LO ÚLTIMO

La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

8 de junio de 2010

"La Piel en la Memoria", memorias del escritor banense René Dayre Abella


Después de varios días esperando en mi blog por un lector, el escritor holguinero RENÉ DAYRE ABELLA me dejó un primer mensaje:

20 jun 09, 22:38

René Dayre: César, acabo de entrar atu blog. Por razones de tiempo no pude hacerlo antes. de qué cosas tan interesantes me he perdido. Tu crónica sobre Banes ha sido aguda y brillante como todo lo que escribes.

---------------

Abella Hernández, René Dayre (Banes, 1945). Poeta y narrador. Reside en Estados Unidos. Cursó sus primeros estudios en su localidad. Estudió dos años de la carrera de magisterio en el antiguo Instituto Pedagógico Manuel Ascunce Domenech, en Topes de Collantes, Sancti Spiritus. Integró la CJEAO. Desde 1980 reside en Chula Vista, California, Estados Unidos. Aparece en la Muestra del siglo XXI de la Asociación Prometeo de Poesía (España). Ha colaborado en La Peregrina Magazine. Tiene inédito el poemario Poesía repartida, y actualmente trabaja en el libro de memorias La piel de la memoria.

---------------


Y después fue un relampagueante intercambio:

22 jun 09, 11:35

Cesar: Gracias René. Te pido permiso para publicar fragmentos de tus memorias sobre Banes. ¿Sí?. Un abrazo.

22 jun 09, 13:22

René Dayre: Por supuesto que puedes publicar esos fragmentos. De verdad me sentiría muy honrado. Desde la lejanía recibe mi saludo y un abrazo.

------------

He aquí, la piel de la memoria de René Dayre, para bien de los banenses y holguineros y para mi felicidad:
En esa piel de la memoria Banes está grabado indeleblemente como el mágico Jedefriff maletiano. Es un recóndito espacio donde me interno muy a menudo a reflexionar sobre tantas cosas y son tantos los recuerdos que me asaltan que me obligan a escribir las más deshilvanadas líneas como ejercicio catársico y al final saco fuerzas de mi interior y vuelvo a la realidad un poco más equilibrado.

Mis primeros recuerdos de ese paradisíaco y mágico lugar es que siempre llovía. Sobre todo en las tardes o a las primeras horas de la noche.


Lo paradójico era que aunque lloviese en las tardecitas o a las primeras horas de la noche, los mediodías eran brillantemente soleados. Mi percepción de Banes es totalmente subjetiva y en el presente relato me propongo, tal vez sin lograrlo plenamente, una descripción del entorno físico y emocional que me vio crecer “entre patos y gallinas”

"La Piel y la Memoria". Primera parte:

"La Piel y la Memoria". Segunda parte:

La Piel y la Memoria". Tercera parte:

"La Piel y la Memoria". Cuarta parte:

"La Piel y la Memoria". Quinta parte:

"La Piel y la Memoria". Sexta parte:









7 de junio de 2010

Como miembro de la Sociedad Económica Amigos del País, don Francisco de Zayas escribió una historia de la jurisdicción (que nunca he podido localizar), y dibujó un mapa de la ciudad.

(para ver imagen ampliada hacer clic sobre ella)

 

6 de junio de 2010

Donde se da cuenta de la leyenda que dice que don Paco murió por la acción de un bilongo que los esclavos pusieron a su bienamada esposa


Reescrito por César Hidalgo Torres a partir del texto La furia de los nietos, del historiador José Abreu Cardet. (Y que conste que la semejanza de su apellido con los personajes de esta crónica no es pura coincidencia)


BILONGO, BILONGO MATO A MERCÉ

A la muerte de don Paco de Zayas se tejió una leyenda que, leyenda al fin y al cabo, jamás se demostró o se comprobó que era falsa. El Teniente Gobernador, dicen era benovolente con sus esclavos, al extremo que uno de ellos, Juan Nepomuceno, encabezó y participó en una revuelta y su dueño se enteró cuando lo fueron a buscar para ahorcarlo en la Plaza Principal del pueblo.* Pero La Pepa… ella, dicen, era en extremo cruel con sus siervos. Proverbial es la anécdota que la muestra agarrando a los negritos pequeños por la bemba y suspendiéndolos para cobrarles alguna falta.

Por ende no es extraño que los esclavos odiaran a la doña hasta el extremo de preparar un plan para eliminarla físicamente. Y en esto consistió la conjura: buscaron los esclavos un brujo africano que preparó un mortífero bilongo. Según la norma de la primitiva religión, una vez que Josefa se pusiera en contacto con el preparado, los espíritus justicieros acabarían con su vida. Pero, oh Lucifer trastocador de sucesos!, fue don Paco quién lo tocó, enfermando de inmediato enfermó y muriendo poco después.(1)

Quizás donde dice bilongo debía escribirse veneno. De todas formas no sería fácil para la muerte vencer a la Pepa que poseía una vitalidad inclaudicable al extremo de ser un huracán, (así de implacable) y a la vez una montaña de ternura. Todo en dependencia del rumbo de sus pasiones. Hasta sus propios hijos comprobaron esa forma de actuar.

Una de las afectaciones mayores que sufrían los capitales acumulados por las familias criollas era su fragmentación entre los hijos. Las familias eran numerosas y los imperios se dividían hasta cero infinito. Tanto que la tradición oral puso a flote un refrán: Padre millonario, hijo rico, nieto pobre. La Pepa Cardet no estaba dispuesta a que sus recursos sufrieran tal suerte. A la muerte de su esposo no dudó en quedarse con lo más importante del capital, entregando a los hijos una parte mínima. Y después se buscó un marido nuevo. Nuevo significa que el galán era más joven que los hijos de la gata en celo que fue la Pepa después de muerto don Paco de Zayas.

*Juan Nepomuceno es considerado el primer martir holguinero por la emancipación.
NOTA:

1. Testimonio ofrecido al autor por Margarita Méndez Carballo y Encarnación Cardet Méndez.

5 de junio de 2010

Donde se dan noticias de los amores a prueba de cualquier incidente de don Paco y la Pepa, la elevación de él a la más alta dignidad militar y política para concluir como en una telenovela sin relevar un secreto

Reescrito por César Hidalgo Torres a partir del texto "La furia de los nietos", del historiador José Abreu Cardet. (Y que conste que la semejanza de su apellido con los personajes de esta crónica no es pura coincidencia)

A Karín, que los ama y defiende junto conmigo.

UN TENIENTE DE PROVINCIA OLVIDADO

No nos quedó constancia del rostro de don Paco, hoy casi ningún holguinero menciona su nombre y a él le debemos la ciudad


En la burocracia militar española Francisco de Zayas era un caso corriente. Frisaba los cuarenta años y tan solo había llegado a Teniente Agregado de la plaza de Santiago de Cuba, donde nació. Pero otra cosa no podía. Luego de la toma de La Habana por los ingleses la historia militar de la isla se presenta sin oportunidades de combate donde probar las cualidades de un militar de carrera. Y peor resultaba el asunto si, como Zayas, el aspirate era criollo, gente considerada en la nómina social española como de segunda categoría. Sin embargo, ojo, no se trataba de alguien más. El santiaguero de cuna de quien hablo poseía cualidades singulares que sólo esperaban por una oportunidad para mostrarse.

Y si las condiciones no se crean, hombres como don Francisco, o mejor, don Paco, que era como lo llamaban sus cercanos, contribuye a generarlas. Año 1812: lo designan Comandante de las Milicias de Holguín. A primera vista el cargo no parecía nada halagüeño. Holguín era a los ojos de los funcionarios españoles una pobre comarca perdida en la costa norte del oriente de Cuba con un presupuesto reducido. Y, por demás, era el vecindario tan mediocre en lo económico que ninguna era la perspectiva para enriquecerse con el latrocinio público, (y esa era la práctica común en los funcionarios hispanos en el Nuevo Mundo). Pero algo es más que nada y don Paco tenía anhelos... vino sin saber que aquí le esperaba un destino intenso, aunque, (es solo una de las tantas intuciones que este ser me preovoca), don Paco lo esperaba. Más para iniciar su rumbo tenía que conocer a la Pepa Cardet y ella demoró un poco. Mientras don Paco se vio en la necesidad de establecer una fábrica de carruajes para solventar sus necesidades económicas y las de su hijo. Porque es hora de decirlo: la esposa de don Paco se quedó en Santiago y él trajo al muchacho. Suposiciones sí, pero dicen los historiadores más habladores que, parece, ella le puso los cuernos y, para alejarse del "lugar de los hechos" don Paco aceptó el entierro en vida que era para los de su especie venir a esta polvorienta ciudad.

Ah, como me hubiera gustado mirar aquellos ojos de hombre llegado a la media rueda, sin curriculum ninguno y  sin oportuidades ahora que, naufrago, estaba absolutamente alejado de todos los centros de poder. En Holguín, Santiago de Cuba, donde radicaban las autoridades superiores del departamento oriental, era como una especie de neblina mañanera siempre lejana e inalcanzable. El colmo holguinero era que no había, siquiera, un puerto que permitiera un tráfico regular de cabotaje. Ir a Santiago, con luna o sin ella, era más trabajoso que cargar cruces: el camino real era una verguenza que lo llamaran así.

Don Paco era un burócrata, fuerza ya que lo digamos, y para un burócrata de carrera acostumbrado a guiarse por las órdenes de sus superiores la distancia insalvable a la que se había autocondenado provoca ansiedades y para colmo la Pepa Cardet demoraba en encontrarse con él en una cayejuela cualquiera...

Pero, el destino y la enclenque geografía de Holguín ya trabajaban. Los dos estaban citados en cualquier lugar de la jurisdicción y ninguno lo sabía, aunque, sí, sí, sí, no lo nieguen aunque no haya documento que lo atestigue: los dos se esperaban y se presentía. Y sucedió. Ella y él estuvieron frente a frente y se enamoraron tempestuosamente. Aquella vez. él tenía usaba una mirada torva, la Pepa se vistió con sus 18 años.

Ella era una criolla impresionante, dicen. Y además cargaba con más de cinco kilogramos de apellidos ilustres y poderosos. El, lo adivinó ella, era el hombre con quien soñaba. La Pepa, lo adivino, no aspiraba príncipes y otras blandenguerías: a un hombre, eso sí, que tuviera la fuerza y la inteligencia de hacer suyas las cartas de navegación que ella previó durante el sueño y la fiebre. Ahora que se encontraron bien valía caminar por caminos poco transitados. Ella presentó el pecho al primer gran combate y aceptó ser la amante de un hombre casado. Decidida y fogosa, una ceja levantada como señal que a todo el opositor lo iba a enfrenar, ella estuvo despierta hasta las madrugadas, la ventana sin cerrar. El tampoco dormía. A la sequía peremne achacó el malestar. Y cuando al fin consiguió desamarrar todos sus tabúes fue y la raptó. Dice la tradición o las leyendas urbanas que fue un viernes santo.

Un anónimo enviado a las autoridades superiores refería, con todo el peso de la grosería de una aldea, que Francisco de Zayas destrozó la ventana de su cuarto y le rompió la virginidad a Josefa.(1) Fue alguna comadre quien lo escribió. Esta, como todas las aldeas, está(ba) poblada de deseos reprimidos y eso obliga a reprimir a los demás. No era la Pepa una campesina de pobre e incierto futuro, decía y era una verdad sólida; por tanto no tenía necesidad de terminar como concubina de un hombre importante. (Ah machista cegatos, era don Paco quien necesitaba terminar como concubino de una mujer importante). Pero todavía ella no era importante, para serlo lo necesitaba a él. Por eso, ahora que lo encontró la Pepa mandó al carajo a cuanto párroco encontró a su pasó y esos acostumbran a maldecir a los prójimos así.

El mejor espectáculo público es el rictus bajo el que se esconde un defensor de la moral ajena cuando el juez al que apelan responde dándole una dolorosa patada por el culo. Y esa fue la respuesta del Gobernador de Santiago de Cuba a los holguinenes que le escribieron. Después, para cortar el mal por la raíz, el Gobernador escribió a sus superiores e hizo constar las muchas cualidades de Zayas.(2)

Victorias como la anteriormente narrada hay que disfrutarla porque no son comunes. Permítanme amables lectores: cada vez que lo recuerdo no puedo impedir el impulso de cerrar los ojos y reírme. Por aquellos dos, vencedores, y por mí y por tí, pobres víctimas de las comadres, me río y después vuelvo.

(...)

(...)

(...)

La iglesia San José es una de las deudas que tenemos con don Paco. La torre aún es la original.

Es indudable que don Paco era miembro de una familia de mucha valía en Santiago de Cuba, aunque venida a menos cuando se les acabó el dinero. Y a gente así siempre le queda alguien que les debe favores: A Don Paco, o sea, don Francisco de Zayas de los Reyes y Armijo lo designaron en 1816 teniente gobernador de Holguín, que era en esta época, cuando la isla de Cuba formaba una capitanía general y a su vez se estructurada en departamentos y jurisdicciones, el cargo de más relevancia. Por tanto el críticado ahora gozaba de un poder casi absoluto. La Pepa no se extrañó cuando lo supo, ella adivinó que así sería tres años antes.
Nombrados al compás de las ambiciones de la burocracia colonial, sin tener en cuenta cualidades y capacidades, era frecuente que prevaleciera la mediocridad entre los Tenientes Gobernadores. Pero don Francisco estaba formado de una madera muy diferente a las de los tradicionales funcionarios españoles en las colonias. El, que además fue el primer criollo en obstentar tan alto rango en Holguín, supo pulsar el sentir de los nacidos en la comarca, en especial de los terratenientes locales. Tras aquella aparente modorra pueblerina el nuevo Teniente Gobernador descubrió fuerzas e intereses capaces de producir grandes cambios. O a lo mejor fue la Pepa quien se lo dijo... don Francisco decidió canalizarlos.

Realizó importantes obras como la construcción de un edificio de dos plantas donde se instalaron la cárcel y la casa de gobierno. Estableció el primer alumbrado público de la ciudad, obligando a sus vecinos a colocar un farol frente a sus casas. Construyó o mejoró caminos importantes. Creo una filial de la Sociedad Económica de Amigos del País. Publicó y en la revista de esa asociación publicó una compilación de documentos sobre la fundación del cabildo holguinero, convirtiéndose en el primer historiador local. Introdujo el cultivo del café en la jurisdicción. Incrementó el de la caña de azúcar. Y para esto aceleró la introducción de esclavos africanos.(3)


Es indiscutible que don Paco era un hombre progresista y así lo vieron los terratenientes holguineros que de contrarios pasaron a amigos y socios. Lógicamente, los esclavos tenían otros criterios sobre el Teniente Gobernador, pero nadie los tomó en cuenta.
No obstante, la gran obra de Francisco de Zayas, la que lo inmortalizó, fue la construcción del primer puerto de la jurisdicción. Para hacerlo seleccionó la rivera de más fácil acceso desde Holguín: Gibara. Situada a unos 30 kilómetros de la capital de la jurisdicción Gibara posee una bahía de bolsa nada recomendable para la navegación por su poco calado. Poco calado que cada vez es menor por los dos ríos que alivian sus aguas en ella. Más pese a aquellos inconvenientes Gibara fue puerto por la voluntad y el empeño de don Paco de Zayas.

La idea de hacer el puerto encontró absoluta acogida en el cabildo y en los terratenientes locales en general. Ya el comercio de contrabando no satisfacía las necesidades de los vecinos. Y si conseguían el incremento de la producción que al calor de don Paco esperaban, era necesario crear nuevas estructuras económicas que le dieran salida al comercio internacional a los productos locales. Se se iniciaron las obras de la superestructura del puerto con la construcción de un fortín, un muelle y las primeras casas del futuro poblado. Y luego hicieron todo lo demás en un proceso complejo y largo. La construcción del puerto de Gibara fue en esencia la gran hazaña de la élite criolla holguinera antes del inicio de la guerra de 1868.  
Gibara, la gran obra de don paco

 Y mientras tal proeza hacía don Paco, la Pepa Cardet se convertió para su varón en algo más que la simple concubina que casi por tradición tenía cada hombre de alguna importancia en la comarca. Entre ellos se fueron creando lazos cada vez más estrechos. Lazos que iban más allá de los cinco hijos fruto de la relación. La Pepa acabó subordinando todo a su relación con Francisco y su éxito en la sociedad holguinera, incluso su amor maternal. A familias conocidas para que se encargaran de su crianza entregó cada uno de los muchachos, porque estos le estorbaban en sus otras labores, o sea, apoyar a su amante e incrementar el peculio personal. Llegó a poseer varias propiedades importantes, entre ellas un establecimiento azucarero de relevancia. 

Vean las noticia que da el historiador Herminio Leyva sobre las principales industrias azucareras de Holguín en 1837: Don Manuel Trinidad Ochoa, natural de Cuba (Santiago de Cuba), era propietario de un ingenio con 80 esclavos, José Ramón Zayas, (natural de Cuba e hijo de don Paco con su ¿infiel? Primer esposa), era dueño de un ingenio con 42 esclavos, Tomás Ramón Ochoa, cubano, era dueño de un ingenio con 35 esclavos; Agustín Ochoa, cubano, poseyó un ingenio con 20 esclavos, Santiago Patterson, escocés, dueño de un ingenio con 91 esclavos, Samuell Chapman, inglés, un ingenio con 47 esclavos, doña Rita Ballerby, inglesa, un ingenio con 84 esclavos; María Josefa Cardet, un trapiche con 26 esclavos y Mister Warren Gookin, angloamericano, un ingenio con 22 esclavos.(4)

La Pepa era la única mujer criolla holguinense propietaria de ese tipo de instalación productiva. Era así, porque ella era la amante del Teniente Gobernador y por eso lo necesitaba y lo complacía a Francisco, al extremo que inició un largo, complicado y costoso proceso de divorcio que le devolviera a la soltería para entonces legalizar sus relaciones.(5)

Parque Calixto García (Libertad, esquina Frexes), al fondo, de color verde, la tienda La Moda Cubana, que es el edificio que ahora está donde fue la casa de don Paco y La Pepa. Todavía se conservan los arcos interiores originales.


Aproximadamente así debió ser la vista que se tenía del parque en los tiempos que don Paco y La Pepa vivían en una de sus esquinas.


Dicen, aunque no está probada su veracidad (ni tampoco que sea incierto), que los poderosos don Paco y La Pepa se comunicaron con la Reina y que le dieron tanto dinero que Su Majestad intercedió por ellos ante el Papa y que Su Santidad los divorció. Otros, más terrenales, dicen que la primer esposa de don Paco murió y que por eso se pudieron casar. Para entonces ya él había construido una nueva iglesia en la ciudad.

Casados él reconoció oficialmente a los cinco hijos que había tenido con La Pepa y por tanto los muchachos llevaron su apellido. En 1833 don Francisco solicita lo liberen de su cargo; tiene 61 años de su edad. Desde la Capitanía General de la Isla le insisten para que continúe, pero él responde diciendo que su esposa está enferma y quieren ir a vivir al campo. Don Paco fue el Teniente Gobernador de Holguín que más tiempo ostentó el cargo, 17 años. El 11 de mayo de 1837 falleció en la ciudad de Holguín. Sobre su muerte se tejió una extraña leyenda… que contaremos en otra entrega de estas crónicas. 
 


NOTAS
1. PEDRO MONTALVÁN: El Origen de la familia Cardet. (Inédito).
2. Archivo Particular de Luis Orlando La Calle. Bayamo.
3. Ídem.
4. HERMINIO LEYVA: Gibara y su jurisdicción. Apuntes históricos y estadísticos, p. 219.


4 de junio de 2010

Donde asoma la cabeza la Pepa Cardet, personaje esencial en esta crónica


Reescrito por César Hidalgo Torres a partir del texto La furia de los nietos, del historiador José Abreu Cardet. (Y que conste que la semejanza de su apellido con los personajes de esta crónica no es pura coincidencia)


LA PEPA CARDET


María Josefa Cardet y Cruz, la Pepa Cardet sobrevivió a las epidemias e infecciones de todo tipo que diezmaban a los niños de su época. Felizmente la niña poseía una absoluta fortaleza física y biológica. A lo que se une, en su caso particular, una forma de actuar singularísima. Muy diferente a las mujeres de su tiempo, la Pepa llegó a la juventud con un carácter independiente y una libertad interior que la llevaron a romper todos los convencionalismos de la aldea.

Como hija de una familia importante de la comarca debía de formar parte de algún pacto matrimonial de conveniencia o por lo menos de un matrimonio bendecido por los párrocos y las comadres, pero las ideas de la Pepa eran muy diferentes sobre ese asunto.

En objeción a la mayoría de las mujeres, y sobre todo de los hombres de su tiempo machista la Pepa se forjó un destino inesperado. Desde temprana la niña asumió plenamente la responsabilidad de su vida y, muy pronto, tuvo oportunidad de poner a prueba su carácter y convicciones. No, seguro que ella no se percató de la llegada a la ciudad del teniente de milicias Francisco de Zayas. Y eso que él tendría un papel trascendente en su vida.



Para leer más vaya a los siguientes capitulos titulados

OTRO ENLACE DE INTERES:

3 de junio de 2010

Donde se da cuentas del hijo del mayorquín, don Miguel de la Cruz y Jiba, sus antecesores y su llegada a Holguín, de la fortuna que hizo en la villa y de su fusión permanente con la rica dinastía de los de la Cruz

Reescrito por  César Hidalgo Torres a partir de la basta información del historiador José Abreu Cardet, descendiente de las familias que se mencionan en esta crónica.


Amanecían las primeras décadas del siglo XVIII a la llegada de Francisco Cardet a Puerto Príncipe, hoy Camagüey, en la isla de Cuba. Venía Cardet con su pupila impregnada de tanta guerra de ingleses, franceses e hispanos que peleaban por ser dueños de la isla donde este hombre nació, Mallorca, en Las Baleares. Al llegar a Cuba pensó que el paraíso era asunto terrenal.

Era el Camaguey tierra de paz. Ni siquiera había montañas que cortaran el paso al caminante. Solo llanuras infinitas que parecían excitar a la crianza del ganado. Y dispersas entre la mucha hierba, arboledas que llamaban al reposo del caminante.

Hombre de tierra de muchas adversidades, el primer y entonces único Cardet en Cuba, no tardó en hacer fortuna en su nueva patria. Luego siguió el destino de la mayoría de los recién llegados. Se casó con una cubana, María Jiba. Y nace la familia Cardet Jiba, camagueyanos todos, o sea, principeños como entonces se decía. Tres niños, tres varones: Antonio, Francisco y Miguel. Francisco, se hace sacerdote. De Antonio nada se sabe y de Miguel... la vida deMiguel, sería muy terrenal que la de su hermano, el Cura y, nada santa. (1)

No hay duda que, Miguel era hombre emprendedor y trabajador. Miguel Cardet Jiba llegó a tener tal relevancia social y económica que la orgullosa sociedad camagüeyana le permitió el matrimonió con una vecina de la comarca de apellido de relieve, la muy relevante y apetecida señorita Isabel de Cisneros Montejo. Tan relevante fue esta mujer que en la historia de la segunda mitad del siglo XIX de Puerto Príncipe (Camaguey) no se puede escribir sin tener en cuenta algunos de sus parientes. Del matrimonio nacerían cuatro hijas, las Cardet de Cisneros.

Y habría sido un matrimonio feliz tal cual Dios manda sino es que llevaba el Miguel la raicilla del emigrante, como corresponde a un isleño. Pese a que había consolidado fortuna y prestigio en la región, el Camaguey quedó atrás por esos misterios humanos que impelen a los hombres a emprender la marcha. Noticias le llegaban al itinerante Manuel Cardet de Cisneros, eran lentas porque era el suyo un siglo lento, pero el oriente de Cuba lo esperaba, (dicen algunos que era el destino y verdad que este hombre tenía una tarea inmensa en la pretérita y orgullosa ciudad de San Isidoro de Holguín. Si Miguel no viene, otra muy diferente sería nuestra historia o, por lo menos, los nombres que repiten los textos escolares de historia de la localidad tendría nombres muy diferentes). Pero ahora, nada más, Miguel preguntaba por los bosques seculares de aquí que parecían reclamar su hacha del leñador. Eran estas, le dijo alguien cual publicista turístico de nuestra remota antiguedad, llanuras onduladas en espera del ganado. Desflorador natural el principeño, no pudo resistir la tentación de tanta virginidad económica y demográfica.


Caminos que conducían a Holguín en tiempos muy posteriores a la llegada de don Miguel Cardet, por lo que se puede creer que los que lo trajeron a esta eran peores si es que se puede creer que haya peores caminos que el de la imagen.


Carretas y bestias pronto estuvieron listas y al paso cansino de los bueyes partieron los Cardet de Cisneros. Una avanzada de peones confiables abría veredas en la manigua a filo de machete. Más, por precaución aunque él decía que era por instinto, don Miguel no se desprendía de un par de pistolas y un mosquete cargados: Había bandidos por esos caminos.

Holguín es y ha sido siempre ciudad hembra. La ciudad que no lo era, (el título de don Fernando VII le bailaba en el  lodazal de sus pocas calles de tierra y salpicaba las casas hechas de material enclenque), pero hembra al fin abrió las piernas y acostó a don Miguel Cardet y a los suyos en un lugar tibio. El le fue marido fiel y en Holguín estuvo y está, ahora hecho polvo, que es eso lo que queda de los muertos. Pero la muerte fue después, antes, a retazos el hombre se fue enterando de la historia de esta comarca en la que acababa de avecindarse. Era la historia holguinera breve: En las primeras décadas del siglo XVI se establecieron algunos de los conquistadores que llegaron con Diego Velázquez, pero muy pronto el hechizo de la conquista de México los alejó de la comarca. Uno de ellos, García Holguín, que se fue e inexplicablemente regresó, le dió nombre al territorio que formó parte de la jurisdicción de Bayamo, esta última una de las primeras villas fundadas por los españoles. De García Holguín en adelante comenzó una lenta historia demográfica que se desarrollará durante los siglos XVI, XVII y XVIII. Como mismo el García Holguín, las tierras del Norte de Bayamo, estas adonde llegó Miguel Cardet, se fueron poblando de bayameses en una extraña colonización a la que también se le podría decir autocolonización. Y como siempre ocurre, un grupo de familias criollas se convierte en la élite política y económica de este territorio.

Alrededor de 1720 un alcalde de Bayamo en uno de sus periódicos recorridos por la región convenció a varios vecinos para que fundaran una población.

La situación geográfica de Holguín antes del pueblo nos puede dar una clave sobre como pensaban y que hacían aquellos fundadores: La aldea fue creada a 30 kilómetros de la costa. Sin discusión descartaron las profundas y bien guarnecidas bahías que abundan en el litoral. O sea, estamos ante gente más interesada de vivir cerca de sus fincas y haciendas que de preocuparse de muelles y navíos mercantes. Eran aquellos futuros holguineros gente más acostumbrados a la seguridad de la tierra que a las muchas zozobras del océano y el comercio. Pero, oh contradicción, los holguineros fundadores, a pesar de lo dicho anteriormente, no arrastraban el espíritu ni la mentalidad de aldeanos, aquí hay más flexibilidad y una abundante aspiración: a otros le habría bastado con tener título de pueblo pero los que hicieron el caserío primogénito consiguieron ser ciudad. Un viajero que recorrió esta comarca y luego escribió sus memorias se refería a que los holguineros eran gente “de temperamento novelísimo” (2)

Novelísimo, es verdad, y la palabra no tiene nada que ver con nuevo sino con novela. Nuestros abuelos eran  noveleros por voluntad y porque gozaban de libertad de la imaginación. Quizás fue por eso que se despertó muy tempranamente en ellos los deseos de independizarse del cabildo de Bayamo. Tenían sobrados motivos para esto, pues se sentían poco atendidos por el cabildo bayamés. Entre ambas poblaciones hay 70 kilómetros entonces poblados de selvas, pantanos y un caudaloso río, el Cauto. Muy pronto los reclamos de los holguineros dieron sus frutos, para felicidad de ellos. En 1751 el rey acabó reconociendo el derecho de estos vecinos a constituir un cabildo. Al año siguiente se puso en práctica la decisión real.



Una de las casas de Holguín vistas desde el Cerro de la Cruz.


Y Miguel Cardet Jiba llegó en buen momento para tejer su historia personal en Holguín. Ya en 1757 tenía una finca valorada en 2500 pesos, lo que en la época y el lugar era un símbolo de abundante bonanza. (3)
En 1770 contaba suficientes tierra como parra arrendar parte de ellas a un vecino por la cantidad de 9915 pesos, cifra astronómica en el contexto en que vivía. (4) Y de pronto queda viudo de su legítima esposa y en el cabildo es acusado públicamente de que: “... es un loco y que... mató a su mujer...” (5)

No aparecieron pruebas para llevarlo a los tribunales y todo concluyó en los comentarios. Comentarios que  tampoco fueron suficientemente sólidos como para impedir que antes del duelo aconsejable don Miguel irrumpiera en la iglesia local exigiendo que el párroco lo casara con una holguinera, Ana María de la Cruz Infante.

No era doña Ana de la Cruz mujer que estuviera al alcance de cualquier recién llegado, ella era hija legítima de la élite fundadora de Holguín. Por línea materna doña Ana estaba lejanamente emparentada con García Holguín y eso levanta sospechas, claro está. Más libre el Señor a este crónista de querer levantar falsos criterios cuando tanto tiempo ha transcurrido, pero pica la lengua: Acaso algo como no fuera ser parte de las familias poderosas de la comarca era lo que convenía a don Miguel?.

El apellido Cruz lo aportó en Holguín el canario Juan Francisco de la Cruz y Prada. Y no estamos ante un pobre emigrado. Al inicio de la colonización la tierra en la isla fue dividida en Hatos, Corrales y Sitios que se entregaban a los conquistadores y colonizadores según su importancia. Don Francisco logró hacer una sólida fortuna que le permitió en 1681 comprar el hato de Yareniquén en Holguín. (6) Y si no lo sabeis creedme cuando les diga que aquel abarcaba una porción de terrenos muy extensos, tanto o casi como un municipio de los actuales. Posteriormente la familia de la Cruz llegó a poseer varios hatos en Holguín, entre ellos los de Yabazón, San Marcos de Auras, Guayacán y todavía otros más.
 
Uno de los miembros de esta familia, Basilio Cruz y Leyva se encontraba entre los que fundaron la población de Holguín en las primeras décadas del siglo XVIII. (7)

Al crearse el Cabildo holguinero en 1752 la familia Cruz tenía permanentemente un puesto reservado en esa institución. El primero de esa familia en alcanzar un asiento en el gobierno local fue Juan de la Cruz Moreno investido como Regidor Llano. (8) Y desde entonces y hasta muchos años después los de la Cruz fueron familia poderosa; uno a uno y sin faltar nunca por más de un siglo, fueron el gobierno en Holguín.

Verdad es que llegaron al Cabildo porque eran ricos, o lo que es igual, llegaron porque lo eran. Pero verdad también que el poder político los ayudó a incrementar la billetera. Sin exagerar y con documentos para probarlo, Cristóbal de la Cruz y Moreno se apropió, previo pago al ayuntamiento, de la hacienda San Cristóbal (9)

Fue a esa dinastía en la entró Miguel Cardet con su matrimonio con Ana de la Cruz y, como es facil de deducir, consiguió mujer y puesto asegurado en el cabildo: transcurrió poco tiempo y ya fue proclamado regidor de aquella institución.

No era Miguel Cardet hombre sumiso. Como integrante del Cabildo se había opuesto a los abusos de un Teniente Gobernador. Y después protestó contra el abusivo orden establecido en la colonia. Y no es que don Miguel fuera un independentista temprano. Lo que buscaba era beneficiarse tratando de impedir las limitantes al comercio impuestas por la metrópoli a los vecinos del oriente de Cuba.

Pero España no oyó al comerciante y él, se entregó a las ilicitas formas del comercio de contrabando. Vendía a comerciantes franceses, ingleses u holandeses que llegaban a nuestras costas en goletas cueros de reses y tabaco. Y a ellos compraba lencería y herramientas, vinos y tejidos. Dicen que sin recato alguno don Miguel hacía desfilar desde Holguín hasta las orillas del mar, carretas cargadas de abundante tabaco, y de vuelta las traía cargadas sin preocuparse mucho de ojos y lenguas delatoras. Por eso no tardó en ser acusado por tales libertades por el gobernador de Bayamo en 1782. (10)

La esposa, mientras tanto, le parió cinco hijos, uno cada año. Cuatro varones y una hembra. (11) La hembra deben mirarla al rostro, se llamó y todavía sigue siendo uno de los personajes más interesantes de la historia de la comarca, María Josefa Cardet Cruz, y le decían Pepa, La Pepa Cardet. El célebre historiador Pepito García Castañeda dijo que fue ella "la primera prostituta holguinera", más, fácil o no para el amor, la Pepa tuvo otras habilidades y asimismo fue la abuela de dos generales mambises cubanos.

Para leer más vaya a los siguientes capítulos titulados:

 OTRO ENLACE DE INTERES:
Francisco de Zayas: el camino inconcluso entre Cuba y España


CITAS

1... Archivo Provincial de Holguín. Fondo Protocolos Notariales año 1758, Folio 1.
2... Olga Portuondo Zuñiga: Nicolás Joseph de Ribera. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 1986. p. 140.
3... Archivo Provincial de Holguín. Fondo Protocolos Notariales, año 1757, Folio 3.
4... Archivo Provincial de Holguín. Fondo Protocolos Notariales, año 1777, Folio 37.
5... Archivo Provincial de Holguín. Fondo Tenencia de Gobierno, Legajo 63, expediente 1922, Folio 51.
6... José Novoa Betancourt. Historia Colonial de Holguín. El pueblo (1720-1752). Ediciones Holguín. Holguín 1997, p. 22. 7... José A. García Castañeda. La Municipalidad Holguinera: Su creación y desenvolvimiento hasta 1799. Editorial El Arte Manzanillo, 1949. p.78.
8... Idem
9... Idem, p. 146
10... Archivo Provincial de Holguín. Fondo Tenencia de Gobierno, Legajo 63, Expediente 1924, Folio 48.
11... Archivo Provincial de Holguín. Fondo Protocolos Notariales, 1786, Folio 22.

2 de junio de 2010

Juanito Albanés: "Ya está servida, señoría"

Por: María Antonia Hung Hidalgo
Fragmentos de las palabras pronunciadas por la autora en la ceremonia de entrega del premio "Juan Albanés" el día 7 de junio del 2004.

Tuve la suerte de conocer a Juan Rafael Ignacio Antero Genovebo de la Caridad Albanés Martínez Carballo Leyva, "Juanito", como todos le decíamos, primero como usuaria de la biblioteca "Alex Urquiola" y luego como su compañera de trabajo.
Hijo de doña Micaela Martínez Leyva y del doctor Oscar Albanés Carballo, miembros de una ilustre familia holguinera "Juanito", nació el 3 de enero de 1919.

La familia Albanés, por tradición, se dedicó al estudio de la historia y a la promoción de acciones culturales y obras que beneficiaron a gran parte de la generación holguinera de la época. Su padre fue presidente de Los Caballeros de San Isidoro, asociación católica que propició el establecimiento de la primera Biblioteca Pública de Holguín, el 8 de julio de 1922, en el ala izquierda de la Parrroquial Mayor de San Isidoro, que abrió sus puertas cada noche hasta 1945, incluidos los sábados y domingos; creó la hermosa glorieta del parque Julio Grave de Peralta y bajo su iniciativa se construyó la Rotonda, Paseo y Escalinata del Cerro de la Cruz.
 
"... de su padre heredó la inteligencia, de él recibió la educación y su formación cristiana, así como recibió también de su inolvidable madre, el tesoro de su carácter afable y su humildad, virtudes que le acompañaron toda la vida", afirmaba el periodista, compositor y amigo íntimo suyo, el señor Antonio Coré Zelleck, ya fallecido, para definir admirablemente su personalidad.
 
Juan Rafael cursó el bachillerato y estudió periodismo en la escuela Manuel Márquez Esterling. A partir de 1940, trabajó como secretario auxiliar del ayuntamiento.
 
Siguiendo su tradición familiar, se dedicó infatigablemente al estudio de la historia universal y, en particular, a la historia de Cuba y de su ciudad natal. Publicó Historia breve de la ciudad de Holguín y Holguín: reseña general en 1947 y 1950, respectivamente. Desde 1942, escribió temas históricos para los periódicos El Eco de Holguín, El Grito del Pueblo, Emancipación, Pueblo, Diario de Holguín, Semanario Chomba, Avisor, El Libertador, Norte, -donde tuvo a su cargo la sección fija De Cara a la Historia-, Surco, Ahora, Juventud Rebelde y el Boletín Histórico del Municipio de Holguín. Mantuvo una sección histórica en el periódico radial El Informador, de la Emisora CMKO y colaboró también, con el programa Buenas noches Holguín de la emisora Radio Angulo.

En 1962, ganó, por oposición, una plaza para trabajar en la entonces biblioteca municipal y se trasladó a La Habana, junto a otras compañeras, para pasar un curso emergente en la Biblioteca Nacional "José Martí". Entre 1962 y 1980, laboró en varias salas de la biblioteca: general, extensión bibliotecaria y de fondos raros y valiosos pero fue fundamentalmente en la sala general donde dejó una imagen imborrable, por sus cualidades como excelente referencista.
 
Además de los libros y trabajos publicados, la sala de fondos raros y valiosos atesora su "Colección facticia", formada por 19 álbumes y un grupo de libretas que constituyen un valioso tesoro documental sobre temas muy variados relacionados fundamentalmente con la provincia de Holguín: sus personalidades, edificaciones, obras públicas, hechos históricos y culturales, el comercio y otros datos curiosos.
 
Su labor como referencista fue encomiable. Hoy, a más de veinte años de su fallecimiento, el pueblo holguinero lo recuerda con claridad. Impartió innumerables conferencias sobre temas históricos y locales. Paralelamente escribió sus conocidas crónicas para la prensa local, con anterioridad había publicado sus libros sobre la historia holguinera, que constituyen fuentes de consulta indispensables para cualquier acercamiento a estos temas. Poseedor de una vasta cultura, puesta siempre al servicio de todos, tenía un trato respetuoso, muy afable y solícito tanto para con sus amigos y compañeros de trabajo como para sus usuarios, y esto precisamente lo distinguía en especial.
 
Por su labor relacionada con la historia, se le reconoce como uno de los historiadores holguineros. A propósito de este tema, en una entrevista para el periódico Ahora expresó: "No creo ser el que más la conozca, pero me parece que no exagero si afirmo que estoy en el grupo de los que más la quieren, eso sí"
 
Y es que Juan Albanés fue "ciertamente" un bibliotecario especial, un historiador fundacional, un singular periodista, pero ante todo fue, una persona dotada de una especial sensibilidad y de valores humanos que lo singularizaban.
 
Falleció a los 62 años, el 31 de mayo de 1981 en el Hospital "Calixto García" de La Habana, a causa de una penosa enfermedad.
 
¿QUÉ DISTINGUE A JUAN ALBANÉS COMO PERSONA?
 
Tuve el privilegio de conocerlo a los 21 años, muy joven, cuando comencé a trabajar en esta institución, y tal vez por eso, no supe aquilatar en toda magnitud, el valor de este hombre. Hoy, con el paso de los años y la experiencia que aporta la vida, comprendo cada vez más profundamente, el porqué este "buen premio" honra a un gran hombre -se refiere al premio "Juan Albanés, que otorga la provincia de Holguín a bibliotecarios destacados por sus méritos en el desempeño de esta profesión.
 
Juanito fue un trabajador muy disciplinado, jamás faltaba al trabajo, ni llegaba tarde, ni salía antes de tiempo. Sentía gran respeto por los dirigentes administrativos; recuerdo que en ocasiones decía: "Dios en el cielo y Estela -que era la directora en la Tierra", pero, en realidad, respetaba a todos: a sus compañeros de trabajo y a los usuarios de distintas edades que acudían constantemente a consultarle sus problemas.
 
Siempre estaba haciendo algo, hasta en los momentos en que permanecía callado, sentado en el buró, con la vista perdida en un punto y su sonrisa de niño grande, sabíamos que, en ese momento repasaba mentalmente algún tema de su próxima conferencia o escrito.
 
Siempre estaba haciendo algo, hasta en los momentos en que permanecía callado, sentado en el buró, con la vista perdida en un punto y su sonrisa de niño grande, sabíamos que, en ese momento repasaba mentalmente algún tema de su próxima conferencia o escrito.
 
Como bibliotecario era singular: la técnica no la tomaba muy en cuenta, realmente no le hacía falta, era asombroso cómo conocía la ubicación de cada libro, de cada documento y más aún, la página donde se encontraba la información necesaria.
 
Creó una leyenda, aún no superada: la del referencista inigualable.
 
Era otra de sus costumbres, anotar todo cuanto sucedía (y empleaba cualquier soporte para ello), para más tarde utilizarlo en su actividad profesional; sin embargo, tenía el don de atemperar sus respuestas y conocimientos para todo tipo de usuario: al erudito lo trataba como tal; pero al menos instruido lo orientaba con sencillez y eficacia. La fecha de sus vacaciones eran Semana Santa y alrededor del Día de los Fieles Difuntos, en correspondencia con sus arraigadas y profundas creencias religiosas.
 
Juanito fue también, amigo y compañero de trabajo. Su trato sencillo y afable y sus variados temas de conversación atraían a muchos que visitaban la biblioteca para compartir con él. Recuerdo de aquellos años a: Totín Aguilera, Masferrer, Machín, Marcelo González, Penín, Juan Cuevas, Ezequiel Angulo, Antonio Coré. Tenía también una forma muy peculiar de dirigirse a sus compañeros, cuando hacía algún favor decía: "Ya está servida su señoría".
 
Albanés supo ser también, un amantísimo esposo y padre de familia, recuerdo cómo en épocas de gran escasez, no comía ningún alimento sin que le llevara una parte a sus hijos, a los que aún de mayores les llamaba "los nene". Evoco, con gran nostalgia, como una de sus costumbres más sanas, la de salir al pequeño patio interior de la sala infantil, siempre que llovía, para empaparse las manos con la lluvia y pasárselas por la cara y los brazos. Del primer aguacero de mayo recogía un poco de agua y se la tomaba. Su sencillez y humildad eran proverbiales.
 
Por eso, he querido en esta noche en que tan especialmente se le rinde tributo, hablar del hombre, del amigo, del católico practicante, del compañero de trabajo, del padre amantísimo, del buen esposo y del profesional ejemplar, que incursionaba en disímiles facetas del conocimiento y la cultura. Innegablemente Juan Albanés es, como dijera el escritor Eugenio Marrón: "un buen premio para un gran nombre".

1 de junio de 2010

Francisco de Zayas: el camino inconcluso entre Cuba y España

Por José Abreu Cardet

La Real Sociedad de los Amigos del Pals no fue una mera institución burocrática para que individuos en la élite del poder en el imperio español acumularan aplausos, halagos y condecoraciones.

En torno a esta sociedad se agruparon personas de indiscutible valor intelectual que pretendieron introducir importantes cambios en Iberoamérica. Numerosas investigaciones se han referido al papel meritorio de estas sociedades y sus miembros más relevantes.

Veremos que una de las formas más objetivas de demostrar la afirmación con que iniciamos este muy breve trabajo es no situándonos en las grandes arterias de la cultura, el comercio y la industria de España y sus colonias, sino mas bien recorriendo el pasado de un rincón de la Isla de Cuba durante las primeras décadas del siglo XIX. Entremos en la apasionante vida de un miembro numerario de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de La Habana. Francisco de Zayas y Armijo, nacido en Santiago de Cuba en 1770, venía al mundo en el preámbulo de una época de revoluciones y guerras.

Francisco escogió una carrera bastante socorrida en tiempos de violencia: la militar. Pero sus sueños y ambiciones de joven se fueron adormilando en la monotonía de la Isla de Cuba, donde nada pasaba, por lo menos en apariencia. A los cuarenta años tan solo era Teniente Agregado al Estado Mayor de la plaza de su natal Santiago de Cuba. Un acontecimiento iría a cambiar por entero su vida: en 1812 fue designado Comandante de las Milicias de Holguín, población situada en el norte de la parte oriental de Cuba.

Este olvidado Teniente del Ejército Español iba a entrar en una región en extremo interesante en la historia de Cuba. En esa época la Isla estaba dividida en dos zonas de desarrollo muy diferente. El occidente del país, Matanzas, La Habana y Pinar del Río, formaban el gran emporio del azúcar y el tabaco con una abundante mano de obra esclava y una clase terrateniente desarraigada que residía casi todo el año en las capitales europeas.

La riqueza agrícola y comercial de la Isla en su mayor parte se acumulaba en esta zona. El centro y el oriente de la Isla era un mundo aparte. Allí la producción azucarera no había alcanzado auge. La esclavitud tenía una importancia secundaria. Aunque había algunas zonas en que la producción azucarera se abría paso empujando por delante a esclavos y capataces. Pero a Holguín no podemos considerarlo como una de esas avanzadillas de la gran producción azucarera. Este territorio vivía sumido en una agricultura con un predominio importante en los cultivos de subsistencia.

Ni siquiera había un puerto habilitado para el comercio. La jurisdicción ocupaba un amplio segmento de las costas del norte de Oriente. Por una de sus bahías, Bariay, había llegado Cristóbal Colón en 1492. Ahora, mientras Francisco de Zayas hacía su entrada en la pequeña ciudad, las bahías holguineras eran visitadas de vez en cuando por los barcos contrabandistas.

Don Francisco se estableció en la comarca e instala una fábrica de carruajes. Como militar participa en la liquidación de un movimiento conspirativo de esclavos que pretendían sublevarse contra esa institución tenebrosa. Vinculado estrechamente a los grupos de terratenientes criollos de la zona y a la población en general, desempeña diversos cargos públicos de importancia tales como: Alcalde Ordinario, Subdelegado de la Real Hacienda, Sentenciador de bienes de Difuntos.

El momento más importante de su vida fue cuando en 1816 lo designan Teniente Gobernador de la Jurisdicción de Holguín. Varios años de residencia en la comarca le habían permitido ver con claridad las flaquezas de la vida económica y social de la región. Ahora tenía en sus manos la posibilidad de influir decididamente en intentar cambiar aquella sociedad tan compleja y contradictoria sin salir de los marcos del Estado español.

Hombre de iniciativa e inteligencia, no se deja ganar por la fácil modorra que domina a muchos funcionarios coloniales. Lo extraordinariamente prolongado de su gobierno que concluyó en 1833 le permite poner en práctica muchas ideas y sobre todo las de fructificar. Por su iniciativa se construye un edificio de dos plantas: en la primera radica la cárcel pública, en la segunda la instalación del gobierno. Hizo construir un corral y sitio dedicado a la matanza de animales de consumo. El asunto desde la fundación de la población era cuestión de discusiones y acuerdos de Cabildo pero que resultaba papel mojado, pues nadie se atrevía a enfrentar el problema y los desperdicios de las reses se pudrían en los alrededores de la población e incluso en las calles. Reconstruyó la iglesia mayor y aceleró los trabajos para edificar un segundo templo en el poblado. Reparó el Hospital y el camposanto. Levantó un plano de la jurisdicción. Rotuló las calles holguineras y obligó a cada vecino a situar en la puerta de su casa un farol, iniciando así el alumbrado público. Procuró eliminar los bohíos (casas de pajas) del centro de la ciudad y organizó la limpieza de sus calles. Gracias a sus gestiones logró la aprobación de un escudo de armas de la ciudad. Facilitó un acuerdo entre el Cabildo holguinero y los poseedores de tierra en el Ejido para, de esta forma, incrementar fondos del Cabildo con los pagos que hacían aquellos individuos. Promovió la siembra de caña de azúcar y café. Gestionó la introducción de esclavos en Holguín en mayor número del que había hasta entonces, para tratar de dar soluciones a la escasez de mano de obra. Reparó caminos y abrió otros al tráfico.

Un hecho que nos demuestra el alto nivel intelectual alcanzado por este hombre fueron sus vínculos con la Sociedad Económica de Amigos del País de La Habana Perdido en este remoto confín del Oriente cubano, Francisco supo pulsar el siglo y valoró la importancia de esa institución en el fomento de la riqueza material y espiritual. Zayas integró esta Sociedad como miembro numerario, el 63. Además creó en Holguín una Delegación de la Sociedad, el 23 de enero de 1830, de la que era Presidente, Pero sus vínculos iban mucho más allá de los aspectos formales: editó en la revista de la Sociedad una compilación de documentos sobre la fundación de Cabildo holguinero y otros aspectos de la historia de la localidad que se considera hoy el primer esfuerzo historiográfico realizado por un vecino de esta región. El hecho de que Francisco publicara en la revista de la Sociedad una compilación de documentos históricos nos dice que la relación entre este hombre de provincia y esa institución eran estrechos. Francisco se siente estimulado por estos intelectuales, que lo mantienen al tanto de los progresos de la técnica y de las últimas ideas que circulan por las fronteras del Imperio. La Sociedad de Amigos del País ha calado profundo en Francisco que se siente responsable de ser un hombre de avanzada y actúa como tal en cada momento.


El gran salto al futuro de Francisco de Zayas fue el puerto de Gibara. El alumbrado público, el matadero, la reparación de iglesias o el camposanto fueron cuestiones pueblerinas al lado de la concepción de abrir un puerto para la jurisdicción. Desde el mundo de hoy, donde la comunicación lo es todo no se puede apreciar la grandeza de la hazaña con toda claridad. Pocas costas cubanas tienen bahías a propósito para la navegación como la del norte de Oriente. El primer europeo que visitó estos lugares, Cristóbal Colón, se asombró y dejó constancia de las muchas entradas de mar. Luego hay un extraño silencio en torno a la habilitación de un puerto. Es que todas estas costas estaban habilitadas permanentemente para el comercio de contrabando. Los holguineros desde el siglo XVIII solicitaron un título para la población, un ayuntamiento y un escudo, pero se guardaba hermético y cómplice silencio cuando miraban las extensas y desamparadas costas de la jurisdicción.

Don Francisco no iba con las amenazas del funcionario perdonavidas a crear un puerto para detener el contrabando. La idea y el cálculo era otro. El era el primero en comprender que el comercio de rescate había tenido su momento, ahora ya era asunto de pacotillas. Las vegas del tabaco que se multiplicaban, los trapiches que alcanzaban dimensiones de ingenios solicitaban un comercio seguro, mesurado, sin sobresalto de otear el horizonte por la amenaza de la llegada de un guardacostas del rey mientras se hacia la transacción con contrabandistas ingleses o franceses.


El nuevo puerto devino en el proyecto de los terratenientes y vegueros criollos. Francisco escogió a Gibara, una bahía situada a poco más de 30 Kilómetros de la ciudad de Holguín. El primer trabajo fue un fortín para la defensa contra los corsarios que las guerras de independencia de América habían lanzado al Caribe. Este era un buen pretexto que con gusto aceptarían las autoridades superiores, interesadas en defender su colonia. En torno al fortín no tardaría en surgir un puerto. Se situó en la bahía de más fácil acceso desde Holguín, aunque fuera menos profunda y de menos condiciones para el atraque de buques. El destino de Gibara sería el de un simple antepuerto en los proyectos originales de los terratenientes criollos, cuyo impulso se personificaba en la decisión y la iniciativa del Teniente Gobernador.

El 8 de julio de 1816, Francisco, que ya es Teniente Gobernador, le remite el proyecto de construir un batería en la bahía de Gibara al Jefe del Departamento Oriental. Este a su vez lo eleva de inmediato al Capitán General, quien el 2 de septiembre de ese año lo aprueba. Apenas llega a oídos de Zayas tan grata noticia se entrega por entero a la nueva obra. No le cuesta mucho convencer al ayuntamiento, también interesado en el proyecto. El propietario de los terrenos donde se levantaría la futura fortaleza convencido o presionado donó sus derechos para la obra militar.

A falta de dinero promueve una colecta. Por fin el 16 de enero de 1817 se inicia la construcción de la fortaleza. Francisco, que sabe que esta haciendo historia para los libros de texto, hace levantar acta de ceremonia previa al inicio de la construcción de la batería con misa, cohetes y banquetes. Los buques anclados en la bahía disparan sus piezas. Esta presencia cotidiana de barcos mercantes en la bahía desembarcando a remos de botes sus mercancías, a la expectativa de la aparición de cualquier barco corsario o pirata, demostraba la necesidad del puerto.


A diferencia de otras obras militares que extendían su construcción por décadas esta batería quedó construida en apenas 1 año y 4 meses. El 2 de junio de 1818 ya estaba concluida la obra. Se le bautizó con el nombre de Fernando VII. Zayas se ocupa de inmediato en gestionar que se establezca allí una guarnición. A falta de cañones hace trasladar e instala algunas pequeñas piezas capturadas a buques corsarios y piratas o rescatadas de embarcaciones hispanas naufragadas.

Muy pronto en torno a la fortificación comenzó a surgir un pequeño poblado. Para mantener el orden interno Francisco promovió la designación de un oficial de la batería para que se encargara de tan espinosa situación. Luego Zayas gestionaron la aprobación de un ayuntamiento para la localidad, suprimido poco después el abolirse la constitución por Fernando VII.

Francisco de Zayas contrajo matrimonio con Maria Josefa Cantero con la que tuvo un hijo. A su muerte contrajo matrimonio con Josefa Cardet y Cruz con la que tenía relaciones maritales y 5 hijos, a los cuales reconoció.

En 1833 Francisco cesa en sus funciones de Teniente Gobernador. El 11 de mayo de 1837 falleció en Holguín. Su cuerpo descansa en el campo santo de la localidad.

La obra de Francisco de Zayas adquiere singular relieve en la historia del Oriente de Cuba. Gibara se convirtió en poco tiempo en uno de los puertos más importantes de Cuba. En torno a él creció una importante zona de cultivos poblada fundamentalmente por canarios y criollos. Cada una de sus obras juzgándolo en su tiempo es un intento de desarrollar esta apartada comarca cubana. Aunque lleva en su seno las contradicciones de la sociedad colonial. Zayas fue un impulsor del incremento de la esclavitud, solicitud común de la burguesía criolla como factor indispensable para el progreso, según lo entendía en esos momentos. Los esclavos que traslado a esta comarca tenían una visión muy diferente sobre él que los terratenientes holguineros. Para los primeros fue un depredador para los segundo un benefactor.

En esencia, con sus contradicciones y grandezas, Zayas simboliza en cierta forma simboliza un intento criollo de buscar soluciones a los problemas de la colonia dentro de los marcos del imperio.


El fracaso y el éxito se resume en Gibara, que devino en puerto internacional del comercio por la iniciativa de Zayas. Pero, los mercaderes hispanos acabaron por desplazar a los criollos y el puerto se convirtió en centro del más acérrimo españolismo.

Parece simbólico que unos de sus nietos, Julio Grave de Peralta, se convirtió en el líder máximo de la primera guerra independentista cubana en la jurisdicción holguinera.

Cuando los insurrectos pusieron sitio a la guarnición española de Holguín en los primeros meses de guerra, Julio no dudó en incendiar las propiedades de su abuela, la viuda de Francisco, cuando se hizo necesario intentar propagar desde esa casa a la ocupada por los españoles el fuego, pues los revolucionarios carecían de artillería y fusiles para capturarla de otra forma. Tal parecía que la obra y la memoria de Francisco se convertía en volutas de humo que desaparecían en el cielo por tanto amó.


En ocasiones la historia guarda sorpresas no siempre palpables a la primera mirada. Después del 98, cuando las grandes compañías estadounidenses comenzaron a penetrar en Cuba, castrando toda posibilidad de desarrollo a largo plazo, aquel pequeño puerto de Gibara arruinado y empobrecido, y sus zonas de cultivos de pequeños campesinos nietos e hijos de canarios soportó las andanadas de esos trust azucareros y devino refugio seguro para la nacionalidad cubana amenazada de disolverse en la cultura anglosajona. De cierta forma era una victoria de Francisco de Zayas.
BIBLIOGRAFIA


Ávila y del Monte, Diego; Memorias Sobre el Origen del Hato de San Isidoro de Holguín, continuada hasta nuestros días por José Maria Heredia Holguín 1926.
Abreu Cardet, José y Sintes Gómez, Elia; Apuntes biográficos de Francisco de Zayas (inéditos).
García Castañeda, José A.; Francisco de Zayas (en Boletín Histórico de Municipio de Holguín. Segunda Época, 5 años. Mayo de 1955, p g. 2.
La Municipalidad de Holguinera: su creación y desenvolvimiento hasta 1779. Editorial El Arte, Manzanillo, 1949.
Novoa Betancourt, José y Gálvez Camacho, Gisela; La conspiración antiesclavista en 1812.Ediciones Holguín, 1993.

LO MAS POPULAR DE LA ALDEA