Excluyendo
al individuo intrusivo (No. 36) y también al considerado europoide, se estimó
que el resto de los esqueletos pertenecieron a individuos que en vida
pertenecían a la raza mongoloide americana (Guarch Delmonte 1988:163; Rodríguez
Arce et al. 1995). Además de los análisis que pudieron generar esta opinión, la
idea se sustentaba en la presencia de rasgos comunes en muchas comunidades de
este origen en Las Antillas: fuertes niveles de desgaste dental (Guarch
Delmonte, Rodríguez Arce y Pedroso 1987:36) una estatura marcadamente baja
(Rodríguez Arce 2003:87) y la presencia de deformación craneana, común en los
patrones estéticos de los aborígenes de las Antillas.
Precisamente
esos rasgos comunes, sobre todo la última mencionada (deformación craneana), fue
lo que llevó a los arqueólogos a considerar atípico el cráneo sin el resto del
esqueleto y sin deformación que fue nombrado por sus descubridores como No. 22.
Cementerio de El Chorro de Maíta. Cráneo del individuo No. 22 al momento de la excavación. Archivos del Departamento Centro Oriental de Arqueología, Holguín, Cuba. |
Un
análisis preliminar de los caracteres de los huesos de la pirámide facial de
ese cráneo estableció diferencias respecto a los rasgos mongoloides y dio la
idea a sus descubridores que se trataba de un individuo de probable origen europoide (Guarch Delmonte,
Rodríguez Arce y Pedroso 1987:31).
Posteriormente
ese dicho cráneo se comparó con otros de individuos europeos y con otra de
cráneos de indígenas pertenecientes a grupos agroalfareros cubanos. El análisis
confirmó en un 95 por ciento la opinión de que se trataba de un europeo. Además
esos mismos estudios arrojaron que se trataba de un varón que al morir debió
tener una edad entre 18 y 20 años (Rivero de la Calle et al. 1989).
Como
mismo el cráneo del No. 22, otros encontrados en El Chorro de Maíta no
presentaban deformación craneana, entre ellos el de los restos No. 45 (Guarch
Delmonte 1996). César Rodríguez Arce realizó estudios a esos restos y determinó
que se trataba de un adulto mestizo de origen indígena (comunicación personal
2003).
Sexo y edad de los restos óseos
encontrado en El Chorro de Maíta
Para
identificar el sexo y edad de los 106 individuos estimados indígenas, Rodríguez
Arce analizó variados elementos anatómicos, en dependencia del estado de
conservación de los restos.
A
partir de esos estudios distinguió 26 subadultos (de 0 a 20 años). De esos 26
solamente pudo precisar el sexo del entierro No. 57 (La Gran Dama Enjoyada), una
adolescente femenina.
Resultó
curioso comprobar que entre esos 26 subadultos, 13 eran menores de 5 años.
El
resto de los esqueletos (80 en total) pertenecían a individuos que a la hora de
morir tenían más de 20 años. De ellos, 43 eran mujeres y 36 hombres, lo que significa que eran más las mujeres
que se enterraban en el lugar que los hombres. A uno de esos individuos adultos
no se le pudo identificar el sexo.
La
mayoría de los restos encontrados en El Chorro de Maíta eran individuos que al
morir tenían más de 50 años: 20 en total. Le sigue en cantidad jóvenes entre 20
y 25 años. Curiosamente ninguno de los entierros del lugar tenía al morir entre
40 y 50 años.
Estatura
La
estimación de la estatura de los que fueron enterrados en El Chorro de Maíta la
hizo Rodríguez Arce (2003) a partir de un estudio osteométrico de los huesos
largos; para ello usó 39 individuos femeninos y 30 masculinos.
La
estatura media para las mujeres alcanzó un promedio de 147.6 cm, con un rango
de 134.7 cm. la más baja y 156.1 cm. la más alta. Por su parte la estatura media
de los hombres fue de 158.6 cm. El más bajo medía 150.8 cm. y el más alto 172.3
cm. Aún cuando estas tallas parezcan pequeñas, según Rodríguez Arce, están dentro
de los rangos normales para las poblaciones indígenas de América del Sur.
A
pesar de ello, el experto se sorprendió de la existencia de mujeres muy
bajitas, entre ellas una que solo alcanzó 134.7 cm., lo que está muy próximo a
los límites de la calificación de enano.
No. 25, el Gigante de El Chorro de Maíta |
Singular
también fue el hombre que se conoce como entierro No. 25, con una estatura de 172.3
cm., lo que le permitió que los arqueólogos le llamaran el gigante.