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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

23 de octubre de 2010

TEXTOS INEDITOS DE Marilola DEDICADOS A ALFONSINA STORNI EN SU MUERTE



Monumento a Alfonsina Storni

Qué íbamos a imaginar
Alfonsina,
Esa muerte escogida por ti,
A tu talla
Premeditada,
Seleccionada
Entre toda clase de muertes
Rutinarias.
Fue muy bella la muerte
Que escogiste. Única.
Muerte inédita,
Que no es muerte
Pues el mar
Lecho eterno que escogiste
Te mantendrá despierta
Arrullada
Y seguirás soñando...
Hasta el final.

----

“Qué bien huiste, Alfonsina
pues el verso más brillante
que has escrito
estrenaste para hacerlo
la sal, el sol y la ola
y navegas con la brisa
con tu último amante ¡El Mar!.
¿Cuál de los que te amaron
te dio tanto sol,
tanta ola, tanta espuma,
tanto azul?.
¿Cuál te dio una caracola
donde navegas ahora,
libre de trapos, ¡desnuda!
para que te bese el sol.
 
---
 
“¡Oh, que muerte más bella
la de Alfonsina Storni!
¡y sus bodas con el mar
que ahora es su dueño!
Es la dueña
De todas las olas
De los acantilados
De gaviotas
Y brisas
De espuma
Y de sol.
Es la dueña absoluta
Del mar y la sal
Del pez
Y el caracol.
Hiciste bien, hermana,
En ti no cabía
La rutinaria postración
Y el llanto
Puesto que tú
Eres ola, flor
Y canto
(...)
Es una muerte
Que no es muerte
Pues mientras
Exista el mar –y será eterno-
Estarás junto a él
Como novia eterna.

20 de octubre de 2010

SELECCIÓN DE FRAGMENTOS DE CRITICA SOBRE LA ESCRITORA.



(Las fuentes referenciales de estos fragmentos de crítica sobre la escritora en algunos casos aparecen incompletos como resultado del mal estado de conservación de los documentos, donde, en muchos casos, han sido mutilados los datos principales).

"Mary Suárez, en efecto, acusa uno de los más simpáticos relieves de la vida literaria de aquella hermosa República, acaso porque la delicadeza de su espíritu envuelve una grata y perdurable personalidad. Es uno de los más emotivos ensueños de las letras. Honradamente exquisita, cada uno de sus minúsculos poemas constituyen un breviario de arte y belleza...”
El Universal. Caracas, Venezuela.

“Mujer y escritora de su época, Mary Suárez excita la curiosidad de nuestras almas por esa poética sensibilidad que explota la nostalgia. Esa continua presencia del hombre le inspira una serie de estampas amorosas”.
José Ramírez:
 “Mary Suárez o el cancionero espiritual de una bella mujer”
El Universal. Caracas, Venezuela, abril de 1935.

“Marilola X no acusa influencias de nadie. Dice lo siente y siente lo que dice. Canya su propio sentimiento como pudiera hacerlo, en su armoniosa lengua de misterio, un pájaro en la aurora...”
Alberto Bolio Ávila. México, 1934

“Marilola X es uno de los valores nuevos de la intelectualidad cubana. La prosa y el verso suyo son de una brevedad exquisita, de una fuerte expresión subjetiva. Sus inquietudes, sus anhelos están vaciados de moldes ferovorosos de ideal. Va ella por el camino ancho de la vida regando rimas nobles y aventando dulzuras en los vientos...”
Arístides R. Salazar. San Salvador.

“Poetisa fina, tersa, sugestiva, exquisita”
Fabio Fiallo.

“Marilola es una exquisita evocadora de perfumes y decires y quereres, que se complace en hacernos recordar caminos olvidados.
Su prosa elegante y sugestiva tiene la dulzura embriagadora de la miel (...) y la suave armonía de sus versos expresivos, pone en el fondo de las almas algo así como la emoción turbadora de una promesa de amor...”
Rafael Loyola

“Marilola X escribe de una manera individual, tan personal, que su estilo se escurre al modelado de las poetisas suramericanas. Nuestra poetisa oriental (...) es ella misma.”
María Payán Zubelet.

“Encuentro en el libro de Marilola X un humanismo que le nace del propio corazón. Un concepto tan alto de la sinceridad, que a veces llega a ser conmovedora y un decir tan suave en las cosas íntimas que sin sentirlo nos va llevando al país sin fronteras de la ensoñación”.
Enrique Puentes: “Un libro y una mujer”.

“(...) de poemas en prosa es un canto de optimismo, de vida, de libertad. Es música el corazón artista de esta culta escritora, que emite sus melodías al universo desde la montaña altiva de su pensamiento”.
Amelia Ceide.

“En su prosa descubre un alma romántica, que el dolor ha tocado con repercusiones de pesar y de tristeza; pero alma de juventud y de amor que sabe sentir muy hondo las inquietudes de la vida...”
Arturo A. Potts:
“Una escritora oriental: Marilola X”
La Habana, septiembre, 1932

“Las quejas no profanaron su vida porque al nacerles en su corazón se convirtieron en poemas: Tal ha sido el camino de esta poetisa...”
Arturo Doreste:
Prólogo a Cuando canta un corazón, 1936

“Alma sutil, gran temperamento, talento indiscutible. Esta es Marilola X, la escritora emotiva y sugerente que posee el divino don de crear belleza. En sus poemas ella canta a la vida, al amor y al dolor ¡muy dolientes!, porque ellos son brotes de un alma que sueña”.
Zoraida González Melo.

“He leído tu prosa lírica. Tienes personalidad poética y quiero llegar hasta ti con mi palabra amiga.
No sé quién eres tú, pero (...) tu tienes la esencia, lo absoluto y lo profundo (...) Tu lirismo tiene la sensibilidad exquisita, dulce y suave que las almas femeninas guardan siempre...”.
Salvador J. López.

“Fina sensibilidad y exponente más cálido de las almas que todavía creen y esperan de la Poesía. Marilola X canta a su voz maternal y todavía sueña los amaneceres con ella”.
Lalita Curbelo Barberán: “Marilola X. Poetisa y escritora”, en Norte. Holguín, 21 de agosto de 1958.

“Quizás fue la atrevida forma de decir, “artísticamente hablando”, la que la alejó de sus coterráneos. No eran comunes en el ambiente provinciano de su pueblo versos tan ardientes como los suyos”
María Elena Infante Miranda:
Los senderos de la luz, p. 58.

“Este fue su valioso aporte a la literatura cubana y por el cual tuvo que pagar en lugar de recibir, pues tanto su primer poemario como los que vendrían después y su única novela vieron la luz en ediciones costeadas y después vendidas ejemplar a ejemplar por la autora”.
Luis Caissés Sánchez:
“Una mujer que nunca perdió la ternura”,
en ¡Ahora!, Holguín, junio 4 de 1990.

“En el contexto de la época pienso que su obra fue valiente. Marilola golpeaba con sus poemas la realidad de la vida e incorporaba a la vida su poesía. Queda en nuestra literatura holguinera como una voz que dijo cosas que quería decir con sabor humano".
Lalita Curbelo Barberán:
Entrevista, 24 de junio de 1994

POR FAVOR, UN ASIENTO PARA UNA VIEJA... (Fragmentos de las memorias de la poeta)

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En el umbral de los ochenta años de un vivir agitado, fabricándome una existencia con aleación de poesía, inicio el traslado de estas estampas a un lugar firme: este libro.
No aspiro a que esta recopilación de recuerdos parezca una autobiografía (...) Han confundido mi intención sobre el título. Hay quien ha pensado en el asiento de una guagua ¿por qué no se remontan más allá de esto?
En esta libreta hay fragmentos de mi vida que serán trasladados a un libro. Cuando los releo me convenzo más de que mi vida ha sido iluminada por el enfoque de la poesía y la luz.
Soy (...) descendiente de un patriota que abonó este sueño con sangre y de una mambisa que fue madre, compañera, colaboradora de mi padre; formaron unos cimientos de acero a los cuales ha envejecido la lucha.
Nací en la guerra, aunque decían que ya había terminado, quedó en mi casa, grabada con sangre y fuego. Mi padre sufrió por diez años a consecuencia de las graves heridas (atendido por sus compañeros de batalla: Doctores Rodolfo Socarrás y Humberto Manduley).
Y cuando se reponía habiendo dejado en la senda patria cuatro costillas y su sangre irrumpo yo deshaciendo temores. Mi padre era joven y apuesto y a pesar de que mi hermano Rafael había llegado trece años antes que yo, mi presencia fue como un haz de esperanza en su corazón torturado por la lucha. Cuarenta días después de mi llegada dejé de escuchar su voz que se acercaba a mí con esperanza. Él dejaba la vida y me entregaba sus armas. ¡A seguir peleando!.
(...)
Cuando el yugo de un matrimonio prematuro me hostigó, rompí con él, en una época en que una mujer joven, con tres hijos, con mente y cuerpo sanos afrontaba un serio conflicto con la sociedad.
(...)
Se corrió como una epidemia de palabras absurdas y estúpidamente elaboradas por mentes reducidas a lo doméstico y turbio, que yo estaba “loca” por haberle dado vida a la tierra donde vivía el hermoso algarrobo (...) loca por extasiarme con la contemplación de las nubes (...) loca por cargar agua para regar clavelones proletarios o simples yerbas sin nombre, (...) loca porque sentaba a mis hijos todos los atardeceres a despedir el sol tras el cañaveral (...) Eso era la verdadera vida para mí. Y así lo declaré a todos. Les dije (...) que todo merecía respeto, tanto la hierba como el árbol, el pájaro (...) porque todo tenía vida y la vida merecía respeto y culto. Unos contestaron con un silencio seco, sin una frase, otros se mostraron taciturnos, hostiles, sordos y mudos, pero yo me quedé. No escapé cobardemente.
(...)
Siempre nos queda algo de nuestra infancia, muy prendido a nuestras convicciones, es algo que se aferra a nuestro sentir (...) Es algo nuestro, exclusivo, privado, que espolea nuestra sensibilidad y en ocasiones afluyen lágrimas furtivas al evocarlo.
(...)
hoy, con mis 83 años, sigo pensando igual. ¿Quién inventaría eso de brindar cestos, ramos, búcaros de rosas ante un acontecimiento? (...) ¡También las flores tienen sus derechos! Y no le encuentro ningún sentido a troncharlas hoy, en lozanía, y ver su cadáver al atardecer, mustias, corrugadas, marchitas. En un desolado llanto que no trasciende.
(...)
Sé que viví todo esto y que esto se forjó en mi mente y que a lo que viví, a lo que sufrí, a lo que disfruté, a lo artero y lo sumiso, a lo que no pude alcanzar y lo soñé como una realidad, debo mi Poesía, que es el caudal más preciado del ser humano. No tengo guardaespaldas para que protejan mi riqueza. Tengo el cielo y el mar como escoltas. Y voy sola, sola, sin miedo y sola, por anchuroso sendero de la vida.
(...)
Por favor, antes que el barquero me haga la señal de que espera por mí, brinda un asiento a una vieja cansada de andar, del mirar, del sufrir.
Por favor, un asiento para una vieja...
(...)
Yo quiero la paz universal. La imploro. Pido la paz. Por favor, un asiento para una vieja...
(...)

Holguín

Este pueblo de la región oriental en la parte norte de Cuba, llamado Holguín, protegido por una ronda de montañas, casi todo el año reverdecidas, con sus llantos y valles llenos de exuberante belleza, con sus iglesias, cuyas altas torres dan un toque magistral.
(...)
Del río Marañón queda un hilillo como el palpitar de un moribundo. Ya se pierde como un fino brochazo de agua brillante sobre las piedras pulidas, agotadas de su amor de siglos.
Recuerdo qué bello era y qué caudaloso corría, arrastrando matorrales, cuando crecía era imponente. ¡Qué espectáculo!.
Yo pienso que mientras quede ese hilillo de agua es que vive aún y que guarda en su débil murmullo el sueño poderoso de volver a ser lo que era.
(...)

El parto de un rosal

Hay muchas cosas bellas que fascinan nuestra imaginación. ¿Te has detenido ante un botón de rosa en el amanecer?
Yo sí. He presenciado ese parto maravilloso y me he detenido frente al rosal, callada y devota. Fija la mirada ante un botón henchido de belleza, iridiscente por el rocío que lo ha besado en la noche.
Primero se advierte un ligero temblor entre sus apretados pétalos. Se aquieta como si estoico reprimiera un dolor, luego otro agudo temblor. Se nota la incipiente sacudida que llega desde su tronco y agita y nace la frágil rama que lo sostiene. Más tarde, un lento desprendimiento...
Y ahí yo, estática, presa de un arrobamiento infantil, absorta, fascinada ante el acontecimiento.
Mientras esto ocurre, el sol irrumpe victorioso. Su calor trasmite fuerzas al rosal y el botón brinda un pétalo transparente...
¡Ha nacido una rosa! (noviembre, 1984)

(...) Me hice amiga de los árboles. Cuando pasaba cerca de ellos los miraba y sonreía como ante la presencia de un ser querido. Me parecían seres vivientes y mi sufrimiento crecía ante el asesinato de uno de ellos. En una ocasión miré a todas partes en la búsqueda de un árbol que agitaba sus ramas cuando yo pasaba. Lo vi destruido, convertido en gruesos leños, una hojarasca seca lo rodeaba. ¡Habían  asesinado a un amigo! Un sollozo violento que se tradujo en llanto convulsivo me hizo regresar a casa.
(...)
¡Qué lindo es dar crédito a la fantasía!... Saber de otros mundos sin conocerlos. Sufrir los atropellos de países que son azotados por la avaricia humana y sentir llorar el dolor ajeno, ver podar un árbol y comprender su angustia: Ver cortar la rosa y sentir como si desprendieran una arteria de nuestro corazón...
(...)
¿Creen que mi universo mental está en tinieblas, que no capto mensajes, que estoy distante de los acontecimientos mundiales, que mi cerebro no recibe luz? ¿Por qué? ¿Acaso los años maduros representan un derrumbe?
Yo creo lo contrario, de la madurez brota la resina de la sabiduría. Yo tengo más visión, más compenetración con las cosas vitales que en mis años verdes.
(...)
Con el dinero que cae en mis manos compro estrellas, mariposas, polvo de sol, aromas escondidos, raíces de amor, perfumes que se evaporan, pero me dejan su aroma en el alma...
(...)
Tengo un privilegio, ¡muchos amigos! En todas partes y desde cada punto me dicen cómo es su tierra y el mar que nos separa, pero yo me siento profundamente arraigada a mi tierra...
(...)
Mi servicio a la mesa es de estilo. Uso doyles bonitos, bordados por mí, los paños de cocina brillan de blancura.
...si hay algo que me agrada y oficio con amor es la cocina, ese templo luminoso donde confecciono platos selectos. Soy tan dinámica a esta edad...
no se debe despreciar un minuto en la vida. Todo debe ser acción, trabajo fértil y movilidad...
(...)
Quizás alguien recuerde que en Holguín existió una muchacha que escribió poemas que conmovieron, excitaron o repudiaron gentes de su época.
(..)

Vamos a ser generosos con la vida

(...) Hay cerca de nosotros una guerra feroz contra los árboles. Esos son los hombres. Eso hacen. Cuando no crean una guerra para exterminarse entre sí, se ensañan contra lo inocente, contra aquello que no quiera ripostar el golpe, porque no se han fijado en la fuerza del árbol, en su magnitud. Cuando no da frutos da sombra. Siempre da. Y no existe el árbol ileso, ese árbol al que no infieran un golpe (...) el ulular de sus ramas es música y es también poesía la danza de sus hojas.
(...)
el hombre cuando se lanza de lleno a luchar por algo que ha construido e intuye que esto ha de servir y engrandecer a su patria, no pierde el tiempo en cálculos ni en beneficios a su personas...
así Raúl Ferrer puso en bandeja de oro un cuño para estampar en el corazón de su patria una palabra cuyo contenido está siempre copiado por sus países: ¡Alfabetización!.
Todos por aquellos días en que recibimos a la patria explotada querían poner algo en aquel estropicio que nos fue devuelto para toda la vida, en el año de gloria de 1959, pero Raúl Ferrer ocupó mi atención porque creó lo que yo soñaba y me esforcé en realizar en el año 1929, enseñar a leer y a escribir a tantos (...9 Mi obra fue pequeña, reducida...
Hablar de Raúl Ferrer es hablar de luz (...) algo que para mí simboliza la creación más acertada, como lo fue el Che que se hizo ciudadano del mundo, con raíces en Cuba (...) como lo fue y será nuestro guía, hombre conocedor y justo...
(...)
Los juegos crean raíces. Desde niños tienen que aprender una cosa: la guerra es fea como una rata vieja. Roe. Todo lo roe y consume. Ni en broma quiero verlos jugando a la guerra. La guerra aunque sea un juego es mala y fea. Les traeré libros.
Ellos –obedientes y humildes como eran- asintieron complacidos.
-¡Bueno mamá! Tráenos libros. Ya leímos todos los que tenemos. Ariel me pidió con mucho interés Corazón, de Amicis, libro que fascinó la infancia de mis tres hijos.
(...)

¿Qué es la juventud?

¿Qué es la juventud? Una palabra. Solo eso. Esto lo he escrito en el umbral de mis 85 años, mirando la corteza de mi árbol vital quebrada por el tiempo...
a menudo me acerco a muchachos que me confiesan no gustarles leer, “no quieren perder el tiempo”, ¿qué le falta a la juventud? Creo que fortalecer sus raíces desde su asomo a la vida no le vendría mal.
Recuerdo la infancia de mis hijos, con su ropita humilde y limpia, pero rodeados de libros, de cuadernos, de lápices. Y en ese mundo crecieron y se hicieron intelectuales y transmitieron a sus hijos la misma enseñanza.
(...)
a los adolescentes deben brindárseles libros buenos, profundos (...) hay que seleccionar los libros que se ponen en sus manos, pues hay libros que en lugar de alzar, derrumban al ser humano.
(...)


Solamente una mujer anciana


En 1990 Marilola X tiene 85 años de su edad. Lleva tristezas en el alma, pero no es una mujer triste. Solamente es una mujer anciana. Vive sin ataduras, es todo lo bohemia que le permiten los achaques, a cualquier hora, sin percatarse de la hora que es, llega a hacer visitas a sus amistades, y escribe en los lugares más diversos.

Como antaño odia los relojes y levantarse temprano, lee y otra vez lee, siempre lee. Un día en la sede nacional de los Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) en La Habana, conoce a Gabriel García Márquez. En sus memorias Marilola se autorreconoce garciamarquiana: “Ese mundo que ha hecho Gabriel me sienta (...) de las páginas de sus libros, como algo de magia, brotan personajes fabulosos y fascinantes. Allí, en Cien años de soledad, aprisionado y quizá un poco inadvertido, vive el hombre de mi vida. Siempre soñé encontrar algo tan hermoso y lleno de poesía”.

Tiene 85 años de su edad en 1990 y varios proyectos: un nuevo viaje a México donde tantos afectos dejó, concluir sus memorias, publicarlas y siempre escribir. El 25 de abril escribía con un lápiz que aquella tarde padecía de poco filo en su punta. La caligrafía comenzó a estrechársele y a partir de las seis de la tarde la letra fue una raya interminable, infinita, cero, final. No dejó ni una sola peseta que heredar. Solo ocho libros, de ellos dos reeditados, mayor cantidad de libros que todos los autores holguineros de su época.

A casi 20 años de la más prolongada ausencia de la poeta, se han tejido leyendas que la nombran. Lo que de ella dicen, todo es verdad y todo es mentira. Es tarea ardua delimitar qué es leyenda. Y quizás no hace falta ni Marilola lo quiere.

Como una catarata de fuego se vació mi vientre


El día 14 de mayo del año 23 llegó mi primer hijo a la vida.
Por fin, como una catarata de fuego se vació mi vientre...

La poeta, que todavía no había publicado ninguno de los vagidos que desde la tierra subían a su útero, dijo, y ya la maternidad la vistió de renuevos, como mismo el bosque que sonríe al beso de la primavera. Sus pupilas, sigue diciendo, las tenía jubilosas. Enrique, como el padre, fue el nombre que le dieron, Enrique segundo, Henry comúnmente. Además de poeta, el hijo mayor de Marilola fue locutor, periodista como el padre, excelente taqui-mecanógrafo en inglés y español y un reconocido boxeador: “El caballero del Ring” decíanle, aunque nunca fue campeón mundial ni olimpico, solo boxeador en los rings locales. Y mientras trabajaba en la Base naval de los Estados Unidos en Guantánamo, Cuba y escribía en el periódico que allí se publicaba, The Indiam,: Henry escribía artículos sobre temas relacionados con la Historia de Cuba y en particular sobre José Martí, al que admiraba desde su casa, como poeta y como paradigma de la eticidad cubana. Con actitud inclaudicable, en sus artículos, Henry fustigaba las insolencias yanquis en Guantánamo y por su compromiso con la Patria se incorporó al Movimiento 26 de Julio liderado por Fidel Castro. En circunstancias un tanto confusas, Henry García murió el 21 de agosto de 1959.

El impacto de este suceso fue demoledor para el curso de la vida de Marilola. “(...) mi hijo dejó un vacío negro y profundo en mi vida”, escribió ella 34 años después del hecho. Cuando murió, el muchacho nada más tenía 32 años y varios proyectos por realizar.

A partir de entonces la poeta olvida sus apetencias anteriores y una vez, otra, otra y siempre, volvió sobre el suceso maldito. En cartas habla de su Henry, en los diarios que lleva, en los poemas que escribe.

Sueño (para mi hijito)

No me sorprendes ¡No!
Pues siempre sueño
Que al toque de mi puerta
Romperás mi soledad
Con tu presencia.

Tu recuerdo es luz
Es llama y brújula
Que sabe donde va
Y quien lo espera.
Es radar, es llamado
Y es esencia
Y siempre sueño
Que rompas mi soledad
Con tu presencia...
(Diciembre, 1986)

Henry no regresa y nunca se marcha. En sus memorias la madre escribe del día que lo trajeron muerto: “Yo andaba como una autómata. Desconocida. Todos mis sueños yacían rotos y sobre ellos caminaba hacia no sé dónde (...) yo no era nada ni nadie por el dolor sin nombre. Sin una lágrima lo contemplaba, yo, tan sensitiva, que lloraba al ver un pajarito muerto en la calle y me quedé impávida...”

Transida, tempestuosamente agonizando de dolor, Marilola recoge a los hijos que le quedan, Ariel y Pedro, y se va lejos, lo más lejos que consigue llegar, La Habana. Y allá fija su residencia. Pero nada la contiene. Ella regresa a Holguín cada vez que le es posible, especialmente los 14 de mayo. Trae las maletas llenas de ropas para niños recién nacidos y la exhibe en las vidrieras de alguna tienda de la ciudad. (Ahí la conocí, no a su rostro sino a su trémula nostalgia por el hijito muerto). Las ropitas, dice el cartel escrito por su caligrafía regordeta, serán entregados al primer varón que nazca en la ciudad el mismo día que nació Henry. La artesana pone una sola condición, que al niño lo nombren Henry. (y yo, con menos de 17 años, ajeno al huracán de feroz intensidad que azotaba incansable e insaciablemente en la oferta, soñé que tener hijos, muchos, todos nacidos el 14 de mayo, para evitar los gastos). Entregar canastillas ese día se convirtió en una tradición y Henry García en un héroe. Marilola no dejó de hacerlo ni siquiera el año de su muerte, 1990.

Tampoco perdió la pista a ninguno de los Henrys. “¿Qué busco en esos niños/que se llaman Henry?/¿risas extraviadas por los/bosques del tiempo?/¿gestos perdidos que no/supimos retener?. Ellos me traen algo, algo/pequeñito, pero positivo”.

Después que Henry murió, Marilola nunca más publicó poemarios. Solo una novela “El dolor de ser mujer” que dedica a su padre, valiente independentista cubano, de quien confiesa haber aprendido que la patria es lo primero, y a Fidel Castro, al que considera un gigante que sacudió nuestra conciencia.

Y la ciudad de Holguín, este viejo pobladito, dice, es una de sus constante en la más alta vejez. Dice que aquí vuelve irremediablemente porque necesita regar sus raíces y hacerlas florecer. En el “Folleto literario comercial” que se publicaba en la ciudad bajo su dirección, dice, con ternura, que es este “mi pueblo polvoso y querido”, “valle feliz, escoltado por montañas y tras esas montañas, otras y otras”. Fue esta ciudad la meta de la escritora.

En un cuaderno de apuntes, escrito cuando tenía 83 años, reconoce que en La Habana había conquistado grandes afectos y había tenido gratas acogidas, mas no acababa de sentir que sus raíces vitales se prendían. Siempre pensó que el destino la había trasplantado y que debía retornar.

Si la muerte me sorprende fuera de él (de Holguín) he pedido a mis hijos el reposo eterno en su tierra querida donde nací, sufrí, fui amada y por algunos olvidada. Allí daré mi postrer fortaleza. Allí encontraré el último aliento de paz. Algún día en esta misma tierra a la que dono mi cuerpo herido dormiré tranquila, sin más equipaje que mi sueño realizado. Y volveré a florecer”.
      (texto manuscrito, junio 23, 1982)

Los familiares, entre ellos su nieta Arilda, hija de Ariel, (Arilda fue mi profesora de Literatura y la primera persona que me permitió hablar en público, a mis condiscípulos, nada menos que sobre los Veinte poemas de amor y la canción desesperada de Neruda), guardan con celo la papelería inédita de Marilola: diarios, cartas, textos poéticos, libretas de notas, apuntes.

Entre ellos, dormidita, están las memorias de la poeta tituladas: Por favor, un asiento para una vieja... Marilola la comenzó a escribir el día en que llegó a los primeros 82 años de su edad. Su propósito, confiesa, es rendir homenaje a sus seres queridos, pues, está convencida, “la palabra es más firme que el mármol. La evocación perdura y es más poderosa que el acero”.

Advierte la poeta que estas, sus memorias, son, solo, un abigarramiento de papeles que nadie más que yo entiende. Pienso que aquí se oculta el sentido de mi vida, porque aquí, dentro de esta montaña de garabatos, escritos a veces con letra ilegible o frases sueltas, sin forma, sin proyecto formal, hay segmentos de mi vida que deseo mostrar”.

Posteriormente añade: “Empiezo a copiar estas memorias con la ilusión de que se publiquen, a la mayor brevedad, hoy día 28 de enero 1987, natalicio de nuestro Apóstol, José Martí. Que él me inspire. Me dé su poesía y su luz”. (Ah, Marilola, todavía nadie hace pública esa vida tuya que quisiste enseñar).

Las profesoras María Elena Infante Miranda, Lis Cuesta Peraza y Maricela Messeguer Mercadé, biógrafas de la poeta, dicen que la lectura de las memorias de Marilola es realmente difícil: se trata de una obra inconclusa, pero “(...) sorprende su lucidez, la minuciosidad con que describe determinados episodios, los datos que ofrece.

“A través de este texto desfilan personajes de la época, gente del pueblo, humildes figuras que forman parte de la imagen de la ciudad de entonces. La autora evoca la época feliz de su infancia, describe travesuras, caprichos, gustos. Recuerda la bondad infinita de su madre y sus hermanos y el amor que sintió por sus sobrinos”. (Junto a su madre, Marilola crió a sus sobrinas Martha, Marilolín y Teresita, hijas de su hermano Rafael. A estas la poeta las estimó profundamente. En su poema “El legado” hace mención de ellas:
“Marta es una violeta de serena belleza...
 Marilolín es un clavel de Arabia: morena y pícara
 Teresita es un lirio: llena de poesía y dulzura...”
Este texto aparece publicado en el libro Puesta de sol.

Asimismo entre la papelería inédita de la poeta destaca el texto “Mi hijo y yo”, dedicado a Henry y que es, dicen las biógrafas de la poeta, un canto a la maternidad, a la felicidad que produce en la joven madre ver al pequeño crecer, las angustias y desvelos ante las adversidades que pueden amenazarlo...

Y, entre montañas de viejos papeles que ya casi nadie remueve, Marilola dejó un capítulo de una novela que quiso titular “Los Esclavos”. Ese capítulo, a su vez nombrado “Las raíces miran al sol”, sirve a la autora para censurar la discriminación a la que se sometía a la población negra y mucho más si era pobre. Marilola, que quiso que un negro infeliz que era bueno con la niña que fue, fuera su padre, esto escribe en las palabras preliminares del libro que no terminó de escribir: “Dedico este libro a mis hermanos negros, a los que compartieron mis juegos infantiles, mi sombra y mi dulce: Mi sol era de ellos y no lo sabían...”

Por su parte, otro inédito, “Canto a todo”, contiene imágenes que revelan el amor de la escritora por la naturaleza y su concepción de que todo cuanto rodea al hombre puede ser motivo de canto poético.

...vida y amor, emoción y sugerencia.



La vitalidad de Marilola X, su deseo de llegar a la meta que se ha trazado, vitalidad y meta tan altamente valoradas por quienes la admiran y objeto de acérrima censura por quienes no la aceptan, se hace tangible en su participación directa en el proceso editorial de cada uno de sus libros.

Ella misma mecanografía sus textos. Y cuando ha concluido ese trabajo inicia la parte más compleja de su labor: obtener el dinero que necesita para sufragar la impresión del libro. Una vez logrado el crédito, la poeta se va al taller y permanece junto a los impresores hasta que el libro queda concluido. De cerca sigue el proceso, corrige las pruebas...

“En diez libros que publiqué en aquel mundo sórdido y que yo esperaba ansiosa, porque esos libros se trocaban en libros, lápices, libretas y comida, y yo luchaba con eso para enfrentar la miseria de mi casa, apenas si encontré dos erratas. Era como un embarazo de sueños y yo cuidaba que mi libro saliera normal, perfecto”.

Ariel García, hijo de la escritora dijo:

(...) no solo tuvo que enfrentarse cara a cara con la difícil tarea de hacer publicar sus libros, sino también a la de intentar venderlos de casa en casa, de fábrica en fábrica, de almacenes en almacenes, en jornadas interminables rematadas por largas caminatas a pleno sol o bajo la lluvia (...) la autora estaba expuesta a las intenciones deshonestas de los que lejos de interesarse por adquirir y conocer la obra propuesta, le hacían ofertas sucias y cobardes a la joven mujer, casi siempre acompañada por uno de sus pequeños hijos, a las que ella salía al paso con frases tajantes o con una bofetada de ser preciso.

Bajo las circunstancias descritas ve la luz en 1934 su primer libro, Cantos de amanecer, con prólogo del escritor mexicano Alberto Bolio Ávila. En uno de sus textos, el titulado  “Deseo” dice la poeta:

Escucha mi deseo Febo: recoge tu ardor, concentra tu fuego y calcíname como si yo fuera una mariposa que arde en una llama. Compensa mi pasión extinguiéndome en tu luz.

Cantos de amanecer fue presentado el 3 de octubre de 1934 en el Hotel Saratoga de La Habana, en presencia de un nutrido grupo de escritores, Félix B. Caignet, con quien la autora sostuvo estrecha amistad, Luis Amado Blanco, Arturo Doreste, Miguel de Marcos, Nicolás Guillén y Emilio Ballagas, el que le lleva, como siempre, un verso. Al dárselo Ballagas siempre le decía: “¡Aquí tienes mi flor!”. Otro que mostró agrado por las creaciones de Marilola fue Regino Pedroso. Ella consideraba que Pedroso con su obra robustecía el futuro.

Regino Pedroso

Por cierto, con la aparición de Cantos de amanecer se devela el secreto de quién se ocultaba tras el seudónimo Marilola X. La acogida del cuaderno es tal que la poeta tiene que preparar rápidamente una segunda edición, esta vez con el diseño del holguinero Andrés García Benítez. En este volumen se reproduce una de las cartas que Enrique José Varona le enviara a la escritora resaltando su condición de “poetisa por sensibilidad y por talento”.

La prensa habla constantemente de Cantos... pero aún así la autora tiene que viajar por diversas regiones orientales para vender el libro. Y dos años después, 1936 en La Habana, publica su segundo libro, Cuando canta un Corazón. La presentación se hace en Matanzas. El poeta Arturo Doreste escribe el prólogo.

El rasgo primordial de Cuando canta... es el matiz sensual que adquiere el tema amoroso. Véase este ejemplo tomado del texto “Presentimiento”.

He dejado mi ventana abierta porque no sé que extraña intuición me dice que en un despertar de mis sueños he de tropezar con tu mirada que vigila las ondulaciones de mi cuerpo flexible.

En 1938 aparece Hojas. En este libro el erotismo sigue siendo su tema esencial, pero ahora se hace palpable otro de los asuntos que torturan a Marilola hasta el final de sus días: la maternidad como la condición más sublime que puede experimentar una mujer.

Y también, imaginando que sería un nuevo y torturante dolor a mi vida, me diste un hijo... He aquí como inconscientemente me diste la dicha suprema.
“Palabras al hombre II”

En 1941 nace el cuarto libro de Marilola, Espigas, que se publica en Santiago de Cuba. Es ese su llanto por el dolor que le provoca la pérdida del ser amado. Y al año siguiente publica un nuevo título, Fruto Dorado. En este, a diferencia de las obras anteriores, la autora incluye poemas rimados que son la voz de la mujer rebelde que continúa enfrentándose a las ataduras sociales, esas que le impiden la plena realización. Y asimismo en Fruto está el temor maternal por el destino de los hijos y la reafirmación del concepto que para ella tenía la condición de madre:

Yo no sentí plena mi vida hasta que
La naturaleza me dio el aviso divino
(...)
Nada, nada es comparable
A la emoción de la maternidad.

Frenéticamente continúa escribiendo. En 1951 se publica Puesta de sol. En este nuevo cuaderno la autora habla del amor, pero ahora su palabra es serena como la de quien llegó a la madurez de su vida. Y la familia, tema recurrente en ella, vuelve a asomarse entre las páginas de Puesta. Pero sin dudas, la peculiaridad de este cuaderno es que en él se incluyen textos escritos por los tres hijos de la poeta para, dice ella, perpetuar en “su cosecha” el don poético que cultivaron el abuelo materno, el padre de la escritora, ella misma y ahora (¡está feliz de decirlo y de mostrarlo!): sus hijos. Más, sea este un texto de madurez, de fin del día, de anochecer cercano, como lo evidencia el título, Marilola no puede abandonar el tono marcadamente erótico que la recorre desde los pies y hasta el cielo. Adviértase en este fragmento del poema que tituló “Tatuaje”.

Me siento tatuada. Por dentro y por fuera...
Es como su en cada poro de mi piel estuviese escrito tu nombre, que digo en secreto, como un rezo.

Menos mal, lo digo porque fue bueno, Puesta de sol no fue el último de sus libros. Hubo otro, el octavo de su producción y con el que cerró su bibliografía tenaz: Todos mis pecados (1955).

En este libro reaparecen motivos ya característicos en su obra: el amor por los suyos, en particular por los pequeños nietos que vinieron y renovaron a la poeta: Arilda y Ariel. Pero ella no es vieja, no todavía, como para olvidar o sonrojarse por el amor y el deseo. Como es lógico, amor y deseo que a los 50 años tiene un acento diferente al de los años de más ardor. Véase este fragmento de “Eres para mí...”

Tu y yo, en la plenitud de nuestro otoño, somos a veces dos muchachos ilusionados...
Reímos, cantamos, salimos a buscar flores silvestres y a esperar amaneceres...

Pero entre los textos de Todos mis pecados hay uno que es el que llama la atención de los críticos. Es ese el que tiene un tono peculiar y que “parece decirnos, dicen los críticos, que a pesar del tiempo transcurrido Marilola sigue tan Marilola como antes” (Tonterías, ¿por qué iba a ser otra la que estaba feliz de ser la que quiso o por lo menos la que fue como ella se imaginó, la que ella dijo que era, y que me parece que no lo fue tanto en la real realidad). En fin, a lo que iba. Es ese texto ¿singular? El que se titula He venido a cantar. Canté siempre y siempre cantaré, dice el poema.

Sin embargo muy desgraciadamente cerca estaba el momento en que ocurriría un hecho trágico que cambiaría el rumbo de su vida y que, casi, calló para siempre el canto de la “alondra”: la muerte de su hijo mayor, Enrique Segundo, Henry para ella y para todos aún.

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