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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

4 de marzo de 2017

Cerámica europea, cerámica indígena no cubana y cerámica de base indígena que copia formas europeas encontradas en el sitio de El Chorro de Maíta



Es estudió toda la cerámica encontrada en El Chorro de Maíta y usando las referencias especializadas sobre los materiales que se usaban en Europa para la confección de esas piezas durante el mismo tiempo en que se produjo la llegada de los europeos a Cuba y asimismo en tiempos posteriores cercanos, se comprobó que 600 fragmentos eran eso, europea o indígena no cubana.
Luego esos fragmentos se compararon con los materiales de la que están hechas las piezas de la colección de Arqueología Histórica del Museo de Historia Natural de la Universidad de la Florida, y las de la colección del Museo de Arqueología del Gabinete de la Arqueología de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana.
Y todavía más: para la identificación de algunas piezas de las que aún se tenía dudas, se consultó el criterio de los especialistas Roger Arrazcaeta y Lisette Roura, del Gabinete de la Arqueología de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, la Dra. Kathleen Deagan y el Dr. Gifford J. Watters, del Museo de Historia Natural de la Universidad de la Florida, el Dr. Vernon James Knight, Universidad de Alabama, y la Dra. Gilda Hernández, Universidad de Leiden.
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Jarras de Aceite
La mayor cantidad de fragmentos de cerámica europea encontrados en El Chorro de Maíta provienen de Jarras de Aceite, (en total 424, lo que constituye el 70.6 % de toda la colección de cerámica europea conseguida en el sitio).
Esas Jarras generalmente recipientes con forma de globos que se usaban para almacenar mercancías, especialmente líquidos, y para transportarlos por tierra. De manera secundaria servían también como contenedores para agua.
Las más antiguas comenzaron a fabricarse en Europa entre 1490 y 1570, aunque estudios de material encontrado en Sevilla sugieren una fecha de origen que se remonta a mediados del siglo XV y una fecha final en torno a la mitad del siglo XVI.
Por la forma de la boca y el tipo de asas que presentan, las encontradas en El Chorro de Maíta concuerdan con las más antiguas.
Fragmentos de Jarras de Aceite no vidriados. El Chorro de Maíta.

Aún cuando en El Chorro de Maíta aparecieron fragmentos de Jarras de Aceite hechos de cerámica no vidriada, la mayor parte de los fragmentos, 244 en total, lo que significa el 57.5 %, presentan una capa de vidriado, especialmente en el área de la boca.
 
Fragmentos de Jarras de Aceite vidriados. El Chorro de Maíta.
Los fragmentos encontrados informan también que la mayoría de las Jarras usadas en El Chorro de Maíta tenían una superficie exterior coloreadas con un engobe blanco, otras tenían áreas vidriadas en diferentes tonos de color verde; aunque también aparecieron fragmentos de color marrón, gris y rojizo.
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Fragmento color naranja con mica
En El Chorro de Maíta se encontró un único fragmento de cerámica con el exterior coloreado por una fina capa de engobe color crema naranja casi traslúcido, y el interior igualmente coloreado con un color naranja ligeramente más oscuro que la pasta.
Fragmento cerámica Naranja Micáceo. El Chorro de Maíta.
La pasta de la que fue hecha es compacta, homogénea, muy fina, dura, de color anaranjado claro y, lo más singular, que en la superficie se observan partículas brillantes, aparentemente de mica.
Según los expertos en cerámica el fragmento debió pertenecer a alguna vasija pequeña, una taza probablemente, o un pocillo o plato.
La cronología de ese fragmento ha sido establecida para el período comprendido entre 1550 y 1650 y su origen parece estar vinculado con cerámicas fabricadas en el sudoeste de España.
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Cerámica Bizcocho
En diversas áreas de El Chorro de Maíta se encontraron 9 fragmentos de ese tipo de cerámica, que entre sus características tiene: poca dureza, fina y compacta. Uno de esos fragmentos parece que perteneció al borde de una jarra o vasija de boca estrecha. En ninguno de los dichos fragmentos se aprecia elemento decorativo alguno.
Los expertos le adjudican un rango cronológico que se extiende de 1500 a 1550 aproximadamente, y lo asocian a picheles, jarras, copones, platos modelados, vasos y vasijas de mesa en general. Su origen lo creen posiblemente ibérico.
En La Habana Vieja se han encontrado contenedores de cerámica Bizcocho fechados para los siglos XVII, XVIII y XIX.
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Cerámica ordinaria con vidriado plomizo (plúmbeo)
Como parte de ese tipo de cerámica, pero sin poder atribuirlos a tipos en particular, se localizaron 16 fragmentos. Estos se caracterizan por mostrar en ambas superficies un vidriado del mismo color que puede ser verde esmeralda, amarillo verdoso o blanco amarillento. En varias piezas se observan indicios de torneado.
Cerámica ordinaria con vidriado plomizo Carmelita-Verde
Se encontraron unos pocos fragmentos que parece formaron parte de un recipiente de paredes muy gruesas (23 mm), en forma de cono, que pudiera ser parte del fondo de un mortero o una tinaja.
Se trata de cuatro fragmentos vidriados con color verde en la superficie exterior y el resto de color carmelita. Esos debieron ser parte de una vasija de forma no identificada que, se supone, fue fabricada en Europa en algún momento entre 1490-1550.
Melado
Se localizaron 19 fragmentos con un vidriado plomizo de color carmelita opaco. Se observan huellas de torneado en varias superficies interiores. Algunos de esos fragmentos provenían de la base de una jarra o algún otro tipo de vasija alta; otro de los fragmentos era la base de un plato o de una escudilla. Los expertos fijan su cronología entre 1490 y 1550 y le dan un origen europeo.
Lebrillo Verde
Se identificaron 6 fragmentos dispersos en distintas áreas que por su estructura aplanada y la forma de los bordes hace creer a los arqueólogos que eran parte de lebrillos, esto es, recipientes de poca altura, más anchos en la boca o borde que en la base, que se usaban para lavar la ropa o bañarse.
Fragmentos cerámica Lebrillo Verde. El Chorro de Maíta.
Estos son fragmentos mucho más grandes que todos los otros de cerámica. Uno de los fragmentos, por su forma y tamaño pudo pertenecer a un lebrillo de más de 30 cm. de diámetro. Las superficies exteriores en ocasiones presentan engobe blanco. Las superficies interiores muestran vidriado plomizo verde esmeralda opaco. Hay huellas de torneado en algunas superficies interiores. Los expertos consideran que fueron fabricadas en Europa en algún momento entre 1490 y 1600.
El Morro
Solo se encontró un fragmento de esta cerámica, de 9 mm. de grosor y con la superficie exterior de color grisáceo, con manchas de vidriado carmelita verdoso. La superficie interior presenta vidriado carmelita verdoso, de textura granulosa, y huellas de torno. No se pudo establecer a que tipo de recipiente perteneció. Los expertos hicieron ver que con ese mismo tipo de cerámica se hicieron escudillas, bacines sin asas, tazas, platos y picheles durante una cronología bastante dilatada que va de 1550 hasta 1770. el origen del fragmento no está precisado.
Morisco Verde
En las piezas halladas en el sitio la pasta de esta cerámica recuerda la textura de mayólica, o sea, loza común con esmalte metálico, pero más dura y gruesa con vidriado verde esmeralda, oscuro. Entre los 8 fragmentos colectados uno corresponde a una base, posiblemente de escudilla. Otro de los fragmentos fue recortado en forma de disco y perforado, como si fuera usado como un adorno personal. Los fragmentos fueron encontrados estaban, todos, en las zonas próximas al cementerio. Según la colección digital del Museo de Historia Natural de la Florida, otras cerámicas semejantes fueron producidas en España y entre los años 1490 y 1550.
Mayólica (piezas de loza común con esmalte metálico)
Mayólica Española Morisca Azul sobre Blanco
Se encontraron 11 fragmentos que coinciden con las características de pasta y de tratamiento de superficie reconocidas para este tipo de material: pasta de color crema claro o amarillo, arcilla esponjosa, cubierta por un esmalte fino y opaco, sujeto al desgaste, grietas y otras irregularidades. Muestran sobre el esmalte blanco, elementos en azul, parte de líneas, restos de pintura y en un fragmento, un ligero y pequeño moteado.
Dos fragmentos de una misma pieza, pero procedentes de distintos grupos de material, muestran líneas incisas paralelas al borde. No se pudieron identificar tipos de vasijas. Se concentran en las zonas próximas al cementerio.
Columbia Simple
Es el tipo de mayólica más abundante y ampliamente distribuido en el sitio, con un total de 78 piezas; de ellas 58 muestran por ambas caras esmalte blanco.
Fragmentos de cerámica Mayólica Columbia Simple. El Chorro de Maíta.
En las 20 restantes, sobre el esmalte blanco se ve un vidriado verde claro, esmeralda, que generalmente aparece en la superficie exterior aunque puede hallarse también por ambos lados.
Una de las piezas muestra sobre el vidriado exterior una línea verde oscura, de 3 mm de ancho.
Las partes de asas encontradas de esa misma mayólica, reportan vidriado; dos son de perfil algo cilíndrico y ligeramente achatadas, una tercera es una tira plana. Un caso singular se relaciona con una de estas asas, conectada a una pared con vidriado verde en el exterior pero con vidriado carmelita en el interior.
Los restos de bases parecen pertenecer a platos, escudillas y a una vasija alta, aparentemente una jarra con vidriado verde. Hay parte de un plato de aproximadamente 22 cm de diámetro, con estructura llana y fondo cóncavo. Una escudilla muestra un anillo en la base.
Se reporta además un fragmento de lo que pudiera ser un apéndice o quizás parte de un asa, en forma de tira plana con lados comprimidos, aplicada cerca del borde de una pieza con áreas verdes.
Según Deagan (1987) la cronología común de la cerámica Columbia Simple en el Caribe es de 1492 a 1550 para las formas tempranas y entre 1550 y 1650 para las tardías, aunque Marken (1994) extiende la vigencia del tipo hasta la mitad del siglo XVIII. La muestra de El Chorro de Maíta presenta atributos que la relacionan definidamente con los caracteres de las formas tempranas establecidos por Goggin (1968): abundante presencia de vidriado verde, estructura abierta del plato, existencia de un posible apéndice y escasa presencia de anillos en las bases. El único detalle de posible carácter tardío es el anillo en la base de una escudilla sin embargo, esto también puede ocurrir, aunque de modo poco frecuente, en las formas tempranas (Goggin 1968).
Isabela Polícromo
Se encontraron 3 fragmentos, dos de ellos pertenecientes a la misma pieza: parte de un plato con esmalte blanco, decorado con bandas curvas paralelas, de color azul y púrpura.
Fragmentos de cerámica Mayólica Isabela Polícromo. El Chorro de Maíta.
A este tipo de cerámica se le atribuye una cronología que va de 1490 a 1580 (Deagan 1987).
Santo Domingo Azul sobre Blanco
Solo se localizó un fragmento de este tipo de cerámica que perteneció a una base de escudilla con anillo y protuberancia central.
Fragmento de cerámica Mayólica Santo Domingo Azul sobre Blanco. El Chorro de Maíta.
Hecha de esmalte blanco, el fragmento está decorado con un diseño en azul de líneas curvas, rectas y punto. A esa cerámica se le  atribuye una cronología que va de 1550 a 1630 (Dragan 1987).
Mayólica con influencia italiana
Caparra Azul
De ese tipo de cerámica solo se hallaron 2 fragmentos. Uno de ellos es un borde, quizás parte de un albarelo o jarra farmacéutica española.
Fragmentos de cerámica Mayólica Caparra Azul. El Chorro de Maíta.
Los fragmentos muestran esmalte exterior uniforme, de color azul oscuro, y esmalte blanco interior. En uno de los casos la parte interior tiene también restos de azul.
Para esta cerámica se considera una cronología que va de 1490 a 1600. Se plantea que posiblemente la Caparra Azul de contextos previos a 1550, es realmente cerámica italiana (Deagan 1987).
Cerámicas indígenas no cubanas encontradas en El Chorro de Maíta
México Pintado de Rojo
De las 6 piezas fragmentos existentes, solo uno se acerca a la descripción de Deagan (1987).
Fragmentos de cerámica México Pintado de Rojo. El Chorro de Maíta.
Los fragmentos muestran pintura o engobe rojo por ambas caras, con un suave bruñido. También reportan bandas blancas irregulares, algo difusas, que pudieran ser parte de una decoración aunque no excluimos que se trate de restos de sedimentos. En algunos se observa una película blanquecina interior, quizás generada por las sustancias que contuvo el recipiente.
Los fragmentos que forman parte de una vasija alta, sugieren que esa era de boca de entre 16 y 18 cm de diámetro, quizás una tinaja pequeña.
En excavaciones arqueológicas hechas en La Habana Vieja se encontraron vasijas clasificadas como México Pintado de Rojo hechas en los siglos XVI, XVII e incluso en fechas posteriores que se consideran evidencias de las conexiones que hubo entre La Habana y México. Según Deagan esas cerámicas fueron producidas en México y quizás en otros lugares, proponiendo una cronología que va del 1550 al 1750.
Azteca IV
Entre los fragmentos de cerámica excavados en 1986 se halla uno de solo 24 mm de largo y 6 mm de grosor, con pasta de color crema oscuro en el lado exterior y gris oscuro interior, quizás debido a una cocción incompleta.
 
El tipo de pasta con que fue fabricado recuerda elementos indígenas, pero la pintura usada no es un material de las Antillas.
Para el experto Roger Arrazcaeta se trata de una pieza muy parecida a otras clasificadas como Azteca IV halladas en contextos del siglo XVI en La Habana Vieja. La arqueóloga Dra. Gilda Hernández (Universidad de Leiden), también lo considera similar a Azteca IV.
Ese tipo de piezas se hacía en México entre los años 1502 y 1521 aunque algunos autores lo extienden a mediados del siglo XVI (González Rul 1988), e incluso al siglo XVII (Charlton 1979).
Cerámica ordinaria pintada
 
Se trata en este caso de la vasija clasificada por Guarch Delmonte como del tipo Concepción de la Vega.
La vasija apareció en fragmentos, pero se pudo reconstruir. Alto: 30 cm. Diámetro en la parte más ancha: 33 cm. El cuello tiene 8.3 cm. de diámetro. Tiene forma de cántaro con cuello recto. El fondo tiene una depresión circular que forma una base cóncava.
La superficie externa es regular, lisa, y ha perdido el engobe blanco que aparentemente la cubría totalmente, pero en los lugares donde se conserva el dicho engobe o pintura es posible observar elementos lineales y curvos, pintados en negro sobre el engobe blanco. El diseño se compone de círculos blancos con puntos centrales en negro. El espacio entre los círculos se rellenó de negro y conforma elementos de apariencia triangular. Se distingue una línea zigzagueante y otras curvas, cuya integración con los círculos no se puede observar.
La pasta de la que está hecha la vasija es de color rojizo claro, bien quemada y con abundantes inclusiones de granos de roca, no muy grandes pero observables a simple vista. Recuerda las pastas indígenas aunque no se ha estudiado su origen.
Por su forma y decoración, el recipiente es muy diferente a otros hechos por los indígenas cubanos.
Guarch Delmonte dijo que la vasija debió ser hecha en Concepción de la Vega, República Dominicana. Se sabe que la cerámica hecha en este lugar comenzó en 1494 y hasta 1562. Se usaba para su elaboración acordelado y, en menor medida, torno. Generalmente las vasijas que allá se hicieron se decoraban con engobe rojo sobre blanco y con líneas, esgrafiado y raspado en zona, relleno de rojo.
Las vasijas de La Vega las hacían alfareros indígenas que copiaban  formas y técnicas decorativas hispanas con influencia morisca, aunque también motivos decorativos indígenas locales.
La pieza que se encontró en El Chorro de Maíta se diferencia de la cerámica de Concepción de la Vega en los colores, (no hay referencia de que los ceramistas de aquella ciudad utilizaran pintura negra sobre engobe blanco).
También la de El Chorro es  más alta y amplia que la mayoría de las documentadas en La Vega (Ortega y Fondeur 1978). Sin embargo, y obviando lo anterior, es verdad que en términos generales se asemeja mucho por su forma y por las peculiaridades del motivo decorativo y su disposición.
Cerámica ordinaria sin vidriar, gris fina
Se usa esa denominación para nombrar fragmentos encontrados en El Chorro de Maíta que no se ajusta a los tipos reportados en contextos coloniales hispanos del Caribe.
Se trata de 32 fragmentos que pudieran provenir de una misma vasija o de un grupo pequeño de ellas de poco grosor y de una muy peculiar manufactura.
Cerámica ordinaria sin vidriar, gris fina. El Chorro de Maíta.
Las piezas están muy fragmentadas en segmentos de 2.5 a 4 cm de largo, pero fue posible reconstruir áreas del cuerpo de una vasija de unos 30 cm de diámetro. Fue elaborada por acordelado y, en opinión de Roger Arrazcaeta, usando un torno alfarero.
Uno de los fragmentos es parte del cuello recto de una vasija de boca pequeña. De ahí que se crea que la vasija en cuestión era un cántaro o, probablemente, una jarra.
Las superficies internas y externas son bien lisas con áreas en su parte interna que llegan a ser suaves al tacto, pero sin pulido. El color es gris claro, con cierto matiz pardo en el interior. Restos de sedimento blanco, quizás del suelo del lugar, se notan incrustados en ambos lados. La pasta es fina, bien escogida y decantada. No se parece a las pastas de la cerámica indígena del lugar en su coloración y composición. La cocción es buena, pareja y oxidante. No se observaron elementos decorativos.
La sencillez general de la forma y la combinación de acordelado y torno, abre la posibilidad de un trabajo alfarero no realizado en Europa, quizás con componente indígena.
Cerámica indígena posiblemente local que copia formas europeas
Se trata de cerámica ordinaria de evidente tecnología indígena tanto en la selección y tratamiento de las pastas como en el manejo de las superficies. Sin embargo, se diferencia de las piezas aborígenes en la forma, que es de evidente inspiración europea: En un caso, que solo conserva parte del cuerpo, la boca y un asa, parece tratarse de la copia de una jarra de mayólica. La superficie es alisada y de color pardo rojizo, con huellas ligeras de exposición al fuego. Se desconoce en que parte del sitio fue encontrada y actualmente se conserva en los fondos del Museo El Chorro de Maíta.
Fragmentos encontrados en El Chorro de Maíta de cerámica indígena, posiblemente local, que copia formas europeas. De izquierda a
Derecha: fragmento con borde y asa. Vasija decorada. Fondo plano que aparentemente imita depresión de torneado.
En otro caso se trata de una vasija, en forma de pequeño vaso o jarra de 5 cm de diámetro y 4 cm de alto, con dos asas, y decorada con líneas incisas que forman cuadrados. Recuerda los morteros de
bronce del siglo XVI aunque pudiera ser una interpretación indígena de formas de cerámica hispanas y no una copia exacta. Guarch Delmonte aseguró que para su confección se usaron técnicas  indígenas.
Asimismo aparecieron tres bases planas de vasijas, con un largo que oscila entre 4.5 y 3.5 cm, las cuales, aparentemente, tienen formas de platos o escudillas, aunque esto es imposible de establecer de modo seguro por su reducido tamaño. (Los fondos planos son inusuales en alfarería indígena cubana). El color de las superficies internas y externas de estas bases planas es pardo rojizo y su textura áspera. Una de ellas presenta un pequeño reborde bien delimitado donde termina el respaldo, al que continua una concavidad en el fondo. 


Nuevas investigaciones en El Chorro de Maíta. Reconocimiento del sitio arqueológico y sus materiales (2206-2009)



Además de algunas otras conclusiones “apresuradas” de los arqueólogos que hicieron el descubrimiento y primeras evaluaciones del material encontrado, a los nuevos investigadores les parecía que el material europeo encontrado en El Chorro de Maíta y los objetos indígenas copiando formas hispanas habían recibido poca atención. Tampoco estaban de acuerdo con los primeros estudiosos del lugar, que consideraron poco significativo o importante la convivencia  de los indígenas con los europeos. Esos primeros investigadores, incluso, concluyeron que se trataba de “sitio de contacto”, y por tanto un espacio de vínculo limitado, poco intenso. Para ese criterio se basaron en la poca cantidad de objetos europeos encontrados, o por lo menos menor que las encontradas en otros sitios cercanos, como El Yayal o Alcalá.
Esos criterios antes dichos llevaron a los arqueólogos y expertos descubridores del sitio a considerar El Chorro de Maíta y su cementerio como producto eminentemente indígena, sin hacer (porque no estaban a su alcance), fechados que le certificaran la cronología del sitio.
Después Cuba cayó en la que se considera una de sus más grandes crisis económicas, por lo que no era posible financiar los estudios que merecía el gran descubrimiento. Los arqueólogos descubridores dedicaron sus principales esfuerzos a la construcción del museo de sitio.
 
 
 
Y llega 2006 que fue cuando comenzaron nuevos estudios en El Chorro de Maíta, con el principalísimo fin de valorar la interacción o convivencia entre aborígenes y europeos fuera del cementerio y también las posiciones en que fueron descubiertos los esqueletos y la formación del Área de entierros, (esto último en relación a los otros espacios del área), por lo que ahora se trataba de una investigación general del lugar, y no solo del cementerio.
Se estudiaron los objetos europeos o asociados a estos que se habían conseguido en las excavaciones realizadas anteriormente. También se investigó todo el material no analizado antes, incluyendo las piezas indígenas. 

 
 
 
Los siguientes textos resumen esas investigaciones y sus resultados y ayudan a entender el impacto que esos dichos estudios tuvieron en la comprensión del sitio y la nueva visión sobre el proceso de interacción o convivencia de aborígenes y europeos en El Chorro de Maíta.








Evidencias del contacto, interacción o convivencia de los aborigenes de El Chorro de Maíta y los europeos conquistadores/colonizadores



A la investigadora del Departamento Centro Oriental de Arqueología, Roxana Pedroso le encargaron en 1992, que realizara un inventario de materiales de origen europeo aparecido en El Chorro de Maíta. En el listado, al parecer, nada más se incluyeron los objetos aparecidos cerca de los esqueletos.
En total la investigadora mencionó 56 piezas de cerámica, sin aclarar ubicación o cantidad, (entre ellas Jarras de Aceite y la tantas veces mencionada vasija de posible fabricación en Concepción de la Vega a la que describe como pintada o con engobe de color crema con motivos florales y arabescos; ver la fotografía)
 

Asimismo en el listado aparecen clavos, un objeto punzante de hierro (que a su entender es la punta de una lanza o espada), una lámina perforada, un cascabel y los tubos que aparecieron alrededor de los entierros. 

Tubos de metal enrollado encontrados alrededor de varios entierros
De arriba hacia abajo: cascabel de 32.6 mm en su parte más larga; fragmento de cerámica perforado de 26 mm de diámetro mayor; lámina de metal de 32 mm de largo en su lado mayor, con perforación en la parte superior.

En el listado por ella confeccionado la Pedroso clasificó a los tubos, la cuenta de cerámica y la lámina perforada, como objetos elaborados por los indígenas a partir de material europeo y por tanto transculturales. Precisamente por el tipo de cerámica de los fragmentos de objetos de ese material es por lo que la especialista llega a la conclusión de que el contacto entre europeos y aborígenes de El Chorro de Maíta debió producirse en la primera década del siglo XVI (Pedroso 1992).

3 de marzo de 2017

Objetos encontrado alrededor de los esqueletos en el Cementerio El Chorro de Maíta



Uno de los aspectos más relevantes del cementerio de El Chorro de Maíta es la presencia de objetos de piedra, metal, y de diversos materiales orgánicos que aparecieron alrededor de los esqueletos. La posición de esos objetos permite suponer su ubicación en los cuerpos al momento del entierro. Para César Rodríguez Arce y Guarch Delmonte, en su mayoría esos son adornos corporales.
En varios textos Guarch Delmonte (1988, 1994, 1996) habló de los objetos hallados en el entierro No. 57 (la Gran Dama Enjoyada). Roberto Valcárcel Rojas y César Rodríguez Arce también han comentado sobre objetos encontrado en los restos de otros individuos.
En este texto que ahora publica La Aldea se resumen esas fuentes y además las notas de excavación hechas por Guarch Delmonte en 1987, la Tabla de control de los caracteres osteométricos (Rodríguez Arce 1992), y el plano del cementerio (Guarch Rodríguez 1987). Otro documento utilizado es el inventario de las piezas preparado por Guarch Delmonte en 1991 en el que se incluyen referencias sobre su localización en el cementerio y comentarios sobre los materiales empleados para su fabricación.
De todos los objetos sólo algunos de metal fueron estudiados; en el caso de los no metálicos Guarch Delmonte únicamente se estudió, sin concluir la investigación, en la identificación del uso de ámbar en la fabricación de las orejeras halladas en el entierro No. 94.
A fin de contextualizar los criterios antes mencionados y como parte del trabajo realizado durante la presente disertación, Valcárcel Rojas revisó las piezas conservadas en los fondos del Departamento Centro Oriental de Arqueología, las contó, registró sus formas y las midió. Los datos que consiguió al hacer ese trabajo son los que se presentan a continuación. A ellos se les intercalan algunas descripciones y los criterios de identificación de Guarch Delmonte.
Cuentas no metálicas
Elentierro No. 57 mostró el conjunto de ellas más impresionante.
Cuentas no metálicas del individuo No. 57. Al centro cuentas de cuarcita de entre 4.8 y 5.7 mm de diámetro; parte superior derecha, cuentas de igual material de entre 1.5 y 2.7 mm. A la Derecha, cuentas de coral de entre    3.6 y 6.1 mm de largo; parte superior, cuentas de perla, la mayor
con 4.0 mm de diámetro. El Chorro de Maíta.
Localizado entre las costillas y muy cerca de la mandíbula de ese esqueleto, lo que hace creer en un collar que llevaba puesto a la hora de su muerte, ese estaba confeccionado a base de cuentas diversas y piezas a base de oro y cobre.
Respecto a las cuentas, comentó Guarch:
“(…) se localizaron tres perlas, con sus perforaciones para servir de cuentas, sus formas irregulares son comunes en Las Antillas. Dieciocho eran cuentas de coral rosado, de forma cilíndrica, algunas husiformes parecidas a un pequeño barril, no mayores de 5 mm. de longitud, objetos esos que se encontraron por primera vez en Cuba. Además se rescataron 23 microcuentas de concha de forma discoidal, muy finas y pequeñas, de hasta 1.6 mm. de diámetro; 4 cuentas de calcita de las llamadas de “carretel” y una microcuenta de piedra negra, así como 4 del mismo material, pero blancas, siendo por tanto el collar más complejo de los encontrados en Cuba hasta el presente.”
Estos anteriores datos reiteran informaciones publicadas por Guarch Delmonte en 1988 y en 1996. (Entre los objetos de El Chorro de Maíta, existentes en la colección del Departamento Centro Oriental de Arqueología, en Holguín, no está la microcuenta de piedra negra y solo se conservan dos de las cuatro perlas de las que habla el arqueólogo, una de ellas fragmentada y las dos de color plateado con puntos dorados. Por su parte de las microcuentas de cuarcita, que Guarch dijo que eran 23, solo se conservan 21.  
Las 18 cuentas de coral son cilíndricas o con forma de barril; algunas lisas y otras con áreas de textura rugosa. Tres de ellas son de color rojizo marrón y el resto son de color rosado claro o blanco.
Asimismo según las notas de excavación, cerca de la mano del entierro No. 58 (el niño que estaba a los pies de la Gran Dama Enjoyada), se encontraron varias cuentas de coral rosado, alternadas con cuentas oscuras de resina vegetal. Y en el pie del mismo esqueleto había cuentas de coral rosado y cuentas de resina, (Ver imagen siguiente)
Ornamentos del entierro No. 58 (El niño a los pies de la Gran Dama Enjoyada). Izquierda, cuentas de resina y coral; Derecha, cuentas
de coral. (Las cuentas de resina tienen un diámetro de entre 4.6 y 6 mm; y las de coral tienen un  largo de entre 3.7 y 9.4 mm). El Chorro de Maíta.
En el plano del cementerio se muestra que ese esqueleto también tenía, posiblemente en el pecho, cuentas de cuarcita. Asimismo en el dicho plano y en la Tabla de control de los caracteres osteométricos elaborada por Rodríguez Arce, dice que “el niño” también tenía a su alrededor un ídolo, sin embargo esas piezas no fueron mencionadas en los artículos de Guarch y tampoco están entre el material del entierro depositado en el Departamento Centro Oriental de Arqueología. Lo que sí se conserva es un pulso o collar de cuentas alternas de resina (11) y coral (11), y otro conjunto con 15 cuentas de coral. La mayoría de las cuentas de coral tienen forma de barril, están pulidas y el color va de rosado muy claro a rojo anaranjado. Las perforaciones son cilíndricas y generalmente desplazadas a un lado. Las cuentas de resina poseen un diámetro de entre 4.6 y 6.0 mm., y un largo de 2.9 a 5.5 mm., algunas son esféricas y todas tienen color marrón con áreas amarillentas. (Ver fotografía anterior).
Igual la Tabla de control de los caracteres osteométricos de Rodríguez Arce refiere 24 cuentas de cuarcita en el entierro No. 64, que, según el plano, se encontraban próximas al antebrazo derecho. En el material que se conserva en el Departamento Centro Oriental de Arqueología nada más aparecen 32 cuentas de ese tipo. Su diámetro está entre 2.4 y 4.7 mm., y su largo es de 4.6 a 5.5 mm.; todas son  cilíndricas, de color blanco grisáceo, con perforación bicónica al centro (Verlas en la fotografía siguiente). Dos cuentas de cuarcita con caracteres parecidos a estas que acabamos de describir, pero de mayor tamaño, fueron halladas en el entierro No. 100.
Cuentas de cuarcita encontradas al lado del entierro No. 64. El Chorro de Maíta.
Los datos de excavación y registro refieren cuentas de coral y una cuenta esférica negra, ubicadas en la zona del cuello del entierro No. 84, según se comprueba en el plano del cementerio. En la colección hoy existente hay dos conjuntos de cuentas atribuidas a ese entierro: una con 28 y el otro con 33 cuentas.
Ornamentos del individuo No. 84. Cuentas de coral y una cuenta de azabache al centro. El Chorro de Maíta.
Esas mencionadas cuentas fueron identificadas por Guarch Delmonte como coral. En su mayoría son cilíndricas, aunque algunas tienen forma de barril; todas de color rosado claro o blanco amarillento, con formas y dimensiones similares a las del entierro No. 57. La cuenta negra, identificada como de resina por Guarch Delmonte, es esférica, presenta una perforación cilíndrica y mide 5.5 mm. de diámetro en su parte más ancha.
Aunque no se conservan en los fondos del material encontrado en El Chorro de Maíta, Guarch y Rodríguez Arce hablan de una vértebra de pescado aparentemente modificada para elaborar una cuenta, que apareció al lado del entierro No. 54, e igualmente se dice de otras cuentas de cuarzo al lado del entierro No. 63.
Orejeras
Dos de esas, hechas de resina vegetal, se encontraron en el entierro No. 94. Otras dos, esas hechas de cuarcita, aparecieron situadas en las zonas del cráneo donde debieron ser usadas, del esqueleto No. 99
Izquierda, orejeras de resina del individuo No. 94. Derecha,
orejeras de cuarcita del individuo No. 99. El Chorro
de Maíta.
Las de resina son cilíndricas y miden 13.5 y 12.0 mm. de largo, y 6.10 y 6.15 mm. de diámetros. Todas presentan una muesca alrededor de uno de sus extremos. Son de color marrón, con interior transparente y cristalino, y superficies craqueladas. Las de cuarcita tienen forma de carretel y resultan muy similares a las cuentas comunes hechas de ese material aunque su parte central es más estrecha. Miden 12.1 y 13 mm. de diámetro respectivamente, y 13.7 y 15.6 mm. de alto.
Tela
Según Guarch Delmonte, en la mandíbula y en el interior de la boca del entierro No. 57, (la Gran Dama Enjoyada), se hallaron dos fragmentos de tela. El arqueólogo dio la posibilidad de que fueran de una misma pieza situada en la parte superior del cuello a modo de pañuelo y la describió así: “tela de algodón de color blanco amarillento de un tejido sencillo; uno de los fragmentos muestra una costura hecha con hilo mucho más grueso y burdo, hecho el hilo de dos cabos torcidos con poca tensión, lo que puede indicar su confección manual rústica”.
Restos de tela aparecido sobre el individuo No. 57, de .41.9 mm de largo. El Chorro de Maíta.
La Tabla de control de los caracteres osteométricos hecha por Rodríguez Arce, además de ese textil, refiere otro encontrado al lado del entierro No. 72. Asimismo Valcárcel Rojas y Rodríguez Arce (2005) mencionan un tercer fragmento de textil encontrado en el entierro No. 47. Sin embargo en la colección conservada en el Departamento Centro Oriental de Arqueología nada más se encuentran los fragmentos de tela del entierro No. 57 (Imagen que se ve en la anterior fotografía). Todo el textil presenta gránulos de lo que parece ser un sedimento de color negro.
Hueso marcado
Aún cuando no se colocó sobre el cuerpo hay una pieza que, según Guarch Delmonte, parece haber sido ubicada de modo intencional  entre el lado izquierdo del tórax y la articulación del codo izquierdo del entierro No. 31, un adulto masculino. Dicha pieza consiste en un fragmento de fémur de un individuo subadulto, con tres muescas consecutivas, muy parecidas entre sí en forma y tamaño, separadas por espacios regulares. Al parecer las dichas muescas o cortes fueron hechas post mórten. Lamentablemente el hueso no ha podido ser localizado entre las piezas de la colección.
Pendientes y cuentas de metal
Los objetos de metal encontrados en El Chorro de Maíta forman dos grupos; uno de tipos varios con evidente presencia de oro, y el otro consistente en piezas de estructura tubular, muy afectadas por la corrosión.
El primer grupo nada más se encontró en el entierro No. 57 (esos son las principales joyas de la Gran Dama). Se trata de 4 láminas para usar como pendientes o aretes, una figura en forma de cabeza de pájaro, un cascabel, una cuenta esférica hueca y dos cuentas cilíndricas de metal.
 
Los pendientes o aretes fueron hechos de láminas de metal con forma trapezoidal y tienen una perforación en un extremo. Uno de ellos tiene base bilobulada. En todos se observa una línea repujada que circunda las zonas de los bordes y el agujero para colgar. El peso promedio es de 0.2 gramos, el largo oscila entre 13 y 18 mm., y el ancho de las bases entre 15 y 19 mm., con un grueso de 0.1 mm. el color de todos es dorado rojizo, aunque uno de ellos es más oscuro en una de sus caras.
El cascabel es hueco, mide 12.4 mm., de largo y tiene forma alargada, algo aperada, de extremo inferior acuminado y con una escotadura longitudinal. En la parte superior muestra una argolla.
Las cuentas cilíndricas, elaboradas en oro según Guarch Delmonte, tienen alrededor de 2 mm., de diámetro, un agujero de 0.7 mm., y un alto de 0.81 mm., y 0.83 mm., respectivamente, con un peso promedio de 0.04 gramos.
La cabeza de ave mide 22.2 mm., de largo, y el grueso de la lámina con que fue hecha es de unos 0.1 mm. Fue descrita por Guarch Delmonte en 1988 de la siguiente manera: “ (…) la pieza es muy elaborada; en el tope de la cabeza se advierte un tocado consistente en arcos, situados en tres filas paralelas de delante atrás con tres anillos cada una. Los ojos están logrados mediante dos hilos de oro yuxtapuestos que en cada uno forman un semicírculo, continuándose sobre la frente como diadema; el iris de cada ojo se resuelve mediante una pequeña semiesfera. El pico es trapezoidal en el plano horizontal, muy deprimido, de punta truncada, con dos perforaciones en el extremo y dos líneas incisas en ambos lados que independizan el pico superior del inferior. En la parte superior e inferior del cuello se aprecian sendas gargantillas constituidas por dos hilos de oro paralelos entre los cuales se advierten un apretado entorchado también de dos hilos; ambos resaltos cruzan de lado a lado del cuello por la parte delantera y laterales, por detrás la cara es plana, mostrando una perforación rectangular que ocupa casi todo el espacio, dejando solamente un marco en rededor. La base de la pieza es semicircular y, como ya se ha expresado, hueca”.
Según Guarch Delmonte, al momento de su hallazgo la cuenta esférica, “tenía soldado en uno de sus extremos, un delgado tubito de 5 mm. de longitud, muy fino, el que se deshizo al ser extraída la pieza; por el lado contrario se advierte el inicio de lo que debió ser un apéndice similar, destruido con anterioridad. La esfera tiene un diámetro de 3 mm. y con el microscopio, se observa en sus interior un fragmento de hilo”. En su opinión fue elaborada en oro bajo. De esa dicha pieza solamente existe un dibujo. Lo que de ella se conserva son fragmentos de las varias partes en que se quebró.
A solicitud de Guarch Delmonte, algunas de estas piezas fueron analizadas en el Centro Nacional de Conservación y Restauración de Monumentos (CENCREM), en La Habana, usando un microscopio electrónico de barrido. Hoy se dispone de los resultados de composición de seis de ellas, (incluyéndose entre ellas uno los pendientes laminares. Lamentablemente en la información no se aclara cuál de ellos fue el analizado). Esa información dice que las láminas de los pendientes y el cascabel muestran presencia dominante de oro y cobre, con cierta cantidad de plata y niveles muy bajos de silicio. Por su parte la pieza con forma de ave fue hecha de una aleación de oro, cobre y plata.
Dijo Guarch Delmonte refiriéndose a la cabeza de ave, que esa puede representar al ente mítico de los indígenas de La Española, Inriri Cahubabayael, sin embargo, dice que su tipo no es propio de los objetos hechos en las Antillas y sí muy similar a la de la orfebrería centroamericana y colombiana. En el caso del cascabel, le encuentra semejanza con los que se fabricaban en zonas de Centroamérica. Asimismo descarta el carácter antillano para la cuenta esférica y si bien no valora el origen de los pendientes laminares, aclara su conexión estilística con los materiales antillanos.
Al hacer hipótesis de cómo llegaron esos objetos al Cerro de Yaguajay, Guarch no excluye la posibilidad de que los hayan llevado hasta allí en algún tiempo anterior a la llegada de Colón, pero sobre todo se inclina a creer que los llevó hasta allí o los fabricó en el lugar algún aborigen cazado por los españoles en Centroamérica. (Guarch Delmonte. Notas manuscritas en 1996).
Objetos tubulares de metal
En Chorro de Maíta aparecieron 38 tubos de metal hechos de una fina lámina de metal enrollada sobre sí misma. Según Guarch Delmonte esos tubos tenían un hilo de algodón en su interior y eran, supuso parte de adornos corporales.
En los fondos del Departamento Centro Oriental de Arqueología nada más se conservan 25 de esas piezas, de ellas cinco son tubos completos, y el resto, fragmentos.
 
En muchos de ellos es imposible ver su forma porque están cubiertos por una capa de sedimento calizo; en otros casos se distinguen zonas con intensa corrosión. Los cinco tubos mayores reportan, excluyendo el sedimento, dimensiones que oscilan entre 28.9 y 25.3 mm. de largo, 3.9 y 2.9 mm. de diámetro en su parte más ancha, y 1.7 y 1.2 mm. de diámetro en su parte más estrecha. El grosor de las láminas con que fueron hechos es de aproximadamente 0.3 mm.
La ubicación de estos materiales dentro del cementerio resulta complicada. En 1996 Guarch Delmonte dijo que se encontraron al lado de 15 entierros, sin embargo otros de los expertos que participaron en el descubrimiento, incluyendo al mismo Guarch, y también al consultar los datos del trabajo de excavación y el registro del material obtenido (Guarch Delmonte et al. 1987; Rodríguez Arce 1992b; Guarch Rodríguez 1987), dice que los tales tubos aparecieron relacionados con, al menos, 17 entierros, que fueron los No. 13, 19, 24, 25, 27, 29, 31, 38, 39, 45, 57, 62, 69, 84, 92, 98 y 101. De otros tubos se desconoce el entierro donde se hallaron, incluso, algunos fueron encontrados durante el proceso de cernido de la tierra, sin vínculo con un entierro en particular.
Los tubos que se conservan están identificados como provenientes de los entierros No. 25, 57, 69, 84, 94 y 101. En ninguna de las fuentes consultadas se mencionan tubos relacionándose con el entierro No. 94, por lo que la identificación de varios fragmentos en este entierro no es confiable.
Según la documentación antes mencionada los tubos aparecieron, básicamente sobre el tórax y el cuello de los esqueletos. En la mayoría de los casos se localizó sólo un tubo; pero en los entierros No. 45 y 69 se hallaron tres en cada uno y cuatro en el No. 27.
En el entierro No. 25 aparecieron varios tubos unidos a un disco confeccionado de varias capas de cobre. El dicho disco estaba envuelto en una tela de algodón. Guarch llamó al disco: “medallón” y la consideró un ornamento colocado bajo la rodilla.
Pieza de textil y metal hallada en el entierro No. 25. Izquierda, objeto en su estado actual; derecha, radiografía de la pieza. El Chorro de Maíta.
El medallón de cobre está expuesto en el Museo El Chorro de Maíta
Esa pieza es descrita como sigue: “El llamado medallón consiste en un disco de 36.5 mm. de diámetro y un grueso de 8 mm., confeccionado con una tela de algodón que envuelve con 4 capas un disco de cobre. Los bordes de la tela fueron llevados hacia el envés y cosidos allí con una puntada conocida en la actualidad como “zancaraña”; los hilos de la tela son de 0.8 mm. de diámetro, torcidos con poca tensión; el tejido es sencillo. Tanto la hilatura como el tejido indican su confección a mano. Del extremo inferior del disco penden cuatro canutillos unidos al mismo por un hilo que los cose a la tela y que, pasando por el interior del tubito, es rematado en su parte inferior por un nudo; esta sujeción permitió que las piezas tuvieran cierto movimiento, lo que debió ocasionar que al entrechocar, sonaran” (Guarch Delmonte, Rodríguez Arce y Pedroso 1987).
El textil que cubre el adorno del entierro No. 25 es de color verde, y de ese mismo color son los tubos adheridos a él. Este detalle pudo dar base a la identificación de cobre en el caso del núcleo de metal envuelto en tela. No tenemos información sobre un estudio de composición de esta parte. El hueso del esqueleto al que estaba unida la pieza quedó manchado de verde, y de ese mismo color se pintaron los otros esqueletos donde había tubos. Por esta razón al momento de la excavación se consideró que el material metálico podía ser cobre o guanín (Guarch Delmonte et al. 1987).

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