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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

15 de junio de 2017

Faustino Orama, El Guayabero 04 (Los años veinte en la música de Holguín. El sexteto La Tropical. Los años finales de la década del 20 y principios del del 30 del siglo XX y otra vez noticias sobre la única hija de Faustino)

"Guajira In Menor"
Pedro Justiz "Peruchín"
Album: Peruchín genio del tumbao y la descarga cubana / El Marqués del Marfil:




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Antes de finalizar los años veinte proliferaban en la región nororiental excelentes agrupaciones soneras; por ejemplo en Gibara se destacaba el sexteto Romero, y en Banes, la estudiantina La Rechiva del Son, agrupación esta sui géneris con instrumentos como piano, chelo, flauta, drums, trompeta y saxofón; estos dos últimos eran ejecutados por Pedro Rodríguez y su sobrino Pedro Jústiz Rodríguez (Peruchín), quien luego fue uno de los más célebre pianista de la música popular cubana. En Holguín, por su parte, estaban los sextetos Los Criollitos y Utria, que junto a “La Tropical” conformaron la trilogía más significativa del pujante formato y el cubanísimo son.
Los Criollitos tenían el respaldo del Alambique Holguín (fábrica de rones y vinos), y el Utria el de la Maltina Tivolí. Por ambos transitaron notables músicos como Luís Peña (El Albino), Olavo Gómez, Pelagio Rodríguez y el trovador Rafael Sánchez (Felén), dueño de una hermosa voz de barítono que también cantó con La Tropical y otras agrupaciones.
El sexteto de Pablo Utria también era llamado Los Guajiros Holguineros o Tivolí, por la marca patrocinadora que, por cierto solamente les facilitaba algunos contratos pero no le pagaba un céntimo.
La tropical: un sexteto con historia
Un año de significativa trascendencia para la música bailable en la ciudad de Holguín fue 1927. Para entonces la fuerte presencia norteamericana —que a través de la United Fruit Company y otras compañía, se apoderaron de las mejores tierras y recursos naturales desde Las Tunas hasta Moa— terminó imponiendo el formato jazz band entre las orquestas de la región, entre ellas la vieja charanga Hermanos Avilés que se trasformó y se convirtió en modelo y núcleo irradiador.
Esa agrupación posteriormente volvió a trasformarse y fue pionera de las big band del país y en la creación de un repertorio esencialmente criollo, en el que incorporaron obras de El Guayabero, Pepé Delgado, Ángel Alberto Caissés y sobre todo de Juanito Márquez, un guitarrista que en los años sesenta impuso el pacá, que es el más trascendente ritmo bailable que esta región nororiental aportó al patrimonio sonoro de la Isla.
Y si verdad es que a partir del veintisiete comenzaron a desaparecer las charangas, los sextetos de sones perduraron un poco más en la escena musical del territorio, donde tampoco faltaron estudiantinas y otras combinaciones.
El sexteto La Tropical debutó en el cine Martí la noche del 24 de diciembre de ese histórico año (1927), que fue cuando en La Habana al formato le agregaron trompeta a los grupos soneros (sextetos) y surgió el septeto. (Sin dudas que tanto el instrumento como el nuevo formato también eran resultado de la influencia del jazz y los norteamericanos, por lo que varios sextetos se resistieron a incorporarlo para preservar un sonido más tradicional y cubano; uno de ellos fue La Tropical)[1].
Sin embargo los anteriormente mencionados sextetos, que la prensa holguinera menciona desde 1925, ese tipo de formato no ocupa lugar preferencial en las fiestas y celebraciones más importantes hasta que una marca cervecera, en la figura de su representante en Holguín, don Facundo Dovale, brindó su respaldo económico a Benigno Mesa Correa, y este crea el sexteto  “La Tropical”,  (llevaba el mismo nombre de sus patrocinadores).  Justo es decir, además, que el sexteto contó con el apoyo profesional de la Orquesta Hermanos Avilés
Benigno Mesa había estudiado música con su pariente José María Ochoa, que fue el más importante compositor de la ciudad de finales del siglo XIX e inicios del  XX; asimismo durante varios años el creador y director de “La Tropical” integró la Orquesta Avilés y la Banda Municipal, tocando el figle y el bombardino. Igualmente era insuperable en el cornetín y la trompeta, y era muy solicitado para el toque de la diana en actos fúnebres y patrióticos. Por su sexteto pasaron varios de los más talentosos soneros y trovadores de la comarca, entre ellos Francisco (Kiko) Cruz, Mario Patterson, Pepín Coello (trompetas), Dagoberto Betancourt, Luís Argudín y Pedro Guerra (guitarras), Cheo Meriño (marímbula), Manuel Vega (bongó), los cantantes y maraqueros Felén, Nito y Pito el Diablo, así como los treseros Eugenio Aguilera Solares, Nacianceno Orama y Pepe Osorio. Fue gracias a este último que en algún momento del año 1933 el joven Faustino Orama ingresa al prestigioso sexteto. Pronto se destacó cantando en los coros y tocando las maracas.
En 1929, como consecuencia del crack bancario y las tensas luchas contra la dictadura machadista, las presentaciones de los grupos musicales disminuyeron ostensiblemente en todas partes. Los grupos soneros particularmente se vieron en la necesidad de aceptar contratos en bateyes azucareros y poblaciones distantes para ganar algunas pesetas; según testimonio del propio Faustino, a veces pasaban toda la noche tocando y al final no recibían pago alguno porque los organizadores del baile no habían conseguido ninguna ganancia.
En la comarca de Holguín y sus alrededores se produjeron Huelgas por las elevadas tarifas eléctricas, protestas por la represión policial y la persecución a los dirigentes sindicales, estudiantiles y revolucionarios. Se distinguieron figuras como Antonio Guiteras y Felipe Fuentes, quienes dirigieron en la zona la fundación de organizaciones como La Joven Cuba y el Partido Comunista y apoyaron la constitución de los soviets en los cercanos centrales Tacajó y Santa Lucía.
Hasta donde se sabe, Faustino no tuvo participación en los álgidos sucesos sociales y políticos que estremecían a Holguín y a todo el país que, en agosto de 1933 provocaron la huida del tirano.
Él, el joven músico y tipógrafo que cumplió 22 años, con sus finas facciones, ojos negros penetrantes, labios finos, complexión física más bien delgada y un gran afán de viajar y conocer el mundo, a pesar de los sombríos que eran los tiempos, disfrutaba de la vida bohemia y los nuevos progresos, (que también los hubo): el cine sonoro con las películas de su ídolo Carlos Gardel, la inauguración de la Carretera Central, la fundación de la primera radioemisora holguinera, la CMKF “La Voz del Norte de Oriente”, el primer aeropuerto de la ciudad que casi estaba frente a su modesto hogar en el reparto Pueblo Nuevo, y las mujeres bellas, sobre todo las blancas y mulatas que fueran abundantes en curvas anatómicas.
En 1933 Faustino se unió a Juanita Palacios, la primera mujer reconocida como tal en su dilatada vida sentimental; ella era una hermosa trigueña, también de origen modesto pero dotada de finos modales y porte elegante. Tuvieron una hija, la única de Faustino, Gladys. Pero muy poco después madre e hija se distanciaron de él, de la ciudad de Holguín y del país. Nunca más volvieron a reencontrarse. Afirman algunos testimoniantes que ellas sentían vergüenza de sus vínculos con el músico negro, pobre e itinerante que cantaba “indecencias”.
Otras mujeres lo amaron, muchísimas, gracias a la música, dijo él. Y, ya octogenario, cada vez que lo entrevistaron dijo con honestidad y desparpajo que las tuvo como las chupetas «de todos los colores y sabores». No obstante, entre tantos abrazos y besos de ocasión, como todo don Juan, debió sentir el aguijón lacerante de la soledad y la frustración del amor paternal. Y lo decimos porque él siempre era tierno y afectuoso con los niños. Cuando uno de ellos estaba cerca de Faustino “le corría la baba”.
Mientras “La Tropical” agregó la trompeta y fue un septeto que tocaba los simpáticos sones de Miguel Matamoros e Ignacio Piñeiro. Algunos músicos se fueron de la agrupación, otros vinieron y agregaron, además, las guarachas de Ñico Saquito, Guillermo Rodríguez Fiffe y Bienvenido Julián Gutiérrez y boleros, canciones, rumbas, pregones y congas de una amplia constelación de creadores que iban de Ernesto Lecuona a Rafael Ortiz, pasando por el binomio Guerra-Blanco, René Touzet y el insoslayable Arsenio Rodríguez, autor ese que iniciaba su labor creativa y traía sustanciales cambios para el son cubano.
Fue Arsenio uno de los principales responsables de que se gestara el formato siguiente en la historia del son, el conjunto, aunque en esta conquista venían experimentando numerosos músicos de todo el país. Desde 1928, por ejemplo, el grupo banense “La Rechiva del Son” trabajaba con piano y saxofón, y a mediados de los años treinta existían otras diversas combinaciones soneras.
Entre las agrupaciones más destacadas entonces en Holguín estaban el del pianista Mundo García, en el que tocó bongó y contrabajo Pepín Orama, el hermanos menor de Faustino; y el del compositor Ángel Alberto Caissés, (El Cojo Caissés), gran atracción en la emisora CMKF y autor de “La media naranja” y otras conocidas guarachas.
Caissés contaba en su agrupación con dos de los jóvenes músicos más brillantes de la ciudad: el pianista Enrique Avilés (luego muy conocido por su labor en las orquestas de Grenet, Cugat y Johnny Pacheco) y el trompetista Francisco Drigg (Bayayo), quien tocó también en importantes agrupaciones de la capital junto a Rafael Ortiz y Marcelino Guerra (Rapindey), y poco después regresó a la ciudad e integró La Tropical hasta que Faustino fundó “Trovadores Holguineros”, otro de los conjuntos de Holguín que hizo historia.



[1] El sexteto La Tropical fue fundado a finales de 1927 y Faustino no estuvo entre sus fundadores, calculamos que su entrada al mismo se produjo a inicios de los años treinta, pero no tenemos una fecha exacta.

Faustino Orama, El Guayabero 03 (El célebre sonero trabaja en una imprenta y damos la primera noticia sobre la dramática historia con su única hija).



En la imprenta del periódico Adelante, donde primero trabajó Faustino y luego en la de José Santos Betancourt, adonde llega desde 1930 y donde continúa por varios años, le persigue la música en sus múltiples variantes.  
Betancourt, además de eficiente negociante, tocaba el violín, y su hija Rosa era destacada pianista y una de las más reconocidas pedagogas de ese instrumento en toda la región nororiental; padre e hija eran miembros distinguidos, junto a los Avilés y los Urbino, de la Sociedad de Recreo El Alba, (en la que se agrupaban los “mulatos claros de Holguín”, preferentemente si eran profesionales o dueños de negocios).
La cuadra de calle Maceo, entre Frexes y Martí, Holguín, en la que estaba la Imprenta y tienda El Buen Gusto, en tiempos en que allí trabajaba Faustino Orama.
La imprenta de Betancourt estaba situada en los bajos de su residencia, en la calle Mártires entre Martí y Frexes, justo al fondo de la céntrica tienda y quincalla “El buen gusto” (hoy Casa de la Trova El Guayabero). Allí, desde inicios del siglo  XX se vendían discos, libros y, posteriormente, los primeros aparatos de radio llegados a Holguín, por lo que es de creer que en ese ambiente Faustino disfrutó de las grabaciones de Caruso y Carlos Gardel, de las del Trío Matamoros, el Sexteto Habanero, el Septeto Nacional y otras figuras y agrupaciones de la época, de los que fue fervoroso admirador.

El Guayabero en fechas
1933
Faustino se casa con Juanita Palacios, su primera compañera sentimental, y madre de Gladys Oramas Palacios, su única hija, de la que hablaremos más adelante. (Si no lo hacemos ahora es para no convertir este post en el que sería un perfecto argumento para un melodrama)


14 de junio de 2017

Faustino Orama, El Guayabero 02 (Breve historia del contexto musical holguinero en la época en que nació y creció tremendamente el que iba a ser una figura esencial del son cubano).


Durante los primeros años del siglo XX, Holguín mostraba un escaso desarrollo económico y socio-cultural; las secuelas de las guerras por la independencia de finales del siglo anterior aún eran visibles, y para mal mayor todos los gobernantes del país durante esos primeros 25 años fueron unos corruptos (y los que le siguieron también, pero es ese periodo el que ahora estamos historiando). Al robo descarado y la politiquería los cubanos se opusieron con la sorna o choteo criollo, que se expresó en cada actitud cotidiana. Las guarachas del teatro vernáculo fueron himnos para las capas más humildes.
El Ayuntamiento local siempre estuvo escaso en fondos, a lo que suma la indiferencia de los gobernantes en promover la cultura. Pero aún así las sociedades de recreo e instrucción y otras instituciones fueron recobrando su antiguo esplendor. En 1908 en el céntrico café Colón se instaló el primer cinematógrafo, con el mismo nombre. Allí, dicen las crónicas, se proyectaban películas silentes y también se presentaban las compañías de teatro vernáculo de Raúl del Monte, Rafael Arango, Ramón Espigul, Regino López y Arquímides Pous.
Manuel Avilés Lozano, fundador de la célebre Orquesta Hermanos Avilés
José María Ochoa
Para entonces ya Manuel Avilés y José María Ochoa habían reorganizado sus famosas orquestas, que, muchas veces, ofrecían retretas en los parques de la ciudad, especialmente en el Calixto García de forma gratuita. 

Faustino Oramas, El Guayabero 01 (De su nacimiento en Holguín y dos o tres cosas más)



El padre fue José Orama (sin s al final), un albañil laborioso hijo de isleño (canario inmigrante) y una negra cubana e Isolina Osorio, una afable ama de casa que sabía inventar una suculenta comida con pocos ingredientes. Muchos de sus sobrinos nietos todavía viven todavía en la casa de la familia, ubicada en las cercanías de la curva donde termina la calle Fomento de Holguín, Cuba y comienzan los actuales repartos Pueblo Nuevo, Peralta y Sanfield, o mejor, como dijo el popular sonero, en “Calle Tejar frente al campo de pelota”. Pero El Guayabero no nació en esa casa, sino en otra igual de modesta, ubicada en la calle Cuba esquina a Pepe Torres, el día 4 de junio de 1911.

El Guayabero en fechas
4 de junio de 1911
Nace en el seno de una familia humilde fundada por el albañil José Orama y el ama de casa Isolina Osorio.

Nadie de los actuales sabe cuándo y por qué abandonaron esta, la primera casa de sus padres, para establecerse en la otra de techo de guano y piso de tierra en la entonces la naciente barriada de Pueblo Nuevo. Tal vez la mudanza fue porque en 1913, el Ayuntamiento local declaró el lugar como zona de tolerancia y los Oramas Osorio no quisieron que sus seis hijos nacidos hasta la fecha (José “Papito”, Joaquín, Juan, Nacianceno, Elda y Faustino), fueran vecinos de las putas y los balluses.
En 1916 nació el último de la prole, al que nombraron José, como el hermano mayor; para diferenciarlo lo llamaban Pepín. Pepín fue diestro contrabajista y compañero fiel de su emprendedor y pícaro hermano lo mismo en sus empeños musicales que en la pródiga vida bohemia y sentimental.
Era costumbre de la familia acoger en su seno a familiares y vecinos menesterosos con los que compartían la comida, que siempre era poca y las fiestas que siempre eran muchas. Y con la tan grande cantidad de visitantes los hermanos Orama Osorio transformaron un amplio potrero que quedaba frente a su casa en campo de béisbol, deporte que, junto con el dominó, se convirtió en uno de sus entretenimientos favoritos de todos. Después fue la albañilería y la música, pero antes estuvo Teresita Urbino,
Esta mujer, sin razón alguna olvidada hoy, fue una eminente pedagoga de la escuela pública ubicada en calle Ángel Guerra esquina a Maceo, y miembro de una destacada familia de músicos, artistas y patriotas entre los que sobresalieron José Isidoro Urbino, barbero de Antonio Maceo y capitán del Ejército Libertador que fundó con músicos de Holguín la Banda de Música que acompañó a las tropas mambisas que invadieron el occidente de la Isla durante la guerra martiana de 1895; el locutor comunista Ibrahím Urbino; el pianista René Urbino y el compositor y guitarrista Juanito Márquez Urbino, luego uno de los arreglistas más importantes que ha tenido la obra de Faustino.

El Guayabero en fechas
Década de 1920
Estudia hasta el quinto grado en la escuela pública de la notable pedagoga Teresita Urbino. La escasez económica de la familia y las desgracias que trae la tiranía de Gerardo Machado, lo obligan a abandonar los estudios y desempeñarse como ayudante del padre en las labores de albañilería. Sufre un accidente que le impide ser constructor. Se inicia en la tipografía, en el taller del periódico Adelante.

Teresita se distinguió por inculcar a sus discípulos elevados principios éticos y patrióticos, además de acercarlos al arte y la cultura. Esos valores penetraron en el alumno inteligente, avispado, delgado como un güín y largo como una palma. Faustino aprendió a leer con soltura rápidamente, dominó la aritmética, la Historia de Cuba y otras materias, pero al concluir el quinto grado tuvo que dejar el aula para ayudar al padre en sus quehaceres constructivos, sin embargo la experiencia no fue prolongada. Estaba encaramado en un techo de tejas deteriorado cuando sufrió un accidente que le produjo serias lastimaduras en ambas piernas que lo molestaron toda su vida, limitándolo, además, para hacerse pelotero como alguna vez pensó. Es precisamente ese hecho lo que lo “obliga” a desarrollar más que las otras, su vocación de sonero cuando nada más tenía quince años de su edad. 
Faustino en la década de 1930
La carrera musical de Faustino comenzó como maraquero y cantante en los sextetos fundados por su primo Pepe Osorio, y su hermano Nacianceno con los que se presentaba en El Chémbalo, una de las más connotadas casas de citas o burdeles con pinta de academia de baile que proliferaron tanto en Holguín. Después fue en “La Tropical”, un sexteto patrocinado por la cerveza de ese nombre que se presentaba en el cine-teatro Martí y el palacete de la Colonia Española, pero aquí estamos dando un salto demasiado largo para el gusto de quienes prefieren las cronologías exactas, por lo que mejor nos detenemos e invitamos a los lectores a buscar el siguiente post de La Aldea.

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