicidio, y le juro que no me había apercibido de ello”[19].

Muchas son las anécdotas que se conocen y que demuestran el sentido del humor del General. Una de ellas la refiere uno de sus biógrafos,  Casasús. Dicen que un día un joven cubano deseaba ganarse las simpatías del General y blasonar de su amistad con él, para ello lo invitó a almorzar. Calixto, aceptó gustoso, y rápidamente el joven lo comunicó a sus amigos para que lo vieran en compañía de tan ilustre figura. El día previsto Calixto acudió a la cita y almorzó con el joven. Éste muy orondo, extrajo de su bolsillo un billete de alto valor, pero el General, muy serio y en tono severo le dijo: “Un oficial subalterno no puede pagar donde esta un mayor general; entrégueme en calidad de préstamo ese billete"[20]. El joven se lo entregó y Calixto pagó con él la cuenta del almuerzo y el resto se lo hizo llegar a los mambises necesitados.

En 1897 Calixto escribe a Mario García Menocal, a quien el enemigo le habían inutilizado una pierna en la toma de Las Tunas, por lo que se encontraba fuera de servicio: “Si emprendo algo lo llamaré para que cargue en Bolondrón como lo hizo en Tunas (...) A ver si le emparejan la otra pata”[21]. Y el 2 de junio del mismo año le vuelve a escribir, ahora desde el campamento de Mala Noche: “Usted me hace falta; venga a reunirse conmigo y tráigame la escolta, pues ando solo. Voy por el norte de Tunas y veré cómo lo espero por Potosí, para que sigamos a Camaguey, donde hay mucho quehacer. A Vega lo han vuelto a ripiar.Haciendo la guerra al uso del siglo dieciséis no conseguirá otro resultado”[22].

Los más cercanos a Calixto durante la guerra del 95 dicen que el General les contaba la siguiente anécdota de la guerra grande: los cubanos, necesitados de artillería para batir con mayor eficacia al enemigo, habían construido cañones con troncos de madera dura, reforzados con cueros crudos y con alambres: “Un día el Prefecto, que me cuidaba el parque de la artillería, llega alarmado y me dice: ¡General, las ratas se están comiendo suartillería! Vuelva usted enseguida al almacén, repliqué, y establezca una guardia de gatos”[23].

Fechada el 28 de Julio de 1896, Calixto dirige desde Peladeros, Guantánamo, carta a Estrada palma y le dice: “Mucho me ha hecho reír lo que dicen por ahí, de que yo trato de sustituir al marqués[24], visión que Ud. tratará de demostrar. ¡Yo presidente! ¡Y con las facultades que éste tiene! ¡Primero quiero ser Prefecto de Vijagual! Mientras dure la guerra sólo seré soldado, y el día que esta acabe, quiera Dios que no me dé la chifladura por pretender presidencias”[25].

En julio del mismo año el General escribe otra vez a Estrada Palma; la carta está fechada en Tranqueras: “Estoy empeñado en cerrar el Cauto y lo consigo (...) y entro en Bayamo bajo palio y hago que me canten un Te Deum para que Ud. rabie de envidia”[26].

La siguiente nota, cargada de buen humor la envía a su coterráneo, el general Mariano Torres, el 4 de julio de 1897:

“Querido Mariano: Estoy más satisfechos de las operaciones que se llevan a cabo allá, sobre todo con Remedios. Felicítele y dígale que apriete. Me pongo orgulloso de mis Holguineros cuando los veo que pegan, aunque yo les llame "huevi-blancos", cuando me incomodo, es porque yo quisiera que fueran los que mas hicieran, que no en vano he nacido entre el Marañón y el Jigüe, y ahora que soy viejo voy queriendo más a mi pueblo”[27].

Gerardo Castellanos en su libro “Tierras y Glorias de Oriente”, dice que Calixto, además de su condición de patriota y guerrero: "...tenía aficiones poéticas y solía reunir a su Estado Mayor y entablar entretenidas charlas en las que no tal faltaban improvisaciones, regularmente, de décimas con pie forzado"[28]. Y Casasús cuenta que  una noche de jolgorio en su campamento, al recordar la belleza de la parienta de un compañero de su Estado Mayor, Calixto improvisó esta cuarteta que cantó como mejor pudo:

Tres cosas hay en mi Cuba

Que las tengo en mi memoria:

El boniato, el tasajo

Y los ojazos de Gloria[29]




Leer además, de la serie: ASI ES CALIXTO:





 



[1] Aníbal Escalante Beatón. “Calixto García. Su campaña del 95”, Ciudad de la Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1978. p. 586.

[2] Juan J. E. Casasús. “Calixto García, El Estratega”, Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, 1962. 2da Edición p. 27.

[3] Ibídem. p. 209.

[4] Ibídem. p.212.

[5] Ídem.

[6] Museo Casa Natal de Calixto García. Centro de Información sobre las Guerras de Independencia.. Fondo Calixto García.

[7] Gerardo Castellanos. “Tierras y Glorias de Oriente”, Editorial Hermes, La Habana, 1927. p. 132.

[8] Ibídem. p. 129.

[9] Juan J. E. Casasús. Ob. Cit. p. 312.

[10] Ibídem. p. 315.

[11] Ibídem. p. 316.

[12] Ibídem. p. 31.

[13] Ibídem. p. 32.

[14] Ibídem. p. 32.

[15] Ídem.

[16] Ídem.

[17] Ídem.

[18] Ibídem. p. 134.

[19] Gerardo Castellanos. Ob. Cit. p. 119.

[20] Juan J. E. Casasús. Ob. Cit. p. 142.

[21] Ibídem. p. 144.

[22] Ibídem. p. 219.

[23] Ibídem.

[24] Se refiere a Salvador Cisneros Betancourt, Marqués de Santa Lucía, quien en esos momentos era el Presidente de Cuba en Armas.

[25] Museo Casa Natal de Calixto García. Centro de Información sobre las Guerras de Independencia.. Fondo Calixto García.

[26] Gerardo Castellanos. Ob. Cit. p. 271.

[27] Juan J. E. Casasús. Ob. Cit. p. 142.

[28] Gerardo Castellanos. Ob. Cit. p. 271.


[29] Juan J. E. Casasús. Ob. Cit. p. 219.

Calixto García. Su personalidad.


Tomado de: “Así fue Calixto” de Nicolás de la Peña Rubio.



Entre las figuras que se destacaron en las luchas por la independencia de Cuba en el siglo XIX se encuentra, sin lugar a dudas, Calixto García, quien por su inteligencia y bravura, y siendo aún muy joven, alcanzó altos grados en el Ejército Libertador.

Calixto fue un joven de trato agradable, actitud caballerosa y gentil, especialmente con las damas, condiciones estas que fue enriqueciendo con los años. Aunque, igual es proverbial que en ocasiones manifestaba un carácter explosivo y que pronunciaba fuertes expresiones que le agriaban sus relaciones hasta con algunos compañeros de armas, a los que había demostrado consideración y afecto sinceros. Pero se sabe que pasado el incidente, el General no era remiso a arrepentirse y ofrecerles cumplidas satisfacciones al ofendido. De ello trataré más adelante.

Quedaron por escrito referencias a su persona, impresiones de quienes lo conocieron y se honraron con su trato.

El general Enrique Collazo relata así su primer encuentro con el entonces coronel Calixto García Iñiguez, jefe del Estado Mayor del general Gómez:

Era a mediados del año 1869. Llegaba yo a Camazán una mañana a ponerme a las órdenes del jefe insurrecto recién llegado [se refiere a Máximo Gómez]. Allí un oficial al frente de un grupo (…) Era Calixto García un arrogante mozo. Su elevada estatura, sus modales finos, su conversación abundante y jovial así como su fisonomía simpática. De buenas facciones, a las que daba aire militar su ancho bigote, corrido hasta la cara. Vestía pantalón de dril crudo. Sobre su blanca camisa una chaqueta de sarga gris; del hombro, pendiente por un cordón grueso de seda de dos colores, llevaba un cuerno de caza a guisa de corneta; altas botas de búfalo y un buen jipi–japa completaban su atavío.

(…) Tenía aficiones poéticas y solía reunirse a su Estado Mayor y entablar entretenidas charlas en las que no faltaban las improvisaciones, regularmente, décimas con pie forzado (…)

Siempre “fue inclinado a los estudios. Vivo de imaginación; y aunque pronto su carácter inquieto se reveló dominante, era comunicativo, cariñoso y dado a la amistad. (…) Pulcro en el vestir, muy aficionado al baile y gran fumador de cigarros…”[1]


Otra semblanza sobre Calixto García la ofreció el periódico Tanmany Times, de Nueva York, cuando se publicó la falsa noticia de su muerte. Decía así:

“Era un perfecto caballero, un hombre de honor, un caballero gallardo, sin miedo y sin tacha. La historia de su vida parece un capítulo de un gran romance antiguo. La trama más fina que tejiera ese maestro de novelas Roberto L. Stevenson, nunca igualaría la vida de Calixto García, una vida repleta de aventuras de interés palpitante y de gloriosa vitalidad. En la lista ilustre de los más elevados espíritus de la tierra su nombre figurará en primer lugar mientras continúe escribiéndose la historia y se registren los hechos de los grandes hombres”[2].

Cuando el periodista irlandés James O’Kelly lo visita en su campamento en el año 1872, lo describe: “…joven alto y de complexión delgada, de treinta y tres años y aunque en el cabello se le notan muchas canas no representa la edad que tiene. De maneras afables, no carece de gracia y aún de cierto aire distinguido. Rápido e imperativo en hablar y de carácter nervioso, enérgico y astuto, posee indudablemente las facultades intelectuales necesarias en un jefe”[3].


Otro que hizo referencia a Calixto fue el general José Miró Argenter, jefe del Estado Mayor del Lugarteniente General Antonio Maceo, en la Guerra del 95, autor de las “Crónicas de la Guerra”. Miró lo describió de esta manera:

“Calixto García, militar famoso en la contienda de los Diez años era, además de un gran soldado, hombre de sólida cultura, de inteligencia clara y perspicaz y cumplido caballero, méritos de orden moral que completó la naturaleza con los dones de la gallardía exterior. Toda su persona ostentaba marcialidad: cuerpo recto, bien proporcionado, elegante, garboso, rostro varonil, con grandes mostachos y el mejor blasón del soldado esculpido en medio de la frente (…)

Suicida, una vez se salvó a prodigio, capturado por los adversarios, le dieron cuartel, y vuelto a caer en las guerras de un militar sanguinario logró salvarse por la intervención del jefe superior que era caballero y tenía anotado los hechos generosos de Calixto García en ocasiones análogas”[4].

Por su parte Cosme de la Torriente lo recuerda así: “Era persona corpulenta; la estatura no menor de seis pies”[5].

Y su ayudante en la campaña del 95, el capitán Aníbal Escalante Beatón, lo calificó: “… no sólo un táctico científico, sino también, un ciudadano ejemplar en cuya personalidad múltiple abarcaba actividades heterogéneas, descubriéndose en ellas al demócrata sincero, al humanista y al hombre de Estado capaz de encausar con maestría los destinos de aquella patria por la cual luchara con ahínco durante más de ocho lustros”[6].

Y Fernando Figueredo dijo de Calixto que “… se hacía estimable por las simpáticas cualidades que le adornaban (…) Trataba a sus subalternos con cariño, siempre estaba de bromas, dando en todas circunstancias el mejor ejemplo como jefe”[7]. Mientras que en una nota el periodista francés Luis Bonafour, dijo de Calixto: “Pues señor, creí que me iba a tropezar con un guajiro machetero y me encuentro con un hombre culto que tiene más cara de general que de Martínez Campos”[8].

Frederick Funston fue uno de los tantos jóvenes norteamericanos que combatieron por la independencia de Cuba. Él opinó así sobre la personalidad del mayor general Calixto García:

“Era un hombre de la más imponente apariencia, de más de seis pies de estatura, que llamaba la atención seguidamente por un agujerito en la frente, recuerdo de la Guerra de los Diez Años, huella de un tiro de revólver que se disparó produciéndole un hueco que siempre llevaba cubierto pon un taco de algodón (...) Aspecto de general inglés. Alto y robusto. Aire aristocrático. Muy blanco, ojos claros. Rostro impasible. Andar majestuoso. Sentado o de pie parece una estatua. No respondía esa externa pose a su nerviosismo o violencia. Dominante con exceso. Pronto en rectificar. Amaba la gloria. Tuvo muchos enemigos porque ofendía con frecuencia. En la guerra fue cauteloso y observador..."[9]

El almirante Chadwick, de la Marina de Guerra norteamericana dejó escrita esta impresión que le produjo la personalidad de Calixto: "Era un hombre alto, de cara bondadosa, con una extraordinaria cicatriz vertical en la frente"[10]. Y el escritor Armando Prats Lerma lo caracteriza como un hombre "arrogante, de porte marcial, culto, simpático y locuaz. Ojos vivos, modales finos y fácil expresión. Los mostachos, cuidados, sedosos, corridos hasta media cara, le hacían más agradable su gallarda fisonomía. Su vestidura típica, el aludo jipi-japa y su gran machete, forjado en la manigua, le hacían aparecer como la primera figura del cuartel"[11].

Mientras que el historiador Emeterio Santovenia, refiriendose a su campaña de 1896, dice:

“El general, visto en el terreno de la nueva guerra patria, reunía en sí armoniosamente, bellas prendas físicas y morales. Era arrogante, culto y simpático. Tenía estatura de más de seis pies, ojos vivos, modales finos y expresión fácil y fluida, usaba ropa pulcra, sombrero de jipi-japa amplio y polainas altas. El largo machete —no manos que arma contundente símbolo de la Revolución Cubana— ya en su diestra, mostraba el grande alcance de la natural autoridad de su dueño”[12].

En una entrevista de prensa que un reportero del New York Herald le hace a Calixto en Madrid el 17 de octubre y que se publica el primero de noviembre de 1880, lo retrata así:

“Cualquiera que fuera a encontrar a un capitán famoso en una guerra como la de Cuba, podía suponer que iba a ver a algún sombrío fanático que sólo pudiera compararse a una pantera acorralada. Es difícil imaginarse mi sorpresa al hallarme en presencia de un hombre bien vestido, de distinguido aspecto, cuya barba gris pudiera solo inducir a suponer que tuviera aproximadamente 50 años de edad. Las maneras y correcto proceder del celebrado guerrillero pudieran haber sentado bien en cualquiera de los más encopetados salones de los grandes de

Castilla, y se dirigía a la señora de la casa con toda la cortesía y galantería de un caballero criollo. Sólo al volverse, una profunda y redonda cicatriz entre las cejas dio extraña apariencia a las facciones iluminadas por una agradable sonrisa. Esta terrible cicatriz se la infligió el mismo Calixto García en 1874, cuando fue hecho prisionero por las tropas del general Concha”[13].

Y Gerardo Castellanos, en su libro titulado “Tierras y Glorias de Oriente”, hace varias referencias a la personalidad de Calixto García en distintas partes del texto. En una de ellas lo describe así:

“Alto como un granadero. Gallardo, vigoroso como un gladiador. En el cerebro revoloteaba con el afán de gloria, la nobleza de servir a la patria hasta la muerte. Culto, observador, astuto, violento, firme, gallardo, acometedor. Voz tonante y gesto de indiscutible mando.

De cara tersa y serena, los grises ojos ahondaban como dagas y aquel largo y corrido mostacho le da el más notoria y dominante porte de orgullo y aristocracia (...)

Sereno y marcial. Desde que se le veía de pie, alta la cabeza, se comprendía que se trataba da un carácter severo, autoritario y hasta duro. En sus rasgos faciales había un rictus, un sello de frialdad. Sus firmes ojos claros el enorme bigote o la corrida barba, la boca firmemente cerrada, la alta frente, le daban un aspecto de estatua, hasta el punto que cuando se pretendía un acercamiento a el, la busca de una intimidad, aunque fuera de respeto y admiración, quedaban como en suspenso sin atreverse a grandes efusiones y más se acentuaba la vacilación y el discreto deseo de abreviar si se contemplaba en la frente del héroe aquella indeleble huella que era una merecida estrofa épica (...)

Calixto es alto, gallardo y gentil, andar olímpico, ancha la frente donde lleva el hueco señal de su valor y dignidad (...)”[14]

Emilio Roig de Leushering describe a Calixto así: "Inclinado desde niño a los estudios, de vivísima inteligencia, puede considerarse el más culto e ilustrado de nuestros grandes caudillos  revolucionarios"[15].

En el discurso pronunciado por el general de ejército Raúl Castro Ruz en el momento de sepultar en Holguín los restos del Mayor General trasladados desde su tumba en el cementerio de Colón en La Habana hasta el mausoleo en la Plaza de la Revolución que lleva su nombre en Holguín, la cuna del general mambí, expresó:

“Fue un hombre que vivió con intensidad las demandas de su tiempo, que siempre dijo sí al reclamo de la patria, que jamás se cansó, nunca se desalentó y siempre puso por delante los intereses sagrados de la lucha cuando su vocación revolucionaria y sus condiciones de jefe y dirigente lo colocaron en encrucijadas difíciles.

Su vida y su obra han soportado la prueba del tiempo y la acuciosa investigación a que su ejecutoria ha sido sometida por historiadores y biógrafos (...) Calixto fue un jefe mambí criollo como pocos por la jovialidad de su carácter. Jamás los convencionalismos lograron amoldarlo. Su vida fue ruda, adversa y difícil, poro la vivió con alegría y en todas las adversidades hizo prevalecer el optimismo de nuestro carácter nacional”[16].

Y no podía faltar en esta relación de criterios y opiniones sobre la personalidad de Calixto García, la de José Martí escrita cuando en 1894 se publicó en Madrid la falsa noticia de la muerte del héroe holguinero: "En la vida de un hombre que en las batallas de la redención encarnó un día a su pueblo; (…) enriqueció las glorias patrias con hechos de valor supremo; que en la pelea de su pueblo envilecido con el amo que se lo come y envilece, no le sirvió el plato al amo, sino le clavó la espada en el apetito"[17].

Y en otra referencia, Martí se expresa de Calixto con estas palabras en homenaje de su vida: "No necesita encomio nuestro el general García. Lleva su historia en su frente herida. El que sabe desdeñar su vida sabrá siempre honrarla”[18].


Tal era el héroe, así como nos lo muestran quienes tuvieron el privilegio de conocerlo de cerca y dejaron impresas para la posteridad las aristas del carácter del hombre y del guerrero.




[1] Enrique Collazo. “Cuba Heroica”, Editora Imprenta Mercantil, La Habana, 1912. p. 301.
[2] Juan J. E. Casasús. “Calixto García, El Estratega”, Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, 1962. 2da Edición p. 44.
[3] James J O´Kelly. “La Tierra del mambí”, Instituto del Libro, La Habana, 1968. p. 210.
[4] Juan J. E. Casasús. Calixto. Ob. Cit. p. 45.
[5] Ídem.
[6] Aníbal Escalante Beatón. “Calixto García. Su campaña del 95”, Ciudad de la Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1978. p. 586.
[7] Fernando Figueredo Socarrás. “La Revolución de Yara”, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 1972. p. 60.
[8] Juan J. E. Casasús. Ob. Cit. p. 45
[9] Gerardo Castellanos. “Tierras y Glorias de Oriente”, Editorial Hermes, La Habana, 1927. p. 43.
[10] Juan J. E. Casasús. Ob. Cit. p. 268
[11] Ibídem. p. 190.
[12] Emeterio Santovenia. “Relieves y perfiles del general Calixto García”, Editorial P. Fernández y Cia, La Habana, 1955. p. 195.
[13] Juan J. E. Casasús. Ob. Cit. p. 44.
[14] Gerardo Castellanos. Ob. Cit. p. 43.
[15] Emilio Roig de Leusering, en Biblioteca Provincial "Alex Urquiola" (BPAU), Sala Fondo Raros y Valiosos (SFRV), Juan Albanés Martínez. Recortes, libro 7. folio 56.
[16] Raúl Castro Ruz. “Discurso homenaje póstumo al Mayor General Calixto García Iñiguez” Combinado Periódico "José Miró Argenter", Holguín, 1980. p. 13
[17] José Martí Pérez. “Obras Completas”. Editorial Lex, La Habana, 1946. Tomo1, p. 466.
[18] Ibídem. p. 153.

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