Por Ángela Peña, Juan Jardines y Luis
Battle.
A Maria Ignacia y Maria de las Mercedes,
nietas del vicecónsul residentes en Gibara.
El progresivo desarrollo
de la actividad mercantil hizo que para la segunda mitad del siglo XIX el
puerto de Gibara se convirtiera en el más importante de la costa
nororiental de Cuba, a lo que se suma que entonces era ese el más próximo a New
York. Por lo que cada vez fueron más los inmigrantes que desde los más diversos
del orbe llegaron a la Villa, entusiasmados en establecer todo tipo de
negocios.
Ya para 1863 era Gibara
una ciudad cosmopolita, reflejándose tal característica en su acervo cultural.
Jacobo de la Pezuela en su
"Diccionario Histórico, Geográfico y Estadístico de la Isla de Cuba" informa de la composición de la población gibareña
para esa fecha:
227
españoles (peninsulares),
4
portugueses,
690
canarios,
2
ingleses,
4
franceses,
4
alemanes,
9
italianos,
2
uruguayos,
4
venezolanos,
2
norteamericanos,
15
puertorriqueños,
6
dominicanos,
3
habitantes de Curazao,
4
de Providencia
5
de Trinidad.
Además componían la
población de Gibara un crecido grupo de criollos procedentes de distintos
puntos de la Isla,
siendo la mayoría holguineros, bayameses, santiagueros y camagüeyanos, casi
todos vinculados a la actividad del puerto de una forma u otra.
En total la población de
Gibara ascendía a 6 702 habitantes, entre los que había esclavos dedicados a
actividades domésticas y rurales.
MANUEL DA SILVA LEAL. APUNTES BIOGRAFICOS.
Entre los 4 portugueses
que relaciona el citado cuadro estadístico de Jacobo de la Pezuela se
encontraba Don Manuel Da Silva Leal, quien, después de negarse a ser sacerdote,
como era el deseo de sus padres fue invitado por un tío suyo, don José Leal Barreda, para que viniera a
vivir en la villa norte oriental.
Por cierto, el historiador
Herminio Leyva en su monumental obra "Gibara y su Jurisdicción", cita
entre los primeros pobladores de la villa a don Joaquín Da Silva y a don José
Leal (este segundo, padre de José Leal Barreda), pero no se conoce con
exactitud la fecha en que don Manuel da Silva hizo caso al tío y vino a
radicarse en Gibara; sin embargo debió
ser antes de 1862 porque en los viejos documentos notariales que se conservan
en el pueblo ya aparece su nombre en dicho año otorgando un poder a don José Maria
Anguera para la venta de esclavos en cualquier parte de la Isla.
Palacio Da Silva, en Gibara. (En su casa instaló Da Silva el viceconsulado portugués que desempeñó) |
Plano Casa Da Silva, Frente |
Plano Casa Da Silva, fondo |
Da Silva nació en 1835 en Horta,
capital de la isla Fayal, perteneciente al grupo insular de Las Azores,
archipiélago situado en el Atlántico, frente a la costa occidental de Portugal.
Fueron sus padres don Juan Antonio Da Silva y doña Narciza Florinda Leal.
En Gibara, el 20 de
febrero de 1875, Da Silva contrajo matrimonio con la habanera y vecina de la
villa, doña Leonor Anguera Bru. La boda se celebró en la iglesia El Salvador, en El Cerro, Ciudad de La Habana, ante el presbítero Cayetano Martín
Nieto. Él aportó al matrimonio veinticinco mil pesos oro.
Y una curiosidad en
relación con el casorio: cuando aquel se celebró Da Silva y doña Leonor ya
tenían a su primer hijo, nacido el 17 de agosto de 1870. El segundo hijo del
matrimonio nació en Gibara el 14 de febrero de 1872. Por entrevistas hechas a
viejos gibareños supimos que otros hijos de Da Silva y doña Leonor nacieron en La Habana, Almería y
Barcelona, lo que demuestra que la familia se mantenía viajando constantemente.
En total fueron doce los hijos: Manuel Eulogio, Mar¡a Caridad Cristina, Justina
Leonor, Narciza Florinda, José Federico, Carmen Paula, Maria Adelaida, Antonio,
Mercedes, Manuel Segundo, Ricardo y Alfonso. (Estos dos últimos murieron
pequeños).
En 1871 Da Silva fue
propuesto por el Ministerio de Estado de España para recibir la Real Orden de Isabel la Católica (Madrid 9 de
mayo de 1871). Y el 21 de julio de 1887, don Luís I, rey de Portugal y las
Azores le concedió la medalla de Caballero de la Orden Militar de
Nuestro Señor Jesucristo. En el documento de entrega de la tal distinción dice
que entonces Da Silva era el vicecónsul de Portugal en La Habana.
Fuentes documentales
localizadas en los Protocolos Notariales, en los Libros del Registro de la Propiedad y de la Aduana, (todos conservados
en Gibara), así como en los testimonios que obtuvimos de sus nietas, Maria
Ignacia y Maria de las Mercedes Da Silva Rodríguez, dan fe de la actividad
comercial desarrollada por Don Manuel directamente y también mediante la
Sociedad “Silva y compañía”, formada por
don Ramón Rodríguez, de Asturias; don Joaquín Aldrich y don José Munné‚ de
Cataluña y don Antonio Leal, de Portugal, dedicada a la compra y venta en
comisión y por cuenta propia de frutos del
país y extranjeros y demás negocios mercantiles. El socio principal de
la citada sociedad, constituida en el año 1867, lo era don Manuel Da Silva, quien
había aportado $ 58 000.00 pesos fuertes, equivalentes a 110 000 escudos en
efectivo. Posteriormente Da Silva fundó la sociedad “Silva y Rodríguez” en
compañía del asturiano Manuel Rodríguez y la sociedad “Silva e hijos”, ambas para
el comercio al por mayor y expendio de víveres.
Además el portugués
avecindado en Gibara poseyó importantes fincas rústicas y urbanas, y acciones
en distintos negocios, entre ellos el ferrocarril Gibara-Holguín, todo lo cual
lo convirtió en una de las personalidades más destacadas de la sociedad
gibareña durante la segunda mitad del siglo XIX que era invitado a participar y
participaba en las actividades de mayor abolengo social que se celebraban en la
villa, como lo eran la inauguración de la última sede del Casino Español,
frente a la Plaza
de Armas. (El vicecónsul y su esposa fueron padrinos de esa inauguración).
Entre los Sitios y
haciendas propiedad de Da Silva están: en San Marcos de Auras, los conocidos
como “El Zorral”, “La Victoria” y “El Palmar”; el ingenio “Santo Tomás”,
también llamado “El Carmen”, situado en El Purial, la hacienda “El Almirante”, y
los sitios “Los Berros” en Banes y “El
Cuartel” en Sagua de Tánamo, a lo que se suman treinta y una fincas urbanas ubicadas
en la villa de Gibara y el poblado de
Auras.
Los antiguos documento de
Gibara también dan cuenta de exportaciones hechas por Da Silva de tabaco en
rama y de maní para Puerto Rico y Brasil.
En un anuncio aparecido en
el periódico "El Triunfo" de Gibara, el jueves 27 de junio de 1901,
Da Silva refiere que es:
"COMERCIANTE IMPORTADOR
Y EXPORTADOR.
Gira con letras sobre New York,
Londres, España y
Portugal y en esta Isla sobre La Habana y Cuba.
Agente en esta Plaza de las mejores compañías de
Aseguro de Incendio y Marítimo.
En ese mismo anuncio Da
Silva advierte a sus amigos que su principal negocio es la compra y
exportación de tabaco de las
jurisdicciones de Sagua, Mayarí, Holguín y Gibara.
Casa Da Silva, lateral izquierdo mirando de frente |
El 25 de julio de 1898 el
Ejército español se marcha de Gibara, dejando en el hospital militar del pueblo
cerca de 600 enfermos, todos bajo
la protección del vicecónsul de Portugal, Manuel Da Silva.
Finalizada la guerra e
intervenido el país por los Estados Unidos, el gobierno portugués en la persona
de Manuel Gómez de Araujo, cónsul de Portugal en La Habana y Puerto Rico, ratifica
a Da Silva en el cargo de vicecónsul en fecha 6 de julio de 1899. El cónsul,
además, solicita a los Estados Unidos respeto y consideración para su
vicecónsul Da Silva, residente en Gibara. A esa petición responde el
Departamento de Estado de los Estados Unidos en 2 de abril de 1900,
reconociendo oficialmente al vicecónsul.
El 27 de abril de 1898,
apelando a las leyes internacionales, el vicecónsul Da Silva reclamó al
gobierno español $ 5 000.00 pesos oro por las pérdidas causadas a él durante la
guerra; para ello apela a leyes internacionales: mediante documento notarial
deja aclarado que "como súbdito portugués considera a Cuba española y a
España la verdadera poseedora” por lo que es España quien debe pagar por sus
pérdidas.
El 10 de junio de ese año
vuelve Da Silva ante el notario para hacer otra protesta sobre la imposición que
le hacen los comerciantes de la villa organizados en una Junta de Defensa;
estos le exigen $ 1 000.00 pesos en plata, a lo cual, según documento, "no puede adherirse por la neutralidad
que le corresponde, ya que Portugal ante la guerra de España con los Estados
Unidos ha declarado su neutralidad"; pero ante la presión a que se ve
sometido, dice en su declaración, accede a entregar el dinero y aclara "que lo hace en contra de su voluntad y
considera un atropello a su nacionalidad y persona como comerciante".
Para la fecha tiene 63 años de edad.
En 1906 Da Silva hizo
testamento y nombró como su contador a Pedro Talavera Céspedes. Luego se fue de
visita a La Habana acompañado de su hijo Manuel Segundo, con el objeto de
seguir hacia Fayal, pero los planes se interrumpieron porque falleció el 9 de
octubre de 1909. Su cadáver fue trasladado a Gibara y sepultado en el cementerio de esta localidad.
Cuando se abrió el testamento
de 101 folios se supo que su última voluntad fue que la mayoría de su fortuna pasara
a manos de su viuda e hijos y así también dejó algunos de sus bienes y dinero para otros miembros de la
familia.
En dicho documento
relacionó los créditos comerciales que le adeudaban, entre ellos era su gran
deudor el gobierno español a quien Da Silva había prestado $ 10 796,46.
Precisamente su testamento
y otros documentos protocolarizados por Da Silva hablan hoy sobre su
personalidad. El primero establece algunas cláusulas que demuestran el amor a
Fayal y a Gibara. El rico difunto dejó $ 1 000.00 pesos para que fueran
repartidos por igual entre los pobres de ambos lugares y otros $ 500.00 para "muchachas decentes de Gibara que se
casaran con artesanos", tal parece que esta última disposición era para
fomentar en el pueblo oficios que permitieran el desarrollo de la población sin
recursos económicos.
En relación con su
desprendimiento, las nietas de Da Silva nos contaron que cuando su abuelo salía
en coche a pasear los domingos, repartía
dinero a los pobres y en los libros de protocolos notariales gibareños pudimos
leer documentos mediante los cuales les dio
gratuitamente la libertad a tres esclavos menores de edad.
En 1916 murió la viuda de
Da Silva, doña Leonor Anguera y Bru. Para entonces la enorme fortuna que había
acumulado su esposo se había desmoronado. Según sus nietas, "su
tío Federico, que había quedado al frente de la familia, vendió algunos bienes y despilfarró parte de
la fortuna. Precisamente Federico quedó al frente de la familia porque
Manuel Segundo, (padre de las
testimoniantes), que había estudiado en
los Estados Unidos y conocía cinco idiomas, se enfermó de los nervios; y su
otro tío, Manuel Eulogio había viajado a Alemania y no se supo más de él, (precisamente se gastó mucho
dinero buscandolo); y las otras dos tías
residían en Barcelona. Su abuela doña Leonor, mientras tanto, pasó muchos años paralítica y ajena a lo que estaba
pasando con la fortuna Da Silva”.
La pérdida de la fortuna llevó
a los herederos a alquilar la última residencia de la familia: el chalet
construido en 1901 según los planos del maestro de ascendencia santanderina
Francisco Munilla Calvi, valorada en el testamento de Da Silva en $ 4 000.00
pesos oro.
No obstante el derrumbe
económico, como testimonio de la presencia en Gibara de Manuel Da Silva Leal, vicecónsul
de Portugal, en la villa se conservan
valiosos documentos y bienes patrimoniales. Sus sucesores mientras tanto han
mantenido hasta el presente la memoria cultural en ese importante momento histórico de Gibara y su puerto.