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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

2 de abril de 2019

El significado de los dos nombres propios de aborigenes de las Antillas más famosos



Por: José Juan Arrom


Caonabó y Anacaona. Según los estudiosos, esos son dos nombres cuyas etimologías son harto conocidas.

A Mártir de Anglería es a quien debemos la traducción de cacique Caonabó por “Señor de la Casa del Oro[1]. Y entérminos generales tiene razón: “cacique” es como “señor”, “caona” equivale a “oro” y “bo” parece un apócope de “bohío”.

Pero si penetramos hasta estratos significativos más profundos, resulta que “caona” a su vez se compone del prefijo atributivo “ka” que significa“con” o también “presente en” y de la base “iaúna, ioúna” que tiene el sentido de “valor, precio, mérito”. De modo que “Ka—(i)oúna—bo” viene a ser “Casa de lo Valioso”, o lo que todavía es mejor: “Casa de lo Sacramentalmente Valioso”.

En el caso de Anacaona, tal vez sea demasiado temerario poner en tela de juicio la consabida etimología según la cual “Anacaona” significa “Flor de Oro, propuesta hacia mediados del siglo XIX y repetida desde entonces como artículo de fe; en ella simplemente se da por sentado que “ana” es “flor”.

Más, debo declarar que en ninguno de los registros de voces arauacas que me son conocidos he hallado que “flor” se diga “ana”. Para la lengua aborigen de las Antillas “flor” es “totocolo”[2].

Por otra parte, tanto Goeje como Brinton registran la voz “annaká, annakán” con el significado de “medio centro”.Y el propio Las Casas afirma que “Cubanacán” significa “cuasi el medio de Cuba, porque nacán quiere decir en la lenguade estas islas ‘medio’ o ‘en medio’”[3]
Siguiendo lo anterior, “Annaka-ioúna” equivaldría, pues, a “Centro o Corazón de lo Celestialmente Valioso” y en verdad ello le vendría muy bien como nombre a la cacica a la quien Las Casas describió como “notable mujer,muy prudente, muy graciosa y palaciana en sus hablas y artes y meneosy amicísima de los cristianos”[4].

En los dos antropónimos conocidos  se traslucen imágenes relacionadas con lo bello, lo noble y lo sagrado. Esa actitud de respeto y de encomio, enaltecedora de lapersona que llevaba aquellos nombres, vendría a ser la manera taína deafirmar su concepto de la dignidad del hombre.





[1]Mártir de Anglería, década 1ra., libro II, capítulo 6; ed. cit., p. 24.

[2] “Vocavolario para la lengua aruaca”. Anyo de 1765. Ms. en la Biblioteca del Palacio de Oriente,
Madrid, signatura 2913, folio 7, sub voce “flor”.

[3]Las Casas: Historia de las Indias,  lib. I, cap. 44, ed. cit., I, p. 224.


[4]lbid.,  lib. I, cap. 114; I, 442.

Solo nosotros somos hombres. El significado de la palabra CARIBE



Por: José Juan Arrom
Anglería, apoyándose en el testimonio de unos religiosos dominicos que habían sufrido algunas bajas a manos de los caribes, escribe: “Afirman que [...] carib en todas las lenguas de aquellospaíses es lo mismo que más fuerte que los demás; caribes lo mismo”[1].

El sacerdote francés Raymond Breton, que no participó en la leyenda negra contra los caribes, sino que convivió entre ellos y en 1665 publicó un excelente diccionario de su lengua en el que transcribió el gentilicio tal como todavía se escribe en francés: caraïbe. Así escrito parece corresponder a dos términos registrados en tupí-guaraní: “caraí-be”: “hombre fuerte, guerrero valiente”. Y Jean de Léry (1578) atestigua que entre los tupinambás del Brasil se aplicaba ese mismo nombre a los hechiceros poderosos[2].

Todo lo anterior sobre los caribe nos viene a confirmar el proverbial grito de guerra caribe: “Ana carina rote”, que significa: “Sólo nosotros somos hombres”.


[1]Mártir de Anglería, década 8va., libro VI, capitulo 1; en la ed. cit., p. 597


[2]Marcos A. Morinigo: Diccionario manual de americanismos, Buenos Aires, 1966, bajo la voz caribe.

Hablando con (como) los aborigenes de las Antillas (La manera en que se veían a sí mismos y a los otros)



Conferencia pronunciada por el sabio holguinero José Juan Arrom el día 7 de junio de 1973 en el Salón de Actos de la Asociación de Industrias de la República Dominicana, con motivo de la inauguración de la Sala de Arte Prehispánico de la Fundación García Arévalo, Inc.



Es bien sabido que los idiomas reflejan y a la vez moldean la manera depensar del pueblo que los habla. En el caso del idioma de los taínos, dejado de hablar y olvidado desde hace cinco siglos y apenas estudiado desde entonces, esmuy poco lo que de él se conserva. Pero aun así, haciendo un esfuerzo por reunir y analizar sus dispersas huellas, acaso todavía podamos vislumbrar algunos de los procesos mentales de los aborígenes antillanos através de las palabras que nos han dejado.

Lo anterior es lo mismo que decir que nos valdremos de las pocas palabras tainas que hoy conocemos, para entenderla el modo en que sus hablantes captaban la realidad, y de ese proceso intentaremos inferir cómo se veían ellos a sí mismos y a sus semejantes, cómo identificaban las islas a donde llegaban y cómo nombrabanlos accidentes geográficos que en ellas descubrían, cómo se situabanante su organización social y cómo percibían y caracterizaban la flora y lafauna que les rodeaban.

A ese efecto escogeremos algunos términos relativos a distintas actividades y procuraremos analizar su estructura paradar con los significados implícitos que habrán de auxiliarnos en la tarea.


La manera en que se veían a sí mismos y a sus semejantes los aborígenes taínos.


Varios cronistas atestiguan que era con no disimulado orgullo que sereferían a sí mismos como taínos. Pedro Mártir de Anglería relata: “Les salió al encuentro un hombre de arrugada frente y altiva mirada, acompañado de otros ciento, los cuales [...] gritaban que eran taínos, osea nobles, no caníbales”[1]. Y así es, en efecto. C. H. de Goeje ha registrado en idioma lokono o arauaco legitimo la raíz “tai” con el sentido de “noble, prudente” y el sufijo “no” como signo del plural masculino[2]. De ahí que “Taí-no” equivale,a “nobles, prudentes”.

Asimismo los tainos designaban de modo igualmente encomiástico a los de su misma lengua y estirpe, y a los que habitaban en las Bahamas eran nombrados “lucayos”, de “lukku” que significa “persona, ser humano” y “cay, caíri”, que significa “isla”, o sea “gente de las islas o más propiamente, de los cayos”. Y sus hermanos que quedaron viviendo en el continente cuando los “tainos” vinieron a poblar las islas caribeñas, aún hoy se llaman a sí mismos “lokono”, término este formado por la misma base “lukku” y el sufijo pluralizador masculino “no”, es decir, “seres humanos”.

Contrariamente a los que hablaban otras lenguas y pertenecían a otras culturas no los consideraban “seres humanos nobles y prudentes”. Por ejemplo, a los que vivían en estado semi nómada en las cavernas y refugios rocosos de Guacayarima y otras apartadas regiones de las Antillas les llamaban “ciboney”, de “ciba”, que significa “piedra” e “igneri, igney”, “hombre”, o como si dijésemos “hombre-de-piedra” o “cavernícola”.

Y a otros dos grupos que convivieron con los aborígenes Taínos en el Caribe los llamaron “Macorix” y “Ciguayo”, que son palabras de significados despectivos. Según Las Casas “macorix quiere decir lenguaje extraño, casi bárbaro”[3]. Y “Ciguayo” o “Cyguayo” significa que traían los cabellos muy luengos, “como en nuestra Castilla lo llevan las mujeres”[4].

Hasta al mito etiológico, esto es, el que explica la causa de las cosas, los taínos le inventaron un origen separado a los demás habitantes de las Islas que tenían costumbres y lenguas distintas a las suyas. Así, ellos, “los nobles, los sensatos”, vinieron a la tierra por una gruta llamada “Cacibajagua” o “Cacimba de Jagua” y los otros salieron de otra cueva más pequeña, llamada “Amayaúna”, que es voz formada por el prefijo privativo “ma” que significa “sin, carente de”, y la base “iaúna,ioúna”, que significa “precio, valor, mérito”, o sea los otros, los “sin importancia o sin mérito[5]. 

Entonces ya queda en evidencia el alto concepto en que los taínos se tenían a ellos mismos en relacióncon los demás pueblos antillanos. La excepción serían los caribes, pero en verdad no es excepción, sino confirmación de la regla: No fueron los taínos quienes dieron tal nombre a los caribes, sino que los caribes se dieron a sí mismos su nombre propio y luego lo impusieron por la fuerza de su inigualada valentía. 





[1]Pedro Mártir de Anglería: Décadas del Nuevo Mundo, déc. 1ra., lib. II, cap. 5. En la edición de Buenos Aires, 1944, p. 23.

[2]C. H. de Goeje: TheArawakLanguage o f Guiana, Amsterdam, 1928. A no ser que se indique otra fuente, el lector hallará las voces arauacas mencionadas en el presente trabajo en dichaobra. Tenga asimismo en cuenta que como el idioma que Goeje analiza es en realidad el llamado arauaco legítimo o lokono, con frecuencia emplearé este último término para diferenciarlo del guajiro, otra lengua arauaca, “Vocavolario para la lengua aruaca. Anyo de 1765”. El único ejemplar se conservaen la Biblioteca del Palacio de Oriente,Madrid, signatura 2913, folio 7.

[3]Bartolomé de Las Casas: Apologética historia de las Indias,  cap. 3.

[4]Bartolomé de Las Casas: Historia de las Indias, lib. I., cap. 67. En la edición de México, 1965, vol. I, p. 304


[5]Véase mi artículo “De cómo se poblaron las Antillas: glosas etnolingüisticas a un ciclo mítico

taíno”, próximo a aparecer en Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña.

29 de marzo de 2019

Mirando hacia el Sur desde el otro lado (memorias de José Juan Arrom)



Memorias de José Juan Arrom, Profesor Emérito de la Universidad de Yale y Doctor Honoris Causa de la Universidad de La Habana. Académico, etnólogo, hispanista, historiador y divulgador de la cultura cubana. En su obra se mezcla lo erudito y lo popular en un cubanísimo estilo.


Así fue pasando el tiempo, y nos tocó hacer nuestra vida en este país. Ahora, ya de abuelo nonagenario, me doy cuenta de que he vivido muchos más años aquí que en Cuba, mi tierra natal. Y parece que me tocará pasar mis últimos días en tu casa de Massachusetts, el mismo estado por el cual entré a los Estados Unidos hace setenta y tres años rumbo a Mount Hermon. Pero todos estos años en el Norte no me han podido borrar lo cubano. Y lo que me queda más claro en la mente es mi juventud en esta isla tan querida.

Siempre, en los momentos de descanso, he tratado de recrear la vida jovial de mi tierra. De estudiante graduado era famoso por el arroz con pollo que cocinaba en las fiestas que organizaban mis amigos. Y aunque el arroz con pollo nunca me quedó muy bien que digamos, lo que sí resultó un gran éxito fueron los daiquiríes que yo preparaba. Y desde luego, contribuían a que nos divirtiéramos bailando a los buenos ritmos de la música caribeña y cantando viejas canciones como “Cielito lindo” y “Mamá Inés”.

Cuando me casé con tu mamá, nuestra casa siempre fue un pedacito de Cuba en New Haven. Siendo ella tan excelente cocinera de platos cubanos, me pide retirar de la cocina, pero seguí preparando los daiquiríes en las fiestas. Es más, en cierta ocasión invernal, en que había caído muchísima nieve, se me ocurrió hacerlos con nieve en vez de hielo. Esta adaptación de nuestra bebida tropical a los frígidos inviernos de Nueva Inglaterra, fue una verdadera transculturación que tomaba elementos de los dos mundos para crear algo original y delicioso. Y me agrada ver cómo tú has aprendido a hacer el flan con la receta de tu abuela, y cómo les encanta a mis nietos, para que no se pierda esa tradición.

En Yale, mi despacho estaba en un edificio gótico con paredes interiores de madera oscura labrada en el estilo inglés medieval. Pero como solía decirles a mis estudiantes, mi ventana siempre miraba hacia Latinoamérica,  para que ellos aprendieran a apreciar la cultura que tanto me apasiona.

Y no es por casualidad que en todos los despachos que he tenido, tanto en la universidad como en mi casa, mi escritorio siempre estuvo junto a una ventaba que daba hacia el sur. A través de sus cristales iban mis añoranzas de la isla donde nací y mi cariño por todas las tierras americanas donde crecen las palmas.

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