Conferencia pronunciada por el sabio
holguinero José Juan Arrom el día 7 de junio de 1973 en el Salón de Actos de la
Asociación de Industrias de la República Dominicana, con motivo de la
inauguración de la Sala de Arte Prehispánico de la Fundación García Arévalo,
Inc.
Para no dilatarnos demasiado,
examinemos sólo algunos términos que nos sirvan para ir de la palabra al proceso
mental con que los aborigenes taínos captaban, describían y ordenaban la flora y la fauna.
Maíz, mahizi, mahiz y mayz.
Sea el primero el vocablo “maíz”. Es
sabido que el maíz se cultivaba en toda América antes de 1492. De lo que sí
había dudas es de cuál fue el lugar de origen, la época en que fue domesticado y
si la voz es o no taína.
Apartir de 1954 se han hecho
descubrimientos que definitivamente esclarecen dos de estas cuestiones: hace
unos 80 000 años que ya existía en México un tipo de maíz silvestre, antecesor
del actual, y unos 5 600 añosque en el valle de Tehuacán ese primitivo maíz fue
domesticado y paulatinamente mejorado por hibridación con otras gramíneas
mexicanas[1].
Precisados el lugar de origen y la
fecha de su inicial domesticación, es evidente que luego se extendió por todo el
continente, desde el valle del San Lorenzo, en Canadá, hasta las tierras
australes de Chile. Agreguemos que en el proceso de difusión, las otras culturas
amerindias asimilaban las técnicas de su cultivo y aprovechamiento, pero solían
designar al grano con voces procedentes de sus lenguas respectivas. Por ejemplo,
en náhuatlse dice centli, en quechua,
chocllo, en guaraní, abatí, en caribe, anachi, en lokono (que es la lengua
ancestral de los arauacos), marissi y en taíno, (que es la misma lengua lokono,
pero evolucionada en el Caribe) según antiguas grafías, maíz se decía: “mahizi,
mahiz y mayz”.
En apoyo de una de estas grafías, y
sobre todo del origen taíno del término, citemos el categórico testimonio de
Las Casas:
“Sembraban
y cogían dos veces al año el grano que llamaban mahiz, no para hacer pan de él,
sino para comer tierno por fruta, crudo, y asado cuando está en leche, y es muy
sabroso, y también hacían de él cierto potaje, molido y con agua. Era menudo y
de muchos colores, morado y blanco y colorado y amarillo, todo esto en
una mazorca; llamábanlo: mahiz y de esta isla salió este nombre”[2].
Y páginas más adelante reitera Las
Casas el origen de la voz y escribe entonces: “grano que nombraron en esta isla
Española mayz (la última aguda)”[3].
Desechadas las dudas tanto del
origen del grano como del nombre que le dio el taíno, tratemos de analizar
estructuralmente dicho fitónimo. La base “isi”, conservada en las
transcripciones del término en la lengua ancestral del arauaco, significa “semilla”.
Y como esta aparece modificada por “má, mán” que significa “todo, totalidad,
enteramente”. La imagen resultante viene a ser “totalmente de granos o
semillas”.
Pero si “mah-isi” alude a todas las
semillas de la mazorca, el hablante indígenase hallaría en la necesidad de
formar otro término, o combinación de términos, para designar a un solo grano. Y
en efecto así fue. Igual que en español hablamos de un diente de ajo, en las
lenguas arauacas se dice, “marisi-arí”, con el significado de “diente de maíz”.
Y es ese un tropo más afortunado que el nuestro: “diente de ajo”. Si a una
chica se le dice:“Tienes dientes blancos y parejos como el maíz en leche”, es
un piropo encantador; pero si por el contrario se le dice: “Tienes la dentadura
como dientes de ajo”, ya no es piropo, sino improperio.
Y nada se diga del contraste entre el
perfume del maíz tierno y el olor de un ajo recién pelado.
Esta voz, contiene los morfemas “iwi”,
que significa “‘fruta”, más “era, eda”, que es “cáscara”. De modo que “Iwira o
iwera” describe al fruto cuyo elemento caracterizadores su recia corteza.
Recia cortea que además de elemento
caracterizador del fruto, es, además, material aprovechable en la fabricación
de instrumentos mágico-religiosos, como fueron originalmente las maracas[4],
y sirve, también, para confeccionar vasijas de uso doméstico.
Porque ya deben haberse percatado
que las palabras güira y jigüera, (que es la última lo que se confecciona con la
primera), tienen el mismo origen etimológico, pero después adquieren forma y
sentido diferentes.
Veamos a continuación la siguiente curiosidad.
Jigüera o higüera con la grafía “hibuera”
pasó a México con Hernán Cortés y su gente, y sirvió para designar al Golfo de
las Hibueras y luego al sitio donde se libró el encuentro conocido por la
Batalla de las Hibueras.
Los habitantes del actual México
tenían una palabra en idioma náhuatl para lo mismo que significaba jigüera, y
era esa xícali. Pero como jigüera llegó en la voz de los poderosos
conquistadores, xícali desapareció momentáneamente. Solo que al paso de unos
pocos años xícali se impuso nuevamente y a su vez penetró en el español general
en la forma de “jícara” y así comenzamos a llamar a las antiguas jigüeras, que
si lo son en verdad, están hechas de güiras.
La palabra higüera o jigüera hace
pensar en otro fítónimo de igual raíz: “hicaco”, y pasemos a explicar su
composición y significado. Ya hemos explicado el morfema “iwi”, que significa “fruta”,
por tanto despejemos el sentido del
resto: caco. Creo que caco se compone del atributivo “ka” que significa “con”, y
la base “ako”: “ojo”. En conjunto “hik(a)-ako” sería como decir “fruta-de-ojo”,
o mejor traducido, “fruta en forma de ojo”. Y como así es la fruta, resulta otro
ejemplo de fitónimo en que el indígena se desentiende de toda carga innecesaria
para fijar el rasgo expresivo esencial. Por consiguiente, es esa otra palabra
con que el taíno nos pinta la realidad nominada y a la vez su propia fisonomía
mental.
[1]Richard
S. MacNeish: “TheOrigins of New WorldCivilization”, Scientific American, vol.
211,
no. 5, November 1964, pp. 29-37.
[2]Apologética
historia, lib. I, cap. 11; en la ed. de Madrid, 1909, pp. 31-32.
[3]Ibid.,
cap. 59, p. 152.
[4]Las
maracas fueron los instrumentos que los behiques, igual que sus colegas del
continente,
usaban para llamar a las divinidades. La palabra
maraca, empero, es un préstamo que les llegó
a los taínos de sus lejanas relaciones con los
guaraníes. En guaraní es voz compuesta, de maira
y aca ‘cabeza del ser sobrenatural’. Véase Marcos A.
Morínigo: op. cit, sub voce.