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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

16 de noviembre de 2011

Evolución histórica de la Plaza de la Parroquial y los inmuebles que la conforman desde sus orígenes hasta nuestros días


Por:  Angela C. Peña Obregón / Hirám Pérez Concepción / Yadira Rojas Espinosa

A unos 270 metros aproximadamente del río Jigue, y a unos 380 metros del Marañón, así de cerca, supongo que para tener cercano el abastecimiento de agua, y así de lejos, supongo que para protegerse del desbordamiento de los ríos cuando la lluvia era intensa, se fundó el pueblo de San Isidoro de Holguín a partir del trazado de dos plazas y unas diez calles de unas cuatro cuadras cada una de ellas. En la planta, de factura regular debido a que las vías se delinearon bastante rectas, (aunque las manzanas no guardaban las mismas dimensiones), se destaca la Plaza de la Parroquial, sobre todo porque la parcela que ocupó, era de mayor extensión que las del resto de la estructura urbana, incluso de la Plaza de Armas.


El esquema de la plaza donde estaba la parroquia respondía, como es obvio, a las funciones puramente religiosas que tendría, (y de ahí el tamaño!): en el interior de esa plaza  de construyó la Iglesia Parroquial, tal como lo estipulaban las Leyes de Indias para la fundación de ciudades mediterráneas, y exactamente a como fue costumbre en todos los lugares donde así ocurrió, la plaza fue nombrada de la Parroquial y sirvió de antesala y lugar de celebración de las fiestas religiosas de entonces, y cuando la iglesia era clausurada por algún motivo la plaza fue sede de los ritos católicos. 


Más y a pesar de la importancia de esta plaza presidida por la iglesia, su génesis, aún está un poco oscura e indocumentada, exactamente como casi todas las historias tempranas de los pueblos cubanos.

Solamente el primer historiador de la ciudad, Don Diego de Ávila y Delmonte (1865) nos dejó algunas referencias de ese primer momento fundacional, trasmitidas a él por su padre, Rosalía de Ávila, Regidor del Ayuntamiento de la ciudad en los inicios del siglo XIX. Y éste, a su vez, debe haberlo recibido de la escasa documentación de la época y por lo que contaron sus ancestros.

Felizmente nuevas fuentes han ampliado el panorama acerca de este proceso inicial de la historia del pueblo de Holguín y en específico de esta área que, hasta el año 1869, se convirtió en la de mayor interés político y social. Una de las fuentes a la que nos referimos fueron los trabajos histórico-arqueológicos realizados en 1996 en la Catedral de San Isidoro por especialistas del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, CITMA y del Equipo Técnico de Monumentos del Centro Provincial de Patrimonio Cultural, y en 2009 esos trabajos se extendieron a tres viviendas cercanas al perímetro de la plaza, entre ellas, la Casa del Teniente Gobernador, sita en Morales Lemus entre Aricochea y Cables. La otra fuente, apenas conocida, fue el estudio del plano alzado por el Ingeniero Ordinario Joseph de Mesa en 1737, documento cuyo original se encuentra en el Archivo de Indias.

Los antecedentes del sitio donde fue delineada la Plaza de la Parroquial quedaron referenciados por Ávila Delmonte, cuando explicó que el lugar seleccionado para construir la iglesia era el mismo donde en el siglo XVI había estado el bramadero o lugar donde bebían las reses del hato San Isidoro de García Holguín.

Porque servía para aquellos fines era ese el punto más alto del valle Cayo Llano, como se llamó el sitio donde hoy se erige la ciudad. En 1716 fue trasladada desde Las Guazumas hasta allí una pequeña iglesia en el año 1716, según el obispo Morell de Santa Cruz. O sea solamente se conocía que la historia urbana de Holguín iniciaba en el siglo XVIII pero las investigaciones arqueológicas evidenciaron la existencia de un núcleo poblacional de mediados del siglo XVII, aproximadamente cincuenta años atrás, nuevo fechado que no es absoluto pues consideramos que el sitio fue habitado a partir de servir de centro del hato ganadero.

Por su parte el plano de Joseph de Mesa nos trasladaba al primer esquema del poblado, desconocido por los historiadores que nos antecedieron, los que consideraban que la iglesia siempre había sido la de hoy, con la salvedad que el área más antigua de ella era la correspondiente con la capilla de la Virgen del Rosario, actualmente del Santísimo (hacia la derecha entrando).

Se puede afirmar hoy que la plaza ocupó una gran parcela en forma de rectángulo que se extendía unas dos cuadras hacia el centro del primitivo poblado, entre las calles San Miguel, San Ildefonso, San Diego y María Magdalena (actuales Maceo, Aricochea, Miró y Luz Caballero). La calle San Isidoro (Libertad) que, corría entre las de Maceo y San Diego quedaba interrumpida por la plaza pues la extensión mayor de la misma era de este a oeste, hacia las calles transversales María Magdalena y San Ildefonso. 

Tempranamente a la fundación del poblado, además de servir de sede religiosa, la plaza adquirió las funciones administrativas y políticas hasta 1869. 

Al recibir el pueblo la condición de Ciudad, el 18 de enero de 1752, su Teniente a Gobernador, Dr. José Antonio de Silva y Ramírez de Arellano, compró una casa con frente a la plaza, exactamente en la calle San Ildefonso entre San Isidoro y San Miguel. Era esa de materiales endebles y cubierta de guano, pero aún así hasta 1787 se convirtió, en la residencia de los Teniente Gobernadores y albergó las instituciones políticas y administrativas como la Casa de Gobierno, la cárcel y el cuartel . 

Esta vivienda anteriormente reseñada fue vendida al Teniente Gobernador Silva y Arellano, posteriormente Marqués de Guisa, por Don Diego Batista. Y como era esta la residencia de la máxima autoridad de la comarca el resto de los vecinos quiso vivir cerca y por tanto las casas se fueron alineando a las mencionadas calles. Entonces esas no poseían portales (o corredor como decimos los holguineros), y en su mayoría eran de embarrado sobre horcones y cubierta de guano, separadas entre si por una ancha faja de terreno y replanteadas en un gran solar que se extendía generalmente hasta la calle del fondo. 

Eran esos primeros vecinos de Holguín que hicieron sus viviendas alrededor de la Plaza de la Parroquial, hacendados, sacerdotes, militares, funcionarios del cabildo y comerciantes. Algunas de estas familias habían llegado desde Bayamo, Santiago de Cuba, Baracoa y Jamaica, cuando aquella isla pasó a manos de los ingleses en 1655.

Ya para 1730 la iglesia, que había sido bendecida en 1720 y trasladada hasta este punto en 1716, fue sustituida por un pequeño edificio de embarrado y cubierta de tejas de una nave y pisos de tierra apisonada. En  1751 la ampliaron a otras dos naves, sacristía y cuarto para el cura. En 1765 se le agregó otro cuarto, fecha a la que ya se le había colocado en las naves piso de losas de barro, según dice el Obispo Morell de Santa Cruz. En 1760 la plaza fue iluminada con cuatro farolas. 

Preciso es hablar de otra de las funciones citadinas que caracterizaba a las poblaciones cubanas de entonces, heredada del cristianismo, y que completan la imagen de la Plaza holguinera: Desde la fecha de construcción del templo en 1730, la iglesia y su plaza funcionaban como cementerio de la población. También por costumbre, los difuntos se sepultaban dentro y fuera de la iglesia en un camposanto aledaño. Dicho camposanto estubo  rodeado de una palizada de jiquí, por unos 80 años, según consta en los Libros de Entierro de la propia parroquial.

Estas ya narradas funciones políticas, religiosas y sociales que tenía la plaza la convirtieron en el área más importante y animada de la ciudad dieciochesca. Y cuando llegó la  primera mitad del siglo XIX el uso de ese espacio se incrementó por el aumento de la población y a la vez su  aspecto fue variando y enriqueciéndose cuando, por ejemplo, en sus alrededores las casas comenzaron a ser una veintena de ellas con techo de tejas. Posteriormente el Teniente Gobernador Francisco Zayas y Armijo remodeló viejas instalaciones, entre ella la iglesia y construyó otras nuevas como el primer edificio de dos plantas para cárcel y cabildo en la cuadra de la calle Cárcel con el fondo hacia esta plaza. Fue por ese mismo tiempo cuando  fue clausurado el cementerio que afectaba la salud de la vecindad y descalificaba el ornato de la nueva Iglesia Parroquial.

Veamos cuáles fueron esas obras de Zayas y Armijo:


Ha quedado dicho que la vieja parroquia holguinera estaba construida en el centro de la plaza, pero cuando a esta la remodelaron fue retirada unos metros hacia el fondo y hacia el lateral izquierdo, lo que permitió que quedara abierta la cuadra de la calle San Isidoro a cuya fachada se enfrentó la nueva obra. Con ello se producía la primera transformación urbana relevante que ocurría en la ciudad, pues además de rectificarse la calle San Isidoro, la parroquia ya no estuvo más dentro de la Plaza. Asimismo, al correrse la Iglesia hacia atrás y hacia su costado izquierdo, quedó una faja de terreno más amplio hacia el lateral de da a la calle Aricochea, y desapareció la plazoleta o patio hacia el fondo (Calle Miró), donde estaba el pozo. 

Y mientras se remodelaba la Iglesia, las casas de los vecinos más influyentes política y económicamente en la ciudad, se construían para entonces con bellos techos de influencia mudéjar, elaborados con maderas preciosas decoradas y muros de mampuesto ordinario hacia el exterior con la finalidad de hacerlos más sólidos. Claro como el desenvolvimiento económico no daba más que para la fachada, la mayoría de los vecinos de las inmediaciones de la Plaza mantuvieron los viejos muros interiores que fueron levantados con la técnica del embarrado.

Todavía quedan en pie algunos de los viejos portones
Pero eso sí, eran bellísimos los grandes portones. Su carpintería tenía elementos del estilo barroco y el arco o los arcos de la sala, pues llegaron a construirse hasta tres, eran los elementos que le daban el toque de belleza y la representación social o cierto abolengo a los que las poseían. Para entonces, excepto en la cuadra de la calle Miró, las casas fueron adquiriendo la portalería, de pies derechos de madera en un principio, que caracterizaron esa época histórica y de los cuales se conserva actualmente uno de ellos en el antiguo perímetro de la plaza. 

A pesar de que ya para entonces la Plaza de Armas (Actual Parque Calixto García), se había convertido en el hábitat de familias del más alto rango social, la de la Parroquial era significativa al punto de que todo lo que acontecía en la pequeña ciudad, fuera político o religioso, se celebraba en ella, como por ejemplo la bendición del templo y la primera misa, efectuados el 3 y 4 de abril de 1720. Y desde esa fecha en lo adelante (hasta hoy), se comenzó a celebrarse la fiesta del patrono San Isidoro, y también la festividad de la Virgen del Rosario, patrona de muchas de las familias fundadoras. Y claro está, los holguineros celebraban en la Plaza de la Parroquial el extenso programa de fiestas que marcaba el santoral católico, Santa Ana, Santiago, etc. 

Y cada vez los acontecimientos debieron crecer en majestuosidad. El de ellos que quedó con mayor fijeza en la memoria colectiva de Holguín fue el recibimiento al Gobernador de Cuba (Gobernador de Oriente), que en 1752 vino hasta aquí a oficializar a la población y crear la jurisdicción. Cuenta el primer historiador de Holguín, Ávila del Monte que esperaron los vecinos al Gobernador con una pequeña banda de músicos y que luego la población residente vino hasta la Parroquia donde hubo Misa especialísima. 

Además, el hecho de que permaneciera el Ayuntamiento en esa Plaza y que allí mismo estuviera la cárcel, el Cuartel de Caballería, pequeños comercios, y que en la Parroquial funcionara la Junta de Vacunas y el registro de la población por medio de los libros de bautismos, matrimonios y defunciones, y que en el templo se repartieran las papeletas para los entierros a los pobres de solemnidad, la Plaza continuó siendo centro de Holguín, adonde iban todos los días la mayoría de los vecinos que eran entonces, españoles, canarios, esclavos e indios. (De todos ellos se habla en los viejos libros de la antigua parroquia, y en la documentación del Ayuntamiento). Esas valiosas escrituras son testimonios de los protagonistas de ese periodo y de la evolución histórica, urbana y arquitectónica de la Plaza de la Parroquial a lo largo de su devenir histórico. 

En 1819 se inauguró una nueva iglesia, la de San José, hacia el norte. Hasta entonces la Iglesia Parroquial había sido la única por más de un siglo en todo el territorio jurisdiccional. Para esa fecha la ciudad fue dividida en dos barrios. La línea límite entre ambos era la calle del Rosario (Frexes). Entonces el control de la vecindad fue repartido entre las dos iglesias, pero la participación del Consistorio en las actividades político y religiosas continuaron realizándose en la Parroquial. 

Hacía 1800 las calles holguineras habían cambiado de nombres. Las antiguas de San Isidoro, María Magdalena, San Miguel y San Ildefonso, que son las que circunvalan la Parroquial Mayor, comenzaron a llamarse Comercio, Luz, Barcelona y Espartero. (Esas son las que los holguineros contemporáneos llamamos Libertad, Luz y Caballero, Maceo y Aricochea).

En distintos momentos del siglo XIX se continuaron realizando obras en la iglesia, como la construcción de las capillas laterales.


En la década de 1860 se produjo un temblor de tierra que provocó cambios sustanciales en la imagen de la Iglesia, sobre todo porque la torre, situada al centro de la fachada, fue afectada. Entonces se construyó una nueva fachada con la torre hacia el lateral derecho entrando y con terminación en espadaña. (Todavía para 1868, fecha en que se inicia la guerra de independencia en Cuba, la torre de la San Isidoro estaba en proceso de construcción). Para octubre de ese año, cuando el sitio a la ciudad por parte del Ejército Libertador, la Plaza de la Parroquial y varios de sus inmuebles participaron de los hechos. La casa de la familia Nogales, sita en San Miguel y María Magdalena (Maceo y Luz Caballero, actual Restaurante 1545) alquilada para Casa de Gobierno, fue uno de los puntos por donde comenzó el ataque mambi. La Iglesia Parroquial fue tomada por Julio Grave de Peralta, uno de los jefes que dirigía el ataque, quien la ocupó como cuartel. El 17 de noviembre, Peralta mandó a izar la bandera de Céspedes en la Torre. Y por su parte, el Cuartel de Caballería, localizado detrás de la Iglesia también fue tomado. Pero a pesar de estos hechos el punto principal de la acción revolucionaria fue la Plaza de Armas donde estaba la casa de Francisco Rondán (La Periquera), que fue donde se acuartelaron el Cuerpo de Voluntarios, el Teniente Gobernador y las familias influyentes a favor de España.


Treinta y ocho días después concluye el sitio y ataque a la ciudad, pero, por las excelentes condiciones de la casa de Rondán y ante el peligro de un nuevo ataque, las fuerzas españolas no lo abandonan y ya en 1869, en calidad de arrendamiento, el Ayuntamiento se traslada definitivamente a esa casa. De esta forma la Plaza de la Parroquial dejaba de ser el centro administrativo y político de Holguín, función que junto al religioso la había caracterizado por más de un siglo.

Durante la segunda mitad del siglo XIX, sin que se conozca exactamente el año, la plaza de la Parroquial fue pavimentada con losas cuadradas de barro y esa imagen la tuvo por unos cuantos años, tantos que con ese piso llegó hasta la primera mitad del siglo XX. Mientras algunos de los viejos corredores de madera y tejas fueron sustituidos por columnas en su mayoría toscanas y cubiertos con los de azotea. Hasta hoy en día existen allí algunas de las primitivas viviendas del siglo XVIII. Igualmente en las primeras décadas del XX  algunos  corredores (excepto el ya referido en Luz Caballero y Miró) son totalmente sustituidos por nuevos diseños, para entonces al estilo ecléctico, pero todos mantienen los diseños del siglo XIX. (Pero como es claro suponer algunos fueron repuestos totalmente, como sucedió con la casa de don Luis de Fuentes, edificada a ese nuevo estilo, para la sociedad La Unión Holguinera, actual escuela de música José María Ochoa).


El siglo XX también marcó significativas transformaciones en la Plaza que evolucionó hacia otras importantes funciones, entre ellas la más importante fue esa área perdió la condición de espacio religioso y se abrió como espacio público citadino, en condición de un nuevo concepto, el de parque, al que en 1900 nombraron José Martí. Pero pocos años después, el 10 de abril de 1916, lo rebautizan con el nombre de Mayor General holguinero Julio Grave de Peralta, (exactamente en esa fecha se develó la estatua del Mayor General Peralta al centro del parque). Pero a pesar de esa transformación importante, las calles que rodean al parque,  que recién había recibido otros nombres diferentes a las que por siglos habían tenido, Libertad (posteriormente Rafael Manduley), Luz Caballero, Maceo y Aricochea, seguían siendo los espacios de las procesiones para las Fiestas de San Isidoro o Fiestas de Abril y los carnavales, la de las Romerías a los cerros de la Cruz y María Ruiz, y el espacio del parque era utilizado para situar un carrusel y para actos cívicos y patrióticos realizados en el interior de la Iglesia Parroquial, entre ellos, las honras fúnebres al Mayor General Calixto García Iñiguez cuando se conoció de su fallecimiento en 1898, en Washington y u otros actos como la recordación de cada 7 de diciembre, fecha de la caída de Antonio Maceo.


Pero además el parque se convirtió en un foco cultural. En 1922 la construcción de la glorieta Ángel Díaz, (que después de su reciente reconstrucción pasó a llamarse glorieta Albanés), añadió una imagen singular a ese lugar al poder escucharse allí la música interpretada por la banda del ejército o la del los Caballeros de San Isidoro. (Hasta ese momento públicamente solamente se escuchaba música en las retretas que se realizaban en la Plaza de Armas o en ocasiones en otras plazas). También en esta área existió la primera biblioteca que se fundara en Holguín, la San Isidoro, cuya sede en la Iglesia Parroquia, era de uso público y con una colección variada, formada por distintas materias, no solo la religiosa.

General Julio Grave de Peralta y Zayas
Luego las construcciones que enmarcaban la Plaza fueron perdiendo el uso habitacional para adquirir el comercial: bomba de gasolina y venta de carros, funeraria, estaciones de ómnibus, fábrica de bastidores, carpintería y mueblería, bodegas, carnicerías, depósito de cerveza, además de fondas y hoteles fueron ocuparon los espacios paulatinamente. También debe destacarse que en la cuadra de Aricochea funcionó el colegio-convento Lestonnac, y en la de Luz y Caballero instituciones como la Colonia China y la Unión Holguinera. Pero estas funciones que ahora animaban la antigua plaza, no incidieron agresivamente en su imagen urbana, aunque llevaban cambios en el interior de los inmuebles.


En verdad las transformaciones irreversibles sucedieron a partir de 1939, fecha en que se produce otro temblor de tierra. Desde entonces la Plaza de la Parroquial no es igual aquella de siglos anteriores. Por ejemplo, entonces varía el diseño de la Parroquial a la que se le construyen dos torres, una a cada lado de su fachada principal. Pero, incluso, desde antes la iglesia se fue transformando, en 1922 el atrio del lateral izquierdo había sido cercado con un barandaje de estilo ecléctico al concebir allí los Caballeros de San Isidoro, la Plaza Fernández Lestón.


Otro cambio agresivo e irreversible, a pesar de ser un proyecto moderno de estilo racionalista, ocurrió en la década de 1950: en la cuadra de la calle Aricochea fue demolida una vieja construcción neoclásica, caracterizada por un gran corredor de columnas toscanas, para edificar la Estación Crespi, que propiciaba el tránsito por ómnibus a los principales poblados y sitios rurales cercanos a Holguín. A la plaza le eliminaron el pavimento de barro que le daba genuinidad y cierto sabor de añejamiento y le colocaron el que todavía posee que es de  hormigón, y también en esa fecha le cambiaron los bancos una, otra y otra vez… cada vez que los cambian los bancos cambian de estilo. 

Otra idea que, gracias a Dios, no llegó a materializarse nunca, consistía en demoler la vieja casa de los Fuentes y Nogales (Restaurante 1545) y junto a la parcela de la antigua cárcel, clausurada en 1951, edificar el Palacio de Gobierno. 

A partir del triunfo de la Revolución las funciones citadinas en la Plaza, la mayoría de ellas comerciales, tomaron nuevos vuelos. Los comercios fueron nacionalizados y ocupados por nuevas funciones sociales, incluida escuela de música y canal de televisión.  

Para la celebración del 460 aniversario del Hato San Isidoro, antecedente histórico de la ciudad de hoy, la plaza fue remozada en parte: se le reconstruyó la vieja glorieta, demolida en 1947. Por su parte los inmuebles que la rodean fueron pintados, se le incorporó al sitio donde había estado la fachada posterior de la vieja cárcel, desde 1983 arena de boxeo Henry García, un mural histórico, titulado Orígenes, se clausuró el comercio Komodidad para incorporarlo a la heladería Guamá (antiguo Grocery Holguín), se reabrió, después de una rehabilitación la Colonia China, y actualmente, en el espacio de la mueblería Le Varón, convertida en almacén después de su intervención, se proyecta para la ampliación de la escuela de música.

En 1979 la vieja parroquia de San Isidoro fue ascendida a la categoría de Catedral.


Popularmente el espacio ha ido tomando un nuevo nombre, el de Parque de las Flores, reconocimiento valedero pues en él, ya por haber sido el cementerio del siglo XVIII o por haber existido una funeraria en la esquina de Maceo y Luz Caballero o por su cercanía al Cementerio General, ha sido el lugar donde históricamente se han vendido flores.  Y en inmuebles cercanos (cuadra de Maceo entre Luz Caballero y Martí) existieron los llamados Jardines y existe aún una de las dos floristerías  de la ciudad.

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Bibliografía
  • Ávila del Monte, Diego. Memoria sobre el origen del hato de San Isidoro de Holguín. Segunda edición, Imprenta El Arte de José María Heredia, Holguín, 1926.
  • García Castañeda, José Agustín. ¿Dónde se encuentra el centro de Holguín? En Boletín Histórico, Año 2, No. 2, del 15 de abril de 1971, Aguilera 102, entre Libertad y Maceo, Holguín, Oriente P. 13
  • Morell de Santa Cruz, Pedro Agustín. La visita eclesiástica. Selección e introducción de César García del Pino. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1985.
  • Informes de las excavaciones realizadas en la Catedral de San Isidoro y en los inmuebles, Casa del Teniente Gobernador, Liberta entre Aricochea y Cables y en Maceo entre Luz caballero y Martí. Departamento de Arqueología, CITMA, Holguín.

23 de octubre de 2011

Con la introducción de la United Fruit Sugar Co. en la zona y después de realizados los estudios cartográficos, fueron los primeros trabajos que se ejecutaron en la zona de Mayari - Guaro, el desbroce de los campos vírgenes, con el objeto de ir ganando en extensión territorial. Recuerdan los más viejos vecinos con cuanta "furia" se talaron los árboles milenarios de maderas preciosas para posteriormente el Departamento de Construcción los aprovechara en trabajos diversos.

Y asimismo, una vez desmontados los bosques vírgenes, la United introdujo y trabajó, quizás por primera vez en aquel despoblado paraje, con retroescabadoras que arrancaron y acunularon la tierra vegetal que trasladaron hasta Preston con el objetivo de utilizarlas como relleno para darle conformación al Batey e ir disminuyendo las zonas pantanosas existentes en el Valle donde lo edidicaron.

La compañía, dueña ya de Punta de Tabaco, donde fabricaron el central azucarero. adquiere, además, otros lotes de terreno  enclavados en distintas fincas limítrofes las unas de las otras,para dedicarlos a campos de caña, potreros, etcétera. En estos lotes esta incluido el terreno en que se emplazará el Batey de Guaro, en el barrio de Santa Isabel, termino Municipal de Mayarí Oriente.





Distrito No 1
Nombre Año Fundación Costo Original Acres

Vigía 1905 $ 350.18 3 12,140.58 m²
Serone 1906 3,798.77 34 137,593.24 m²
1907 888.88 8 32,374.88 m²
1908 3,959.91 35 141,640.1 m²
Juan Vicente 1906 177.37 2 8,093.72 m²
Corua 1915 7,716.25 112 453,248.32 m²
Distrito No 2
Guaro 1906 2,914.43 24 97,124,64 m²
1907 16,428.05 160 647,497.6 m²
Juliana 1905 658.59 7 28,328.02 m²
1906 7,647.22 84 339936.24 m²
1907 15,950.62 178 720,341.08 m²
Mulas 1907 1,801.04 17 68,796.62 m²
Biran 1907 16,543.78 160 647,497.6 m²

UBICACION Y ENTORNO DEL CENTRAL PRESTON (construido por la United Fruit Sugar Co. en Cuba)


La región de Nipe explotada por la compañía norteamericana United Fruit Sugar Co, (donde construyó el central azucarero Preston), limita al norte y al este con el Océano Atlántico, (por toda la costa desde la Ensenada del Viento, en el Cabo Lucrecia, hasta la península de Saetía). En la costa se abre la gran Bahía de Nipe, así como las de Banes, Levisa y Sagua de Tánamo, con áreas pantanosas costeras. Por el sur linda con las estribaciones de la Sierra de Nipe (Sierra Cristal). El límite occidental lo constituye una parte de las alturas de Maniabón, que penetran en el Cabo Lucrecia. La localidad pertenece a la provincia de Holguín, Municipio Mayarí Abajo.

La región Banes - Nipe, esta formada por 2 regiones naturales y se encuentra situada sobre una llanura ondulada, que nace después de concluir las alturas de Maniabón. Toda la costa es alta y limpia, con excepción de su principal Bahía (Nipe) que tiene un litoral bajo y cenagoso y que se encuentra separada del Atlántico por una prolongada lengüeta de tierra que recibe el nombre de Península de Ramón.


Las costas de la bahía de Nipe poseen muchos manglares y ensenadas. Es esta la Bahía más grande de Cuba y una de las mayores del mundo. Su entrada está entre la península de Ramón y la de Saetía, ubicándose más exactamente entre la Punta del Sol al Este y la de Roma al Oeste. La de Nipe es una Bahía del tipo bolsa y alcanza una superficie de aproximadamente 120 Km². Su largo, medido de Este a Oeste, es de unos 25.9 kilómetros y posee un canal de entrada de 71,3 m. Por su gran amplitud y calado el mar interior de la bahía de Nipe permite cobijar en su interior a una gran cantidad de buques; unido a ello su excelente posición estratégica, hizo que en más de una ocasión Nipe resultara codiciada como puerto de importancia militar para el gobierno Norteamericano.

En la cuenca de la Bahía de Nipe, se destacan varios cayos, entre ellos el Obispo y el de Juan Vicente.

Cayo Juan Vicente

La Sierra de Nipe, de relieve suave y ondulado, está ubicada al Sur del actual poblado de Mayarí. Es esta la agrupación de elevaciones más importante de toda la región que fue propiedad de la United Fruit Co.

Las tierras de la región aledaña a la Bahía de Nipe, se encuentran bañadas por múltiples ríos y arroyos que descienden con gran fuerza y caudal desde la Sierra de Nipe, sin encontrase con obstáculos, hasta que desembocan en la Bahía. Por esta razón la hidrografía de esta zona es muy rica.

La Bahía de Nipe absorbe agua de múltiples corrientes dulces, entre los que sobresalen los ríos Centeno, Guaro, Serones, Juan Vicente, Cajimaya, Nipe y Mayarí, (este ultimo se nutre a su vez de importantes afluentes, como son: Pontezuelo, Guayabo y Arroyo del Medio).

El clima de toda la región es subtropical, muy similar al del resto de Cuba. Las temperaturas son moderadas, siendo la media anual en el Cabo Lucrecia de 35 grados centígrados como máximo y de 12 grados como mínimo.

El promedio total de la velocidad de los vientos es de 3,6 metros por segundos.

Las lluvias son comunes en cualquier época del año, aunque son especialmente abundantes en los meses de Abril a Junio, y de Septiembre a Noviembre, llegando en ocasiones hasta Diciembre y Enero.

En varias ocasiones la zona padece de años extremadamente secos, con precipitaciones inferiores a los mil milímetros. Esto, como es obvio, afecta seriamente los rendimientos agrícolas y decreciendo de forma sensible la producción.



Principales características climatológicas.

Lluvia Media Anual: 1050 mm.
Evaporación Media Anual: 2031 mm.
Temperatura Media Anual: 25.7º C.
Velocidad de los Vientos: 16.6 Km. /h (Este).
Presión Atmosférica: 762 mm.


Para leer más sobre la bahía de Nipe haga clic aquí

3 de octubre de 2011

LA PORCIÓN SEPTENTRIONAL DE BANES-NIPE, PROYECTOS DE COLONIZACIÓN DESDE LA COLONIA

 A partir de la información obtenida de: Julio César Urbina
                          
La porción septentrional de la región Banes - Nipe, fue una de las primeras zonas de América, por la que transitó Cristóbal Colón cuando en 1492, realizó su primer viaje al llamado Nuevo Mundo.

El Almirante quedó impresionado por la belleza del paisaje, tanto que anotó en su diario que “ni él, ni mil hombres conjuntamente podrían describir estos bellos puertos y riberas”. (No obstante Colón no “descubrió” la Bahía de Nipe.

Al estallar la primera de las guerras independentistas cubanas, que la historia conoce como Guerra de los Diez Años, por ser de diez años su duración, la región Banes – Nipe fue uno de los escenarios más activo de la lucha. Por la enorme Bahía de Nipe se produjeron varios desembarcos de expediciones militares destinados a apoyar a los independentistas que los españoles llamaron mambises.

Se recuerda con ahínco la espera por la zona del arribo del Mary Lowell, una embarcación que debió llegar a principios de 1869. Es verdad que la expedición jamás llegó pero los jefes militares cubanos concentraron las tropas mambisas de Tacajó, Bijarú y la península de Ramón.

Quien sí llegó por el estero de Canalito, en la propia península de Ramón, el 11 de mayo de 1869 fue la importante expedición del Perrit.

Para referirse a la llegada de una expedición que les traía armas, municiones, medicamentos y hombres los independentistas cubanos decían: "Parió Catana". Leer: Visión mambisa de las expediciones.

Para referirse a que había desembarcado una expedición los mambises cubanos decían: "Parió Catana". Leer más sobre expediciones a Cuba durante la guerra de independencia.

Cuando culmina la Guerra Grande de los Diez Años (en 1878) se realizaron esfuerzos para colonizar las deshabitadas tierras de la región Banes – Nipe. (Era esta el segundo intento, el primero fue un fracaso).

Se circunscribió el plan de colonización a los terrenos meridionales de la Bahía de Nipe, que desde años antes de la guerra habían sido consolidados en un gran latifundio que era propiedad del marqués de Esteva de las Delicias. El marqués traspasó los dichos terrenos a su cuñado Antonio González Estéfani (quien llegó a ser el III Marqués de Esteva de las Delicias). El nuevo dueño en combinación con otro individuo llamado León Crespo, se propuso fomentar la explotación de sus propiedades, para lo cual preparó un vasto plan de colonización.

La elaboración del proyecto fue encomendado a Esteva de las Delicias. Una vez terminado fueron impresas las bases del proyecto y se difundieron ampliamente en la prensa cubana de la época, es ese el documento que se conoce como INDICACIONES SOBRE EL PLAN DE EXPLOTACION QUE LLEVARÁ A CABO LA SOCIEDAD AGRICOLA INDUSTRIAL DE LOS TERRENOS DE NIPE EN SUS PROPIEDADES.


La primera recomendación del marqués a la Sociedad Agrícola Anónima para el trabajo en los terrenos de Nipe fue la colonización de la región con familias blancas, como fórmula para conseguir la fuerza de trabajo indispensable para poner en explotación los terrenos. A quienes aceptaran los colonizadores entregarían gratuitamente tierras para que se trasladaran con sus familias a la región, corriendo a cuenta de la Sociedad Anónima los gastos de transporte. Posteriormente, cuando el campesino llegara a Nipe, según dice la letra del proyecto, se le entregaría una escritura que lo acreditaría como poseedor de media caballería de tierra. Asimismo la Sociedad se comprometía a entregar a los colonizadores los materiales para la construcción de viviendas, así como una yunta de bueyes con los aperos y herramientas que necesitara. Los colonos adquirían la obligación de entregar a la Sociedad Anónima, un pago anual de $ 10.00 por el terreno, y por el dinero anticipado un 6 % anual.

La Sociedad, era el plan, crearía un gran centro fabril, almacenes, escuelas e instalaría un ferrocarril que iría de Juan Vicente a Mayarí con ramal a Platanillo. Pero además de lo anterior o mejor, por encima de lo anteriormente narrado, el centro del proyecto de construcciones lo era un gran ingenio azucarero que, según el plan, tendría características desconocidas en Cuba, ya que trabajaría sin esclavos.

Finalmente el proyecto concluía asegurando que los terrenos se valorizarían enormemente debido a la apertura del Canal de Panamá y que gracias a todas las ventajas ofrecidas. Por lo tanto la Sociedad estaba segura de que lograría llevar a la región un mínimo de 7000 personas.

La Sociedad Anónima -que llegó a estar presidida por el general Serrano, Marqués de la Torre– fracasó en sus quiméricos proyectos, al parecer por falta de dineros. Entonces, porque no se rendían, los autores entraron en relaciones con el Banco Romano de París, para un nuevo financiamiento.


Esta situación permitió que en Francia estructuraran una nueva compañía colonizadora para los terrenos de Nipe, la cual llegó a emitir acciones para levantar un central azucarero que se denominaría París y que se enclavaría cerca del actual poblado de Santa Isabel de Nipe. Todo parece indicar que la nueva empresa llegó a realizar algunas construcciones, pero el reinicio, en 1895, de la Guerra de Independencia, dio también al traste con estos nuevos proyectos.

29 de septiembre de 2011

LA UNITED FRUIT Co. EN CUBA



Fachada de la entrada del viejo edificio United Fruit en la avenida St. Charles, Nueva Orleans, Luisiana, EEUU

Para leer sobre la United Fruit Co. en Wikipedia haga click aquí

Las actividades de la United Fruit en Cuba representaron hasta cierto punto una anomalía dentro de las líneas operativas de esa empresa, puesto que en la mayor isla antillana fue el azúcar, y no el banano, el centro de su interés.

Asimismo producir azúcar en Cuba con la experiencia acumulada en la gestión de las plantaciones y el comercio bananero, otorgó también un perfil distintivo a la United entre las compañías azucareras norteamericanas que actuaban en Cuba. Cómo organizó la División Cuba de la United la esfera laboral la hace diferente a todos los otros monopolios que actuaban en la Isla.


La apuesta cubana de la United Fruit

Mucho antes de la llegada de la UFCo. a los territorios que rodean a las bahías de Banes y Nipe, al noreste de la isla, era el marqués de Esteva de las Delicias el dueño de un extensísimo latifundio de 70 000 has.-conocido como “Terrenos de Nipe”.



Este marqués se habían propuesto instalar una gran fábrica de azúcar en sus propiedades prácticamente despobladas. Pero, pese a haber conseguido el respaldo financiero de un banco parisino, el proyecto azucarero de Nipe en el siglo XIX no llegó a fructificar. La zona continuó mal viviendo su lánguida existencia, al margen de la dinámica económica que en 1893 permitió a Cuba producir más de un millón de toneladas de azúcar.

Leer además genealogía del marquesado de Esteva de las Delicias en GRANDES DE ESPAÑA
o en WIKIPEDIA

Mejor suerte que las tierras del marqués tuvieron otras aledañas en las que comenzaron a fomentarse plantaciones de banano.

Gracias a los avances registrados en materia de navegación y almacenaje, así como al cultivo de una variedad más productiva –Gros Michel-, el consumo bananero había crecido rápidamente en los Estados Unidos, mercado que en los años finales del siglo XIX importaba ya unos 17 millones de racimos.

Para satisfacer tan pujante demanda, en distintos países del Caribe se desarrollaron extensas plantaciones, a menudo estimuladas –o directamente promovidas- por empresas comerciales y navieras que operaban en los principales puertos del Atlántico norteamericano.

Con una exportación que -en 1892- superaba los siete millones de racimos, Cuba figuraba entre los mayores productores bananeros del momento. En la gran Antilla este cultivo era muy antiguo, pero fue en la década de 1870 cuando llegó a alcanzar una verdadera escala comercial, principalmente en la zona de Baracoa. Precisamente fue desde esa localidad desde donde los comerciantes y empresarios se encargaron de propagar la producción de bananos por las llanuras y valles de la costa norte de la provincia oriental (hoy territorios de la Provincia de Holguín).

Hacia 1887, una familia de comerciantes fruteros radicada en Baracoa, los Dumois, se asoció con algunos terratenientes de la zona de Banes para fomentar una extensa plantación.

Mediante la adquisición de tierras o el establecimiento de contratos de cultivo con campesinos del área, los Dumois consiguieron controlar más de 8 000 hectáreas de platanales y en 1895, valiéndose de tres empresas –todas ellas acreditadas en New York-, exportaban hacia Estados Unidos casi dos millones de racimos de banano.

Más, el estallido en ese propio 1895 de la guerra de Independencia en Cuba constituyó toda una catástrofe para los empresarios bananeros, cuyas propiedades y plantaciones en Banes fueron destruidas por las fuerzas del Ejército Libertador cubano.

Con sus negocios en suspenso y acuciados por algunas deudas, en 1897 los Dumois optaron por traspasar un importante número de acciones de sus empresas a la Boston Fruit Company, una gran entidad bananera estadounidense con la cual mantenían viejos nexos mercantiles.

Se sabe que en 1899 la compañía frutera bostoniana fusionó sus intereses con los de Minor C. Keith, otro empresario del giro, para crear la United Fruit Company. Entre los activos de la joven UFCo se incluían tierras cubanas y dos de los hermanos Dumois -Hipólito y Simón- figuraban en su directiva.


Pocos meses antes del nacimiento de la United, en Cuba había concluido el conflicto independentista con la intervención de los Estados Unidos. La Isla fue ocupada por el ejército norteamericano.


Andrew W. Preston (1894)
 Gerente General de United Fruit Co.
 La circunstancia no podía resultar más favorable para la United Fruit: sus propiedades en la isla gozaban ahora de la garantía representada por las autoridades militares estadounidenses. Y cuando surge la República de Cuba bajo el tutelaje de los EE.UU la seguridad de la Compañía se proyecta al futuro.

Apenas firmado en París un documento que acordaba la retirada de España después de 400 años de coloniaje los Dumois, que se habían ido a los EE.UU huyendo de la guerra, regresaron a Banes, pero ahora no eran los empresarios independientes que los vecinos habían conocido, sino que volvieron como funcionarios de la United, con las tareas de administrar –y acrecentar- las ya extensas propiedades territoriales de la compañía en aquella zona.

Aunque la empresa reanudó sus negocios bananeros rehabilitando algunas viejas plantaciones de los Dumois, el interés de la compañía, y en particular de su presidente Andrew Preston, se desplazó hacia el azúcar, producto para el cual avizoraba un futuro promisorio en tierras banenses.

Por exceder el marco tradicional de operaciones de la United (el banano), la decisión del azúcar fue calificada por algunos como “la locura cubana de Preston”. No obstante Preston siguió pensando en la caña y casi de inmediato comenzó a concretar su nuevo plan con la colaboración de Hugh Kelly, un avezado promotor azucarero que desde años atrás explotaba ingenios en Cuba y Santo Domingo.

Las oficinas de Kelly en New York se encargaron de realizar las compras de equipo y brindar el asesoramiento necesario para la instalación de un central azucarero, el Boston, en Macabí: punto costero enclavado en el mismo centro de las propiedades de la United Fruit en Banes.

Con el nuevo rumbo empresarial de la Compañía, Hipólito Dumois cesó en su condición de manager de la UFCo. en Cuba –y también desapareció de su directiva-, pero continuó actuando como un estrecho colaborador de la empresa. Hipólito era especialmente útil para lo que la United consideraba su objetivo inmediato: la expansión de sus propiedades agrarias.

Pretensión que se veía favorecida por el confuso régimen de tenencia territorial característico de las regiones orientales de Cuba: las llamadas “haciendas comuneras”, vestigios de la organización agraria inicial de la isla implantada por los conceptos feudales españoles.

Las haciendas comuneras se habían mantenido indivisas a lo largo de siglos, aunque en la práctica su explotación las fue fragmentando de manera harto imprecisa, mediante los llamados “pesos de posesión”.

“Pesos de posesión” significaban una especie de unidad de cuenta que -en cantidades variables- representaba el equivalente aproximado en tierras de una porción del valor de la hacienda. De hecho, las propiedades de la United en Banes no eran más que determinadas cantidades de pesos de posesión en cada una de las seis haciendas de la zona.

Esta anteriormente señalada situación resultaba un evidente obstáculo al traspaso de las tierras en calidad de mercancía y, por ende, un obstáculo para el desarrollo capitalista de la agricultura. Para superar aquel escollo el gobierno interventor norteamericano puso en vigor a principios de 1902 la Orden Militar No. 62, que establecía el procedimiento para la demolición de las haciendas en los términos más favorables a las voraces compañías norteamericanas que estaban invirtiendo en las provincias del este del país.

Con la asesoría de Dumois y los servicios de habilidosos abogados, la United se las ingenió para hacer valer sus pesos de posesión –fuesen estos legítimos o falseados- y descalificar a los de decenas de indefensos campesinos, apropiándose de la mayor parte de las haciendas de Banes, hasta integrar esas tierras en un enorme latifundio de más de 30 000 hectáreas. Pero todavía mayor sería la tajada territorial conseguida por Don Hipólito para la United en la zona de Nipe.

Conocedor de que sobre el extenso latifundio de los “Terrenos de Nipe” pesaba una amenaza de remate judicial como resultado de las deudas contraídas por sus propietarios con el Banco Romano de París, el habilidoso empresario se las ingenió para adquirir, mediante una maniobra de sabor fraudulento, las 75.000 hectáreas de esa inmensa propiedad por la ridícula suma de 189.370 dólares.

Al año siguiente –y por una cifra casi idéntica- Dumois “traspasaba” esas tierras a los señores Preston y Keith, principales cabezas de la United.

Inaugurado en 1901, el central Boston demostró casi inmediatamente que era una inversión acertada: apenas un par de años después y ya producía casi 20.000 tns. de azúcar y, lo mejor: sus perspectivas se tornaban todavía más halagüeñas, pues tras la firma el tratado de Reciprocidad Comercial entre Cuba y EE.UU. en 1903 el precio del dulce comenzó a experimentar un sostenido ascenso.


Alentado por la favorable coyuntura, Preston consideró oportuno fomentar otro central azucarero. Para ello procedió a segregar unas 50.000 has. de los antiguos Terrenos de Nipe.

Como la operación implicaba ciertos riesgos, el proyecto no fue asumido directamente por la UFCo., sino que se constituyó una nueva empresa, la Nipe Bay Company que, con la garantía de las tierras traspasadas por Preston y Keith, lanzó valores al mercado por algo más de $ 5.000.000.

Dichos fondos financiarían la construcción de un nuevo central, el Preston, y el fomento de plantaciones cañeras aún más extensas que las de Banes.

Cuando en 1907 la nueva fábrica entró en operación, la United “compró” la mayor parte del stock de acciones de la Nipe Bay. La Nipe Bay murió completamente absorbida por la UFCo. en 1923. Para esa fecha sus propiedades se valoraban en algo más de 12 millones de dólares.

Tras la absorción de la Nipe, las propiedades cubanas de la United quedaron organizadas en dos divisiones, “Banes” y “Preston” con un total de 105.000 hectáreas: la mayor propiedad territorial que -de manera concentrada- poseyese una compañía azucarera norteamericana en Cuba. (No era la UFSCo. la Compañía norteamericana con mayor cantidad de centrales azucareros en Cuba, pero sí eran sus dos centrales los más grandes productores de dulce).

Discurso pronunciado por el Presidente de la República de Cuba Fidel Castro Ruz, en la Tribuna Abierta de la Revolución en acto de protesta y repudio contra el bloqueo, las amenazas, las calumnias y las mentiras del presidente Bush, en la Plaza Mayor General "Calixto García" de Holguín, el 1ro de junio del 2002.




LA HORA TERCIA DE PEDRO ORTIZ DOMINGUEZ, expresión de la holguineridad desde un remoto suceso fundacional



LA HORA TERCIA.

Pedro Ortiz Domínguez
En enero de 1987, el jurado de cuento del concurso literario Premio de la Ciudad, integrado por el Premio Nacional de Literatura Abelardo Estorino y los escritores Abilio Estévez y José Lorenzo Fuentes, acordaron por unanimidad otorgar el máximo galardón a la obra, La Hora Tercia, del autor holguinero, Pedro Ortiz Domínguez.

En el Acta de Premiación de este certamen, de la ciudad de Holguín, el jurado fundamenta su decisión exponiendo que:

“A partir de circunstancias concretas de la historia de Holguín, que tocan aspectos fundamentales de nuestra nacionalidad, el autor desarrolla una fabulación que mantiene, a lo largo del libro, innegable unidad estilística y temática, con no escasos aciertos en el manejo del lenguaje y en la creación de situaciones y personajes” (1).
En la obra premiada aparecen tres narraciones: La Hora Tercia, que da título al libro, Míster Turnbull en Gibara y Pasen, muchachos, mis audaces. Los tres cuentos se desarrollan en la zona holguinera durante la etapa colonial.

Cualquiera de los tres serviría para demostrar el apego de este escritor a su región natal, pero escogimos La Hora Tercia, por la recreación que hace de un hecho de singular importancia histórica holguinera. El protagonista de esta narración es un personaje real, se trata de Juan Nepomuceno.

¿Qué dice la Historia holguinera sobre los hechos en que se ve envuelto este hombre?

En el libro Contribución a la Historia Colonial de Holguín 1752 – 1823, el historiador holguinero José Novoa Betancourt narra, las ramificaciones que tuvo la conspiración de Aponte en diferentes puntos de la Isla, incluyendo a Holguín. Valiéndose de documentos de la época Novoa Betancourt va revelando los hilos conspirativos del grupo abolicionista holguinero así como el clima de sospecha y terror de las autoridades locales al ver cómo en Puerto Príncipe y Bayamo tuvieron que enfrentar con duras medidas los intentos de levantamientos.

“A todas estas, el ambiente en Holguín era de plena histeria, aspecto que debieron tener muy en cuenta los conspiradores. Una muestra es una carta del 20 de febrero de 1812 del Teniente Gobernador al Gobernador; allí él refirió como:

(…) los procedimientos de las Villas de Puerto Príncipe y Bayamo contra los negros de aquellas Jurisdicciones, ha sido un recuerdo que ha consternado los ánimos de estos habitantes en términos que los gritos de un loco en el sermón (…) alarmó el pueblo con alguna confusión, que me costó trabajo serenar (1) ”

El Cabildo holguinero, sospechoso de que los negros de acá pudiesen estar involucrados, como realmente lo estaban, decidió tomar extremas medidas, pero:

“Estas medidas tampoco amilanaron a los complotados y estos acordaron realizar el levantamiento de todas maneras en la noche del 14 de marzo o al día siguiente. Pero la traición se impuso: el 11 de marzo, tres días antes, hacia las ocho de la mañana una esclava denunció la trama y comenzaron las represiones.(2)”

Este capítulo de la historia holguinera se cierra trágicamente y así lo concluye José Novoa en su libro:

“Producto de la investigación realizada sobre la conspiración se libró mandato de prisión contra más de cincuenta personas indicadas fundamentalmente como cómplices. Se detectó como jefe de la conspiración al esclavo congo Juan Nepomuceno y a sus colaboradores más cercanos, en los negros Federico, Mateo, Antonio, Miguel y Manuel, de los que no sabemos su estamento aunque suponemos serían esclavos.

El 3 de abril de 1812, al amanecer, en la Plaza de Armas de Holguín, actual parque Calixto García, fue ahorcado dentro de muy aparatosas medidas de seguridad el líder conspirador, mientras se castigaba brutal y simultáneamente a sus cinco más próximos colaboradores, condenados a cadena perpetua, sentencia a cumplir en el Presidio de San Agustín de la Florida.

"Cuando en la noche del 3 de abril los restos mortales de Juan Nepomuceno fueron sepultados en la Parroquia, quedó en la tierra/ holguinera la simiente del primer mártir local en la lucha contra el colonialismo y por las libertades del hombre. (2)”

Parque Calixto García, antigua Plaza de Armas (Foto tomada en 1920)


Es todo lo que hasta ahora ha llegado a nosotros, pero gracias al ingenio y la imaginación del fallecido escritor, ensayista y periodista holguinero, Pedro Ortiz Domínguez la historia ha podido ser recreada literariamente.

El cuento La Hora Tercia recrea las últimas horas de vida de Juan Nepomuceno, desde las 5.00 a.m. hasta aproximadamente las 9.00 a.m. del día 3 de abril del año 1812 en que es ahorcado en la Plaza Mayor de Holguín. Los dos personajes principales son el negro insurrecto y el anciano sacerdote Cayetano Basulto Fonseca quien religiosamente lo asiste en esas horas finales. (A propósito, el título de este cuento alude a las llamadas horas canónicas que durante la edad media se usaban como división del tiempo en los monasterios para identificar los momentos de los rezos, de ahí que, el padre Cayetano va precisando el tiempo de vida del condenado a muerte desde las horas Laudes (5:00 a.m.), Prima (6:00 a.m.), hasta la hora Tercia (9:00 a.m.) en que es ahorcado Nepomuceno).

El cuento, aunque en apariencia es lineal, consta de cambios temporales, para poder rememorar recuerdos del pasado de ambos personajes, pero con mayor énfasis en momentos de la vida de este esclavo. El sacerdote, claro está, responde a los intereses de la metrópoli pero siente cierta simpatía y conmiseración hacia el esclavo insurrecto:

-“-Juan Nepomuceno.

-Diga, padre respondieron con voz cansada desde el piso de ladrillos.

- Son cerca de las cinco. Pronto será de día.

-¿Por qué se ha pasado usted toda la noche conmigo?

-Porque soy hombre de iglesia y eres el primer condenado a muerte en los ciento setenta años que tiene de establecido el pueblo. Es mi deber: para darte el pan de la doctrina y confortarte. Ve preparándote. Cuando salga el Teniente Gobernador de su casa empezarán tus minutos finales. ( …) (2).”

Por la narración descubre el lector las terribles torturas a que fue sometido Juan Nepomuceno y algunos de los negros que conspiraban junto a él. La crueldad de la esclavitud es denunciada por este esclavo en su conversación con el sacerdote.

“-¿Por qué lo hiciste, Juanchito?

- Quiero ser libre, y también por ellos, los que mueren en el campo.

- ¿Los matan a golpes?

-No es el látigo ni el hambre lo que los acaba tan rápido en los trapiches y cañaverales, señor. El fuete y el poco comer no matan así. Es que nunca los dejan dormir. Están ahí, sin parar, cortando caña o pegados a las pailas de meladura hirviente, revolviendo la miel hasta que cuaja, asándose como puercos. Los alambiqueros, cuando pueden, para que se olviden del cansancio, le dan su jigüera de aguardiente escondidos de los mayorales. La malafia los ajuma y a veces caen en las calderas donde se cocinan.

-Sí, trabajan como ordenó el Rey, que Dios guarde: desde el amanecer hasta el anochecer. ¿Y que más, muchacho?

-Y también para que se termine el cambalache con negros. Los traen apilados como chivosa en carreta. Vienen entongados en alijos, como dicen el amo y sus apegados por Gibara. El amo me llevaba y los vi. Los bajaban del barco y/ los llevaban en botes hasta el desembarcadero del río, muertos de hambre y cansancio por el tiempo del viaje y el amontonamiento; apestosos a meao; llenos de mierda propia y ajena hasta las pasas; con las piernas y los pies hinchados, y ciegos por el sol. ”

A través de la ficción literaria, Pedro Ortiz logra ofrecernos una imagen de la reunión del Cabildo holguinero en el que se da a conocer la conspiración liderada por Juan Nepomuceno:

“Don Francisco de Zayas, Teniente Gobernador de Holguín, y don Ramón Armiñán, jefe militar de la plaza, citaron a sesión extraordinaria del Cabildo. Estaba presente la corporación completa: los alcaldes mayores y de policía, los regidores con sus varas, el Síndico Procurador General, el Alcalde Mayor de la Santa Hermandad, el Alguacil Mayor, el Escribano Público y el Alférez Mayor. Los funcionarios presentían que era algo importante, pero se horrorizaron con la revelación.

-¡Señores se ha descubierto una conspiración de negros en el país! - anunció don Francisco.

-Sí- recalcó el jefe militar-Recibí una comunicación del Capitán General, su excelencia el Marqués de Someruelos, donde informaba que él mismo, ante la gravedad de la situación ordenó prender el diecinueve de marzo pasado al caudillo de la conjura, un negro apellidado Aponte, y sus principales secuaces. Habían extendido la confabulación a toda la isla. ¡Hasta aquí mismo, señores! Y el jefe de los sediciosos es nada menos que el esclavo Juan Nepomuceno, de la dotación de nuestro Teniente Gobernador. (3)”

Resulta, además, interesante observar cómo este escritor reconstruye la vida del Holguín de entonces, sus calles, casas, costumbres, etc., tanto a través de la mirada del esclavo como de la del propio sacerdote:

“Miró hacia la iglesia. En la reconstrucción lo había puesto a trabajar su amo. La nave central, de cinco varas de alto, con horcones de júcaro que él había ayudado a cortar por los montes del río Matamoros, y dos más en los laterales de tres y media, las tres con anchas paredes de embarrado y el techo de tejas. Cuatro campanas medianas colgaban de una armadura de palo fuerte y jiquí, bajo una puntiaguda cubierta de cuatro aguas terminada en una fina cruz.

Dos cuadras más allá estaba la casa del Teniente Gobernador, su dueño, sólida, también de embarrado y tejas, con la fachada encalada, de blancura enceguecedora en los días de sol inaguantable, con una cenefa añil de vara y media de ancho, y franjas del mismo color alrededor de la puerta principal y las dos ventanas del frente. (…) (3)”

“Era apacible la vida en el pueblo antes de ese alboroto, recordó don Cayetano. Transcurría entre fiestas por los nacimientos de los hijos de los soberanos, del Gobernador de Cuba y del Teniente Gobernador de la Villa; sus cumpleaños y casamientos: los días de los santos patronos San Isidoro, la Virgen del Rosario y el batallador San Miguel. Romerías de la Loma de la Cruz el tres de mayo y paseos a caballo por el Llano. (…)(3)”

“Juan miraba hacia adelante, al final de la calle San Miguel, cerrándola como una enorme res en descanso, la Loma de la Cruz. Vio el trillo sinuoso por el que escalaban en romerías de devoción los peregrinos que iban a pagar promesas, a encender agradecidas velas a los santos de su inclinación, y hacer nuevas rogativas alrededor de la gran cruz, visible desde el pueblo, colocada en un limpio de la cima. Desde la cumbre, en los días claros, se distinguía el mar de la bahía gibareña, envuelto en una bruma azul que lo hermanaba con el cielo. (…)(3)”

“Más allá de la calle Santiago, en Santa Cecilia, a tres cuadras de la iglesia, los negros y mulatos, libres y esclavos autorizados, fabricaban sus casas de embarrado o yaguas y techos de yarey. Después del Marañón estaban los tejares y las finquitas de estancieros negros, quienes veían silenciosos cómo algunos blancos les arrebataban en carretones los ladrillos que terminaban de quemar, llenaban los serones de las bestias con sus animales y cosechas. (…)(3)”

“Llegaron a la esquina del paseo de San Pedro, a la Plaza de Armas que se extendía hasta la avenida del Rosario, una vez y media más larga que ancha, buena, de acuerdo con el dictamen de su señor, para celebrar las fiestas de a caballo y las paradas militares, con las casas de portales a la calle para que en ellos, protegidos del sol o de la lluvia, pudieran hacer sus compraventas los tratantes. (…)(3)”

El final del cuento recoge los momentos del ahorcamiento en la Plaza de Armas de Juan Nepomuceno y es verdaderamente patético ese hecho: “En el silencio de páramo la trampa se abrió con estruendo de disparo y Juan cayó al vacío, haciendo restallar la soga (…)(3)”

En ste cuento el autor, apoyándose en hechos de nuestra historia local le confiere a la memoria histórica una dimensión, que quizás la historia, propiamente, no puede lograr: ahora sentimos la vida de los hechos, hechos que, siente el lector, ocurrieron a seres humanos. Tal contribución de Ortiz apuntala los sentimientos de identidad holguinera o la holguineridad como algunos ya van diciendo. Holguineridad que se objetiva en el espíritu irredento que vino a tomar cuerpo en el negro Juan Nepomuceno. Y asimismo el cuento nos permite conocer cuáles eran las fiestas y costumbres de la época, el nombre que tenían, por entonces, aquellas polvorientas calles limitadas por las casas de embarrado, incluso caminarlas y subir a lo alto de la Loma de la Cruz, para desde el cielo, contemplar aquella pequeña villa situada entre los ríos Jigüe y Marañón.

Bibliografía

Lorenzo Fuentes, José: Acta de Premiación del jurado del Premio de la Ciudad. 1987.

Novoa Betancourt, José: Contribución a la historia colonial de Holguín 1752-1823. Ediciones Holguín, 2001.

Ortiz Domínguez, Pedro: La Hora Tercia. Dirección Municipal de Cultura, Holguín, 1987.


Notas:
(1) José Novoa Betancourt: Contribución a la historia colonial de Holguín 1752-1823, p. 114.

(2)Ibídem, p. 18/19.



24 de septiembre de 2011

Celestino antes del alba - Reinaldo Arenas (Prólogo)


Las múltiples ediciones piratas de esta novela y las numerosas erratas y distorsiones sufridas por su texto han motivado al autor a hacer una versión definitiva de ella. Ésta es, pues, la primera edición corregida, revisada y autorizada por el propio autor.* Celestino antes del alba obtuvo en 1965 en La Habana la primera mención en el concurso nacional de novela ante un jurado encabezado por Alejo Carpentier. La edición cubana se agotó en una semana, pero nunca más fue autorizada allí una nueva publicación. La novela es una defensa de la libertad y de la imaginación en un mundo conminado por la barba¬rie, la persecución y la ignorancia.

Celestino antes del alba inicia el ciclo de una pentagonía que comienza con la infancia del poeta narrador en un medio primitivo y ahistórico; continúa con la adoles¬cencia del personaje durante la dictadura batistiana y precastrista -El palacio de las blanquísimas mofetas-; sigue con su obra central, Otra vez el mar, que abarca todo el pro¬ceso revolucionario cubano desde 1958 hasta 1970, la estalinización del mismo y el fin de una esperanza crea¬dora; prosigue con El color del verano, novela que termina en 1999, en medio de un carnaval alucinante y multitu¬dinario en que la juventud toma numerosas embajadas y la misma Isla, desasida de su plataforma, parte hacia lo desconocido. La novela revela las peripecias de un dicta¬dor enloquecido y la vida subterránea de la juventud cu¬bana; una juventud desgarrada, erotizada y rebelde. La pentagonía culmina con El asalto, suerte de árida fábula sobre el futuro de la humanidad, tal vez el libro más cruel escrito en este siglo. En todo este ciclo furioso, mo-numental y único, narrado por un autor-testigo, aunque el protagonista perece en cada obra, vuelve a renacer en la siguiente con distinto nombre pero con igual objetivo y rebeldía: cantar el horror y la vida de la gente. Perma¬nece así en medio de una época convulsionada y terrible, como tabla de salvación y esperanza, la intransigencia del hombre -creador, poeta, rebelde- contra todos los pos¬tulados represivos que intentan fulminarlo. Aunque el poeta perezca, el testimonio de la escritura que deja es testimonio de su triunfo ante la represión y el crimen. Triunfo que ennoblece y a la vez es patrimonio del género humano.

R.A., 1982
*Se refiere a la edición de la Editorial Argos Vergara, Barcelona, 1982, publicada con el título de Cantando en el pozo.




Celestino antes del alba - Reinaldo Arenas (VII)


CORO DE BRUJAS: «En el Palacio de Cristal, los crisantemos florecen para las hadas y los duendes y el poe¬ta percibe claramente las flores, parecidas a copas de ágata».

TODOS LOS DUENDES (mientras desaparecen por las cana¬les del comedor): ¡Ágata! ¡Ágata! ¡Ágata!

(Cruzan las tías con una mano en alto, y al compás de una marcha militar que no debe escucharse. Marchan con paso firme, pero irreal.)

VOCES DEL CORO DE PRIMOS MUERTOS (desde fuera): Ahí viene Celestino con un jubo muerto entre las manos.

VOCES DEL CORO DE TÍAS (desde fuera): El jubo se está tragando a Celestino como si fuera una rana.

(Se oye el rumor de las risas y los cantos.)

VOZ DE LA MADRE (fuera): ¡Maldito! ¡Otra vez te has caído en mitad del camino, y vienes con las latas vacías. ¡Mereces que te estrelle!...

voz DEL ABUELO (fuera): ¡Es bobo! ¡Es bobo! Y lo único que sabe hacer es pasarse el día garabateando las matas y poniendo asquerosidades.

(De nuevo las risas y los cantos.)

VOZ DE LA ABUELA (chillando desde fuera): ¡Corran! ¡Corran!, ¡que se ha tirado al pozo!

(Gran silencio. Luego un enorme vocerío de niños, y todo un escándalo de algarabías. Los primos del comedor, jugando a la marchicha. Tú irás confundido entre ellos, como uno más dentro

del coro de los muertos.) *«El ramo del poeta», inspirado en un poema, «El Palacio de cristal de la luna», de Mao Wensi, poeta de la dinastía rebelde de los Chou (Tsin Chou).

CORO DE BRUJAS (avanzando hasta la ventana. Mientras el coro de brujas habla, se oirán los gritos de la abuela: «Se ha ti¬rado al pozo», pero muy distantes, casi imperceptibles): «No me despertéis, si tengo la dicha de dormir a la hora en que los pájaros inician sus gorjeos.

Para mí todas las alboradas son pálidas bajo mi co¬bertor de seda verde.

Los rumores rasgan dolorosamente el silencio. Tanto peor para el visitante matutino que me espera en el salón.

Ni siquiera siento la curiosidad de saber cuántos ca¬pullos se han abierto en el ciruelo. Sin embargo, es pre¬ciso levantarme...

El humo de las chimeneas dibuja arabescos por en¬cima de los techos.

Me dedico a descifrar en el firmamento un mensaje de amor.

Muy pronto los dibujos se disipan.

Y ahora el cielo está implacablemente desnudo.

Sombrío, delante de la ventana, contemplo el patio donde el viento arremolina las hojas secas.

La primavera se demora, mas la yerba del pesar rever¬dece en todas las estaciones».*

(Los gritos de la abuela cesan. El coro de brujas se queda fijo junto a la ventana, mirando embelesado hacia el patio. Silencio. Luego se interrumpe, de pronto, la calma por un gran vocerío de muchachos a los cuales se les oye jugar, cantar, hacerse preguntas; correr por todas partes. Estamos en el campo y los muchachos se divierten. A intervalos se escucha el ruido sordo de un hachazo y el caer sonoro de un árbol, que retumba, estremeciendo a todo el monte, repercutiéndose en muchos ecos. Luego continúan las vo¬ces, las algarabías.) *Final del poema «La que yo amo», de Ts'in Koan.



He llegado corriendo hasta el mayal, con una botella de vino para esconderla entre las mayas y poder luego emborracharme tranquilo, sin que nadie me perturbe. ¡Es tan sabroso emborracharse y tirarse bocarriba sobre la tierra! No se sienten entonces ni los picotazos de las hor¬migas rabúas... Sí que me gusta emborracharme y por eso voy a tratar de esconder todas las botellas que pueda. Vol¬veré a la casa y traeré más vino para esconderlo entre los huecos del mayal.

He dado más de veinte viajes a la casa y en cada uno he traído vino de todas las clases, y hasta una botella de menta, que abuela había escondido para ella. Cuando se entere pondrá el grito en el cielo. Pero que se joda, to¬tal: que si no me la robo yo se la roba alguna de mis tías, porque ellas siempre están a la que se te cae y se roban todo lo que se les pone por delante, y cuando no se les pone también se lo roban. A la boda de mi madre, como ella es tan guanaja, y se deja abusar de los demás, ya casi la tienen desnuda, pues todos sus vestidos (que eran poquísimos) se los han robado, y ahora mi madre tiene que andar hacién¬dose faldas de saco, y tapándose el cuerpo con lo primero que encuentra. ¡Desgraciadas tías! Y como si eso fuera poco: no hacen más que estarme criticando y peleando. Ya estoy aburrido, y cualquier día cojo un poco de veneno y se lo echo a la comida, para que no se escape ni el gato. Sí, eso es lo que voy a hacer cualquier día, aunque tengo pri¬mero que ponerme de acuerdo con mi madre, para que ese día no vaya a probar la comida. ¡Ya verán que ni el gato va a quedar en esta casa!... Ya parece que mis tías se han dado cuenta de que faltan veinte botellas de vino, pues oigo un escándalo en la casa que da miedo. Parece que le han echado la culpa al pobre Celestino, pues le están dando una paliza que lo están matando. Desde aquí se oyen sus gritos. Sus gritos. Sus gritos.

Sus gritos.

Sus gritos.

Sus gritos.

-¡No le sigan pegando a Celestino, que fui yo el que me robé las botellas de vino!

Me persigue ahora un enjambre de gentes: todas mis tías, con palos y piedras, y la-vieja-maldita-de-abuela que para otra cosa siempre se está quejando y no puede hacer nada, pero que ahora corre detrás de mí como si fuera una muchacha. ¡Vieja maldita: aunque envenene a mi madre, yo te envenenaré a ti! Abuelo también viene, con el hacha en lo alto, y echando mil maldiciones. Tengo que ver de qué forma me escapo de estos condenados porque si me agarran, con la borrachera que tienen, me hacen añicos.

El hacha de abuelo pasó, echando chispas, cerca de mi cabeza. Ya llega la gente. Ya me tienen casi acorrala¬do. ¡Si pudiera alzar el vuelo! Pero da la casualidad que cuanto más lo necesito no lo puedo hacer, y por estos lu-gares no veo ni a una bruja siquiera. Tendré que arreglár¬melas como pueda.

Ya me cogen los brazos y tratan de hacerme peda¬zos. Una de las tías me da un golpe en la cabeza que re¬tumba. Y abuela, la muy condenada, me golpea con una estaca.

-¡No diré dónde están las botellas escondidas! ¡No voy a decir nada, así que si quieren pueden matarme!

-¡Desgraciado muchacho!

-¡Será posible que en esta casa no haya paz ni siquiera en este santo día! ¡Si lo que mereces es que te arranque la cabeza!, ¡condenado!

-¡Pégale a matarlo!

-¿¡Dónde escondiste las botellas!?

-¡No voy a decir nada!

Abuelo me zarandea y me entra a patadas. Pero yo es¬toy más tieso que una estaca y ni aunque me mate le diré nada. Abuelo, cansado de zarandearme, coge el hacha, y me dice:

-¡Ahora vas a decirme dónde escondiste las botellas, porque si no te abro la cabeza en dos mitades!

-¡Quítale el hacha a ese hombre, que está borracho!

-¡Se ha vuelto loco!

-¡El hacha!

Abuelo me lanza un hachazo, y el hacha pasa rozán¬dome una oreja, y se le clava a él en el dedo gordo del pie. Abuelo da un maullido que parece un caballo cuando lo están capando. Yo aprovecho y salgo corrien¬do, mientras abuela hace cruces en el aire, y dos brujas me levantan en vilo, y me esconden en el último rincón del mayal viejo... El grupo de lagartijas que había encima de las botellas sale corriendo al verme acompañado por las brujas. La fiesta de nosotros va a empezar ahora. Una de las brujas destapa la primera botella, y se empina. Yo no me quedo atrás y destapo la segunda. Y la tercera. Y la cuarta.

Y la quinta... cuatro lagartijas vestidas todas de blanco, según dicen, fueron a pegarse candela al otro lado del río.

Aserrín, aserrán,

los maderos de san Juan.

Los de Juan piden pan...

Cruzan las lagartijas, echando chispas y cantando a coro. Luego alzan el vuelo y se encaraman sobre la mata de higuillos, donde una noche, abuela, al ir al excusado, encontró al abuelo, muy tieso, y balanceándose de la soga que lo sujetaba por el cuello. «Qué destino tan triste», dijo abuela aquella noche, mientras se metía en el excusado, envuelta en una sábana. «De ese higuillo se ha ahorcado mi padre», dijo, «mi suegro, mi abuelo, yo, y ahora el viejo. ¡Qué destino tan triste! Mañana mismo cortaré el higuillo.»

Pero no lo cortó…

-Mamá ha descubierto el escondite y se me acerca, con los ojos bañados en lágrimas.

-Muchacho -dice-, dame las botellas de vino para lle¬varlas a la casa. No me mortifiques más. Estoy ya tan re¬condenada...

Así me habló mi madre, y al decir la palabra reconde¬nada su voz se puso más ronca que nunca, y pensé que se iba a quedar muda.

Mamá es ya una vieja. Una vieja que nunca ha po¬dido decir que es vieja, porque en la casa hay otras per¬sonas más viejas que ella.

Mi madre es siempre la que se queda en segundo lu¬gar en todo, la que tiene que esperar a que los demás se sirvan para servirse ella. La que duerme en el último cuarto, que está junto a la prensa de maíz llena de rato¬nes. Como no tiene ni casa ni marido, mi madre ha te¬nido que criar a todos mis primos y ha tenido que aten¬der en el parto a todas mis tías. Pero mis tías la tratan a patadas, y le dicen que ella es boba. Mis primos también la maltratan y le dicen «vieja caduca», y yo, algunas veces, también se lo digo. ¡Pobre mamá! El hombre que la dejó debió haberse muerto antes de hacerlo.

Le he dado todas las botellas de vino a mi madre. Tendré que dejar la borrachera para el año que viene... Le he dado todas las botellas de vino a mi madre, y, de pronto, me voy sintiendo contento. La veo ahora alejarse, y me digo: ¡ojalá no esté equivocado de nuevo! ¡Ojalá! sea esa mujer mi madre. Que no sean solamente ideas mías y mi verdadera madre esté esperándome en la casa, con una estaca en la mano. Pero no: yo nunca he inven¬tado a una persona que haya podido decir «recondenada en aquella forma tan única como mi madre lo ha dicho. Sí, no debo dudar: aunque fuese por unos segundos: he visto por primera vez a mi madre. Ahora no importa que la otra me caiga a estacazos.

Mi madre es la más joven de todas las mujeres.

Mi madre es tan joven que yo la llevo cargada a donde

quiera.

Mi madre es sabia.

Mi madre me hace un cuento diferente todas las noches.

Mi madre canta como nadie nunca ha cantado.

Mi madre es mi madre.

Mi madre sabe treparse a las palmas.

Mi madre nada por encima del agua.

Mi madre anoche me llevó a ver el sol.

Mi madre está limpiando la casa.

Mi madre está bailando en el techo.

Mi madre está cantando en el pozo.

Mi madre está maullando en la sala.

Mi madre está rifando un vestido.

Mi madre está pidiendo limosnas.

Mi madre está tocando a la puerta.

Mi madre está cerrando mis ojos.

Oigan a mi madre limpiando la casa.

Oigan a mi madre bailando en el techo.

Oigan a mi madre maullando en la sala.

Oigan a mi madre rifando un vestido.

Oigan a mi madre pidiendo limosnas.

Oigan a mi madre tocando a la puerta.

Oigan a mi madre cantando en el pozo.

Cantando en el pozo.

Cantando en el pozo.

Cantando en el pozo.

Oigan a mi madre cantando en el pozo.

Oigan a mi madre cerrando mis ojos.

Cerrando mis ojos.

Cerrando mis ojos.

Cerrando mis ojos.

Hoy ha hecho un día muy lindo. Desde muy temprano las cucarachas se asomaron a mi castillo, y me dijeron: «Salve», «Salve». Yo salí por la gran puerta, con los ojos ba¬ñados en lágrimas, y empecé a cantar. Las cucarachas se in¬clinaron respetuosas, y entonces me eché a reír... Me han tomado del brazo, y vamos caminando a lo largo de todo el potrero. ¡Qué de sol! ¡Qué claridad tan grande! Sin dar¬nos cuenta, casi nos derretimos. Y sin embargo, ¡qué fres¬cura! Es como si estuviéramos ya en las madrugadas de diciembre y de enero, ¡qué meses tan agradables y cortos!... Hemos caminado sin darnos cuenta, por sobre los grandes fangueros que hay más allá del río. Pero apenas si estamos enfangados. Las cucarachas me alzan y me bambolean, y yo digo: ¡qué gentiles!, ¡qué gentiles! Pero lo más curioso es que ellas tampoco se han ensuciado: relucen sus carapa¬chos al sol, como si fueran cáscaras de mamones, y, de vez en cuando, se ponen tan lindas, con sus muchas patas al aire, que yo las abrazo y les digo: «¡No me dejen! ¡No me dejen!»...; pero ellas nunca han pensado dejarme: «A todas partes te perseguiremos», me han dicho, y yo siento un es¬calofrío muy grande que poco a poco me va traspasando la boca del estómago, mientras sube y baja, sin quedarse quieto en ningún sitio. De un salto cruzamos el río y nos tendemos a descansar sobre una gran hoja de malanga de agua. Pero luego seguimos andando, porque ya horita será de noche, y entonces: ¿quién podrá impedir que nos des¬tripen de un solo pisotón?...

Las cucarachas me han abandonado. A mitad del ca¬mino me sueltan del brazo, y me dicen: «Nos has enga¬ñado: decías que eras de nosotros, y nos hemos enterado que eres eterno». «¿Eterno?...», pregunté yo, pero ya ellas habían desaparecido. «Eterno», dijeron unos totises que volaban muy altos. Yo también alcé el vuelo y traté de al¬canzarlos. Pero desaparecieron ante mis ojos. Y volví a la tierra.

Por primera vez me sentí más solo que nunca.

Si tú no existieras yo tendría que inventarte. Y te in¬vento. Y dejo ya de sentirme solo. Pero, de pronto, llegan los elefantes y los peces. Y me aprietan por el cuello, y me sacan la lengua. Y terminan por convencerme para que me haga eterno.

Entonces, debo volver a inventar. Hasta que por fin no quede ni un árbol en pie... Ya puedo dormir tran¬quilo, con mi gran hacha guardada debajo de los sobacos.

He vuelto de nuevo al patio. Acosado por miles de la¬gartijas de diferentes tamaños y muchas cabezas, que me empujan y me dan mordidas: no me ha quedado más re¬medio que llegarme hasta el patio. Pero he ahí que las la¬gartijas llegan hasta el pozo y, de un salto, lo traspasan, y siguen andando hasta darme alcance.

Y me alcanzan. Y me derrumban. Y poco a poco em¬piezan a despedazarme. ¡Celestino!

¡Celestino!

¡Celestino!

-Despierten, que Celestino se ha muerto...

Yo cogí y lo llevé al cementerio. Pero mis primos no quisieron que yo lo enterrara junto con ellos. Y tuve que comérmelo para que no se lo comieran las auras. Y por eso es que ellas ahora están tan bravas y se elevan muy alto entre las nubes, para coger impulso y, cayéndome a picotazos, sacarme a Celestino del estómago. Pero no lo van a conseguir: ya estoy muy cerca de la puerta. Con un poco más que me arrastre, llego a la casa.

-¡Madre mía! ¡Ábreme la puerta porque hay un aurero que me viene persiguiendo de cerca! ¡Abre! ¡Abre!

Mi madre ha abierto la puerta y se ha puesto en la en¬trada para impedirme el paso.

-¡Déjame pasar!

-No, todavía no puedes.

-Si no entro me han de comer las auras y las lagar¬tijas.

-Bien sabes que no es por ti por quien se elevan tan alto las auras, y que no es a ti a quien quieren comerse las lagartijas: tú eres eterno.

-¡No!

-Te lo digo yo, que también lo soy. Los dos padece¬mos esa desgracia, tan terrible como ninguna.

Mi madre ha tirado la puerta en mi cara y, sollo¬zando, ha entrado en la sala. Abuelo duerme, con el ha¬cha bajo la espalda, y abuela hace muchas muecas en el aire, sin atreverse a asomarse por las rendijas... Dicen que por las noches yo salgo y camino todavía hasta el pozo, y que me quedo quieto, mirando el fondo, y que una vez mi madre me agarró, ya cuando estaba subido en el brocal...

Llego hasta la mata de higuillos -la que todavía queda en pie- y me tropiezo con el duende.

-Al fin he comprendido lo que quieres -le digo-, pero ya nada puedo hacer por darte el anillo.

-No importa. De todos modos ya no lo necesito.

-¿Por qué?

-Alguien que tú conoces te lo ha robado y me lo ha dado antes de que tú supieras que lo tenías. Por eso he in¬sistido tanto en pedírtelo: he llegado a ti solamente para hacerte el bien. Para que razonaras y te dieras cuenta de las cosas que no ves y te ven. Que no presientes y te do¬minan. Y te aturden. Pero has sido necio: ahora estás condenado a la eternidad. Sólo me falta desearte pacien¬cia, tanta, como yo, que también soy de los eternos, no he tenido ni la tendré nunca.

-Pero, ¿por qué no me dijiste que me estabas ayu¬dando?

-Nunca me hiciste caso, y cada vez que me acercaba a ti, tú tratabas de imaginar que estabas soñando. ¡Tan in¬creíble te resulta que alguien que no se justifique pueda brindarte ayuda! ¿Es que solamente confías en lo que pal¬pan tus manos que en definitiva son más irreales que cualquiera de mis leyendas? Pero ya es tarde: aquí están las hojas. Si quieres te enseñaré el anillo. Míralo: es como cualquier otro. Sólo que éste era el tuyo y ahora no po¬drás volver a recuperarlo.

El duende ya se iba desvaneciendo sobre los últimos gajos del higuillo. Por unos momentos parpadeó el reflejo del anillo entre las hojas, y quise saber si alguna vez po¬dría volver a encontrarme con él.

-Ya que somos eternos -le dije-, dime tu nombre: así podré llamarte algún día, dentro de mil años, dentro de mil siglos, en cualquier tiempo y lugar que nos encon¬tremos.

-Mi nombre es Celestino -dijo.

Y se desvaneció rápido sobre el capullo más alto de la mata de higuillos.

Siete veces he vuelto a tocar a la puerta. Vengo ahora desnudo y debo de ser ya un viejo -tal vez horrible-. Mi madre ha salido a abrirme seguida de abuela y abuelo.

-¿Qué quieres? -pregunta mi madre.

-Esta noche deseo pasarla con ustedes -digo-: afuera llueve y, según parece, hay una tonga de rayos que quie¬ren caer sobre mi cabeza.

-Hoy no puedes -dijo mi madre, y yo vi cómo casi se le saltaban las lágrimas.

Abuela y abuelo sonrieron rápidos, y enseguida vol¬vieron a recuperar su figura de siempre.

-¿Y cuándo podré?

-¡Mañana! ¡Ven mañana! -Y yo sentí cómo la gar¬ganta se le iba estrujando-. ¡Ven mañana! -volvió a repe¬tir mi madre mientras abuelo trozaba el hacha en dos pe¬dazos y abuela miraba hacia el techo: buscando una rendija por donde salir huyendo-. ¡Mañana! -dijo de nuevo, y al fin se convirtió en una tatagua de río. De esas que solamente salen cuando ha llovido mucho y sigue lloviendo.

Afuera había una mata de higuillos. Dos o tres grillos que hacían «rirrr», «rirrr», «rirrr». Un grupo de brujas que conversaban sobre el techo de la casa. Y yo, que me tiré bocarriba sobre la tierra empapada, y, muy alegre, me puse a contar, de dos en dos, las diferentes nubes que cruzaban más abajo de mis ojos, y que de vez en cuando me hacían una señal complicadísima.

Luego pensé que mientras más rápido me durmiera más pronto llegaría el otro día. Y me quedé dormido. Y me quedé dormido.

Y me quedé dormido.

Y en sueños dicen que fui hasta el pozo y que me asomé por sobre el brocal. Y que allí me quedé, espe¬rando a que mi madre me agarrara -como la otra vez-momentos antes de caer al vacío.

Pero, según me acaba de decir ahora mi madre, esa noche no pudo llegar a tiempo. Aunque yo tengo mis sospechas y pienso que seguramente ella llegó demasiado temprano.



ULTIMO FINAL

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