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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

15 de marzo de 2017

Calixto García. Biografía. 115



1898, Noviembre 21
En Nueva York, además de su familia, espera al general García, el general Shafter. Se saludan ambos generales y después Calixto abraza a Isabel y no reconoce a su hijita enferma. Ella se queja de que el padre no la quiere saludar y él tiene que mentirle diciéndole que tenía tantos deseos de saludar a Isabel, que por eso no la abrazó a ella primero.
En una carta posterior dice Calixto: “Enferma como está, tengo que sacarla de Nueva York y mandarla a Thomasville, en Georgia, a ver si se prolonga su vida”






Dice Cosme de la Torriente que en Nueva York fueron innumerables las visitas que el general recibió, de militares, marinos y hombres de negocio, todos interesados en las cosas de Cuba.
Pero el tiempo apremia, la Asamblea espera ansiosa, noticias del Norte. Apresuran el viaje a Washington y así lo dispone el general, aunque tenga que separarse de Merceditas. Besa a su hija y toma el tren.
En Washington se pone en contacto con el gobierno americano para resolver el problema crucial del licenciamiento del Ejército Libertador.
Los comisionados que preside Calixto se entrevistan con el Presidente
Calixto: “Mil veces me ha pesado encargarme de esta comisión, que dará muy pocos resultados para la Patria”.
Los Comisionados se entrevistan con Mac Kinley. La administración estadounidense estuvo de acuerdo con la disolución del Ejército cubano. Calixto era del criterio que a los libertadores nada más había que entregarle cien pesos y que cuando se instaurara el gobierno de Cuba y aquel tuviera fondos, se le pagará una pensión, de ahí que, estimando en 30 mil los miembros del Ejército Libertador, Calixto nada más solicitó tres millones. El resto de los miembros de la Comisión se mostraron inconformes, pero el general explicó su temor a que una deuda elevada prolongara la salida definitiva de los Estados Unidos de Cuba.
Sin embargo, Mac Kinley sugirió otra fórmula financiera para el licenciamiento; un donativo. De esta forma los Estados Unidos no estaban reconociendo la existencia de un poder independiente en la Isla, pero los Comisionados rechazaron el donativo exigiendo que el dinero fuera un préstamo a cuentas de las rentas de Cuba.
Del presidente Mc Kinley, como mismo de labios del senador de Alabama, John Tyler Morgan con quien se entrevistó en el hotel Raleig, Calixto oye palabras que lo llenaron de amargura: “los revolucionarios quedan reducidos a la condición de insurrectos contra el poder de la Corona. La soberanía se otorgará a Cuba cuando tenga un gobierno civil permanente”.
A Tomás Collazo le escribe el general: “Mil veces me ha pesado encargarme de esta comisión, que dará muy pocos resultados para la Patria”.
Los médicos le aconsejan al General que se recoja, pero lo critican porque no cumple con su deber
Se hallaba el general con gripe y sus médicos le habían aconsejado, como es costumbre, recogerse. Lo hace… pero la maledicencia lo acecha, y por lo bajo musita: “Qué hace la comisión, por qué no se reúne, qué ocurre…”
Entonces, contra la terminante prescripción médica, el general abandona el lecho y se pone en movimiento. Una terrible neumonía vuelve a atacarle y trucida sus pulmones…
1898, Diciembre 11
El estado de salud del General es grave.





La comunidad cubana en Washington, sabedora de que el general está en estado grave, se concentra en el hotel Raleigh…
Los médicos lo inyectan. El general se levantó de la cama, los ojos muy abiertos, el rostro de un extraño color púrpura, los músculos en tensión… el viejo caudillo enfrenta a la muerte en el que será su último combate. Pero nada puede. Se acuesta, la respiración se dificulta… Carlos Betancourt[1], su ordenanza durante toda la campaña lo toma en brazos, lo levanta, tratando que el aire retorne a sus pulmones, pero los movimientos del general se extinguieron”.
1898, Diciembre 11
Calixto García fallece
Entre las nueve y las diez de la mañana de ese día sus ayudantes y acompañantes bajan al vestíbulo y dicen la terrible noticia: el general Calixto García Iñiguez acaba de fallecer.









[1] Carlos Betancourt se hallaba en Nueva York al servicio de Raimundo Menocal cuando Calixto llegó de Europa en 1895. de inmediato se puso a sus órdenes y con él vino a Cuba, de asistente, y como tal lo sirvió durante toda la guerra. También lo acompañó en el viaje a los Estados Unidos, sirviéndole durante toda su enfermedad. El fiel patriota no se separó de Calixto sino hasta el momento en que depositaron su cadáver en el cementerio de Arlington, según dice Cosme de la Torriente.

Calixto García. Biografía. 114



1898, Noviembre 10
La selección de la Comisión que viajaría a Washington
Antes de las votaciones para la selección de los integrantes de la Comisión que viajaría a Washington, Salvador Cisneros Betancourt planteó que no se considerara requisito para integrar la dicha Comisión ser asambleísta[1]. Esta posición fue denegada, lo que provocó que el ex marqués de Santa Lucía exigiera que se hiciera constar en acta su voto contra Calixto García por “considerarlo inconveniente a la salud de la República”[2].
Finalmente quedó constituida la Comisión a Washington, presidida por el General Calixto García[3] (26 votos a favor). La integraban, además, José Antonio González Lanuza, Manuel Sanguily, José Ramón Villalón y José Miguel Gómez[4].
1898, Noviembre 11
Parte la Comisión que viajará a Washington
Este día parte la Comisión desde Santa Cruz del Sur en el vapor “Antinógenes Menéndez”. Antes de marchar, dice Juan Gualberto Gómez que: “el general se redirige a la morada del general Masó. Y allí, en presencia de los numerosos concurrentes a aquella casa hospitalaria, se acerca el prócer con los brazos abiertos, que es como si llevara abierta las puertas del alma grande y generosa y le grita: “Venga un abrazo, Masó, dejemos en el olvido el pasado”. Masó lo abrazó y acto seguido le sirvió una copa que ambos generales chocaron, y a la vez Masó le deseó el más completo éxito de la misión que la República le había encomendado. Fue esa la última vez que ambos generales estuvieron juntos, pues el General García no regresó con vida a Cuba”.
Y sigue Juan Gualberto Gómez: “Por la costa sur de Cuba el general hace el viaje.
“El 12 está en Cienfuegos. El pueblo lo espera en el muelle y le rinde honores. Luego el general baja a tierra y visita a dos patriotas en sus casas: primero a la casa de Ana Fernández de Velasco y luego a la de José Frías y Cintra. El pueblo, aglomerado frente a las casas, sigue dándole vivas.
“Después sigue hasta Batabanó adonde le espera una multitud de admiradores, entre ellos civiles y subalternos. Y al llegar a La Habana, sabiendo que un público inmenso lo espera en la estación de trenes, y para evitar manifestaciones, desciende en Carlos III. Se aloja en el Hotel Inglaterra, donde lo está esperando con los brazos abiertos y los ojos llenos de lágrima, su madre bienamada, pues no ha podido ella contentar su impaciencia y esperar al hijo en la casa humilde donde vive.
“En el hotel las visitas a García son muchas. El general rehuye a los inoportunos, preparándose para ir a cumplir su misión al Norte. Sin embargo no puede evitar que un corresponsal de “Le Temps” lo entreviste… “Estoy penosamente afectado por la actitud de otros órganos de la prensa francesa, le dice el general, los que no se han mostrado como el suyo, imparciales y justos, tocante a la causa cubana. Los franceses han faltado a su gloriosa tradición. Yo los amo mucho y sufrí ante la idea de tener en contra a verdaderos amigos”[5].
Y luego: “¿Por qué la nación que tanto contribuyó a la independencia americana no nos ha tendido la mano para conseguir la nuestra?”.
1898, Noviembre 18
(Siguiendo la descripción de Juan Gualberto Gómez): Se advierte inusitada animación en la bahía habanera. Cuatro remolcadores, engalanados, se dirigen al vapor “Seguranca”, que está surto en el puerto. Los remolcadores van atestados de cubanos jubilosos, que testimonian su simpatía cordial a los representantes de la Asamblea.
Al general García le acompañan varios ayudantes, entre ellos su hijo Justo García Vélez, Carlos Martín Poey, Cosme de la Torriente… rodeado de ellos se le ve a la débil luz del crepúsculo vespertino, despidiéndose.
Y cuando el barco leva sus anclas y rompe la marcha, la alegría inunda a Calixto, pensando como piensa en su esposa doña Isabel Vélez y en sus hijos a quienes no ve desde hace cerca de tres años. Ellos, lo sabe, le esperan en los muelles de nueva York.










[1] Era su objetivo que pudieran formar parte de la Comisión otros que no estaban allí presentes, entre ellos: Máximo Gómez.
[2]Temía Cisneros que una vez terminada la contienda bélica, la forma de gobernar los campamentos militares trascendiera a la sociedad civil.
[3] La designación de Calixto fue vista por el historiador Emilio Roig como una rectificación a la determinación del Consejo de Gobierno a la destitución de su cargo. La historiadora Maricelis Torres considera que la elección de Calixto se debió al reconocimiento que tenía el general dentro de la cúpula militar de los Estados Unidos, lo que podía viabilizar las gestiones de la Comisión.
[4] La propuesta para presentar al gabinete norteamericano fue suscrita por Juan Gualberto Gómez y Emilio Núñez. La misma establecía la conveniencia de licenciar al Ejército Libertador y asimismo instruía a la comisión para que solicitara la ayuda económica al gobierno estadounidense con la garantía de la renta de Cuba. Además debía manifestar el apoyo de la Asamblea al gobierno norteamericano a los efectos de garantizar el rápido ordenamiento institucional que condujera, sin más preámbulos, a la constitución de la República.

[5] ¿Leía el general la prensa francesa en la manigua?


Calixto García. Biografía. 113



Bartolomé Masó reta a duelo a Calixto García
Una vez libre de su investidura como presidente de la República, el general Bartolomé Masó envía sus padrinos a Calixto retándolo a duelo por las que él considera ofensas inferidas por Calixto a su persona en la prensa.
Media Juan Gualberto Gómez y a él se queja Masó recordando que Calixto había dicho "que no soy hombre de pelea; que jamás entre en acción de guerra; en suma, que soy un cobarde".
Calixto le responde a través del mismo Juan Gualberto: “No soy responsable de lo que escriba un periodista; además, yo nunca podía haber dicho que Masó era un cobarde, puesto que, precisamente, sobre el campo de batalla, por su valor, lo ascendí a coronel… Es triste que dos viejos, como Masó y yo, estemos peleados, después de estar juntos tanto tiempo. Y creo que el culpable soy yo; yo soy el que debe ir a darle una satisfacción”.
Relata Juan Gualberto Gómez los hechos: “Fuimos juntos a casa de Masó… con los brazos abiertos vino Masó, con los brazos abiertos lo esperó García”.
1898, Octubre 28
Calixto hace gestiones para completar el quórum de la Asamblea
Carta de Calixto desde Santa Cruz del Sur al comandante Eugenio Aguilera: “Aprovecho la ida de mi hijo Justo para escribirte breves líneas y enterarte de nuestra situación en ésta. Aún no nos hemos podido reunir por falta de quórum; para tenerlo necesitamos ser por lo menos 32, solo necesitamos dos o tres más; te suplico que vengas, para salir de esta situación. Tan pronto quede constituida definitivamente la Asamblea, con la mitad más uno, podrá seguir funcionando, así es que si no quieres seguir podrías marcharte a los pocos días. Te agradecería, como favor particular, que vinieras. Lo mismo te ruego digas a los diputados que están en esa. Somos 28 y esperamos a Sanguily por momentos”.
1898, Noviembre 7
Al fin se alcanza el quórum y se elige la mesa definitiva y comienzan las deliberaciones.
Por votación de los Representantes queda electo como Presidente de la Asamblea Domingo Méndez. Vicepresidente Freyre de Andrade y secretarios: Manuel Coronado y Porfirio Valiente.
Tratando de resolver el problema crucial de la Asamblea, el licenciamiento del ejército mambí, Sanguily propone: “puesto que éste no es un ejército, sino un puñado de patriotas que se lanzó a la  lucha armada, es inútil discutir su licenciamiento, basta que se decrete su disolución y que cada cual tome el camino de su casa”. Estas palabras provocan un mal efecto en la Asamblea, integrada en su mayoría por hombres de armas.
Juan Gualberto Gómez toma la palabra y, según Gerardo Castellanos, en un discurso mesurado y cordial trató de aplacar los ánimos. Luego la oportuna suspensión de la sesión impidió que el salón se convirtiera en un campo de batalla.
Acusan a Calixto de haberse entendido con los norteamericanos
Se convoca a una segunda sesión: El ambiente era tenso. Lacret acusó a Calixto por “haberse entendido directamente con los norteamericanos cuando estos planearon el ataque a Santiago de Cuba”. La Presidencia de la Asamblea le pide que formule su moción por escrito. Hecho lo que le pedían, se repiten las acusaciones. Entonces Hevia, que había venido con el general en el Hawkis, dijo: “La misión de la Asamblea no es constituirse en tribunal y juzgar cuestiones personales”
Algunos asambleístas justificaron la actitud de García: el apoyo a la intervención era un hecho incuestionablemente aprobado por todas las representaciones civiles y militares de la Isla y, dijeron, si se pudiera probar alguna violación de las jerarquías establecidas, estas se justifican con la urgencia de proteger los desembarcos del ejército norteamericano, previo al inicio de la guerra hispano-cubana-norteamericana. (Y con este criterio se justifica el entendimiento de Calixto con el invasor, prescindiendo del Consejo de Gobierno)
Entonces Lacret Morlot intentó hablar nuevamente en momentos en que lo estaba haciendo otro delegado, por lo que el Presidente lo llamó al orden. Lacret, perdiendo la cordura, se retira del salón dejando sobre la mesa la renuncia de su cargo. Y acto seguido, por vía telegráfica, dice al periódico El Cubano Libre: “He presentado la renuncia porque no me han permitido acusar al general García. Lacret ya no es Diputado”.
1898 Noviembre 3
Se discute la desmovilización del Ejército Mambí
Este día se presentaron tres criterios discordantes respecto a la desmovilización del Ejército Libertador:
Primero, defendido por José Antonio González Lanuza, Manuel Sanguily y Juan Gualberto Gómez: que el licenciamiento fuera progresivo, gradual; que la entrega de las armas la hicieran los soldados a sus jefes inmediatos y estos, con posterioridad, a la Asamblea.
Segundo: defendido por Porfirio Valiente, que la desmovilización fuera inmediata y no gradual, pues de no hacerlo el poder interventor terminaría imponiéndolo alevosamente.
Tercero: defendido por Salvador Cisneros Betancourt. Este se oponía al licenciamiento por considerarlo extemporáneo, dadas las realidades del momento y las inciertas perspectiva del futuro[1].
La mayoría aprobó la primera moción y se propuso acordar la constitución de una comisión de la Asamblea que viajase a los Estados Unidos para entrevistarse con el presidente Mac Kinley.









[1] Algunos historiadores consideran que esta fue una postura previsora, pues la desmovilización del cuerpo armado se convertía en una concesión a los estadounidenses cuando no se tenía ninguna garantía sobre la independencia.


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