Se caracterizan por presentar cubiertas a dos y cuatro aguas terminadas en tejas criollas, alfarjes sencillos sin decoraciones en su gran mayoría; sólo separada de la saleta por arcadas, corredor en L que da al patio interior, en algunos casos con arcadas de medio punto, donde se localizan aljibes ornamentados en hierro que no alteran la sencillez del espacio y que da respuesta a la necesidad de agua de los habitantes de la villa; en edificios importantes encontramos valiosas fuentes y esculturas fundamentalmente de terracota y cuadros de mosaicos valencianos.
Fachadas de alto puntal y comuneras con grandes vanos protegidos por balaustres de madera o hierro y el empleo de rejas con ornamentación sencilla, se utilizan profusamente las jambas de albañilería, la carpintería a la española o clavadiza, de cuarterones con o sin postigos, aleros de tornapunta, tejaroz y sardinel. Por muy sencillo que sea el inmueble presenta lucetas de cristales de colores, así como hermosos vitrales en los de mayor prestancia.
Los pretiles son generalmente lisos con diferentes balaustradas, algunos con piñas de remate. En interiores y en algunas fachadas encontramos zócalos de mosaicos y azulejos siguiendo la costumbre mudéjar, decorados con motivos naturalistas, coloreados y esmaltados.
Los muros de mampuestos y de ladrillos de gran espesor o de madera, son usuales, también aparecen combinados los tres elementos. Para la terminación de los pisos se utilizó gran variedad de materiales, diseños y colores, la losa cerámica, la losa isleña, tanto en corredores exteriores como en las galerías de los patios interiores El tabloncillo y el mármol, formaron parte de los materiales utilizados, los entrepisos fueron construidos con tabloncillos y losa por tabla.
En las construcciones domésticas se utilizó la madera abundantemente. Poseen las mismas, en su mayoría, alto puntal, sus muros compuestos por piezas de tabloncillos, generalmente de 0.10 metros machihembrados, grandes vanos en su fachada así como la presencia de guardamalleta como remate de alero en algunos casos.
Dentro de este repertorio temático se inscribe el inmueble de alto valor ocupado actualmente por el Museo de Arte y el de Historia Municipal.
Este edificio responde a la estructura de casa-almacén; el primer nivel destinado a almacenes y el segundo a la vivienda, con la particularidad de constituir una casa gemela con igual comportamiento formal y espacial. Construido aproximadamente en la década del 60-70 del siglo XIX su estilo es básicamente neoclásico. La fachada presenta un alto puntal, cuatro puertas, tres de ellas clavadizas o a la española y la otra, la de acceso al nivel superior, hecha de cuarterones; zócalos de azulejos decorados, pilastras corridas, jambas de albañilerías, balcón corrido, pretil liso, uso de la herrería fundida y forjada en los pasamanos de escalera y barandas de balcones interiores y exteriores. En su interior y segunda planta aparecen lucernarias de gran valor, sus vitrales son los de mayor dimensión de la villa y clasifican entre los mayores de la isla, además de tener bellas mamparas.
La Casa Da’Silva es una de las construcciones domésticas más interesantes de la villa. Esta edificación fue construida en el sitio donde se presupone existió la primera construcción oficial gibareña. Es un ejemplo único por su rara estructura dual. Tiene techo de cuatro faldones de tejas españolas sobre entablado ancho, alfarje escuadrado y tirantes dobles con motivos decorativos. Posee portal en colgadizo al frente y lateral izquierdo, polícromos pisos y zócalos, pies derechos de madera y barandas de madera trabajada.
La carpintería es de ensambladura con postigos y balaustradas de madera torneada. Interiormente tiene arcos de madera de medio punto y posee lucetas rectangulares de vivos colores, los cuales suponemos que fueron ejecutados en 1906 cuando la casa fue ampliada pero conservando las características originales.
En esta edificación hay un alto predominio interior del uso de la madera y en las paredes de la galería del fondo tiene tres cuadros de mosaicos valencianos de alto valor ornamental; sus patios interiores protegidos del fuerte aire marino sugieren calma y sosiego. En ella vivió el Vicecónsul de Portugal, aunque en remodelaciones posteriores se incorporó en su interior el arco y vitral, característicos en Gibara en la segunda mitad del siglo XIX, no se transformó en una construcción del neoclásico cubano.
Como un ejemplo curioso de eclecticismo colonial, en este inmueble se mezclan los más diversos motivos decorativos, sin embargo, da una imagen homogénea de conjunto que lo convierte en una joya arquitectónica.
Una edificación de dos plantas que desde el punto de vista arquitectónico e histórico tiene gran valor en nuestra villa, es el ubicado en J.Peralta esquina a Independencia. Se terminó de construir en 1902. Aunque aparecen en él códigos del estilo neoclásico, en los interiores hay una marcada influencia morisca, especialmente en los arcos trilobulados que aparecen al fondo, así como muestra otros elementos de la arquitectura ecléctica, que denotan que fue con este edificio con el que se introdujo ese movimiento arquitectónico en Gibara. Posee además una valiosa vidriaría en los arcos ojivales, así como bellos mosaicos que aún conserva en su planta alta, paisajes trabajados posiblemente con losas valencianas.
En la fachada presenta combinación de balconaje corrido y aislado, con bello trabajo de herrería que se evidencia tanto en los balcones como en las rejas del primer nivel. Las ventanas de cuarterones se combinan con persianería francesa y lucetas de cristal.
En este inmueble, en su segundo nivel, funcionó la Escuela Pública y el 12 de mayo de 1947 se desarrolló una huelga que alcanzó repercusión nacional, iniciada por sus estudiantes.
Junto a edificios con códigos coloniales situados en la Plaza Mayor, aparece un majestuoso edificio de dos plantas terminado en 1925 y que se inscribe dentro de los códigos eclécticos (Actual Biblioteca Municipal). Su función original fue vivienda. Espacialmente está compuesto en la primera planta por sala, saleta, habitaciones y un patio y en la segunda por habitaciones y una terraza que tuvo una pérgola en su época. La cubierta es de tejas francesas de cuatro faldones, falso techo de yeso con decoración simple. La carpintería es de cristal rematada en un arco de medio punto con vitrales. Interiormente tiene columnas de orden clásico específicamente Corintio. En la fachada tiene un portal que da a la plaza con una arcada de medio punto, rematada en un pretil con balaustrada. El recubrimiento exterior está trabajado con un almohadillado sencillo.
En la actualidad en este edificio está la Biblioteca Pública Municipal “Armando Leyva” y en el piso del portal se conserva grabado y sólo visible desde algunos ángulos, una hoz y un martillo al parecer hechos durante la construcción de la residencia y que sugiere la filiación política del constructor o constructores, por lo que el inmueble tiene un valor histórico agregado.
Construcciones civiles, (ejemplo importante).
En la calle Ricardo Sartorio, esquina a Luz y Caballero, se encuentra el Teatro Casino Español, hoy en proceso de restauración. Es una construcción de tres niveles, con predominio del estilo neoclásico, culminada el 13 de septiembre de 1890. Su interior está formado por la clásica herradura italiana destinada a palco, platea y paraíso en sus tres plantas.
Sus muros de mampuestos tienen 0.40 metros de espesor; en su fachada aparecen pilastras corridas y el típico frontón rectilíneo, la cubierta es de tejas criollas. En su escenario actuaron importantes figuras del arte nacional e internacional.
En la época republicana el nombre del teatro “Casino Español” fue sustituido por el “Unión Club”.
Arquitectura religiosa, (ejemplos importantes).
De la primera Iglesia con que contó la villa, nos llegó la información a través de la descripción que de ella hace Herminio Leyva:
“Contaba dicho templo de un solo cuerpo, de tablas y tejas del país, groseramente construida. Tenía aproximadamente de 7 a 8 metros de frente y como 14 á 16 de fondo, con la fachada principal mirando a la calle de San Fulgencio. Al fondo en su ángulo S.0 salía fuera del cuerpo principal un pequeño rectángulo como de 4 metros de lado, también de tablas y tejas, que servía de sacristía. Frente á esta como á distancia de unos 2 metros, y en dirección á la calle de la Fortaleza, se eleva el campanario montado sobre 4 pies derechos en forma de palomar.
Todo el ornamento de aquel modesto templo consagrado al culto católico se componía de un altar y púlpito, ambos de madera de pino, pintado de blanco con filetes dorados, un tanto destruido el oro por la acción del tiempo, pues así el altar como el púlpito eran despojos de la parroquia de San Isidoro de Holguín [……] Había también en la Ermita de Gibara algunos bancos pintados de oscuro, todo de muy pobre aspecto.
Se hallaba situada dicha ermita en el centro próximamente del espacio que media entre la calle de la Fortaleza y la Iglesia actual, más cerca á la calle de San Fulgencio que á la de los Felices.
A los 20 años dicha ermita estaba tan deteriorada que fue necesario trasladar el culto á una casa de madera de Don Antonio Casacó y Medrano, sito en la calle de los Felices á medianía entre la Fortaleza y Dolores.
Se repara la Ermita y presta servicios hasta el año 1853, cuando se construye la parroquial, con donación de Doña Victoriana de Ávila”.
Iglesia Parroquial.
Fue proyectada y dirigida por el arquitecto catalán Don Juan Pons, quien esculpió la mayor parte de las imágenes que figuran en sus altares. Su construcción se inició el 13 de septiembre de 1850 y fue bendecida el 11 de junio de 1853.
Este templo se levanta en una planta rectangular de 18 metros de frente por 33 metros de fondo, cuyos muros de mampuesto poseen un espesor de 0.58 metros aproximadamente. Este rectángulo se divide en tres naves: la central, donde se haya el coro, mide 8.36 metros de ancho. Sobre ella se levanta una hermosa cúpula construida primero en madera y yeso la cual fue reparada en 1867, al sufrir deterioro dichos materiales, siendo sustituida por ladrillos. Esta cúpula deja pasar a través de sus ventanas de vidrios de colores, la luz que ilumina hermosas pinturas murales de los cuatro evangelistas que aparecen en sus pechinas.
Al fondo del presbiterio se encuentra la sacristía. Sobre las naves laterales y justo en su fachada principal se levantan dos torres.
En sus fachadas aparecen pilastras corridas, resguardando tres portones en la entrada principal y dos por los laterales, además aparecen los típicos elementos decorativos de frontones rectilíneos.
Iglesia “Los Amigos”.
Perteneciente a la rama protestante fue fundada el 14 de noviembre de 1900. Sus miembros también se denominan “Cuáqueros”. Tuvieron su origen en Inglaterra e iniciaron su movimiento a principios del siglo XVII, llegando a Cuba procedente de los Estados Unidos.
Para su fundación se alquiló una casa en la Plaza de la Fortaleza, luego se trasladan hacia otro punto en la calle J. Agüero, frente a la Logia “Unión Fraternal”, y posteriormente, entre 1901 y 1902 compran un terreno en esta misma calle donde se construye la Iglesia, el colegio y la casa pastoral.
La edificación presenta una cubierta de cuatro faldones de techos de tejas francesas, la fachada al estilo neoclásico con pretil liso, la carpintería es de cuarterones, el campanario está erigido sobre un pórtico con columnas del orden toscazo y sufrió una modificación sustituyéndose el original en forma de pináculo por el que posee actualmente.
Arquitectura militar, (ejemplos importantes).
La triste experiencia producida en América por las repetidas guerras con la nación inglesa, cuyas expediciones encuentran indefensas las costas cubanas dada la escasez de fortificaciones militares; la preocupación del gobierno español sobre la posible influencia en Cuba de las luchas de los territorios hispanoamericanos por mantener su independencia recién conquistada; la afluencia de corsarios sobre nuestras costas, motivan la necesidad de fortificar los puertos. Bajo estas circunstancias, el 16 de enero de 1817 se coloca la primera piedra de la Batería que llevaría el nombre de “Fernando VII” y que terminaría de construirse el 2 de junio de 1818, con un costo inicial de 10 073 pesos y 4 reales.
Esta fortaleza se construyó insinuándose al mar, franqueando la boca de la bahía de donde se podía hacer fuego a las embarcaciones desde que éstas se encontraban mar afuera, en una zona de la costa donde se hacía difícil el desembarco por ser muy abrupta y batir el mar con gran fuerza.
La Batería “Fernando VII” se encuentra separada de la tierra por un foso y el acceso es a través de un puente de madera. La construcción se pronuncia hacia el mar protegida por un parapeto circular formada por dos muros de mampuesto de 0.50 metros cada uno, separados entre sí por un relleno de 0.80 metros de tierra y piedra.
Los muros de mampuesto de las naves que forman dicha construcción tienen 0.50 metros de espesor. Sus techos son en colgadizos, con alfardas de madera, encima presenta un entablamento, terminando el mismo en tejas criollas. Sus puertas y ventanas son a la española, estas últimas están protegidas por rejas de hierro.
En ella se emplearon tres cañones de hierro calibre 24.2, con proyectiles de a 8 y uno del calibre 4, los que miraban hacia el mar, además de poseer un cañón calibre 12, que estaba dirigido hacia la tierra. Este armamento no llegó hasta nuestros días.
En 1988, esta construcción militar se restauró, eliminándose las variaciones que a través de más de cien años se le hicieron y otorgándosele su aspecto original. Un nuevo proceso restaurativo se le practicó en el inicio del siglo XXI, donde se le incorporó portal a las dos naves interiores producto de la investigación y hallazgo del proyecto original, encontrado en el Museo Militar de la Coruña, en España.
Los Cuarteles.
Desde que se establecieron por primera vez los destacamentos gibareños, con tropas de línea, el de artillería en 1820 y el de infantería en 1824, como consecuencia del desarrollo que va adquiriendo el poblado y en sustitución de las milicias del país que cubrían el servicio de la plaza, estas tropas se alojaban en casas particulares alquiladas por el estado, generalmente en la casa de madera situada en Buena Vista (hoy Avenida Rabí), esquina a Dolores (actualmente calle Ricardo Sartorio), que no se conservó para la posteridad.
En 1854, los vecinos más acaudalados de la villa se reunieron para cubrir el presupuesto con vistas a la construcción de un Cuartel donde se alojara el destacamento de infantería y posibilitar así la permanencia de una compañía armada en el pueblo. Ese cuartel se empezó a construir en las alturas de La Vigía, pero al verlo el entonces Capitán General de la Isla (1855) Don José Gutiérrez de la Concha, consideró que la altura de la loma donde se había ubicado el Cuartel resultaba perjudicial para la salud de los soldados, por las fatigas que ocasionaba el ascenso y en consecuencia, ordenó la suspensión de la construcción. Hasta hoy nos han llegado sus ruinas. Consta de un bloque principal de planta rectangular y un martillo lateral, sus muros son de mampuesto; el ladrillo se utilizó como elemento estructural en arcos, columnas y huecos de ventanas, todo a vista. Su acceso principal está conformado por tres vanos en arcos de medio punto.
Esta construcción, aunque inconclusa, es la mayor de carácter militar colonial de nuestra villa. Su ubicación en lo alto de la elevación le confiere un gran valor paisajístico y constituye un punto mirador desde el cual se observa gran parte de nuestra ciudad.
La Muralla y sus respectivos fortines.
La construcción de la muralla de la ciudad de Gibara y sus respectivos fortines obedeció a razones políticas y económicas. La necesidad que tenían los vecinos de la villa de proteger sus bienes e impedir la entrada de los mambises en la llamada “España Chiquita”, fueron argumentos decisivos.
La construcción se inició en los primeros años de la década de 1870 y fue concluida alrededor de 1875.
La muralla comenzaba desde la orilla del mar en la parte norte del litoral, lugar que aún se conoce como Punta de Muralla; continuaba subiendo por delante de los Colgadizos hasta la Vigía (parte más alta del pueblo), pasaba por detrás del cementerio hasta terminar pegada a la costa por el otro lado, donde se encontraba la antigua estación del ferrocarril Gibara-Holguín.
El muro construido tenía más de 2 000 metros de longitud, dos metros de altura y 61 centímetros aproximadamente de espesor. De tramo en tramo estaba reforzado por pilares interiores en sus ángulos salientes.
Los muros y pilares interiores, así como los fortines se construyeron con sillarejo y los techos y pisos de los últimos eran de madera, usando además tejas en las cubiertas.
Inicialmente, la muralla contaba con 5 fortines y dos tambores de defensa. Entre 1875 y 1895 se le construyen dos nuevos fortines.
De esta manera lograron los vecinos de Gibara ponerse a cubierto de cualquier sorpresa, pues se hacía guardia permanente, tanto en los tambores de defensa como en los fortines, por soldados de la propia guarnición de éstos y con ayuda de los voluntarios.
Aunque hasta nuestros días no han llegado documentos que lo confirmen, la información oral transmitida de generación en generación afirma que a las seis de la tarde se disparaba un cañonazo que indicaba el cierre de las puertas de la ciudad.
Debe decirse que este tipo de fortificación está dentro de la tipología militar usada en nuestro país a partir de la segunda mitad del siglo XIX y que obedece a los cambios ocurridos en la poliorcética. Gibara fue una de las dos ciudades amuralladas de Cuba (la otra fue la capital del país).
Durante el gobierno del General Ricardo Sartorio Leal, (primer alcalde que tuvo la villa en el período republicano) se ordenó demoler la muralla para el relleno de las calles y ensanchamiento de la ciudad. Aún quedan los restos como testigo de una época.
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Casa de Gibara, Patio Interior