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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

27 de abril de 2014

Barajagua. Los Hatos.

Síntesis hecha por César Hidalgo Torres con datos tomados de La Virgen Cubana en Nipe y Barajagua
Autores: Angela C. Peña Obregón
             Roberto Valcárcel Rojas
             Miguel Angel Urbina Herrán 

Es sumamente interesante conocer la importancia socioeconómica que tuvo la zona donde aconteció el hallazgo de la imagen de la Virgen de la Caridad, para comprender por qué ocurrió allí y cuáles eran las causas por las que los indios venían desde el Real de Minas de Santiago del Prado (El Cobre), hasta el Hato de Barajagua y de ahí a Nipe a buscar sal. 





A su llegada a Cuba el español usó jurídicamente conceptos geográficos y socio políticos de los nativos. Así las tierras mercedadas en el perímetro de una “provincia aborigen” pasaba a llamarse con el nombre dado por los indios, pero, ¿un hato era del tamaño de una provincia?, ¿cuándo se habla de las tierras que conformaron “los hatos” Barajagua ha de entenderse que estos ocuparon la geografía de la antigua provincia?.

Comencemos por determinar quiénes eran los dueños de los Hatos Barajagua para descubrir por qué era ese el lugar de “autoconsumo” de las minas de cobre cercanas a Santiago de Cuba.

En un primerísimo momento durante la conquista y en los primeros años de colonización, los españoles buscaron oro en las arenas de los ríos. Es ese el tiempo de las Encomiendas. Entonces los conquistadores convivieron con los aborígenes en los pueblos de estos, o mejor, en algunos pueblos aborígenes, generalmente los más importantes, adonde trasladaron a los aborígenes de otros lugares. (En la amplia zona que va desde Nipe hasta El Cobre solamente se han encontrado evidencias de pueblos aborígenes donde convivieron españoles en el sitio que ahora se conoce como Loma del Cementerio de Barajagua. ¿Acaso era ese el lugar más importante de la zona?, ¿estaba ahí el sitio principal de la antigua “provincia de Barajagua?).

Durante la segunda mitad del siglo XVI las encomiendas desaparecen porque ya había desaparecido la esperanza española de encontrar oro en Cuba, a las tierras se les dan otros usos. Unas sirvieron para Hatos ganaderos, otras para corrales donde se criaba animales menores o domésticos. Pero en esas vastedades territoriales que eran los Hatos se administraban desde un asiento o lugar-centro y para la subsistencia de los ganaderos que laboraban en el Hato se creaban corrales y estancias, que eran consideradas instalaciones complementarias. Incluso se afirma que en un Hato podían existir más de un corral y más de una estancia. Obviamente las poblaciones de los Hatos se asentaban alrededor de los centros y en las cercanías de las estancias y corrales.

En la zona que nos interesa, los dueños generalmente vivían en la villa de Santiago de Cuba mientras que eran los mayorales quienes  se dedicaban a la explotación del ganado que vivía en sus tierras; dichos mayorales podían ser de cualquier etnia, indios, africanos, criollos, europeos blancos. Y realizaban los trabajos la población de la zona, indios y también los mestizos y morenos nacidos en la tierra, esto es, criollos que eran el producto de los cruzamientos ocurridos en la Isla al mezclarse los distintos grupos. Los Hermanos Hoyos, que eran indios naturales, viajando con un niño negro para hacer monterías de sal a Nipe, ejemplifican el panorama. Todos los anteriormente mencionados eran utilizados como empleados a sueldo o se dedicaban a labores de monteros y rancheadores. Juntos a ellos, y para hacer un mosaico todavía más rico, en los Hatos se empleaban a unos pocos esclavos africanos, pocos porque no se necesitaba gran número de ellos para la actividad ganadera.

Los Hatos, lugares poco poblados durante más de dos siglos y a veces durante un tiempo mayor, también fueron sitio de refugio de contrabandistas y de indios y negros cimarrones. La Península de l Ramón, por ejemplo, un sitio boscoso, montañoso y distante, se convirtió en palenque de cimarrones y en el siglo XIX el lugar pasó a ser propiedad del corsario alemán William Hastie, poseedor de una dotación de esclavos traídos de Nassau.

En geografía con población tan variopinta podían suceder mil anécdotas diferentes; no siempre la vida eran tan armónica como parece que fue el viaje de los dos indios y el niño esclavo que encontraron la imagen de la Virgen. Compruébenlo leyendo el fragmento del siguiente viejísimo documento, dice: (…) que en 1547 cuatro negros huidos fueron a la provincia de Baraxagua y en una estancia propiedad de Juan Escribano, mataron al indio porquero porque no les quiso dar un puerco para comer (…) (Ceballos, 1997:190).
                                                                     
Vistos los que vivían en la zona, intentemos ver a los señores principales, o dueños del lugar, para, más adelante, mirar el trasiego de gentes que iban y venían por allí, sus creencias y transculturizaciones… en fin, la nueva cultura criolla que hizo que fuera este y no otro el escenario donde ocurrió el hallazgo de la Virgen, su reconocimiento y veneración.

Árbol de poseedores del hato nombrado Barajagua y sus adyacentes.
(Todo lo siguiente tratando de descubrir cuáles eran las tierras de Barajagua propiedad del Real de Minas de Santiago del Prado, minas de cobre, para saber exactamente cuál era el lugar sobre el que mandaba el mayoral Miguel Galán y si lo podemos entrever, finalmente, saber con exactitud a dónde llevaron los Hermanos Hoyos y Juan Moreno la imagen de la Virgen de la Caridad inmediatamente después que la encontraron sobre las aguas de la bahía de Nipe, lugar este que fue donde primero se veneró a la que luego fue y sigue siendo la Patrona de Cuba)


¿Quién o quiénes fueron los primeros dueños del territorio de Barajagua?. La información exacta se desconoce, pero, felizmente, existe un documento con fecha de 1598, que es la escritura de propiedad de los Hatos de Barajagua y que se hizo a petición de amojonamiento o trazado de límites de dichos Hatos por parte del que promueve dicho documento, que es el propietario de dicha comarca. Actualmente el documento está en custodia del Archivo Nacional de Cuba, (ANC) sobre Realengos, Legajo 14, No. 35, Folio 10 vuelta. En él dice que el vastísimo feudo que se extendía desde el río Guaninicum hasta la bahía de Nipe era propiedad del Capitán Juan Lizana Luyando.

Asimismo en el documento Lizana Luyando asegura haber obtenido las tierras de Barajagua del Capitán Luís Bazán y su consorte María Tovar, ambos residentes en (Santiago de) Cuba, y dice también que “(…) apenas había en América hatos y asientos de mas antigua posesión (…) (por lo que) se ha de deducir por necesaria consecuencia que provino de merced hecha a los originarios pobladores de Cuba” (Sic) (ANC, Ibídem, Folio 164 Vt).

Antes de proseguir, algunos datos de los personajes anteriormente mencionados.

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En el  catálogo titulado Pasajeros de Indias, Volumen 6. Archivo General de Indias, Fondo Pasajeros, aparece un Luís Bazan, (Hijo de Hernando de Castro y de Mayer de Bazán), quien, dice, vino desde España en la flota que partió el 5 de agosto de 1579

Juan Lizana Luyando fue escribano del Cabildo de Cuba (Santiago de Cuba), hasta 1599. En 1586 el escribano organizó la defensa de la villa contra los franceses, por lo que desde entonces gozaba de un significativo prestigio. Sus dos Hatos, que obtuvo de Luís Bazán, limitaban con los de Cayo Rey, Miranda y Bocuey.


Una hija de Lizana Luyando se casó con Andrés Duque de Estrada y Tovar, que era parte de una familia que pertenecía a los vecinos notables de la villa de Santiago de Cuba y que en 1632 era propietario del hato vecino a los de Lizana Luyando, el que tenía por nombre Miranda.

En Pasajeros de Indias aparece el que posiblemente es el primer Lizana que vino a América: Juan de Lizana, hijo de Jimeno de Burgos y Catalina de Lizana, vecinos de Toledo. Hizo el viaje a América en agosto de 1513.

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A partir de la propiedad del capitán Lizana Luyando se fue conformando el árbol de poseedores de los terrenos de la provincia de Barajagua.

En un primer momento dichos terrenos se mantuvieron en el seno de las familias Lizana Luyando y Estrada.

Andrés Duque de Estrada y Tovar, esposo de la hija de Lizana Luyando, es el segundo gran propietario conocido y asimismo quien inicia la fragmentación de la propiedad por la multiplicación de los herederos y por ventas.

Los datos anteriores se consiguieron en el documento dicho, conformado a petición de Luzana Luyando, en acto de amojonamiento o trazado de límites de sus propiedades. Y la información siguiente es tomada de un abultado expediente que conserva el Archivo Nacionald e Cuba, Fondo Realengos, Legajo 14 No. 35, titulado: Testimonio del Executorial librado por el Rel. y Supremo Consejo a fabor de los Dueños del Hato nombrado Barajagua y sus adyacentes (Sic). Dicho expediente fue conformado a partir de un litigio establecido en 1776 ante el escribano de la Tenencia de Gobierno de Holguín, Lorenzo Castellanos. (Barajagua pasó a formar parte del territorio de Holguín a partir de 1752, fecha esta cuando se crea la Tenencia holguinera).

Más datos sobre el litigio antes de nombrar a los propietarios de Barajagua. Dicho litigio fue establecido por los herederos del presbítero don Juan de León y Nápoles, de doña Antonia Nápoles y Arévalos y don Fernando Hierrezuelo, contra los herederos de Diego de la Torre, sobre el pago y satisfacción de los réditos redimidos del capital impuesto a favor de la Real Hacienda en las tierras realengas de Barajagua que pertenecían al Clero y que estos los reclamaban, o sea, que el Clero reclamaba la cantidad de dinero que a ellos les pertenecía por una capellanía que hacía 24 años no le pagaban. Y ahora eran los propietarios los que ya nombramos antes al decir quiénes fueron los que impusieron el litigio. Ellos habían comprado la porción de terreno (Hato del Medio) a los herederos de Diego de la Torre sin que este dijera nada del gravamen.

No le interesa a la Aldea saber el fin de aquel litigio, pero sí, y mucho, el árbol de poseedores de la provincia de Barajagua que el proceso jurídico conllevó a conformar.

El primer dueño que se menciona es el ya conocido Lizana Luyando. Del segundo no se dice nada, pero se infiere que lo serían los sucesores de Luyando a la muerte de aquel, ocurrida poco después del amojonamiento o delimitación de sus propiedades. Este último hecho aconteció en 1598.

Luego aparece un dato de mucha importancia para esta historia que estamos narrando. En el expediente de litigio se mencionan otro título de propiedad sobre el espacio de la provincia india de Barajagua que fue emitido junto al de Luyando en 1598. Se trata del titulo perteneciente al Real de Minas, o lo que es igual, se trata de lo que en verdad andamos buscando: las tierras que en Barajagua le pertenecían a las Minas de Cobre de Santiago. Dicho título está fechado en Cuba (Santiago de Cuba), a diez y ocho de mayo de 1598.

¿De dónde sale la información tan precisa de la fecha en que se dio título legal al Real de Minas sobre su propiedad en Barajagua?. Sale de un proceso legal de delimitación del hato de Miranda, que tenía límites con las tierras de Barajagua. Dicho proceso legal ocurrió en 1632, fecha en la que, dice el documento, el administrador de las Minas de Cobre, Miguel Bartute presentó el documento que legalmente hacía al Real del Prado dueño de esa porción de terreno en Barajagua. ¿Dice el documento la ubicación exacta de la propiedad del Real de Minas?. No, lamentablemente. Pero, por lo menos el documento demuestra que las propiedades del Real de Minas estaban ubicadas en un espacio diferente al que fue propiedad de Lizana Luyando. Entonces, ¿Lizana Luyando no era propietario de todo el territorio que había formado parte de la provincia india de Barajagua?, ¿un fragmento de la antigua provincia india de Barajagua era la propiedad del Real de Minas?, ¿cuál fragmento?. Si hoy se supiera se podría afirmar con propiedad cuál fue el primer lugar de Cuba donde se levantó un templo a la Virgen de la Caridad.

Al parecer la provincia india de Barajagua era de una extensión considerable, tanto que, posiblemente, su terreno fue suficiente para albergar cuatro Hatos, los nombrados Miranda, Bocuey y los dos que pertenecieron a Lizana Luyando, conocidos estos como Barajagua, el del norte, que limitaba con la Bahía de Nipe y Hato del Medio el segundo, que limitaba al sur con el Hato de Cayo del Rey, pero todos los que se encontraban dentro de los límites originales de la provincia de Barajagua, incluyendo al que fue propiedad del Real de Minas, fueron denominados indistintamente por su nombre y por el nombre genérico: Hatos de Barajagua. De los cuatro, dice, fue propietario Antonio de Estrada, al que en el documento llaman El Viejo.

Y para hacer aún más confusa la información, dice el documento que el segundo administrador de las minas de cobre compró parte de los terrenos que entonces eran propiedad de Andrés Estrada, esposo de la hija de Lizana Luyando y por lo tanto su propietario de entonces. Lo que no dice el documento es cuál porción fue la que compró.

Un dato que sería esencial comprender es el que se relaciona con el Hato Cayo del Rey, localizado al sur de la vieja provincia india. Lo singular de este lugar es el nombre que tiene y que su segundo propietario lo fue un yerno de Joan de Eguiluz, individuo este que fue administrador de las minas de cobre. El Obispo Agustín Morel de Santa Cruz, quien a mediados de siglo XVIII recorrió la mayoría de los espacios de la Isla en visita eclesiástica, escribió en su informe de la visita al Cobre:


(…) el ganado Bacuno se puso quince leguas en las tierras de Barajagua con título de Hato del Rey, que hasta oy se conserva.(Sic)


El primer administrador de las minas de cobre y fundador del Hato en tierras de la provincia de Barajagua de donde sacarían el autoconsumo de los cobreros, dijo que dichas tierras estaban a quince leguas del Real de Minas y el mismo dato lo repite Morel de Santa Cruz.

Los ermitaños que narraron la historia del hallazgo y primera veneración a la Virgen han dicho que esta fue llevada al asiento principal o centro del Hato propiedad del Real de Minas y la tradición popular ubica ese centro en el poblado con nombre Barajagua, pero del Cobre a Barajagua hay mucho más que 15 leguas.

El lugar que sí queda a quince leguas del Real de Minas es Hato del Rey, que, igual, está relativamente próximo a Barajagua La Nueva. ¿Inmediatamente después que la encuentran llevaron la Virgen a Barajagua La Vieja o a Barajagua La Nueva?. (Por la profusión en el cambio de dueños que tuvieron esas tierras Barajagua La Vieja también pudo ser propiedad del Real de Minas).

Sea donde halla sido que llevaron a la imagen de la Virgen hoy es casi imposible comprobarlo. Y por demás, la memoria popular dice que fue a Barajagua La Vieja.



25 de abril de 2014

Barajagua. El sitio arqueológico


Síntesis hecha por César Hidalgo Torres con datos tomados de La Virgen Cubana en Nipe y Barajagua
Autores: Angela C. Peña Obregón
             Roberto Valcárcel Rojas
             Miguel Angel Urbina Herrán 


Periódico de Banes da cuenta del hallazgo de García Castañeda en Barajagua

El sitio arqueológico Barajagua, también conocido como La Güira de Barajagua o Loma del Cementerio de Barajagua, fue descubierto y reportado por el historiador y arqueólogo holguinero José Agustín García Castañeda (Pepito) en la década del treinta del siglo XX, mientras intentaba ubicar la aldea visitada por Velázquez en 1513, al pasar por la provincia india de Barajagua.

Posteriormente el lugar ha sido trabajado por otros arqueólogos, entre ellos García Castañeda y García Valdés en 1942, por el Departamento de Antropología de la Academia de Ciencias de Cuba, bajo la dirección del arqueólogo Rodolfo Payarés, y por el grupo García Feria de Holguín, encabezado por Hiram Pérez Concepción, entre otros.

La última excavación en Barajagua data de 1982 y fue ejecutada por el Departamento Centro Oriental de Arqueología de la Academia de Ciencias de Cuba en Holguín. La dirección fue de el Dr. José Manuel Guarch del Monte, quien sugirió posteriormente que el lugar podía ser el punto del hato de Barajagua al que fue llevada la Virgen tras su hallazgo en la Bahía de Nipe (Guarch del Monte, 2006), opinión coincidente con una tradición largamente sostenida por los pobladores del cercano poblado de igual nombre.

Los contexto arqueológicos se ubican en la cima de la elevación localizada en el borde sureste del poblado de Barajagua, desde la que se observa la llanura costera inmediata a la Bahía de Nipe. Esta altura se conecta con otras que se extienden al este, formando un pequeño conjunto que destaca en medio de un paisaje predominantemente llano.

Alturas de Barajagua

Las pruebas de que en la cima de esa elevación estuvo ubicada una aldea aborigen están en más de 20 montículos conformados en su mayoría por la acumulación de restos de basura (huesos de animales, conchas, fragmentos de cerámica indígena, carbón, cenizas, etc), generados por el uso del lugar como un asentamiento humano (aldea).

Aparentemente, por la abundancia de dichos restos, el sitio funcionó como poblado durante un largo tiempo.

En algunos de los montículos se hallaron restos humanos, en un caso con el cráneo deformado, lo que indica que ese ser era de origen indígena, en opinión de García Castañeda (1942).

Durante las investigaciones de García Castañeda y García Valdés se encontró una herradura para caballo y piezas pequeñas de hierro (Irving Rouse, 1942).

En la década de 1940 Núñez Jiménez también localizó allí, mezclados con objetos indígenas, una azada, un clavo de gran tamaño y un objeto de hierro de función desconocida.


En las excavaciones del Departamento Centro Oriental de Arqueología se obtuvieron algunos fragmentos de botijuelas, mayólica tipo Columbia Simple y restos de cerdos en los estratos más cercanos a la superficie, donde, también, aparecieron evidencias indígenas. En los niveles más profundos se encontraron unos muy pocos objetos aborígenes y ninguna evidencia europea.

Según el Dr. José Manuel Guarch, a él le dijeron García Castañeda y Payarés que el sitio estaba dividido en dos zonas y que en cada una de ellas apareció gran cantidad de restos. En una, la ubicada al oeste solamente aparecieron objetos aborígenes, y la otra, al este, donde aparecían objetos aborígenes y españoles. Y dijo García Castañeda a Guarch que en la zona donde solamente aparecían objetos aborígenes hubo puntos que alcanzaron hasta dos metros de espesor, lo que indica que esa parte fue habitada por muchos años, siglos tal vez. Por cierto, en la parte con objetos aborígenes solamente, encontraron una muestra de carbón a una profundidad de 1.25 metros. El fechado de dicha muestra estableció una antigüedad de 590 años antes del presente, lo que lo sitúa entre los años 1258 y 1466 después de Cristo. Tal datación, obviamente, demuestra la presencia aborigen en Barajagua anterior a la llegada de los europeos, por lo que es lógico que en esa zona no aparezca material hispano.

Con tal prueba de antigüedad para el sitio, los arqueólogos necesitaban saber hasta qué fecha la aldea aborigen de Barajagua estuvo habitada. Para esos hicieron el fechado de una muestra de hueso recolectado en niveles casi superficiales, que es donde debió asentarse los restos más jóvenes. Dicho fechado dice que ese hueso estaba allí desde 1505 a 1545 después de Cristo, por lo tanto la aldea aborigen encontrada en la Loma del Cementerio de Barajagua existía en momentos de la conquista.

¿Vivieron españoles junto a los indios en la aldea de Barajagua?. Parece que sí y parece, además, que después de la llegada de los españoles a la zona, variaron las formas tradicionales de vida de los aborígenes. Se dice lo anterior porque en el área arqueológica donde aparecieron objetos hispanos también aparecieron un número excesivo de burenes, que era donde los aborígenes fabricaban en casabe. Tantos burenes indica que hubo un aumento en la producción; aumento, seguramente, generado por la presión de los conquistadores para alimentar a una población mayor que la habitual, integrada por indios encomendados, quizás indios esclavos, africanos, criollos nacidos de la mezcla de razas y españoles.

En los fondos del Instituto Cubano de Antropología, en La Habana, se encuentran los materiales excavados bajo la dirección de Payarés. Estos fueron revisados por Roberto Valcárcel Rojas, quien dijo haber visto fragmentos de metal ferroso, parte de un posible cuchillo, metal no ferroso (posiblemente latón), Mayólica Columbia Simple, que es una cerámica con influencia morisca, restos de botijuelas vidriadas de su tipo temprano y huesos de cerdo. Estos objetos apuntan a una ocupación de la primera mitad del siglo XVI (1500), lo que es muy común en los sitios del nororiente cubano.

También se valoraron piezas arqueológicas de la Colección García Feria, propiedad de la colección del Museo Provincial de Historia de Holguín. Esas piezas están registradas como provenientes de Barajagua, pero ciertamente se desconoce si son del área del sitio arqueológico, cómo fueron obtenidas y si se hallaron relacionadas con material indígena. Esas dichas piezas incluyen parte del borde de una orza (tinaja) vidriada, relativamente grande, quizás de más de 50 centímetros de diámetro, y también fragmentos de Mayólica Columbia Simple, de botijuelas con vidriado interior parecida a la que se fabricaba entre 1560 y 1800, cerámica ordinaria no vidriada y botellas de gres vidriado con barniz. Estas piezas cubren un rango temporal que va del siglo XVI al XIX.

La otra Barajagua o Barajagua II 

A kilómetro y medio del lugar donde apareció el primer sitio arqueológico de Barajagua, apareció otro en 1989. Barajagua II también está ubicada dentro del mismo conjunto de alturas que Barajagua I.

En el nuevo sitio sus descubridores, expertos del Departamento Centro Oriental de Arqueología encontraron fragmentos de mayólica  de los siglos XV y XVI en superficie y mezcla de abundante material colonial e indígena a diversas profundidades.

Asimismo la investigación localizó en la parte noroeste del residuario una zona sin material hispano que pudiera constituir el original asentamiento indígena.

Este residuario, según indican las características de los restos materiales indígenas, debió ser tardío, o sea, que es un asentamiento mucho más joven que Barajagua I. Dado la relativa delgadez  de las deposiciones, (poca profundidad), no se excluye que este sea una aldea creada a partir de un desprendimiento poblacional del poblado situado en la loma del cementerio.

¿Cómo fue la relación de los aborígenes de Barajagua con los españoles conquistadores y colonizadores?

Un pueblo antiguo. Ilustración tomada de: Manual de la Isla de Cuba, de José García Arboleya, 1850

La evidencia arqueológica disponible deja ver que el de Barajagua fue un espacio indígena de antes de la llegada española que subsistió a la conquista y colonización durante la primera mitad del siglo XVI (1500-1550).

Allí convivieron e interactuaron indígenas y europeos, quizás en pueblos ubicados en varios lugares del conjunto de alturas. Pero las evidencias arqueológicas disponibles aún no permiten caracterizar la relación que entre ellos pudo darse. Tampoco se puede determinar si esa relación se extendió más allá de mediados del siglo XVI, no obstante, eso es posible como indican otros sitios similares.

¿Qué fue del destino posterior de los indios?. No es posible decirlo. Pudo pasar que los hispanos reordenaran el espacio pero no hay pruebas para asegurarlo y tampoco hay elementos suficientes para saber si los europeos reorganizaron la vida de los indios en función de actividades nuevas para ellos pero necesarias al fin colonizador de los conquistadores. Tampoco es posible decir si los cambios se produjeron por el accionar religioso cristiano.

Lo cierto es que entre El Cobre y Nipe no ha aparecido ningún otro sitio donde se demuestre que hubo convivencia de aborígenes y españoles. Aunque es justo saber que las investigaciones arqueológicas en ese perímetro no han sido muy prolíficas. Posiblemente, en un tiempo posterior al primer período de tiempo, durante el que se produjo la conquista, los indios fueron trasladados al pueblo indio de El Caney. 

Barajagua



Síntesis hecha por César Hidalgo Torres con datos tomados de La Virgen Cubana en Nipe y Barajagua
Autores: Angela C. Peña Obregón
             Roberto Valcárcel Rojas
             Miguel Angel Urbina Herrán 

En el momento próximo a su llegada, conquista y colonización de la Isla, para su supervivencia, el español se valió de lo que materialmente le brindaba el aborigen y, asimismo y para igual fin, se apropió de su modo de vida y como los indios vivió (o sobrevivió).

Vivir como los indios incluye, también, utilizar jurídicamente los conceptos geográficos y sociopolíticos del nativo, entre ellos, la división del espacio geográfico, o sea, lo que los españoles consideraron “provincias indias”.

La provincia india de Barajagua fue nombrada por primera vez por Diego Velázquez en un una carta al rey que desde ese sitio escribió con fecha cuatro de octubre de 513.

Posteriormente la provincia, como el resto de la Isla, se insertó en un proceso histórico de ocupación y explotación territorial por parte de los hispanos, que incluyó a los primeros pobladores. Y mientras se produjo dicho proceso Barajagua solamente es mencionada en unos muy pocos y ahora casi inaccesibles documentos. Uno de ellos, conocidísimo, es la declaración de Juan Moreno de 1687, donde se lee que dijo que “llenos de gozo y alegría, cogiendo solo tres tercios de sal, se vinieron para el Hato de Barajagua donde estaba Miguel Galán, Mayoral de dicho Hato y le dijeron lo que pasaba, de haber hallado a Nuestra Señora de la Caridad”

Espacio geográfico vinculado con la Virgen de la Caridad antes de su llegada al Cobre: Bahía de Nipe y Barajagua

¿Quién o quiénes fueron los primeros dueños del territorio de Barajagua?. La información exacta se desconoce, pero, felizmente, existe otro documento, este con fecha de 1598, que es la escritura de propiedad de los Hatos de Barajagua y que se hizo a petición de amojonamiento o trazado de límites de dichos hatos por parte del que promueve dicho documento, que es el propietario de dicha comarca. Actualmente el documento está en custodia del Archivo Nacional de Cuba, (ANC) sobre Realengos, Legajo 14, No. 35, Folio 10 vuelta. En él dice que el vastísimo feudo que se extendía desde el río Guaninicum hasta la bahía de Nipe era propiedad del Capitán Juan Lizana Luyando.

En dicho documento Lizana Luyando asegura haber obtenido las tierras de Barajagua del Capitán Luís Bazán y su consorte María Tovar, ambos residentes en (Santiago de) Cuba, y dice también que “(…) apenas había en América hatos y asientos de mas antigua posesión (…) (por lo que) se ha de deducir por necesaria consecuencia que provino de merced hecha a los originarios pobladores de Cuba” (Sic) (ANC, Ibídem, Folio 164 Vt).

Por el documento se conoce que no era un Hato sino dos, los dos ubicados dentro del perímetro de la antigua provincia india de Barajagua. Hato de Barajagua se conoció al del norte, que limitaba con la Bahía de Nipe y Hato del Medio el segundo, que limitaba, al sur de la vieja provincia india, con el Hato de Cayo del Rey.

¿Los dos Hatos ocuparon todo el territorio que había pertenecido a la provincia de Barajagua o se desbordaban fuera de los viejos límites indios?, ¿en qué lugar exacto de los dos Hatos estaba ubicada la aldea taína que visitó Diego Velázquez en 1513?, ¿el asentamiento principal de uno de los Hatos propiedad de Lizana Luyando estaba ubicado en el mismo lugar de la antigua aldea?, ¿fue a la Barajagua que visitó Diego Velázquez adonde llevaron la imagen de la Virgen inmediatamente después que la hallaron sobre las aguas de Nipe?, ¿el asiento principal de cuál de los dos Hatos propiedad de Lizana Luyando?.

Autores anteriores a los del libro La Virgen Cubana en Nipe y Barajagua no prestan mucha importancia a la ubicación exacta de la cabecera del Hato a dónde dijo Juan Moreno que llevaron la imagen de la Virgen, pero en virtud de la verdad histórica es necesario que se aclare.

En la parte central del territorio oriental, que es donde debió estar ubicada la provincia india de Barajagua, existen tres lugares con ese nombre; dos de ellos cercanos y dentro del posible perímetro de la provincia india: Barajagua La Vieja y Barajagua La Nueva. El otro Barajagua se localiza próximo al poblado indio de El Caney, relativamente alejado de los restantes.



24 de abril de 2014

Premian nueva visión de la Virgen de la Caridad


Por José Abreu Cardet
La unión Nacional de Historiadores de Cuba en reunión efectuada en la provincia de Ciego de Ávila, dio a conocer el premio José Luciano Franco, 2013, este galardón se entrega a libros de historia publicados por editoriales provinciales cubanas en el año anterior al que se otorga.

El libro que recibió el galardón fue La Virgen cubana en Nipe y Barajagua de Ángela Peña Obregón, Roberto Valcárcel Rojas y Miguel Ángel Urbina, con  edición de Fidel Fidalgo Moncada y el diseño y la composición de Rebeca Pantoja Álvarez, todos bajo la firma de la editorial "La Mezquita" en el 2012.

La Mezquita es una editorial de la filial de la Unión Nacional de Historiadores de Cuba en Holguín. Hasta donde sabemos es la primera editorial especializada en historia que existe en una provincia cubana.

El texto premiado es una obra singular en los estudios regionales cubanos. Se refiere a un acontecimiento, que en su inicio, tuvo un carácter regional, la aparición de la Virgen de la Caridad. La imagen de la hoy patrona de Cuba apareció flotando en una tabla en la bahía de Nipe y fue encontrada por tres vecinos de la cuenca de esa bahía. Lo original de ese libro es que los autores han tratado de analizar el surgimiento de la devoción a esa figura del panteón católico cubano en el marco de la localidad donde se afirma que apareció. La investigación se centró en torno a la bahía de Nipe y al barrio de Barajagua.

La formación de un equipo de investigadores de diferentes perfiles académicos es un aspecto que es necesario a tener en cuenta para evaluar este texto. Este equipo estaba formado por la master Ángela Peña Obregón, historiadora y especialista en patrimonio cultural con más de quince libros y folletos publicados, el Doctor en Ciencias y arqueólogo Roberto Valcárcel autor de numerosos artículos y libros sobre la arqueología y el ingeniero civil Miguel Ángel Urbina. La unión de estos especialistas permitió en primer lugar hacer un trabajo de campo en el territorio donde se afirma que apareció la imagen de la virgen. Una búsqueda arqueológica para determinar la importancia de los asentamientos aborígenes en la zona permitió valorar el papel de este grupo en la conformación de ese hecho. Otro aspecto inédito es que los autores recorrieron la zona relacionado la información escrita con la realidad geográfica. También se recogió la tradición oral de los vecinos de la zona respecto a la Virgen.

El libro está estructurado en cinco capítulos. Un primer capítulo hace un análisis sobre el medio geográfico donde ocurrió aquel acontecimiento. En la confección de este utilizan diversas visiones sobre la región. Desde el diario del Almirante Cristóbal Colón hasta el testimonio de vecinos, documentos y otras valiosas fuentes. El segundo capítulo titulado "Indios en torno a Nipe" es producto de una investigación arqueológica realizada en la zona. En ella se demuestra la supervivencia de la cultura aborigen. Un epígrafe que se desarrolló en el referido capitulo tiene un sugerente título "Los indios y la virgen". Nos ofrece una visión sobre la relación de los aborígenes con la figura de la virgen remontándose al naufragio de Alonso de Ojeda.

El tercer capítulo se titula "Evolución histórica del espacio vital". Es un análisis sobre la bahía de Nipe y Barajagua, sus avatares hasta el siglo XIX. El capítulo cuatro se titula "El Hato de Barajagua" Es la historia de este hato. El siguiente capítulo "De Barajagua al Cobre la tradición". Es un andar en la formación de la mitología en torno a la virgen en la zona donde se encontró y lugares inmediatos El capítulo sexto: Historia y Memoria Una visión diferenciada, es una valoración sobre la presencia de la imagen en el hato de Barajagua. Estamos ante un aporte singular a la historia cubana. Una visión novedosa sobre una vieja tradición católica que forma parte hoy de las raíces de nuestra nacionalidad

La Virgen de la Caridad y los indios


Síntesis hecha por César Hidalgo Torres con datos tomados de La Virgen Cubana en Nipe y Barajagua
Autores: Angela C. Peña Obregón
             Roberto Valcárcel Rojas
             Miguel Angel Urbina Herrán 


Poco se dice de la relación de los “indios” cubanos con la Virgen de la Caridad y sin embargo ellos tuvieron una trascendental importancia durante los primeros años después que hallaron la imagen. Y la hallaron dos indios, hermanos ellos y un niño negro, Juan Moreno, pero al paso del tiempo uno de los dos indios evolucionó en la memoria popular y comenzó a ser un blanco de nombre Juan, el tercero de los Juanes, y el nombre de Rodrigo, que así se llamaba uno de los indios, (el otro Juan, ciertamente), se borró de las mentes.

Era zona profusamente aborigen el lugar donde dos indios, rebautizados con nombres y apellidos europeos, Rodrigo y Juan Hoyos, más Juan Moreno, encontraron la imagen de la Virgen (Bahia de Nipe y sus alrededores).

Desde unos tres mil años antes del nacimiento de Cristo arribaron a las costas de la isla de Cuba los primeros grupos humanos, y desde entonces no cesaron ni las inmigraciones ni el nacimiento de pueblos, en otros varios lugares de Cuba y en los alrededores de la bahía Nipe. En el caso de Nipe y sus inmediaciones, la alta densidad poblacional convirtió el paisaje en indígena.

Gracias a los indicios arqueológicos hoy se sabe de comunidades (pueblos) de pescadores-recolectores en espacios costeros de la península El Ramón, de Cayo Saetía y en las inmediaciones de la desembocadura del río Mayarí. Y al norte de la bahía está Banes, lugar donde habitó una de las expresiones más potentes de desarrollo indígena en Cuba.


Las provincias indias.

El concepto de provincias indias se maneja en la vieja documentación de principios de la conquista para referirse a un espacio geográfico donde se ubica cierta cantidad de aldeas o pueblos, por lo que la provincia, parece, debió ser un tipo de unidad sociopolítica donde grupos menores aceptaban cierto liderazgo regional.

En la zona que ahora consideramos “la geografía de la Virgen”, Diego Velázquez menciona con el nombre de provincias a Baní y a Barajagua, ambos lugares visitados por él en 1513, previo a la fundación de la villa de Bayamo. Exactamente el dato proviene de una relación enviada por Velázquez al Rey en la cual le informa sobre los avances en la dominación y colonización de la isla. (En dicho documento se desprenden ciertos detalles sobre la estructuración indígena de la región):

(…) á 4 de octubre de 513, con XV cristianos que con el yban, por la mar, en canoas, por la costa del Norte, y llegó a las provincias de Baní y Baraxagua, donde estovo quatro ó cinco días, porque vinieron alló los caciques é indios de las dichas provincias, é les dijo lo que convenia al servicio de V.A., y de allí se partió por las provincias de Guaunaya (Guaimaya) y del Mayzí (Mayyé), fazsiendo lo mismo hasta la de Bayamo. (Pichardo, 1971: 70)

¿Se extinguieron los aborígenes que vivían en las inmediaciones de la bahía de Nipe y en Barajagua en la fecha en que fue hallada la imagen de la Virgen?¿Por qué son dos indios y un negrito quienes encuentran la imagen?

Mujer indigena cubana
El manejo de la fuerza laboral indígena se organiza a partir de los repartimientos, iniciados desde los primeros años por Velázquez bajo la fórmula de un acto temporal y oficializado a partir de 1513 como encomiendas.

Consistía una encomienda en la asignación a un español de cierto número de indios que trabajarían para él a cambio de protección y de la instrucción religiosa que ofrecerían los curas doctrineros. Mediante tal instrucción los indios serían preparados para la vida civilizada. Pero en verdad la encomienda resultó un mecanismo de exterminio pues al no ser permanente el español temía que sus indios fueran encomendados a otro o que la corona suspendiese su vigencia, por ello trataba de lograr los mayores rendimientos con los menores gastos, lo que suponía trabajo excesivo, maltratos y la ruptura de los ciclos de vida indígena y su reproducción biológica, hambre y la propagación de enfermedades para las que los indígenas carecían de defensas.

El suicidio y la renuncia a procrear fueron respuestas a la situación anteriormente narrada, y también, huidas y rebelión.

Las rebeliones se reportaron en casi toda la Isla, intensificándose en momentos en que la conquista de tierras continentales. Verdaderamente las rebeliones nunca lograron cohesionarse en movimientos estables y amplios, pero sí fueron frecuentes, especialmente en la tercera década del siglo XVI, y solo cesaron con la eliminación definitiva de la encomienda.

Paralelo a los procesos de explotación del indígena se produjo, desde la misma entrada europea, la aparición de mestizos: hijos de padres españoles y madres aborígenes. Es fácil entender que entonces la mujer resultaba de enorme interés para una población mayoritariamente masculina, con un fuerte nivel de presión sexual. Pero asimismo la mujer india era muy valiosa para los conquistadores que aspiraban a amancebarse con alguna de ellas que tuviera relación con las jerarquías locales. Lo anterior le daba al español posibilidades de manipulación de los conglomerados indígenas.

Pero también pudo pasar que de alguna manera la situación que provocó la llegada de tantos hombres solos fuera manejada por los propios indígenas dentro de sus estrategias de supervivencia. La mujer que lograra unirse a un español y parirle hijos garantizaba alimentos y tratos diferenciados.

Y luego, mucho más pronto de lo que comúnmente creemos, entran al Caribe los esclavos africanos. Para 1537 el registro de 22 estancias de la jurisdicción de la villa de Santiago de Cuba se contabilizan 92 indios encomendados, 56 indios esclavos y 193 esclavos africanos.

Obviamente la convivencia del indio con el africano también produjo mestizos, aunque, aparentemente, menos que los aportados por las indias y los españoles. De todas formas, el mestizo de india y negro o de negra e indio también pasó a engrosar los estratos más humildes y contribuyó a fomentar un temprano mosaico racial en Cuba.

Luego los libros de historia de Cuba se olvidaron de los indios, de los que dicen que se extinguieron todos, pero eso no es cierto, y lo probaremos más adelante, cuando hablemos de los hermanos Hoyos, que trabajaban en las minas de Cobre para las que hacían monterías.

Los indios conocían a Nuestra Señora, la Virgen María mucho antes de que se hallara la imagen sobre las aguas de Nipe.

Los europeos conquistadores comprendieron desde el inicio la importancia que tenían los caciques como mediadores para el control de la fuerza de trabajo, de hecho, las encomiendas se repartían nombrando a los pueblos con el nombre de su cacique y las leyes reconocían de forma clara cierto privilegios para estos.

Igual, los caciques fueron elemento importante en el proceso de evangelización y hacia ellos y su familia, especialmente a sus hijos, se dirigió el accionar educativo y civilizador buscando convertirlos en difusores de las ideas religiosas entre el resto de los demás aborígenes. Desde entonces hubo indios que pactaron con los santos católicos traídos por los españoles, esperando que estos “cemíes” tan poderosos los ayudaran a ellos como mismo, creían, hacían con los hombres blancos.

Por documentos se sabe que la primera experiencia indígena con las imágenes de la Virgen María se remite al naufragio de Alonso de Ojeda en 1509.

Alonso Ojeda
Después de varios y continuos fracasos el gobernador de Nueva Andalucía y Urabá en tierra firme, Alonso de Ojeda junto a 70 hombres, regresó a Santo Domingo a la búsqueda de ayuda en el bergantín de un bandido pirata español llamado Bernardino de Talavera, que había huido de La Española y pasaba por el lugar. Pero al pirata apresó a Ojeda y no lo quiso liberar, esperando un rescate. Sin embargo, un violento huracán azotó la embarcación y Talavera tuvo que pedir ayuda a Ojeda, también marino. La tormenta arrastró la nave y ésta naufragó en Jagua, Sancti Spíritus, al sur de Cuba. Así, Ojeda y Talavera con sus hombres, decidieron recorrer la costa sur de la isla a pie, hasta punta Maisí, desde donde luego se trasladarían hasta La Española.

Sin embargo, tuvieron dificultades y la mitad de los hombres murieron por el hambre, las enfermedades y las penurias que tuvieron que vivir en el camino.

Ojeda cargaba con una imagen de la Virgen María que llevaba consigo desde la primera vez que se embarcó a América en 1493 e hizo una promesa a ésta de que le dedicaría un templo que haría levantar en el primer poblado indígena que encontrara en su camino y que los recibiera con buenas intenciones.

Poco después, con una docena de hombres y el pirata Talavera, llegaron a la comarca de Cueybá, donde el cacique Cacicaná trató amablemente y cuidó a Ojeda y a los demás hombres, que a los pocos días ya se habían recuperado. Ojeda cumplió su promesa y levantó una pequeña ermita de la Virgen en el poblado, ermita que sería venerada por los aborígenes de la comarca.

En Cueybá estaba Ojeda cuando fue socorrido por Pánfilo de Narváez y con él fue a Jamaica, isla en la que Talavera fue apresado por piratería.

Cueybá era lugar que estaba próximo a Bayamo. Allí los indios, siguiendo las instrucciones de Ojeda, rindieron culto a la Virgen. Años después Fray Bartolomé de las Casas intentó recuperar la imagen de Ojeda dando a cambio otra que llevaba consigo, pero los indígenas prefirieron huir antes que entregarla.

Otra historia que se conoce es la del cacique Comendador, en Macaca, cerca de Cabo Cruz. Este cacique asistió a un marinero enfermo que cuando sanó dio a Comendador una imagen de la Virgen María, a la vez que lo enseñó a reverenciarla. Rapidamente los indios de Macaca creyeron que eran amparados por la Virgen en las batallas que sostenían con otros caciques, aunque en verdad lo que tenían y los hacía superiores era la asesoría bélica del marinero hispano. Desde entonces los indios consideraron a la Virgen María un nuevo y potente cemí y con su imagen reemplazaron a los antiguos dioses de Macaca.

Por cierto, el sabio cubano don Fernando Ortiz dejó claro que no son ninguna
de estas dos imágenes la que apareció en las aguas de Nipe. Sin embargo es evidente que existió una asimilación sincrética. Los indios veían en la imagen de María a los personajes y deidades femeninos de su cultura. (Además de Ortiz, lo anterior lo dicen otros varios estudiosos cubanos: José Manuel Guarch del Monte, Antonio Núñez Jiménez, José Juan Arom y maría Nelsa Trincado).


Un siglo después de la conquista de Cuba, son dos indios y un niño negro quienes hallan la imagen de la Virgen sobre las aguas de la bahía de Nipe. Entonces, posiblemente, ellos estaban familiarizados con la madre de Jesús, ¿sino como es que la reconocieron de inmediato?. Incluso se dice que los indios que encontraron la imagen pudieron leer la inscripción que la identificaba: eso indica que seguramente estaban evangelizados.

18 de abril de 2014

La geografía de la Virgen de la Caridad de Nipe, Barajagua y el Cobre



Síntesis hecha por César Hidalgo Torres con datos tomados de La Virgen Cubana en Nipe y Barajagua
Autores: Angela C. Peña Obregón
             Roberto Valcárcel Rojas
             Miguel Angel Urbina Herrán

            El espacio donde fue encontrada la Virgen de la Caridad y donde se le realizaron las primeras veneraciones, hasta su conducción al Real de Minas de Santiago del Prado, (El Cobre), está comprendido en una faja de terreno que se extiende de norte a sur, al centro de la porción oriental de la Isla de Cuba. En la actualidad ese terreno forma parte de las provincias de Holguín y Santiago de Cuba.


La “geografía de la Virgen”, bañada al norte por el Océano Atlántico y al sur por el mar Caribe, constituye un hermoso paisaje donde se combinan el mar, las sabanas y las áreas montañosas. Son sitios puntuales en esa área la Bahía de Nipe, las Alturas de Barajagua, Hatillo, lugar donde dicen las crónicas que los mineros del cobre fueron a esperar la imagen que en procesión la llevaban desde Barajagua y, obviamente, el poblado del Cobre. Todos los mencionados son lugares citados por Juan Moreno en su declaración y, posteriormente, descritos por los presbíteros Onofre de Fonseca y Joseph Julián Bravo.

La bahía de Nipe, relevante elemento geográfico en el que se realizó el hallazgo de la imagen de la Caridad, es la mayor bahía de Cuba y una de las más grandes del mundo. Posee unos 250 Km2 de superficie y 125 Km de perímetro costero. La longitud máxima de Nipe es de 21,7 Km y su ancho mayor es de 14,2 Km.

Esta es una bahía de bolsa con un canal de entrada tan estrecho que solamente mide un kilómetro de ancho. El largo del canal es de más de dos kilómetros, con profundidades que van desde 63 metros a la entrada hasta 18 metros en el interior.

Las costas de la bahía presentan varias radas y pequeñas bahías, como la del Corojal, en cuya península se construyó la ciudad de Antilla en 1905.

Entre otras sinuosidades de Nipe destacan las puntas del Sol, del Ramón, de San Juan, la Negra, la del Mangle y la de Tabaco.

La bahía de Nipe, en la que se creyó que cabían todas las armadas del mundo por su enorme extensión, está separada de la Bahía de Banes por la península de la Torre o del Ramón, con 25 Km de extensión. Hacia el este le continúan otras bahías, como la de Levisa a la que fue unida la de Nipe a principios del siglo XX por un pequeño canal que abrieron los hermanos Dumois, quienes eran propietarios de tierras en las inmediaciones y comerciantes de banano y otros frutos.

Nipe posee una vegetación autóctona de uvas caletas, palmas canas (ya en extinción), y mangle patabán de las especies amarilla, rojo y negro. 

Es característica de la bahía de Nipe el conjunto de cayos y playas que posee en su interior, lo que le imprime un alto valor paisajístico. Entre los cayos interiores de Nipe se encuentran el de la Virgen, el Juan Vicente, el Turaguanal, el Broquel, Saetía, que es de todos el mayor, con 40,69 Km2 y que en la actualidad se conoce como Isla de los Niños, y el Obispo, del que don Fernando Ortiz en su clásico texto La Virgen de la Caridad del Cobre, Historia y Etnografía, dice lo siguiente: “En la carta del Episcopado de Cuba se dice que este citado Cayo Francés, de la Bahía de Nipe, es llamado hoy cayo Obispo, por su forma parecida a una mitra episcopal.

De los varios cayos que existen dentro de la bahía de Nipe, dos de ellos, el Obispo y el de la Virgen, se insertan en la historia del hallazgo de la imagen, tal como seguidamente se narrará.

Cayo Obispo

Cayo Obispo, localizado por Juan Moreno “en medio de la Bahía de Nipe”, y mencionado por el ermitaño Onofre de Fonseca como “el lugar donde estaba la barbacoa en que la pusieron (a la Virgen) los naturales que luego la trajeron a tierra”, e igual mencionado por el ermitaño Joseph Julián  Bravo,s e considera el sitio donde los dos indios y el negrito rancheadores o buscadores de sal pernoctaron obligados por una tormenta  o ciclón que estaba azotando la zona y que les impidió proseguir hacia las salinas. Cayo Obispo se localiza a unos dos kilómetros de Playa de Morales. Desde este lugar, antes del paso del ciclón Flora, se podía llegar hasta Cayo obispo caminando cuando la marea era baja. En la actualidad posee una tupida vegetación.

Cayo de la Virgen, se cree, es el sito adonde llegaron los indios hermanos Hoyos y Juan Moreno a su regreso de las salinas. Entonces ya habían encontrado la imagen y por eso, relatan los ermitaños, la colocaron en una barbacoa. Sin embargo es justo decir que Juan Moreno en su declaración no nombra este sitio ni tampoco lo de la colocación de la imagen en una barbacoa.
 
Cayo de la Virgen

El célebre e incluso, mítico cayo de la Virgen, sencillamente es un promontorio internado en el mar, antes inaccesible cuando subía la marea y en tiempos de lluvia, ahora ya no, o sea, siempre accesible por una áspera lengua de tierra pedregosa ubicada en la Playa de Morales, entre las desembocaduras de los ríos Nipe y Centeno.

Playa Morales, punto en tierra firme para ir hasta el Cayo de la Virgen, dicen que se llama así por un señor de apellido Morales al que se lo comió un tiburón en la desembocadura del río Nipe, aunque, dicen otros que verdaderamente el tal Morales vivió allí pero que no se lo comió ningún tiburón.  Cerca hay unas lomas que también se llaman Morales, por lo tanto se infiere que el individuo fue el propietario. Muy cerca de la playa y del Cayo de la Virgen hay dos lagunas: Laguna Playa de Morales y La Salina o Salado de Centeno.

En la Península del Ramón, originariamente conocida como Punta Corojal, se destaca la altura de Júcaro y otras altitudes aisladas que nada más alcanzan entre los veinte y ochenta metros. Exactamente en esta península que ocupa todo el norte de la bahía de Nipe, se ubican tres salinas, una en Barrancones, otra al sur de Canalito y al norte de Punta Negra, esta la más pequeña de las tres, y la tercera al este de Punta Negra, en el lugar que llaman Punta Salinita. De las tres, la segunda “cuaja” todo el año, por eso es de allí de donde aún recogen sal las personas de los alrededores. Posiblemente sea en esa salina donde recogieron la sal que andaban buscando los rancheadores, pero, dice el ermitaño Joseph Julián Bravo, solo hubo para 9 tercios, no más.


Las salinas



De la costa de la bahía y siguiendo la dirección de tierra adentro se extiende, risueña, la llanura de Nipe, y seguiría hasta el sur si no es por un apéndice de elevaciones que le salen al paso, viniendo desde el noroeste y hacia el sureste. Son esas las alturas de Barajagua, unas colinas residuales entre los 100 m y 200 m de altitud, que dividen la llanura de Nipe de la gran llanura del Cauto y que pertenecen al grupo Maniabón. 

La característica principal del grupo Alturas Maniabón, de la cual forma parte las de Barajagua, es la existencia de una topografía cársica, con abundancia de cavernas, típicas  de las zonas calizas del país. (El Grupo Orográfico de Maniabón se extienden  desde el municipio de Gibara hasta el de Banes y Cueto. En él existen todas esas cuevas o cavernas que sirvieron de refugio a los aborígenes y cimarrones, y asimismo también aparecen sierras, lomas, cerros y mogotes de gran belleza, como el de los Portales, la Silla de Gibara, el Pan de Samá y la Mezquita de Colón hacia el norte y oeste, y hacia el este las alturas de Barajagua, que es el límite del sistema montañoso). Las Alturas de Barajagua imprimen una notable belleza paisajística a la vía Holguín-Mayarí y Holguín-Banes.

En la llanura de Nipe por donde corren varios ríos y arroyos que descargan sus aguas en la bahía; entre ellos, el río Tacajó con 52 Km de largo, y con 62 Km el río Nipe, y el río Mayarí, que es el más caudaloso de todos, con 110 Km de longitud.


En el enlace anterior puede oir un resumen apretado de cómo los artistas cubanos cantan a la Virgen de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba. 

El río Tacajó fue navegable hasta dos leguas más arribas de su bcoa, exactamente hasta el punto que llaman Boca de Báguano, y el Nipe, aunque con tanto caudal como el Mayarí, no puede ser navegado porque delante de su boca existe un banco de arena. Entre los ríos Tacajó y Nipe se encuentra el arroyo Centeno, de aguas salobres que desembocan en la bahía de Nipe formando un vasto estero que llaman El salado de Centeno. En las alturas de Barajagua nace el río de igual nombre que desemboca en el río Nipe.


Nuestra Señora María de la Caridad de Nipe, Barajagua y del Cobre



El el enlace anterior pueden oír fragmentos de la Misa dada por Mons. Emilio Aranguren, Obispo de Holguín y Las Tunas en Barajagua el 8 de septiembre de 2013, Catrocientos aniversario del hallazgo de la imagen


Síntesis hecha por César Hidalgo Torres con datos tomados de La Virgen Cubana en Nipe y Barajagua
Autores: Angela C. Peña Obregón
             Roberto Valcárcel Rojas
             Miguel Angel Urbina Herrán


La abultada bibliografía sobre la aparición en las aguas de la bahía de Nipe de la imagen de Nuestra Señora de la Caridad (ya definitivamente del Cobre, aunque al principio fue de Barajagua), trata, sobre todo, de la Virgen en el poblado de Santiago del Prado (El Cobre) y casi nada es lo que dicen de las condiciones naturales y sociales del territorio donde sucedieron los hechos iniciales y  trascendentales en que se basa el culto y devoción popular a la Patrona de Cuba. Estos escritos, con la excepción del de la Dra Olga Portuondo, NO estudian el espacio inicial de los hechos, Nipe y Barajagua, donde ocurren sensaciones y hechos muy diferentes a lo que finalmente se da en El Cobre.

De ahí que, es principal interés de los autores del texto La Virgen Cubana en Nipe y Barajaguael de acercarse a la génesis cultural del acontecimiento, “basándonos, dicen, en la declaración de Juan Moreno y la de los ermitaños que sobre esos acontecimientos esenciales escribieron, aunque, no debe olvidarse, sus textos distan un siglo de lo ocurrido. Asimismo damos igual importancia a la tradición oral y a los datos históricos y geográficos del entorno por donde cruzó la Virgen desde Nipe, su llegada a Barajagua, donde es venerada por primera vez, y finalmente su tránsito hasta el Cobre”.  

A diferencia de la Villa de Santiago del Prado, (El Cobre), Nipe y Barajagua, esos otros lugares esenciales en la historia de la aparición de la Virgen de la Caridad, están fuera de las villas y del espacio hispano del mil seiscientos y por tanto tienen formas diferentes de  interacción comercial, de vida económica.

Se trataba, entonces, de un paisaje marino y rural, un territorio con características muy peculiares por los recursos naturales que poseía y por ser hábitat aborigen por un periodo largo de tiempo, (este elemento del indio vivo y actuante hace del espacio lugar diferente en toda Cuba). Territorio, además, propicio para el comercio de rescate y vía de la jurisdicción santiaguera para obviar el peligroso Paso de los Vientos.

Por lo antes dicho es por lo que no se habla casi nada del primer espacio mariano en Cuba: de Nipe, por ejemplo, nada más se dice, que fue el sitio del hallazgo y de Barajagua, generalmente, lo que dijo Juan Moreno en su declaración: que era un lugar de la provincia india del mismo nombre. 

Angela Peña Obregón, una de las autoras de La Virgen Cubana en Nipe y Barajagua

Para abundar sobre el lugar del hallazgo y sobre todo, para tener información del lugar intermedio del tránsito de la Virgen, los autores acudieron Archivo Nacional de Cuba y a la Sala Cubana de la Biblioteca Nacional; buscaban información documental y cartográfica, y siempre que fuera posible encontrarla, otras fuentes de importancia que hasta el momento no se hubiera    manejado con profundidad.

Finalmente leyeron y releyeron las obras e informes de trabajos arqueológicos realizados en el área Banes-Nipe, incluyendo la cayería interior, y la escrita sobre los sitios localizados en las Alturas de Barajagua, del Grupo Orográfico Maniabón, así como el análisis de las evidencias encontradas en los mismos. Estas fuentes son de la autoría de destacados arqueólogos cubanos, Dr. José A. García Castañeda y Pedro García Valdés, miembros de la Junta Nacional de Arqueología; el Dr. Antonio Núñez Jiménez;  el arqueólogo Rodolfo Payarés y el Dr. José Manuel Guarch de la Academia de Ciencias de Cuba, y los grupos dirigidos por el Lic. Hiram Pérez Concepción de Holguín y el del Centro Norte de Arqueología del CITMA; además del norteamericano Irving Rouse de la Universidad de Yale.

Luego fue un arduo trabajo de campo que incluyó la visita y observación del paisaje, muy bien historiado por los ermitaños, y que hoy es fácilmente reconocible a pesar de la afectación indiscriminada de la mano del hombre y de la naturaleza sobre él. Asimismo el encuentro con la población que habita los lugares donde la Virgen permaneció junto a los indocubanos Juan y Rodrigo Hoyo y el niño esclavo Juan Moreno, escuchar las narraciones que recibieron por tradición oral de sus ancestros, y que siguen vivas a pesar del largo periodo en que se contaron muy bajo, por razones puramente políticas.

¿Quiénes son los testimoniantes que encontraron los autores en la Ruta de la Virgen?, una población rural y campesina con bajos niveles de instrucción, que, comúnmente hicieron su vida sin salir de su medio y que tampoco tuvieron acceso a la lectura de ninguna de las obras publicadas sobre el tema.

La primera gran conclusión de los autores es que la riquísima oralidad de la zona, siempre presta a decir lo que se le pregunte, gustosos de tratar el tema, y poseedores de una profundisima tradición popular, es quien le ha dado un reconocimiento histórico al paisaje de la Virgen. 


La presencia de María en el espacio Nipe-Barajagua ha impactado culturalmente hasta hoy a las personas que habitan allí. Cuentan los vecinos con naturalidad y con una cercanía a los hechos que ya cumplieron 400 años de ocurridos, sobre la estancia de la Virgen en el Cayo de su nombre, localizado en Playa Morales, y de las primeras muestras de veneración en el Hato de Barajagua, sobre los posibles caminos por donde la condujeron para traerla y los que se siguieron para llevarsela al Cobre, sobre especificidades medioambientales, milagros, procesiones, fiestas tradicionales y manifestaciones sincréticas… La Virgen María de la Caridad de Nipe sigue siendo la Virgen de la Caridad de Barajagua, porque habita la Santa en la conciencia de estos pobladores.

Finalmente, si importante ha sido para los autores la consulta de las nuevas fuentes y la conversación con los vecinos (fuente importante obviamente), muy importante y novedoso fue tomar en cuenta los trabajos arqueológicos hechos en la inmensidad de la geografía mariana en el norteoriental de Cuba, porque sirvió para reforzar el papel importante del indio en el mito esencial de la cultura cubana, papel que fue primordial en la primera parada de su ruta, en el Hato de Barajagua.

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