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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

12 de junio de 2017

La ofensiva final



En los últimos días de diciembre de 1958 el Comandante en Jefe se entrevistó con los diferentes jefes de frentes y otros altos oficiales del Ejército Rebelde y le impartió órdenes y orientaciones muy precisas en las que predominaba un concepto: la ofensiva final que pondría fin a la dictadura de  Batista.
Era la estrategia que las fuerzas del Primer y Tercer frente debían de pasar a la  ofensiva y estrechar su cerco sobre Santiago de Cuba, que era el objetivo final de los revolucionarios. Así, igual, las tropas del Segundo frente continuarían adelante sus operaciones poniéndole sitio a las principales plazas enemigas que se encontraban en su territorio y a la vez apoyar a las fuerzas del Cuarto Frente con una columna bajo las órdenes del comandante Abelardo Colomé Ibarra, "Furry".

Comandante Delio Gómez Ochoa con otros combatientes del IV Frente Oriental, entre ellos Isabel Rielo
En el momento de producirse la reunión de Fidel con Delio  Gómez Ochoa y los otros altos jefes rebeldes, en el territorio del Cuarto Frente Oriental “Simón Bolívar” nada más tenía fuerzas en las ciudades y poblados de Holguín, Las Tunas, Bayamo, Delicias, Gibara,  Buenaventura y en la presa de Holguín. Fidel descartó los poblados  secundarios y decidió concentrar las acciones de las tropas del Cuarto Frente contra los  centros  principales: Las Tunas y Holguín. Contra las fuerzas enemigas que estaban en Las Tunas debían actuar los guerrilleros que integraban las fuerzas de la Columna 12  y  contra las que estaban en Holguín, el Pelotón 1 de la Columna 14, la Columna 32 y la Columna de refuerzo procedente del Segundo Frente Oriental “Frank País”. Al Pelotón 1 le ordenaron que atacara Buenaventura y que continuara situado  en la carretera entre Holguín y Tunas.

El plan elaborado por el mando rebelde para la conquista de Holguín consistía en  ocupar la población y sitiar el regimiento donde el enemigo había destacado tropas y asimismo había colocado pequeñas unidades en las principales entradas de la población estaban. Por ejemplo, una de esas estaba dislocada en el camino de Piedra Blanca, que entonces era un terraplén que conducía a Sao Arriba, territorio donde operaba un grupo de escopeteros del Pelotón 1 de la  Columna 14. Los soldados habían ocupado la  escuela  primaria del lugar y en torno a ella construyeron trincheras y situaron una ametralladora pesada. En el área de fuego de la improvisada  guarnición se encontraban las humildes casas de los vecinos.

También había fuerzas batistianas en otros puntos de Holguín: la estación de policía,  el vivac local, el ayuntamiento… pero el más importante grueso de soldados estaba en el Regimiento número 7 “Calixto García”, situado a unos 6 kilómetros de Holguín. (Esos podían enviar refuerzos a cualquier parte de la ciudad).

El  regimiento estaba en una elevación, a un costado de la carretera central que conducía de Holguín a Las Tunas. Además del millar de militares que allí estaban, también había artillería, blindados e incluso una pista desde donde operaban  avionetas artilladas que se subordinaban al mando del regimiento. A su alrededor se habían construido trincheras y puestos de avanzada. Por lo que era difícil tomarlo por asalto directo. El mando revolucionario decidió someterla a un sitio prolongado.

Las  fuerzas del Pelotón 3 dirigidas por Eddy Suñol se situaron en un lugar llamado Aguas Clara, en la carretera de Holguín a Gibara, para allí impedir el paso de las tropas acantonadas en la presa del Río Cacoyuguín y cualquier otro refuerzo procedente de Gibara.

En la mañana del 1ro de enero de1959 se produjeron los primeros intercambios entre rebeldes y soldados que estaban en el Regimiento. Pero lo cierto es que no se había llegado a ningún acuerdo y que las fuerzas del regimiento se negaban a rendirse.

El jefe del Cuarto Frente, comandante Delio Gómez Ochoa, dio su testimonio a este blog:  

“El plan era rodear el Regimiento con algunos pelotones y escuadras para aislarlo de la ciudad y tomar la Estación de Policía y otros puntos que estaban custodiados por el Ejército, como el Ayuntamiento, la zona Fiscal y la Audiencia. Una vez controlados esos lugares era el plan recrudecer el sitio sobre el Regimiento atacándolo por el frente y por detrás; establecer una emboscada grande con los ciento veinte o ciento treinta hombres de Suñol que estaban en Aguas Clara para impedir cualquier retirada hacia la zona de Gibara y un pelotón con una ametralladora en la carretera central entre Holguín y Buenaventura, cerca de Matatoro, cumpliría la misma función en esa otra dirección[1]

La fecha del ataque del Regimiento quedó fijada para el día 1ro de enero a las siete de la noche. Mientras tanto nada más se producen algunos intercambios de fuego entre las postas y las avanzadas rebeldes.

A las once de la mañana de ese día el regimiento envió hacia Las Tunas un refuerzo que estaba integrado por una tanqueta y varios camiones blindados[2]. En un lugar conocido como Club de Cazadores, ubicado a pocos kilómetros del lugar de partida, esa tropa fue enfrentada por los destacamentos rebeldes. Arístides Aguilar Sánchez, miembro de la tropa guerrillera que combatió contra la caravana enemiga recordó años después:

“Estábamos emboscados y como a las diez y pico u once del día primero se acercó una tanqueta y varios camiones con chapas blindadas y nos prendimos con ellos pero no pudimos hacerle nada porque no teníamos armas competentes para enfrentar los equipos blindados. Combatimos un rato. Los casquitos tiraban cantidad y tuvimos que retirarnos hacia el campamento de Matatoro”[3].

Mientras los soldados combatían el coronel Ugalde Carrillo, jefe del regimiento, escapó en un avión hacia el extranjero. La nave partió de la pista militar del regimiento ante los ojos de muchos oficiales y soldados responsables de crímenes y torturas; los mismos que horas después fueron hechos prisioneros y que luego tuvieron que responder ante los tribunales revolucionarios. Algunos fueron condenados a muerte.

El estado mayor de las fuerzas armadas designaron nuevo jefe del regimiento holguinero al coronel Aguilar, quien llegó vía aérea desde Bayamo. Entonces una comisión de civiles integrada por miembros de una logia masónica comienzan a mediar entre ambas fuerzas. Poco después de las 11 de la noche del día 1ro de enero se realizó un encuentro entre oficiales del regimiento y el mando rebelde en un templo masónico de la ciudad. Llegaron al acuerdo de que las fuerzas del ejército se rendirían, como en efecto ocurrió al día siguiente. 

Seguidamente damos detalles de otras fuerzas subordinadas al Regimiento No. 7 que estaban acantonadas en otras partes del norte de Oriente. A los soldados que conformaban el escuadrón 74 se les permitió trasladarse Preston. De allí estos siguieron por vía marítima a Antilla el día 31 de diciembre de 1958. En la noche un grupo de soldados asesinaron a tres vecinos de la población: un vendedor de puerco (cerdo) asado y dos de sus clientes. Al parecer los soldados trataron de quitarle al vendedor la carne asada y como este se negó lo asesinaron y con él dos personas que casualmente estaban allí comprando bocaditos.

Al día siguiente el jefe de la guarnición de Antilla, teniente Castellano, después de enterarse de la huida del tirano, se trasladó en un jeep acompañados de otros militares y el cura del poblado hasta una avanzada rebelde que estaba situada en las inmediaciones del puerto; allí se negoció la rendición que se consumó ese día.

En Banes, que era donde estaba la guarnición más numerosa, el mando trató de ganar tiempo para ver el desarrollo de los acontecimientos, por eso cuando el día 1ro de enero el jefe de la columna 16 de las fuerzas rebeldes les exigió que se rindieran, el jefe de los guardias pidió una tregua. Los rebeldes aceptaron, les daban hasta las seis de la tarde; luego de esa hora, les informaron, atacarían. Al día siguiente el escuadrón de Banes, que era el No. 75, se rindió[4].

Cuartel de Báguano
El combate más intenso librado el 1ro de enero de 1959 en el territorio del Regimiento 7 de Holguín fue la defensa del cuartel del central Báguano. Esa guarnición ocupó el edificio de la sociedad de color[5], que era una construcción de mampostería a la que habían protegido con sacos llenos de arena.  

En la noche del 31 los rebeldes entraron en el batey, ocuparon el central azucarero y dominaron las posiciones cercanas al cuartel sin ser descubiertos. Sobre las ocho de la mañana del día siguiente dos soldados salieron, como siempre lo hacían, con un cubo a buscar la leche para el desayuno; los rebeldes abrieron fuego sobre ellos y se inició el combate. Sin embargo a través de la radio de batería de los vecinos llegó la noticia que sorprendió a todos: Batista había huido. Los rebeldes le gritaban a los soldados lo que habían sabido pero estos, incrédulos, continuaron disparando. Entonces los revolucionarios enviaron a la joven esposa de uno de los soldados con un mensaje para el jefe de la guarnición. Ella le repitió la noticia, pero tampoco fue creída. El fuego se incrementó por ambos bandos y entonces el jefe de los militares solicitó apoyo a Holguín. A media mañana le enviaron una avioneta que ametralló alrededor del cuartel y lanzó cajas de parque que cayeron en manos de los rebeldes. Luego un B 26 acompañado de una avioneta ametralló y bombardeo el indefenso batey; se produjeron varios incendios y una niña resultó herida. Esa fue la última acción de las Fuerzas Aéreas del Ejército. Los rebeldes mantuvieron el cerco.

Más tarde los rebeldes consiguieron una bazuca con abundante parque pero nada más tuvieron que hacer dos disparos contra el edificio donde estaban guarecidos los militares. La rendición se produjo a las cinco de la tarde del día primero de en enero. Los revolucionarios consideraron que “la capitulación pudo haberse producido mucho antes, pero el jefe del cuartel tenía que responder por ciertas cuentas pendientes con el pueblo”[6]. Dos soldados estaban heridos. La guarnición fue puesta en libertad menos el jefe que quedó detenido.


Primera cena en Holguín después de la liberación de las tropas de Eddy Suñol/Archivo de Lola Feria
Hasta donde sabemos fue el Regimiento 7 el que libró los últimos combates de la guerra. Pese al cúmulo de derrotas sufridas en los días anteriores, los ataques rebeldes y sobretodo la sorprendente noticia de que el tirano Batista había huido, estos hombres entraron en combate o trataron de eludir el entregar las armas para  ganar tiempo o ventajas en la rendición.  El análisis demasiado esquemático de que el ejército de la dictadura estaba desmoralizado en su conjunto no es aplicable al regimiento número 7 y  a otras unidades. En los estudios sobre la lucha contra la dictadura de Batista se mueve entre dos extremos. Por un lado se destaca el papel heroico de los rebeldes, por otro se considera que el ejército carecía de moral combativa, pero esta última es una generalización que entra en contradicción con el desarrollo de los acontecimientos. Si analizamos la prolongada defensa de los cuarteles y la intensidad de algunos combates nos damos cuenta que hay que replantearse tales criterios. La propaganda argumentada por los revolucionarios durante el desarrollo de la lucha no ha sido sometida a una crítica histórica y se da como una verdad. La victoria del primero de enero no fue fácil; varias fueron las unidades del ejército que combatieron intensamente.   

La combatiente Lola Feria da su testimonio a La Aldea:


[1] José Abreu Cardet, Dolores Feria y otros, “La columna 32 en combate”, Ediciones Holguín, 1987, p. 90

[2] Ibídem. pp. 91

[3] Ibídem. pp. 92

[4] Ibídem. pp. 93

[5] Ibídem.  pp. 93


[6] Ibídem p. 244

Servicios auxiliares de los combatientes en los llanos de Oriente: El entramado indispensable



En la década de 1980 el estado cubano entregó medallas a los antiguos miembros del  ejército rebelde y a los combatientes que actuaron en la clandestinidad. Decenas de miles de personas fueron condecoradas. Si a esas altas cifras agregamos a los que no la recibieron por haber fallecido, los que inmigraron o los que por su conducta durante el momento en que se instituyó la medalla se consideró que no la merecían y a los que por los más diversos motivos no la solicitaron o les fue rechazada, nos encontramos ante una cifra sorprendentemente numerosa. Sin embargo Fidel Castro dijo más de una vez que las tropas bajo su mando no pasaban más allá  de 3 000 hombres.
Sin pretender un estudio de tan peliagudo asunto, es de pensar que como usualmente ocurre, algunos se sumaron al carro del vencedor y fueron condecorados  inmerecidamente. Pero esos no fueron la mayoría, porque para el otorgamiento  de las medallas se formaron comisiones integradas por los propios combatientes, que hicieron un minucioso estudio de cada caso.
Posiblemente la respuesta a la grande suma de condecorados esté en las naturales características del Ejército Rebelde.
Cuando el soldado de un ejército regular entra en combate, detrás de cada soldado se encuentra otro ejército, el de la logística o retaguardia, que es el que se encarga de trasportar, vestir, calzar, alimentar, municionar y curar a los soldados regulares.
Pero los rebeldes seguidores de Fidel Castro no contaban con un aparato así, por lo menos en el sentido tradicional. Sin embargo para solucionar los problemas de la subsistencia de la tropa alrededor de cada grupo guerrillero se fue creando otro grupo de apoyo sin el cual la guerrilla no habría podido sobrevivir. Gente esa que no siempre estaba emplantillada en las organizaciones clandestinas y tampoco eran parte de las tropas: familiares, amigos, conocidos o siguiendo una muy extraña relación que únicamente es entendible en los contextos caribeños, el primo o amigo del combatiente, el tío de la novia, etc, que mandaba un par de zapato o un poco de arroz para ampliar la escasa cena de los revolucionarios en campaña. 
El  movimiento clandestino 26 de Julio era una de las formas  de canalizar ese apoyo. Y se sabe que después de la huelga de abril y el incremento de los grupos guerrilleros, la dirección del movimiento clandestino pasó a manos de los barbudos; el Movimiento que convirtió en un aparato de apoyo a la guerrilla. Los clandestinos le entregaban al Ejército rebelde diversas vituallas: medicinas, alimentos, ropa, calzado y hasta alguna cantidad de parque y armas, principalmente escopetas y revólveres. No pocas de esas colaboraciones se  hacia de forma espontánea por individuos que no militaban en el 26 de Julio.
El caso de Holguín es singular. Sobre la ciudad y las zonas que la rodean actuaban de forma directa dos pelotones de la Columna 14: el 2  y el  3. La dirección del movimiento clandestino local se subordinó al Pelotón 2 sobre todo porque ese "heredó" las relaciones antes mantenidas con Camilo Cienfuegos, Carlos Borjas y el propio Cristino Naranjo, por tanto fue a ese pelotón a quien los holguineros entregaban su ayuda.  
Después. Cuando vino a operar en las inmediaciones el Pelotón 3, bajo las órdenes de Eddy Suñol, este, que era natural de Holguín y de Purnio, creó sus propias redes de apoyo.
Pero por la citada singularidad La Aldea estudia someramente la logística del Ejército Rebelde en la comarca, con especial cuidado en los servicios médicos de las guerrillas.
En el primer período, o lo que igual, durante la etapa de los escopeteros, no había un hospital rebelde en ninguno de los territorios dominados por los revolucionarios. La guerrilla de Orlando Lara fue la única que llegó a contar en sus filas con lo más próximo a un médico, un estudiante de medicina. Pero en una de las acciones de Lar y sus seguidores, el estudiante fue capturado por el enemigo.
Los heridos y enfermos durante ese periodo eran atendidos en clínicas particulares de la zona gracias a que varios médicos se habían convertido en colaboradores de la  guerrilla. Igual era usual que se utilizaran casas particulares para esos fines.
Con la llegada de las Columnas 12 y 14 a la zona fue posible establecer hospitales, pues a partir de ese momento se comenzó a contar con zonas liberadas adonde las  fuerzas enemigas no se atrevían  a  incursionar y también por la incorporación de varios médicos y enfermeros a las fuerzas  guerrilleras.
El que pudiéramos llamar el hospital central en la zona controlada por las fuerzas de Orlando Lara estaba ubicado en la residencia de un terrateniente de origen árabe llamado Puchara.  “El chalet del moro Puchara” se convirtió en símbolo de atención médica. 
Por su parte el pelotón 3 de la Columna 14 hizo un pequeño hospital en la  Sierra de  Gibara que contaba con un valioso médico, el doctor Manuel  Díaz Legrá. En el caso de la Columna 12, su segundo jefe era un excelente médico: Manuel Fajardo.
No obstante lo anterior, los casos graves se enviaban a los hospitales de la Sierra Maestra
Otro asuntos en extremo interesante fue el cobro de un impuesto por parte de las fuerzas rebeldes, establecido aquel con anterioridad por la dirección del Ejército Rebelde. Dicho impuesto se le cobraba a los grandes propietarios y era una de las formas que tenían los revolucionarios para disponer de algunas sumas de dinero con que comprar armas, pertrechos y otros medios necesarios para la  guerrilla y para llevar a cabo la política del Ejército Rebelde consistente en que sus combatientes  pagaran todo lo que obtenían de los campesinos, comerciantes o cualquier otra persona.
La negativa a pagar los impuestos fue  excepcional. Un comerciante de Velasco estrechamente vinculado al régimen se  negó; su tienda fue confiscada y repartida entre los vecinos.
Igual en las zonas que estaban en manos de los guerrilleros existía un verdadero sistema de justicia dirigido por el auditor de cada columna o pelotón. Ese era el  encargado de celebrar juicios donde se ventilaban delitos tan disímiles como  crímenes cometidos por enemigos de la revolución, rapto de vecinas, riñas, etc.

Familia y guerrilla en los llanos orientales



La familia y la guerra en los llanos merecen que se le dedique un análisis. El primer asunto es determinar ante qué familia estamos? Una parte significativa de  los integrantes las guerrillas eran campesinos u obreros agrícolas, aunque es verdad que las ciudades de la región también habían dado un aporte significativo.
No siempre es fácil discernir la diferencia entre campesinos y obreros agrícolas. Muchos obreros agrícolas tenían pequeñas parcelas de tierra que se dedicaban a cultivar cuando no había zafra azucarera. Pero en ocasiones esa parcela no era de ellos sino de sus padres, suegros, abuelos u otros parientes. Y los campesinos propietarios de tierras, muchas veces, en tiempo de zafra trabajaban como  obreros agrícolas. Ello provocado por la alta demografía. Los campesinos generalmente tenían  muchos hijos y los obreros agrícolas también conformaban numerosa familia.
A la familia había que agregar, además a los parientes colaterales, tíos, primos, primos segundos e incluso los padrinos de bautizos. Ganar una familia para un bando político  era disponer de una escuadra o un pelotón de combate.
Más al analizar la participación de la familia campesina en la lucha hay que analizarla en dos momentos. Desde antes de la creación del Cuarto Frente, cuando el territorio era controlado por el enemigo y se podía desplazar por el con gran facilidad y después de la llegada de las columnas, cuando los rebeldes dominaron gran parte del territorio.  
En el primer caso estamos ante una labor clandestina. Casi por regla, la incorporación de un individuo al movimiento clandestino o guerrillero, ese llevaba con él a otros miembros de la familia. La esposa, por ejemplo, casi siempre concluía convirtiéndose en colaboradora. Hoy es difícil discernir si, por lo menos inicialmente, entre las esposas que se incorporaban, lo hacían por convicción política o por la relación de subordinación que toda mujer tenía con su marido.
En el caso de los campesinos que se unían a la guerrilla, con ellos también iban todos los que residían en la finca.
Conociendo estas características locales, la labor proselitista de los revolucionarios se dirigía a convencer a los parientes y amigos del barrio que tenían claros criterios políticos y que se sabían que en el caso de no aceptar, no denunciarían al que le proponía su vinculación. Un ejemplo interesante es el de Eddy Suñol Ricardo, natural   de  las Cruces de Purnio, que se incorporó al Movimiento 26 de Julio en 1956 cuando residía en la ciudad de Holguín pero manteniendo un estrecho contacto con su barrio natal. Su esposa (Lola Feria)  y sus  tres  hermanas de inmediato comenzaron a  colaborar con la revolución. Y en las Cruces de Purnio se sumó un primo de Suñol, Lorenzo Mulet, y este trajo a un primo suyo, Gilberto Mulet  Pollato. Lorenzo y Gilberto  convirtieron sus casas en centros de actividades clandestinas y con ellos estuvieron sus esposas y los parientes más  cercanos de ellas. Como Gilberto tenía dos mujeres con sus respectivas familias, ambas quedaron vinculadas al clandestinaje y con ellas arrastraron a los parientes cercanos.
También un hermano de la esposa y el suegro de Suñol se unieron al movimiento 26 de julio.
Eddy Suñol se casa con Lola Feria
En 1956, cuando todavía Fidel Castro no había llegado a la Sierra Maestra, Suñol tuvo que pasar al más absoluto clandestinaje. Ese era un momento en que el movimiento 26 de julio no podía ocultarlo porque no tenía los mecanismos necesarios. Su familia fue la que se dedicó a resolver tan delicada situación: el revolucionario pasó varios meses oculto en las maniguas circundantes hasta que logró incorporarse a la guerrilla de Fidel en la Sierra Maestra[1].
Otro ejemplo interesante que evidencia el destacado papel de la familia holguinera durante la guerra es la de Celso Leyva Fornaris. Desde la Sierra Maestra este combatiente acompañó a Carlos Borjas cuando enviado por Fidel, fue a organizar el frente de acción en Holguín. Antes Celso había venido a la ciudad y recibido y escondido por su familia cuando tuvo que abandonar la guerrilla para operarse de apendicitis. Otra vez la familia lo escondió cuando regresó con Borjas. Después el combatiente se trasladó a las Cruces de Purnio para allí participar en la organización de algunos grupos de escopeteros que operaban en Holguín, Puerto Padre y Gibara; se alojó en la casa de un pariente.  
Miguel Capote, propietario de un comercio en Cauto el Paso, municipio Bayamo, también se sumó al apoyo de las guerrillas; su esposa se convirtió en colaboradora y montó en un pequeño taller en el que confeccionó uniformes y otras prendas de vestir para los  guerrilleros. En el taller trabajaban sus amigas más allegadas. Y un hermano de Capote se sumó al movimiento  revolucionario.
La familia de Delio Gómez Ochoa también es un ejemplo de la incorporación de los parientes a la lucha. Sus tres hermanos, dos mujeres y un hombre, se sumaron al  movimiento clandestino y también su madre y dos primos que se unieron a la guerrilla. La finca de los padres de Delio, ubicada en la carretera entre Holguín y Cauto  fue un centro importante de colaboración, allí encontraron refugio dos combatiente de  las  acciones del 26 de julio de 1953; precisamente en esa finca se organizó el primer grupo de holguineros que se unió a la guerrilla de Fidel,
Otro ejemplo más de la importancia de la familia es la pequeña guerrilla dirigida por Marcos Carmenate que desde abril de 1958 operaba en el territorio del antiguo municipio de Las Tunas. En ella se encontraban varios individuos que tenían lazos familiares, entre ellos un combatiente de apellido Cordero con dos de sus hijos, y tres hermanos de apellido Ávila. Varios  de los  integrantes  eran trabajadores de una finca  azucarera  cuyo capataz era suegro del segundo jefe de la guerrilla.
Lo anterior es prueba de que tras las guerrillas rebeldes que operaron en el territorio de los llanos orientales se movieron fuerzas que hasta el presente no han sido debidamente estudiadas por la historiografía; ello a pesar de que no se puede explicar la historia de la revolución sin tomarlas en cuenta. La familia y los líderes de barrio esperan por un espacio en  esa historia no escrita todavía.



[1] José Abreu Cardet, “Guajiros Clandestinos”. Inédito.

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