1874
Primeros
días de marzo
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Cambiados
los planes de la invasión, Calixto abandona el campamento de Buenaventura,
dirigiéndose a Oriente. También se marcha el General Gómez y con él va el
Gobierno, iban rumbo a Occidente.
Del
diario de Calixto: “He estado hasta hoy
acampado en Yarigüá, uno de los campamentos mejores que hay en las Tunas,
para esperar al enemigo; que memorable ha sido y será siempre para mi ese
lugar. He pasado allí las horas más amargas pues he visto el horrible
fantasma da la guerra civil entra los cubanos, sin haber aun echado a los
godos. ¿Qué será cuando esto suceda? Sólo
la anexión puede salvarnos. Es menester asirnos a ella como a la única
tabla de salvación para que fundida nuestra miserable raza con la sajona, que
tan bien conoce y practica la verdadera libertad, logremos perder los malos
hábitos que nos han legado los españoles.
“A las 7 de la mañana del 5 llegó a mi
cuartel el Teniente Eduardo Alcalá, jefe encargado del taller, el que me
comunicó que como a las 11 de la noche del 4 se presentó en su campamento el Comandante Pedro Ignacio Castellanos y que
habiendo reunido la guardia y los empleados del taller les había comunicado
que se trataba de llevar a cabo una revolución con objeto de reponer en el
gobierno al Ciudadano Carlos Manuel Céspedes, nombrando General en Jefe a
Vicente García; que el núcleo existía en el Camaguey donde se contaba con
gran parte de aquella división y con la de Las Villas, que en este concepto
esperaba que ellos le ayudarían a la empresa. Negóse Alcalá y todos los artesanos, marchándose
Castellanos con un sargento y 4 números que logró seducir de los de la avanzada. También me
comunicó Alcalá que Castellanos se dirigía a la caballería con objeto de
sublevarla, por lo que despaché un correo mandando al Teniente Coronel
Limbano Sánchez que se me incorporara
con ella y que redujera a prisión a Castellanos si por allí se presentaba.
“Mientras tanto he aquí lo que había
pasado en el Campamento de la caballería. Como a la una de la madrugada del 3
el Comandante Castellanos, valiéndose de un tercero, citó a cierto lugar
algunos números del escuadrón de las Tunas que antes habían estado a sus
órdenes. Valiéndose del influjo que sobre ellos ejercía los comprometió a que
desertaran y se le reunieran en un
punto que les indicó. Acudieron algunos soldados y le preguntaron qué debían
hacer si trataban de estorbarles la salida, a lo que le dijo Castellanos que se abrieran paso con sus
armas. Esta orden hizo creer a los comprometidos que Castellanos trataba de pasarse al enemigo y
entregarlos a ellos por lo que dieron
parte al Teniente Coronel Sánchez. Este jefe, obrando con astucia les encargó fueran al lugar de cita
y trataran de aprisionar a
Castellanos. Hicieron así el Sargento Cruz y 6 números más, uniéndose a Castellanos y marchando con él hasta que
aprovechando un descuido, se
apoderaron del rifle que portaba y le intimaron la orden de prisión. Echó él
mano al revolver y entonces Cruz y compañeros le hicieron fuego dejándolo muerto en el acto. Triste
pero merecido castigo por la infame
falta en que hacia incurrir a sus subalternos. Era de esperar que así concluyera su carrera Pedro Ignacio
Castellanos, pues desde el principio de la revolución había servido en
todas las divisiones llevando do quiera que iba el desorden y el espíritu
de insubordinación, llegando esta hasta el extremo de que el malogrado
Agramonte, viendo que ningún partido
podría sacar de él, lo trasladó de su división ordenándole que no volviera
más a su presencia.
“El mismo día, y antes de saber de la
muerte de Castellanos, desertaron de mi Campamento el comandante Sacramento
León[1], llevándose consigo algunos números y sumando una
avanzada. Este,
opino, estaba también en connivencia con Castellanos por
lo que se dirigió al potrero de la Caridad a esperarlo. Yo
lo supe; pero temeroso de que se
derramara más sangre no quise enviarlo a prender, teniendo la seguridad de que si era cierto el complot,
en nada influirían los pocos números
que León llevaba consigo. Nada sé de Camaguey, así es que ignoro lo que haya de cierto en el asunto
de la conspiración. Dios vela por la
suerte de Cuba. Si tal cosa resultara sería una de las más horribles crisis por que podría atravesar
nuestra revolución, pues si el país se
deja llevar por los revoltosos sería sentar un antecedente de fatales consecuencias para lo sucesivo[2].
“Ya salí de Yarigüá, acampando en el
Almendrón. Sólo llevo conmigo la 1ª.
Brigada de la 2ª. División y la
Caballería, pues la fuerza de las Tunas la he, de lacio
(Sic) con el Coronel Varona”[3].
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[1] José Sacramento León Rivero. Nació en
Las Tunas en 1848 y murió el 28 de marzo
de 1884. Combatió hasta el final de la guerra. Participo en numerosos combates
y tomo parte activa en los movimientos políticos de Laguna de Varona y Santa
Rita. Alcanzo el grado de teniente coronel.
[2] La muerte del comandante Castellano y
la insubordinación de Sacramento León ha sido un tema que ha llamado la
atención de los historiadores pues se considera que fueron las divisiones
internas las que pusieron fin a la guerra del 68, más que el esfuerzo político
y militar español. Esta insubordinación se considera como la primera importante
de la larga historia de motines y sediciones y la que inició el
resquebrajamiento de las fuerzas
libertadoras. Muchas veces se tiende a analizar estos motines regionalistas
como hechos más o menos aislados, productos de las ambiciones de uno o varios
líderes insurrectos. Raramente se ve el asunto como resultado de un complejo
proceso en el que, más que líderes o grandes y pequeñas figuras, se mueven
intereses regionales de grupos relativamente importantes. Nunca se tienen en
cuenta el papel que tuvieron estas fuerzas regionales en convertir las
contradicciones metrópoli colonia en un alzamiento y canalizar ese impulso en
un ejército e incluso la conformación de una república. Los intereses
regionales estarán presentes desde antes del inicio de la guerra y el mismo
estallido del 10 de octubre fue producto de la acción de un grupo regional, el
de Manzanillo, que impuso su criterio sobre los demás. Sobre el regionalismo
hay más preguntas que respuestas. Es necesario un estudio de la sociedad que lo produjo y no solo de sus principales
protagonistas o sus consecuencias.
[3] Francisco Varona González. Nació en
las Tunas el 15 de junio de 1832 y murió en 1899. Fue uno de los iniciadores de
la guerra de 1868 donde se mantuvo hasta el final. Participo en la Guerra Chiquita y en la del 1895
donde alcanzo el grado de mayor general.