DOSCIENTOS AÑOS DE GIBARA
Por Enrique Doimeadiós
Cuenca y Wilson Fernández Bauta.
En la hermosa villa de Gibara se mezclan naturaleza, historia, arquitectura y urbanismo dando como resultado uno de los más notables centros históricos cubanos del siglo XIX |
Gibara está situada al
noroeste de la provincia Holguín en la región oriental de Cuba, a la vera de la
bahía de igual nombre. Este pueblo es conocido, además, como la Villa Blanca.
En las aguas de la bahía anclaron
las naves de Cristóbal Colón el 29 de octubre de 1492. Fue allí donde el Gran
Almirante permaneció por más tiempo a su primera llegada a Cuba. Las
condiciones del puerto, al que llamó Río de Mares, le impresionaron
favorablemente por lo que anotó en su diario la conveniencia de que en su
orilla se erigiera una fortaleza “para que si aquello saliese rico y cosa
grande: estarían allí los mercaderes seguros de cualquiera otras naciones” [1]
Todo el que llega a Gibara queda cautivado ante la belleza paisajística de su bahía y los mogotes que se divisan en el horizonte, destacando entre ellos la célebre Silla de Gibara |
Sin embargo la predicción
del Almirante, los avatares de la conquista y colonización de Cuba se enfocaron
hacia otros puntos de la geografía insular y la bahía de Gibara y sus alrededores
fueran casi olvidados por los españoles durante más de dos siglos.
Desde 1513 y hasta
1752, el territorio gibareño dependió
administrativamente del cabildo de
Bayamo. A partir de esa última fecha pasó a la jurisdicción de Holguín,
establecida en ese año[2]. Cuatro
años más tarde, en noviembre de 1756, las tierras que para entonces habían
dejado de llamarse con el nombre aborigen y rebautizadas como Punta de Yarey, situadas
al norte y al oeste de la bahía de Gibara, e inmediatas a ésta y al mar abierto,
fueron entregadas a censo por jovencísimo Ayuntamiento de Holguín al regidor
Francisco Domínguez y Rodríguez. Dicho acto fue protocolarizado mediante
escritura pública asentada por el notario Lorenzo Castellanos[3]. Por su
parte los terrenos situados al sur de la bahía, integrantes de las haciendas de
Arroyo Blanco y Potrerillo, se habían mercedado desde 1730 y 1737
respectivamente[4].
Comercio antes de la habilitación del puerto
Desde 1756 y hasta 1817 fue
escaso el asentamiento de personas junto a la bahía de Gibara, sin embargo, las
visitas de barcos que hacían el comercio por la costa norte de Cuba fueron cada
vez más frecuentes al lugar. Durante esta etapa revestían especial importancia
los embarcaderos de los ríos Gibara y Cacoyugüín; el primero situado en el
lugar conocido como “La Ligera”, a corta distancia de la confluencia del Gibara
con el Yabazón, y el segundo a unos cinco kilómetros de la desembocadura, en el
sitio que fue conocido como “Embarcadero del Cacoyugüín”, luego como “Embarcadero
de Chapman” y en la actualidad simplemente como “Embarcadero”. En ambos embarcaderos
se construyeron muelles fluviales y almacenes que recibían los productos de la
comarca holguinera con destino a la exportación, y allí mismo se situaban los
efectos de comercio llegados por vía marítima en tránsito hacia el interior de
la jurisdicción.
Cuando arribaban barcos a Gibara, las mercancías depositadas en los almacenes
de ambos embarcaderos se transportaban por vía fluvial hasta la bahía mediante
barcazas de fondo casi plano; esto evitaba su permanencia cerca de la costa
donde el peligro de ataques de corsarios o piratas siempre era grande. Asimismo
a través de la rada gibareña salía el tabaco en rama producido en la
jurisdicción holguinera hacia los almacenes habaneros de la Real Factoría.
Ocasionalmente también arribaban a la bahía mercancías destinadas a Holguín y
sus alrededores. Este comercio se desarrollaba a veces con permiso oficial de
las autoridades, pero en muchas ocasiones era simplemente de contrabando[5].
Las dos primeras décadas del
siglo XIX trajeron grandes cambios en el mapa
político europeo y también en el mundo americano. El inicio de las
luchas independentistas en las colonias españolas de la América, facilitadas por el convulso panorama
existente en la Europa Napoleónica, lanzó a muchos corsarios sudamericanos
sobre los mares de la región oriental de Cuba, dañando el comercio y dificultando
el normal desenvolvimiento de la vida en las tierras cercanas a las costas.
Ante este preocupante
panorama fue política del gobierno colonial español en la Isla de Cuba la
fortificación de algunos puntos costeros con el fin de proteger los intereses de la metrópoli y las vidas y
haciendas de los habitantes de las costas cubanas. Esa dicha política fue
facilitada en Holguín con la presencia de Francisco (Paco) de Zayas y Armijo, teniente
gobernador de la jurisdicción. Zayas desplegó una energía increíble para
viabilizar la construcción de una fortaleza que protegiera la bahía de Gibara y
facilitara simultáneamente la apertura del puerto al comercio[6].
El lugar escogido para la
construcción de la fortaleza fue el mismo que había indicado Cristóbal Colón
325 años atrás. Con ese hecho surgió la Villa de Gibara y se convirtió en realidad
la profecía del Gran Almirante, de 1492[7].
La batería de Fernando VII, germen de lo que sería el pueblo que para sí
se construyeron los holguineros.
Los criollos holguineros,
señores del ganado, desde el cabildo de la ciudad fueron los principales
gestores de la habilitación del puerto. En el voluminoso expediente que
prepararon para solicitar la concesión hay un informe que recoge las
principales producciones de la jurisdicción desde 1799 hasta 1806[8], siendo
el tabaco el principal producto exportable pero así mismo maderas, cera, miel,
cueros vacunos y otros frutos en menor escala.
La primera piedra de la
fortificación se colocó en ceremonia solemne durante la mañana del 16 de enero[9] de 1817.
Ese acto se ha considerado siempre como el que marcó el momento fundacional del
pueblo de Gibara[10].
Desde que se iniciaron las
obras el Teniente Gobernador don Paco de Zayas mandó colocar cañones en las
inmediaciones del lugar donde estas se
ejecutaban y destacó allí un piquete de hombres armados para proteger a los
constructores. Muy pronto algunos de los trabajadores y milicianos de la
guarnición se hicieron pequeñas casas en las áreas aledañas para tener donde
guarecerse mientras permanecían en la Punta de Yarey. Ese es el inicio del pueblo
de San Fulgencio de Gibara.
Con la fortaleza construida se
garantizó la protección de la bahía y Gibara fue un lugar seguro para los barcos mercantes. Entonces don Paco de Zayas y el Ayuntamiento de Holguín intensificaron
las gestiones para obtener la autorización oficial de apertura del puerto; pero
la espera fue larga.
Apertura del Puerto de Gibara.
Transcurridos algo más de
cuatro años; el 23 de diciembre de 1821
las Cortes españolas aprobaron la tan
esperada autorización y el 31 de ese mes el rey rubricó el documento. Sin
embargo, inexplicablemente la Real Orden no fue enviada a Holguín hasta el 7 de julio de 1822[11]. Y el 11
de julio, las campanas parroquiales se hicieron eco de la noticia y redoblaron
los tambores: con tal música se anunció a los cuatro costados que se hacía
efectiva, (oficialmente), la apertura del puerto de Gibara al comercio con
barcos de todas las banderas y naciones.
La preocupación de don Paco de
Zayas por el fomento del poblado de Gibara fue una constante durante su mandato,
por cierto, uno de los más largos que tuvo la jurisdicción de Holguín, 16 años.
La Iglesia católica San Fulgencio de Gibara y el fomento del nuevo
pueblo.
En 1820 con el concurso de
algunos vecinos se erigió una construcción de madera y tejas para que sirviera
como Iglesia católica, que estaba bajo
la advocación de San Fulgencio. (Consagrada en marzo de ese año). Además, de
acuerdo con el Ayuntamiento de Holguín, se trazaron calles y se entregaron solares
a las personas que desearan establecerse en el nuevo puerto. En un informe presentado por el propio Zayas en 1820 dice
el Teniente Gobernador que está satisfecho por la reunión de vecinos que venía
haciéndose al amparo de la fortaleza, donde, dice, ya había construidas una
veintena de casas[12].
El milagro de Gibara
Durante las dos primeras
décadas del siglo XIX, obviamente que por la habilitación del puerto, las
tierras situadas entre la ciudad de Holguín y la bahía de Gibara adquirieron la
importancia que sus dueños siempre habían soñado.
Para entonces y equidistante
de ambos lugares había crecido el pequeño poblado de Auras, sede desde 1804 de
la jefatura de una capitanía pedánea. Un poco más al norte, sobre el valle medio del río Cacoyugüín se erigía la
hacienda de Candelaria, que incluía los terrenos más fértiles de toda la
jurisdicción, pero asimismo los valles inferiores de los ríos Cacoyugüín,
Yabazón y Gibara, ocupados por las haciendas de Yabazón y Arroyo Blanco, eran
casi tan fértiles como los de Candelaria.
Ahora esas tierras tan
cercanas al puerto, se convirtieron en exuberantes vegas de tabaco que
cosechaban los felices nuevos vecinos, en un principio criollos casi todos, que
se beneficiaban con la puesta en vigor de la Real Orden del desestanco del
tabaco de 1817.
Pero verdaderamente la
medida que produjo cambios transcendentales con respecto al uso de la tierra en
la comarca gibareña fue el Real Decreto
del 21 de octubre de 1817[13] que
autorizó a los extranjeros blancos que profesaran la fe católica para
establecerse en las posesiones americanas de la monarquía española[14]. Al
amparo de dicho decreto varias familias anglosajonas que se habían asentado
previamente en Las Bahamas o en Bermudas, arribaron al puerto de Gibara y
adquirieron tierras en sus alrededores inmediato, con el objetivo de establecer
plantaciones e ingenios azucareros
Así surgieron los ingenios “Casablanca”,
fundado por el norteamericano de ascendencia holandesa Samuel Driggs en la
hacienda de Candelaria y el “Santa María” en la hacienda de Arroyo Blanco,
fundado por el también norteamericano Samuel Clark[15].
Otras pequeñas fábricas de
azúcar también fueron establecidas en el área, entre ellas el “San José”, de
los austriacos José Eysing y Henrrieta Kellsall y “El Anoncillo”, de la familia
inglesa Gathorm, ambos en Candelaria.
En la tercera década del
siglo XIX estos ingenios eran movidos por fuerza animal (bueyes), pero muy pronto
los dos primeros tuvieron máquina de vapor, una mejora tecnológica que también
aplicaron otros más, fundados posteriormente[16].
Hacia 1827 Gibara ya se
había convertido en un próspero poblado portuario[17], mientras
que en los alrededores de la bahía las chimeneas de los ingenios erigidos con
capital anglosajón lanzaban su “humo opulento al aire”. A partir de entonces el
poblado portuario de Gibara fue invadido por negociantes españoles, dueños del
capital, las relaciones y el conocimiento necesario para medrar en el mundo del
comercio, o sea, que Gibara se escapaba lentamente de las manos de sus
fundadores, las familias criollas holguineras, dueñas de tierras y ganado, pero
poco avezadas en las peripecias del comercio mundial.
Los ingleses, mediante unos
almacenes que poseían en la isla de San Thomas, eran los principales
suministradores de mercancías a la región de Holguín a través de los muelles
gibareños[18],
pero a partir de 1854 se abrieron líneas regulares de barcos de vapor por las
costas de Cuba y Gibara fue uno de los puertos agraciados con este servicio,
por lo tanto la comarca tuvo comunicación frecuente con La Habana y viceversa,
favoreciendo que las casas comerciales de la capital de la Isla absorbieran
gran parte del comercio gibareño, sirviendo ellas muchas de las mercancías
necesarias y adquiriendo las producciones emergentes de ñames, plátanos y maíz que
se producía en los alrededores del puerto. Según el historiador Herminio Leyva
Aguilera, el plátano y el maíz procedentes de Gibara “se solicitan en la plaza de La Habana por su bondad excepcional”[19].
Un año antes de la apertura
de la marinería de cabotaje, en 1853, la población cabecera del partido pedáneo
de Gibara estaba constituida por 257 casas, de ellas 6 de mampostería y altos,
32 de mampostería y bajos, 87 de tabla y tejas y 132 de tabla y guano, y
contaba, además, con una magnífica iglesia parroquial (actual templo de San
Fulgencio de Gibara), una comandancia militar, Juzgado Pedáneo, Ayudantía de Marina y Capitanía de Puerto,
Administración de Rentas Reales, Oficina de correos y Diputación de la Real
Junta de Fomento. A la misma vez el puerto estaba protegido por los cinco
cañones de la Batería Fernando VII y sus correspondientes destacamentos de
artillería e infantería[20].
Nave central de la Iglesia San Fulgencio, Gibara. El presbiterio tiene un falso techo interrumpido por la cúpula; esta a su vez es rematada por una linterna. |
Cúpula de la Iglesia San Fulgencio, Gibara |
Retablo mayor de San Fulgencio de Gibara |
Altar lateral de San Fulgencio de Gibara |
Parroquia San Fulgencio de Gibara, interior, detalles |
Coro de San Fulgencio de Gibara (hecho de maderas torneadas) |
Quince años más tarde, en
septiembre de 1868, el número de casas de la población se había elevado a 370,
en su mayor construidas de tejas, madera y mampostería y levantado con esos
mismos materiales y costeado y construido por sus vecinos, Gibara ya contaba
con cuartel, un cementerio y un casino denominado Príncipe Alfonso. El espíritu
civilista de los habitantes del poblado los llevó a costear un reloj público
(el mismo que aún existe en la torre este de la
parroquia) y también un servicio de alumbrado para calles y plazas[21]. El
poblado entonces tenía 17 calles, de las nueve corrían de norte a sur y ocho de
este a oeste. Por demás el municipio
costeaba dos escuelas públicas[22].
Casa Munné, edificada frente a la Plaza de Armas, actual parque Calixto García, en 1864. (Esta casona comenzó a ser usada como sede del Ayuntamiento de Gibara en 1885) |
La vida del pequeño y
próspero poblado giraba alrededor del puerto que estaba abierto al comercio con
barcos de los más diversos confines del mundo. Anualmente el pueblo era
visitado por unos 168 buques de alto porte y 165 de cabotaje, a los que se
suman los vapores de líneas regulares que en sus viajes a La Habana y en sus
regresos hacían escala allí.
En la etapa inmediatamente
anterior al inicio de la Guerra de los Diez Años, los principales productos de
importación a través del puerto eran los víveres.
Herminio Leyva Aguilera, en
su enjundiosa obra “Gibara y su Jurisdicción”[23]
reproduce datos estadísticos correspondientes a la exportación e importación de
mercancías a través de los muelles gibareños para el cuatrienio 1861-1864. Según
esas dichas cifras entraron por el
puerto $ 593 564 pesos de mercancías. El principal renglón fueron
los víveres, con $ 339 657.00 pesos que
representaban el 64,61 % del total (Entre los principales víveres importados
estaban: aceite de olivos, vinos, aceitunas, jamones, pescados, papas,
cebollas, garbanzos, y grandes cantidades de harina de trigo). En otras líneas
de importación estuvieron tejidos, artículos de peleterías, maderas (por esta
época se realizaba importación de maderas principalmente desde los Estados
Unidos para construir los bocoyes y las cajas en que se envasaba el azúcar.
También se importaban casas completas de producción seriada. Y simultáneamente,
se exportaban ciertas cantidades de maderas preciosas como cedros, caobas,
fustetes y granadillos, y algunos artículos suntuarios como mármoles, objetos
de cristalería, perfumería y muebles).
Siguiendo la misma fuente,
en el mismo cuatrienio (1861-1864), por Gibara se exportaron productos por
valor de $ 3 913 158.00 pesos. El principal producto que salía era el tabaco, el
que generó ganancias por $ 3 506 576.00
pesos para un 89, 6% del total[24]. Le
sigue, aunque a considerable distancia, la venta de azucares que aportaron $ 221
608.00 pesos, lo que representaba el 5,6 % del total. Asimismo se exportaba
miel de abejas, miel de purga, aguardientes, cera, algunas maderas,
cigarrillos, etc.
La guerra de los Diez Años. Su influencia en Gibara
El inicio de la Guerra de los Diez Años tuvo
para Gibara una connotación muy diferente de la del resto de la jurisdicción
holguinera: el poblado portuario estaba habitado por numerosos peninsulares a los que no les convenía la
independencia de la Isla y que se preocuparon con la presencia mambisa en la
zona, por lo que el pueblo inmediatamente fue abroquelado por un rosario de
fortines que garantizaban su defensa por la parte de tierra. Incluso en una
fecha tan temprana como diciembre de 1869 esos puntos fortificados se habían
unido mediante una cerca de alambre de púas y numerosas trincheras que
protegían aún más la población.
Mientras y por vía marítima,
fueron llegando al puerto numerosas tropas españolas que hacían su período de
aclimatación en Gibara y sus alrededores.
La bahía, con barcos de
guerra permanentemente anclados en sus aguas se convirtió de hecho en una base
naval española.
A la vez los campos cercanos
a la población principal del partido pedáneo de Gibara también fueron fortificados por el mando
hispano.
Y numerosos campesinos
canarios y sus descendientes directos, dedicados al cultivo de la tierra,
mudaron sus viviendas para casi una docena de poblados protegidos por fortines
y otras obras militares, y formaron filas mayoritariamente junto a los
españoles en defensa de sus propios intereses y de los de la metrópoli. Tanto
en Gibara como en los poblados del campo se constituyeron cuerpos de
voluntarios y guerrillas locales.
Todo lo anteriormente
narrado hizo que los españoles y sus
simpatizantes sintieran una relativa tranquilidad en la comarca gibareña, (sensación
muy diferente a la que experimentaban los vecinos de otros lugares de la
jurisdicción donde las tropas mambisas actuaban con mayor facilidad).
Los sucesos de la guerra,
sobre todo después del ataque mambí a Holguín, llevaron a numerosas personas afines a España residentes
en los campos holguineros a mudarse para la zona de Gibara buscando el amparoque podían ofrecerle las obras defensivas de esta población y sus alrededores[25].
En 1871 la población
portuaria de Gibara había duplicado el número de sus habitantes. La mayoría de
sus nuevos pobladores eran holguineros que huían de la guerra.
Muchas de esas personas que
se mudaron para Gibara disponían de capitales que les permitieron construir
elegantes viviendas en la población. Y otros aprovecharon al máximo las
oportunidades que daba la guerra para hacer negocios lucrativos, como por
ejemplo las contratas de suministros de víveres y artículos necesarios a las
tropas españolas.
Mientras tanto el resto de
la jurisdicción de Holguín de desangraba y veía desaparecer su riqueza en la
vorágine de la contienda, en Gibara se levantaban nuevas edificaciones y la
población adquiría valores arquitectónicos
y urbanísticos que construyeron los esclavos que los recién llegados
llevaron con ellos.
Vivienda de la familia Garrido, levantada en 1874. Esta casona se convirtió en 1912 en sede la Colonia Española en Gibara |
En las imágenes siguientes se ve el interior de la casona levanta en
1874 como vivienda de la familia Garrido en tiempos en que ya se había
convertido en sede la Colonia Española de Gibara:
Independientemente de la guerra y la llegada a Gibara de capitales desde otros lugares vecinos, verdad es que en el pueblo ya se había desarrollado la industria de materiales de la construcción con alfarerías cercanas a la población donde se elaboraban tejas, ladrillos y otros elementos cerámicos. También varios hornos suministraban la cal necesaria para los tercios y la arena, evidentemente, no constituía un gran problema. Igual desde antes de 1868 se habían asentado en la villa expertos y especializados constructores, léase albañiles, carpinteros, herreros y maestros de obra, más varios ingenieros civiles quienes podían proyectar y dirigir la ejecución de obras más complicadas y de mayor prestancia arquitectónica.
Al fondo: Estación del ferrocarril Gibara-Holguín en Gibara |
Túnel del ferrocarril a la salida de Gibara, obra única de su tipo hecha en Cuba colonial |
Puente del ferrocarril sobre el río Cacoyuguín |
Entre los profesionales de
la construcción que vivían por esta época en Gibara estaba el ingeniero
español, natural de Palencia, Nicolás
Pérez Sancho, quien en 1875 confeccionó y reprodujo en imprenta un interesante
plano de la villa, imprescindible hoy para el estudio histórico de Gibara por
la riqueza de datos que aporta. Pérez Sancho fue también el proyectista del
ferrocarril de Gibara y Holguín y el
ejecutor a pie de obra de los dos primeros tramos de esta vía
(Gibara-Cantimplora y Cantimplora-Auras). Lamentablemente Pérez Sancho falleció
en 1889 durante un viaje a su tierra natal, por lo que no pudo ver concluida su
obra.
Las imágenes que siguen son
una colección de monumentales edificios gibareños:
Casa Tamargo |
Casa de Arsenita Martínez (Hoy Hotel Arsenita) |
Hiperfamoso edificio gibareño conocido como La Murcielaguina. |
La Murcielaguina (detalle) |
Casino español de Gibara, posteriormente Unión Club. Actualmente es sede del Museo de Historia Natural de Gibara |
En las imágenes siguientes:
Detalles del edificio construido para sede del Casino Español de Gibara, actual
Museo de Historia Natural:
Durante la guerra Gibara
obtuvo el título de villa (el 26 de mayo de 1871), y el derecho a crear un
ayuntamiento propio independiente del de Holguín (30 de diciembre de 1873).
Ambas concesiones reflejaban el desarrollo económico alcanzado por la población
portuaria hasta ese momento.
Al finalizar la guerra la
población de la villa de Gibara superaba los 7500 habitantes lo que significaba
que se había triplicado durante la misma al mudarse para allí numerosos vecinos
de otros lugares de la región oriental del país.
Otras construcciones
gibareñas levantadas después finalizada la guerra grande de los Diez años
(1868-1878):
Teatro Unión Club, construido entre 1899 y 1890 |
Teatro Unión Club, (detalle) |
Fuente de terracota que originalmente estuvo colocada en el viceconsulado de España en Gibara (Residencia de don Javier González Longoria), luego colocada a la entrada del teatro Unión Club |
El puerto gibareño,
convertido en base naval hispana durante la guerra de independencia cubana de
1868 a 1878 era el sexto de la isla de Cuba en cuanto al volumen de cargas
importadas y exportadas. La producción agrícola de las tierras cercanas a
Gibara, aunque fue en cierta medida afectada, no se detuvo ni en los días más
difíciles del conflicto bélico y cuando concluyó aquel, la villa y sus
alrededores se recuperaron rápidamente. Por demás, con el arribo de miles de
cabezas de ganado procedentes de Puerto Rico se reparó la ganadería.
Durante los años del período
ínter guerras, denominado por José Martí como Tregua Fecunda, gibareños y
holguineros se unieron en un proyecto común que constituyó una expresión del
auge económico que iba alcanzando la región para entonces construyendo un
ferrocarril que enlazaba los dos pueblos, avance tecnológico eficaz para el transporte de mercancías y pasajeros.
En esta etapa se
construyeron también elegantes edificios en la villa de Gibara, entre estos la
sede del Casino Español (actual Museo de Ciencias Naturales) y el teatro del
Casino, pequeña joya de la arquitectura gibareña y único teatro de la etapa
colonial que aún se conserva en la provincia Holguín.
Al iniciarse la guerra de
1895 se repitió, aunque en menor escala, el fenómeno migratorio interno que se
había dado durante la guerra de 1868. En 1895 ya existía un servicio telefónico
que pronto fue ampliado para satisfacer las necesidades del mando español
durante la contienda, y a fines de 1897 se dieron los primeros pasos para el
montaje de una planta que al año siguiente brindó servicio de electricidad a
las familias de más solvencia económica de la villa.
En las siguientes fotografías una muestra del refinado mobiliario y los
elementos decorativos de la casa colonial gibareña:
El activo comercio, el sabio
trazado de las calles y los sólidos edificios de Gibara impresionaron
favorablemente a numerosos viajeros que la visitaron en el siglo XIX y dejaron
escritas sus memorias para la posteridad[26].
Al finalizar el siglo XIX
Gibara era uno de los pueblos más prósperos de la región oriental del país sin
embargo durante la primera mitad del siglo XX este panorama cambiaría
radicalmente.
[1] Pérez Esquivel, Miguel Ángel y
Cosme Casals Corella: “Derrotero de Cristóbal Colón por la costa de Holguín 1492” Págs. 64 y 65.
[2] Doimeadiós Cuenca Enrique y María Hernández Medina
“Apuntes para una historia del municipio Gibara” Págs.17 y 20
[3] Ávila del Monte Diego: “Historia
del hato de San Isidoro de Holguín” Pág. 116
[4] Ídem Págs. 96 y 97.
[5] Existen diferentes reportes de
barcos que entraron a la bahía de Gibara con el objeto de realizar contrabando.
Uno de los que produjo mayor revuelo fue el recogido por Levi Marrero Artiles
en su enjundiosa obra “Cuba, Economía y Sociedad”, en la cual refiere que al
arribar un guardacostas español a la bahía de Gibara en 1752, fue apresado por
una embarcación francesa que se encontraba en la misma realizando contrabando.
Como hechos similares se repitieron en esos años en Bariay y otras bahías de la
costa norte holguinera con corsarios franceses, el Supremo Consejo de Indias,
reunido el 23 de enero de 1753,
recomendó al rey español dirigir una enérgica comunicación al monarca francés
para que éste prohibiera a sus súbditos en lo sucesivo la ejecución de acciones
de esta naturaleza contra territorio español, ya que en esos momentos reinaba
la paz entre ambas naciones (Ver Cuba, Economía y Sociedad. Tomo VII Pág. 196)
[6] Abreu Cardet, José Miguel:
“Francisco de Zayas: el camino inconcluso entre Cuba y España” en revista
Gibara No. II Mayo. Agosto de 1999
[7] Peña Obregón, Angela: “Gibara: la
villa que pronosticó Colón”. En Revista Gibara No, 1, Enero Abril de 1999.
[8] Archivo Nacional de Cuba. Fondo
Real Consulado.
[9] La selección del día seguramente
que no se debió al azar. Ese es el día que los católicos celebran a San
Fulgencio, quien en vida fue hermano de Isidoro de Sevilla, San Isidoro,
patrono de Holguín.
[10] Doimeadiós, Enrique y María Hdez.
“Apuntes para una historia del municipio Gibara” Pág. 43
[11] Archivo Nacional de Cuba. Fondo
Reales órdenes y Cédulas. Legajo 66 No. 50
[12] Leyva Aguilera, Herminio: “Gibara y
su jurisdicción” Pág. 45
[13] Ver: Carreras, Julio A. “Historia
del Estado y el Derecho en Cuba” Pág. 103 / Esta Real Orden establecía la exención temporal de diezmos sobre la
producción agrícola y de “alcabalas” en venta de sus frutos y, además, el
beneficio de satisfacer únicamente el dos y medio por ciento de uno y otro
tributo, después de vencido el término para la exención.
[14] A estos extranjeros se les permitía
portar armas aún en tiempo de paz, lo que les permitía resistir cualquier
sublevación de esclavos o incursión pirática.
[15] Doimeadiós, Enrique:”Anglosajones
en Gibara. Trabajo presentado en el evento “La ciudad que queremos. Holguín,
2009).
[16] Idem.
[17] El informe del censo de 1827 (en su
página 89), recoge que: Al NNE y a 7 leguas próximamente (de Holguín), tiene el
puerto habilitado de Gibara, muy abrigado, capaz y con fondo para bergantines y
sobre la orilla occidental de su entrada tiene una batería que la defiende, con
un pueblecito naciente llamado Punta de Yarey, a nueve leguas próximamente de
su capital, (Holguín), único que existe en la jurisdicción, que es cabeza del
partido rural de Gibara. Tiene 14 casas de mampostería y tejas y 60 de tabla y embarrado y guano, 3 pulperías
y tabernas y una población de 170 blancos, 114 de color libres y 43 esclavos.
Total 327 habitantes. Por este pequeño puerto en el año 1827 se importó 49 765 pesos y la extracción de frutos indígenas
ascendió a 64 384 pesos. Los derechos
producidos fueron de 13 689 pesos.
[18] Leyva Aguilera, Herminio: “Gibara y
su jurisdicción” Pág. 160
[19] Leyva Aguilera, Herminio: “Gibara y
su jurisdicción” Pág. 254
[20] Archivo Provincial de
Holguín. Fondo Tenencia de Gobierno. Legajo 73, expediente 147, folio 58.
[21] Archivo Nacional de
Cuba. Fondo Gobierno Superior Civil. Legajo 17 No 583
[22] Ídem
[23] Leyva Aguilera,
Herminio: “Gibara y su Jurisdicción”
Pág. 162.
[24] Ver: Leyva Aguilera, Herminio:
“Gibara y su jurisdicción” Pág. 164.
[25] Doimeadiós, Enrique y Ángela Peña:
“El Sistema Defensivo de la España Chiquita”.
Ponencia presentada en el Congreso Nacional de Historia 2009.
[26] Ver: Muecke Bertel, Carlos: “Patria
y Libertad”. Ver también: “Mouré Saco, José: “1102 días en el Ejército Español”
(Diario de un soldado español)