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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

22 de diciembre de 2016

El día que la Plaza Isabel II de Holguín comenzó a llamarse Calixto García



El 30 de noviembre de 1898 se fueron las últimas tropas españolas que estaban en Holguín y dos días después entran las norteamericanas, que llegaron dirigidas por Mr. Duncan H. Hood.

A mediados de diciembre de ese año llega a Holguín con retraso una noticia que llena de consternación a todo el país: la muerte en Estados Unidos el día once de Calixto García. 

Máscarilla hecha al cadáver de Calixto García (Se conserva en su casa natal en Holguín)

De inmediato las autoridades norteamericanas y las civiles integradas por holguineros, acompañadas por el pueblo, parten desde la Plaza de Armas hasta la casa de doña Lucía Iñiguez, madre del héroe, a testimoniarle las más sentidas condolencias. Y el día 17 el Ayuntamiento local declara duelo durante los días 18 al 20 y asimismo decide rebautizar la Plaza de Armas como Plaza Mayor General Calixto García.

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Brevísimo resumen de la participación holguinera en la guerra de 1895



Al comenzar la última etapa de la lucha de los cubanos contra el dominio español, se inició en Holguín otro período de parálisis económica. La administración municipal se vio obligada a reparar las obras de defensa y construir otras, dejando a un lado la atención a las necesidades de la plaza y de otros sectores sociales.

Entre los cientos de holguineros que se incorporaron a la manigua, estaban  insignes  guerreros, pero también sencillos hombre de pueblo que no eran diestros en el uso de las armas,  pero que también dieron muestras de heroísmo y amor al suelo natal. Entre  estos últimos estaban casi todos los músicos de las dos orquestas locales, la de Ochoa y la de Avilés.

Esos músicos, que tantas veces habían amenizado las retretas  en la Plaza de Armas, fueron escogidos por el holguinero José Isidoro Urbino cuando el general Antonio Maceo le ordenó que escogiera a los mejores para formar la Banda de la Invasión a Occidente, o la Banda de Holguín como la llama José Luciano Franco en su biografía de Maceo.

La historia de Cuba jamás puede olvidar que al partir la columna invasora desde los Mangos de Baraguá, el 22 de Octubre de 1896, iban al frente los músicos de Holguín interpretando La Bayamesa. Y tampoco que la Banda Invasora escribió otras páginas inolvidables, por lo que José Miró Argenter, en sus Crónicas de la guerra, le prodiga merecidos elogios.

Por su parte Constantino Pupo  escribe en su libro Patriotas Holguineros, que esta Banda fue: “(…) la que anunció a los camagüeyanos que las huestes del Gran Maceo habían salvado el linde de Oriente, y la que, en la famosa carga de Mal Tiempo electrizó a los soldados de la libertad, dando al aire las notas vibrantes del Himno Invasor, y la que en Mantua, término feliz de la gloriosa jornada, conmovió la campiña pinareña (…)”[1]

Tampoco se debe olvidar que sus directores, Manuel Dositeo Aguilera y Jesús Avilés Urbino, tuvieron un papel muy significativo en la creación del Himno Invasor, del que Loynaz del Castillo se atribuyó luego la total autoría.

En el siguiente material de 1943 se puede ver al General Enrique Loynaz del Castillo narrando su versión de la historia del Himno Invasor:
 


Al concluir la guerra varios de los músicos de Holguín retornaron al pueblo con la satisfacción de haber cumplido con el más sagrado deber de un patriota y una vez en la ciudad, reorganizaron las dos orquestas que se encargaron de tocar en las populares retretas de la Plaza, hasta 1922 en que se funda la Banda Municipal.

Lamentablemente cuando los independentistas cubanos prácticamente habían conquistado la victoria, el Ejército norteamericano interviene y se hace dueño de Cuba.






[1] Constantino Pupo. “Patriotas holguineros”, (s.e), p.123.

La Plaza de Armas Isabel II de Holguín, Cuba, durante los años de "paz" que se sucedieron entre el final de la guerra grande y la de 1895



Durante los años de paz que mediaron entre la Guerra Grande que concluyó en 1878 y el inicio de la de 1895, los holguineros más persistentes enemigos del colonialismo no bajaron las defensas. En 1887 muchos de ellos se nuclearon en el Comité Liberal Autonomista. Este dicho Comité abrió frente a la Plaza,  la Sociedad “La Tertulia”, esa, junto con el Casino Español, instalado desde 1881 en la calle del frente, y el cercano  Centro de Artesanos tuvieron un papel fundamental en el desarrollo cultural de esos años.

Poco a poco las fiestas tradicionales recobraron el esplendor de antaño y en las mencionadas sociedades y en el teatro de verano de la propia plaza, se incrementaron las actuaciones de compañías bufas, líricas, y dramáticas, así como las presentaciones de músicos locales o de otras  partes que recorrían la isla, entre estos, virtuosos de la talla del pianista Ignacio Cervantes y los violinistas Díaz Albertini y Brindis de Salas. 

Francisco Fernández Rondán
José Miró Argenter
Otro hecho acaecido en la Plaza de Armas, y que está en la memoria histórica de la ciudad, sucedió en la madrugada del 26 de agosto de 1889: Salió desde La Tertulia para la Plaza con la orquesta de Ochoa al frente, una manifestación en la que iban  connotados miembros del Partido Autonomista, entre ellos Francisco Fernández Rondán y José Miró Argenter. Luego los manifestantes recorrieron parte del pueblo dando gritos de ¡Viva la autonomía y Cuba, mueran los contrincantes! Y volvieron a la Plaza donde siguieron gritando sus consignas y, según el posterior testimonio, ofrecido durante el juicio que les hicieron por el Comandante Militar de Holguín, Don José Mantilla, quien los observaba desde un balcón de La Periquera, como a las 4 de la madrugada dicha manifestación fue disuelta por la policía. A cada uno de los promotores se le impuso multa de cinco pesos.



Después vino la  Purniada, que es como se conoce el temprano alzamiento de los Hermanos Sartorio, y otras acciones hasta que llega al 24 de febrero de 1895 en que por orden del Partido Revolucionario Cubano se dio el grito definitivo por la independencia.




La Plaza de Armas Isabel II de Holguín (actual Parque Calixto García), al finalizar la guerra grande de los diez años



Cuando finaliza la guerra (1878), la otrora bella Plaza de Armas estaba completamente enyerbada y en ella pastaban a su libre albedrío cerdos, ovejas y hasta vacas.  Pero acto seguido los dueños de  fincas urbanas, entre ellas viviendas y establecimientos comerciales, acometen la reparación de sus propiedades, pero el Ayuntamiento no pudo hacer lo mismo porque estaba en la completa miseria.

En un manuscrito inédito de Oscar Albanés Carballo, titulado “Narraciones”, que se conserva en la Sala de Fondos Raros y Valiosos de la Biblioteca Provincial de Holguín dice que los años posteriores a la guerra, el Gobierno local de la jurisdicción no pudo disponer “de cantidad  alguna  de importancia para reparaciones de edificios o calles, vías, puentes o reparaciones de caminos”[1].

En  este período  se hicieron muy pocas obras en Holguín, entre ellas la última plaza colonial de las  edificadas en la ciudad, la Plaza Mantilla, (actual parque Infantil Rubén Bravo), iniciada el 23  de enero de 1883 con el objetivo de que sirviera al esparcimiento de las tropas acantonadas en el Cuartel de Infantería, (actual edificio sede de la Central de Trabajadores de Cuba en Holguín), aunque a la nueva plaza acudía parte de la población.

Ese la época lluviosa de 1884, en la Plaza de Armas comenzó a crecer la hierba desmesuradamente y los animales herbívoros se mudaron a ella[2].  Entonces las publicaciones periódicas iniciaron constantes críticas hasta que el Ayuntamiento exigió a la Comisión de Ornato que hiciera algo. La Comisión pidió el respaldo de los holguineros y lo encontró, sobre todo en el Círculo de Dependientes. Se cortó (chapeó) la hierba y se regó con agua la plaza para aplacar el polvo y la tierra que la afeaban.

En 1888  el Ayuntamiento cambió los nombres a las calles de Holguín, siendo bautizadas las que circundan la plaza de la forma siguiente: Comercio (la actual Libertad), Mercaderes (Frexes), España (Maceo) y Concordia (Martí). En la misma fecha se propuso la rotulación de las calles e inmuebles de la ciudad, aunque no fue casi diez años después cuando en los Estados Unidos se compraron las placas de esmalte azul prusia con la numeración y también las 24 farolas modernas y circulares con depósitos para el petróleo que se colocaron en la plaza y otros sitios de la ciudad.



[1] Oscar Albanés Carballo. Trabajo inédito con el título “Narraciones”. Sala de Fondos Raros y Valiosos, Biblioteca Provincial de Holguín.
[2] Periódico “El Periquero”. p.2. Holguín,2 de marzo de 1884

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