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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

20 de febrero de 2020

En el Norte de Oriente había sitios dedicados a producir lo que los conquistadores y colonizadores necesitaban para su empresa



Por César Hidalgo Torres
Bahía de Naranjo, en el noroeste del Oriente cubano (Foto actual)
Un elemento que reafirma la hipótesis de que asegura que en el norte oriental de Cuba había sitios dedicados a producir lo que necesitaban los conquistadores en su empresa, es el hallazgo de restos de muy antiguas Jarras de Aceite en Río Naranjo, una locación ubicada en la desembocadura de un río que se abre a la bahía de igual nombre, y que en fecha temprana de la colonización posiblemente se conocía como puerto de Narváez. En ese lugar solamente se encontró cerámica europea (sin ningún vestigio aborigen), lo que reafirma la creencia que fue un punto de embarque vinculado al tráfico colonial temprano.

Por demás Naranjo está a muy poquísimos kilómetros del sitio El Porvenir, que fue donde los arqueólogos encontraron herraduras para caballos[1] y ese es un dato trascendente[2]. En El Porvenir también se encontró una enorme cantidad de huesos de cerdo, y se sabe que como mismo los caballos, los cerdos fueron introducidos por los conquistadores. ¿Era esa una estancia propiedad de hispanos donde vivían los colonos o sus administradores o mayordomos dedicados a la explotación agrícola o agrícola-ganadera, y a la cría de cerdos? ¿Quiénes eran los obreros de la finca que estaba en El Porvenir, solamente aborígenes o junto a ellos había esclavos africanos y también mestizos? (En el cercano cementerio de Chorro de Maíta aparecieron restos de africanos[3]).

Con lo dicho hasta aquí queda demostrado que los conquistadores y luego colonizadores sí se interesaron y asentaron en tierras del norteoriental. Pero si hacen falta otras pruebas las anotamos seguidamente.

En toda la extensa área de Yaguajay los aborígenes enterraban a sus muertos en las cuevas vecinas, y así era desde épocas inmemoriales. Sin embargo en El Chorro de Maíta y El Porvenir se encontraron entierros fuera de las cuevas formando cementerios, (y se sabe que no hacían cementerios los aborígenes de las Antillas, o por lo menos, con la excepción de los encontrados en esos dos lugares mencionados, no han aparecido otros en toda el área). Por demás solamente en los dos lugares ya dichos y también en Río Naranjo es donde se han encontrado objetos hispanos alrededor de los cadáveres.

Creen los arqueólogos e historiadores que los cementerios de los que aquí se habla fueron creados por los aborígenes que cada vez eran más indios[4], por influencia europea.

De igual forma en la zona de Banes, a 15 y 20 km al oeste de El Chorro de Maíta, se encontraron otros varios sitios indígenas con material hispano: Varela III, Cuadro de los Indios, Loma de Baní, Potrero de El Mango y Esterito (Valcárcel Rojas 1997), aunque todos esos con menos evidencias europeas que El Porvenir.

En otros sitios localizados más al sur y por tanto tierra adentro, se encontraron otros sitios en los que en abundante la presencia europea mezclada con objetos de clara afiliación aborigen; esos son Barajagua, a 55 km de El Chorro de Maíta, Alcalá, a 34 km, y El Pesquero y El Yayal, próximos al lugar donde se levantó al ciudad de Holguín, a unos 50 km de la costa.


El Yayal es considerado el lugar donde se radicaron los indios de la Encomienda que compró García Holguín en algún momento cercano a 1520. Sin embargo en el sitio hay indicios de que aún era usado en 1580.  







[1] Al inicio de la conquista los caballos eran muy escasos y costosos, tanto que cuando fue a conquistar México Hernán Cortés solo pudo llevarse dieciséis bestias, que es una cantidad considerada grande entonces. Pero, al parecer, el número de caballos creció de forma rápida a partir de la crianza local convirtiéndose en un importante rubro económico. Se prueba lo anterior con el siguiente dato: Dos décadas después de la salida de Cortés, Hernando de Soto se llevó a La Florida, 237 animales.
De todas formas, aunque aumentó la cantidad de caballos nacidos en Cuba, aquellos costaban una fortuna; por ejemplo se sabe que en 1579 por uno de esos animales había que pagar casi lo mismo que por una hacienda. Entonces no extrañe a nadie que la crianza de caballos fue una ocupación valiosa a la que se dedicaron muchos de los primeros colonos asentados en la comarca. 

[2] Herraduras de caballos también han aparecido en los sitios arqueológicos El Yayal y Alcalá, lugares esos cercanos al lugar donde luego surgió la ciudad de Holguín. En Alcalá, incluso, se halló una osamenta completa. 

[3] El Dr. Roberto Valcárcel, que es el principal estudioso de Chorro de Maíta, pudo consultar en el Archivo General de Indias un documento de 1537 en el que se registran estancias de la jurisdicción de la villa de Santiago de Cuba en las que trabajaban 138 indios y 193 esclavos africanos. 

[4] La conquista del Nuevo Mundo no fue solamente un acto de apropiación europea de los espacios, recursos y gentes, sino que también supuso la transformación de las identidades de los grupos humanos involucrados, especialmente el de los vencidos. El indígena cada vez más dejó de ser lo que era y fue indio.

Donde se prueba que las bahías de la costa Norte de Oriente eran visitadas por notables capitanes colonizadores y de navío, a pesar de que la historia tradicional dice lo contrario




 «Obra semejante y de tanto provecho, antes de esta nunca se ha visto ni escrito á este propósito»
Alonso de Chaves sobre su Espejo de Navegantes

Según afirman varios e importantes historiadores, los conquistadores de Cuba trasladaron a territorio bayamés una parte grande de las poblaciones aborígenes de el territorio que luego fue Holguín (incluyendo a Banes), para fundar la villa y, posiblemente, con el objeto de desmembrar la unidad aborigen todo lo que les fuera posible y de ese modo facilitarse la ocupación de la Isla.

Sea verdad o no la afirmación anterior, lo cierto es que desde entonces los aborígenes del norte de Oriente desaparecieron de la historia de Cuba.

¿Por qué no se asentaron los españoles en el lugar de Oriente que más aborígenes vivían? ¿No se asentaron?

El arqueólogo Dr. Roberto Valcárcel, revisitando las fuentes históricas tempranas, leyó un texto nombrado “Espejo de Navegantes” redactado por Alonso de Chávez a partir de información obtenida entre 1520 y 1530. Es “El Espejo” una recopilación de cartas de navegación en la que se relacionan puertos y accidentes geográficos para que los marinos la utilicen como guía durante el tráfico a lo largo del litoral cubano.

En la tal recopilación la mayor cantidad de puertos de los que se habla estaban ubicados entre los actuales Manatí y Punta de Mula, antes Punta de Cubanacán; por lo que es de creer que comúnmente llegaban barcos españoles a las tierras de Oriente norte, (¿y si no era para eso, que objeto tenía saber de esos puertos?).

Incluso, el mismo texto avisa que los capitanes que llegaban a la comarca eran importantes viajeros de la época, y tanto que sus nombres sirvieron para bautizar a los puertos y bahías de aquí. Así fue el Puerto de Duero, de Boyuncar, de Hernando Alonso, de Narváez, del Padre y de Cubanacán, lo que significa que en esas costas nuestras era común la presencia de Andrés de Duero, Pánfilo de Narváez, Hernando Alonso y otros de semejante relevancia.

Venían, es lógico, porque tenían intereses en el lugar y probablemente también en tierras interiores donde, para tan temprana fecha, parece que ya había fuerte actividad económica.

Se sabe que los conquistadores andaban buscando oro, pero fue muy poco el que apareció en esta geografía del norte de Oriente, por lo que no era la minería la causa que atraía a los capitanes famosos. Entonces, ¿a qué venían? A cazar indios, parece que es la respuesta más lógica, pero la arqueología sugiere otra respuesta.

El temprano trabajo minero obligaba a la apertura de estancias proveedoras de alimentos que pudieron estar ubicadas en la zona próxima al litoral. Por lo que, posiblemente, las fértiles tierras de Banes a Manatí eran las que producían parte de los alimentos que se consumieron durante los primeros años de conquista. Y los puertos descrito en el “Espejo…” se usaban para entrada y salida de bienes, productos y personas.

Los siguientes enlaces llevan a post en los que se da información particular sobre sitios norteorientales que pudieron servir de haciendas que aportaron la logística necesaria a la conquista de Cuba, a partir de los descubrimientos arqueológicos que en ellas se han conseguido.

Diego Velazquez se interna en Cuba y llega a Banes antes de seguir para Bayamo



Por César Hidalgo Torres
Diego Velazquez
El 4 de octubre de 1513, después que Diego Velázquez recibió el título oficial de Gobernador de Cuba y de repartidor de indios, partió desde Baracoa a realizar la conquista definitiva del resto de la Isla.
Por mar marchó desde la Villa de la Asunción (Baracoa) hasta Banes, y por tierra desde esta zona hasta Bayamo.
¿Cuándo y por dónde llego a Banes? ¿Qué tiempo estuvo allí? ¿Qué relaciones estableció con los aborígenes? Son preguntas que después de 500 años siguen sin una respuesta precisa por la falta de documentación.
En su carta al Rey Fernando de Aragón explicándole su obra conquistadora, Diego Velázquez contó como llegó primero a las provincias indias de Baní y Barajagua “donde estuvo quatro (sic) o cinco días” y, aclara que a su convocatoria a un lugar geográfico ahora no precisado, “vinieron allí los caciques e indios de las dichas provincias”.
En un mapa el Dr. Fernando Portuondo marcó el desembarco de Velázquez en un punto al norte de la bahía de Banes, mientras Leví Marrero, lo puso en la Península El Ramón. Los historiadores actuales estiman que ese punto debió estar exactamente en la actual playa de Puerto Rico, y así se cree por las características de la navegación en el lugar.
Sea cual haya sido el punto, de allí partió Velázquez hacia las provincias indias de Mayyé y Bayamo, siguiendo una ruta terrestre ahora desconocida, al sur oeste, hacia el distante Golfo de Guacanayabo.
Es importante apuntar, además, que la convocatoria a los caciques de Baní y Barajagua probaba que los españoles tenían un claro conocimiento de cuáles eran las principales comunidades aborígenes en la región y quiénes eran sus líderes.

Gibara y Colón



Por César Hidalgo Torres
Gibara, donde el Almirante y sus hombres, posiblemente, yacen con mujeres aborígenes, a la vez que carenan sus naves y se enteran del tabaco.

Luego de arribar por la bahía de Bariay, Colón bordeó las costas hasta llegar a Gibara, lugar que es más hermoso en la nostalgia de los vecinos que en la realidad[1], y al que el Almirante llamó Puerto de Martes, (y que por un error de traducción le decimos de Mares).

Fue en Gibara donde el Almirante estrenó la exageración con que quiso engañar a las católicas majestades de España, que cejijuntas debieron leer que era el puerto descubierto “de los mejores del mundo por sus tan buenos aires” y poblado por la “más  mansa gente”. Y muy sobre todo “porque tiene un cabo de  peña  altillo” donde, si alguien daba el dinero, tan escaso siempre, “se puede hacer una fortaleza”[2].

Entonces ordenó el Almirante a dos de sus hombres, que sabían varias lenguas, Rodrigo de Jerez y Luis de Torres, que se adentraran en tierra firme con un mensaje para el Gran Khan, creyendo que había llegado a las Indias. Hoy, después de cinco siglos, nadie sabe a ciencias ciertas dónde fue que llegaron los embajadores y si entregaron o no el mensaje.

De todos modos tan urgidos estaban (estamos) los holguineros de la ciudad a figurar en el mapamundi que dijeron los historiadores que los enviados por Colón vinieron a El Yayal, origen remoto de la ciudad de Holguín, sin embargo no pudo ser que los dos hombres llegaran a un lugar que entonces no existía. Adonde si pudieron llegar fue a Ochile, ubicado en las inmediaciones de la posterior ciudad y de donde, según la arqueología, fue el asentamiento aborigen del que García Holguín o quien fuere, tomó los aborígenes que luego trasladó a lugar cercano y creó El Yayal, lugar ese donde estuvo la Encomienda y por tanto fue sitio de intercambio cultural o transculturación.

En fin, Ochile o El Yayal, aunque no quedan claras las distancias de las que el propio Colón habla: que fueron sus enviados a doce leguas al sur del Puerto de Mares, veinticuatro de ida y vuelta por en medio de una selva tupidísima. Por esperarlos fue por lo que el almirante demoró tanto en Gibara. Y mientras esperaba, sugiere el historiador Francisco Pérez Guzmán, el Almirante y sus hombres sostuvieron las primeras relaciones sexuales con mujeres aborígenes. Y a la vez que solaz esparcimiento, los descubridores carenaron sus naves en Gibara por haber allí tan buenas maderas.

Miguel Ángel Esquivel Pérez y Cosme Casals[3] dicen que dijo a ellos en comunicación personal el arqueólogo Dr. José Manuel Guarch, que el lugar visitado por los embajadores colombinos debió ser el cerro de Yaguajay, donde existió una gran concentración de asentamientos aborígenes. Si eso es cierto quedan muchas interrogantes por responder, ¿Yaguajay está al sur de Gibara? No como es fácil de comprobar. Y si fueron a un lugar ubicado cerca de la costa ¿por qué los embajadores no emplearon para ir y volver embarcaciones aborígenes como lo hicieron con posterioridad Pánfilo Nárvaez y sus subordinados para trasladarse desde el norte de Las Villas hasta Puerto Carenas?

Jérez y Torres, dice el Almirante en el Diario, se intrincaron “tierra adentro”, y comentaron que hubieran visto el mar desde el lugar que visitaron, y se sabe que desde cualquier punto del cerro de Yaguajay se ve o se percibe el atlántico. De lo que hablaron los embajadores, alborozados, fue que “iban siempre los hombres con un tizón en las manos y ciertas hierbas para tomar sus sahumerios, que son unas hierbas secas (cojiba) metidas en una cierta hoja seca también a manera de mosquete, y encendido por una parte del por la otra chupan o sorben, y reciben con el resuello para adentro aquel humo, con el cual se adormecen las carnes y cuasi emborracha, y así diz que no sienten el cansancio. Estos mosquetes llaman ellos tabacos”[4].





[1] “Gibara tiene algo de místico: en el ambiente de su vida moderna, en la tristeza de su descenso comercial, en el silencio de sus calles, flota un espíritu de dolor cristiano, dolor de ruinas jerosolimitanas; dolor que cantan con sordina, al morir en los peñascos de la costa y en las arenas de la playa, unas olas muy tímidas que llegan perezosamente, a deponer la fuerza de su origen ignoto ante las incontrastables barreras de la tierra” ([1] Eva Canel. Lo que vi en Cuba (A través de la isla). Habana Imprenta y papelería La Universal 1916  pp.  279-280) (Para comprender la ruina de Gibara se puede consultar: Vega Suñol, José. Norteamericanos en Cuba. Estudio Etnohistórico. Fundación Fernando Ortiz. La Habana 2004)

[2] Pichardo, Hortensia. Capitulaciones de Santa Fe.  Relación  del     primer viaje de Colón. Compilación. p. 28

[3] Esquivel Pérez, Miguel Ángel y Cosme Casal Corella. Derrotero de Cristóbal Colón por la costa de Holguín, 1492, Ediciones Holguín, 2005.


[4] Anotación hecha por Colón en su Diario, el día 6 de noviembre de 1492.

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