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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

25 de marzo de 2011

Lo que queda de los muertos (Historia del cementerio municipal de Holguín)

Creyéndole, como le creo, al historiador Juan Albanés, la primera escultura pública que hubo en Holguín fue colocada en los terrenos adyacentes a la iglesia de San Isidoro. Esta, que fue también la primera escultura funeraria de la ciudad, data de 1794 y consistía en una pequeña estatua de un marino español difunto llamado Carlos Ibarra.

Allí la pusieron porque allí estaba enterrado el muerto. Fue la iglesia parroquial de Holguín el primer cementerio de la ciudad. Entonces se enterraba dentro y también fuera del templo, el lugar para el difunto este lo ganaba en vida, o sea, dependía de la categoría social que tuviera.

La anteriormente dicha costumbre regulada por las Leyes de Indias, exactamente en su Libro 1, título 18. Pero en abril de 1783 por Real Cédula Carlos III prohíbe la costumbre. Más, no importó a los holguineros la disposición del Rey: ellos continuaron enterrando dentro y fuera de la San Isidoro.

Y así fue hasta que no pudieron soportar más el hedor de los cadáveres en descomposición y de las moscas hambrientas. En 1790 se construye el primer cementerio en Holguín en os terrenos que hoy ocupa el parque Martí.

Fue el primer cementerio de Holguín algo provisional, urgente quizás, o de lo contrario nadie podría oír misa: un cercado de madera para que no entraran las reses y otros animales y la tierra viva para enterrar a los difuntos, eso era el cementerio.(Por cierto, Holguín tuvo cementerio 14 años antes que La Habana)

El gran inconveniente que tenía el cementerio de Holguín es que estaba dentro del perímetro de la ciudad y eso podría desencadenar epidemias. Para tener un cementerio en “las afueras” de Holguín, aquel tenía que estar más allá de los ríos que marcaban los límites de la ciudad.

Ese espacio se consiguió en el extremo oeste de la que fue calle Santa María Magdalena, hoy Luz y Caballero, 25 metros después del río Jigüe. (Y, paradoja: el cementerio debía estar después del río, pero eso traería consigo que en los días de lluvia cuando el río se desbordara de su cauce, no se podrían hacer enterramientos).



EI Cementerio Municipal de Holguín se inauguró el martes 29 de Junio de 1814: muy pronto cumplirá sus primeros 200 años. Es éste el más viejo cementerio de Cuba que todavía recibe difuntos. Por lo anterior y porque en él descansan los restos de varias generaciones de Holguineros, (además de otras también muy poderosas razones), está considerado MONUMENTO NACIONAL de Cuba.

En sus comienzos, dice el primer historiador holguinero, Diego de Ávila, “tenia el cementerio 200 varas en cuadro cercado con madera acantilada de cedros montadas en horcones labrados de corazón”.

En 1841 el ayuntamiento había nombrado al Sargento Mayor, pardo, José Simón Guillén, como Maestro Mayor de Albañilería para que este ampliara el cementerio que en menos de 40 años se había vuelto pequeño. Es este Maestro albañil quien se encarga de revisar la construcción de las bóvedas.

Y en 1851 se le adiciona la pequeña portada, los gruesos muros con sus nichos abovedados y la capilla del Cristo Misericordioso.

Conforme a las leyes de la época el cementerio municipal de Holguín tuvo forma rectangular con calles cortadas y en ángulo recto como el pueblo. Asimismo un pasillo o calzada central dividió el camposanto en dos barriada: El lateral izquierdo correspondía a San Isidoro y el derecho a San José este barrio fue ampliado hacia el lateral derecho.

Según la historiadora Angela Peña “las lápidas de mármol del siglo XIX eran adquiridas en La Habana, Santiago de Cuba y Puerto Príncipe. Aunque la mayoría de ellas no tienen firma se sabe de varias casas comerciales especializadas de entonces: Tricornia, El Arte, La Italia, O´Reilly 59 en La Habana; Valls, Guzmán y Fornés en Santiago de Cuba y A. Rocas y Tomás en Camagüey".

Y en el periódico “El Periquero”, año 1883, se anuncia la marmolera “La Valenciana “ de Puerto Príncipe (Camagüey) que ofertaba traer gratis hasta Gibara las obras que le encargasen.

Pero a pesar de tantos ofrecimientos las familias acaudaladas de la ciudad importaban desde Italia, a través de casas marmoleras establecidas en la Habana y otros lugares, los lujosos monumentos funerarios para la ornamentación de sus panteones. En el cementerio municipal aún se conservan esos dichos mármoles.
Después llegó el siglo XX y con él nuevos mausoleos al cementerio municipal en forma de capillas Art Decó, Neoclásico, Ecléctico y Racionalista. Y mientras tanto Holguín continuó creciendo. El viejo cementerio “de las afueras” fue apresado por la urdimbre urbana y hoy lo ahoga. Pero el viejo cementerio está vivo y la obra original se conserva se conserva en su casi totalidad, dando resuellos a veces, aguantando la respiración otras. El deterioro del camposanto holguineros es significativo, lamentablemente.


Silencioso, recogido, modesto, austero y casi tímido, el cementerio de la ciudad es el más completo testimonio de la vida hecha en Holguín. Desde sus lápidas, esculturas y epitafios habla lo que han quedado de nuestros muertos, sin distingo de si aquellos en vida fueron hijos de las principales y más rancias familias holguineras, o gobernadores, intelectuales, personalidades de cuerpos militares, mambises, mártires de la revolución, hijos pródigos, gente sin nombre.

Sobresalientes en el camposanto holguinero son las más de un centenar de piezas escultóricas que lo adornan, de mármol la mayoría, de piedras y bronce otras. Ninguna de ellas tiene la firma del maestro escultor que las confeccionó, pero por tradición se sabe que fueron realizadas por artífices de talleres italianos e importadas por la burguesía local. Los temas fueron tomados, preferentemente, de la iconografía cristiana: Piedades, Ángeles orantes, Santas Teresitas, Cristos Crucificados con coronas de espinas, palomas con ramas de olivo, Cristos pidiendo misericordia y excepcionales bustos-retratos. En algunos casos estos temas fueron confeccionados en forma seriada, otras son obras únicas. En ellas predominan el mediano y el gran formato.


ALDEA COTIDIANA invita a sus lectores a visitar el camposanto holguinero.


























9 de enero de 2011

La Virgen de la Caridad, virgen mambisa, cubana


José Abreu Cardet
jabreu040751@argentina.com
Máximo Gómez afirmó que  para obtener la victoria en la guerra de 1868  eran necesarios: “... algunos elementos de guerra y un poco de constancia” (1) Se ha escrito en algunos textos como los mambises obtenían esos “elementos de guerra” pero de cómo fundamentaron ese “poco de constancia” se conoce mucho menos.  Es esta una pregunta que reclama una respuesta. Primero debemos hacer una breve reflexión sobre lo que significaban 10 años para un hombre de mediados del siglo XIX.
Nos hemos acostumbrado tanto a repetir la expresión “Guerra de los 10 años” que en cierta forma ha perdido su sentido de tiempo. Tampoco hemos intelectualizado lo que pudo significar  para  una persona, en especial para alguien de mediados del siglo XIX, donde la esperanza de vida no era tan prolongada. Podía ser perfectamente un quinto,  un cuarto y quizás hasta más   del total de la existencia  de cualquiera de aquellos hombres y mujeres.
 ¿ Cómo  resistieron tanto tiempo?. Hay una respuesta elemental: la intransigencia independentista. Era  la esencia de la “...vorágine de la guerra de los diez años.” (2) como la llamó Enrique Jose Varona.  Ese es el gran mecanismo mental que conformó una espiritualidad del sacrificio.
Desde esa sólida base debemos de iniciar la construcción de todo argumento para entender la resistencia. Pero es de pensar que en la mísera vida cotidiana de esta gente existían toda una serie de mecanismos, que sumados, harían más soportable cada día, cada noche de humedad y hambre,  de calores y mosquitos, de fugas y combates. Detalles que, quizás, hoy nos parezcan insignificantes pero que para ellos alejaron la soledad, la desesperación, la incertidumbre  por el futuro. Eso es lo  que  llamamos los  mecanismos de la resistencia. Es asunto difícil de determinar con ejemplos. Quizás cada mambí llevaba en su macuto (3) un cúmulo muy particular de motivos que explican su hazaña. De todas formas hay aspectos comunes sobre los que podríamos hacer algunas generalizaciones. Entramos en un campo inseguro para un historiador, más acostumbrado por el oficio a moverse entre datos muy concretos, criterios argumentados  con  buena letra en papel o evidencias de diverso origen; pero  siempre perceptibles a los ojos, al oído o  al tacto. Ahora comenzaremos  a andar en un mundo en extremo subjetivo. Siempre en asuntos humanos hay campos intangibles. Similares al efecto de esas aguas subterráneas que de humedad en humedad van avanzando hacia la superficie hasta que un día producto de la búsqueda humana o las circunstancias geológicas brotan para constituir un manantial en la montaña o el desierto. Los motivos de la gran resistencia del 68 tienen fuerzas ocultas que no son mágicas ni sobrenaturales. Fueron productos de las circunstancias o de las acciones de aquellos hombres y mujeres. Intentaremos encontrar ese mundo espiritual y material que consolidó el espíritu de la resistencia por 10 años. Quizás no tengamos todas las razones. Es posible que existieran otros motivos que consolidaron la gran y desesperada resistencia. El mundo religioso tuvo en el campo mambi un espacio que en ocasiones hemos olvidado. Si bien la iglesia católica como institución se unió a los integristas los cubanos eran propietarios de una fuerte religiosidad popular que los acompañaron a los campos de combate.
En el siguiente enlace puede oír varias hipótesis sobre el encuentro de la imagen de la Virgen de la Caridad
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Se sentía una especial devoción por la virgen de la Caridad del Cobre. En Holguín tal creencia tenia viejas raíces. El territorio holguinero estuvo vinculado al surgimiento del mito de la virgen. Según este fue en aguas de la bahía de Nipe que encontraron la imagen sobre una tabla que flotaba. Tres vecinos de esas riberas la rescataron e iniciaron la adoración a su figura. Era frecuente que familias holguineras emprendieran una peregrinación al santuario del Cobre donde se situó su imagen. La tradición oral guarda esos recuerdos de viajes en carretas o en cabalgaduras hasta aquel lejano lugar para cumplir una promesa hecha a la virgen o por devoción.  Al marchar a la guerra por la independencia se llevaron los cubanos a la manigua mambisa esa creencia que se convirtió en un elemento de la gran resistencia que se extendió por diez años.  Un mambí escribió en una carta a un amigo “… si la virgencita quiere, pronto tendremos  modo de darle su merecido…” (4) a los españoles.
La mejor forma de entender la creencia de los mambises en aquella imagen es una descripción que nos dejo el líder insurrecto Ignacio Mora en su diario personal:

El fanatismo del pueblo cubano raya en locura. La fiesta de la Caridad es un delirio para él. Sin tener que comer, pasa  dedicados estos días en buscar cera para hacer la fiesta al estilo mambí, esto es, encender muchas velas y suponer  que la imagen de la Virgen está presente. En todos los ranchos no se ve fuego para cocinar sino velas encendidas á la Virgen de la Caridad. (5)

La buena madre de Cristo  parecía estar atenta a los muchos sufrimientos de sus hijos antillanos. No los pudo rescatar de los pelotones de fusilamientos, de la acción implacable de las contraguerrillas pero por lo menos estos sufridos combatientes debieron de sentirse acompañados en sus momentos más trágicos  por la piadosa imagen. Quizás en cierta forma  conformaba  una  especie de abstracción  de la patria para esta gente de un sentido muy recto y simple de la imaginación. Cuba era representada como una mujer. (6) La virgen bien pudo devenir en la imaginación de aquellos héroes en símbolo de la patria y la independencia. 
En el siguiente enlace puede oír otras hipótesis sobre el encuentro de la imagen de la Virgen de la Caridad
Notas

1— Yoel Cordoví Nuñez. Máximo Gómez tras las huellas del Zanjón. Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2005, p 92
2— Enrique José Varona a Ventura García Calderón.  En Letras, cultura en Cuba. Número 6,  Editorial Pueblo y Educación , La Habana, 1989,  p 3
3—El macuto mambi era un saco que llevaba cada insurrecto donde guardaba todo lo que consideraba que le podía ser útil.
4—Elda Cento Muñoz y Ricardo Muñoz Gutiérrez. Salvador Cisneros Betancourt: Entre la controversia y la fe Editorial Ciencias Sociales La Habana 2009  p. 150
5— Nydia Sarabia, Ana Betancourt, Editorial de Ciencias Sociales,  La Habana, 1970, p. 153      
6— La historiadora Olga Portuondo Zuñiga   en su libro sobre la Virgen de la Caridad del Cobre dedica un  capitulo a este papel subversivo de la virgen. En el recoge diversos ejemplos de la devoción de los mambises por la virgen.

Belisario Grave de Peralta y la Protesta de Baraguá

-->Por José Abreu Cardet (jabreu040751@argentina.com)

En febrero de 1878 se firmo el Pacto del Zanjon por el que una parte de las fuerzas libertadoras cubanas deponían las armas. Antonio Maceo secundado por un grupo importantes de patriotas realizó  La Protesta de Baraguá. En esta Maceo y sus compañeros ante el general Arsenio Martínez Campos, artífice por la parte española del Pacto del Zanjon se negaron a aceptar la rendición. Estaban dispuestos a continuar la lucha iniciada en 1868. 

La Protesta de Baraguá  es un acontecimiento muy conocido y estudiado en la historia de Cuba. Pero surge una interrogante al lector: ¿Una vez materializada la Protesta, las fuerzas mambisas continuaron realmente combatiendo? Parte de la respuesta a esa pregunta la podremos encontrar leyendo el diario de campaña del general  Vicente García jefe de las tropas insurrectas de Tunas. Las fuerzas tuneras continuaron combatiendo. 

Belisario Grave de Peralta
Entre los hombres que acompañaron al general García en estas acciones estaban las tropas holguineras bajo el mando del coronel Belisario Grave de Peralta. Este oficial operó fundamentalmente en la parte occidental de Holguín. Una zona limítrofe con Tunas y estrechamente vinculado al general Vicente García. De hecho Belisario se encontraba bajo las órdenes directas de Vicente García. Leyendo el diario del general tunero podremos conocer de las acciones desarrolladas por el coronel Peralta como era conocido popularmente Belisario.


El 22 de marzo de 1878 Vicente escribió en su diario
       
22- Organicé una columna de infantería y la puse a las órdenes del coronel Peralta para que marchando sobre la parte norte de Las Tunas, se embosque en el camino de Maniabón dos días, para si pasaba algún convoy lo atacase. Yo marché con la caballería y un piquete de mi escolta de a pie con dirección al Sur de Las Tunas e hice noche en Las Coloradas

Vicente Garcia continua operando contra los españoles. El 5 de abril de 1878 se reúne con Belisario Grae de Peralta. Este le informa de las acciones que ha realizado. Pero dejemos que sea el propio Vicente García quien nos narre las acciones desarrolladas por su subordinado holguinero. 

5 abril 1878- Marché a Murciélaguito donde encontré ya reunidos a los coroneles Peralta y Borrero con las fuerzas con que les envié en operaciones por distintos puntos. El primero me participa que el 25 (marzo 1878) próximo pasado,, atacó al enemigo en camino de Maniabón a Tunas el que dejó algunos muertos y cabalgaduras en los primeros momentos, pero repuesto aquel y siendo superior en número recuperó los cadáveres teniendo los nuestros que inutilizar los caballos tomados. Tómase al enemigo un rifle y algún parque y otros efectos y se retiró Peralta con dos heridos.

Belisario continuo combatiendo hasta el mes de junio que ante la situación en que se encontraba el ejercito libertador y cumpliendo ordenes de Vicente García depuso las armas.

Los mambises y la lluvia


Por José Abreu Cardet
jabreu040751@argentina.com

   Durante las guerras de independencia de Cuba  las lluvias fueron en extremo importante para la actividad bélica.  Las precipitaciones beneficiaban a los insurrectos al afectar las operaciones enemigas.  Al hacerse cargo el 18 de abril de 1873 Candido Pieltain (1) de la capitanía general de la isla (2) escribió que la lluvia había creado en sus fuerzas una “casi inacción bélica forzada…”(3) La situación era tal que decidió concentrar su esfuerzo principal en la terminación de la trocha militar de Baga a la Zanja para aislar a las tropas libertadoras del Oriente de las de Camaguey. Buena parte del ejército estaba prácticamente inactivo en espera que cesara la temporada de lluvia. Aunque fracasó en sus planes de construir esa trocha pero este acontecimiento nos da una idea de la influencia de la lluvia en el desarrollo de la guerra.
   Incluso como algo simbólico  la revolución había nacido en medio de torrenciales aguaceros. Octubre de 1868 en Oriente fue un mes húmedo. Céspedes rememorando aquellos días iniciales al   anotar en su diario personal el  1 de octubre de 1873: “Este año se parece al de 68 en que llovió a mares.” (4) 
   La época de lluvia hacia disminuir las operaciones contrarias y afectaban a los colonialistas. Ante un intenso  aguacero  el presidente Céspedes nos dice que: 
 “…suponemos que habrán causado bastante daños a nuestros enemigos” (5) 
La  lluvia se podía convertir en cómplice de una apresurada fuga insurrecta como nos narra un revolucionario:    
“Aquel día cayo un fuerte aguacero que borró todos los rastros que guiaban a nuestro campamento”  (6) 
Máximo Gómez nos dice que 
“Amo más aun la lluvia que obstruía el paso al enemigo y denunciaba su huella”  (7)
Pero las lluvias también causaban numerosas molestias a los mambises.  Uno de ellos abrumado por la humedad anotó:  
  Sigue el temporal horroroso. A ninguna hora cesa de llover. Todos los ranchos están inundados. En el mío reventó un manantial que lo ha convertido en un pantano.   (8)

Estas guerrillas se movían constantemente. Por lo que las lluvias muchas veces los sorprendían en los caminos y veredas sin tiempo para guarecerse.  Si seguimos las narraciones del diario de Calixto nos encontramos que el cuatro de enero de 1874  dice que:  

Acampamos en San Juan de la Puerca.(9) Llegamos a este punto en los momentos en que caía un horrible aguacero que casi no nos dio tiempo para construir rancho en que guarecernos de la lluvia.”(10)

Las lluvias, con el fango, los caminos anegados y los arroyos y ríos crecidos debieron de hacer verdaderos infiernos las marchas insurrectas. Si continuamos atento al relato del general García Iñiguez nos encontramos que dos días después, el  6 de enero  de 1874 nos dice:
Después de una jornada de seis  leguas de un camino intransitable acampé en las orillas del río Cupeyal. El trayecto recorrido hoy es una vereda, estrecha, teniendo que andar por más de dos leguas por dentro de un arroyo, y con el aguacero de ayer estaba crecido y si a esto agregamos que su Iecho lo forman piedra resbaladizas podrá formarse una idea del mal rato que nos había hecho pasar. (11)

Debió de ser una tortura cuando se unía a la lluvia la falta de alimentos. Con impotencia escribía un mambí   

“Continúan las lluvias de primavera y no tengo que comer” (12) 
Pero la lluvia iba más allá de la sensación constante de humedad. Podía afectar los escasos recursos en especial el parque y las armas. Así le ocurrió a la expedición que en enero de 1873 trajo a las costas cubanas Melchor Agüero (13) Una humedad realidad se impone al valioso alijo:  
“El temporal de agua ha mojado casi todos los cartuchos…” (14)
Esa sensación de humedad y fango permanente e imposible de evitar debía de establecer un malestar constante que un mambí resume en su diario   
“La lluvia ha puesto de tal modo el campamento que es imposible permanecer en el” (15)
Ni siquiera el presidente de la República escapaba de los inconvenientes de un aguacero. Carlos Manuel de Céspedes nos dice el 23 de junio de 1872: 

un temporal que nos tenia amontonados en un mal rancho. El cual manaba el agua y era por consiguiente  una especie de pantano   (16)

Estos mambises que parecían hijos del bosque y la sabana, dependían mucho de la naturaleza  para llevar a cabo su guerra de resistencia contra la poderosa España. Pero al mismo tiempo ellos también debían de sufrir los efectos de esa estrecha relación entre la guerrilla y el medio. En ocasiones los efectos eran desfavorables e incrementaban los muchos sufrimientos a los que los sometía la despiadada  guerra de la metrópoli.    Era como si lo divino y lo humano se hubiera conjurado contra los hijos de la Tierra del Mambí. 

NOTAS

1— Candido Pieltain y Jove Huergo, nació en Gijón en 1822. y falleció en Madrid en 1888 Alcanzo el grado de teniente general en el ejercito español  Participo en la segunda  guerra Carlista en su país en la de Marruecos. Fue capitán general de la isla del 18 de abril al  22 de septiembre de 1873. Era el primer capitán general enviado por la Republica Española a Cuba. Encontró la hostilidad de los grandes comerciantes españoles y el cuerpo de voluntarios de La Habana 
            Para mas información ver Los Capitanes Generales en Cuba (1868 1878), Ediciones Verde Olivo, Ciudad de La Habana, 1999, pp. 133 a la 137 
2— Rene González Barrios,  Los Capitanes Generales en Cuba (1868-1878), Ediciones Verde Olivo, Ciudad de La Habana, 1999, p. 134
3— Archivo provincial de Santi Espíritu, Fondo Ayuntamiento, Número 1760,  Legajo 163
4--Eusebio Leal Spengler,  Carlos Manuel de Céspedes El Diario Perdido, Publicimex,  S.A. Ciudad de La Habana, 1992,   p 117
5— Fernando Portuondo del Prado y Hortensia Pichardo Viñals, Carlos Manuel de Céspedes Escritos Editorial de Ciencias Sociales La Habana 1982 , T III, P 103
6— Ibídem, P 116
7— Máximo Gómez Mi Escolta: Última guerra de Independencia. En Emilio Cordero Michel, Máximo Gómez a Cien Años de su fallecimiento, Archivo general de la Nación, Santo Domingo, República Dominicana, 2005, p. 67  
8-- Leal Spengler, Eusebio Carlos Manuel de Céspedes El Diario Perdido, Publicimez  S.A. Ciudad de La Habana, 1992   ,  P 116
9— San Juan de la Puerca estaba situado en la jurisdicción de Holguín
10— La construcción de ranchos en corto tiempo era una habilidad de los campesinos cubanos. La mayoría de los soldados libertadores eran de este origen. Por eso la facilidad con que hacían este tipo de construcción rustica.
11-- Calixto García Iñiguez Diario de Campaña del año 1874, Archivo particular de Juan Andrés Cue Bada, Santiago de Cuba
12— Sarabia, Nydia,  Ana Betancourt Agramonte, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1970 , p 141
13— Melchor Agüero Arteaga. Nació en Camagüey en 1831. Comandante del ejército libertador.  Al inicio de la guerra se trasladó al extranjero para traer una expedición a sus compañeros. Logró organizar y desembarcar varias expediciones con éxito. No conocemos la fecha de fallecimiento.
Información tomada de:  Colectivo de autores Diccionario Enciclopédico de historia militar de Cuba Primera parte (1510-1898), tomo 1, Biografías, Editorial Verde Olivo, La Habana, 2001, p 22
14— Nydia Sarabia, obra citada, p 165
15— Ibidem,  p 178 
16— Fernando Portuondo del Prado y Hortensia Pichardo Viñals, obra citada, T III, P 126
 

Regino Botti y Gibara


Por José Abreu Cardet
jabreu040751@argentina.com
En la bruma: Silla de Gibara, nombrada así por su forma de silla de montar/Foto: Juan Miguel Cruz
En 1900, el gobierno interventor de los Estados Unidos, en Cuba, promovió el envió de un grupo de maestros cubanos ha participar en un curso de verano en la Universidad de Harvard. Entre los 1337 maestros seleccionados se encontraba el joven de 22 años, Regino E. Botti. Desde su natal Guantánamo, el que sería uno de los poetas más importantes del siglo XX cubano, se dirigió vía marítima hacia los Estados Unidos. Embarcó en la bahía de Guantánamo en el buque Pherson. Este buque hizo escala en Baracoa y Gibara para recoger los maestros de esos lugares. Botti sensible tanto al paisaje humano como al geográfico escribió sobre aquel viaje y luego publico estos relatos en el periódico guantanamero El Managui. Varios ejemplares del  ya desparecido periódico fueron cuidadosamente conservados por la hija del poeta, Florentina. Recientemente el nieto del ilustre bardo, el doctor Regino G Rodríguez Botti, seleccionó aquellos valiosos testimonios y los publicó bajo el titulo de “Harvardianas y otros saltos al norte”, en la Editorial el Mar y la Montaña, Guantánamo, 2006. Escogimos el testimonio del poeta sobre Gibara donde el buque que lo conducía a los Estados Unidos hizo una escala y los ofrecemos al lector.     

Regino E. Botti
Baracoa tiene el Yunque, y Gibara, La Silla; obras de la Naturaleza hermanas gemelas, evocadoras- sin explicárselo uno- de la libertad, de nuestra tierra, de sus sufrimientos, de nuestro lábaro, hecho para que ondee gallardo en los sitios mas eminentes del suelo cubano.
Gibara no tiene el golpe de vista, el relumbrón de Baracoa; pero, si no es tan pintoresca, es mas población, mas limpia, mas moderna, mas suntuosa. Baracoa es mambisa gibara española; en aquella se ven muchos sombreros de yarey, en ésta boinas; Baracoa suspira por la libertad cubana, Gibara llora sus cadenas perdidas; aquella es Cuba esta es Covadonga con mas sangre española que la original, que la autentica.
Y ahora me acuerdo del botero: gibareño él, sabio él y guacamayo él, que al darme el vuelto de un dinero me dice: tome, tanto y tanto, estos cuatro centavos americanos aquí son cinco, un medio. Lo medí con una mirada como llamándole necio y luego le dije que cuarto centavos no podían ser cinco ni en la china, porque nadie se deja tomar ya por un nativo de ella. El hombre, viendo que su salida no me había chocado me replico: si, señor, esos cuatro centavos son cuatro aquí también pero no tengo mas dinero que este, y me mostró un duro con el busto anémico y raquítico Alfonso XIII, rey de España y…de Gibara. ¡Allí circula aun la moneda española!. Le tire los cuatro centavos y me fui. Los boteros me miraron mientras yo al alejarme me extrañaba in mentis de encontrar a España a tan corta distancia de Guantánamo.
El sol se había puesto, las luces de la población cintilaban allá en las sombras, las del Pherson rielaban en las aguas marinas. Se recogió el ancora trepido el cetáceo férreo, hecho una columna de humo negro mas que la noche; resoplaron las fauces de acero vomitando vapor, fuerza, empuje, actividad, vida, movimiento, y la hélice iba dejando una inmensa estela como los adioses de todo oriente a su patria, al par que la proa hendía, hendía sin cesar, la masa del agua…..(1)

FUENTES

1- Regino E. Botti, Harvardianas y otros saltos al norte, Editorial el Mar y la Montaña, Guantánamo, 2006, Pagina 30.         

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