1898,
Noviembre 21
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En
Nueva York, además de su familia, espera al general García, el general
Shafter. Se saludan ambos generales y después Calixto abraza a Isabel y no
reconoce a su hijita enferma. Ella se queja de que el padre no la quiere
saludar y él tiene que mentirle diciéndole que tenía tantos deseos de saludar
a Isabel, que por eso no la abrazó a ella primero.
En
una carta posterior dice Calixto: “Enferma
como está, tengo que sacarla de Nueva York y mandarla a Thomasville, en
Georgia, a ver si se prolonga su vida”
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Dice
Cosme de la Torriente
que en Nueva York fueron innumerables las visitas que el general recibió, de
militares, marinos y hombres de negocio, todos interesados en las cosas de
Cuba.
Pero
el tiempo apremia, la
Asamblea espera ansiosa, noticias del Norte. Apresuran el
viaje a Washington y así lo dispone el general, aunque tenga que separarse de
Merceditas. Besa a su hija y toma el tren.
En
Washington se pone en contacto con el gobierno americano para resolver el
problema crucial del licenciamiento del Ejército Libertador.
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Los
comisionados que preside Calixto se entrevistan con el Presidente
Calixto:
“Mil veces me ha pesado encargarme de esta comisión, que dará muy pocos
resultados para la Patria”.
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Los
Comisionados se entrevistan con Mac Kinley. La administración estadounidense
estuvo de acuerdo con la disolución del Ejército cubano. Calixto era del
criterio que a los libertadores nada más había que entregarle cien pesos y
que cuando se instaurara el gobierno de Cuba y aquel tuviera fondos, se le
pagará una pensión, de ahí que, estimando en 30 mil los miembros del Ejército
Libertador, Calixto nada más solicitó tres millones. El resto de los miembros
de la Comisión
se mostraron inconformes, pero el general explicó su temor a que una deuda
elevada prolongara la salida definitiva de los Estados Unidos de Cuba.
Sin
embargo, Mac Kinley sugirió otra fórmula financiera para el licenciamiento;
un donativo. De esta forma los Estados Unidos no estaban reconociendo la
existencia de un poder independiente en la Isla, pero los Comisionados
rechazaron el donativo exigiendo que el dinero fuera un préstamo a cuentas de
las rentas de Cuba.
Del
presidente Mc Kinley, como mismo de labios del senador de Alabama, John Tyler
Morgan con quien se entrevistó en el hotel Raleig, Calixto oye palabras que
lo llenaron de amargura: “los
revolucionarios quedan reducidos a la condición de insurrectos contra el
poder de la Corona. La
soberanía se otorgará a Cuba cuando tenga un gobierno civil permanente”.
A
Tomás Collazo le escribe el general: “Mil
veces me ha pesado encargarme de esta comisión, que dará muy pocos resultados
para la Patria”.
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Los
médicos le aconsejan al General que se recoja, pero lo critican porque no
cumple con su deber
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Se
hallaba el general con gripe y sus médicos le habían aconsejado, como es
costumbre, recogerse. Lo hace… pero la maledicencia lo acecha, y por lo bajo
musita: “Qué hace la comisión, por qué
no se reúne, qué ocurre…”
Entonces,
contra la terminante prescripción médica, el general abandona el lecho y se
pone en movimiento. Una terrible neumonía vuelve a atacarle y trucida sus
pulmones…
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1898,
Diciembre 11
El
estado de salud del General es grave.
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La
comunidad cubana en Washington, sabedora de que el general está en estado
grave, se concentra en el hotel Raleigh…
Los
médicos lo inyectan. El general se levantó de la cama, los ojos muy abiertos,
el rostro de un extraño color púrpura, los músculos en tensión… el viejo
caudillo enfrenta a la muerte en el que será su último combate. Pero nada
puede. Se acuesta, la respiración se dificulta… Carlos Betancourt[1], su
ordenanza durante toda la campaña lo toma en brazos, lo levanta, tratando que
el aire retorne a sus pulmones, pero los movimientos del general se
extinguieron”.
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1898,
Diciembre 11
Calixto
García fallece
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Entre
las nueve y las diez de la mañana de ese día sus ayudantes y acompañantes
bajan al vestíbulo y dicen la terrible noticia: el general Calixto García Iñiguez acaba de fallecer.
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[1] Carlos Betancourt se hallaba en Nueva
York al servicio de Raimundo Menocal cuando Calixto llegó de Europa en 1895. de
inmediato se puso a sus órdenes y con él vino a Cuba, de asistente, y como tal
lo sirvió durante toda la guerra. También lo acompañó en el viaje a los Estados
Unidos, sirviéndole durante toda su enfermedad. El fiel patriota no se separó
de Calixto sino hasta el momento en que depositaron su cadáver en el cementerio
de Arlington, según dice Cosme de la Torriente.