Por: Iván Rodríguez López
Aproximarse a la personalidad del
doctor Felipe Martínez Arango y a sus aportes a la ciencia arqueológica en la
región que conforma la actual provincia de Holguín es una empresa difícil sobre
todo por lo poco a mano que están sus textos en ese campo. Sin embargo y
después de salvar muchos obstáculos, hemos hecho una revisión minuciosa de las
fuentes que han estado a mano para reconstruir su huella en la arqueología
holguinera. Particularmente, nos concentraremos, aunque no de manera exclusiva,
en las labores dirigidas por él en el sitio de la Loma de Los Mates y sus áreas
aledañas a principios de la década de 1950, por ser esas labores de las que más
trascendieron, y fue así por las razones que se advertirán más adelante. Asimismo
hablaremos todo lo que averiguamos sobre la labor de Martínez Arango para
formar el Museo de Arqueología de la Universidad de Oriente.
Antecedentes de la labor científica de Martínez Arango
Felipe Martínez Arango nació en la
ciudad de Santiago de Cuba el 29 de enero de 1909. Estudió Filosofía y Letras y
en 1934 también se doctoró en Derecho por la Universidad de La Habana. En 1947
fue fundador de la Universidad de Oriente y defensor de su oficialización y
autonomía, lo que ocurrió cuatro años más tarde.
Para mediados del siglo XX Martínez
Arango era uno de los intelectuales santiagueros con más prestigio y
reconocimiento en la provincia de Oriente, y así quedó resaltado en nota de 1949
en la revista local “Acción Ciudadana” publicada con motivo de su elección como miembro
correspondiente de la Academia de la Historia de Cuba. En ese texto, entre
otros méritos, se consigna su destacado trabajo en la Sección de Historia de la
Sociedad de Geografía e Historia de Oriente (de la que fue su secretario), su participación
por Santiago de Cuba como delegado de la Junta Nacional de Arqueología y
Etnología, y en sus trabajos como fundador de la Comisión Pro Monumentos,
Edificios y lugares históricos y artísticos de su ciudad natal. (Acción Ciudadana 104, 1949:5).
En el campo de los estudios
históricos no pueden dejar de mencionarse dos de las obras más destacadas de
Martínez Arango: Próceres de Santiago de Cuba (1946),
en la que pone en relieve la preeminencia patriótica de más de un centenar de
santiagueros en la historia nacional; y
Cronología
Crítica de la Guerra Hispano-Cubano-Americana (1950), donde por primera vez restituye la verdad histórica de la
guerra de 1895: “la guerra de
Independencia, [fue] ganada con la
sangre de nuestros mambises, por la estrategia del general cubano Calixto
García Iñiguez” (Portuondo en: Martínez Arango, 1969:22)
Su inclinación por la arqueología
nació de la participación en las excursiones del Grupo Humboldt, fundado en
1940 como sección de la Sociedad de Geografía e Historia de Oriente. Esta,
además del obvio interés por la
geografía y la historia, se desenvolvía en otras áreas investigativas, entre
ellas la zoología, la botánica, la paleontología, etc. (Martínez Arango,
1950:4).
Entre las excursiones desarrolladas en
el Oriente de Cuba por el Grupo Humboldt hasta 1947 destacan las siguientes:
Pinares de Mayarí, dentro de un estudio general de la Sierra de Nipe; el puente
natural de Bitirí, con la consiguiente descripción fisiográfica del lugar; y el
barrio de Tacámara, donde investigaron una serie de fallas y deslizamientos
reportados en varias fincas (Martínez Arango, 1950:80-90).
Además, como director de su
Departamento de Relaciones Culturales de la Universidad de Oriente, (luego de
Extensión Cultural), el Dr. Martínez Arango creó la Sección de Investigaciones
Históricas y Arqueológicas. Ese Departamento abrió su Escuela de Verano en la
que destacados profesores del país, encabezados por él impartieron cursos de
Arqueología, Antropología e Historia. Es precisamente en esa mencionada Escuela
de Verano donde Martínez Arango introduce los estudios arqueológicos aborígenes
y también los arqueológicos coloniales, estos últimos dirigidos por el doctor
Francisco Prats Puig (Sosa Massop, 2008:28-29).
Camino
de la Loma de Los Mates
Loma de Los Mate |
Se trata de un sitio de habitación
de primera magnitud en tierra adentro, distante a unos 21 kilómetros del mar (al
este de bahía de Corojal, en Nipe). Al momento de alcanzar notoriedad el lugar se
hallaba dentro de los límites del barrio de Alcalá, en la finca La Ofelia,
propiedad de la señora Zoila Ochoa.
Siguiendo informaciones obtenidas del
censo de Irving Rouse (1942), sospechamos que el sitio ya era conocido por los
holguineros Eduardo García Feria y su hijo José A. García Castañeda. (Irving
Rouse visitó la espelunca o cueva enclavada en el lugar junto al museólogo
holguinero en 1941, y así igualmente la colección de García Castañeda atesoraba
un ídolo de piedra con cabeza de perro procedente de esa misma cueva, que le
había sido donado a su padre por un lugareño en las décadas iniciales del siglo
xx) (Rodríguez López, 2015:41).
Posteriormente y antes de la
investigación de Martínez Arango llegan noticias de la Cueva a Báguano,
entonces el grupo de Boy scouts de ese batey azucarero
dirigidos por Severo de la Fuente (padre) e integrado por Antonio Hidalgo,
Manuel (Lilo) Magdalena y René
Bellido, entre otros, fueron al lugar y en la ladera oeste de la loma donde
está la cueva descubrieron una piedra trapezoidal de considerables dimensiones
cubierta de petroglifos. En esa ocasión Severo de la Fuente denominó el lugar
con el nombre de Máguana, creyendo que allí residió el cacicazgo de igual
nombre. Ese dicho nombre probablemente procede del mito popular que habla de un
tal cacique llamado Báguano quien ante la presencia de los colonizadores se
inmoló en defensa de su pueblo y su gente. Pero hasta ahora no hay ninguna otra
información sobre ese cacique; los historiadores creen que el mito solamente es
la extrapolación de la historia del caudillo quisqueyano Caonabó, gobernante de
Maguana.
Tras el hallazgo de la piedra
trapezoidal, Severo de la Fuente y Antonio Hidalgo se comunicaron con el
secretario general de la Universidad de Oriente, el doctor Ernesto Pujals
Fernández, quien a su vez le informó al doctor Felipe Martínez Arango.
Posteriormente los arqueólogos
aficionados de Báguano donaron a la Universidad varios de los objetos
encontrados en su excursión a la cueva, entre los que se incluye el valioso
petroglifo. Vista la pieza magnifica, el Dr. Martínez Arango pospuso
temporalmente los trabajos que estaba haciendo en Damajayabo (que poco después,
cuando los continuó, le trajeron gran reconocimiento porque pudo constatar por
primera vez una superposición de restos de dos grupos indígenas de diferente
desarrollo) y pospuso también los trabajos que hacía en las Ventas de Casanova,
y con urgencia viajó a Báguano para comprobar personalmente la importancia del asentamiento
aborigen en la Loma del Mate.
En ese primer contacto los
exploradores baguanenses informaron al profesor de la Universidad santiaguera sobre
la ubicación y características del sitio arqueológico y también le informaron de
una pequeña cueva ubicada en el mismo lugar. Más tarde, cuando Martínez Arango
comenzó excavaciones en el lugar, Severo de la Fuente convenció a las autoridades
administrativas de los centrales Báguano y Tacajó para que le ofrecieran
atenciones y grande colaboración. (Martínez y Castellanos, 1978: 1-2).
Martínez
Arango en la Loma de Los Mates
Idolo aborigen encontrado en la Loma de Los Mates |
Las primeras excavaciones en el
sitio hechas por la Sección de Investigaciones Históricas y Arqueológicas de la
Universidad de Oriente se desarrollaron en tres etapas de una semana de
duración cada una: la primera en marzo de 1953; la segunda pocos meses después
y la tercera en abril de 1954. La exploración inicial y las dos primeras
excavaciones estuvieron dirigidas por el doctor Felipe Martínez Arango, y en ellas
participaron la doctora norteamericana Muriel Noé Porter[1]
y los doctores Aurelio Ruiz Lafont y Francisco Prats Puig; como paleadores
auxiliares intervinieron los hijos de don Amalio Calzadilla y Pedro San Martín,
vecinos del caserío de Madamas (Martínez y Castellanos, 1978: 1).
El equipo de arqueólogos también
visitó la vecina Loma de Salazar, propiedad del vecino de San Gerónimo, don
Amador Ochoa, bajo la guía del campesino Pedro San Martín. En este segundo
lugar el equipo realizó algunas exploraciones y calas de prospección que no
fueron muy satisfactorias (Martínez y Castellanos, 1978: 3). En 1984 a
propuesta de Milton Pino el sitio se bautiza como Salazar I, para diferenciarlo
de otro yacimiento descubierto a 350 metros al noroeste en la misma elevación,
que se nombró Salazar II (Departamento Centro Oriental de Arqueología, 1984)[2].
Los resultados de las
investigaciones en la Loma de los Mates fueron resumidos en las monografías de
Martínez Arango: “La Cerámica Aborigen de
la Loma de Los Mates” (1978) y “El
poblado aborigen de la Loma de Los Mates” (1979), ambos inéditos; el último definitivamente perdido. Del primero
en este texto, por primera vez, se presenta un resumen en el que se pormenorizan
los resultados generales obtenidos durante las excavaciones.
Resumen
del reporte de excavación de la Loma del Mate
El área arqueológica fue promediada
en un tamaño de 250 por 100 metros, y estuvo conformada por una veintena de
montículos-basureros visibles. En general se excavaron 16 trincheras
estratigráficas grandes (cortes de 8 metros de largo con cuatro secciones de 2 por
1,50 metros cada una, aunque no fue necesario cavar en todos para obtener los
resultados perseguidos), asimismo se hicieron media docena de calas de
prospección, por lo general siguiendo niveles convencionales de 0,25 metros.
En algunas de las trincheras cavadas
los restos aborígenes aparecieron a 1,50 metros de profundidad, pero en la
mayoría se consiguieron al escarbar un metro de profundidad.
En la mayoría de ellas se hallaron
grandes capas de cenizas y algunas de marga caliza sobrepuestas
deliberadamente, así como piedras aplanadas que formaban un pequeño piso
(Martínez y Castellanos, 1978:3-4).
Los artefactos exhumados fueron
cuantiosos y de diversa naturaleza. Entre los objetos hechos de concha encontrados
fueron los de más cantidad los raspadores de concha, en su mayoría de la
especie bivalva Codakia orbicularis; pero
también se hallaron picos de mano de Strombus
sp. y otros fragmentos de este gasterópodo; una espátula; un excelente
botuto de Charonia tritonis nobilis;
una gubia y posibles fragmentos de otras tres; una serie de colgantes grandes
de nácar; un pectoral grande fracturado; cuentas de collar de diverso tamaño;
la dentadura de un ídolo sin terminar; y conchas de Polymita sp., Ligus sp., Murex, Pleurodontes, etc. (Martínez y
Castellanos, 1978:5)
De los objetos de piedra descubiertos
destacan hachas petaloides bien pulimentadas, varias de ellas enteras y muchas
fragmentadas, algunas en proceso de elaboración; manos de morteros (majadores),
morteros, martillos, percutores, cuentas de collar, sumergidores de redes; pulidores;
limas de coral; hematitas (piedra utilizada como colorante); alisadores y
abundantes núcleos y lascas de sílex utilizadas como cuchillos, punzones y
raspadores laterales, y en menor cuantía se encontraron retoques o entalladuras
y desechos industriales. Por último, y no menos importante, encontraron una
cabeza de cemí tallada en cuarcita con adorno en forma de tiara, que mostraba
la dentadura pero no tenía labios (Martínez y Castellanos, 1978:5-6).
Hechos en hueso se encontraron espátulas,
punzones y serradores dentados de espina de levisa; grandes cuentas de collar hechos
de vértebras de pescado; un colgante falimorfo grande con perforación bicónica
en un extremo, labrada en una costilla de manatí, y finalmente, una singular
figura antropozoomorfa (que representa un hombre-murciélago) con ojos
perforados, hecha con maestría del pectoral de un quelonio fluvial (Martínez y
Castellanos, 1978:6).
Tres fueron los únicos objetos
metálicos de origen europeo que se encontraron estaban en íntimo contacto con los
objetos aborígenes. Fueron esas una lámina rectangular de hierro (5,5 x 3
centímetros) encontrada entre los 0,75 a 1,00 metro de profundidad; una especie
de ástil de hierro de unos 35 centímetros de largo y un centímetro de diámetro
en su parte más gruesa, sensiblemente dañada por la oxidación, encontrada casi
a flor de tierra, exactamente entre los 0,00 y 0,25 metros; y un broche o
cierre metálico rectangular (8,6 x 3 centímetros) con bello decorado,
probablemente de cobre y según estimaciones de Prats Puig, de manufactura no
posterior al siglo XVI, también hallada a la misma profundidad que el objeto
anteriormente descrito. (Martínez y Castellanos, 1978:6; Castellanos
Castellanos, 1991:254-255).
Grande fueron los fragmentos de
cerámica encontrados: más de 20 mil, de ellos 949 con decoración, 3 469 con
bordes y 13 787 sin borde o decoración, así también 261 fragmentos de burén. Además
se exhumaron varias vasijas casi enteras y muchas otras resultaron restaurables
(esta labor fue realizada por los doctores Porter, Prats y Martínez). El
material o pasta con que está hecha esta cerámica es por lo general homogénea y
fina, la porosidad baja y poco frecuente; (se excluyen los burenes que, salvo
raras excepciones, presentaron una pasta granulosa y poco coherente con
desgrasantes grandes e irregulares). La técnica alfarera usada en la confección
de esas piezas fue el acordonado, a excepción de algunas microvasijas modeladas
a mano (Martínez y Castellanos, 1978:7-8).
El estudio de la estratigrafía
indicó que la comunidad originaria enclavada en el lugar se asentó avanzada la
segunda mitad del siglo XV y continuó en el lugar por alrededor de un siglo, se
comprobó además que los aborígenes residentes en el lugar no entraron en
contacto directo con los conquistadores españoles hasta inicios del siglo XVI.
Posteriormente el sitio fue
estudiado por otros investigadores, destacando entre ellas las siguientes: Ernesto
Tabío (1965), acompañado por el grupo de aficionados a la arqueología de Mayarí
(quienes ya habían sondeado el lugar en 1962), estos realizaron algunas calas e
identifican tres áreas aplanadas rectangulares que consideraron viviendas
aborígenes; Jorge Febles (1976) realiza excavaciones controladas; luego también
Milton Pino y Nilecta Castellanos (1984). A mediados de la década de 1980 el
grupo de aficionados a la espeloarqueología de Báguano, Araai, excavaron el
derrumbe de la cueva y descubrieron una nueva galería (Rodríguez López, 2015).
El
Museo de Arqueología e Historia de la Universidad de Oriente
Como resultado de las excavaciones
realizadas en toda la provincia de Oriente por profesores y estudiantes de la
Sección de Investigaciones Históricas y Arqueológicas del Departamento de
Extensión Cultural Universitaria, se obtuvo numerosa cantidad de artefactos que
permitió la fundación del Museo de Arqueología e Historia el 19 de junio de
1953.
Este museo alcanzó muy pronto reconocimiento
nacional por la calidad de sus piezas y por el empleo de novedosas técnicas
museográficas que estaban muy a la par de otras instituciones similares en el
continente (Sosa Massop, 2008:31-32). Después de 1959 adquiere por un tiempo el
nombre de Museo de Arqueología Prehispánica de Cuba pero hoy se le distingue
sencillamente como Museo de Arqueología de la Universidad de Oriente.
Entre los fondos del museo se puede
encontrar material de los sitios excavados por Martínez Arango en Holguín (Cayo
Bariay; Cementerio de Guardalavaca; El Pesquero; Mejías; Loma del Cementerio en
Barajagua; Loma El Catuco; El Porvenir; Punta de Pulpo; La Ensenada en Guardalavaca,
Loma de Los Mates y Loma de Salazar I) y de sitios excavados por el mismo
arqueólogo en Las Tunas hasta 1982 (Pedrera I y II; San Juan I y II; Loma del
Aite; Majibacoa, Los Guayos) (Martínez Arango, 1982; ICAN 2013).
Interesante resulta que a medida que
se avanzaba en las excavaciones en Los Mates, el museo exhibió una pequeña
exposición con fotografías de los trabajos que se estaban realizando en ese
sitio y asimismo algunas pocas y más significativas piezas encontradas allí. De
todas ellas fue el centro de atención el petroglifo donado por los aficionados
de Báguano (Martínez y Castellanos, 1978:3).
De la colección extraída de la Loma
de los Mates, conformada en la actualidad por más de 450 objetos catalogados,
solo hemos podido cotejar el 16 %, ya que el resto, una decena de vasijas
restauradas, abundante material lítico, de hueso y concha, etc., carece de
identificación o, en su mayoría, no aparecen los lotes correspondientes en el
depósito. En la exposición permanente destacan varios recipientes, entre ellas una
vasija efigie antropomorfa; un sello o pintadera y la famosa piedra de los
petroglifos, raro espécimen de su tipo para Cuba.
El museo de la Universidad de
Oriente, en Santiago de Cuba, de manera general, y la colección baguanense, de
modo particular, constituyen un valioso tesoro de la cultura material de los
pueblos nativos que habitaron el archipiélago cubano, o al menos una
representación importante de la región más oriental, a la vez que es una herramienta
imprescindible para comprender nuestro pasado indígena.
Aportes
de Martínez Arango a la arqueología regional
Martínez Arango fue un representante
ferviente de los métodos de la arqueología normativista norteamericana con base
en la antropología histórica de Franz Boaz e introducida en nuestro país por
los arqueólogos norteamericanos, particularmente por Irving Rouse (Torres
Etayo, 2008:8). Esta concepción que daba privilegio a los análisis de la
cerámica por sobre las evidencias etnohistóricas y de otra naturaleza, con
profundo trasfondo positivista, limitó la interpretación de los contextos
excavados en detrimento de una comprensión general no viciada de las sociedades
comunitarias precolombinas que habitaron Cuba.
Además el arqueólogo santiaguero fue
precursor en Cuba de los estudios ambientales como corriente historiográfica
(Sosa Massop, 2008:47-48), que aplicó a sus trabajos de arqueología aborigen tratando
de encontrar una respuesta a los diversos fenómenos de cambio cultural e interacción
con el entorno.
A pesar de que varias de las
consideraciones suyas hechas en sus estudios de la región nororiental (y del
oriente en general) son ampliamente cuestionadas por los arqueólogos actuales, no
deben dejar de conocerse y reconocerse en ellos lo novedoso de sus modelos de
interpretación social, que se adelantan incluso al establecimiento de los
enfoques materialistas provenientes del marxismo que se introdujeron en el país
a partir de la década de 1960. Al profesor santiaguero se debe también la
introducción —después de 1959— en los planes de estudios de la Facultad de
Artes y Letras, y particularmente de la Licenciatura en Historia en la
Universidad de Oriente, de asignaturas como Prehistoria de Cuba, Prehistoria
General y de América, entre otras afines. Lamentablemente su propuesta de especialización
en Arqueología se frustró con la unificación de la carrera en 1976 (Sosa
Massop, 2008:37-38). Sin embargo, los cursos optativos (entre los que vale
mencionar: Fundamentos de Arqueología; Fundamentos de Etnología y Metodología
de la Investigación Arqueológica) abrieron la posibilidad de promover esos
estudios y ponerlos a la vanguardia en el país, con promociones excepcionales en
las que despuntaron figuras como María Nelsa Trincado Fontán, Nilecta
Castellanos Castellanos, Margarita Vera Cruz y Abel Cabrera Carrión, entre
otras.
Palabras
finales
El quehacer investigativo de Felipe
Martínez Arango estuvo dominado por el entrañable vínculo entre las ciencias
histórica y arqueológica, en las que hizo importantes y pioneros
descubrimientos en esa área para el país, desde su participación activa como
miembro del Grupo Humboldt hasta sus diversas responsabilidades en la
Universidad de Oriente y la Academia de Ciencias. Su contribución a la formación
de una escuela de prestigio desde el trabajo docente, investigativo y social le
granjearon gran reconocimiento en el ámbito académico a nivel nacional. Desde
mediados de la década de 1950 a su gestión se debió en gran medida el auge de
la investigación y la difusión de la arqueología aborigen en el país, y en
particular en la región oriental.
Y finalmente, el sitio de la Loma
del Mate, por sus valores históricos, artísticos y naturales, y particularmente
como exponente del arte rupestre aborigen, fue declarado Monumento Local el 17
de febrero de 1989 por la Comisión Nacional de Monumentos, a propuesta de Antonio
Núñez Jiménez.
[1] Profesora de la Universidad de Berkeley; se incorporó
al trabajo arqueológico en Cuba por invitación de Felipe Martínez Arango hecha,
probablemente durante uno de los viajes del santiaguero a México donde la
arqueóloga se encontraba haciendo trabajo de campo.
[2] La ubicación del sitio dada por Martínez Arango,
estrictamente al este de Los Mates, pareciera indicar que pudo existir
confusión en la numeración dada por Milton Pino y, por ende, en la identidad de
aquel visitado entre 1953 y 1954 por la Universidad de Oriente, aun cuando la
última identificación fue supuestamente basada en la información del lugareño
Pedro San Martín, que también condujo al profesor santiaguero hasta Salazar.