1898,
Junio 27
Calixto:
“No permitiré nunca que el pabellón americano flote sin que a su lado ondee
el de Cuba”
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Lógicamente
que sin saber ni una letra de las declaraciones del coronel Wood, de la
cancillería yanqui, Calixto escribió a Estrada Palma: “Tenemos que luchar al lado de los americanos, en primera línea. No
permitiré nunca que el pabellón americano flote sin que a su lado ondee el de
Cuba, que la sangre de estos hombres libres se derrame sin que al lado de la
suya empape la nuestra esta tierra que nos vio nacer”.
Igual
en esa carta el general García responde a Estrada Palma, quien le había
pedido que apoyara el Consejo de Gobierno para que éste estuviera cerca de él
y de esa forma el mando expedicionario de los Estados Unidos se viera
obligado a reconocerlo en el momento de la designación de las autoridades en
los pueblos ocupados. Calixto explica a Estrada Palma que “el Consejo de Gobierno acepta la
intervención y ordena al General en Jefe y al Lugarteniente General que se
pongan a las órdenes de los jefes del Ejército Americano, por lo que de hecho
renuncia a su autoridad sobre los Jefes del Ejército Libertador”. (Es esa, dice, su sentencia de muerte firmada por Mac Kinley)[1].
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Terminado
el desembarco norteamericano por Daiquiri y Siboney, el ejército de aquel
país inicia la marcha hacia Santiago sin que ninguna de las guarniciones
españolas de las ciudades vecinas pueda auxiliar a sus iguales por impedirlo
el plan de Calixto[2].
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1898,
Junio 30
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Después
de un consejo de generales en el campamento de Shafter, Jefe de las tropas de
los EE.UU., todos los hombres marcharon a ocupar las posiciones señaladas por
el mando.
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1898,
Julio 1ro
El
Caney y San Juan
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A
las siete de la mañana Calixto estaba situado entre el Caney y San Juan,
protegiendo las baterías que debían de batir ambos puntos. Con él estaban los
generales Capote, Lora, Sánchez Echevarría y Cebreco, resistiendo el fuego
español y casi en completa inacción. (El ejército sitiador contaba con 19 mil
hombres: 15 mil americanos y 4 mil cubanos).
De
siete a diez de la mañana las baterías americanas iniciaron el combate sobre
el Caney y San Juan. Y allí estuvieron peleando durante todo el día. Después
de espantosas pérdidas lograron capturar ambas posiciones españolas[3].
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El
verdadero héroe del Caney fue el general español Vara del Rey
En
la carga cayó muerto el coronel norteamericano Wycoff, siguiéndole otros altos oficiales:
Worth, Liscum…
El
coronel cubano González Clavell
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El
verdadero héroe del Caney fue el general español Vara del Rey: este, con 520
soldados y sin artillería, se batió contra 6 654 hombres y 4 piezas de
artillería, es decir, con fuerzas trece veces superiores y aún así los
americanos necesitaron diez horas para tomar el reducto defendido por el
valeroso español del que dijo Justo de Lara: “La idea de rendirse jamás pasó por su mente. Cuando solo le quedaba
un puñado de hombres y sus heridas no le permitían tenerse en pie, comenzó la
retirada hacia Santiago acostado en una camilla desde la que mandaba a sus
hombres al combate. Entonces una bala le cortó la vida, pero antes de morir,
Vara del Rey levantó su espada y gritó: ¡fuego! ¡Viva España!”. De los
heroicos defensores del Caney nada más se pudieron salvar sesenta[4].
Por
su parte, las dos divisiones americanas que, apoyadas por la batería Grimes,
se hallaban desplegadas frente a San Juan, esperando la llegada de la
división de Lawton, tuvieron que lanzarse al ataque de la posición sin el
apoyo de los que esperaban. En la carga cayó muerto el coronel Wycoff,
siguiéndole otros altos oficiales; Worth, Liscum…
Durante
el asalto a San Juan hubo un momento en que el primer batallón del regimiento
de voluntarios de Nueva York quedó bajo el terrible fuego español, entonces
los soldados americanos cayeron en pánico y rompiendo su cohesión, retrocedieron
en desorden. El general J. Ford kent en “The Heroic Charge on San Juan”
escribió: “En ese crítico momento los
oficiales americanos formaron un cordón detrás de las líneas quebrantadas por el pánico, y les hicieron
volver al frente, reforzándolos con dos batallones de refresco”. Sin
dudar lo que dice el militar historiador, lo verdaderamente cierto es que en
esos momentos el coronel cubano González Clavell hizo avanzar a sus mambises
curtidos en el diario bregar contra las tropas españolas, y restableció la línea de fuego abandonada por los
aliados americanos hasta la llegada de refuerzos. (Esa acción valió a
González Clavell una felicitación del coronel Leonardo Wood).
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[1] Con certera visión política, Calixto
señala la equivocada decisión del gobierno cubano de aceptar la intervención y
renunciar a su autoridad sobre la jerarquía militar sin tener el reconocimiento
de Washington, ellos mismos aprobaron su anulación como entidad política. Sin
desmentir lo anterior, la mayoría de los historiadores coinciden en que la
posición de Calixto como Lugarteniente General de un ejército cuya ayuda era
imprescindible para los estadounidenses, lo ponía en condición de presionar
para que los E.U. , reconocieran al máximo órgano revolucionario. (Aunque lo
más probable era que no hubiera conseguido su propósito pero sí se habría
conformado un frente unido ante las ambiciones interventoras). Calixto no apoyó
al Consejo de Gobierno porque prevaleció la animosidad que sentía por aquel. Y
cuando ya se hubo consumado la intervención armada, el general comprendió y
actuó a favor de establecer gobiernos de cubanos en las plazas que cayeran en
poder de las fuerzas norteamericanas.
[2] El comandante belga D´Obesson afirmó:
“Si el cuerpo de desembarco no hubiera tenido el concurso de los insurrectos,
que impidió la concentración de las fuerzas españolas, la acción en tierra
hubiera constituido un desastre para ellos”
[3] Si bien los americanos obligaron a
los españoles a ceder, las acciones demostraron la torpeza de Shafter, quien,
teniendo enorme superioridad numérica sobre su enemigo y mejor y más poderosa
artillería, no supo aprovechar esos elementos y lanzó ciega y casi insanamente
y a pecho descubierto, a miles de sus infantes sobre las trincheras españolas.
Los españoles fusilaron sin piedad a los hombres norteamericanos que sumaron 22
oficiales y 222 soldados muertos y 93 oficiales y 1 288 soldados heridos.
[4] Lo más curioso de la toma de El Caney
está en saber para qué Shafter mandó que se tomara esa posición si el Caney no
está en el camino que va desde Siboney a Santiago, por lo que no le hacía
ninguna falta tomar el Caney para que sus hombres se movieran desde el lugar
del desembarco hasta la ciudad que quería tomar.