Por Arquímedes de Paz y José Novoa
A pesar de
las numerosas protestas y advertencias hechas por el oidor de la Audiencia de Santo
Domingo, Diego Velázquez mandó que la armada contra Hernán Cortés partiera a
México llevando todos los hombres y pertrechos que el mismo Gobernador de Cuba
pudo agenciarse.
El desenlace de esta historia es harto conocido.
Narváez y Cortés se encontraron en Cempoala y lo que entonces ocurrió, “más que una batalla fue una refriega de corta duración”[1].
A pesar de las numerosas protestas y advertencias hechas por el oidor de la Audiencia de Santo Domingo, Diego Velázquez mandó que la armada contra Hernán Cortés partiera a México llevando todos los hombres y pertrechos que el mismo Gobernador de Cuba pudo agenciarse.
El desenlace de esta historia es harto conocido.
El desenlace de esta historia es harto conocido.
Narváez y Cortés se encontraron en Cempoala y lo que entonces ocurrió, “más que una batalla fue una refriega de corta duración”[1].
A pesar de las numerosas protestas y advertencias hechas por el oidor de la Audiencia de Santo Domingo, Diego Velázquez mandó que la armada contra Hernán Cortés partiera a México llevando todos los hombres y pertrechos que el mismo Gobernador de Cuba pudo agenciarse.
El desenlace de esta historia es harto conocido.
Narváez y
Cortés se encontraron en Cempoala y lo que entonces ocurrió, “más que una
batalla fue una refriega de corta duración”[1].
Muchos de
los hombres de Narváez habían ido bajo amenazas de Diego Velázquez de quitarles
e indios, por lo que durante el combate se mantuvieron al margen, y cuando se
restableció el orden, Cortés los arengó, pasando muchos de ellos a su bando,
convencidos como quedaron de las promesas que este les hizo.
Sobre la
participación de García Holguín en lo que llevamos narrado desde la llegada de
la armada a tierras de México, poco se puede afirmar pues de él no se ocupa
casi ninguno de los que escribieron relatos. Por ello es necesario acudir a los
textos que resaltan otras figuras, tratando de ver al García Holguín, siempre
agazapado en el anonimato.
Así se
puede presuponer que a su llegada a México (Nueva España), García Holguín era
partidario de Diego Velázquez y que intentó hacer valer los derechos que el
Gobernador de Cuba reclamaba, llegando, incluso, a participar en acciones
secretas y riesgosas con el propósito apuntado.
La anterior
hipótesis la sostiene la narración siguiente.
Hacia
finales de abril de 1521, Hernán Cortés daba los toques finales a su estrategia
para el asedio definitivo a Tenochtitlán, y entonces es cuando recibe una
confidencia de que está en marcha una conspiración para matarle encabezada por
un zamorano de nombre Antonio de Villafaña[2].
Igual supo Cortés que había una lista con más de trescientos nombres de
españoles conjurados en su contra y que había sido García Holguín uno de los
que más había ayudado para convencer a los que participaban en la maquinación.
Inmediatamente
mandó Cortés que apresaran a Villafaña, pero este intentó comerse la lista con
los nombres de sus seguidores, y casi lo consiguió, sin embargo Cortés logró
recuperar parte de ella.
Tal
magnitud tenía la conjura que después de ahorcar a Villafaña, Hernán Cortés
fingió no saber los nombres de otros de los juramentados y se esmeró en atenderlos
y atraérselos.
Y no
sabemos si fue porque dio frutos la estrategia de Cortés, pero lo cierto es que
en las siguientes actuaciones de García Holguín se intuye que tenía una posible
alianza secreta con él. (De ello daremos otros elementos cuando lo permita la
cronología de lo que contamos)