Con información tomada de Dr. Roberto Valcárcel Rojas
¿No se interesaron los colonizadores por la zona más poblada de Cuba?. La historia conocida dice que no, pero el Dr. Roberto Valcárcel, revisado las fuentes históricas tempranas, leyó una relación de puertos y accidentes geográficos utilizada como guía para el tráfico a lo largo del litoral cubano, denominada “Espejo de Navegantes” y redactada por Alonso de Chaves a partir de información obtenida entre 1520 y 1530.
En la guía el tramo de costa del extremo nororiental, (Espejo de...), entre los actuales puerto de Manatí y Punta de Mula, antes Puerto de Manatíes a Punta de Cubanacán, se señala una enorme cantidad de puertos, sobre todo considerando la extensión del tramo de costa y asimismo es de ese segmento de costa del que la guía da más precisión y detalles. Así tuvimos allí a Puerto de Duero, Puerto de Boyuncar, Puerto de Hernando Alonso, Puerto de Narváez, Puerto del Padre y Puerto de Cubanacán. Como se ve algunos de estos puertos, (bahías), son llamados por los nombres de importantes personajes de la época, como Andrés de Duero, Pánfilo de Nárvaez y Hernando Alonso, lo que significa que fueron estos capitanes-navegantes, los que aportaron los datos para la guía, por el conocimiento que tenían debido a su constante tráfico marítimo por allí.
Que tales personajes fueran y vinieran por la zona hace creer que tuvieran intereses en estos espacios costeros y también, posiblemente, en tierras interiores donde, para la temprana fecha, ya había fuerte actividad económica en la que estaban involucrados ricos colones poseedores de encomiendas.
La abundante cantidad de sitios aborígenes que los arqueólogos
encontraron en la zona de Banes los ha hecho asegurar que era esa región la de
más amplia demografía a la llegada española, sin embargo los actuales vecinos
no denotan ningún rasgo físico que los haga parecer sus descendientes, de quien
ellos son nietos, por lo que a simple vista se ve, es de españoles llegados en
el XIX.
¿No se interesaron los colonizadores por la zona más poblada de Cuba?. La historia conocida dice que no, pero el Dr. Roberto Valcárcel, revisado las fuentes históricas tempranas, leyó una relación de puertos y accidentes geográficos utilizada como guía para el tráfico a lo largo del litoral cubano, denominada “Espejo de Navegantes” y redactada por Alonso de Chaves a partir de información obtenida entre 1520 y 1530.
En la guía el tramo de costa del extremo nororiental, (Espejo de...), entre los actuales puerto de Manatí y Punta de Mula, antes Puerto de Manatíes a Punta de Cubanacán, se señala una enorme cantidad de puertos, sobre todo considerando la extensión del tramo de costa y asimismo es de ese segmento de costa del que la guía da más precisión y detalles. Así tuvimos allí a Puerto de Duero, Puerto de Boyuncar, Puerto de Hernando Alonso, Puerto de Narváez, Puerto del Padre y Puerto de Cubanacán. Como se ve algunos de estos puertos, (bahías), son llamados por los nombres de importantes personajes de la época, como Andrés de Duero, Pánfilo de Nárvaez y Hernando Alonso, lo que significa que fueron estos capitanes-navegantes, los que aportaron los datos para la guía, por el conocimiento que tenían debido a su constante tráfico marítimo por allí.
Que tales personajes fueran y vinieran por la zona hace creer que tuvieran intereses en estos espacios costeros y también, posiblemente, en tierras interiores donde, para la temprana fecha, ya había fuerte actividad económica en la que estaban involucrados ricos colones poseedores de encomiendas.
“Espejo de Navegantes” indica que Bocas de Bani era una entrada situada
a dos leguas al este-sudeste de Punta de Cubanacán, donde, se sabe, Gonzalo de Guzmán
tenía sus indios, (encomienda). Por lo que es coherente pensar que también las
había en otros pueblos cercanos, entre ellos El Chorro de Maíta. Se puede creer
igual que en la zona había intereses mineros pues en la parte noroeste del
Cerro de Yaguajay se han localizado pepitas de oro, entre ellas una considerada
entre las más grandes halladas en la
Isla, según Guarch Delmonte. Incluso, aún hoy se mantiene por
allí la explotación a escala artesanal de oro aluvial en Cuatro Palmas, lugar
este que forma parte de una zona conocida como Río de Oro, nombre también usado
para el colindante Río Naranjo. Sin embargo los depósitos auríferos de más
importancia están en Aguas Claras y Guajabales, unos 45 km al oeste de El Chorro
de Maíta. Estos se comenzaron a explotar en el siglo XVI, según aseguró Juan Albanés
en 1971.
No es extraño que los indios de Baní fueran a trabajar a Aguas Claras
y Guajabales. Manuel de Rojas enviaba sus indios de la provincia de Bani a las
minas de Puerto Príncipe y no dejó de hacerlo hasta 1526 cuando hace dejación
de ellos a favor de Pero de Guzmán, pues no quería moverlos tan lejos dadas las
afectaciones causadas por tales traslados y ante el claro disgusto de los
encomendados, según aseguró Mira Caballos en 1997. ¿Los indios de Manuel de
Rojas iban a Puerto Príncipe porque se habían agotado las minas de Aguas Claras
y Guajabales?.
La existencia de población en las minas y trabajo minero cercano,
debió completarse con estancias para proveer alimentos. Labores estas que pudieron
darse en la zona próxima al litoral descrito en el “Espejo de Navegantes”,
usando los muchos puertos descritos para la entrada y salida de bienes,
productos y personas.
Un elemento que reafirma la anterior hipótesis es el hallazgo de
restos de Jarras de Aceite en su tipo temprano en el sitio Río Naranjo. La
locación se ubica en la desembocadura de un río que se abre a la bahía de igual
nombre, que debió ser la que en fecha temprana de la colonización se conocía
como el puerto de Narváez. Curiosamente los arqueólogos que trabajaron la Bahía de Naranjo solamente
encontraron allí cerámica europea y ningún vestigio aborigen, lo que hace creer
que fue aquel un punto de embarque vinculado al tráfico colonial temprano. Este
sitio se halla a sólo 2.5 km
de la zona aurífera de Cuatro Palmas e igualmente cercano al sitio El Porvenir.
En este último lugar los arqueólogos encontraron herraduras para
caballos, animales estos que fueron muy escasos y costosos en los primeros
tiempos de la conquista, tanto que Hernán Cortez en 1519 sólo pudo llevarse 16
de ellos a México, una cantidad entonces considerada grande.
Sin embargo el número de caballos crecerá de forma rápida a partir de
la crianza local convirtiéndose en un importante rubro económico, y ya Hernando
de Soto lleva a su expedición de La
Florida, en 1539, 237 animales.
Pero aunque aumenta su cantidad, los caballos siguieron costando mucho
dinero por la necesidad de ellos que se tenía para usarlos en las expediciones continentales.
En 1579 uno de esos animales costaba casi lo mismo que una estancia. Por lo que
no es de extrañar que la crianza de caballos fuera una ocupación valiosa a la
que, seguro, se dedicaron muchos de los primeros colonos asentados en la
comarca. Herraduras de caballos también han aparecido en los sitios
arqueológicos de El Yayal y Alcalá, en este último se halló incluso la osamenta
de un caballo.
En El Porvenir también es notable la enorme cantidad encontrada de
huesos de cerdo, animal traído por Velázquez. ¿Era El porvenir una estancias
hispanas, o sea, una fincas donde vivían los colonos o sus administradores o
mayordomos, dedicados a la explotación agrícola o agrícola-ganadera, y a la
cría de cerdos?. ¿Quiénes eran los obreros de esa finca, aborígenes encomendados
o junto a ellos había aborígenes esclavos, africanos y también mestizos?.
El autor (Dr. Roberto Valcárcel), pudo consultar en el Archivo General
de Indias un documento de 1537[1],
en el que se registran 22 estancias de la jurisdicción de la villa de Santiago
de Cuba, diez de ellas con trabajadores indios y negros, entre ellos 92 indios
encomendados, 56 indios esclavos y 193 esclavos africanos. Entonces,
preferentemente, los indios trabajaban en las minas[2]
y los negros en las estancias e ingenios[3].
El documento del que se habla en la Aldea, específicamente, describe una visita
realizada por Gonzalo de Guzmán, Teniente de Gobernador de la Isla, a las estancias de
Santiago de Cuba a fin de conocer el cumplimiento de las regulaciones sobre el tratamiento
de encomendados y esclavos, en especial sus condiciones de vida e instrucción
religiosa. Por él (el documento), sabemos que a la llegada del teniente
Gobernador varios de los indios encomendados, naturales de la Isla, estaban fuera de las
estancias pues se hallaban en sus pueblos al momento de la visita, que entre
los indios esclavos había algunos no cubanos, y que muchos, incluyendo
encomendados, eran ladinos, es decir, que hablaban español, que tenían nombres
cristianos y experiencia de vida con estos.
Dice el Teniente Gobernador en su informe que ciertos indios declararon
que además de trabajar en las estancias, sirven en las minas y menciona un caso
de un indio “principal”, a cargo de los indios naturales; se trata,
aparentemente, de un indio reconocido como importante por los otros y que habla
a nombre de todos. Estos detalles confirman la existencia de pueblos indios con
población que se mueven a las estancias y la permanencia de las jerarquías o el
liderazgo indígena en estos espacios laborales.
Porque antes no se le prestaba atención a informaciones como la
anterior es por lo que resultó sorprendente que en el cementerio de Chorro de
Maíta aparecieran restos humanos que denotaban ser extranjeros. De ello se
hablará en la siguiente nota.
[1] El
documento se titula “Testimonio de la
visita hecha en la ciudad de Santiago para investigar los indios y esclavos
negros que había en sus términos” (1537, marzo 7).
[2]
Los campamentos mineros se ubicaban en
lugares cercanos a las minas. Era en ellos donde residía la fuerza de
trabajo, que generalmente era integrada por indígenas, pero que también podía
ser de africanos. Estos mineros usarían cobertizos de paja o toldos dispuestos
para el caso y el equipamiento sería pobre pero con mayor diversidad de herramientas
que en la estancia. Sued Badillo relaciona las usadas en Puerto Rico: bateas de
madera, azadas, azadones, barras y barretas de hierro para romper la tierra y
mover piedras, palancas de hierro para el mismo uso, almocafres de hierro,
picos, hachas y en menor grado, machetes y sogas. Con excepción de las bateas
todo lo demás se importaba de Castilla. La comida (casabe, cerdo, pescado)
también debía traerse de otros lugares.
[3]
Las estancias se caracterizaban por la presencia de uno o varios bohíos y por
un equipamiento mínimo. En 1579 una estancia cercana a La Habana poseía 4 azadones,
10 machetes, varios en mal estado, dos burenes, un hivis, dos bucanes, una
piedra de amolar y una toa. En los listados se incluían las cantidades de
montones de yuca, aves, cerdos, así como perros de monte, e incluso gatos, pero
nunca se menciona o se menciona muy limitadamente la presencia en ellas de
armas, mobiliario o útiles domésticos, como vasijas de mesa y almacenamiento.
(Incluso, tampoco se hacen referencias de ellos en los enclaves más importantes
por su extensión y cantidad de trabajadores, como las haciendas reales del Toa,
en Puerto Rico, entre 1514 y 1528).