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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

21 de mayo de 2009

Desmesuras y levedades I

Ten cuidado porque la tristeza llega y sin darnos cuenta nos acostumbramos a ella.

12.55 de la noche. Miércoles 2 de julio de 2008. Es esta una hora muy difícil para mí. A esta hora cierran los lugares donde me refugio para tratar de no pensar en ti. Ahora quedo solo conmigo, pero no me gusto cuando estoy triste. ¡Tanto que has peleado porque duermo mucho y ahora que necesito dormirme profundamente, por un mes o dos años, no tengo sueño, ni un poquito de sueño!. Estoy condenado a quedarme conmigo y mis recuerdos. Me queman por dentro esto que se me ha ido acomodando ahí. Es eso lo que me tiene así, acostumbrado a estar triste. Vengo de caminar sin rumbo ninguno. Me duelen los pies de tanto caminar, ¡necesito tanto cansarme para soportar el piso frío donde he de dormir, si es que puedo dormirme de una maldita vez!. Me cuesta tanto olvidarte. ¡Tantas cosas debieron ser diferentes!. Ya no me quieres, es verdad, lo he podido comprobar. Y sin embargo, pienso que a pesar de todo en este momento debías estar a mi lado. El piso sobre el que duermo fuera blando si contara con la solidaridad que, supuse, siempre tendría de ti. Creo que nada es más útil para las gentes que saber ser agradecidos. ¿Cómo puedes dormir, delirantemente dormir, sin que te importe lo que me ocurre. Sin siquiera saber qué ha sido de mi hoy. Ya que no duermo creí que debía escribirte esta nota que por mis desmesuras y levedades no te mando, pero escribir me hace más daño… Es la 1.12 de la madrugada. Adiós por hoy.

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