Por: Zenovio Hernández Pavón y Ana Luisa Tamayo
Por su parte “Lico” Jiménez y Marín Varona, continúan considerándose creadores imprescindibles del lied y de la producción lírico-teatral de finales del siglo XIX. (En estos géneros y en esa fecha se comenzaban a perfilar las pautas estilísticas de la canción cubana que, luego, creadores como Eduardo Sánchez de Fuentes y Ernesto Lecuona terminaron de fijar y definir). “Lico” residió una larga temporada en Gibara durante su gira por Cuba realizada en 1885, por su parte Varona, autor de la zarzuela “El brujo” y de antológicas canciones como “Es el amor la mitad de la vida”, se presentó en la región en varias oportunidades con una compañía lírica.
A ellos y sus
compañías de música lírica, y también a la de Luisa Martínez Casado, iban a oír los holguineros, gustosos,
al hermoso y acogedor teatro de la sociedad de recreo “Unión Club” de Gibara, inaugurado en 1890; y también a
disfrutar de los conciertos que en ese dicho teatro ofrecieron Brindis de Salas, Ignacio Cervantes o Rafael Díaz Albertini.
El musicólogo Helio
Orovio en su conocido diccionario de la música cubana dejó dicho que las raíces
de la canción creada en la Isla
están en la tonadilla escénica hispana, en el aria operística
italiana, en la canción napolitana, en el vals lento y en módulos
cancioneriles españoles como las tiranas, polos y boleros.
Hasta finales del
siglo XIX ese estilo de canción con marcada influencia europeizante marcó la
creación en la Isla,
incluso, entre seguidores de la cultura popular y defensores de la cubanía; como
es el caso de la canción-serenata “La Bayamesa”, compuesta en el año 1851 por
Francisco Castillo Moreno (música) y Carlos Manuel de Céspedes y José Fornaris
(letra).
Josue Tacoronte: Guitarra y Milagros de los Angeles: Soprano. Basilica de San Francisco, Habana, Cuba. Festival Leo Brouwer 2014
Sin embargo es
innegable que los creadores cubanos estaban aportando elementos criollos que
son visibles (audibles) en las guarachas y canciones picarescas cantadas por el
pueblo y en las músicas que se oían en las veladas de los grandes salones
burgueses; así es referencia obligada la obra renovadora de Manuel Saumell,
considerado el iniciador del nacionalismo musical cubano. En sus contradanzas
este autor recrea elementos que luego se transformaron y dieron nacimiento a géneros
danzables (tan carísimos a la identidad cubana), y también a la cancionística:
exactamente a la criolla, la habanera y la canción propiamente dicha.
Saumell y otros
compositores que son contemporáneos a él asumieron el gran legado musical llegado
de Europa, África y otras regiones del mundo, lo asimilaron y lo fusionaron
creando un ambiente sonoro deslumbrante, original y dúctil que, con el paso del
tiempo y nuevas influencias, se va renovó y enriqueció sin perder jamás su
vitalidad y personalidad autóctona.
La Habana
ha sido, siempre, centro aglutinador y nutricio donde se consolida cada nueva
propuesta musical de la Isla,
entre ellas la cancionística criolla. En la etapa colonial fueron escenario de
aquellos trascendentes nacimientos las veladas de los grandes salones burgueses,
las sociedades de recreo e instrucción, e igualmente las casas editoras de
música, las funciones teatrales y las humildes y bohemias serenatas.
Y para su expansión,
además de las publicaciones de partituras, fue en extremo importante las compañías
de teatro y variedades que solían recorrer la Isla llevando y presentando ante el público del
país a cantantes, músicos y compositores que, además, enriquecían su quehacer
con los sucesos cotidianos, las historias, leyendas e incluso, conocían y le
daban cabida en sus repertorios a obras de compositores locales que luego
popularizaban en la capital.
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La vida musical
holguinera fue hasta mediados del siglo XIX de una profunda pobreza. Desde 1720
en que surge el pueblo, tras unirse los pobladores de varios hatos o haciendas,
hasta la década de 1820, solamente se oía música en los actos litúrgicos, las
celebraciones de las fiestas del santo patrón o algún otro aislado hecho social
de suma trascendencia. Pero cuando se abre el puerto de Gibara en 1822, en esta
región nororiental de Cuba se inicia una significativa etapa de progreso
económico y cultural: se abren nuevas vías para el comercio y las
comunicaciones y empezó a quedar atrás el modo de producción agrícola limitado
al autoconsumo.
Es por esos años
cuando se emigran y se establecen en Holguín familias burguesas de
comerciantes, oficiales y hacendados,
procedentes de otras partes de Cuba y el extranjero y también los regimientos
militares españoles, que llegaron con sus bandas de música o charangas y que en 1827 inician la tradición de las retretas o conciertos públicos[1].
Y a la vez varias importantes familias organizan veladas y conciertos.
En 1833 se inaugura El Coliseo, primer teatro que
tuvo la ciudad, y en 1847 surge La Filarmónica,
primera sociedad de recreo e instrucción.
Al
concluir la primera mitad del siglo XIX
Holguín y otros centros urbanos de la región, como Gibara y Mayarí, contaban
con orquestas, pianistas y profesores del arte musical. Entre estos últimos,
sobresalió Magín Torrens[2], músico
catalán llegado a la ciudad en una de famosas charangas de los regimientos
españoles.
Los músicos militares
fueron los primeros maestros de ese arte en Holguín. Sus alumnos fueron gente
de todos los estratos sociales y razas, pero los negros y pardos lo hicieron
con mayor ahínco. Así entre los primeros que tocaron y compusieron música en la
ciudad están: José María Ochoa,
Manuel Avilés Lozano, José A. Esponceda y José Ángel Aguilera, entre
otros. No obstante ellos, destacados creadores, adoptaron tácitamente los
postulados, géneros y estilos europeos, sobre todo de la música española.
Leer además: José María Ochoa en la música sacra cubana
José María Ochoa Correa. Clarinetista, compositor,
profesor y director de orquesta. (Holguín, 20 de octubre de 1845 – 4 de
febrero de 1937). Realizó estudios de música con el catalán Magín Torrens.
Desde los 12 años integró orquestas bailables de la ciudad y poco después
empezó a componer. En 1870 escribió el Himno Holguinero, con texto de Pedro Martínez Freyre.
Integró bandas de música españolas establecidas en
la ciudad y agrupaciones de música profana y litúrgica en Santiago de Cuba, La Habana y otras ciudades
de la Isla,
que eran dirigidas por Cratilio Guerra,
Laureano Fuentes, y Lino Boza entre otros maestros.
Al regresar a su ciudad por 1885 fundó la Orquesta “El Genio” con la que amenizó
actividades en toda la región nororiental hasta 1926. También se desempeñó
como sastre y como profesor de varias generaciones de músicos.
Entre sus obras
están: Cocuyé cubano en Sol Mayor, el vals Juicio del año, la
mazurca Cambucha, la danza Lanceros holguineros, danzones y
sobre todo obras religiosas, modalidad en la que mostró fecundidad y
originalidad, entre ellas destacan: Misa pastoral (1880), Misa
de difuntos (1900), Misa a dos voces para domingo de Ramos
(1924), y Misa de Réquiem (1927). Asimismo compuso salves y marchas
fúnebres.
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Así, al revisar la
escasa prensa colonial holguinera se comprueba que hasta en las retretas se
interpretaban piezas de zarzuelas y óperas de España y de otros países del
viejo continente. Un ejemplo de lo anterior son las veladas realizadas en la Sociedad Filarmónica
que fueron reseñadas por la prensa y donde resalta el entusiasmo que tenían los
holguineros de entonces por el canto lírico. Veamos lo que quedó escrito en el
periódico “El Oriental” el 21 de enero de 1863:
“(…)
tocada por la orquesta, que con tanto acierto dirige D. Miguel Pascual, el aria de El Trovador ”Deschi la Spira”, se presentó el
beneficiado y con una limpieza, dulzura, brillantez, sentimiento y facilidad
admirables ejecutó la interesantísima Melancolía, de Prunne. Seguidamente el
Sr. Varela con su potente, flexible y sonora voz cantó la brillante cavatina
“Cruda funesta María” de la ópera Lucía de Lammemoor (…) La romanza de la
moribunda traviata “Addio del Passato” fue cantada por la Srta. Elvira García[3].
“En esa romanza, se
sabe, la que la cantante tiene que ejecutar siempre, contrarrestando la fuerza
de su voz, cuando, como sucede con esta Srta.; es de un volumen grande (…)
Elvira la ejecutó con la perfección, buen gusto y facilidad que requiere”.
En esa y otras
veladas se destacaron valiosos vocalistas de la ciudad, entre ellos las tres hermanas del Mayor General independentista Calixto García; de ellas
trascendió especialmente Concepción
García por su excelente voz de soprano y porque se destacó como
pianista, profesora de música y directora del coro de la iglesia San Isidoro en
el que nucleó a las mejores voces de la ciudad, entre ellas María Manuela Aguilera, Micaela de la Torre, Loreto Pérez y Braulia Oberto.
La última mencionada,
(Braulio Oberto), es una de las más valiosas figuras de la música holguinera de
tiempos de la colonia. Desde muy joven, participó con otros aficionados al
canto en los festivales musicales organizados en la ciudad entre 1861 y 1866 por
el notable músico y compositor camagüeyano José
Mercedes Betancourt. Posteriormente se desempeño como profesora de
música e inició la formación de su hija Carmen
Betancourt, violinista laureada con el Primer Premio en los
Conservatorios de Madrid y París.
Una
anécdota ocurrida en un teatro de Holguín
Tomado de: José María Heredia
Julio de 1868 época en que el pueblo
Oriental rendía culto a las legendarias fiestas del apóstol Santiago que
principiaban el 24 del mes, día de Santa Cristina y prolongándose hasta el de
Santa Ana, con el aditamento del de Santa Anita y terminando en los primeros
días del mes de Agosto.
En esa época actuaba en Holguín una
compañía dramática dirigida por D. Miguel Rodríguez Gabuti, que tenía como
primera dama a Manuela Cátala, como segunda a Eloísa Agüero, como galán joven
a José Irigoyen, como actor cómico a Juan Loyal, éste último, más tarde
constituyó su hogar en esta población unido en matrimonio con Doña Amelia de
Quesada Nul. Además eran actores de la compañía dramática: D. José Pozo, José
Cátala, Francisco Pacheco, la
Sra. Paz Cuadros y auxiliados todos por una troupe de
aficionados en la que figuraban D. Belisario Álvarez, Higinio Esteban
Navarro, Federico Sevilla, Avelino Cubero y otros.
El teatro se hallaba emplazado en lo que
hoy es un solar amurallado, calle de Miró esquina a la de Arias, propiedad
de la sucesión de José Ramón de Zayas. El escenario ofrecía capacidad para
poner en escena cualquier obra por numeroso que resultara el personal. Para
esta ocasión ofrecía un agradable aspecto su rico decorado, obra de hábiles
manos de Gabriel de Aguilera y de Avelino Cubero.
Corría el mes de Julio y ya a su
terminación fueron visitantes de esta ciudad importantes personajes de la
vecina ciudad de Bayamo: Carlos Manuel de Céspedes, Pedro Figueredo, y
Agustín García del Mármol.
Celebrábase en el teatro una regia
función en que tomaban parte connotadas personas con el fin de rendir
merecidísimas atenciones a aquellos personajes que por primera vez pisaban nuestro suelo. La obra
que habría de ir a la escena se titulaba "Los Dos Virreyes";
estando a cargo de D. Belisario Álvarez Céspedes y de D. Higinio Esteban
Navarro el desempeño de los dos principales papeles. El patio y las graderías
se hallaban completamente ocupados. Entre nutridos aplausos bajó el telón
después del primer acto, en el segundo, después de ligero parlamento entre
los dos virreyes, se oyó el canto de una agradabilísima barcarola cantada por
D. Casiano Labusta y el maestro José María Ochoa que decía:
Era Nápoles un
día
un oculto paraíso
y ponerlo fue preciso
al cuidado de un señor.
Ora canta sin afanes
de su golfo entre las olas
solo amantes barcarolas
su olvidado pescador.
Y del chuzo con que rompe
las escamas de los peces
puede hacer como otras veces
una lanza el pescador.
Lánzase
el virrey saliente hacia el balcón que mira hacia el mar y con ademan airado
dice:
Con un cordel a la gala
y un crucifijo en la mano
cantar haré a ese villano
su postrera barcarola.
Y si puede como otras veces
hacer del chuzo una lanza
yo haré que tomen venganza
de sus lanzadas los peces.
Al terminar el último verso estalla una
salva de aplausos y entre bastidores de oyen vítores a ¡Cuba Libre! y a la Libertad que Abraham
Portuondo no puede reprimir en su santo entusiasmo.
Esto a primera vista carece de importancia, pero si se tiene en
cuenta que en el mes de Agosto se reunieron en San Agustín de Tunas, en la
finca del que más tarde se llamó General Vicente García, Carlos M. de
Céspedes, Salvador Cisneros, Marqués de Santa Lucía, Carlos Loret de Mola,
Pedro Figueredo, Vicente García, Belisario Álvarez, Salvador de Fuentes
Aguilera y Francisco Muñoz Rubalcaba, con el propósito de colocar las bases
para el levantamiento revolucionario que germinaba en los mas valiosos
elementos del país
|
Los diez largos y
cruentos años de la
Guerra Grande, (1868-1878) fueron muy adversos para la vida
musical en la región. Pero tras el Pacto del Zanjón, que puso fin a la primera
guerra de independencia de Cuba y la Guerra Chiquita, resurgieron nuevamente las
veladas en Holguín y el canto lírico se enseñoreó en las veladas que se
organizaban en los principales salones de la ciudad.
En esa etapa, además,
comienzan a proliferar las sociedades de recreo, los pequeños teatros y otros
escenarios en los que se presentaban compañías líricas que hacían giras por el
país y músicos y cantantes aficionados locales.
Entre los mayores
logros de esa etapa, vinculados al canto, destacan los aportes de relevantes
figuras que realizaron largas temporadas en Holguín y Gibara, las dos ciudades
más importantes de la región; entre ellos la soprano camagüeyana Ana Owen, los compositores Manuel
“Lico” Jiménez, Marín
Varona y los profesores de música y canto José Balloz y Vicente
Morán.
Ana
Owen, a quien Laureano Fuentes en su libro
“Las Artes en Santiago de Cuba”, llamó “soprano eminente” por sus impresionantes cualidades vocales,
organizó en Holguín entre 1881 y 1885 unas veladas musicales muy concurridas
que contribuyeron a enriquecer la atmósfera cultural de la ciudad y especialmente
la pasión de los holguineros por el canto lírico.
Marín Varona |
Leer además: Biografía de Marín varona
Lico Jiménez |
Leer además: Biografía de Lico Jiménez
Por su parte “Lico” Jiménez y Marín Varona, continúan considerándose creadores imprescindibles del lied y de la producción lírico-teatral de finales del siglo XIX. (En estos géneros y en esa fecha se comenzaban a perfilar las pautas estilísticas de la canción cubana que, luego, creadores como Eduardo Sánchez de Fuentes y Ernesto Lecuona terminaron de fijar y definir). “Lico” residió una larga temporada en Gibara durante su gira por Cuba realizada en 1885, por su parte Varona, autor de la zarzuela “El brujo” y de antológicas canciones como “Es el amor la mitad de la vida”, se presentó en la región en varias oportunidades con una compañía lírica.
Tanto “Lico”
Jiménez como Marín Varona, ofrecieron lecciones musicales en Gibara
y contribuyeron a formar valiosas músicos como Emilio Rodríguez y Agustín
Morales, génesis de dos sobresalientes familias de músicos de esta
provincia.
Luisa Martínez Casado interpretando “La Dama de las Camelias” |
En Gibara en 1892 se
casó Marín Varona con Amalia
Rodríguez, la bella triple de su compañía. Y también allí nacieron,
fallecieron, se iniciaron o consolidaron su labor interpretativa destacados
miembros de la familia Martínez Casado; entre ellos el eminente barítono Juan José Martínez Casado, que
luego emprendió su carrera internacional
en la Compañía
de Esperanza Iris y en el cine azteca.
Por los tantos años
que residieron en Gibara se cree que “Lico” Jiménez y Marín Varona hayan
compuesto obras de valía en ese lugar.
__________
Las adversidades provocadas
por las guerras de independencia, entre otras razones, impidieron que Holguín
contara con un teatro u otro escenario con las condiciones adecuadas para las
presentaciones de compañías líricas[4].
De ahí que fueron pocas las que en esta etapa
actuaron en la ciudad. No
obstante, con el auge de las sociedades de recreo, estas, a través de sus secciones de música
estimularon la cancionística y la cultura en general. Se destacan entre esas
sociedades: La Tertulia
(1888-1895), del Partido Autonomista, el Casino
Español (1872-1898) y el Centro o
Casino de Artesanos (1887-1909).
El Casino de
Artesanos poseía teatro, orquesta y secciones de declamación y canto, que
organizaban sistemáticamente puestas de obras dramáticas y musicales con
figuras que dejaron sustanciales aportes al arte musical, entre ellos Manuel Avilés, Dositeo Aguilera y Rosa
Betancourt, entre otros.
Avilés dirigió la
orquesta de la institución y con ella dio a conocer obras instrumentales y
cantadas, entre ellas guarachas, himnos, danzas y un cocoyé del que refiere Helio
Orovio en su diccionario que es “muy
cubano, muy holguinero, distinto al cocoyé, más español, de Casamitjana”[5]
En el escenario del
Casino de Artesanos, se presentaron también artistas eminentes que visitaron a Holguín,
entre ellos el violinista Brindis de
Salas en 1894, y compañías de teatro bufo o vernáculo como las de Gonzalo Hernández, la de Raúl del Monte y la de Antonio Añó, entre otras, que
llevaban por la Isla
guarachas, habaneras, boleros y otras obras del cancionero popular cubano y que
las clases más humildes hacían suyas.
En Holguín, las
guarachas habían calado profundo en la sensibilidad de los vecinos. Ese tipo de
composición era muy bien recibida desde la década de 1860, durante las
presentaciones de las compañías de Miguel
Salas y de Bartolomé José
Crespo, según refiere un interesante estudio sobre la guaracha en este
territorio escrito por el historiador Juan Albanés[6].
Pueblo pequeño como
era Holguín, donde las habladurías y chismes sentaban cátedra, es comprensible
que más de un músico se inspirara y creara una pícara guaracha. Entre ellas alcanzaron
mucha popularidad “La Nigua
pare en diciembre” de José A. Esponceda
(El chino)[7],
“La Botijuela
de Pepe”, de Manuel Avilés, y
otras creadas por Luís Zúñiga,
Antonio Caissés, Manuel Barrillo, José Gregorio Hechavarría y Juan Mendoza (Juan el ciego).
[1]
En Holguín se efectúan las retretas o conciertos públicos desde 1827 y hasta el
final de la guerra del 95, interpretándose, sobre todo, himnos y géneros
españoles y europeos. Pero en la segunda
mitad de ese siglo, cuando las arias de ópera estaban muy de moda, estas se
interpretaban en las áreas públicas por las bandas militares: por esa razón a
las retretas también se les llamaban “ópera barata”, porque a diferencia de las
presentaciones en las sociedades de recreo o el teatro, no había que pagar y
todos los vecinos tenían acceso a la Plaza de Armas, luego parque Calixto García, donde todos los jueves y domingos en la noche se
celebraban estos conciertos, tal como lo recogen “El Periquero” y otros
periódicos coloniales.
[2]
Magín Torrens, puede ser considerado
el padre de la música de salón en Holguín. Fue maestro de figuras como José
María Ochoa, Manuel Dositeo Aguilera, Manuel y Jesús Avilés, por sólo mencionar
algunos que luego fundaron importantes bandas, crearon obras musicales y sostuvieron por años la tradición de la
retreta.
[3]
Era hermana del General independentista holguinero
Calixto García Iñiguez.
[4]
El Coliseo, primer teatro de Holguín, fue un almacén adaptado en 1833. En 1863
se inauguró el segundo teatro que hubo en la ciudad, ese estaba en la
intersección de las calles Miró y Arias y permaneció abierto hasta el estallido
de la Guerra Grande.
Sus condiciones eran limitadas. Las sociedades de recreo también inauguraron
varios escenarios, entre ellos el salón- teatro Holguín, el principal que tuvo
la ciudad entre 1912 y 1922 año este último
en que se inauguró el Teatro Oriente, demolido en 1937 para construir el
Infante (hoy Comandante Eddy Suñol).
[5] Helio Orovio. “Diccionario de la Música Cubana”. Pág
43.
[6] Juan Albanés. “Guarachas y guaracheros del
viejo Holguín”, periódico “Ahora”, 5 de agosto de 1977, pág 3.
[7]
José Antonio Esponceda (El Chino),
fue uno de los más importantes músicos de Holguín colonial. Alrededor de 1860
fundó una de las primeras orquestas de la ciudad con la que amenizó bailes,
actos litúrgicos y otras celebraciones. En 1868 se fue a la manigua
independentista y cayó en una acción bélica.