Uno
de los aspectos más relevantes del cementerio de El Chorro de Maíta es la
presencia de objetos de piedra, metal, y de diversos materiales orgánicos que
aparecieron alrededor de los esqueletos. La posición de esos objetos permite suponer
su ubicación en los cuerpos al momento del entierro. Para César Rodríguez Arce
y Guarch Delmonte, en su mayoría esos son adornos corporales.
En
varios textos Guarch Delmonte (1988, 1994, 1996) habló de los objetos hallados
en el entierro No. 57 (la Gran Dama Enjoyada). Roberto Valcárcel Rojas y César
Rodríguez Arce también han comentado sobre objetos encontrado en los restos de
otros individuos.
En
este texto que ahora publica La Aldea se resumen esas fuentes y además las
notas de excavación hechas por Guarch Delmonte en 1987, la Tabla de control de
los caracteres osteométricos (Rodríguez Arce 1992), y el plano del cementerio
(Guarch Rodríguez 1987). Otro documento utilizado es el inventario de las
piezas preparado por Guarch Delmonte en 1991 en el que se incluyen referencias
sobre su localización en el cementerio y comentarios sobre los materiales
empleados para su fabricación.
De
todos los objetos sólo algunos de metal fueron estudiados; en el caso de los no
metálicos Guarch Delmonte únicamente se estudió, sin concluir la investigación,
en la identificación del uso de ámbar en la fabricación de las orejeras
halladas en el entierro No. 94.
A
fin de contextualizar los criterios antes mencionados y como parte del trabajo
realizado durante la presente disertación, Valcárcel Rojas revisó las piezas
conservadas en los fondos del Departamento Centro Oriental de Arqueología, las
contó, registró sus formas y las midió. Los datos que consiguió al hacer ese
trabajo son los que se presentan a continuación. A ellos se les intercalan algunas
descripciones y los criterios de identificación de Guarch Delmonte.
Cuentas no metálicas
Elentierro No. 57 mostró el conjunto de ellas más impresionante.
Localizado
entre las costillas y muy cerca de la mandíbula de ese esqueleto, lo que hace
creer en un collar que llevaba puesto a la hora de su muerte, ese estaba
confeccionado a base de cuentas diversas y piezas a base de oro y cobre.
Respecto
a las cuentas, comentó Guarch:
“(…) se localizaron tres perlas, con
sus perforaciones para servir de cuentas, sus formas irregulares son comunes en
Las Antillas. Dieciocho eran cuentas de coral rosado, de forma cilíndrica,
algunas husiformes parecidas a un pequeño barril, no mayores de 5 mm. de
longitud, objetos esos que se encontraron por primera vez en Cuba. Además se
rescataron 23 microcuentas de concha de forma discoidal, muy finas y pequeñas,
de hasta 1.6 mm. de diámetro; 4 cuentas de calcita de las llamadas de
“carretel” y una microcuenta de piedra negra, así como 4 del mismo material,
pero blancas, siendo por tanto el collar más complejo de los encontrados en
Cuba hasta el presente.”
Estos
anteriores datos reiteran informaciones publicadas por Guarch Delmonte en 1988
y en 1996. (Entre los objetos de El Chorro de Maíta, existentes en la colección
del Departamento Centro Oriental de Arqueología, en Holguín, no está la
microcuenta de piedra negra y solo se conservan dos de las cuatro perlas de las
que habla el arqueólogo, una de ellas fragmentada y las dos de color plateado
con puntos dorados. Por su parte de las microcuentas de cuarcita, que Guarch
dijo que eran 23, solo se conservan 21.
Las
18 cuentas de coral son cilíndricas o con forma de barril; algunas lisas y
otras con áreas de textura rugosa. Tres de ellas son de color rojizo marrón y
el resto son de color rosado claro o blanco.
Asimismo
según las notas de excavación, cerca de la mano del entierro No. 58 (el niño
que estaba a los pies de la Gran Dama Enjoyada), se encontraron varias cuentas
de coral rosado, alternadas con cuentas oscuras de resina vegetal. Y en el pie
del mismo esqueleto había cuentas de coral rosado y cuentas de resina, (Ver
imagen siguiente)
En
el plano del cementerio se muestra que ese esqueleto también tenía,
posiblemente en el pecho, cuentas de cuarcita. Asimismo en el dicho plano y en
la Tabla de control de los caracteres osteométricos elaborada por Rodríguez
Arce, dice que “el niño” también tenía a su alrededor un ídolo, sin embargo
esas piezas no fueron mencionadas en los artículos de Guarch y tampoco están
entre el material del entierro depositado en el Departamento Centro Oriental de
Arqueología. Lo que sí se conserva es un pulso o collar de cuentas alternas de
resina (11) y coral (11), y otro conjunto con 15 cuentas de coral. La mayoría
de las cuentas de coral tienen forma de barril, están pulidas y el color va de
rosado muy claro a rojo anaranjado. Las perforaciones son cilíndricas y
generalmente desplazadas a un lado. Las cuentas de resina poseen un diámetro de
entre 4.6 y 6.0 mm., y un largo de 2.9 a 5.5 mm., algunas son esféricas y todas
tienen color marrón con áreas amarillentas. (Ver fotografía anterior).
Igual
la Tabla de control de los caracteres osteométricos de Rodríguez Arce refiere
24 cuentas de cuarcita en el entierro No. 64, que, según el plano, se
encontraban próximas al antebrazo derecho. En el material que se conserva en el
Departamento Centro Oriental de Arqueología nada más aparecen 32 cuentas de ese
tipo. Su diámetro está entre 2.4 y 4.7 mm., y su largo es de 4.6 a 5.5 mm.;
todas son cilíndricas, de color blanco
grisáceo, con perforación bicónica al centro (Verlas en la fotografía siguiente).
Dos cuentas de cuarcita con caracteres parecidos a estas que acabamos de
describir, pero de mayor tamaño, fueron halladas en el entierro No. 100.
Cuentas de cuarcita encontradas al lado del entierro No. 64. El Chorro de Maíta. |
Los
datos de excavación y registro refieren cuentas de coral y una cuenta esférica
negra, ubicadas en la zona del cuello del entierro No. 84, según se comprueba
en el plano del cementerio. En la colección hoy existente hay dos conjuntos de
cuentas atribuidas a ese entierro: una con 28 y el otro con 33 cuentas.
Ornamentos del individuo No. 84. Cuentas de coral y una cuenta de azabache al centro. El Chorro de Maíta. |
Esas
mencionadas cuentas fueron identificadas por Guarch Delmonte como coral. En su
mayoría son cilíndricas, aunque algunas tienen forma de barril; todas de color
rosado claro o blanco amarillento, con formas y dimensiones similares a las del
entierro No. 57. La cuenta negra, identificada como de resina por Guarch
Delmonte, es esférica, presenta una perforación cilíndrica y mide 5.5 mm. de diámetro
en su parte más ancha.
Aunque
no se conservan en los fondos del material encontrado en El Chorro de Maíta,
Guarch y Rodríguez Arce hablan de una vértebra de pescado aparentemente
modificada para elaborar una cuenta, que apareció al lado del entierro No. 54, e
igualmente se dice de otras cuentas de cuarzo al lado del entierro No. 63.
Orejeras
Dos
de esas, hechas de resina vegetal, se encontraron en el entierro No. 94. Otras
dos, esas hechas de cuarcita, aparecieron situadas en las zonas del cráneo
donde debieron ser usadas, del esqueleto No. 99
Izquierda, orejeras
de resina del individuo No. 94. Derecha,
orejeras de
cuarcita del individuo No. 99. El Chorro
de Maíta.
|
Las
de resina son cilíndricas y miden 13.5 y 12.0 mm. de largo, y 6.10 y 6.15 mm.
de diámetros. Todas presentan una muesca alrededor de uno de sus extremos. Son
de color marrón, con interior transparente y cristalino, y superficies
craqueladas. Las de cuarcita tienen forma de carretel y resultan muy similares
a las cuentas comunes hechas de ese material aunque su parte central es más estrecha.
Miden 12.1 y 13 mm. de diámetro respectivamente, y 13.7 y 15.6 mm. de alto.
Tela
Según
Guarch Delmonte, en la mandíbula y en el interior de la boca del entierro No.
57, (la Gran Dama Enjoyada), se hallaron dos fragmentos de tela. El arqueólogo
dio la posibilidad de que fueran de una misma pieza situada en la parte
superior del cuello a modo de pañuelo y la describió así: “tela de algodón de color blanco amarillento de un tejido sencillo; uno
de los fragmentos muestra una costura hecha con hilo mucho más grueso y burdo,
hecho el hilo de dos cabos torcidos con poca tensión, lo que puede indicar su
confección manual rústica”.
Restos de tela aparecido sobre el individuo No. 57, de .41.9 mm de largo. El Chorro de Maíta. |
La
Tabla de control de los caracteres osteométricos hecha por Rodríguez Arce,
además de ese textil, refiere otro encontrado al lado del entierro No. 72. Asimismo
Valcárcel Rojas y Rodríguez Arce (2005) mencionan un tercer fragmento de textil
encontrado en el entierro No. 47. Sin embargo en la colección conservada en el
Departamento Centro Oriental de Arqueología nada más se encuentran los
fragmentos de tela del entierro No. 57 (Imagen que se ve en la anterior
fotografía). Todo el textil presenta gránulos de lo que parece ser un sedimento
de color negro.
Hueso marcado
Aún
cuando no se colocó sobre el cuerpo hay una pieza que, según Guarch Delmonte, parece
haber sido ubicada de modo intencional
entre el lado izquierdo del tórax y la articulación del codo izquierdo
del entierro No. 31, un adulto masculino. Dicha pieza consiste en un fragmento
de fémur de un individuo subadulto, con tres muescas consecutivas, muy
parecidas entre sí en forma y tamaño, separadas por espacios regulares. Al
parecer las dichas muescas o cortes fueron hechas post mórten. Lamentablemente
el hueso no ha podido ser localizado entre las piezas de la colección.
Pendientes y cuentas de metal
Los
objetos de metal encontrados en El Chorro de Maíta forman dos grupos; uno de
tipos varios con evidente presencia de oro, y el otro consistente en piezas de
estructura tubular, muy afectadas por la corrosión.
El
primer grupo nada más se encontró en el entierro No. 57 (esos son las
principales joyas de la Gran Dama). Se trata de 4 láminas para usar como pendientes
o aretes, una figura en forma de cabeza de pájaro, un cascabel, una cuenta
esférica hueca y dos cuentas cilíndricas de metal.
Los
pendientes o aretes fueron hechos de láminas de metal con forma trapezoidal y
tienen una perforación en un extremo. Uno de ellos tiene base bilobulada. En
todos se observa una línea repujada que circunda las zonas de los bordes y el
agujero para colgar. El peso promedio es de 0.2 gramos, el largo oscila entre
13 y 18 mm., y el ancho de las bases entre 15 y 19 mm., con un grueso de 0.1
mm. el color de todos es dorado rojizo, aunque uno de ellos es más oscuro en
una de sus caras.
El
cascabel es hueco, mide 12.4 mm., de largo y tiene forma alargada, algo
aperada, de extremo inferior acuminado y con una escotadura longitudinal. En la
parte superior muestra una argolla.
Las
cuentas cilíndricas, elaboradas en oro según Guarch Delmonte, tienen alrededor
de 2 mm., de diámetro, un agujero de 0.7 mm., y un alto de 0.81 mm., y 0.83 mm.,
respectivamente, con un peso promedio de 0.04 gramos.
La
cabeza de ave mide 22.2 mm., de largo, y el grueso de la lámina con que fue
hecha es de unos 0.1 mm. Fue descrita por Guarch Delmonte en 1988 de la
siguiente manera: “ (…) la pieza es muy
elaborada; en el tope de la cabeza se advierte un tocado consistente en arcos, situados
en tres filas paralelas de delante atrás con tres anillos cada una. Los ojos
están logrados mediante dos hilos de oro yuxtapuestos que en cada uno forman un
semicírculo, continuándose sobre la frente como diadema; el iris de cada ojo se
resuelve mediante una pequeña semiesfera. El pico es trapezoidal en el plano
horizontal, muy deprimido, de punta truncada, con dos perforaciones en el
extremo y dos líneas incisas en ambos lados que independizan el pico superior del
inferior. En la parte superior e inferior del cuello se aprecian sendas
gargantillas constituidas por dos hilos de oro paralelos entre los cuales se
advierten un apretado entorchado también de dos hilos; ambos resaltos cruzan de
lado a lado del cuello por la parte delantera y laterales, por detrás la cara
es plana, mostrando una perforación rectangular que ocupa casi todo el espacio,
dejando solamente un marco en rededor. La base de la pieza es semicircular y,
como ya se ha expresado, hueca”.
Según
Guarch Delmonte, al momento de su hallazgo la cuenta esférica, “tenía soldado en uno de sus extremos, un
delgado tubito de 5 mm. de longitud, muy fino, el que se deshizo al ser
extraída la pieza; por el lado contrario se advierte el inicio de lo que debió
ser un apéndice similar, destruido con anterioridad. La esfera tiene un
diámetro de 3 mm. y con el microscopio, se observa en sus interior un fragmento
de hilo”. En su opinión fue elaborada en oro bajo. De esa dicha pieza
solamente existe un dibujo. Lo que de ella se conserva son fragmentos de las
varias partes en que se quebró.
A
solicitud de Guarch Delmonte, algunas de estas piezas fueron analizadas en el
Centro Nacional de Conservación y Restauración de Monumentos (CENCREM), en La
Habana, usando un microscopio electrónico de barrido. Hoy se dispone de los
resultados de composición de seis de ellas, (incluyéndose entre ellas uno los
pendientes laminares. Lamentablemente en la información no se aclara cuál de
ellos fue el analizado). Esa información dice que las láminas de los pendientes
y el cascabel muestran presencia dominante de oro y cobre, con cierta cantidad
de plata y niveles muy bajos de silicio. Por su parte la pieza con forma de ave
fue hecha de una aleación de oro, cobre y plata.
Dijo
Guarch Delmonte refiriéndose a la cabeza de ave, que esa puede representar al
ente mítico de los indígenas de La Española, Inriri Cahubabayael, sin embargo,
dice que su tipo no es propio de los objetos hechos en las Antillas y sí muy
similar a la de la orfebrería centroamericana y colombiana. En el caso del cascabel,
le encuentra semejanza con los que se fabricaban en zonas de Centroamérica. Asimismo
descarta el carácter antillano para la cuenta esférica y si bien no valora el origen
de los pendientes laminares, aclara su conexión estilística con los materiales
antillanos.
Al
hacer hipótesis de cómo llegaron esos objetos al Cerro de Yaguajay, Guarch no
excluye la posibilidad de que los hayan llevado hasta allí en algún tiempo
anterior a la llegada de Colón, pero sobre todo se inclina a creer que los llevó
hasta allí o los fabricó en el lugar algún aborigen cazado por los españoles en
Centroamérica. (Guarch Delmonte. Notas manuscritas en 1996).
Objetos tubulares de metal
En
Chorro de Maíta aparecieron 38 tubos de metal hechos de una fina lámina de metal
enrollada sobre sí misma. Según Guarch Delmonte esos tubos tenían un hilo de
algodón en su interior y eran, supuso parte de adornos corporales.
En
los fondos del Departamento Centro Oriental de Arqueología nada más se
conservan 25 de esas piezas, de ellas cinco son tubos completos, y el resto,
fragmentos.
En
muchos de ellos es imposible ver su forma porque están cubiertos por una capa
de sedimento calizo; en otros casos se distinguen zonas con intensa corrosión.
Los cinco tubos mayores reportan, excluyendo el sedimento, dimensiones que
oscilan entre 28.9 y 25.3 mm. de largo, 3.9 y 2.9 mm. de diámetro en su parte
más ancha, y 1.7 y 1.2 mm. de diámetro en su parte más estrecha. El grosor de
las láminas con que fueron hechos es de aproximadamente 0.3 mm.
La
ubicación de estos materiales dentro del cementerio resulta complicada. En 1996
Guarch Delmonte dijo que se encontraron al lado de 15 entierros, sin embargo
otros de los expertos que participaron en el descubrimiento, incluyendo al
mismo Guarch, y también al consultar los datos del trabajo de excavación y el registro
del material obtenido (Guarch Delmonte et al. 1987; Rodríguez Arce 1992b;
Guarch Rodríguez 1987), dice que los tales tubos aparecieron relacionados con, al
menos, 17 entierros, que fueron los No. 13, 19, 24, 25, 27, 29, 31, 38, 39, 45,
57, 62, 69, 84, 92, 98 y 101. De otros tubos se desconoce el entierro donde se
hallaron, incluso, algunos fueron encontrados durante el proceso de cernido de
la tierra, sin vínculo con un entierro en particular.
Los
tubos que se conservan están identificados como provenientes de los entierros
No. 25, 57, 69, 84, 94 y 101. En ninguna de las fuentes consultadas se mencionan
tubos relacionándose con el entierro No. 94, por lo que la identificación de
varios fragmentos en este entierro no es confiable.
Según
la documentación antes mencionada los tubos aparecieron, básicamente sobre el
tórax y el cuello de los esqueletos. En la mayoría de los casos se localizó
sólo un tubo; pero en los entierros No. 45 y 69 se hallaron tres en cada uno y
cuatro en el No. 27.
En
el entierro No. 25 aparecieron varios tubos unidos a un disco confeccionado de
varias capas de cobre. El dicho disco estaba envuelto en una tela de algodón.
Guarch llamó al disco: “medallón” y la consideró un ornamento colocado bajo la
rodilla.
Pieza de textil y metal hallada en el entierro No. 25. Izquierda, objeto en su estado actual; derecha, radiografía de la pieza. El Chorro de Maíta. |
El medallón de cobre está expuesto en el Museo El Chorro de Maíta |
Esa
pieza es descrita como sigue: “El llamado
medallón consiste en un disco de 36.5 mm. de diámetro y un grueso de 8 mm.,
confeccionado con una tela de algodón que envuelve con 4 capas un disco de
cobre. Los bordes de la tela fueron llevados hacia el envés y cosidos allí con
una puntada conocida en la actualidad como “zancaraña”; los hilos de la tela
son de 0.8 mm. de diámetro, torcidos con poca tensión; el tejido es sencillo.
Tanto la hilatura como el tejido indican su confección a mano. Del extremo inferior
del disco penden cuatro canutillos unidos al mismo por un hilo que los cose a
la tela y que, pasando por el interior del tubito, es rematado en su parte
inferior por un nudo; esta sujeción permitió que las piezas tuvieran cierto
movimiento, lo que debió ocasionar que al entrechocar, sonaran” (Guarch
Delmonte, Rodríguez Arce y Pedroso 1987).
El
textil que cubre el adorno del entierro No. 25 es de color verde, y de ese
mismo color son los tubos adheridos a él. Este detalle pudo dar base a la
identificación de cobre en el caso del núcleo de metal envuelto en tela. No tenemos
información sobre un estudio de composición de esta parte. El hueso del
esqueleto al que estaba unida la pieza quedó manchado de verde, y de ese mismo
color se pintaron los otros esqueletos donde había tubos. Por esta razón al momento
de la excavación se consideró que el material metálico podía ser cobre o guanín
(Guarch Delmonte et al. 1987).