Tomado de Tesis de Grado, Carrera Historia, Universidad de Holguín, Cuba Oscar Lucero Moya.
Autora: Patricia García Concepción
Juana Holguín Fernández-Valero, única hija de García Holguín se casó en 1573 con el asturiano Alférez don Rodrigo López de Mejías, natural de cangas de Onis. Tres hijas tuvo el matrimonio: Juana Antonia, Elvira del Rosario y Ana María López de Mejías García Holguín.
En fechas no conocidas las
tres hijas (nietas de García Holguín), se matrimoniaron con otros inmigrantes
españoles. Juana Antonia con el castellano Miguel Batista Bello de Castro
Almira; Elvira del Rosario con el asturiano Diego de Ávila y Albadiana y Ana
María con el andaluz Juan del Corral Y Villamar. De estas familias terratenientes
descendieron un importante número de los fundadores del Pueblo y luego Ciudad
de Holguín.
El primer Ávila que llegó
a Holguín se llamó Diego de Ávila Albadiana aunque para ser precisos cuando
este señor llegó a la zona donde está la ciudad todavía faltaba siglo y medio
para que Holguín lo fuera, o sea, para que se fundara el pueblo.
Diego de Ávila Albadiana
era natural de Villa de Pravia (en Asturias),y era hermano de Alonso de Ávila y
Albadiana (historiador y cronista del reinado de Felipe III) y sobrino del
Teniente Gobernador de la Isla
de Cuba Licenciado Don Juan (o Juanes) de Ávila.
Detengámonos en don Juan
de Ávila, teniente Gobernador de la
Isla de Cuba cuando la capital de la Isla estaba en Santiago de
Cuba: quien se casó con la sulfurosa doña Guiomar de Guzmán, protagonista de la
novela Doña Guiomar, publicada por Emilio Bacardí en 1916. De ella dice la novela que era "Una agradable y simpática
mujer hija de la alegre Andalucía (…) de carácter bullanguero y decidor,
almacén de chistes y cuentos, y dominadora, como reina y señora en la ciudad
recién fundada”.
Doña Guiomar llegó a Santiago siendo la esposa del que se consideraba el hombre considerado más rico de Cuba, Pedro de Paz y mientras vivió el susodicho ella no se hizo notar en la vida pública, pero después sí que la doña fue un ser público. Veamos la historia.
Cuando murió su primer esposo, doña Guiomar se encontraba en Sevilla y por eso nombró a fray Diego Sarmiento, electo obispo de Cuba en 1536, para que cuidara de sus cuantiosos bienes en las Indias. Pero pronto la astuta sevillana, quien para entonces se había casado nuevamente en la Península, esta vez con Sebastián Oyo Villota, percibió que sus propiedades eran amenazadas por algunos personajes de jerarquía avecindados en Cuba.
Por azares de la vida,
doña Guiomar volvió a enviudar en breve tiempo (ahora por segunda vez), y en 1540 regresó a Santiago
para cuidar personalmente de sus intereses y en especial de sus encomiendas: indios
suministrados a ella y a su difunto esposo Pedro de Paz para la explotación de
sus minas, tierras y para su servicio.
A partir de entonces —como
dice la doctora Hortensia Pichardo— “su nombre aparece con frecuencia en los
documentos de Indias. Posiblemente ocupó ella, mujer inteligente, al volver a
Cuba, seis o siete años después de su partida, el lugar que había dejado
vacante su esposo, en la maquinaria política de la Isla, y probablemente su casa
fue centro de las intrigas y habladurías del momento”.
Atrás quedaban sus días de
calma y sosiego cuando Pedro de Paz, su primer marido, luchaba por los
intereses de la familia. Le tocaba a la doña hacerlo por su propia mano.
Un nuevo gobernador, buen mozo para más añadidura.
En febrero de 1544
arribaba a Santiago de Cuba un nuevo gobernador, el joven licenciado Juan de
Ávila, buen mozo, tal como fue descrito. Y para colmo de felicidad para los planes de doña Guiomar, el Gobernador recién llegado fue a residir a su casa. Casa aquella que era una de las mejores viviendas de la villa de Santiago del Prado (Santiago de Cuba), y en la que con
anterioridad se había hospedado también el joven almirante Luis Colón, cuando
hizo escala en Cuba, en viaje de Jamaica a La Española, lo que dio
lugar en su día a picantes comentarios.
Justo es que se diga, sobre todo antes del climax de esta historia, que por la época que llega Juan de Avila a Santiago doña Guiomar era ya una mujer madura, viuda por dos ocasiones y
con cuatro hijos, pero, y también es justo que se diga, todavía la doña resultaba muy afable en su trato y conservaba su
hermosura, la que de seguro hacía suspirar a más de un vecino de la villa
colonial, muy a pesar de los prejuicios y ponzoñas y de la moral férreamente cristiana de la época (y, para qué mentirnos, también de todas las épocas).
Hay quienes aseguran que
en un principio las intenciones de Juan de Ávila fueron buenas, sin embargo,
en poco tiempo eran denunciados una y otra vez a Madrid los atropellos del
gobernador que en los meses que vivió en la casa de doña Guiomar había sentenciado
13 ó 14 pleitos a favor de la seductora viudita, (la viudita, decían los denunciantes, con sus halagos y encantos
logró que el Gobernador se parcializara a su favor e hiciera suyas sus fobias y sus
preferencias).
Se cuenta que la
influencia de ella sobre Ávila que fue, al comienzo, discreta y apenas
ostensible, creció con el paso de los días y llegó a su punto de caramelo
cuando la pareja, ajena a la diferencia de edad, decidió, tal vez para acallar
los comadreos, contraer matrimonio en diciembre de 1545.
Para algunos historiadores
Juan de Áviles fue el peor gobernador que la Isla pudo tener. Favoreció a su esposa, —audaz,
decidida, y ambiciosa como pocas— creó monopolios para su propio beneficio,
restringió a los consejos municipales, intimidó al pueblo y aceptó sobornos.
Pero el dinero y las
artimañas de su mujer en aquel sórdido ambiente caracterizado por los
constantes pleitos entre las autoridades coloniales, le permitieron la
anulación incluso de las penas que le fueron impuestas en un juicio de
residencia entablado contra él.
No hay que extrañarse.
Doña Guiomar de Guzmán llegó a ser dueña de la voluntad de sus convecinos y eje
de la política de la entonces pequeña ciudad de Santiago de Cuba.
Para la época en que ella
vivió fue, sin duda, una mujer muy especial, cuya temeridad e inteligencia
sazonadas con sus encantos le posibilitaron ocupar un lugar influyente en la
colonización de Cuba. La muy taimada de doña
Guiomar contaba con armas suficientes para ello.
Existe una carta, una sola carta, que el Gobernador de Cuba don Juan de Ávila escribe al rey. Carta aquella fechada veinte días después de su llegada a Santiago de Cuba, el 2 de febrero de 1544. Dice don Juan de Ávila al rey de una tormenta que padeció a siete leguas de la costa de la isla, obligando las naos a desembarcar en otra parte de la misma en la que sólo hallaron agua fresca. Notifica además que halló la isla muy "alborotada y con muchas disensiones por falta de justicia” e informa que “la gente tiene miedo de los franceses pues se han enterado del saqueo que éstos hicieron de Santa Marta y Cartagena”. También de que ha hecho un inventario de gentes de a pie y de a caballo y de que ha encontrado en gran estado de pobreza las arcas por lo cual hizo "recoger algunas partidas de dineros que le debían al Rey". Por ultimo sugiere que se construyan dos ingenios de cobre, pues ya no se descubre oro en la isla, y, que se introduzcan negros para el trabajo.
El sobrino del Gobernador, primer Avila de Holguín.
Cómo vino a dar el sobrino del Gobernador, don Diego de Ávila Albadiana a Holguín, que eran unas perdidas y poco importantes tierras?
Es que no les hemos dicho
algo muy importante sobre el Gobernador y tío del fundador del enorme clan de los Avila de Holguín. Acusado de robarle al rey
Juan Dávila fue apresado y mandado a España donde se le siguió juicio. Todavía
no se había dictado sentencia cuando el encausado murió en España, reitero, en
el año 1548. Por eso no sería extraño que su sobrino, si es que vino a Cuba en
tiempos en que su tío era el Gobernador, quisiera estar lejos de las
autoridades. Y si en verdad quería estar
lejos, ningún lugar mejor que las remotas y casi despobladas tierras de
Holguín.
Diego de Ávila (o Dávila)
y Albadiana se casó en esta comarca con una nieta de García Holguín, Elvira del
Rosario López de Mejías y Holguín. Y así nació una de las más extensas y
poderosas dinastías holguinera: Los de Ávila.
Sin embargo, el Ávila más
recordado de la historia de Holguín no lo es por ser un gran terrateniente sino
por ser el primer historiador de Holguín. Como su retatarabuelo, también llevó
el nombre de Diego, Diego de Ávila y Delmonte.
Diego Antonio Salomé de
Ávila y Delmonte – tal era el nombre completo del primer historiador de este
pueblo –, nació en Holguín el 23 de agosto de 1823 y falleció, en esta misma
ciudad, el 5 de abril de 1886.
Fue su padre don José
Rosalía de Ávila y González de Rivera (que fue quien comenzó la escritura del
primer libro de historia de este pueblo y que su hijo concluyó) y era la madre
doña María de los Dolores Delmonte y Rojas.
Y como si no le bastara el
ilustre y potentado apellido Ávila, el historiador era nieto por la parte de su
padre, de Juan Francisco González de
Rivera y Ávila. Por lo tanto, Diego de Ávila era bisnieto del fundador de la
dinastía González de Ribera en Holguín. Dinastía esta que, sin dudas, fue la
más pudiente en su tiempo.
Como ya antes hemos dicho,
el primer libro de historia de Holguín, que le debemos a Diego de Ávila, fue
comenzado por el padre de este y por él terminado. Se llama el libro: Memoria
sobre el origen y fundación del Hato de San Isidoro de Holguín. Por cierto, cuando
el libro se publica (Año 1862) aparece un breve escrito en el periódico de
Holguín firmado por Juan Antonio Nápoles y Fajardo conminando a los holguineros
a comprarlo para de esa forma ayudar a su autor que era pobre… ¿Qué había sido
de la enorme herencia de los Ávila-González de Ribera?. Se había convertido en
sal y humo.
El tío murió en 1548, ¿de qué edad?... Y el sobrino se casó en 1573. Hay 25 años de por medio. Me parecen demasiados. Además, el tal Alonso de Ávila, del que dice estar emparentado, fue nombrado cronista de la corte de Felipe III en 1612, igualmente demasiados años por el medio. Creo que el don de Ávila y Delmonte también fue medio guayabera 😂😂😂.
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