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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

4 de marzo de 2017

Nuevas investigaciones sobre el cementerio. Estudios biológicos (II Parte)



 
Número mínimo de individuos
Los arqueólogos que hicieron el descubrimiento del cementerio (1986-1988) distinguieron 108 individuos. El nuevo estudio determinó que en total eran 133, al establecer que entierros considerados como de un sólo individuo podían contener restos de más de una persona e incluso huesos aislados. Así cuando los restos tenían una presencia cuantitativa importante se consideraron individuos diferentes, denominándoseles con el número de entierro más una letra: por ejemplo, 2A, 2B, 2C. Se ubicaron además, dos conjuntos de huesos no numerados desconociéndose su proveniencia, esos fueron registrados como individuos Extra A y Extra B, pero no como entierros independientes.
Edad
Para la determinación de la edad de los adultos Weston se basó en el análisis de los cambios morfológicos de la sínfisis púbica, las superficies auriculares del coxal y los extremos de las costillas
esternales, así como en el grado de cerramiento de la sutura craneal y la atrición dental. En los juveniles consideró la etapa de desarrollo dental, la longitud de los huesos largos y el grado de fusión de las epífisis. Pero como no es posible determinar la edad cronológica exacta de un individuo basándose en los cambios morfológicos en el esqueleto y los dientes, los esqueletos de adultos y juveniles fueron asignados a los grupos de edad estándar.
Distribución por sexo y edad. El Chorro de Maíta.
Población juvenil: (Menores de 18 años) Total: 43 individuos (32.3 por ciento del total);
Población adulta: (se identificaron como adultos los individuos de 18 años en adelante) Total: 90 individuos (67.6 por ciento del total).
La mayor cantidad de restos en el grupo de edad entre los juveniles fue el de 5-9 años (13.5 por ciento), mientras que entre los adultos sobresalen las categorías de 18 años y más (adultos cuya edad no pudo ser definida), para un 16.5 por ciento, 18-25 años (14.3 por ciento) y 26-35años (14.3 por ciento). Aparecieron dos fetos.
Restos óseos de niño

Respecto al estudio inicial realizado por Rodríguez Arce (1992) la diferencia de los resultados de esta nueva investigación está, principalmente, en la identificación de un gran número de juveniles, 17 más que los inicialmente considerados. En el caso de los adultos la cifra es muy similar a la inicial, con sólo 3 masculinos y 1 femenino más.
Sexo
Weston estimó el sexo biológico en base a varios rasgos morfológicos del cráneo y la pelvis. Consideró además las características métricas de la clavícula, la escápula, el húmero y el fémur.
Restos óseos de mujer que aún no había alcanzado los 30 años de su edad
A los juveniles no les fue asignado el sexo biológico debido a la falta de características sexuales secundarias en el cráneo y la pelvis a esas edades.
Se identificaron 39 adultos masculinos y 44 femeninos, resultando imposible establecer el sexo en 7 adultos. Esas cifras representan el 43.3 de hombres y 48.8 de mujeres. En 4 adolescentes se definió el sexo (No. 22, masculino, No. 75A y 82, femeninos, y No. 83, posiblemente femenino).
Preservación de los restos
Weston valoró el nivel de conservación de los huesos de la siguiente forma:
Excelente: en 9 individuos.
Buena: en 48 individuos.
Regular: en 39 individuos.
Pobre: en 27 individuos.
Muy pobre: en 9 individuos.
Indeterminada (porque no se pudo hacer el análisis): en 1 individuo.
En restos de los adultos la preservación es relativamente mejor que en los juveniles, quizás debido a los caracteres de fragilidad típicos de los huesos en este segundo grupo erario.
La ubicación de los restos en el cementerio no parece tener un vínculo directo con el nivel de preservación sin embargo, la profundidad del entierro y situaciones de perturbación y afectación por humedad y acidez sí que incidieron. Así resulta que los individuos enterrados a profundidad mediana o grande, y no perturbados, tienden a una mejor preservación.
Integridad de los restos
Fue estimada por Weston a partir de los criterios estandares que se relacionan con el porcentaje de restos conseguidos respecto al esqueleto total.
La integridad tuvo valores medios. En 52 individuos se mantuvo en 0-25 %, en 30 en 25-50 %, en 33 en 50-75 %, en 15 en 75-100 % y en tres fue Indeterminada (por la imposibilidad de hacer el análisis).
Obviamente que la integridad de los restos guarda una clara correlación con el estado de preservación de los restos. (En El Chorro de Maíta no se señalaban las tumbas y por eso ocurría que al enterrar a un nuevo difunto se removían los restos de uno antiguo). Como la mayor cantidad de entierros se hacía en la parte central del cementerio, son los esqueletos encontrados allí los más perturbados. También los factores de carácter natural incidieron en la integridad.
Los restos de mejor integridad son los de los difuntos adultos.  
Individualidad
Aunque predominan los entierros de un sólo individuo, al revisar algunos conjuntos de huesos considerados antes de una sola persona,  Weston identificó 19 entierros con dos individuos y dos entierros con tres individuos. Sin embargo al momento de la excavación no se percibió esta presencia múltiple, y tampoco fue reflejada en dibujos o fotos.
Muchos entierros se perturban entre sí, especialmente en la parte central del cementerio, pues la apertura de una tumba pudo afectar entierros anteriores y los restos de un individuo en ocasiones entraron en la fosa de otro. Durante el estudio de Weston esta posibilidad fue tomada en cuenta para evitar duplicidades en el conteo.
La definición de cada individuo descartó, a través de la comparación de su sexo, edad y estado de conservación, respecto a otros situados en áreas cercanas, la entrada de huesos desde otra tumba.
Observaciones tafonómicas
En el caso de investigaciones de arqueología funeraria los estudios tafonómicos analizan el conjunto de procesos que inciden sobre los restos humanos a partir de su depósito funerario, ya sea respecto a la conservación (o no conservación) de cada pieza esquelética o a su dispersión.
Estos tipos de estudio se hacen analizando la posición de los restos y su relación con el contexto donde fueron depositados. Lógicamente, para hacer estudios tafonómicos es preciso que el experto esté presente en el momento en que aparecen los restos a estudiar. Y si no ocurre así, es necesario muchas fotografías, mapas y un registro meticuloso de todo lo que el descubridor vio. Lamentablemente no había ningún experto en observaciones tafonómicas en el momento en que se descubrió el cementerio de El Chorro de Maíta y aunque sí se hicieron fotografías a los restos y se trazaron mapas de su ubicación, no se fue muy riguroso en recoger la información precisa para posteriores estudios de este tipo. De todas formas entre los años 2009 y 2011 el Dr. Menno Hoogland (de la Universidad de Leiden, Holanda) y Roberto Valcárcel hicieron observaciones tafonómicas sobre los restos óseos encontrados en El Chorro de Maíta, sabiendo de antemano que los resultados que se obtendrían eran limitados: sobre todo porque no se podrían evaluar los entierros de modo individual. Pero aún así, sí se podría obtener una cierta claridad en los comportamientos generales de la forma en que se hicieron los entierros y de esa forma entender mejor aspectos de la formación del cementerio y de los manejos funerarios en el lugar.
Ambos expertos basaron su investigación en la revisión de las fotos tomadas a los restos al momento de la excavación y en los dibujos recogidos en el plano general del cementerio (Guarch Rodríguez 1987, 1988). En el caso de los entierros No. 41, 58 y 107, se tuvo acceso a dibujos de excavación también realizados por Juan Guarch Rodríguez y conservados en los Archivos del Departamento Centro Oriental de Arqueología.
Arqueólogos trabajan en el desenterramiento de los restos óseos encontrados (1986-1988)
Fotografía de uno de los esqueletos encontrados
Replicas a tamaño natural de los restos hechas en plástico: Museo de Sitio
Se trabajó además, con réplicas de los enterramientos que ahora conforman el museo de sitio El Chorro de Maíta. Esas dichas réplicas, a la vista de todos los visitantes, son reproducciones en plástico a tamaño natural, de los restos recuperados en la excavación.
Aunque por motivos museográficos en algunos casos los restos fueron movidos del espacio que se encontraron, en su mayoría esas aportan una imagen bastante exacta de posición, profundidad y orientación del esqueleto, por lo que el Museo puede considerarse una fotografía tridimensional de los esqueletos y una visión de conjunto de ciertas zonas del cementerio. (Lamentablemente para los estudios de tafonómicos, sólo existen réplicas de alrededor de la mitad de los entierros). Los restos de los que no se poseen replicas se estudiaron a partir de las fotografías que se les hicieron en el momento del descubrimiento. Otras informaciones utilizadas fueron las notas de excavación de los entierros hechas por Guarch Delmonte y su equipo en 1987 y las Tablas de control de los caracteres osteométricos hechos por César Rodríguez Arce en 1992.
Todos esos datos permitieron realizar observaciones de 82 entierros y 83 individuos, (se prefirió hacer observaciones, solo, a los entierros de los que había más de una fuente de información, de ahí que no se hayan estudiado todos). Cuando se carecía de fotos se consideraron los que presentaban dibujos detallados. Lógicamente la profundidad de las observaciones depende de la cantidad y la calidad de la información existente.
Se consideraron diversos indicadores de carácter tafonómico que permitieron evaluar en cada caso, en dependencia de los datos disponibles y del estado de conservación de los restos, las condiciones de descomposición (en espacio vacío, en espacio rellenado), las peculiaridades de manejo y disposición de los cuerpos en las fosas (disposiciones respecto a la forma de la fosa, relación con elementos de constreñimiento y contención), el nivel de articulación de los cuerpos al momento del entierro, el tipo de disposición o entierro (primaria o secundaria), e incluso detalles de las formas y dimensiones de las fosas, entre otros aspectos.
Observaciones tafonómicas y consideraciones interpretativas
Las tumbas fueron cavadas y los restos depositados en ellas (hueco en la tierra), luego el hueco fue rellenado con sedimentos del lugar. Obviamente que el cuerpo del difunto, todavía sin descomponerse, ocupó un espacio bajo la tierra, pero a medidas que el cuerpo fue descomponiéndose la tierra y el resto de los sedimentos fue rellenando las zonas blandas descompuestas mientras que en unos casos los huesos mantuvieron su posición original y en otros se movieron de lugar. Igual se debe tener en cuenta que si el difunto es enterrado con ropa o dentro de un “ataúd”, el rellenado es diferente a los casos contrarios. 
Veamos seguidamente la información obtenida.
Las observaciones tafonómicas distinguen diversas prácticas mortuorias indígenas, muchas no percibidas durante la excavación y registro de entierros, como la disposición secundaria o la manipulación post mórtem de restos, particularmente el cráneo (Se cree que algunos cráneos fueron desenterrados en fechas posteriores al enterramiento y ubicados en áreas específicas del cementerio). También descubren casos de enterramiento de individuos vestidos o, posiblemente, en ataúdes. Así, igual, esas observaciones ayudaron a percibir algunas varias inhumaciones que se hicieron de forma muy rápida, debido, quizás, a una alta mortalidad. Otras se hicieron con espacios de tiempo entre ellas.
Otros restos humanos
Weston localizó en varios entierros (51), fragmentos o huesos pequeños de adultos y juveniles, no pertenecientes a los individuos situados en la fosa. En esos casos los fragmentos aparecen en reducida cantidad y no hay información que permita establecer si se situaron allí de modo intencional. Esos fragmentos de huesos no pertenecientes al individuo, no reportan indicios de modificación o manejo ritual. Se hallan en todo el cementerio, si bien con más frecuencia en las zonas alteradas y en entierros con diverso nivel de perturbación (63 por ciento del total de casos). Esto sugiere una entrada accidental a las tumbas durante los enterramientos o a partir de la perturbación por otra inhumación.
Ascendencia
Mediante un análisis craneométrico, Weston estimó la ascendencia de tres de los individuos: los entierros No. 22, 45 y 81.
Cráneos de los individuos nombrados enterramientos No. 22, 45 y 81
El estudio consistió en comparar sus medidas craneales con las referencias de población de Howells (1973, 1995). Los resultados fueron:
El cráneo del No. 22, juvenil masculino de entre 16 y 18 años, se ubicó inicialmente cerca de los rasgos de un individuo masculino blanco. Un nuevo análisis de sus datos sugiere un origen mestizo, con ancestros blancos e indígenas.
El cráneo del No. 45, adulto masculino de entre 26-35 años, resulta próximo a un masculino de africano.
El cráneo del No. 81, adulto posiblemente femenino de entre 18 y 25 años con mediciones semejantes a las de un femenino africano y a un femenino blanco, lo cual sugiere una ascendencia mixta (mestizo).
En el Caribe no hay indicios de presencia de africanos o europeos blancos antes del arribo colombino, por ellos estos individuos debieron llegar a El Chorro de Maíta en momentos en que ocurría la interacción o convivencia entre aborígenes y “extraños” llegados desde allende los mares.
Lamentablemente este tipo de análisis sólo se puede hacer en  cráneos no modificados, (y hay muchos de estos últimos en el cementerio: era común que los aborígenes, al nacer, transformaran el cráneo de los niños por considerarlos de mayor belleza). Por tanto pueden existir individuos de diverso origen ancestral entre los que tienen cráneos modificados, particularmente mestizos. Igualmente entre aquellos cuyos cráneos no fueron hallados o estaban poco conservados.
Siguiendo testimonios de los vecinos, los excavadores del cementerio consideraron el individuo No. 36, un entierro moderno. Por el  deterioro del cráneo no fue posible determinar su filiación ancestral. Sin embargo se decide mantenerlo en la colección hasta tanto se logre una adecuada identificación temporal o étnica.
Modificación craneana
La determinación de la modificación craneana artificial, más conocida entre arqueólogos caribeños como deformación craneana[1], se basó en la revisión visual de los cráneos buscando elementos considerados evidencia de esta práctica y observados en materiales cubanos por el antropólogo Rivero de la Calle, esto es, aplanamiento del frontal, ensanchamiento a partir de la expansión de los parietales vistos en norma superior, alta frecuencia de huesos wormianos en las suturas craneales, presencia de asimetría en la norma posterior, marcada fenocigia (apreciable en norma superior), aplanamiento del occipital, atenuación de sus crestas y desplazamiento del inio hacia el opistio, oblicuidad marcada del pterio e inclinación hacia delante de la apófisis mastoide.
Los resultados en cada caso fueron confrontados con los criterios aportados por las revisiones de los cráneos colectados en El Chorro de Maíta hechas por Van Duijvenbode (2010) y por Weston (2010).
Desde esta perspectiva los cráneos se clasificaron en:
-Indeterminado: Cuando la ausencia del cráneo o su mal estado de conservación impide valorar la presencia de modificación.
-Posiblemente modificado: Cuando se presentan indicios de modificación pero estos no pueden ser establecidos adecuadamente debido al estado de deterioro del cráneo. Se distinguen en este grupo, además, aquellos cráneos bien conservados donde la modificación está tan poco marcada que no puede establecerse con precisión, no descartándose que este ausente.
-Modificado: Cuando resulta posible observar la modificación o se identifican indicios claros de esta.
-No modificado: Cuando no hay modificación o indicios de esta.
En 59 individuos la modificación craneana fue considerada Indeterminada al no poderse analizarlos.
De los 74 a los que sí se pudieron analizar:
59 están modificados (79.7 por ciento);
8 no están modificados (10.8 por ciento),
7 están posiblemente modificados (9.5%); de estos últimos dos muestran la situación ambigua antes referida, o sea, que la modificación es tan imperceptible que posiblemente no hayan sido modificados.
Izquierda: modificación fronto occipital tabular oblicua, (aplanamiento de la frente); individuo No. 68, adulto femenino. Derecha, individuo No. 7A, juvenil, no deformado. El Chorro de Maíta.
El tipo de modificación hallada es la clasificada por Dembo y Imbelloni (1938) como tabular oblicua, generada por una compresión en sentido fronto-occipital. (Aplanamiento de la frente). Esa descrita es la modificación más común en Cuba y el resto del Caribe, según la mayoría de los estudios antes realizados.
Además se localizó la modificación del cráneo de un individuo de forma tabular erecta, (No. 72B, adulto femenino de entre 18 y 25 años)
Cráneo con modificación tabular erecta. Individuo No. 72B, adulto femenino. El Chorro de Maíta.
Este tipo de modificación es muy rara en la región aunque Rivero de la Calle localizó un cráneo donde se presenta. En ese caso el famoso antropólogo la valoró como resultado de un uso erróneo del aparato deformador. Herrera Fritot reportó otras dos modificaciones tabular erecta en República Dominicana. (En el caso de este individuo, 72A se encontraron otras modificaciones que lo hacen diferente al resto de los esqueletos, pero de eso se hablará más adelante).
La edad más temprana con reporte de modificación la muestra un individuo de entre 4 y 5 años. Es frecuente entre adolescentes y en diversos grupos de edad de adultos. Dada la desigual conservación de los cráneos de adultos y juveniles, se evaluaron sólo 18 cráneos de estos últimos contra 56 cráneos de adultos, (41.8 por ciento del total de juveniles y 62.2 por ciento del total de adultos, respectivamente).
Los casos de modificación más definida e intensa se dan entre adultos; en los juveniles generalmente es poco marcada aunque esto ocurre también en algunos adultos, de modo especial en los cráneos de los esqueletos No. 35 y 4.
Hay claras diferencias entre los adultos y juveniles. En los adultos la modificación es mayoritaria mientras que en los casos de no modificación resultan muy poco frecuentes: solo los No. 45 y 81. En los juveniles sigue el predominio de modificados pero es alto el reporte de no modificados. Claro la desigual conservación de los restos puede incidir en que sea así (están más conservados los adultos que los juveniles) pero no es la única causa. Por demás, tanto hombres como mujeres adultos están igualmente modificados e igual están modificados los adultos locales como inmigrantes. Es relevante que los dos únicos adultos no modificados (No. 45 y 81) no son  indígenas.

Hay conocedores de las culturas aborígenes más desarrolladas del área del mar Caribe que proponen la modificación craneana como indicador de alto estatus social. Sin embargo, otros, entre ellos Rivero de la Calle, consideran que no es así, sino, solamente, un atributo estético. Un tercer grupo de conocedores creen que por ser un grupo específico (Taínos), los que deformaban su cráneo, la consideran con caracteres étnicos. Y en verdad en Cuba es usual entre los arqueólogos utilizar la presencia o no de modificaciones craneanas para identificar a los diferentes grupos culturales que residían en la Isla: los más antiguos o arcaicos no se deformaban y sí, generalmente, los agricultores ceramistas.
En el presente se cree casi como una Ley que todos los agricultores ceramistas se deformaban el cráneo, pero, posiblemente lo que haya llevado a ese criterio es que la mayor cantidad de cráneos modificados que se han encontrado (y estudiado), provienen de esos grupos. No obstante se han encontrado restos de agricultores ceramistas sin deformación, como por ejemplo los que aparecieron en El Morrillo. (Solo que estos últimos también tienen claras evidencias de haber interactuado con los europeos).
¿No aceptaban los europeos que los aborígenes bajo su mando se deformaran el cráneo? Rivero de la Calle dice que sí, que la modificación se abandonó al hacerse efectiva la presencia europea en la Isla, sobre todo por el rechazo hispano a su aplicación.
Según el cronista español Fernández de Oviedo, en La Española la modificación se iniciaba al momento del nacimiento, oprimiendo la frente y el occipital con una tabla u otro material duro. En su opinión eso generaba un resultado estético desagradable: “las criaturas quedan de mala gracia”.
¿Prohibieron los españoles a sus indios que deformaran el cráneo de los niños recién nacidos? Probablemente. Pero a lo mejor lo que ocurrió es que para conseguir la deformación hay que seguir un proceso que dura largo tiempo durante el que las criaturas tienen que tener las tablas u otro material oprimiéndole el cráneo y, por la historia se sabe que las madres aborígenes recién paridas eran enviadas a trabajar por sus encomenderos sin que ellas siquiera, pudieran amamantar a sus crías, por tanto menos podían deformarle el rostro.  (En Cuba el Padre Las Casas dejó por escrito que al quedar solos sin las atenciones de sus madres, muchos niños morían)
Por otro lado se sabe que los aborígenes “esclavizados” estaban en la obligación de bautizar a sus hijos en los cánones de la fe cristiana en un plazo de no más de ocho días. Esto supone que los colonizadores controlaban a los recién nacidos a quienes enseñaban la para ellos nueva religión con el ánimo de que al crecer esos niños fueran difusores de la fe colonizadora. Por tanto es de creer que como mismo los europeos prohibían otras prácticas de la cultura (religión) aborigen, a las que consideraban supersticiones, prohibieran también la modificación craneana. Sin embargo no hay evidencias concretas de esa posible prohibición en Las Antillas. En Perú sí hay indicios documentales de prohibición porque, creían los españoles, la deformación craneana era peligrosa para la salud del niño.
En México está bien documentada la progresiva desaparición de esa práctica a raíz del control hispano.
Desde esta perspectiva y considerando los indicios de interacción o convivencia de los aborígenes de El Chorro de Maíta con los europeos colonizadores, se puede explicar que la mayor cantidad de cráneos de los niños y jóvenes no estén modificados (y sí la de los adultos que obviamente fueron niños antes de la llegada europea). No obstante lo anterior, nos cráneos de individuos que al hacerle estudios cronológicos se demostró que eran niños cuando ya se había producido la llegada de los colonizadores, presentan claros indicios de modificación craneana. (Ellos son los esqueletos No. 45 y 84) Si los hispanos colonizadores prohibieron esa práctica, ¿cómo pudieron los padres de esos dos niños hacer lo que para ellos era una costumbre tan arraigada?
Y los tres individuos que se ha probado que eran hijos de indios y españoles, e indios y africanos, no presentan deformación, lo que ayuda a creer que sus padres influyeron para que no lo hicieran, o sea, que estaba surgiendo una nueva identidad cultural entre los aborígenes de El Chorro de Maíta: los aborígenes de allí estaban dejando de serlo para convertirse en indios.

Origen territorial
El análisis de las proporciones de isótopo de estroncio es una prueba importante que se hace en los restos de huesos humanos para determinar el origen geográfico de los individuos. Así es posible porque los humanos incorporan el isótopo de estroncio de las plantas y animales que constituyen su dieta. Esos dichos isótopos de estroncio se reflejan en los huesos; por lo tanto, un análisis de los valores de isótopo de estroncio hecho a los huesos humanos reflejan el ambiente y los alimentos consumidos por un individuo en la última década de su vida. Y lo que todavía es más útil: los isótopos de estroncio que se integran a los dientes son los que el individuo adquiere del medio ambiente y de su dieta durante los primeros doce años de vida, aproximadamente, y ya no cambian. En el esmalte dental las proporciones de isótopo de estroncio reflejan el ambiente de la niñez y las comidas de la región donde esta transcurrió.
En resumen, un análisis de los isótopos de estroncio permite identificar si un individuo nació en un lugar (población local), o si llegó allí posteriormente, (inmigrante).
El análisis de isótopos de estroncio a los huesos de los esqueletos humanos y a esqueletos de animales encontrados en El Chorro de Maíta fueron hechos por Jason Laffoon.
En el caso de humanos, preferentemente se hicieron a muestras del esmalte dental de premolares, pero en el caso que no se contaba con estos, se analizaron otros elementos dentales.
Los análisis a huesos de fauna se hicieron, sobre todo, para estimar el rango local de estroncio (y compararlo con el de los humanos); y también para valorar las posibilidades de movilidad animal. En ese caso específico se hicieron análisis a tres muestras de jutías y a dos muestras de caracoles de tierra. También a tres muestras de cerdo para considerar si se trataba de animales criados localmente o importados. (Este estudio consistió en análisis del esmalte dental de cerdos y jutías, y la concha de los caracoles).
Tanto los restos de jutías como las conchas de los caracoles aportaron el signo o rasgo local de isótopos de estroncio: aproximadamente 0.70795-0.70880.
Ese rango es el mismo de una buena parte de las muestras humanas (60 de las 79 muestras), por lo que es posible considerar a esos 60 individuos investigados como locales que fueron enterrados en su lugar de nacimiento. Sin embargo, 19 individuos, de las 79 muestras, no tenían el mismo rango; a esos, obviamente, los consideraron no locales, extranjeros o, mejor, inmigrantes.  
Todas las muestras de cerdo resultaron No locales, o sea, que fueron llevado al lugar y allí consumidos.
En resumen, los resultados de los individuos NO locales:
-Ocho de los 30 individuos femeninos analizados (aproximadamente el 27 por ciento) son NO locales, mientras que en el caso de los masculinos se trata de 10 de los 28 estudiados (aproximadamente el 36 por ciento); esto sugiere una proporción mayor de inmigración masculina.
-Los valores de estroncio en los individuos masculinos NO locales muestran una variación mayor; incluyen los tres valores más bajos y también el valor más alto, lo que puede interpretarse como indicio de orígenes geográficos más diversos;
-De los 17 juveniles analizados 16 se identifican como locales, situación en concordancia con expectativas basadas en la premisa de que los juveniles, dados sus cortos períodos de vida, tienen menos posibilidades que los adultos de ser emigrantes.
-Los adultos de sexo no definido (cuatro) fueron todos locales;
El estudio de Laffoon distingue además que los individuos NO locales poseían indicios de origen caribeño no cubano, y no caribeño. En este último caso (origen no caribeño), el más destacado es el No. 45. ese individuo tiene una proporción de isótopos de estroncio alejada del comportamiento del resto de los no locales e incluso, alejada de los que aparentemente no son locales de El Chorro de Maíta, pero son caribeños. (Lo que quiere decir que ese individuo, posiblemente, llegó a El Chorro de Maíta de un lugar diferente al origen de los otros).
Durante los años 2010 y 2011 Laffoon analizó otras 10 muestras humanas de El Chorro de Maíta, incrementando a 89 el total de individuos estudiados, y redefinió la estimación del signo local de isótopos de estroncio a 0.7080-0.70885. Trabajó también dos nuevas muestras de cerdo y una de jutía.
En esta nueva investigación, el científico comprobó el rango del isótopo de estroncio de El Chorro de Maíta comparándolo con el de muestras de esmalte dentario humano de restos humanos encontrados en dos lugares próximo: Cueva Cerro de los Muertos y Potrero de El Mango, contextos agricultores ceramistas distantes 1.1 y 18 km respectivamente. También analizó caracoles de bosque (Zachrysia sp.; Polymita sp.) y piezas dentales de jutía de sitios localizados tanto en la cercanía de El Chorro de Maíta, como en diversas partes del centro, oriente y occidente de Cuba.
Aunque esta investigación permanece inconclusa hay ciertas consideraciones de carácter inicial, formuladas por Laffoon (comunicación personal 2011), que es conveniente referir:
-Las nuevas muestras de cerdo analizadas igualmente tienen carácter no local;
-El rango local de El Chorro de Maíta concuerda con el de los restos humanos de Cueva Cerro de los Muertos y Potrero de El Mango y con el de fauna de estos sitios. Coincide además con el de algunos contextos cercanos y con el de sitios cubanos alejados de la zona, pero también se diferencia de otros espacios cubanos.
Por tal razón el carácter local de los individuos enterrados en el cementerio no indica necesariamente su nacimiento en el asentamiento, sino que:
-Entre los no locales, además de extranjeros, pudiera haber individuos cubanos de áreas alejadas de El Chorro de Maíta.
En el nuevo estudio el experto volvió a analizar el individuo No. 45. Se cree que este tiene ancestros africanos.
Además de las diferencias de concentración de isótopos de estroncio, el individuo 72B presenta una modificación craneana y dental que no es común en Las Antillas y sí en Yucatán.
Por su parte el No. 72B presenta una proporción de isótopos de estroncio que concuerda con diversas regiones del Caribe, pero los expertos están prácticamente convencidos que ese es de origen mesoamericano. A esa conclusión llegaron por una modificación dental que presenta que no se ha visto hasta ahora en Las Antillas y sí en Mesoamérica y además por la modificación craneana que muestra: inusual en Las Antillas aunque común en sitios mayas del posclásico en Yucatán (Van Duijvenbode 2010). Por otro lado su signo de estroncio es particularmente consistente con los rangos establecidos en la zona maya, en las tierras bajas del sur de la Península de Yucatán (Hodell et al. 2004; Wright 2005) donde los aspectos de modificación dental y craneana referidos son usuales.
Una nueva investigación hecha en 2012 concluyó que No. 72B proviene de una zona con alto consumo de maíz.
Individuo No. 45, adulto masculino de probable origen africano.
Por su parte los valores de carbono en el No. 45 tienen coincidencias con los de población esclava africana de una plantación situada en Barbados, confirmándose de esa manera su origen africano. Otra característica que hace diferente al No. 45 respecto a los locales de El Chorro de Maíta es su elevada estatura y robusta constitución.
Individuo No. 22, joven masculino, mestizo de blanco e indígena.
Individuo No. 81, adulto posiblemente femenino; mestizo de blanco y africano.
Otros resultados conseguidos por este tipo de investigación hacen sobresalir a dos individuos locales, el No. 22 y el No. 81. Esos dos individuos, a pesar de haber nacido en El Chorro de Maíta, tienen rasgos que los determinan NO aborígenes y sí mestizos.
El No. 22 es de ancestros blancos e indígenas y el No. 81 de ancestros blancos y africanos. Ello indica algo más: que en El Chorro de Maíta vivieron mestizos de blancos europeos que se cruzaron con india y negra. Lo que no se puede saber es si esos dos individuos nacieron en El Chorro de Maíta o fueron llevados hasta allí desde otros lugares de Cuba.
Demografía:
La muestra estudiada por Weston (133 individuos), de ellos 43 juveniles (incluye a los niños) y 90 adultos.
La investigadora identificó 39 adultos masculinos y 44 femeninos; fue imposible establecer el sexo en 7 adultos.
En 4 adolescentes se definió el sexo.
La combinación de edad y sexo muestra que el grupo de mayor cantidad de enterramientos en el cementerio de El Chorro de Maíta son los niños entre 5-9 años (13.5 %), seguidos por adultos masculinos de 26-35 años (9.8 %) y femeninos de 18 años y más (9 %).
Restos de niños enterrados en El Chorro de Maíta
Weston (2010) recuerda que lo típico en los cementerios es que la cantidad de muertes sea alta en niños, disminuya en la adolescencia y se incremente en la población adulta y vieja. Asimismo la investigadora recuerda que en las sociedades premodernas el riesgo de muerte se centra en los primeros cuatro años de vida, especialmente en el primer año, debido a infecciones y otras enfermedades parasitarias: Si un individuo sobrevive la edad de 5 años el riesgo de morir en los próximos años es bajo. Sin embargo en El Chorro de Maíta no ocurre así: la población mortuoria de niños entre 5 y 9 años hace creer que se está en presencia de un cementerio catastrófico en el que murieron muchos por acción humana o por enfermedad epidémica (niños, por demás, que según la posición en que fueron encontrados sus cadáveres parece que fueron enterrados apresuradamente, algunos de ellos situados boca abajo (ENLAZAR CON PROXIMO). Y casi en la misma proporción que los niños, en El Chorro de Maíta murieron adultos jóvenes, pertenecientes a grupos de 15-17 y 18-25 años, que es donde se espera alta supervivencia; ello refuerza las sospechas de la investigadora sobre el impacto de eventos que provocaron muertes catastróficas, aunque esa no es, necesariamente,  la única causa de formación del cementerio, como se discutirá más adelante. (ENLAZAR)
La historia ha dejado documentada varias epidemias importantes afectaron la Isla en distintos momentos, fueron notables las de 1519 y 1529 (Marrero 1993); quizás El Chorro de Maíta sufrió más de una epidemia de ese tipo.



[1] Usamos el término “modificación” para evitar las connotaciones despectivas de la palabra deformación.

Nuevas investigaciones sobre el cementerio. Estudios biológicos



Organización de la investigación
   Organización y colecta de la información.
Incluyó la revisión de materiales publicados e inéditos sobre el cementerio, así como la recuperación de fotografías, hasta ahora desconocidas, y dibujos y planos de los entierros excavados entre 1986 y 1988.
Además, se hicieron entrevistas a los participantes en las excavaciones y a los vecinos del lugar para conocer otros aspectos puntuales no documentados, sobre todo, cómo se desarrollaron las excavaciones, la ubicación de los restos en el sitio y las  peculiaridades de los contextos encontrados.
 
   Nuevos estudios de los restos humanos.
Se trata de un amplio grupo de acciones desarrolladas en colaboración con el Grupo de Estudios del Caribe de la Universidad de Leiden, bajo la dirección de la Dra. Corinne L. Hofman. El núcleo principal de los datos que se presentaran a continuación proviene, esencialmente, de un estudio realizados a la colección de restos humanos de El Chorro de Maíta depositada en los fondos del Departamento Centro Oriental de Arqueología, en Holguín, Cuba, por la Dra. Darlene Weston en el año 2010, con la ayuda de los estudiantes de maestría de la Universidad de Leiden, Ewoud Benjamin van Meel y Liliane de Veth.
Consistió ese dicho (y muy valioso) estudio en: la revisión de la cantidad de individuos inhumados para establecer una nueva clasificación de edad y sexo, (utilizada en el resto de las investigaciones). Asimismo los expertos aportaron una valoración sobre la preservación e integridad de los restos, patologías, modificación craneana artificial, demografía y filiación ancestral
de los individuos, entre otros aspectos. Y un registro fotográfico completo de los restos.
Es necesario que se anote que algunos aspectos de la determinación de patologías se vieron afectados por dificultades para observar ciertos huesos, por la presencia de una capa de material consolidante colocada al momento de su extracción.
Los datos de patologías y estatura no están disponibles pero Weston considera (comunicación personal 2010), como Rodríguez Arce que en vida tenían, de forma general, un buen estado de salud, sin indicios claros de traumatismo severos o muerte violenta.
La presencia de modificaciones craneanas fue analizada además, de modo independiente, por la investigadora doctoral de la Universidad de Leiden, Anne van Duijvenbode (2010), quien se basó en un análisis visual y en el uso de la función discriminante desarrollada por Clark et al. (2007). La evaluación presentada aquí, realizada por Valcárcel Rojas en colaboración con el investigador del CISAT, Alejandro Fernández Velázquez, parte de una revisión visual y toma en cuenta los resultados de los estudios de Weston y Anne van Duijvenbode. A dicha evaluación se incorporan resultados de un análisis antropológico dental ejecutado por la investigadora doctoral de la Universidad de Leiden, Holanda, Hayley L. Mickleburgh (2010). Este incluyó el estudio de desgastes, patologías y modificaciones no masticatorias, entre otros detalles. Por último Jason Laffoon, también investigador doctoral de la Universidad de Leiden, Holanda, valoró el origen territorial de los individuos a partir de análisis de isótopos de estroncio (Laffoon et al. 2010; Valcárcel Rojas et al. 2011) y, en menor medida, de isótopos de carbono y oxígeno (Laffoon et al. 2012).
   Establecimiento de la cronología de los entierros.
Se consiguió mediante fechados radiocarbónicos y métodos no absolutos, y permitió el desarrollo de estimados sobre la formación y uso del cementerio. La valoración y calibración de las fechas fue ejecutada por la Dra. Alex Bayliss (Coordinadora del equipo de datación científica de English Heritage, Inglaterra) con la colaboración de Valcárcel Rojas y otros (Bayliss et al. 2012). En este capítulo sólo se trata el conjunto de dataciones radiocarbónicas.
Al referir la posición de los restos (en dependencia de ella, o sea, boca arriba extendido, de costado con las piernas flexadas, etc), se llega a criterios cronológicos y se usan los términos pre y poscontacto, lo que indica que al momento en que se realizan estas inhumaciones en particular, el lugar y los individuos habían comenzado a interactuar o no con los europeos o con su materialidad, de modo directo o indirecto.
 
Datación radiocarbónica
En el año 2000 pudieron ser fechadas en los laboratorios Beta Analitic, por Carbono 14, muestras de hueso del esqueleto No. 25 y del No. 39. Años después un proyecto de fechamiento diseñado por Alex Bayliss con la colaboración de Valcárcel Rojas y Rehren (2005) permitió la datación por AMS, en Oxford Radiocarbon Accelerator Unit, Inglaterra, de seis muestras de los individuos No. 58A, 57A y 45. En este caso no sólo se fecharon huesos de dos de los individuos inhumados (No. 58A y 45), sino que también se logró datar material relacionado con el No. 57A (fragmento de tela y cuenta de coral) y el No. 58A (cuenta de resina y cuenta de coral). (Precisamente fueron esas las muestras de material orgánico de modo intencional en los esqueletos, porque son las únicas que por su  cantidad o dimensiones podía ser usado para datación).
Entre el 2008 y el 2011 fueron datadas por AMS en Rijksuniversiteit Groningen, Holanda, Trondheim Radiocarbon Dating Laboratory, Noruega, y Beta Analitic, EUA catorce muestras de huesos y dos de dientes, pertenecientes a 13 individuos (No. 22, 41, 72B, 78, 74, 76, 84, 99, 89, 50, 57, 64 y 79) (esas dataciones se pudieron hacer gracias al apoyo de Vernon J. Knight, de la Universidad de Alabama, Corinne L. Hofman, Universidad de Leiden, y Maja Bauge, Fundación Kon Tiki).
Estas 22 fechas, provenientes de muestras de 17 esqueletos, fueron calibradas tentativamente por Bayliss y colaboradores (2012) con un rango de 95 % de probabilidad.
Resultados:
(Se sabe que en dependencia de la dieta consumida por los individuos así será la datación, por lo tanto las fechas y calibraciones deben manejarse con cuidado y no considerarlas definitivas)
Los fechados informan de dos de los individuos, los No. 22 y 25 que supuestamente vivieron en un momento muy anterior a la llegada de Cristóbal Colón a América; (sin embargo los expertos no creen mucho en esa información a la que consideran “inconsistencias explicables por la dieta que en vida consumieron esos dichos individuos”).
Los otros, siguen diciendo los fechados, algunos vivieron antes de la llegada de Colón pero no en periodos muy anteriores (Siglo XV) y otros vivieron después de la llegada de Colón y hasta mediados del siglo XVII.
El individuo No. 64 es una excepción, según el fechado que tiene una probabilidad de 81 % de credibilidad, este debió vivir entre los siglos XVII al XIX.
La calibración de las fechas obtenidas determinó que el individuo más antiguo del cementerio es el No. 22 y el menos antiguo el No. 64 (probablemente esos fueron el primer y ultimo enterramiento)
 
El entierro No. 22 es el de un individuo juvenil masculino de entre 16 y 18 años, nacido en el territorio, del que solamente se encontró el cráneo (cráneo aparecido cerca de los rasgos de un individuo masculino blanco).
Un nuevo análisis de ese dicho cráneo sugiere que se trata de una persona de origen mestizo, con ancestros blancos e indígenas. Los datos determinan que ese individuo fue enterrado entre 1380–1455. ¿Un mestizo de blanco e india muerto y enterrado antes de la llegada de los colonizadores hispanos? Asumiendo de modo conservador su nacimiento un año después la de presencia hispana en la Isla, y toda vez el cadáver fue inhumado cuando el individuo tenía entre 16 y 18 años, entonces la fecha de enterramiento debió ser entre 1527 y 1529 y no en la fecha que determina el estudio. (El cráneo, encontrado a solo 39 cm de profundidad tiene rasgos de que el esqueleto fue movido del lugar que ocupaba para enterrar a otro difunto en su lugar. Al hacer ese movimiento, parece que el cráneo se desprendió y los enterraron por separado. Al ser encontrado el cráneo estaba boca abajo) Asimismo los expertos han llegado a la conclusión de que este individuo debió tener en vida insuficiencias alimentarias lo que demuestra que a pesar de ser hijo de europeo, padeció condiciones de vida similares o quizás peores a las de los indígenas, (probablemente eso es lo que da una datación tan temprana sin que sea cierto en la realidad).
 
Entierro No. 22.
Según especialistas participantes en la excavación el cráneo “ se encontraba con la cara orientada hacia abajo, descansando en la región facial, con una ligera inclinación hacia la porción derecha. La mandíbula encontrada a 20 cm al oeste estaba fragmentada en tres partes. Hacia la parte oeste a unos 3 cm de distancia y a la misma profundidad del cráneo perteneciente al entierro No. 22 se hallaron 3 metatarsianos y una tibia derecha correspondiente a un niño, posiblemente del entierro 13. Al este, a solo 4 cm pero en un nivel inferior a 53 cm de profundidad, se exhumó el cráneo de un esqueleto adulto femenino, No. 19. Asimismo se halló una mano de otro individuo, al que le llamaron 19A, casi tocando el cráneo del No. 22. ” (Rivero de la Calle et al. 1989)”.
Por otra parte, los estudios hechos sobre huesos del Entierro No. 64 (encontrado fuera del área principal de enterramientos), determinaron que esos tienen una antigüedad de 270±40, lo que lo ubican en un periodo entre 1640–1895
Ornamentos del individuo No. 64. Collar de cuentas de cuarcita que se encontró cerca del antebrazo derecho del esqueleto. El Chorro de Maíta.
 
Conclusión:
Hasta hoy se considera que el cementerio comenzó a usarse en algún momento ubicado entre los años 1430-1560 (95% de probabilidad) y dejó de usarse entre 1675-1795 (95% de probabilidad).
Por el momento es imposible conseguir mayor exactitud a partir de las dataciones, pero estos márgenes tentativos resultan coherentes, en un sentido general, con otras informaciones del contexto arqueológico.



Nuevas investigaciones sobre el cementerio (Introducción)



 
Un objetivo importante de la nueva investigación fue volver sobre los restos humanos para analizarlos desde enfoques actualizados y valorar aspectos de gran interés percibidos en la investigación inicial, sobre todo, los que los enlazan con la situación de interacción o convivencia, como por ejemplo, la existencia de un individuo de ancestros europoides y otros varios individuos aborígenes sin modificación craneana (tan propios en las comunidades de aborígenes sin influencias) (Guarch Delmonte 1996). En los siguientes textos se discuten los resultados de los estudios desarrollados en esta dirección, que ajustaron el reconocimiento de aspectos biológicos básicos de los restos óseos: sexo, edad y número de individuos. Además se aportan otros datos, entre ellos el análisis dental de los esqueletos, el origen o lugar de nacimiento de los individuos, tafonomía, los resultados de las dataciones radiocarbónicas y consideraciones demográficas.

Organización y estudio del material no investigado proveniente de las excavaciones realizadas entre 1986 y 1988, y de otras evidencias del sitio existente en diversas instituciones.



Con el claro objetivo de estudiar las piezas europeas o aborígenes imitando las formas de la materialidad hispana, y para completar las nuevas investigaciones comenzadas en 2006 y continuadas en los años siguientes, los expertos revisaron e hicieron evaluaciones de las piezas colectadas entre 1979 y 1988 que se conservan en 211 bolsas en los fondos del Departamento Centro Oriental de Arqueología.
Igual analizaron piezas con esas mismas características que en la actualidad forman parte de  la colección del museo El Chorro de Maíta, entre ellas la vasija identificada por Guarch Delmonte como proveniente de Concepción de la Vega, en República Dominicana; dos monedas del siglo XVI halladas por trabajadores de esta institución en superficie, en el espacio estéril al este del museo; un fragmento de vasija con asa, elaborada con material y tecnología indígena que parece copiar la forma de las jarras de Mayólica Columbia Simple, y la replica de una vasija que es un vaso pequeño o jarro de de 5 cm de diámetro y 4 cm de alto, con dos asas; (la original está depositada en la colección Romero Emperador).
Objetos asociados a los europeos y hallados en El Chorro de Maíta. Izquierda, vasija de 30 cm de alto; derecha, de arriba hacia abajo: cascabel de 32.6 mm en su parte más larga; fragmento de cerámica perforado de 26 mm de diámetro mayor; lámina de metal de 32 mm de largo en su lado mayor, con perforación en la parte superior.
En el Museo Peabody de la Universidad de Yale, en una colección de alrededor de 200 piezas obtenidas en Yaguajay, sólo aparece un fragmento de Jarra de Aceite no vidriada con parte de un asa, que se puede considerar europea.
Y en el catálogo del Instituto Cubano de Antropología, que es un inventario de 139 piezas obtenidas en el mismo lugar, solamente hay una que se refiere como “asa colonial”; sin otros detalles de identificación.
Se tuvo acceso, además, a piezas de la colección del Museo del Gabinete de Arqueología y del Museo Indocubano Baní, pero ninguna de ellas europea.
Cascabel
En cascabel encontrado durante la excavación de 1976 es del tipo Clarksdale, con forma ligeramente oval aunque esto parece deberse a la compresión accidental de sus lados. Su parte superior e inferior también muestran cierta compresión.
 
Este es de mayor tamaño al fragmento encontrado durante las excavaciones de 2008 y tiene una argolla situada en su parte superior, que fue hecha con una fina lámina de metal y se inserta a través de una ranura. Esa no está soldada. El cascabel, que aún conserva el sonador, al parecer un pequeño guijarro, está elaborado en dos mitades unidas con una pestaña que rodea la pieza. Aún cuando su parte inferior está deteriorada es posible observar dos perforaciones conectadas por un corte.
Por su color probablemente fue elaborado en una lámina de latón.
Monedas
Por su coloración las dos monedas colectadas en superficie, al este del área del museo, pueden considerarse de cobre o vellón. Ambas están muy deterioradas en la zona de las inscripciones. Las dimensiones y peso coinciden con los ofrecidos por Deagan (2002) para monedas de cuatro maravedíes.
Monedas de El Chorro de Maíta. Posiblemente acuñada entre 1505 y 1531
La que se observa en la fotografía anterior, mide 25 mm por su parte más ancha y en el anverso, alrededor del borde, apareceuna inscripción. Debajo de esta se halla una línea que engloba algunos elementos en bajo relieve. En el extremo superior se distinguen dos coronas paralelas, con sus partes más próximas unidas o cruzadas, debajo de las cuales aparecen partes de una letra “Y” y de la letra “F”. En el reverso hay restos de una inscripción en el borde, rodeada en la parte inferior por una línea. De los detalles que tenía al centro sólo se conserva, en su parte superior, una corona y parte de una letra.
Presenta rasgos de maravedíes acuñados en las cecas de Burgos y Sevilla entre 1505 y 1531, destinados a ser usados en América. Muestra la “Y” de Isabel y la “F” de Fernando por un lado, y lo que pudiera ser una “F” coronada por el otro, elemento este último que distinguía tales piezas de las monedas de vellón circulantes en España en ese momento (Deagan 2002; Ortega 1982). Sus detalles coinciden con los de piezas similares halladas en La Española y publicadas por Deagan (2002) y Ortega (1982).
Monedas de El Chorro de Maíta. Posiblemente acuñada entre 1542 y 1558.
La otra mide 26 mm por su parte más ancha. En el anverso, alrededor del borde, muestra restos de una inscripción; debajo se halla una línea que encierra una “Y” con una letra “E” ó “F” a la izquierda, y a la derecha restos de lo que pudiera ser una letra “A” o un número cuatro. En el reverso sólo se distingue lo que parece ser una letra “G”, parte de una inscripción alrededor del borde.
Esta se ajusta a los caracteres de las producidas en la ceca de Santo Domingo durante el reinado de Carlos I y Juana. En el anverso se observa una “Y” con los rasgos de la “Y” gótica coronada y a los lados, como es típico en estas monedas (Deagan 2002:245). También una “F” o una “E” y la marca de denominación, que en este caso parece ser un número cuatro arábigo. Según Deagan (2002) la acuñación de estas monedas se autoriza en 1535 pero no comienza a hacerse hasta 1542, extendiéndose hasta alrededor de 1558. Los rasgos de la pieza de El Chorro de Maíta son muy similares a los de maravedíes de Puerto Real referidos por Deagan (2002), y de la ciudad de Santo Domingo, reportados por Ortega (1982).
Materiales u objetos europeos modificados.
Pendiente en diente de cerdo
 
Un canino de cerdo con una clara perforación bicónica en el área de la raíz se halló entre el material sin clasificación proveniente de El Chorro de Maíta que se conserva en el Departamento Centro Oriental de Arqueología. La perforación y el tipo de objeto, similar a los pendientes antillanos en dientes de perro (Jiménez y Fernández-Milera 2002; Jiménez y Arrazcaeta 2005), indican un trabajo indígena.
Esa dicha pieza se considera como un material europeo modificado por la relación del cerdo con la presencia europea en la Isla; esto no supone que el cerdo o el colmillo hayan sido traídos de Europa. (pudo ser un animal nacido en el área).
Pendiente en lámina de metal
En las excavaciones de 1976 se consiguió en la Unidad 6, a unos 0.30 m de profundidad, una lámina de metal con una perforación. Mide 32 mm por su lado mayor y tiene 2 mm de grueso. Pesa 5.4 g y fue elaborada en cobre. Dada la ausencia de este metal en contextos indígenas le estimamos un origen europeo.
Lámina de metal de 32 mm de largo en su lado mayor, con perforación en la parte superior. El Chorro de Maíta.
Por su forma irregular, con indicios de martillado y con una perforación hecha desde un lado, con rebordes y forma no regularizada, parece ser un fragmento de un objeto mayor que, posiblemente los indígenas lo modificaron para convertirlo en pendiente.
Cerámica europea modificada
Igualmente se localizaron dos fragmentos de Mayólica Columbia Simple y uno de Morisco Verde con perforaciones bicónicas y modificación de los lados. A una de las piezas le dieron forma triangular (está partida sobre la perforación). A la otra le dieron forma de disco.
Cerámica europea modificada. Izquierda, fragmento de Mayólica Columbia Simple de 38 mm en su parte más larga. Derecha, fragmento de Morisco Verde de 57 mm en su parte más larga. El Chorro de Maíta.
Piezas como estas se consideran indicio del manejo y modificación indígena del material europeo (Goggin 1968, Domínguez 1978). Por su tamaño es posible que se emplearan como pendientes, aunque se han valorado también como probables volantes de husos para hilar (Rouse 1942). Otras piezas semejantes, con forma circular y sin perforación, halladas en contextos urbanos coloniales se han identificado como fichas de juego (Deagan 2002).
Restos de fauna
En la colección conseguida durante las primeras excavaciones (1979-1988) destaca la elevada diversidad de especies, entre las que están moluscos y crustáceos.
Los moluscos terrestres fueron los más, pero asimismo se obtuvieron restos de moluscos marinos, de tres especies de reptiles, en su mayoría jicotea y de siete especies peces. En el caso de los mamíferos terrestres se encontraron fragmentos de huesos de tres especies de jutia, del Solenodon cubanus, (restos de un solo ejemplar), y asimismo fragmentos de huesos de perro y singularmente aparecieron restos de al menos 21 cerdos, en su mayoría ejemplares jóvenes.
En opinión de la arqueozoologa que hizo la investigación, (Lourdes Pérez Iglesias), entre los caracteres de los restos de cerdo no puede estimarse la presencia de jabalíes. Investigadores como Osvaldo Jiménez y Carlos Arredondo (2011) también descartan la existencia de jabalíes en contextos como este y su introducción en Cuba en el siglo XVI.
El estudio de los restos de arqueofauna se halla inconcluso, pero hasta el momento Pérez Iglesias ha identificado huellas de roído en los huesos, quizás por perros, y numerosas marcas generadas por acción humana. Igual en ellos predominan las fracturas, ocasionalmente relacionadas con corte de huesos y en algunos casos por posible consumo de médula. Hay, en menor medida, huellas de raspado, punzado, tajado y corte sin fractura. Muchas de esas huellas pueden relacionarse con el empleo de instrumentos metálicos de corte y punzado.
La selección de partes del animal para consumo indica el predominio de huesos del cuarto trasero seguidos por elementos del cuarto anterior y del esqueleto axial. Las cabezas también fueron utilizadas, notándose una fragmentación muy grande de sus huesos.
Finalmente, los tipos de huesos encontrados sugieren el procesamiento de animales enteros en el sitio.
Otros materiales. Metal antiguo
En el material no estudiado proveniente de los trabajos desarrollados entre 1979 y 1988, y en el obtenido durante el período 2006-2009, se encontraron objetos de metal de apariencia antigua por su consistencia y posible manufactura.
Objetos de metal obtenidos en los trabajos 1986 - 1988. Izquierda, clavo forjado con 87.1 mm de largo. Derecha, cuña de 95.1 mm de largo. El Chorro de Maíta.
Decoraciones modeladas y aplicadas en cerámica indígena de trabajos 1986-1988. Izquierda, pieza de 80mm de alto. Derecha, 140 mm de largo. El Chorro de Maíta.
Entre los objetos de metal que con mayor prefuencia fueron hallados en El Chorro de Maíta están clavos que por su sección cuadrada y los indicios de martillado en sus lados pueden considerarse forjados a mano, así como fragmentos diversos de objetos de estructura laminar. Los clavos (igual que otros fragmentos en forma de láminas), son de metal ferroso y muestran un fuerte nivel de oxidación y deterioro que dificulta su identificación. Se encontraron dos láminas de metal no ferroso, probablemente cobre o latón.
Algunas láminas y partes de asas que fueron encontradas pueden relacionarse con una clase de vasija de hierro colado denominada trébede, usada con frecuencia en el siglo XIX y hallada en espacios domésticos e incluso en sitios de cimarronaje africano.
El hallazgo de partes de trédebes y también de loza del XIX, indica el manejo del lugar en ese período, por lo que el material metálico pudiera ser de esa época. Muchas de estas piezas son difíciles de diferenciar de objetos más tempranos. Pero como algunos clavos son muy similares en forma y tamaño a los localizados en La Isabela y Puerto Real (Deagan y Cruxent 2002; Deagan 1995), no podemos excluir su antigüedad. Probablemente esos están mezclados con piezas del siglo XIX y de otras épocas.
Entre los clavos hay 13 con grande probabilidad de que sean del siglo XV ó XVI; esos muestran dimensiones de entre 5.3 y 9.8 cm de largo y cabezas planas, facetadas o redondeadas. Dos de ellos tienen puntas dobladas y se cree que estuvieron clavados a piezas de madera que se deterioraron. Hay además dos clavos partidos, de cabeza aplanada, de 2.7 y 3.4 cm de largo respectivamente, similares a los usados para fijar herraduras de caballo.
Otros diez fragmentos de metal ferroso son láminas que miden entre 2 y 11 cm de largo, con gruesos variables de entre 4 y 16 mm. Cuatro presentan perforaciones, dos de ellas conservan restos de remaches y recuerdan empuñadura o mangos. Se halla además una cuña de 9.5 cm de largo, 3.5 de ancho y 2.6 cm de alto.
Las dos láminas de cobre o latón son pequeñas (entre 3.5 y 6.5 cm de largo por 0.2 cm de grueso) y están dobladas.
Por su tamaño los clavos pudieron relacionarse con trabajos de carpintería doméstica, muebles, contenedores y elementos arquitectónicos ligeros. Por su grosor, dimensiones y forma, y por la relación con remaches, las láminas y fragmentos pueden provenir de hojas de cuchillos y quizás armas o herramientas; si fue así esas dichas herramientas no deben haber sido de gran tamaño.
Este material se ubica en casi todas las áreas trabajadas, especialmente en Campo Moisés, siempre en la capa inicial.



Fechados radiocarbónicos de las piezas encontradas durante las investigaciones (2006-2009)



Usando muestras tomadas durante las excavaciones realizadas entre los años 2007 y 2008, y en la Cala 19, excavada en el 2009, se realizaron 15 fechados radiocarbónicos. De ellos 14 sobre restos de plantas carbonizadas y uno a parte de un hueso de cerdo.
Asimismo se fecharon muestras de carbón vegetal colectadas durante las excavaciones de 1986-1988 y conservadas en los fondos del Departamento Centro Oriental de Arqueología. (En total fueron 18 mediciones de materiales encontrados en contextos no funerarios).
Dos de esas mediciones fueron hechas en Rijksuniversiteit Groningen, Holanda, entre los años 2010 y 2011. Las restantes en los laboratorios Beta Analitic Inc.
Luego las dataciones fueron calibradas por Bayliss y colaboradores (2012) con un rango de 95 por ciento de probabilidad, usando IntCal09 (Reimer et al. 2009)
Los trabajos de fechado se hicieron a piezas obtenidas en contextos considerados relevantes, como el fogón de la Unidad 9, las zonas con restos de ceniza, fauna y carbón en Unidad 12 y 11, y material del hueco de poste localizado en Unidad 16. La mayoría de las dataciones se hicieron sobre fragmentos obtenidos en capas donde no se encontró material europeo. Solo se hicieron dos dataciones sobre muestras obtenidas en capas con evidencias de interacción y aunque en el primer caso se fechó carbón de un estrato potencialmente alterado, en el segundo se trata de una capa no alterada, ubicada en la Cala 19. Consistió ese último en un hueso de cerdo, obteniéndose una fecha de 315±30 Antes del Presente. (Pese al amplio rango y aún cuando el inicio de la calibración es ligeramente anterior al arribo europeo, el hecho de que los cerdos llegaron a la Isla con los españoles, se supone que la fecha es de alguno de los años de los primeros siglos coloniales. Ello hace creer que el resto de las piezas encontradas en la cala a la misma profundidad, deben ser de una fecha cercana y por tanto de una época durante la que ocurrió interacción o convivencia entre indígenas y europeos).
De las muestras de carbón datadas, en todos los casos se trataba de árboles no jóvenes, de madera densa o relativamente densa, de crecimiento lento, capaces de vivir varias décadas e incluso siglos aunque no son especies particularmente centenarias. En razón de esto muchas de las fechas pudieran pertenecer a momentos más recientes que los que estas refieren dado el posible tiempo de vida del árbol.
Sin embargo, casi todas las calibraciones apuntan al uso del carbón fechado en rangos anteriores a la llegada de los colonizadores, e indican el inicio de la presencia aborigen en El Chorro de Maíta hacia el siglo XIII Después de Cristo y su vigencia o presencia en el siglo XV.
El fechado de las piezas obtenidas en el fogón sugiere su manejo en el siglo XIV.

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