1897, Agosto 15
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Calixto está realizando una concentración de las
fuerzas cubanas que es posible, le dice a Estrada Palma, “por el envío de quinina” que ha recibido.
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1897, Agosto 24
Gómez: “El General en Jefe debe ser Calixto
García”
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Carta de Máximo Gómez a Bernabé Boza:
“Si
yo me creyera con pleno derecho de elector, a tomar parte directa en la
política y organización interior de Cuba, la candidatura siguiente sería a
que yo trabajaría en la Asamblea
Constituyente: General en Jefe: Calixto García”.
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Fue 1897 uno de los años de más cruel sequía y hambre
en Cuba, pero ya para el mes de agosto y gracias a la quinina recibida desde el exterior, se
habían repuesto las tropas cubanas. Asimismo para entonces la lluvia y el
verano habían llenado los hospitales enemigos de enfermos y los caminos se
hacían intransitables, por lo que era casi imposible el envío de auxilios a
una plaza.
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Llegada a Cuba de la expedición traída por
el general Roloff
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A todo lo anterior se suma la llegada a Cuba de la
expedición traída por el general Roloff…
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Calixto ordena la concentración de sus fuerzas en el
distante campamento de Curana. Luego en marcha de diez días recorre desde
Baire hasta Mala Noche. Por doquier que pasa reincorpora enfermos que ya
habían sanado.
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1897, Agosto 24
“El Cantío del Gallo”
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Calixto ordena la destrucción y quema del caserío “El
Cantío del Gallo”, ubicado en la zona de la brigada occidental de Holguín “para la distracción del enemigo”.
Para ese momento el General ha nombrado a Mario García
Menocal jefe accidental de la tercera división del primer cuerpo, mientras
que al jefe de esa agrupación, general Rabí, le había ordenado llevar la
artillería que estaba en sus escondites en Guantánamo.
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1897, Agosto 26
Fuerzas de Calixto a tres leguas al sur de
Las Tunas
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En Curana, a tres leguas al sur de Las Tunas, están las
fuerzas de Calixto. Ya ha llegado la artillería y también el general Vega con
la caballería de Camaguey. Total: 1 317 hombres con cinco piezas de
artillería. Rabí y Capote cuentan del ataque de Vicente García en 23 de
septiembre de 1876: a filo del machete el victorioso león tunero Vicente
García abrió los muros hasta entonces inexpugnables de Las Tunas.
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1897, Agosto 27
Calixto en reunión de Jefes: “Apenas tengo
mil hombres, pero con ellos puedo obtener mejor resultado que con cinco veces
más, pues los enemigos se están muriendo a centenares”
Todos conocíamos los planes de nuestro
jefe, pero tratábamos de ocultárselo, dice el coronel Lorié
Plan de la toma de Las Tunas
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En reunión de Jefes, Calixto expone su plan:
“Preciso es ir a buscar a los españoles a
sus últimos refugios. Apenas tengo mil hombres, pero con ellos puedo obtener
mejor resultado que con cinco veces más, pues los enemigos se están muriendo
a centenares: obligarlos a moverse es matarlos sin combate. Por todas partes abandonan
campamentos y retroceden; procuremos que empiecen a abandonar pueblos.
“Me
he decidido a tacar mañana uno que ofrece ventajas para el intento, porque es
en la actualidad el más distante de toda base y el más difícil de auxiliar a
tiempo”. (Todos conocíamos los planes de nuestro jefe, pero
tratábamos de ocultárselo, dice el coronel Lorié).
“Si no logramos
tomarlo acudirá el enemigo, fijará su atención en este territorio y habremos
aliviado al ilustre general en jefe y a nuestros compañeros incansables de
Las Villas, Matanzas y habana. Si lo tomamos, además del provecho material y
de la honra, quedará un espacio inmenso de tierra dominado por nuestra
bandera, y la próxima Asamblea de Representantes podrá inaugurarse bajo
techos españoles, conquistados por nuestras armas. Muchachos, preparen pronto
la marcha, que dentro de algunas horas Victoria de las Tunas se habrá rendido
una vez más al empuje de los cubanos”.
El general muestra a sus oficiales, en el plano que le
ha traído el general Capote, hecho por el capitán Mariano Lerma Varona, las
poderosas fortificaciones que hay que tomar, señalándolas con precisión.
“Usted,
general Vega, con sus jinetes cubra los caminos del frente y del flanco y mantenga
el servicio de exploración hasta diez kilómetros de la ciudad, para avisarme
a tiempo de la presencia de tropas enemigas”.
“Usted,
brigadier Menocal, ocupará las posiciones de la Casa del Cura, levantará
trincheras durante la noche para el emplazamiento de las tres piezas que le
confío y atacará de frente la llave de Victoria de las Tunas: el Cuartel de
Caballería, hasta molerlo con sus granadas”.
“Usted,
coronel Enamorado[1],
con sus fuerzas, se emboscará entre las malezas del arroyo Ahoga Pollos, a
cien metros escasos del cuartel, esperando órdenes para atacar, en cuyo
momento, saliendo por sorpresa, capturará la posición. ¡Que el enemigo no se
vea ni a uno de sus hombres”.
“Usted, general Rabí, con Capote como fuerza
de reserva, ocupará la Loma
de Piedra, atrincherándose en ella durante la noche”.
Y a todos: “El
Cuartel General con dos cañones se situará en la Loma de Pelayo. No se
iniciarán las hostilidades hasta recibir órdenes mías”[2].
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La tropa se pone en
marcha hacia su objetivo: “Solo se oía el ruido sordo de las pisadas de
hombres y caballos y también alguna que otra vez, la ronca voz de los
acemileros que convoyaban los cañones de la victoria”
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Casi al atardecer se levanta el campamento de Curama y
la columna emprende la marcha sobre su objetivo. El coronel Lorié hizo esta
descripción: “Solo se oía el ruido
sordo de las pisadas de hombres y caballos y también alguna que otra vez, la
ronca voz de los acemileros que convoyaban los cañones de la victoria. De
noche avisan los prácticos que están sobre las posiciones enemigas; hace alto
la columna, cada tropa marcha al lugar que se le tiene designado y comienza,
con febril actividad, la áspera faena de atrincheramiento, emplazamiento de
artillería y castrametación. Todos, jefes, oficiales y soldados se
convirtieron en zapadores y trabajaron sin reposo. El enemigo no se daba
cuenta del trabajo nocturno: los capitanes de la monarquía, a pesar del
conticinio, no se apercibían del bélico ajetreo”.
Pero veamos la plaza a atacar: Por una rápida ojeada se
ven fortificaciones principales y secundarias. Entre las principales destacan
tres: los cuarteles de caballería, infantería y artillería. El primero está
rodeado de foso, trincheras de ladrillo y alambradas, es un edificio cuadrado
que ocupa una manzana. Sus muros son anchos y de piedra y está reforzado por
dos tambores. Perfectamente aspillerado, defienden al cuartel un centenar de
soldados de línea y una pieza de artillería. Asimismo y no menos importante,
el cuartel cruza sus fuegos con los fuertes Aragón y Concepción.
El cuartel de infantería es de piedra y ladrillos con
paredes de un metro de espesor y ocupa toda una manzana. Tiene en cada
esquina un tambor y subterráneos. Aljibes y pozos. En él hay pertrechos de
boca en abundancia y tiene capacidad para guarnecer a mil hombres, pero en el
momento del ataque solamente había 250. Al frente de su defensa estaba un
héroe: el comandante aragonés Jacobo Menac.
Y el cuartel de artillería era el punto de
concentración de los elementos del mando hispano.
Entre las fortificaciones secundarias destacaban los
ocho fuertes que rodeaban a la ciudad y otros edificios que podían ser usados
por el enemigo para desde ellos hacerse fuertes, como el Hospital, la Enfermería, la Iglesia, la Botica y el Cementerio.
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1897, Agosto 28
El cañón “Holguín”
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A las cinco y cuarenta y cinco de la madrugada el
General Mario García Menocal con su división y tres piezas de artillería,
ocupa posiciones de atrincheramiento en la Loma del Cura. Su objetivo era batir al Cuartel
de Caballería y a dos fuertes cercanos. (En las inmediaciones están, en
completo silencio, los generales Rabí y Capote con fuerzas de Baracoa y
Guantánamo, que son fuerzas de reserva por si Menocal necesita cooperación).
El Cuartel General con sus escoltas, más las fuerzas de
Holguín y la infantería del Camaguey ocupan sus posiciones con dos piezas de
artillería, entre ellos el cañón Holguín, que fue el mismo que abatió el
fuerte de Loma de Hierro.
Calixto Enamorado está tendido con sus hombres en las
márgenes del arroyo Ahoga Pollos, prácticamente enterrado en el fango de
aquellas orillas cenagosas, esperando el momento preciso para cargar contra
la formidable posición enemiga.
El general Vega con la caballería de Camaguey cubre los
caminos de Bayamo, Camaguey y Manatí. Parte de la caballería holguinera con Mariano Torres al frente
vigila los caminos de Puerto Padre y Maniabón y la otra parte de los
holguineros, con el brigadier Joaquín Planas, cubre los caminos que vienen de
Holguín. Finalmente el coronel Pablo Menocal con un escuadrón de Las Tunas se
mantiene de avanzada sobre San Agustín de Aguarás y San Andrés.
5.45 de la madrugada. Las trompetas de Menocal tocan
diana desde las alturas de la
Casa del Cura, anunciando su presencia a los desprevenidos
defensores.
Inmediatamente se rompe el fuego. Accionando los
cañones están los niños héroes Francisco Sedano, Juan Miguel Portuondo y
Pepito Martí[3] (Se trata del hijo de
José Martí, que vino en una expedición y con él trajo una carta de su madre,
Carmen Zayas Bazán dirigida a Calixto García: “Le mando lo más grande que
tengo, hágamelo un hombre”, según dijo Carlos García Vélez, hijo de Calixto).
Concentraron los españoles su defensa cruzada
(disparaban desde el cuartel y desde el fortín Aragón) sobre el cañón, tanto
que un disparo pone fuera de combate al comandante Funston, que era el jefe
de la artillería cubana. Manda el general que todas las fuerzas disparen
sobre el fortín incluyendo al cañón. Una bomba del cañón logra derrumbar al
fortín. Es ese el momento que aprovecha el general para lanzar a la carga al
regimiento Vicente García, que estaba bajo las órdenes del bravo coronel
Ángel de la Guardia[4],
joven de 23 años que según dijo Calixto, si no hubiera caído en Las Tunas,
muy pronto hubiera llegado a general.
Avanzan los cubanos con Ángel de la Guardia bajo el fuego
enemigo hasta el foso que defiende el fortín y allí en cuerpo a cuerpo
sangriento, acuchillan a los españoles. (Ese, el fortín número 11 es la
primera posición que se captura en el ataque a Las Tunas).
Mientras Ángel de la Guardia cargaba contra el fortín número once,
los heroicos servidores del cañón de dinamita salen de la trinchera,
arrastran el cañón hasta ponerse más cerca del cuartel, y al primer disparo
desaparece la torre y con ella la bandera española. Los españoles abandonan
el edificio, refugiándose muchos de ellos en las trincheras que circundan el
cuartel y desde allí rompen fuego de fusilería. (Otros defensores del cuartel
corren por las calles, dispersos, buscando amparo en las fortificaciones
cercanas).
10.00 de la mañana. La artillería está rindiendo
magnifica labor, tal como lo comprueba el brigadier Enamorado, todavía entre
la maleza y el fango, sintiendo cruzar por encima los proyectiles del cañón y
de la fusilería mambisa. Enamorado envía un parte al general, su padre,
diciéndole que si no recibe orden contraria, de un momento a otro atacará el
cuartel.
A la vez que el parte de su hijo, el general recibe
otro de Menocal, en el que le dice que el enemigo del cuartel está en la
trinchera exterior y que disparará él un proyectil de dinamita tan pronto
como lo cargue… y en eso el enemigo ataca con cañón desde una casa próxima al
fuerte Aragón.
Está lista la bomba de dinamita que iban a disparar
sobre el cuartel, pero los artilleros improvisados apuntan a la casa desde la
que le disparan. La precisión es exacta: la casa y el cañón enemigo terminan
destruidos. Otra bomba, ordena Menocal, para dispararla sobre la trinchera
que rodea el cuartel, donde está gran parte de la guarnición haciéndole fuego
de fusil… pero allá, por uno de los
costados del cuartel, asoma otra pieza de artillería enemiga. Es tan
profesional la actitud de los artilleros cubanos que disparan contra la
mortífera arma enemiga antes que haga algún disparo. Dan contra la esquina
del edificio donde estaban armando el cañón. Los artilleros enemigos se ponen
en fuga pero una segunda bomba cubana los alcanza, sembrándolo todo de
muerte.
Y entonces las cinco piezas de artillería cubana
suspenden el fuego implacable que mantienen contra el maltrecho cuartel, es
que por las malezas que bordean el arroyo avanzan los infantes del brigadier
Enamorado. Rápidamente estos forman en línea de ataque y hacen fuego sobre
las trincheras enemigas.
Desde su posición el General Calixto, seguro que con el
alma en vilo, se empina sobre los estribos de su caballo para no perder un
solo detalle de lo que ocurre: dos de sus hijos, Enamorado como jefe y Carlos
García Vélez, corren hacia la muerte.
Menocal, que sigue la operación de Calixto enamorado
desde la Loma
del Cura pide a Rabí que refuerce las baterías y él con su escolta de
caballería se lanza a apoyar las tropas asaltantes. En la zanja horrible los
hombres se acuchillan. (A esta carga impetuosa se debe la toma de Las Tunas).
Finalmente los españoles corren a refugiarse en las
otras fortificaciones. A Menocal le matan el caballo con un disparo de fusil
y él mismo es herido en una pierna. Lo sacan del campo de batalla y el propio
General García asume el mando directo de la división.
La terrible carga costó 44 bajas a los mambises.
Concluida la carga se establecieron nuevas líneas,
variando los jefes de posición. El General Capote asume el mando de las
fuerzas de vanguardia, que son las que entrarán a la ciudad para ir, paso a
paso, tomando las posiciones interiores.
Se inicia ahora el asedio al poderoso cuartel de
infantería, desde el que un cañón Krupp castiga a las posiciones cubanas.
Sobre el cuartel entra en acción la pieza de dinamita, que muy pronto surtió
efectos, inutilizando el cañón español. Los españoles, en franca retirada,
desorientados, se concentran sobre las dos posiciones fuertes que le quedan.
Antes de cerrar la noche de ese día, cuando los cubanos
refuerzan el flanco derecho (con los hombres bajo el mando de Ángel de la Guardia), los españoles
intentan recuperar las posiciones del flanco izquierdo que habían perdido
lanzándose a la carga, pero el general García, que desde la posición que
tiene domina todo el escenario de la contienda, arroja sobre el enemigo al
regimiento Hatuey, que no solo contiene el contraataque español, sino que se
apodera del fuerte Concepción.
Terminada la jornada, los mambises tienen en su poder
las fortificaciones del este de la plaza y lo que es más importante, que el
mando revolucionario mantiene su ofensiva certera mientras que el hispano da
muestras de desacierto y confusión.
Cuando en la noche se detiene el combate, ya las tropas
de la avanzada mambisa han entrado en la ciudad, las mandan el General Capote
y el Brigadier Ángel de la
Guarda.
El general ordenó que durante la noche se suspendiera
el fuego de artillería y que las tropas aprovecharan para tomar posiciones
dentro de la ciudad.
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[1] Se trata de Calixto Enamorado, hijo
del General con su amante Leonela Enamorado y a quien el padre conoció cuando
regresó a Cuba en 1896.
[2] La toma de las Tunas tendría un
relevante impacto político, pues en esos momentos el capitán general español
Valeriano Weyler anunciaba la próxima conclusión de la guerra con una victoria
integrista.
[3]
El manejo del cañón neumático con el que disparaban era peligroso,
porque si bien sus efectos sobre las posiciones enemigas eran terribles,
también requería acercarlo mucho al objetivo porque su alcance era corto. (La
ligereza del tubo del cañón, su tamaño y aspecto no ofrecían confianza, de ahí
que nadie le tuviera fe a la eficacia de aquel instrumento. Antes, en marzo de
1897 Calixto le había dicho a Dolores Poyo: “por los clavos de Cristo, no me
mande cañones de dinamita para matar cubanos”).
[4] Ángel de la Guardia era aquel niño
que acompañó a Martí en Dos Ríos al combate donde cayó el Apóstol cubano.