1870, Febrero
Calixto se separa
de la familia
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La
fuerza insurrecta a la que pertenecía Calixto recibió órdenes de trasladarse
a Tunas. En la apresurada marcha el General no pudo llevar a su familia.
Ese
día de la despedida en medio de los “maniguales”
holguineros, ni él ni Isabel pudieron imaginar que su amor tendría que pasar
una larga y trágica prueba, mucho más propia de una novela escrita por un
autor con fiebre alta, que de la vida real.
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1870, Junio
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Del
Diario de Máximo Gómez: “Una fuerza
enemiga trató de recoger ganado en los alrededores de la población. Mandé al
brigadier García a impedirlo. Hubo algún fuego y este jefe salió herido de un
brazo. La bala le destrozó el húmero. Luego la herida se le infestó, lo que
le causó molestias por mucho tiempo”. (Fue esa la única herida grave que
sufrió Calixto durante las tres guerras).
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1870, Junio
Calixto es
designado Jefe Militar de Jiguaní
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Máximo
Gómez es designado Jefe de las fuerzas de Santiago de Cuba, en sustitución de
Donato Mármol, que días antes había muerto de “fiebre maligna”. A Calixto García lo designan Jefe Militar de
Jiguaní.
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1870, Julio
El enemigo asalta
la casa donde Calixto se recupera de la herida
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Calixto
acampa y hace reposo por la herida que recibió.
Carta
de Calixto: “Fue asaltada la casa donde
me hallaba curándome la herida por la partida de Lolo Benítez. Pero, avisado,
me trasladé momentos antes de la ocurrencia. Burlado, el enemigo desahogó su
ira asesinando a Felipita Mora y cinco hijos, el mayor de ocho años, y a una
anciana de 70 y seis niños, nietos de esta última”.
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1870, (Principios
de Agosto)
Fuerzas españolas
apresan la familia de Calixto
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Cuando
Calixto se hubo marchado, Isabel y el resto de la familia continuaron
deambulando por los bosques, tratando, como pudieron, de eludir la tenaz
persecución enemiga.
Sin
embargo, inesperadamente, una columna española los sorprendió y los hizo
prisioneros. Entre los detenidos se encontraban además de Isabel y sus hijos,
los padres de Calixto, Lucía y Ramón, las dos hermanas de Calixto, Concepción
y Leonor, Nicolás, y el único hermano varón del General que era retrasado
mental. También estaban Ana Cabrera,
madre de Isabel y dos hermanas y por tanto cuñadas de Calixto,
Candelaria y Caridad, además de otros
parientes. Asimismo fueron apresados diez esclavos de la familia, quienes al
obtener la libertad marcharon al campo insurrecto junto a sus antiguos amos.
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Doña
Ana Cabrera, madre de Isabel, iba muy enferma
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Los
prisioneros tuvieron que seguir a la columna española en su recorrido, sin
importar que doña Ana Cabrera se encontrara muy enferma. A ella, dice Carlos
García Vélez en su diario: “la
obligaron a que montaran en uno de los mulos de la artillería. El animal, no
hecho a ser montado y siendo como era, de tiro, con frecuencia corcobeaba, tirando
al suelo a mi abuela y provocando las risas y burlas de la soldadesca, hasta
que finalmente ella se negó a seguir así, prefiriendo caminar, enferma y
débil como estaba”.
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A los niños
hambrientos le proponen regalarle una galleta si gritan ¡Viva España!
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Y
sigue Carlos: “Los soldados de la
columna española mortificaban a los
niños, entre ellos a mi hermano mayor (Calixto García Vélez) que tendría unos
5 años, y también a mi de tres, ofreciéndome una galleta si gritaba, ¡Viva
España! Mi hermano nunca dio ese grito y por el contrario, decía que no le
importaba que no le dieran la galleta, aún teniendo hambre, pues decía ¡Yo
soy mambí como mi papá!, mientras que yo alargué la mano, y cogiendo la
galleta grité ¡Viva España!".
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Lucía salva al hijo
retrasado mental vistiéndolo de mujer
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Contó
Mercedes Gorina, ilustre maestra holguinera que acompañó a Lucía en sus
últimos días, que sabiendo la matrona que un hombre joven que fuera apresado
en los campos independentistas sería pasado por las armas inmediatamente, y
toda vez que en peligro cada día de ser apresados por el enemigo, traía ella
a su hijo Nicolás que era idiota, según dice Casasús, el más importante
biógrafo de Calixto. Para salvar al hijo Lucía lo vistió de mujer y,
efectivamente, muy pronto fueron apresados por los españoles.
El
oficial que comandaba la tropa sospechó de que “la acompañante” de doña Lucía era varón y por eso se acercó a
ella y le dice lo que piensa. Lucía, irguiéndose como madre y como patriota,
le contesta altiva: “Sí, es varón, es
mi hijo que traigo del campo mambí. Si usted me descubre probará que
desconoce el santo amor de madre, pero si guarda el secreto será el primer
caballero del ejército español”.
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1870, Agosto 11
La familia del
General es trasladada a La Habana, donde los encierran en una prisión junto a
prostitutas y ladrones
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Los
prisioneros llegaron a Holguín donde
permanecieron hasta el 17 de septiembre, que fue cuando el brigadier
Félix Ferrer dispuso su traslado a La Habana vía Gibara.
En
la capital fueron encerrados entre prostitutas y ladrones, en la prisión de
Las Recogidas. Dormían en el piso o en sucios camastros con escasos y malos
alimentos, pero aún así aquel puñado de mujeres y niños supieron imponer su
dignidad, negándose como lo hicieron, a entrar en ningún trato con los
enemigos.
Dola
Lucía, activa como siempre lo fue, consiguió por medio de gestiones que hizo entre cubanas casadas
con oficiales españoles, que la familia fuera puesta en libertad provisional.
Se establecieron en la casa de Lorenza del Mármol en La Habana. Allí, otra vez con su acostumbrada
energía, doña Lucía trató de mejorar la situación de su familia. Para eso le
escribió al gobernador español:
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Carta de Lucía al
Gobernador español
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“Doña Lucía Iñiguez ante Vuestra
Excelencia con su acostumbrado respeto espone (Sic) que por disposición del
Señor Brigadier Comandante General de Holguín, fue trasladada a esta capital
con once más de su familia y una criada, hospedándose en la casa de Doña
Lorenza del Mármol, a cuyo amparo se encuentra; la poca capacidad del local
en que residen, unido a lo caluroso de la estación, han producido ya la
enfermedad de algunos de sus niños y temiendo mayores males concurre ante
Vuestra Excelencia suplicándole se digne auxiliar a la recurrente para tomar
una casa en que, estableciéndose sola con su familia, pueda atenderla mejor y
no serle gravosa por más tiempo a la que hoy la tiene a su amparo”.
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Los liberan
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Las
mujeres trabajaron incansablemente para conseguir el sustento de todos: unas
cosían pago, otras hacían cajetillas de cartón para fósforos.
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1871, Agosto 20
Restablecido de la
herida en el brazo, el General reasume el mando de la Brigada de Jiguaní
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Carta
de Calixto a un amigo: “a esta hora
estoy completamente restablecido”.
Dice
Félix Figueredo por carta: “Calixto ha
perdido movimientos en el brazo a causa del balazo que le dieron”.
Inmediatamente
reasume el mando de la Brigada de Jiguaní y se reúne con Gómez. Dice Calixto
en su diario: “Era yo entonces Jefe de
la Brigada de Jiguaní y segundo del distrito de Santiago de Cuba, el General
Gómez era jefe del distrito. Nuestra situación era
apuradísima. No teníamos un cartucho y el enemigo que conocía nuestra
impotencia nos perseguía tenazmente. Teníamos que vivir en medio de las
montañas y aun en estos puntos éramos
asaltados a todas horas del día y de la noche. Yo estaba padeciendo
fiebres intermitentes y había llegado
a tal estado de debilidad que a veces tenían que ponerme encima del caballo
por no poder hacerlo por mi mismo. Cómo vivimos no he podido explicármelo
pues un mulo que matamos solo nos duró
dos días y aquellas montañas no tenían colmenas[1]
(). Recogíamos en las costas del Cauto algunas raíces de boniatos casi
inservibles y las devorábamos. La
palma que aparecía caía bajo el filo del hacha para extraer el palmito[2], uno
de nuestros mejores platos, a pesar de comérnoslo cocido o crudo sin
sal pues carecíamos de ella. Me
comunica Gómez que era indispensable tratar de apoderarnos por sorpresa
de las trincheras de La Vuelta para
proveernos de parque, pues la fuerza solo tenía dos tiros por hombre y
no quedaba reserva alguna. Siempre he
sido enemigo de empresas atrevidas[3]
pero esta me gustó pues podía hacer mejorar nuestro estado si
conseguíamos una victoria y si éramos derrotados poco perdíamos. Reunidas al
fin las fuerzas marchamos con una columna de hambrientos y otra de mujeres”[4].
Pero
por más que lo intentaron no fue posible tomar el poblado. Y los que tenían
la misión de conseguir comida estaban sacando boniatos de un campo cuando una
fuerza enemiga de unos 25 hombres comenzó a disparar sobre ellos, “salieron huyendo”, dice Calixto “dejando el campo sembrado de jolongos”.
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1871, Junio
Expedición del
Virginius.
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Acampado
en Bejuco, Calixto se atiende dos úlceras que tiene en las piernas desde hace
meses y los dolores en el brazo izquierdo, a causa de la herida que le había
provocado la perdida de algunos
movimientos.
Y
entonces le avisan que “parió Catana”, lo que significaba
que había llegado una expedición del extranjero. Se trataba del Virginius.
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1871, Septiembre 17
Ataque a Jiguaní
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Totalmente
repuesto Calixto acampa en Palmarito. Allí reúne la tropa y la arenga: “que va a atacar un pueblo lleno de
mujeres, ancianos y niños, y que será muy severo con el que ofenda a uno de
estos señores”, les dice.
Emprende
marcha rumbo a Jiguaní. Acampa cerca de las nueve de la noche. (El plan está
perfectamente organizado).
A
la una de la madrugada ataca Jiguaní con más de 400 hombres. A las cinco
inicia la retirada: ocupó 37 armas e hizo más de 200 bajas al enemigo,
mientras que sus fuerzas solamente sufrieron cinco muertos y 20 heridos. (Fue
esa la primera de una serie de acciones semejantes consistentes en la toma de
pueblos y ciudades)
Al
saberlo escribió Máximo Gómez en su diario:
“En verdad dejamos casi abandonada la jurisdicción de [Santiago de] Cuba,
pero en su vecina, la de Jiguaní, estaba Calixto García con un brazo aún
vendado sosteniendo la combinación. ¿Cómo lo hizo? Un hombre enfermo y herido
yendo a buscar a su atrincheramiento a los españoles. ¿En dónde hubiese
estado un General español en idénticas circunstancias y de los méritos de
aquel?”
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1871, Octubre 18
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Carlos
Manuel de Céspedes, en carta a su esposa:
“El 16 llegamos al Bejuco, donde encontramos al brigadier Calixto García, el
vencedor de Jiguaní”.
El
campamento estaba en un lugar inaccesible. Allí Calixto custodia los
depósitos de municiones que trajo el Virginius. Dice el historiador español
Pirala que “el ataque a Jiguaní y la
llegada de la expedición hicieron cobrar mayores alientos y concebir más
lisonjeras esperanzas a los insurrectos”.
Lo
cierto es que los mambises estaban viviendo el año 71, que fue el más
terrible de la contienda.
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Largo tiempo en
Bejuco. Causas.
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En
el Bejuco está largo tiempo el general. Dice Casasús que fue: “porque la llaga crónica que padecía en una
espinilla [pantorrilla], le molestaba, reteniéndole e impidiéndole toda
acción, lo que era una gran contrariedad para él, que estaba en los mejores
momentos de su carrera militar. Allí le acompañaban su escolta y los
batallones de Baire y Jiguaní y una compañía de oficiales excedentes a cargo
de Amor Muñoz, la mayoría de ellos descalzos y vestidos de guacacoa, sin
alimentos y teniendo que luchar contra la naturaleza salvaje, en medio del
bosque huraño. El mismo Calixto llevaba chancletas de cordobán.
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El hambre obliga a
Calixto a trazar una estrategia para
comerse el caballo del Jefe de Sanidad
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“Un día, sigue
diciendo Casasús, llega el Jefe de
Sanidad de Oriente, Fernando Figueredo montando un magnifico potro. Al verle,
Calixto llama al Comandante Saladrigas y le dice: ´separa a los asistentes de
Figueredo bajo pretexto de que vayan a cortar madera para un rancho que se
colocará en línea con los otros para que en él viva el doctor. Y cuando ellos
no te vean, sacrifica enseguida el animal que viene montando´. Y mientras sus
hombres cumplen el plan, Calixto entretiene a Figueredo. Cuando está el
suculento almuerzo Calixto invita al médico a que le acompañe en su rancho, y
cuando terminan le avisa de dónde salió la carne”.
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1871, Noviembre y
Diciembre
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Teniendo
a su lado, como subordinado, a Antonio Maceo, parte Calixto hacia Baracoa con
el ánimo de tomarla, pero la encuentra fortificada. Decide atacar los pueblos
de Caujerí, Imías, San Andrés, El Jobo y La Caridad, donde ocupa armas,
municiones.
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