Tomado de Tesis de Grado, Carrera de Historia, Universidad Oscar Lucero Moya, Holguín, Cuba
Autora: Yulemis Sánchez Machado.
La tercera generación de la familia Ochoa continuó la tradición del negocio del tabaco y
como sus antecesores y por herencia de ellos,
ocuparon cargos en el Ayuntamiento, esto anteriormente dicho, a pesar de los
cambios políticos que acaecieron en Holguín (como en gran parte de Cuba y sobre
todo en la Metrópolis,
España, a partir de 1812).
Según la nueva Constitución
Española
de 1812, los Ayuntamientos se
cubrirían por elección, suprimiéndose la vieja práctica de los Regidores ex oficio, los de nombramiento real y los hereditarios:
ahora para ser elegidos se necesitaba cubrir el expediente de limpieza de sangre, legitimidad y poseer sustanciales ingresos,
así, además, se dividieron los poderes, separándose las funciones de la Justicia,
las de los Ayuntamientos y la de los
Gobernadores, asumiéndose además los derechos burgueses fundamentales.
En Holguín la Constitución fue jurada en agosto de 1812. Sin embargo, una mirada a los nombres
de los electos durante el
periodo constitucional evidencia que
las
familias tradicionales se mantuvieron en el poder, aunque verdad que ocurrieron unos pocos cambios de nombres y una cierta
apertura paulatina hacia otras pocas familias “(…) como los Parra, Fernández, Reyes y Pitaluga, vinculados al ganado y al comercio. En general la mentalidad tradicionalista y conservadora dominó en el Ayuntamiento (…)” que ahora escalaban puestos que antes tuvieron
vedados.
A partir de la cuarta generación de
los Ochoa de Holguín se comienza a percibir una decadencia económica
de la familia, aunque
estos tratan de mantenerse en algunos cargos del ayuntamiento y en el nuevo negocio imperante: la producción y comercio del azúcar.
De modo
general, en esta etapa el apellido Ochoa
fue
expandiéndose de modo
progresivo dentro del territorio holguinero. Si la segunda generación de la familia estuvo integrada por los siete hijos de José Antonio Ochoa y Rosalía de Ávila, en la tercera generación ya se había quintuplicado el número de descendientes con respecto a la segunda. Juan Antonio tuvo una descendencia de trece hijos,
Manuel
Trinidad tuvo nueve hijos,
José
Antonio
tuvo
cinco descendientes, Francisco Javier tuvo tres, Miguel Ignacio cuatro, Diego Antonio tuvo solo dos hijos y Manuela no dejó descendencia.
De los trece hijos de Juan Antonio Ochoa, once fueron en matrimonio con Juana Antonia de la Torre:
María Patrocinio, María Concepción, María Gertrudis, María del Carmen, María Josefa, María Rosalía, Ana Josefa y Rita de Jesús, Tomás Ramón, Juan Antonio y Luis Agustín. Las hijas, como jóvenes
casaderas con sustanciosas dotes, se enlazaron con personas escogidas por su padre como parte de
una estrategia matrimonial que buscaba casamientos ventajosos con miembros de familias poderosas y prestigiosas, en la que predominaba el interés económico y el estatus social.
El hijo mayor, Tomás Ramón, contrajo nupcias con su prima segunda, Rafaela Rodríguez de la Torre; de este matrimonio resultaron nueve hijos. Tomás Ramón ocupó cargos en el Ayuntamiento como Veedor, fue abogado
de la Real Hacienda
y
Alcalde Ordinario, también fue propietario de varios sitios de labor, del ingenio Matatoro, de algunas casas en la
ciudad y de alrededor de treinta esclavos.
Luis Agustín se casó igualmente con su prima segunda María Altagracia, hermana de Rafaela Rodríguez de
la Torre, y ocupó
el oficio
de su
padre
inicialmente como administrador del mismo, ya que este oficio
de
Regidor Alguacil Mayor
fue
alquilado por su madre Juana Antonia
de
la Torre al fallecer su esposo, a Nicolás Hernández.
Juan Antonio
también se casó
con una
de sus
primas, María
Dolores Hechavarría González de Rivera manteniendo,
con ello,
el patrón matrimonial endogámico
y, principalmente consanguíneo que iba siendo característico de la familia.
De los hijos de Manuel Trinidad el que más se destacó socialmente fue José Ramón, quien
era
Licenciado en
Derecho. En
1817
ocupó
el cargo
de Alcalde
Ordinario
de segunda elección y en 1829 fungió como Veedor y abogado de la Real Hacienda del Distrito y Cancillería. Su matrimonio, como casi todos los de la tercera generación de los Ochoa, fue consanguíneo al casarse con su prima
hermana Rita Josefa, hija de su tío Juan Antonio
Ochoa.