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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

22 de diciembre de 2016

Con la apertura del Puerto de Gibara la Plaza de Armas de Holguín (hoy Parque Calixto García), comienza a ser lo que luego fue



Es en el periodo en que suceden en Holguín los gobiernos constitucionales y promonárquicos cuando la Plaza de Armas inicia un periodo de particular esplendor, sobre todo después que el joven siglo XIX llega a 1821, que fue cuando se habilitó el puerto de Gibara y por él comienzan las exportaciones e importaciones de diversos productos.

Por Gibara los holguineros comerciaban los productos cosechados en la comarca, tabaco, maderas, carne ahumada, cueros, frutos menores, mieles y, a partir de la década del 30, azúcar en diferentes formas y sus derivados; a su vez por el puerto entraba equipamiento para el desarrollo de la industria azucarera desde los Estados Unidos de Norteamérica.

El trasiego de mercaderías convirtió a la Plaza en uno de los escenarios más importantes de la vida sociocultural de la ciudad y centro de un área urbanística y arquitectónica de vital trascendencia.

Veamos. A finales de la década de 1820 llega a Holguín el Regimiento de Balancey, el primero en guarecer militarmente la comarca y asimismo el iniciador de las tradicionales retretas en la plaza. Pero, obviamente, para celebrar retretas la plaza necesitaba una remodelación.

Uno de los militares del Regimiento Balancey, el Teniente Coronel Francisco Urribarri Pérez del Camino, en 1833 tuvo la iniciativa  de instalar en un viejo almacén de granos (en donde actualmente se encuentra  el Museo de Historia Natural, antes Colonia Española), un  modesto escenario para las artes dramáticas y la música. Lo llamaron Teatro Coliseo.

Con el teatro funcionando empezaron a languidecer las veladas familiares y a gestarse otras iniciativas; una de las más importantes fue recaudar fondos para entre 1839 y 1840, reformar la Plaza de Armas. Para  dirigir esas transformaciones se contrató al  maestro de obras del Ejército Español José Llauradó Bahamonde y este, a su vez, pidió la colaboración del famoso herrero Lorenzo Mulet, constructor de unas hermosas rejas que le dieron un toque de distinción a la Plaza holguinera. También de hierro fueron cuatro puertas de acceso que se mandaron a comprar a Norteamérica y las verjillas o cancelas que protegían las áreas centrales.

Esa área central de la que se habla es una de las características esenciales de la Plaza holguinera, que aún hoy continúa siendo un cuadrilongo grande con un círculo o rotonda muy bien definido al centro. La rotonda tiene su origen en bancos que se colocaron rodeando un escenario o tarima donde la banda del regimiento daba las retretas. Por cierto, cuando Llauradó hizo las transformaciones a la Plaza, los bancos que delineaban la rotonda central eran dobles, por lo que los vecinos podían recrearse mirando hacia el centro del círculo o hacia el exterior de aquel.

Asimismo se construyeron fuentes en los ángulos de las jardineras y las calles que rodean la Plaza se ampliaron. Esto último la redujo al tamaño que aún hoy le conocemos. Según los historiadores y urbanistas locales, esa intervención fue el más bello proyecto que se le realizó en toda su historia a la Plaza holguinera, que, por cierto, desde entonces comenzó a nombrarse Plaza Isabel II.

 

Quienes nos preocupamos por la exactitud cronológica nos preguntábamos la fecha exacta de esa intervención en la Plaza, sobre todo porque el historiador don Diego de Ávila y Delmonte, desde las páginas de su “Historia del Hato de San Isidoro de Holguín”, de 1865, no dice una fecha concreta. Y no se habría sabido si no es por una casualidad de la que hablaremos más adelante, después de leer al primer historiador del pueblo. Dice:
“(…) la de Armas (…) fue mirada con un abandono total hasta el año de 1839 que, hallándose en el gobierno de esta ciudad el Sr. Angel de Loño y Martínez, Coronel, Primer Comandante del Regimiento de la Unión, dispuso S.S. de acuerdo con el Ilustre Ayuntamiento, construir en ella un paseo que además de ser un ornato público, hiciera desaparecer la sombra triste y melancólica que a la vista presentaba, llevándose a efecto el proyecto con varios arbitrios establecidos al objeto y donativos hechos por el vecindario, con cuyos fondos se construyó el paseo formando un paralelógramo de 111 dos tercios de longitud y 88 de latitud, con 36 sofases de cal y canto construidos a la inglesa, 8 columnas del mismo material y 28 árboles de Morera plantados en las aceras exteriores, solado todo su piso de ladrillo y mezcla, en cuya obra se invirtieron 21.808 pesos, 7 reales y 9 mrs; valorada por los alarifes públicos en 5.061 pesos,5 rs. (…)

De resultas de las mejoras y reformas que se le han ido haciendo a dicha plaza y paseo se ve en ella una famosa alameda de recreo con sus cuatro jardines, a cargo de un jardinero que cuida de sus sembrados y aseo, pagados por los fondos municipales, (…)

Se encuentra en ella para iluminar su paseo y jardines en las noches oscuras y en las festividades, días y cumpleaños de las personas reales y noches de retreta u otras causas que lo exijan, 16 farolas”[1].

Como se lee, el historiador no precisa fecha. Pero feliz y casualmente llegó a nuestras manos un ejemplar del periódico de Santiago de Cuba "El Redactor" de 1846 en el que se inserta la carta que envió un soldado español recién llegado a Holguín a un primo suyo residente en aquella ciudad, que dice:

“(…) ¿Querrás tú darme crédito, Andresillo, si te digo que aquí no tienen plaza? Pero miento, porque hay tres y tan grandes como se puedan apetecer: lo que te decía es no haber visto en ninguna, que se venda de día lo que se vende en las plazas de otros pueblos; aunque es cierto que la costumbre en este, es hacerlo por la noche. Y ya que de plazas y noches estoy hablando, decirte quiero haber notado dos cosas desde nuestra llegada: la primera; que en la plaza mayor o principal están plantando árboles: deshaciendo sus calles y pintando de azul y blanco los asientos: he oído decir que tratan de asemejarla a la de [Santiago de] Cuba en cuanto sea posible, y que al efecto ya se está trabajando en un salón central, donde las noches de retretas se paseen las lechuguinas y dejen ver sus caras, a la luz de faroles que serán colocados al intento: la segunda: que todas las noches parecen ser día porque cada vecino ilumina su puerta hasta las diez; con lo que están las calles alegres, y anda gente por ella; y el que más celebró la providencia dicen que fue un maestro ojalatero, único del oficio que en tres días construyó más faroles que en todos los que cuenta de avecindado en la ciudad (…)”[2].

 



[1] Ávila del Monte, Diego: “Memoria sobre el origen del hato de San Isidoro de Holguín”. Segunda edición, Imprenta El Arte de José María Heredia, Holguín, 1926, p139.
[2] Sección Correspondencia Familiar, periódico El Redactor, de Santiago de Cuba,17 de junio de 1846, p 2.

Parque Calixto García. Holguin, la ciudad de las Plazas (Parques después)



El 4 de abril de 1720 los propietarios de hatos y haciendas ganaderas que vivían en el norte de Bayamo fundaron el pueblo de San Isidoro de Holguín. Y como su principal deseo era que el Rey de España diera Título y Tenencia de Gobierno a éste, los abuelos fundares fueron cuidadosos en cumplir las leyes que determinaban la creación de los espacios urbanos: esa es la causa de las calles rectas (rectísimas) de Holguín y sus dos plazas hermosas y amplias (amplísimas).



Quienes conocen esas plazas de las que habla La Aldea pueden decir: sí, el parque Calixto García es grande, probablemente el más grande de todos los que hay en Cuba, pero el otro no lo es tanto. Y es verdad, el actual Parque de Las Flores es pequeño, pero no lo fue siempre. Cuando se creo esa plaza tenía adentro de sí la parroquia y llegaba hasta la actual calle Miró, por lo que la calle principal del pueblo, Libertad, se interrumpía en Aricochea. Entre los años 1818 al 1820 el templo fue restituido por un nuevo edificio, sede desde 1979 de la Catedral de San Isidoro. Desde entonces la iglesia fue corrida hacia atrás para abrirle paso a la calle que se interrumpía y la plaza se disminuyó a la mitad, tal como se ve en el mapa siguiente.







La segunda plaza trazada en Holguín fue la de Armas, destinada a los ejercicios militares y al mercado. Por Ley debía estar separada de la iglesia para que en caso de necesidad pudiera socorrerla, y así fue: los abuelos fundadores pidieron al agrimensor Gregorio Francisco, que fue quien delineó el primer núcleo urbano, que trazara el espacio de la segunda plaza hacia el norte de la parroquial, entre las calles que comenzaron a llamarse San Isidoro, Nuestra Señora del Rosario, San Miguel y San Pedro, (hoy Libertad, Frexes, Maceo y Martí).







Según la misma legislación, tan fielmente cumplida por los fundadores de Holguín, entre ambas plazas debían fabricarse las Casas Reales, Cabildo o Consejo, Aduana y Atarazana, pero los pobres bolsillos de los fundadores no alcanzaron para tanto. Y probablemente para esconder que no se cumplía del todo con las leyes, o porque desde ya éramos los holguineros gente que se desborda, la Plaza de Armas tuvo la capacidad superficial de siete mil quinientos metros. Y como estaba destinada a que en ella se ejercitaran los militares, sobre todo los de a caballo, la plaza debía tener de largo cuando menos tanto y medio de su ancho “porque desta manera  es mejor para las justas de a caballo y cualesquiera otras que se ayan de hazer”[1]. (Sic)



El cumplimiento cabalmente de las disposiciones reales hizo de la de Holguín una plaza tan grande que cuando el Obispo Pedro Agustín Morell de Santa Cruz visitó la ciudad en 1756, dijo que era la de este pueblo “(…) tan capaz, que en toda la Ysla no ay otra que la iguale”.[2] (Sic)







Que las dos primeras plazas del pueblo fueran tan grandes y que ambas estuvieran delimitadas por las calles que actualmente se nombran Maceo y Libertad, antes Calle Mayor o San Isidoro y Calle San Miguel, estableció dos asuntos esenciales para el urbanismo de Holguín. Uno, que esas dos calles delimiten el actual centro histórico urbano de la ciudad[3] y que las otras plazas que se trazaron posteriormente a las dos primeras estuvieran en ese mismo eje y que fueran “tan grandes, que pueden en cada una de ellas formar 2 000 hombres en batalla”[4].



Cumpliendo fielmente las Leyes de Indias, de la Plaza de Armas partían (y continúan partiendo) las cuatro calles principales de la ciudad y los principales caminos que llevan hasta todos los lugares.

Asimismo disponían las leyes españolas que la Plaza de Armas serviría además para que en ella se expendieran los productos de la tierra, o sea, que era esa, también, plaza del mercado, de ahí que a las edificaciones que en ellas comenzaron a  realizarse  se les exigió que estuvieran presididas por portales corredizos (corredores le llamamos los holguineros), para que en ellos se acomodaran y pudieran  resguardarse en tiempos de lluvia “las venteras y venteros”.



En este punto La Aldea quiere hacer dos comentarios.



Primero, que aún cuando las mismísimas Leyes de Indias convenían que las Plazas de Armas  sirvieran también como lugar para el comercio, las ciudades de cierto desarrollo urbano, pasado el primer momento fundacional, destinaban al mercado su propio espacio en las llamadas Plazas del Mercado. Pero Holguín no estuvo entre las ciudades cubanas que mostraron desarrollo urbano, sino todo lo contrario, por lo que aquí no hubo Plaza del Mercado hasta finales de la década del 40 del siglo XIX.



Y segundo: La portalería corrida donde debían realizarse las ventas era escasa porque escasas eran las construcciones alrededor de la plaza, por tanto eran las calles que rodeaban la plaza donde se acomodaban “las benteras y benteros”[5] (Sic) Eso, obviamente, provocaba que el abastecimiento “falle en la primavera pr q’ no es posible q′ en los pocos portales q’ hay puedan acomodarse los bendedores y de aquí resulta un perjuicio de no poca consideración á los leales vecinos…”[6] (Sic).  



Por lo anteriormente tratado, conviene que en este punto echemos una ojeada a las construcciones de los vecinos alrededor de la Plaza de Armas.



Como puede verse en el primer plano de Holguín, fechado en 1737, La Plaza de Armas se urbanizó después que la de San Isidoro o de la Parroquial.



También por disposición de las leyes españolas, en los alrededores de la plaza de armas se levantó la que probablemente fue la primera edificación que allí hubo; esa fue la Tienda de Ordenanzas, destinada a la venta de carne. Esa, que sencillamente era un bohío con cubierta de guano sobre horcones, y, quizás con las paredes de embarrado, como lo eran todas las primeras viviendas de Holguín, estaba en la intersección de las calles Rosario y San Miguel, (actuales Frexes y Maceo, donde radica ahora la Casa de la Música de la EGREM).



La tal carnicería estaba regulada por las Ordenanzas de Cáceres[7], las que responsabilizaban al Cabildo de su manejo y normaban que uno de los regidores por rueda (turno) “visite la carnicería, la pescadería y haga las posturas del vino y otros mantenimientos y requerir los pesos y lo demás”[8]. Lógicamente el cumplimiento de estas dichas ordenanzas estaba en dependencia del desarrollo económico-social del territorio, y en  Holguín este fue limitado.



De todas formas el Cabildo tuvo interés de mejorar las condiciones de vida de vecinos, al extremo que los mismísimos Tenientes Gobernadores costearon con dinero de su bolsillo las necesidades de la población.



Lo anterior se prueba con la letra de la Moción presentada en 1839 por el Síndico Procurador, Licenciado Rafael Ignacio Curbelo, en la que dice del mal estado de la Plaza de Armas, llamada entonces de Isabel II, que, dice, “no posee la prestancia  e higiene que corresponde con el estado de civilización y de hermosura á q’ marcha agigantadamente Holguín, lo que hace que este gobierno exija que hagamos algo para que la Ciudad se nivele á los otros Pueblos de esta siempre fiel Ysla”[9] (Sic)



Hasta ese año uno de los problemas que más le afectaba a dicha plaza, que era ya corazón de la vida citadina, era el de mantener en ella al mercado, eso a pesar de que los tratantes pagaban medio real de impuesto para que la limpiaran todos los sábados en la noche.













[1] Pedro Álvarez y Gasca. “La Plaza de Santo Domingo de México. Siglo XVI”. Departamentos de Monumentos Coloniales. Instituto Nacional de Antropología e Historia,  México, 1971, p. 8.

[2] Morell de Santa Cruz, Pedro Agustín: “La Visita Eclesiástica”. Selección e introducción de César García del Pino. Editorial Ciencias Sociales. La Habana, 1988, p.87.

[3] El terreno que delinean ambas calles no fue escogido como el centro de Holguín por capricho sino por ser el más alto y pintoresco de toda el área que rodean los dos ríos que fueron los límites naturales del pueblo naciente.

[4] Portuondo Zúñiga, Olga. “El Departamento Oriental en documentos”. Tomo II (1800-1868) Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2012.

[5] ACPM H-39 Exp. F 3 vt.

[6] Ídem

[7] Dictadas por el Oidor de la Audiencia de Santo Domingo Alonso de Cáceres, Visitador y Juez de Residencia de la Isla, aplicadas a todo el país, (1574).

[8] Ídem


[9] ACPM Exp. H-39 F 3 vt

En la Plaza de Armas de Holguín se refleja las posiciones de los constitucionalistas y absolutistas (1814//1820//1836



En la segunda década del siglo XIX la Plaza de Armas comenzó a tener un papel más significativo en la ciudad (que verdaderamente era solo un pueblo), sobre todo después que en sus predios se produjeron hechos de gran connotación  en el ámbito político y social. Sobre todo en 1812. En esa fecha en todo el mundo  circulaban ideales de libertad y democracia a causa de la influencia de la Revolución Francesa, y Holguín no fue la excepción. El 3 de abril las autoridades ejecutaron en la Plaza de Armas a Juan Nepomuceno, negro esclavo de la dotación del mismísimo Teniente Gobernador don Francisco de Zayas: Nepomuceno encabezó en Holguín la conspiración antiesclavista de Aponte.

Pero como los aires que soplaban eran muy fuertes, esos también movieron el estado de cosas en la metrópoli. Allá obligaron al Rey a aceptar un régimen constitucional. Cuando la noticia llega a Holguín el Ayuntamiento asume esa forma de gobierno y la Plaza de Armas fue rebautizada como Plaza de la Constitución desde el 9 de agosto de 1812 y hasta el 14 de agosto de 1814.

En 1814 retornó el absolutismo, pero no fue por mucho tiempo.

En 1820 se supo en la ciudad que el coronel Rafael de Riego había obligado al Rey de España a reinstalar el régimen constitucional. Ese mismo año el maestro y escultor don Juan del Monte develó en la Plaza holguinera un monumento en forma de pirámide que en más de una ocasión los promonárquicos la agredieron con excrementos y machetazos.

Tres años después cae la constitución y la pirámide fue guardada en un  rincón.

En 1836 se reinstaura la Constitución en España. En toda Cuba el acontecimiento solamente fue celebrado en Holguín: El 19 de noviembre una gran manifestación recorrió la ciudad, destacándose en ella don Calixto García de Luna Izquierdo, abuelo de un niño recién nacido entonces y quien al paso del tiempo llegaría a ser Mayor General de las tres guerras independentistas cubanas, Calixto García Iñiguez.

En la manifestación don Calixto García de Luna Izquierdo gritó fuertemente que ya se había acabado el despotismo y la esclavitud y durante uno de los tres días de fiestas populares que se realizaron, tuvo la osadía de organizar un baile para negros. Jurada nuevamente la Constitución, los holguineros volvieron a colocar el monumento en el centro de la plaza, pero no fue por mucho tiempo otra vez. Pese a la intransigencia del Gobernador del Departamento Oriental, el general Manuel Lorenzo, en el occidente, el Capitán General Tacón mantuvo el antiguo régimen.



Don Francisco (Paco) de Zayas de los Reyes, el verdadero constructor del pueblo de Holguín



Inmediatamente después que fundaron el pueblo en 1720, reiteradas fueron las peticiones de los holguineros para que fuera oficializado, pero tales solicitudes no surtieron el efecto que los abuelos esperaban hasta el 1ro de febrero de 1751, que fue cuando el Rey firma la Real Cédula mediante la que determina que el Gobernador de [Santiago de] Cuba se trasladara hasta Holguín y diera el título que mejor conviniera.

La lentitud de las comunicaciones de entonces demoraron hasta el 18 de enero de 1752, que fue cuando el Gobernador, Mariscal don Alonso de Arcos y Moreno constituyó en Holguín la Tenencia de Gobierno con jurisdicción propia. En esa misma fecha se rectificó la estructura urbana y se delinearon los terrenos de la Dehesa y Ejidos que pertenecían al Cabildo y que estaban dedicados a la subsistencia de la población. Todo lo anterior fue realizado por don Baltazar Díaz de Priego, Agrimensor Público de Cuba.

Para conocer las características del Holguín que alcanzaba el alto título de Ciudad, es una de las fuentes más confiables el informe que redacta el Obispo Morell de Santa Cruz, luego de permanecer en esta por once días del año 1756, o sea, cuatro años después del título. Escribió el  mencionado Obispo que era este un pueblo bastante dócil pero rudo, y poco instruido en las verdades eternas, que sus gentes vivían en una gran miseria, sin más ingreso que las ventas de tabaco a la Real Compañía. Y que los vecinos permanecían en sus haciendas casi todo el año, viniendo a las casas que tenían en el pueblo por unos pocos días, de ahí que en la ciudad nada más se mantenían muy contadas familias, viéndose sus calles, por lo común, despobladas. Según la misma fuente, para entonces nada más había en Holguín 238 casas, 7 de ellas de teja y las restantes de paja, pero aún así, en  cuanto a la Plaza de Armas afirma el Obispo categóricamente que era “tan capaz, que en toda la Ysla no ay otra que la iguale”[1]. (Sic)

Lamentablemente  la amplitud y belleza de la Plaza contrastaba con su entorno donde únicamente había unas pocas viviendas con techo de guano, razón esa por lo que en días festivos se prohibían los fuegos artificiales. Por ese entonces las actividades sociales se limitan fundamentalmente a la Plaza de San Isidoro, en cuyos alrededores radicaba el Ayuntamiento, la cárcel y otros establecimientos y donde vivían las familias influyentes. La de Armas exclusivamente se utilizaba para los ejercicios militares, para pregonar los Bandos del gobierno y al comercio.

Y así durante toda la segunda mitad el siglo XVIII e inicios del siguiente la imagen de Holguín continuó siendo la de un pequeño pueblo rural, sus calles y plazas eran de tierra  y sólo en 1760 se instaló el alumbrado público en la Parroquial. Por demás la Ciudad carecía de edificaciones sociales e incluso no había cárcel. Por su parte la carnicería continuaba en una inhóspita casas y el pobre hospicio existente estaba en bohíos que el Cabildo alquilaba a los vecinos.

Por su parte en la residencia del Teniente Gobernador, que también era de embarrado y techo de guano, como todas las otras edificaciones de Holguín, era donde radicaba la  Casa Cabildo. Esa casa la había comprado en 1754 el primer gobernador que tuvo la ciudad en la calle San Ildefonso, actual Aricochea, con frente a la plaza de la Parroquial.

En 1778 esa dicha casa, en la que se alojaba entonces la cárcel y el cuartel, sufrió un incendio que le afectó una tercera parte de ella. Por lo que la máxima autoridad de la ciudad se vió obligada a alquilar la casa del vecino Pablo Alberteris, situada esa en el ángulo de las calles San Isidoro y Rosario (Libertad y Frexes).

Que el Teniente Gobernador fuera a residir a la Plaza de Armas fue el primer paso para que ese lugar de Holguín se fuera convirtiendo en el centro de la población.

Y así llega para la comarca el año 1816, que fue cuando ocurre un hecho determinante para la Plaza de Armas y para el desarrollo urbanístico de la ciudad: nombran Teniente Gobernador a don Francisco de Zayas de los Reyes y Armijo[2]. Este hombre, que fue el primer criollo que desempeñó tan alto cargo, era un oficial retirado del Ejército e ingeniero voluntario. Su gobierno duró hasta 1833 y es el de más grata recordación durante todos los años coloniales de Holguín.

Durante su mandato Zayas concluyó e inauguró obras de carácter social en la ciudad, entre ellas la Real Cárcel y Casa Cabildo, que fue el primer edificio de dos plantas que hubo en la ciudad, (Actual Arena Deportiva Henry García). Ese edificio, inaugurado en 1818, tenía las paredes de mampuesto y los techos de madera cubiertos de tejas. Aunque estaba situado en la Plaza de la Parroquial el edificio citado tenía el frente a la calle Nueva, que a partir de ese momento tomó el nombre de calle Cárcel (luego Calle de los Mártires). Y aquí La Aldea va a hacer un alto para explicar el nacimiento de dos calles que no se abrieron durante el primer trazado urbanístico de la ciudad:

 

Como se ve en el mapa de Holguín de 1737 no existían las calles que actualmente se llaman Miró y Mártires. Pero cuando en el Gobierno de Zayas la parroquial de San Isidoro se corre hacia atrás, para que no interrumpiera más a la calle San Isidoro, (actual Libertad), y por detrás de la iglesia se traza una nueva calle a la que se le nombró Barcelona, luego General Miró. Esta nueva calle rompía la uniformidad del entramado urbanístico, por lo que se abre otra que se comenzó a llamar la calle Nueva. Luego, cuando Zayas levanta el edificio sede del Cabildo y de la Real Calle y toda vez que ese dicho edificio tenía el frente a la calle Nueva, aquella se rebautizó y comenzó a ser de la Cárcel. Durante las guerras por la independencia en esa cárcel se encerraba a los prisioneros capturados en los campos en armas. A ellos, generalmente, se les sancionaba a pena de muerte. Por la calle de la Cárcel llevaban a los presos hasta una de las paredes del Cuartel del Infantería del Ejército español (actualmente edificio sede de la Central de Trabajadores de Cuba en Holguín, CTC). En honor a ellos, en 1900 la calle de la Cárcel se rebautiza con el nombre de Calle de todos los Mártires, hoy sencillamente Calle Mártires.

En el siguiente mapa de Holguín, que fue trazado por el mismísimo Zayas y Armijo se puede apreciar que las dos nuevas calles que se abrieron en la ciudad, actuales Miró y Mártires, no guardan las mismas proporciones en cuanto al tamaño de las manzanas. (El énfasis para marcar las calles Miró y Mártires es del equipo editor de La Aldea)


Al fondo de la fotografía siguiente, que seguro que hizo desde una de las torres de la Iglesia San Isidoro se puede ver el edificio para Cabildo y Cárcel levantado por Zayas y Armijo. (En primer plano se ve la glorieta que actualmente lleva el nombre de Albanés. Esa glorieta fue levantada en un momento muy posterior a Zayas y también la estatua del Mayor General Julio Grave de Peralta, nieto de don Paco Zayas y Armijo es posterior, exactamente de 1916. Como es obvio, en tiempos en que Zayas levantó el edificio aún no se había inventado la fotografía)

 

Fue Zayas y Armijo quien levantó el nuevo edificio de la Iglesia Parroquial de San Isidoro, también de muros de mampuesto y techos de maderas labradas cubiertos de tejas, que se corrió hacia atrás entre los 1818 a 1820 para abrir el paso de la calle San Isidoro, actual Libertad, como se ve en el siguiente gráfico.

  
La iglesia San Isidoro que construyó don Paco de Zayas y Armijo. (La fotografía es de las primeras décadas del siglo XX)
  
En 1819 don Paco de Zayas y Armijo concluyó el edificio de la iglesia auxiliar de San José. En la fotografía siguiente se puede ver la iglesia sin que todavía se le hubiera hecho el agrandamiento que le aportó las dos naves laterales. (Porque se ve que ya estaba levantada la iglesia Los Amigos que es de 1902 y porque todavía no habían colocado el que los holguineros mal llamamos El Angelote, en homenaje a los patriotas independentistas fusilados en Holguín, que es de 1916, se puede concluir que la fotografía fue echa en algún momento entre ambas fechas)

 
 
En 1820 don Paco de Zayas y Armijo mejoró el Cementerio General de la ciudad, y a partir de 1820 prohibió los enterramientos en la iglesia. Y asimismo el Teniente Gobernador levantó un plano topográfico de la ciudad que elevó al Gobernador de Cuba, don Eusebio Escudero; fundó  una delegación de la Sociedad Económica de Amigos del País en 1830, la Sub-Delegación de Haciendas y reorganizó las milicias de la ciudad.

Asimismo bajo su gobierno fueron aprobadas otras obras, entre ellas la extensión del alumbrado a toda la ciudad y la construcción de un Hospital de Caridad que no pudo materializarse hasta años después de su muerte por la falta de fondos.

Aunque todas las obras de don Paco de Zayas fueron importantes para Holguín, ninguna superó a la que es su principal entrega para Holguín y su jurisdicción: la apertura del puerto de Gibara.


[1] Morell de Santa Cruz, Pedro Agustín: “La Visita Eclesiástica”. Selección e introducción de César García del Pino. Editorial Ciencias Sociales. La Habana, l988, p.87.
[2] Zayas fue el abuelo de dos de los principales líderes independentistas de Holguín, el Mayor General Julio Grave de Peralta y Zayas y el Teniente Coronel Belisario Grave de Peralta y Zayas.

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