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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

3 de junio de 2010

Donde se da cuentas del hijo del mayorquín, don Miguel de la Cruz y Jiba, sus antecesores y su llegada a Holguín, de la fortuna que hizo en la villa y de su fusión permanente con la rica dinastía de los de la Cruz

Reescrito por  César Hidalgo Torres a partir de la basta información del historiador José Abreu Cardet, descendiente de las familias que se mencionan en esta crónica.


Amanecían las primeras décadas del siglo XVIII a la llegada de Francisco Cardet a Puerto Príncipe, hoy Camagüey, en la isla de Cuba. Venía Cardet con su pupila impregnada de tanta guerra de ingleses, franceses e hispanos que peleaban por ser dueños de la isla donde este hombre nació, Mallorca, en Las Baleares. Al llegar a Cuba pensó que el paraíso era asunto terrenal.

Era el Camaguey tierra de paz. Ni siquiera había montañas que cortaran el paso al caminante. Solo llanuras infinitas que parecían excitar a la crianza del ganado. Y dispersas entre la mucha hierba, arboledas que llamaban al reposo del caminante.

Hombre de tierra de muchas adversidades, el primer y entonces único Cardet en Cuba, no tardó en hacer fortuna en su nueva patria. Luego siguió el destino de la mayoría de los recién llegados. Se casó con una cubana, María Jiba. Y nace la familia Cardet Jiba, camagueyanos todos, o sea, principeños como entonces se decía. Tres niños, tres varones: Antonio, Francisco y Miguel. Francisco, se hace sacerdote. De Antonio nada se sabe y de Miguel... la vida deMiguel, sería muy terrenal que la de su hermano, el Cura y, nada santa. (1)

No hay duda que, Miguel era hombre emprendedor y trabajador. Miguel Cardet Jiba llegó a tener tal relevancia social y económica que la orgullosa sociedad camagüeyana le permitió el matrimonió con una vecina de la comarca de apellido de relieve, la muy relevante y apetecida señorita Isabel de Cisneros Montejo. Tan relevante fue esta mujer que en la historia de la segunda mitad del siglo XIX de Puerto Príncipe (Camaguey) no se puede escribir sin tener en cuenta algunos de sus parientes. Del matrimonio nacerían cuatro hijas, las Cardet de Cisneros.

Y habría sido un matrimonio feliz tal cual Dios manda sino es que llevaba el Miguel la raicilla del emigrante, como corresponde a un isleño. Pese a que había consolidado fortuna y prestigio en la región, el Camaguey quedó atrás por esos misterios humanos que impelen a los hombres a emprender la marcha. Noticias le llegaban al itinerante Manuel Cardet de Cisneros, eran lentas porque era el suyo un siglo lento, pero el oriente de Cuba lo esperaba, (dicen algunos que era el destino y verdad que este hombre tenía una tarea inmensa en la pretérita y orgullosa ciudad de San Isidoro de Holguín. Si Miguel no viene, otra muy diferente sería nuestra historia o, por lo menos, los nombres que repiten los textos escolares de historia de la localidad tendría nombres muy diferentes). Pero ahora, nada más, Miguel preguntaba por los bosques seculares de aquí que parecían reclamar su hacha del leñador. Eran estas, le dijo alguien cual publicista turístico de nuestra remota antiguedad, llanuras onduladas en espera del ganado. Desflorador natural el principeño, no pudo resistir la tentación de tanta virginidad económica y demográfica.


Caminos que conducían a Holguín en tiempos muy posteriores a la llegada de don Miguel Cardet, por lo que se puede creer que los que lo trajeron a esta eran peores si es que se puede creer que haya peores caminos que el de la imagen.


Carretas y bestias pronto estuvieron listas y al paso cansino de los bueyes partieron los Cardet de Cisneros. Una avanzada de peones confiables abría veredas en la manigua a filo de machete. Más, por precaución aunque él decía que era por instinto, don Miguel no se desprendía de un par de pistolas y un mosquete cargados: Había bandidos por esos caminos.

Holguín es y ha sido siempre ciudad hembra. La ciudad que no lo era, (el título de don Fernando VII le bailaba en el  lodazal de sus pocas calles de tierra y salpicaba las casas hechas de material enclenque), pero hembra al fin abrió las piernas y acostó a don Miguel Cardet y a los suyos en un lugar tibio. El le fue marido fiel y en Holguín estuvo y está, ahora hecho polvo, que es eso lo que queda de los muertos. Pero la muerte fue después, antes, a retazos el hombre se fue enterando de la historia de esta comarca en la que acababa de avecindarse. Era la historia holguinera breve: En las primeras décadas del siglo XVI se establecieron algunos de los conquistadores que llegaron con Diego Velázquez, pero muy pronto el hechizo de la conquista de México los alejó de la comarca. Uno de ellos, García Holguín, que se fue e inexplicablemente regresó, le dió nombre al territorio que formó parte de la jurisdicción de Bayamo, esta última una de las primeras villas fundadas por los españoles. De García Holguín en adelante comenzó una lenta historia demográfica que se desarrollará durante los siglos XVI, XVII y XVIII. Como mismo el García Holguín, las tierras del Norte de Bayamo, estas adonde llegó Miguel Cardet, se fueron poblando de bayameses en una extraña colonización a la que también se le podría decir autocolonización. Y como siempre ocurre, un grupo de familias criollas se convierte en la élite política y económica de este territorio.

Alrededor de 1720 un alcalde de Bayamo en uno de sus periódicos recorridos por la región convenció a varios vecinos para que fundaran una población.

La situación geográfica de Holguín antes del pueblo nos puede dar una clave sobre como pensaban y que hacían aquellos fundadores: La aldea fue creada a 30 kilómetros de la costa. Sin discusión descartaron las profundas y bien guarnecidas bahías que abundan en el litoral. O sea, estamos ante gente más interesada de vivir cerca de sus fincas y haciendas que de preocuparse de muelles y navíos mercantes. Eran aquellos futuros holguineros gente más acostumbrados a la seguridad de la tierra que a las muchas zozobras del océano y el comercio. Pero, oh contradicción, los holguineros fundadores, a pesar de lo dicho anteriormente, no arrastraban el espíritu ni la mentalidad de aldeanos, aquí hay más flexibilidad y una abundante aspiración: a otros le habría bastado con tener título de pueblo pero los que hicieron el caserío primogénito consiguieron ser ciudad. Un viajero que recorrió esta comarca y luego escribió sus memorias se refería a que los holguineros eran gente “de temperamento novelísimo” (2)

Novelísimo, es verdad, y la palabra no tiene nada que ver con nuevo sino con novela. Nuestros abuelos eran  noveleros por voluntad y porque gozaban de libertad de la imaginación. Quizás fue por eso que se despertó muy tempranamente en ellos los deseos de independizarse del cabildo de Bayamo. Tenían sobrados motivos para esto, pues se sentían poco atendidos por el cabildo bayamés. Entre ambas poblaciones hay 70 kilómetros entonces poblados de selvas, pantanos y un caudaloso río, el Cauto. Muy pronto los reclamos de los holguineros dieron sus frutos, para felicidad de ellos. En 1751 el rey acabó reconociendo el derecho de estos vecinos a constituir un cabildo. Al año siguiente se puso en práctica la decisión real.



Una de las casas de Holguín vistas desde el Cerro de la Cruz.


Y Miguel Cardet Jiba llegó en buen momento para tejer su historia personal en Holguín. Ya en 1757 tenía una finca valorada en 2500 pesos, lo que en la época y el lugar era un símbolo de abundante bonanza. (3)
En 1770 contaba suficientes tierra como parra arrendar parte de ellas a un vecino por la cantidad de 9915 pesos, cifra astronómica en el contexto en que vivía. (4) Y de pronto queda viudo de su legítima esposa y en el cabildo es acusado públicamente de que: “... es un loco y que... mató a su mujer...” (5)

No aparecieron pruebas para llevarlo a los tribunales y todo concluyó en los comentarios. Comentarios que  tampoco fueron suficientemente sólidos como para impedir que antes del duelo aconsejable don Miguel irrumpiera en la iglesia local exigiendo que el párroco lo casara con una holguinera, Ana María de la Cruz Infante.

No era doña Ana de la Cruz mujer que estuviera al alcance de cualquier recién llegado, ella era hija legítima de la élite fundadora de Holguín. Por línea materna doña Ana estaba lejanamente emparentada con García Holguín y eso levanta sospechas, claro está. Más libre el Señor a este crónista de querer levantar falsos criterios cuando tanto tiempo ha transcurrido, pero pica la lengua: Acaso algo como no fuera ser parte de las familias poderosas de la comarca era lo que convenía a don Miguel?.

El apellido Cruz lo aportó en Holguín el canario Juan Francisco de la Cruz y Prada. Y no estamos ante un pobre emigrado. Al inicio de la colonización la tierra en la isla fue dividida en Hatos, Corrales y Sitios que se entregaban a los conquistadores y colonizadores según su importancia. Don Francisco logró hacer una sólida fortuna que le permitió en 1681 comprar el hato de Yareniquén en Holguín. (6) Y si no lo sabeis creedme cuando les diga que aquel abarcaba una porción de terrenos muy extensos, tanto o casi como un municipio de los actuales. Posteriormente la familia de la Cruz llegó a poseer varios hatos en Holguín, entre ellos los de Yabazón, San Marcos de Auras, Guayacán y todavía otros más.
 
Uno de los miembros de esta familia, Basilio Cruz y Leyva se encontraba entre los que fundaron la población de Holguín en las primeras décadas del siglo XVIII. (7)

Al crearse el Cabildo holguinero en 1752 la familia Cruz tenía permanentemente un puesto reservado en esa institución. El primero de esa familia en alcanzar un asiento en el gobierno local fue Juan de la Cruz Moreno investido como Regidor Llano. (8) Y desde entonces y hasta muchos años después los de la Cruz fueron familia poderosa; uno a uno y sin faltar nunca por más de un siglo, fueron el gobierno en Holguín.

Verdad es que llegaron al Cabildo porque eran ricos, o lo que es igual, llegaron porque lo eran. Pero verdad también que el poder político los ayudó a incrementar la billetera. Sin exagerar y con documentos para probarlo, Cristóbal de la Cruz y Moreno se apropió, previo pago al ayuntamiento, de la hacienda San Cristóbal (9)

Fue a esa dinastía en la entró Miguel Cardet con su matrimonio con Ana de la Cruz y, como es facil de deducir, consiguió mujer y puesto asegurado en el cabildo: transcurrió poco tiempo y ya fue proclamado regidor de aquella institución.

No era Miguel Cardet hombre sumiso. Como integrante del Cabildo se había opuesto a los abusos de un Teniente Gobernador. Y después protestó contra el abusivo orden establecido en la colonia. Y no es que don Miguel fuera un independentista temprano. Lo que buscaba era beneficiarse tratando de impedir las limitantes al comercio impuestas por la metrópoli a los vecinos del oriente de Cuba.

Pero España no oyó al comerciante y él, se entregó a las ilicitas formas del comercio de contrabando. Vendía a comerciantes franceses, ingleses u holandeses que llegaban a nuestras costas en goletas cueros de reses y tabaco. Y a ellos compraba lencería y herramientas, vinos y tejidos. Dicen que sin recato alguno don Miguel hacía desfilar desde Holguín hasta las orillas del mar, carretas cargadas de abundante tabaco, y de vuelta las traía cargadas sin preocuparse mucho de ojos y lenguas delatoras. Por eso no tardó en ser acusado por tales libertades por el gobernador de Bayamo en 1782. (10)

La esposa, mientras tanto, le parió cinco hijos, uno cada año. Cuatro varones y una hembra. (11) La hembra deben mirarla al rostro, se llamó y todavía sigue siendo uno de los personajes más interesantes de la historia de la comarca, María Josefa Cardet Cruz, y le decían Pepa, La Pepa Cardet. El célebre historiador Pepito García Castañeda dijo que fue ella "la primera prostituta holguinera", más, fácil o no para el amor, la Pepa tuvo otras habilidades y asimismo fue la abuela de dos generales mambises cubanos.

Para leer más vaya a los siguientes capítulos titulados:

 OTRO ENLACE DE INTERES:
Francisco de Zayas: el camino inconcluso entre Cuba y España


CITAS

1... Archivo Provincial de Holguín. Fondo Protocolos Notariales año 1758, Folio 1.
2... Olga Portuondo Zuñiga: Nicolás Joseph de Ribera. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 1986. p. 140.
3... Archivo Provincial de Holguín. Fondo Protocolos Notariales, año 1757, Folio 3.
4... Archivo Provincial de Holguín. Fondo Protocolos Notariales, año 1777, Folio 37.
5... Archivo Provincial de Holguín. Fondo Tenencia de Gobierno, Legajo 63, expediente 1922, Folio 51.
6... José Novoa Betancourt. Historia Colonial de Holguín. El pueblo (1720-1752). Ediciones Holguín. Holguín 1997, p. 22. 7... José A. García Castañeda. La Municipalidad Holguinera: Su creación y desenvolvimiento hasta 1799. Editorial El Arte Manzanillo, 1949. p.78.
8... Idem
9... Idem, p. 146
10... Archivo Provincial de Holguín. Fondo Tenencia de Gobierno, Legajo 63, Expediente 1924, Folio 48.
11... Archivo Provincial de Holguín. Fondo Protocolos Notariales, 1786, Folio 22.

2 de junio de 2010

Juanito Albanés: "Ya está servida, señoría"

Por: María Antonia Hung Hidalgo
Fragmentos de las palabras pronunciadas por la autora en la ceremonia de entrega del premio "Juan Albanés" el día 7 de junio del 2004.

Tuve la suerte de conocer a Juan Rafael Ignacio Antero Genovebo de la Caridad Albanés Martínez Carballo Leyva, "Juanito", como todos le decíamos, primero como usuaria de la biblioteca "Alex Urquiola" y luego como su compañera de trabajo.
Hijo de doña Micaela Martínez Leyva y del doctor Oscar Albanés Carballo, miembros de una ilustre familia holguinera "Juanito", nació el 3 de enero de 1919.

La familia Albanés, por tradición, se dedicó al estudio de la historia y a la promoción de acciones culturales y obras que beneficiaron a gran parte de la generación holguinera de la época. Su padre fue presidente de Los Caballeros de San Isidoro, asociación católica que propició el establecimiento de la primera Biblioteca Pública de Holguín, el 8 de julio de 1922, en el ala izquierda de la Parrroquial Mayor de San Isidoro, que abrió sus puertas cada noche hasta 1945, incluidos los sábados y domingos; creó la hermosa glorieta del parque Julio Grave de Peralta y bajo su iniciativa se construyó la Rotonda, Paseo y Escalinata del Cerro de la Cruz.
 
"... de su padre heredó la inteligencia, de él recibió la educación y su formación cristiana, así como recibió también de su inolvidable madre, el tesoro de su carácter afable y su humildad, virtudes que le acompañaron toda la vida", afirmaba el periodista, compositor y amigo íntimo suyo, el señor Antonio Coré Zelleck, ya fallecido, para definir admirablemente su personalidad.
 
Juan Rafael cursó el bachillerato y estudió periodismo en la escuela Manuel Márquez Esterling. A partir de 1940, trabajó como secretario auxiliar del ayuntamiento.
 
Siguiendo su tradición familiar, se dedicó infatigablemente al estudio de la historia universal y, en particular, a la historia de Cuba y de su ciudad natal. Publicó Historia breve de la ciudad de Holguín y Holguín: reseña general en 1947 y 1950, respectivamente. Desde 1942, escribió temas históricos para los periódicos El Eco de Holguín, El Grito del Pueblo, Emancipación, Pueblo, Diario de Holguín, Semanario Chomba, Avisor, El Libertador, Norte, -donde tuvo a su cargo la sección fija De Cara a la Historia-, Surco, Ahora, Juventud Rebelde y el Boletín Histórico del Municipio de Holguín. Mantuvo una sección histórica en el periódico radial El Informador, de la Emisora CMKO y colaboró también, con el programa Buenas noches Holguín de la emisora Radio Angulo.

En 1962, ganó, por oposición, una plaza para trabajar en la entonces biblioteca municipal y se trasladó a La Habana, junto a otras compañeras, para pasar un curso emergente en la Biblioteca Nacional "José Martí". Entre 1962 y 1980, laboró en varias salas de la biblioteca: general, extensión bibliotecaria y de fondos raros y valiosos pero fue fundamentalmente en la sala general donde dejó una imagen imborrable, por sus cualidades como excelente referencista.
 
Además de los libros y trabajos publicados, la sala de fondos raros y valiosos atesora su "Colección facticia", formada por 19 álbumes y un grupo de libretas que constituyen un valioso tesoro documental sobre temas muy variados relacionados fundamentalmente con la provincia de Holguín: sus personalidades, edificaciones, obras públicas, hechos históricos y culturales, el comercio y otros datos curiosos.
 
Su labor como referencista fue encomiable. Hoy, a más de veinte años de su fallecimiento, el pueblo holguinero lo recuerda con claridad. Impartió innumerables conferencias sobre temas históricos y locales. Paralelamente escribió sus conocidas crónicas para la prensa local, con anterioridad había publicado sus libros sobre la historia holguinera, que constituyen fuentes de consulta indispensables para cualquier acercamiento a estos temas. Poseedor de una vasta cultura, puesta siempre al servicio de todos, tenía un trato respetuoso, muy afable y solícito tanto para con sus amigos y compañeros de trabajo como para sus usuarios, y esto precisamente lo distinguía en especial.
 
Por su labor relacionada con la historia, se le reconoce como uno de los historiadores holguineros. A propósito de este tema, en una entrevista para el periódico Ahora expresó: "No creo ser el que más la conozca, pero me parece que no exagero si afirmo que estoy en el grupo de los que más la quieren, eso sí"
 
Y es que Juan Albanés fue "ciertamente" un bibliotecario especial, un historiador fundacional, un singular periodista, pero ante todo fue, una persona dotada de una especial sensibilidad y de valores humanos que lo singularizaban.
 
Falleció a los 62 años, el 31 de mayo de 1981 en el Hospital "Calixto García" de La Habana, a causa de una penosa enfermedad.
 
¿QUÉ DISTINGUE A JUAN ALBANÉS COMO PERSONA?
 
Tuve el privilegio de conocerlo a los 21 años, muy joven, cuando comencé a trabajar en esta institución, y tal vez por eso, no supe aquilatar en toda magnitud, el valor de este hombre. Hoy, con el paso de los años y la experiencia que aporta la vida, comprendo cada vez más profundamente, el porqué este "buen premio" honra a un gran hombre -se refiere al premio "Juan Albanés, que otorga la provincia de Holguín a bibliotecarios destacados por sus méritos en el desempeño de esta profesión.
 
Juanito fue un trabajador muy disciplinado, jamás faltaba al trabajo, ni llegaba tarde, ni salía antes de tiempo. Sentía gran respeto por los dirigentes administrativos; recuerdo que en ocasiones decía: "Dios en el cielo y Estela -que era la directora en la Tierra", pero, en realidad, respetaba a todos: a sus compañeros de trabajo y a los usuarios de distintas edades que acudían constantemente a consultarle sus problemas.
 
Siempre estaba haciendo algo, hasta en los momentos en que permanecía callado, sentado en el buró, con la vista perdida en un punto y su sonrisa de niño grande, sabíamos que, en ese momento repasaba mentalmente algún tema de su próxima conferencia o escrito.
 
Siempre estaba haciendo algo, hasta en los momentos en que permanecía callado, sentado en el buró, con la vista perdida en un punto y su sonrisa de niño grande, sabíamos que, en ese momento repasaba mentalmente algún tema de su próxima conferencia o escrito.
 
Como bibliotecario era singular: la técnica no la tomaba muy en cuenta, realmente no le hacía falta, era asombroso cómo conocía la ubicación de cada libro, de cada documento y más aún, la página donde se encontraba la información necesaria.
 
Creó una leyenda, aún no superada: la del referencista inigualable.
 
Era otra de sus costumbres, anotar todo cuanto sucedía (y empleaba cualquier soporte para ello), para más tarde utilizarlo en su actividad profesional; sin embargo, tenía el don de atemperar sus respuestas y conocimientos para todo tipo de usuario: al erudito lo trataba como tal; pero al menos instruido lo orientaba con sencillez y eficacia. La fecha de sus vacaciones eran Semana Santa y alrededor del Día de los Fieles Difuntos, en correspondencia con sus arraigadas y profundas creencias religiosas.
 
Juanito fue también, amigo y compañero de trabajo. Su trato sencillo y afable y sus variados temas de conversación atraían a muchos que visitaban la biblioteca para compartir con él. Recuerdo de aquellos años a: Totín Aguilera, Masferrer, Machín, Marcelo González, Penín, Juan Cuevas, Ezequiel Angulo, Antonio Coré. Tenía también una forma muy peculiar de dirigirse a sus compañeros, cuando hacía algún favor decía: "Ya está servida su señoría".
 
Albanés supo ser también, un amantísimo esposo y padre de familia, recuerdo cómo en épocas de gran escasez, no comía ningún alimento sin que le llevara una parte a sus hijos, a los que aún de mayores les llamaba "los nene". Evoco, con gran nostalgia, como una de sus costumbres más sanas, la de salir al pequeño patio interior de la sala infantil, siempre que llovía, para empaparse las manos con la lluvia y pasárselas por la cara y los brazos. Del primer aguacero de mayo recogía un poco de agua y se la tomaba. Su sencillez y humildad eran proverbiales.
 
Por eso, he querido en esta noche en que tan especialmente se le rinde tributo, hablar del hombre, del amigo, del católico practicante, del compañero de trabajo, del padre amantísimo, del buen esposo y del profesional ejemplar, que incursionaba en disímiles facetas del conocimiento y la cultura. Innegablemente Juan Albanés es, como dijera el escritor Eugenio Marrón: "un buen premio para un gran nombre".

1 de junio de 2010

Francisco de Zayas: el camino inconcluso entre Cuba y España

Por José Abreu Cardet

La Real Sociedad de los Amigos del Pals no fue una mera institución burocrática para que individuos en la élite del poder en el imperio español acumularan aplausos, halagos y condecoraciones.

En torno a esta sociedad se agruparon personas de indiscutible valor intelectual que pretendieron introducir importantes cambios en Iberoamérica. Numerosas investigaciones se han referido al papel meritorio de estas sociedades y sus miembros más relevantes.

Veremos que una de las formas más objetivas de demostrar la afirmación con que iniciamos este muy breve trabajo es no situándonos en las grandes arterias de la cultura, el comercio y la industria de España y sus colonias, sino mas bien recorriendo el pasado de un rincón de la Isla de Cuba durante las primeras décadas del siglo XIX. Entremos en la apasionante vida de un miembro numerario de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de La Habana. Francisco de Zayas y Armijo, nacido en Santiago de Cuba en 1770, venía al mundo en el preámbulo de una época de revoluciones y guerras.

Francisco escogió una carrera bastante socorrida en tiempos de violencia: la militar. Pero sus sueños y ambiciones de joven se fueron adormilando en la monotonía de la Isla de Cuba, donde nada pasaba, por lo menos en apariencia. A los cuarenta años tan solo era Teniente Agregado al Estado Mayor de la plaza de su natal Santiago de Cuba. Un acontecimiento iría a cambiar por entero su vida: en 1812 fue designado Comandante de las Milicias de Holguín, población situada en el norte de la parte oriental de Cuba.

Este olvidado Teniente del Ejército Español iba a entrar en una región en extremo interesante en la historia de Cuba. En esa época la Isla estaba dividida en dos zonas de desarrollo muy diferente. El occidente del país, Matanzas, La Habana y Pinar del Río, formaban el gran emporio del azúcar y el tabaco con una abundante mano de obra esclava y una clase terrateniente desarraigada que residía casi todo el año en las capitales europeas.

La riqueza agrícola y comercial de la Isla en su mayor parte se acumulaba en esta zona. El centro y el oriente de la Isla era un mundo aparte. Allí la producción azucarera no había alcanzado auge. La esclavitud tenía una importancia secundaria. Aunque había algunas zonas en que la producción azucarera se abría paso empujando por delante a esclavos y capataces. Pero a Holguín no podemos considerarlo como una de esas avanzadillas de la gran producción azucarera. Este territorio vivía sumido en una agricultura con un predominio importante en los cultivos de subsistencia.

Ni siquiera había un puerto habilitado para el comercio. La jurisdicción ocupaba un amplio segmento de las costas del norte de Oriente. Por una de sus bahías, Bariay, había llegado Cristóbal Colón en 1492. Ahora, mientras Francisco de Zayas hacía su entrada en la pequeña ciudad, las bahías holguineras eran visitadas de vez en cuando por los barcos contrabandistas.

Don Francisco se estableció en la comarca e instala una fábrica de carruajes. Como militar participa en la liquidación de un movimiento conspirativo de esclavos que pretendían sublevarse contra esa institución tenebrosa. Vinculado estrechamente a los grupos de terratenientes criollos de la zona y a la población en general, desempeña diversos cargos públicos de importancia tales como: Alcalde Ordinario, Subdelegado de la Real Hacienda, Sentenciador de bienes de Difuntos.

El momento más importante de su vida fue cuando en 1816 lo designan Teniente Gobernador de la Jurisdicción de Holguín. Varios años de residencia en la comarca le habían permitido ver con claridad las flaquezas de la vida económica y social de la región. Ahora tenía en sus manos la posibilidad de influir decididamente en intentar cambiar aquella sociedad tan compleja y contradictoria sin salir de los marcos del Estado español.

Hombre de iniciativa e inteligencia, no se deja ganar por la fácil modorra que domina a muchos funcionarios coloniales. Lo extraordinariamente prolongado de su gobierno que concluyó en 1833 le permite poner en práctica muchas ideas y sobre todo las de fructificar. Por su iniciativa se construye un edificio de dos plantas: en la primera radica la cárcel pública, en la segunda la instalación del gobierno. Hizo construir un corral y sitio dedicado a la matanza de animales de consumo. El asunto desde la fundación de la población era cuestión de discusiones y acuerdos de Cabildo pero que resultaba papel mojado, pues nadie se atrevía a enfrentar el problema y los desperdicios de las reses se pudrían en los alrededores de la población e incluso en las calles. Reconstruyó la iglesia mayor y aceleró los trabajos para edificar un segundo templo en el poblado. Reparó el Hospital y el camposanto. Levantó un plano de la jurisdicción. Rotuló las calles holguineras y obligó a cada vecino a situar en la puerta de su casa un farol, iniciando así el alumbrado público. Procuró eliminar los bohíos (casas de pajas) del centro de la ciudad y organizó la limpieza de sus calles. Gracias a sus gestiones logró la aprobación de un escudo de armas de la ciudad. Facilitó un acuerdo entre el Cabildo holguinero y los poseedores de tierra en el Ejido para, de esta forma, incrementar fondos del Cabildo con los pagos que hacían aquellos individuos. Promovió la siembra de caña de azúcar y café. Gestionó la introducción de esclavos en Holguín en mayor número del que había hasta entonces, para tratar de dar soluciones a la escasez de mano de obra. Reparó caminos y abrió otros al tráfico.

Un hecho que nos demuestra el alto nivel intelectual alcanzado por este hombre fueron sus vínculos con la Sociedad Económica de Amigos del País de La Habana Perdido en este remoto confín del Oriente cubano, Francisco supo pulsar el siglo y valoró la importancia de esa institución en el fomento de la riqueza material y espiritual. Zayas integró esta Sociedad como miembro numerario, el 63. Además creó en Holguín una Delegación de la Sociedad, el 23 de enero de 1830, de la que era Presidente, Pero sus vínculos iban mucho más allá de los aspectos formales: editó en la revista de la Sociedad una compilación de documentos sobre la fundación de Cabildo holguinero y otros aspectos de la historia de la localidad que se considera hoy el primer esfuerzo historiográfico realizado por un vecino de esta región. El hecho de que Francisco publicara en la revista de la Sociedad una compilación de documentos históricos nos dice que la relación entre este hombre de provincia y esa institución eran estrechos. Francisco se siente estimulado por estos intelectuales, que lo mantienen al tanto de los progresos de la técnica y de las últimas ideas que circulan por las fronteras del Imperio. La Sociedad de Amigos del País ha calado profundo en Francisco que se siente responsable de ser un hombre de avanzada y actúa como tal en cada momento.


El gran salto al futuro de Francisco de Zayas fue el puerto de Gibara. El alumbrado público, el matadero, la reparación de iglesias o el camposanto fueron cuestiones pueblerinas al lado de la concepción de abrir un puerto para la jurisdicción. Desde el mundo de hoy, donde la comunicación lo es todo no se puede apreciar la grandeza de la hazaña con toda claridad. Pocas costas cubanas tienen bahías a propósito para la navegación como la del norte de Oriente. El primer europeo que visitó estos lugares, Cristóbal Colón, se asombró y dejó constancia de las muchas entradas de mar. Luego hay un extraño silencio en torno a la habilitación de un puerto. Es que todas estas costas estaban habilitadas permanentemente para el comercio de contrabando. Los holguineros desde el siglo XVIII solicitaron un título para la población, un ayuntamiento y un escudo, pero se guardaba hermético y cómplice silencio cuando miraban las extensas y desamparadas costas de la jurisdicción.

Don Francisco no iba con las amenazas del funcionario perdonavidas a crear un puerto para detener el contrabando. La idea y el cálculo era otro. El era el primero en comprender que el comercio de rescate había tenido su momento, ahora ya era asunto de pacotillas. Las vegas del tabaco que se multiplicaban, los trapiches que alcanzaban dimensiones de ingenios solicitaban un comercio seguro, mesurado, sin sobresalto de otear el horizonte por la amenaza de la llegada de un guardacostas del rey mientras se hacia la transacción con contrabandistas ingleses o franceses.


El nuevo puerto devino en el proyecto de los terratenientes y vegueros criollos. Francisco escogió a Gibara, una bahía situada a poco más de 30 Kilómetros de la ciudad de Holguín. El primer trabajo fue un fortín para la defensa contra los corsarios que las guerras de independencia de América habían lanzado al Caribe. Este era un buen pretexto que con gusto aceptarían las autoridades superiores, interesadas en defender su colonia. En torno al fortín no tardaría en surgir un puerto. Se situó en la bahía de más fácil acceso desde Holguín, aunque fuera menos profunda y de menos condiciones para el atraque de buques. El destino de Gibara sería el de un simple antepuerto en los proyectos originales de los terratenientes criollos, cuyo impulso se personificaba en la decisión y la iniciativa del Teniente Gobernador.

El 8 de julio de 1816, Francisco, que ya es Teniente Gobernador, le remite el proyecto de construir un batería en la bahía de Gibara al Jefe del Departamento Oriental. Este a su vez lo eleva de inmediato al Capitán General, quien el 2 de septiembre de ese año lo aprueba. Apenas llega a oídos de Zayas tan grata noticia se entrega por entero a la nueva obra. No le cuesta mucho convencer al ayuntamiento, también interesado en el proyecto. El propietario de los terrenos donde se levantaría la futura fortaleza convencido o presionado donó sus derechos para la obra militar.

A falta de dinero promueve una colecta. Por fin el 16 de enero de 1817 se inicia la construcción de la fortaleza. Francisco, que sabe que esta haciendo historia para los libros de texto, hace levantar acta de ceremonia previa al inicio de la construcción de la batería con misa, cohetes y banquetes. Los buques anclados en la bahía disparan sus piezas. Esta presencia cotidiana de barcos mercantes en la bahía desembarcando a remos de botes sus mercancías, a la expectativa de la aparición de cualquier barco corsario o pirata, demostraba la necesidad del puerto.


A diferencia de otras obras militares que extendían su construcción por décadas esta batería quedó construida en apenas 1 año y 4 meses. El 2 de junio de 1818 ya estaba concluida la obra. Se le bautizó con el nombre de Fernando VII. Zayas se ocupa de inmediato en gestionar que se establezca allí una guarnición. A falta de cañones hace trasladar e instala algunas pequeñas piezas capturadas a buques corsarios y piratas o rescatadas de embarcaciones hispanas naufragadas.

Muy pronto en torno a la fortificación comenzó a surgir un pequeño poblado. Para mantener el orden interno Francisco promovió la designación de un oficial de la batería para que se encargara de tan espinosa situación. Luego Zayas gestionaron la aprobación de un ayuntamiento para la localidad, suprimido poco después el abolirse la constitución por Fernando VII.

Francisco de Zayas contrajo matrimonio con Maria Josefa Cantero con la que tuvo un hijo. A su muerte contrajo matrimonio con Josefa Cardet y Cruz con la que tenía relaciones maritales y 5 hijos, a los cuales reconoció.

En 1833 Francisco cesa en sus funciones de Teniente Gobernador. El 11 de mayo de 1837 falleció en Holguín. Su cuerpo descansa en el campo santo de la localidad.

La obra de Francisco de Zayas adquiere singular relieve en la historia del Oriente de Cuba. Gibara se convirtió en poco tiempo en uno de los puertos más importantes de Cuba. En torno a él creció una importante zona de cultivos poblada fundamentalmente por canarios y criollos. Cada una de sus obras juzgándolo en su tiempo es un intento de desarrollar esta apartada comarca cubana. Aunque lleva en su seno las contradicciones de la sociedad colonial. Zayas fue un impulsor del incremento de la esclavitud, solicitud común de la burguesía criolla como factor indispensable para el progreso, según lo entendía en esos momentos. Los esclavos que traslado a esta comarca tenían una visión muy diferente sobre él que los terratenientes holguineros. Para los primeros fue un depredador para los segundo un benefactor.

En esencia, con sus contradicciones y grandezas, Zayas simboliza en cierta forma simboliza un intento criollo de buscar soluciones a los problemas de la colonia dentro de los marcos del imperio.


El fracaso y el éxito se resume en Gibara, que devino en puerto internacional del comercio por la iniciativa de Zayas. Pero, los mercaderes hispanos acabaron por desplazar a los criollos y el puerto se convirtió en centro del más acérrimo españolismo.

Parece simbólico que unos de sus nietos, Julio Grave de Peralta, se convirtió en el líder máximo de la primera guerra independentista cubana en la jurisdicción holguinera.

Cuando los insurrectos pusieron sitio a la guarnición española de Holguín en los primeros meses de guerra, Julio no dudó en incendiar las propiedades de su abuela, la viuda de Francisco, cuando se hizo necesario intentar propagar desde esa casa a la ocupada por los españoles el fuego, pues los revolucionarios carecían de artillería y fusiles para capturarla de otra forma. Tal parecía que la obra y la memoria de Francisco se convertía en volutas de humo que desaparecían en el cielo por tanto amó.


En ocasiones la historia guarda sorpresas no siempre palpables a la primera mirada. Después del 98, cuando las grandes compañías estadounidenses comenzaron a penetrar en Cuba, castrando toda posibilidad de desarrollo a largo plazo, aquel pequeño puerto de Gibara arruinado y empobrecido, y sus zonas de cultivos de pequeños campesinos nietos e hijos de canarios soportó las andanadas de esos trust azucareros y devino refugio seguro para la nacionalidad cubana amenazada de disolverse en la cultura anglosajona. De cierta forma era una victoria de Francisco de Zayas.
BIBLIOGRAFIA


Ávila y del Monte, Diego; Memorias Sobre el Origen del Hato de San Isidoro de Holguín, continuada hasta nuestros días por José Maria Heredia Holguín 1926.
Abreu Cardet, José y Sintes Gómez, Elia; Apuntes biográficos de Francisco de Zayas (inéditos).
García Castañeda, José A.; Francisco de Zayas (en Boletín Histórico de Municipio de Holguín. Segunda Época, 5 años. Mayo de 1955, p g. 2.
La Municipalidad de Holguinera: su creación y desenvolvimiento hasta 1779. Editorial El Arte, Manzanillo, 1949.
Novoa Betancourt, José y Gálvez Camacho, Gisela; La conspiración antiesclavista en 1812.Ediciones Holguín, 1993.

La casa larga del Manco Rondán

Por Angel Quintana Bermúdez.

Los túneles secretos, llenos de leyenda, amores prohibidos y horror, son una constante en las tres edificaciones propiedad de Francisco Rondán Rodríguez, conocido por el Manco de Rondán, el más acaudalado vecino de la región holguinera de mediados del siglo XIX.

El Manco Rondán

Como La Periquera es la más conocida de esas construcciones, en la presente crónica me referiré a La Casa Larga, la cual, conjuntamente con la Azotea, se levantaban en el poblado de Auras, nombrado hoy Floro Pérez, en homenaje a ese combatiente asesinado por la dictadura de Gerardo Machado.

Rondán mandó a construir La Casa Larga a mediados del 1800 y, según un viejo residente en ese poblado, del municipio de Gibara, el constructor de este misterioso edificio fue José Manuel Capoto, quien además, trabajó en la edificación de la iglesia del otrora Auras.

Al decir de muchos el mando Rondán amasó su cuantiosa fortuna con turbulentos negocios, que iban, desde el tráfico de esclavos, hasta el asesinato de huéspedes adinerados del mesón de su propiedad ubicado en la referida Casa Larga. Se afirma también que los cuerpos de estas víctimas eran arrojados en los túneles que partían de la tenebrosa hostería.

Sobre los trajines del Manco de Auras como traficante de seres humanos, dice un documento redactado por investigadores holguineros y el cual se encuentra en el Archivo Provincial de Historia:
"...viene del viejo continente a Cuba en busca de fortuna, que no logra con el esfuerzo de su trabajo, sino con la trata y el contrabando inhumano de negros esclavos, en la época de 1824 a 1830, en la nación puertorriqueña y en la localidad de Gibara, fundamentalmente..."
En uno de estos negocios -se asegura, incluso por uno de sus familiares- Rodán Rodríguez perdió un brazo cuando se entroncó en una trifulca. De ahí el mote que cargó por el resto de sus días.

En marzo de 1989 entrevisté en Floro Pérez a la octogenaria Claudina González, quien testimonió que era hija de un carpintero, Diego, nacido en 1863 y vivió 83 años. Dijo Claudina en esa oportunidad:  "Mi padre me contaba que el manco Rondán tenía un mesón o posada en La Casa Larga, donde solían hospedarse viajantes y vaqueros cuando estos trasladaban ganado. En complicidad con un barbero que en esa instalación prestaba servicio, degollaban a estos negociantes y arrojaban sus cuerpos a los túneles de esa misteriosa hostería. Todos en Auras decían que en esos pasadizos había oro enterrado, pero, qué dinero podía tener Rondán allí, si ya podrido en dinero se marchó para Holguín y se lo llevó todo para construir La Periquera".

_ Los años van borrado la memoria y dejas pocas huellas del tiempo pasado_ dijo otro anciano, quien cariñosamente me franqueó la entrada a su humilde vivienda cuando conoció mi propósito. Se trataba de Maximino Chacón Rodríguez, de 82 años de edad, hijo de Eugenio, soldado mambí a quien le escuchó muchos relatos que trataba de ordenar sacudiendo el polvo del tiempo.
"En La Casa Larga almacenaba mercancía que traía del puerto de Gibara para comerciar en la zona... Al manco Rondán le imputan muchos crímenes. Recuerdo que desde niño yo escuchaba con frecuencia un dicho que soltaban a quien cometía una vileza: "Eres igual que el mando Rondán". En el exterior de esa inmensa casa, la cual ocupaba toda una cuadra, existían unos bancos raros, con unos espaldares altos, como muros, y las personas que se sentaban en ellos apenas podían ver y escuchar a quienes en el otro lado se encontraban..."
La voracidad e indolencia acabó con esta edificación, la cual fue demolida y los tablones de cedro del techo terminaron en mueles domésticos. Se perdió así un edificio de gran valor cultural y económico, pues bien pudo ser explotado, con sus leyendas y todo, en el desarrollo turístico de la nación.

En el periplo efectuado por las calles principal y secundarias en varias casas de Floro Pérez, recogimos innumerables testimonios sobre tan famosa casa colonial. En el hogar de quien en esa oportunidad nos sirvió de guía, el desaparecido y popular Yeyo Pirey, su amable esposa nos aseguró que dentro de La Casa Larga había un pozo en la parte habitada por Dulce Alvarez, y que ella tapaba con una mesa, por temor a que sus muchachos se cayeran por el abismo. Algunos decían que por mucho que trataron de cegarlo nunca lo lograron.
"Cuando fueron a fabricar mi casa y escarbaban para hacer los cimientos las barretas se iban muy profundo y desaparecían. Yo les decía a mis hijos -No sigan que se van a ir para allá abajo-. Yo vivo del lado opuesto a La Casa Larga y mi padre me contaba la perversidad del Manco"
Quien así se expresaba era Eloisa Santiesteban con quien conversamos aquella lejana tarde en la unidad de víveres La Estrellita, luego también conversamos con Ramón Concepción y Didiel Serrano, quienes me hicieron valiosas referencias sobre el tema. Otro vecino, Luis Nogueira nos dijo que de chico vio en La Casa Larga unas argollas pegadas a las paredes. Seguramente para confinar a los esclavos.

Esa mañana también visitamos la fábrica de tabacos unicada en la que fuera el edificio La Azotea, otra de las misteriosas casonas de Rondán y hasta donde se dice que llegaba la red de túneles que partían de La Casa Larga. Allí los tabaqueros contaron también de las andanzas del manco de Auras y su afición macabra de obtener ganancia a toda costa, testimonios que se han pasado de forma oral, generación tras generación.

Pero, no todos hablan de la mala reputación de Francisco Rondán y Rodríguez, pues su amigo, el periodista Antonio José Nápoles Fajardo, hermano de El Cucalambé, editó un libro en 1869, "El sitio de Holguín" en el que dice de Rondán "Este Sr, natural de Málaga, vio la luz cinco años antes de que terminara el siglo anterior (1795); dedicado a la marina mercante, vino a la Isla por primera vez en el año 1824 y siguió su profesión, al mando de algunos buques que viajaban desde Europa a toda América"


Retrato del Manco Rondán aparecido en el libro publicado por el hermano de El Cucalambé.

Lamentando las perdidas de Rondán por el ataque mambí a La Periquera, escribe más adelante Nápoles en el libro de marras: "En cuanto al anciano Rondán que entonces tenía 73 años cumplidos y a quien abrazó públicamente en la Plaza de Armas de Holguín el Sr. Teniente Gobernados proclamándole el alma de la defensa. Esta es la hora que no ha recibido de parte de nadie ni las gracias por su denuedo, sacrificio, abnegación y patriotismo. Rondán, conocido en toda la Isla con el apodo del Manco de Auras, tendría hoy cuatro veces más capital cuya mitad, ha perdido en la revolución, por su carácter desprendido y favorecedor..."

Para Cesáreo Fidalgo, fotógrafo jubilado, quien residió de niño en La Casa Larga, la famosa casona es algo así como parte de un cuento de castillos encantados que grabó en su lejana infancia y que la senilitud no ha podido borrar de su menta.

"Yo viví con mis padres en esa casa la cual fue mansión señorial del Manco. El distintas épocas allí hubo posada, barbería, panadería, tabaquería, cuartel español y del ejército batistiano y hasta se instaló el primer cine silente de Auras. De uno de sus pozos se extrajeron muchas armas antiguas. Yo recuerdo los bancos dobles de espaldares altos. Constituían una maravilla para los novios de esa época, pues en esos espaldares se estrellaba la indiscreción. Cuando desmantelaron el viejo horno de la panadería, una lluvia de monedas de oro cayó sobre los demoledores. ¡Figúrate lo que se formó! Mi padre también cogió "cajita".
Sí, el pueblo, guardó estas historias en su memoria, relatos que conforman la fisonomía cultural de nuestra nacionalidad, lo demás, la verdad pura sobre los misteriosos túneles, quedará para lo arqueólogos que quieran adentrarse en su existencia, si es que los hubo.

31 de mayo de 2010

El sitio de La Periquera, un documento muy singular

Por José Abreu Cardet

El 14 de octubre de 1868, los holguineros se sublevaron contra el dominio español. En pocos días se apoderaron de los campos de la jurisdicción. El 30 de octubre, atacaron infructuosamente la ciudad de Holguín. El 17 de noviembre, penetraron de nuevo en las calles holguineras.

La guarnición enemiga se refugió en tres lugares. La manzana donde está situado el edificio, conocido hoy como, La Periquera, la iglesia San José y el Hospital Militar. Los revolucionarios capturaron la iglesia y sometieron a un sitio a las demás fortificaciones. El 6 de diciembre, se vieron obligados a retirarse de la ciudad, pues ese día llegó, procedente de Gibara, una poderosa columna bajo las órdenes del oficial español Méndez Benegasi. A esta tropa por falta de armas y parque, era imposible enfrentarse. Casi toda la población holguinera acompañó a los mambises en su retirada. En la ciudad quedaron tan solo un reducido grupo de vecinos fieles a España y la guarnición militar. Los cubanos situaron en las inmediaciones de Holguín varias compañías y sometieron a la ciudad a un estricto bloqueo. La columna española, bajo el mando de Méndez Benegasi, marchó a Gibara en busca de provisiones. Los mambises situados en los alrededores de ese puerto le impidieron retornar de inmediato, como eran sus planes.



Francisco Rondán (El Manco), constructor y primer dueño de la casa Rondán, La Periquera

La situación de los sitiados en Holguín llegó a ser verdaderamente desesperada, pues los mambises retiraron todo el ganado de los alrededores de la población y destruyeron los sembrados que no pudieron recoger y transportar. El gobernador holguinero estaba ante una situación muy comprometida, pues temía, si enviaba una columna a los campos inmediatos en busca de vituallas, que esta fuera derrotada y la responsabilidad cayera sobre él. Queriendo salvar su competencia convocó a una reunión a la junta de Armamento y Defensa y a los jefes y oficiales del ejército, voluntarios y bomberos. La junta de Armamento y Defensa estaba integrada por un grupo de prominentes integristas. En la reunión les explicó lo comprometido de la situación. Se decidió que era indispensable salir en busca de vituallas, pero para esto todos los presentes suscribieron un documento donde se explicaba la situación y se extendió el acta siguiente:

En la ciudad de San Isidro de Holguín a los once días del mes de Enero de mil ochocientos sesenta y nueve, se reunieron previa citación, en la casa morada del Sr. D. Francisco Rondan, el Sr. comandante de Infantería D. Francisco de Camps, teniente Gobernador y comandante militar de esta ciudad, los señores de la Junta de Armamento y Defensa, los oficiales de ejército y de voluntarios y bomberos; (aquí siguen los nombres).—El Sr. teniente Gobernador como presidente de esta junta, expuso: que sin embargo de que á la salida de la columna mandada por el digno jefe D. Francisco Benegasi, hizo cuanto le fue posible para dejar abastecida ésta ciudad de carnes y demás comestibles, y para todos los puntos fortificados y demás vecindario, ha llegado el caso de que no obstante la economía observada en la distribución de raciones, no se cuenta con más recursos para atender al sustento de la fuerza que guarnece todos los puntos fortificados y el vecindario, que con una escasa proporción para el día hoy, por lo que se hace caso fortuito, tratar del modo de abastecer la plaza por algunos días, hasta ver si llega la columna del Sr. Benegasi; pero como para ésta clase de operaciones hay que salir necesariamente al campo, ocupado por los enemigos, y puede presentarse un lance cuyos resultados no se puedan preveer; y siendo el principal objeto del Gobierno sostenerse en ésta ciudad, para salvar la responsabilidad de los acontecimientos, puesto que habrá de debilitarse la fuerza de todos los puntos fortificados para reunir una columna que proteja la operación de buscar comestibles, ha dispuesto ésta reunión general, para que enterados todos los señores presentes, de todo lo expuesto, disponga si consideran de necesidad absoluta, que salga fuerza armada en busca de provisiones de boca a los campos inmediatos; a lo que contestaron unánimemente todos los señores presentes, que consideraban de absoluta necesidad salir a buscar comestibles, so pena de morir todos de hambre. En su consecuencia dispuso el Sr. Teniente gobernador que desde luego se organizase una columna que saliera con el indicado objeto, con instrucciones convenientes, y entre ellas, que para seguridad de las propiedades se tomase nota del hierro y señal de las reses que se recogieran, con el nombre de sus dueños. Con lo cual se dio por terminado el acto, y firmó el Sr. Teniente Gobernador con los demás señores presentes para su debida constancia.—Francisco de Camps.—Francisco Rondan.—Gregorio F. de la Vega.—Vicente Moyua.—José Dominicis.—Joaquín Martínez.—Juan de Gerona.—Manuel Gómez.—Ramón Iglesias.—Lino Granadas.—Eugenio Arizmendi.—Francisco Puente.—Vicente Miralles.—Rafael Palma.—José Martínez.—Narciso Falcó.—Eduardo Alcubilla.—Belisario Álvarez.—Juan del Rosal.—Vicente Guilemi.—Andrés García.—Luciano Martínez López.—José García.—Salvador de Fuentes.—Dionisio Pérez.—Manuel Nates Bolívar.—Ante mí, Manuel Misfut ”.
La columna española salió de la ciudad. Los mambises, aunque la hostigaron, no contaban con armas para derrotarla ni impedirle su misión. Por lo que pudo regresar a Holguín con ganado y viandas que logró tomar en las fincas de la zona. El documento que reproducimos quedó como una evidencia de lo difícil de la situación de los colonialistas. Además es una muestra indudable de lo efectivo del bloqueo cubano. En la medida en que llegaron nuevas fuerzas, muy superiores en número y armas, los mambises tuvieron que ir abandonando los campos cercanos a Holguín. Al parecer este es el único documento para justificar una incursión militar firmado tanto por militares como civiles en las guerras de independencia de Cuba.

Bibliografía

Francisco de Camps y Feliu Españoles e Insurrectos. Establecimiento Tipográfico de A. Álvarez y Compañía. La Habana. 1894

José Martí en tierras de Holguín


Por María Julia Guerra 

Desde nuestras tierras, José Martí le escribe a Carmen Miyares: Altagracia, Holguín, 9 de mayo de 1895.

"A reserva de más larga carta, que pronto podré escribirles desde Manzanillo, ansioso ya, con más premura que las de las leguas continuas y los sucesos, de poder guiarlos conforme a un plan rápido y general, les pongo estas líneas ya en tierras de Holguín, tan nuestras como cuanto he visto, y con 500 hombres armados, oyendo hablar al fervoroso Miró y al abnegado Rafael Manduley, brillante e impetuoso en Holguín.
Y, más adelante:

"100 hombres apiñados respiran en el casuco donde escribo, con la vela en un jarro. He de acabar. Gran cariño he encontrado en Holguín de gente toda blanca, que lee y escribe, marcial".
Martí y Gómez, había llegada hasta aquí guiados por un mayaricero y acompañados por Teodosio Rodríguez y sus hijos Teodosio, José y José Francisco, quienes d’ias antes, junto con Manuel Sartorio, habían ido al encuentro de ellos.

Para alcanzarlos en el camino, Miró Argenter envió a Francisco Díaz (Pancho), quien es práctico de ríos. A poco, en Altagracia, Martí conoce personalmente a José Miró Argenter, Rafael Manduley del Río, Jaime Mu;oz, José González, Bartolomé Rosabal, Pablo García, Rafael Ramírez, Juan Oro, Augusto Feria, Teodorico Torres, Nolasco Peña, Rafael Peña, Luis Jerez, Inocencio Sosa, Rafael Rodríguez y Plutarco Artigas con su hijo Pedro.

Gómez le pide a Miró que le proporcione a un hombre que para que les ayude a copiar circulares, ordenes, cartas y otros documentos. Desde ese mismo instante Augusto de Feria Sívori quedaría al lado de Martí, como un secretario.

La casucha de la que habla Martí en su carta es la vivienda del matrimonio formado por Agustín Cabrera y Paula Pérez, donde duermen, junto a él todos los holguineros, para, al otro día, el 10, cruzar el Cauto y acampar en La Travesía. Ese día, “-En lluvias, jarros de café, y plática de Holguín y Jiguaní llega la noche.”

El propio Martí nos dice que el día 11 Miró regresa a Holguín con su gente; pero allí se quedaría Plutarco Artigas Manduley, a servirle también de amanuense, y su hijo Pedro de escolta.

LOS DOS SECRETARIOS DE MARTÍ

Los holguineros Augusto de Feria Sívori y Plutarco Artigas Manduley les sirvieron de secretarios y ayudantes a Martí hasta el mismo día de la caída de éste en combate en Dos Ríos.

En su Diario, Martí, nos refiere que el día 13, en el campamento de la Jatía hablan de las tres Altagracia; que le buscan “hojas de zarza o de tomate, para untarlas de sebo, sobre los nacidos” y que a la jáquima que le ha traído Bellito, Artigas le saca flecos.

Dos días más tarde, el 15, nos dice: “Artiga, al acostarnos pone grasa de puerco sin sal sobre una hoja de tomate, y me cubre la boca del nacido.”

Eduardo Noa Toranzo, sobrino político de Plutarco, en carta dirigida a Alfredo T. Quilez, director de la revista Carteles y con fecha 3 de febrero de 1941, refiere que Plutarco contó que Martí, al ver las fuerzas de Holguín le preguntó al General Gómez “si no tenían algún pendolista, contestándole el General: ‘De Holguín tengo a Augusto de Feria que es mi ayudante, pero aquí tiene al viejo Artigas que ha sido oficinista y creo que puede servirle’. Y entonces se lo presentó. Igualmente manifiesta que el 19 de mayo, antes de Martí partir al combate fatal había estado dictándole a Plutarco Artigas Manduley unas cuartillas para un proyecto de constitución del Gobierno Revolucionario.

En tanto, Martí, en la última página de su Diario, escrita el 17 de mayo, dice: “Gómez sale, con los 40 caballos, a molestar el convoy de Bayamo. Me quedo, escribiendo con Garriga y Feria, que copian las Instrucciones Generales a los jefes y oficiales.-“

DE PLUTARCO Y AUGUSTO

Plutarco era miembro de una influyente familia holguinera, la Artigas Manduley, y había heredado la finca Santa Cruz, de tierras fértiles al sureste de Holguín. Estaba casado con Soledad Toranzo Pupo con quien tuvo a Pedro, Úrsula, José Antonio, Maximiliano, José, Angelina, José, Conrado, María y Eudaldo. En plena contienda, en 1898, nació Mercedes, la hija menor.

El 2 de mayo de 1895, Rafael Manduley del Río, en compañía de Francisco González Castellanos, llega a Santa Cruz; va a incorporarse a las huestes insurrectas. Contacta con su primo Plutarco y éste decide que irán en busca de Miró Argenter que se encuentra con una fuerza holguinera en Tacámara. También irá su hijo Pedro. El día 3 de mayo se incorporan a las tropas de Miró.

Después de el aciago hecho de Dos Ríos, Plutarco dejó la tropa de Gómez y Pedro se incorporó al Regimiento José Martí, creado por Miró Argente con holguineros, y en el que estaban varios de los que estuvieron en Altagracia.

El 17 de julio de 1895, con el grado de Capitán, se nombra a Plutarco Artigas Manduley Prefecto de Santa Cruz Así se desempeñó hasta diciembre de ese año, cuando se hizo imposible sostener la Prefactura con seguridad, y es pasado a desempeñar igual cargo en San Francisco, a donde lo sigue toda la familia. En julio de 1896 es trasladado a Tacámara, lugar en que estuvo hasta octubre de 1897 cuando, con el grado de Comandante, es nombrado Teniente Gobernador de Las Tunas, Aquí terminó la guerra.

"Alto y bueno, del pueblo, cajista y de letra", así vió y describió Martí a Augusto de Feria Sívori, un joven de sólo 20 años, descendiente de una familia de patriotas, que había aprendido el oficio de tipógrafo en La Doctrina, El Cayajabo, El Holguinero y El Eco de Holguín.

Augusto se encontraba en el campamento el fatídico 19 de mayo. Se disponían a siestar cuando llega el Teniente Álvarez a toda carrera "con la noticia de que se escuchaban disparos en dirección a Dos Ríos. La orden del General en Jefe no se hizo esperar: !A caballo". Las fuerzas cubanas salieron a batirse. En tanto Gómez le ordena que comunique a Masó el mandato de retirada. Serían aproximadamente la 1 y 30 de la tarde, tres disparos, dos de ellos mortales, segaron la vida del alma de la Revolución.

Desde ese momento Augusto pasa a ser también ayudante del General Máximo Gómez. Le sigue a llevar la guerra a Camagüey y Las Villas.

El Plan de Invasión queda dispuesto el 29 de noviembre de 1895, dividiéndose en dos columnas: una por el Sur, por la cordillera de Trinidad, la manda el Brigadier Quintín Bandera; la otra, en la que van Gómez y Maceo, se movería por el Norte, y si fuera necesario por el Centro y Sur.

Ese mismo día, en el camino de Iguará a Sancti Spíritus, es batida una columna enemiga por la columna de Gómez y Maceo, pero los cubanos tienen 33 heridos y 8 muertos. Augusto de Feria en esta ocasión saldría ileso.

La suerte no le es igual en Mal Tiempo, el 15 de diciembre, en la cruenta y victoriosa batalla Augusto sería herido. Luego se destacaría en la batalla de Saratoga, del 9 al 11 de junio de 1896. Seguiría al lado del General en Jefe durante toda la campaña de 1896.

El día 18 de enero de 1897, estando acampados en Manacas de Jobosí, el capitán ayudante Augusto de Feria pide se le pase a Occidente, lo cual se le concede. Terminó la guerra con el grado de Comandante en el Cuartel del Departamento Occidental.


COMO AQUEL 19 DE MAYO

El mismo respeto, cariño y lealtad que le profesaron Augusto de Feria y Plutarco Artigas, sus ayudantes-secretarios, Pedro, el hijo de Plutarco, Teodosio Rodríguez y sus v’astagos: Teodosio, José y José Francisco, holguineros que estaban junto a él cuando partió a pelear por Cuba y a caer de cara al sol, le tributan hoy todas las generaciones de estas tierras holguineras.


El sitio de La Periquera

Durante el ataque de los mambises del 29 al 30 de octubre de 1868 al almacén de Rondán, la mayor parte de los defensores eran Voluntarios los que, como dijimos anteriormente, usaban uniformes de color rojo. Los regulares tenían, en algunos casos, cintas amarillas y rojas, representando la bandera española.


Existe una versión popular del origen del nombre de "La Periquera" por el cual se le conoció, a partir del Sitio de Holguín, a la Casa de Rondán, y es la que sigue: Los mambises, al enfrentarse a aquella estructura imponente, todo lo que veían, de vez en cuando, era a un Voluntario asomarse por un momento en una ventana y alguna que otra vez, a un regular hacer lo mismo para dispararles. Con la chispa y humor del cubano, pronto alguien gritó: "¡Salgan de la jaula, pericos!" , aludiendo al colorido de sus uniformes. Otra versión, quizá más acertada, aparece en el serio libro: Memoria sobre el origen del hato de San Isidoro de Holguín , de D. Diego de Ávila y Delmonte, obra inédita de la época, que fue continuada por José María Heredia, cuya segunda edición aparece publicada en Holguín en 1926, p. 186. Dice textualmente:

"Ya el 21 de noviembre el sitio fue completo, y fue incendiada la casa de Nates, y al siguiente les tocó su turno a las casas de comercio de Casiano Labusta y Francisco Pérez Fernández, hechos que llenan de pánico al vecindario. El 24 del mismo mes se inició un parlamento entre Peralta y el Teniente Gobernador D. Francisco Camps y Feliú a las ocho de la mañana y que duró algunos días y sin que se llegara a un acuerdo, pues no fue más que un ardid para ganar tiempo para el atrincheramiento de los españoles en la casa de Rondán, donde se concentraron, motivo por el que desde entonces se llama La Periquera".

Cualquiera que fuese la causa para bautizarle "La Periquera" tuvo gran éxito. Desde entonces, hasta nuestros días, al almacén de Rondán a través de su proceso de transfiguración; primero como Casa de Gobierno y a la postre convertido en Museo, se le ha conocido y se le sigue conociendo como “La Periquera”.

El ataque del 30 de octubre de 1868 fracasó en poco tiempo. Amadeo Manuit y el General Julio Grave de Peralta retiraron sus fuerzas, las organizaron, las entrenaron mejor y las equiparon lo mejor que pudieron; y con nuevos bríos, más organizados y dispuestos a pelear hasta el fin, atacaron de nuevo el 17 de noviembre. La batalla fue feroz. Lograron entrar en la ciudad y tomar la mayor parte de ella, incluyendo la iglesia donde se defendían las fuerzas de Camps. Entretuvieron a las tropas de la Casa de Gobierno y dirigieron su ataque principal a “La Periquera”, pero ésta resistió la tremenda y sostenida embestida. Ante semejante estructura, Manuit y Grave de Peralta cañonearon con los cuatro cañones que disponían. Uno de los cañones estaba emplazado en la cercana casa de Grave de Peralta; en total, los cuatro cañones disparáronle 180 cañonazos a “La Periquera” sin lograr su cometido de abrir una brecha.

Los mambises utilizaron también en el Sitio de Holguín, un cañón de madera que fabricó Marcelino Carranza de una madera llamada "yaba" que se acostumbraba usar para la fabricación de carretas, oficio al que se dedicaba Carranza. Era un cajón de 2 varas de longitud y 18 pulgadas de diámetro; de figura cilíndrica y reforzado por unos zunchos de hierro y otros de cuero. Lo trajeron en una carreta. Las balas eran hechas de hierro forjado a martillo y pesaban unas 15 ó 20 libras. Sólo pudo hacer 3 disparos (por razones obvias). Al tercer disparo, explotó y quedaron heridos 2 de los "artilleros".

El 24 de noviembre comenzó la conferencia antes mencionada entre Manuit y de Camps, que resultó solamente un ardid español para ganar tiempo. El día de Santa Bárbara, en celebración por su día, dispararon los mambises 89 cañonazos a “La Periquera” que no ocasionaron ni el más mínimo daño, a lo que decía el septuagenario Rondán: "Tiren... tiren, ¡qué no se cae!"


Grave de Peralta hizo que sus hombres lanzaran cientos de piedras y palos incendiarios, con el propósito de tratar de provocar un incendio dentro de “La Periquera”, pero no tuvieron éxito en ello. En sus feroces acometidas las fuerzas libertadoras dispararon un estimado de 40 mil proyectiles. Todo sin éxito. “La Periquera” resistió. Pasaron los días y el 6 de diciembre de 1868, cuando se supo que los españoles habían desembarcado refuerzos en Gibara y que se dirigían hacia Holguín, Marcano y el General Julio Grave de Peralta no tuvieron más remedio que ordenar la retirada sin haber podido conquistar “La Periquera”.

Holguín fue atacado con posterioridad, en 1872, por tropas mambisas al mando del Mayor General Calixto García e Íñiguez y del Generalísimo Máximo Gómez y Báez.

Patio interior de La Periquera

“La Periquera” está situada en la calle Frexes nº 198 entre Libertad y Maceo. Al frente se divisa la antigua Plaza de Armas (también llamada por un tiempo Plaza de Isabel II), hoy parque Calixto García. Después del Sitio de Holguín, Francisco Rondán calculó el costo de los daños a su casa en unos 12 mil pesos oro que reclamó al gobierno español. Pero al marcharse sus hijos, viejo y agotado, decidió retirarse con su esposa a vivir a Gibara. El gobierno colonial asumió entonces la tarea de reconstruir la casona, y por 102 pesos mensuales alquiló de Rondán el ala izquierda de los altos para la sede de la Casa de Gobierno. Permaneció largo tiempo como Casa de Gobierno y fue epicentro de diversos eventos históricos en esa ciudad.

El catalán y el mambí

Por José Abreu Cardet

 La guerra de 1868 se desarrolló con extrema crueldad. Pero, en sus inicios, ocurrió un olvidado acontecimiento al que queremos referirnos en este breve artículo. Francisco de Camps y Feliú, comandante de infantería del ejército español y gobernador de Holguín, no fue un hombre que se destacó por una actitud arrogante y despreciativa hacia los cubanos. Su esposa era cubana y el mismo pertenecía a una región, Cataluña, que sufría el yugo imperial. Quizás esos son factores que influyeron en su forma de actuar hacia los cubanos. En general se había ganado el aprecio de los holguineros.

Al estallar la guerra, y los mambises ocupar casi todo el territorio de la jurisdicción, Camps y Feliú concentró el grueso de su fuerza en la manzana donde se encuentra el edificio conocido hoy como, La Periquera. Los revolucionarios le pusieron sitio a esa manzana desde el 17 de noviembre.


Durante el sitio se realizó una tregua donde ambos bandos conferenciaron. Los cubanos negociaban la rendición de los españoles. Estos últimos al parecer se mostraban bastante propensos a llegar a un trato, pero al final esto no resultó.

Durante la tregua Julio Grave de Peralta uno de los líderes de los sitiadores tuvo un gesto de caballerosidad con Camps. Como en la manzana fortificada se encontraban una cantidad de mujeres le regaló una vaca para que pudieran comer carne y le escribió una nota caballerosa y respetuosa que el propio Camps se encargó de reproducir años después cuando publicó su libro Españoles e Insurrectos.

“Sr. Don D. de C. Y F. —Holguín, 22 de Noviembre de 1868. —Muy Sr. mío: La resistencia opuesta por usted, ya debe cesar. Ha cumplido usted como valiente militar, y ya debe pensar en salvar la vida de las personas débiles encerradas en esa casa, que no podrá defenderse de un asalto combinado. Diríjome a su gran corazón en nombre de la humanidad.” “He ordenado que se le facilite a usted una vaca para que esas señoras coman carne fresca. —Patria y Libertad. —Julio Grave de Peralta.”

En su libro de recuerdo anotó Camps refriéndose a el en tercera persona que: El comandante militar no contestó; pero le dio las gracias personalmente en la Plaza de Armas, evitando que Peralta le diera un abrazo, diciéndole: —“Los generales no se abrazan cuando parlamentan, se harían sospechosos.” Peralta comprendió la advertencia y se contuvo; hablaron después y ambos se retiraron. (1)

Julio Grave de Peralta quien se convertiría en el líder de la insurrección lo había tratado. Incluso en su diario personal anotó que durante la tregua: “…tuve la oportunidad de hablar extensamente con el Teniente Gobernador Señor Francisco Camps persona bastante simpática y caballero y digna de aprecio por todo aquel que tuvo el placer de tratarlo y su amabilidad era muy popular” (2) Una olvidada historia de caballerosidad entre dos hombres que combatieron con valor en bandos
contrarios pero mantuvieron un respeto que no es muy frecuente en una guerra.

Notas

1— Francisco de Camps y Feliu Españoles e Insurrectos. Establecimiento Tipográfico de A. Álvarez y Compañía. La Habana. 1894

2—Constantino Pupo y Aguilera, Patriotas Holguineros, Holguín, 1956, pp. 25, 26

                



Holguín desde las alturas.

Por: Amaury Betancourt.

En un helicóptero subió Amaury Betancourt y desde esa altura, que es mínima y no colosal, muestra este Holguín nuestro de cada minuto, al que sin embargo, no conociamos hasta su "heroicidad".

Intercepción dela carretera hacia Cacocum y Bayamo con la Circunvalación.

Edificios de 18 plantas (nuestras Torres Gemelas)


Terminal de Ferrocarril Central.

El Teatro Suñol (antiguo Infante) desde el cielo cercano.

Allá abajo el Parque de Las Flores. (Con claridad se distingue la Catedral San Isidoro y la Glorieta Albanés)

Reparto La Quinta

Rotonda Gonzalez Valdés en la cima de la Loma de la Cruz


Plaza donde descanzan los restos del Mayor General de las tres guerras deindependencia y Lugarteniente General en1895, Calixto García Iñiguez




 Estadio Calixto García

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