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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

20 de abril de 2017

Donde hay más información sobre los sediciosos Grave de Peralta de Holguín



Comenzando a contar desde su abuela “desalmada”, la Pepa Cardet, los Grave de Peralta fueron gente contestatarias.
Contestataria fue la madre de todos, doña Rafaela de Zayas y Cardet, que se atrevió a enfrentar en los tribunales a su madre cuando no quiso darle la parte de la herencia que le pertenecía y asimismo hizo lo que casi nadie se atrevió jamás en Holguín: Acusar a un Teniente Gobernador por abuso de poder. (Y asegura La Aldea que para hacer tal demanda era necesario poseer gran valor porque los gobernadores españoles tenían un poder casi absoluto).
También los doce hijos de doña Rafaela de Zayas y de don José Grave de Peralta cometieron actos sediciosos. Seguidamente pasamos a relacionarlos.
FRANCISCO
El mayor de los varones, Francisco Grave de Peralta y Zayas, tenía un negocio de carne en Las Tunas y como muchos los que residían en ese pueblo, se vinculó a la conspiración del camagueyano Joaquín Agüero. Pero el Grave de Peralta no pudo alzarse porque antes fue detenido por las autoridades. En sus declaraciones, que quedaron por escrito, dijo que se había unido a los conspiradores porque anhelaba romper el yugo del gobierno de España para que Cuba se hiciese  independiente. Y después estuvo complicado en otros movimientos sediciosos.
Obviamente que esos eran motivos suficientes para que las autoridades le tuvieran ojerizas. En los viejos documentos que se conservan en aquel pueblo hay uno en que las autoridades lo acusan de organizar un atentado contra un cobrador de impuestos y en otro dicen que le es sospechoso de comerciar con ganado robado por delincuentes e incluso de participar en las fechorías de éstos. Lo condenaron a destierro a la Isla de Pinos y finalmente expulsado de Cuba.
Al iniciarse la guerra de 1868 Francisco Grave de Peralta se encontraba en el extranjero. Allá se unió a los grupos que organizaban expediciones para apoyar a los insurrectos y... ahí dejaremos su historia para retomarla en ese mismo punto más adelante.
PRUDENCIA
Ella fue la séptima en nacer. Se casó con el gaditano Idelfonso Vivanco y el matrimonio se estableció en San Juan de los Remedios donde el marido era agrimensor público.
Una vez ella llevó a un hermano suyo, a Julio, que era un adolescente, para que viviera en su casa. En Remedios Idelfonso introdujo al futuro Mayor General mambí en el ambiente revolucionario como queda probado seguidamente. Julio conoció en aquella villa al dramaturgo y escritor Francisco Javier Balmaceda. Este, años después escribió una obra de teatro titulada: "Carlos Manuel de Céspedes" en la que el holguinero aparece como uno de los personajes protagónicos. 
En 1855 las actividades conspirativas del esposo de Prudencia lo ponen en peligro de caer en manos de las autoridades españolas. Al matrimonio no le queda otra opción que huir utilizando la numerosa red de barcos de cabotaje que entonces recorrían la costa de la isla. Vinieron a Holguín. En su casas solariega de la ciudad donde doña Rafaela y don José los alojan. Los otros Grave de Peralta acuden a saludarlos. Los vecinos y las autoridades locales creen que se trata de una visita, pero muy pronto descubren que los sorpresivamente llegados se residencian en el pueblo y que don Idelfonso Vivanco se sumerge en un extraño andar y desandar por toda la jurisdicción, acompañado, primero, por su cuñado Francisco y luego por otro de ellos, Manuel. A todo el que curiosea le dicen que andan en negocios de compraventa de  fincas y asimismo viendo supuestas minas de oro, pero lo cierto es que secretamente están elaborando detallados planos de la jurisdicción en los que con especial cuidado señalan las bahías, su profundidad y la distancia hay desde ellas hasta la cabecera de la jurisdicción.
Por esos días se descubre la llamada conspiración de Ramón Pintó en La Habana. Las autoridades de Holguín tratan de descubrir cualquier enlace entre los holguineros y los conspiradores de la capital. Y comienzan a sospechar en las idas y venidas de Vivanco, más porque él está emparentado con la familia Grave de Peralta. Finalmente imparten órdenes a los diferentes capitanes y tenientes pedáneos para que procedan a su detención. Le confiscan los planos y suponen que se habían dibujado para facilitar el desembarco de una expedición. Vivanco argumentó que se dedicaba a la especulación de tierras y de  una mina de oro, pero su versión no fue creída. Los detenidos fueron trasladados a Holguín, donde dejaron a Manuel. A Idelfonso Vivanco lo remitieron a Gibara y desde allí hacia Santiago de Cuba. lamentablemente el expediente relativo a esos hechos no aclara cuál fue su destino. Hasta el presente la historiografía no ha logrado determinar cuál fue su suerte, por lo que es ese uno de los numerosos misterios del preludio de la guerra de 1868. De Manuel sí sabemos que fue puesto en libertad gracias a las gestiones de la muy pudiente doña Fela Grave de Peralta, su hermana.

Los hermanos Grave de Peralta, con especial atención en una de ellos, Fela Peralta, injustamente olvidada absolutamente



En el mundo del pasto y el ganado de Cacocum fue donde se estableció el matrimonio de Rafaela Zayas y Cardet y José Grave de Peralta. Fue en sus verdes llanuras y en medio de los espesos bosques, donde la madre comenzó la hazaña de la reproducción.
En su libro, lamentablemente desconocido por la mayoría de los holguineros, dice el historiador Abreu Cardet: “El mundo dominado por los hombres nunca podrá entender la maravilla de la fecundidad de las criollas. Hemos levantado infinidad de estatuas y monumentos a personajes que libraron combates cuyos resultados fueron realmente insignificantes respecto al número de bajas, si los comparamos con las desgarradoras cifras de mortalidad infantil y materna durante la colonia. Y no hemos levantado estatua alguna al gran héroe de la historia cubana: el vientre de las mujeres nacidas o avecindadas en la isla, sino, por el contrario, ese héroe ha sido olvidado”.
En el fecundo vientre de doña Rafaela se formaron doce hijos. La mayoría de ellos nacieron en la casa de que la tenía en la ciudad de Holguín y bautizados en el templo San Isidoro, en esa ciudad. Ahora los relacionamos en el orden en que vinieron al mundo: Rafaela,  Manuel, José María, Francisco, Pedro, Josefa, Prudencia, Julio, Liberato, Belisario, Carmen y Mercedes Grave de Peralta y Zayas.
Cuando inició la Guerra independentista cubana que se conoce como de los Diez Años, no eran los hermanos Grave de Peralta grandes terratenientes, aunque eran dueños de tierras en Cacocum y otros lugares adyacentes. Dos de ellos, Manuel y Julio, compraron una finca de 15 caballerías y dos sitios de labranza de menor extensión donde tenían siete esclavos de los cuales cuatro eran, por la edad y el sexo, lo que podríamos llamar  domésticos.
Pero los lectores no deben ver a los Grave de Peralta y Zayas como propietarios que hacían trabajar a sus esclavos mientras ellos viajaban al exterior o dormían la siesta. Ellos, como mismo los terratenientes vecinos, trabajaban a la par que sus esclavos.
También el padre de los Grave de Peralta era propietario de tierras pero aquello no era suficiente para doce personas. Ese es el motivo de que según crecieron, varios de los Grave de Peraltas y Zayas tuvieron que buscar otras ocupaciones, entre ellos Francisco, Belisario, Liberato y Pedro.
Pedro era funcionario del aparato administrativo español en Guantánamo, Francisco había tenido pequeños negocios, entre ellos, una carnicería en Las Tunas, y Liberato y Belisario trabajaban en la finca de sus hermanos. Luego, felizmente, a la familia le ocurrió un hecho fortuito que ayudó al incremento del peculio común, o lo que es igual, que todos pudieron hacerse de dinero velozmente y eso lo narraremos ahora mismo que es cuando conviene al orden que seguimos.
RAFAELA PERALTA, LA INJUSTAMENTE OLVIDADA
Transcurría la vida para los muy jóvenes Grave de Peralta y Zayas. El dinero era poco, aunque ellos trabajaban con ahínco en sus tierras o en los puestos que habían conseguido. A pesar de que sus padres tenían una casa en la ciudad de Holguín, eran muy pocas las veces que tenían para venir de visita. Pero una vez una de las hijas, que como la madre y como la desalmada abuela, que aún estaba viva y que no tenía contacto con sus nietos, se llamaba Rafaela pero que para evitar equívocos todos llamaban Fela, fue de visita a la ciudad y conoció a un rico emigrado español nombrado Perfecto Lacoste. Se casaron y tuvieron dos hijos, una hembra y un varón. En 1862 murió el esposo de Fela y ella heredó los muy abundantes bienes del esposo que comprendían, varias fincas, una docena de propiedades urbanas en Holguín, un trapiche azucarero con la dotación de esclavos, ganado en abundancia y otras riquezas.
Dicen las crónicas que además del nombre, doña Rafaela Grave de Peralta compartía con la madre y la abuela el carácter emprendedor, pero a diferencia de la Pepa, la nieta era una mujer de y para su familia. Por eso es que desde que enviudó, Fela se convirtió en el sostén de sus padres y hermanos y asimismo en un personaje de fuertes influencias sociales en la comunidad. A diferencia de la gran mayoría de las mujeres de su tiempo, que se veían obligadas a dedicarse casi exclusivamente a las labores domésticas y a la crianza de los hijos, ella tuvo una vida cultural interesante. En su casa en Holguín organizaba pequeñas tertulias literarias en las que participaban aficionados a las letras, entre ellos el maestro camagüeyano radicado en la ciudad, don Manuel Hernández  Perdomo, que fue el editor del primer periódico de Holguín llamado “La Luz”, y quien se unió maritalmente (pero sin asistir a la iglesia), con Juana de la Torre. Fiel a sus principios contra todo tipo de prejuicios sociales Fela Grave de Peralta se mostraba liberal con sus amistades, o lo que es igual, que donde otras pacatas familias veían un pecado, ella lo permitía: por eso iban a su casa Manuel y su amante Juana.
Probablemente Fela vio en la pareja a la que tantos criticaban por no casarse antes de dormir juntos, un amor mucho más fuerte y apasionado que los producidos por la imaginación de los escritores de las novelas que se leían y comentaban entre el refinado grupo de amigos que la visitaban.
Solo por unas líneas más hablará La Aldea de Juana y Manuel (que está es la historia de los Grave de Peralta y Zayas).
JUANA Y MANUEL
Pertenecía a una antigua familia de la comarca con más prestigio que riquezas. Manuel era un maestro de escuela primaria con muy estrecha billetera al que como no le alcanzaba su sueldo de maestro, sembraba la tierra de un solar y realizaba trabajos de hojalatería. Para las autoridades españolas, mientras tanto, Manuel era un agitador peligroso al que debían vigilar estrechamente que antes de llegar a Holguín había estado mezclado en la conspiración de Joaquín de Agüero en Camagüey, (quizás esa fue la razón por la cual se trasladó a Holguín, ciudad donde conoció a Juana).
Inmediatamente que aquellos dos se miraron por primera vez entre ellos surgió una intensa pasión, pero los prejuicios sociales prohibían su relación. Sin embargo los amantes saltaron las barreras con que la sociedad los cercaba y un día él se instaló en la alcoba de ella.
Pronto se corrió la noticia y las comadres murmuraron insistentemente. Cuando pasaban de la mano las mujeres se persignaban y los hombres escupían, pero ellos siguieron amándose. Por temor a las habladurías nadie los recibía en sus casas. La única excepción era Fela Peralta, que para ayudarlos económicamente lo contrató en calidad de maestro para que repasara a su hijo. Manuel encabezó una de las más importantes partidas de mambises holguineros en octubre de 1868.
FELA OTRA VEZ.
Ella es un personaje de la historia de la Isla, pero, al decir del historiador José Abreu Cardet, como siempre ocurre en las historias escritas con predominio de mentalidades masculinas, Fela ha sido olvidada por entero, y no solo por la historia nacional sino también por la local. Los historiadores, sigue diciendo Abreu Cardet, sedientos de luminarias, nos hemos ido tras las huellas bélicas de los hombres de su familia y a ella nadie la recuerda.
¿Por qué debe ser reconocida como un personaje importante para la independencia de Holguín? ¿Sólo porque su casa sirvió para reuniones y porque acogió a Manuel Hernández Perdomo? No, dice Abreu, sino por mucho más que hay que aprender a mirar entre la oscuridad del silencio. Por qué los historiadores no buscan respuesta a esta pregunta, dice Abreu Cardet: ¿quién sufragó tanta conspiración y sedición de los hermanos Grave de Peralta si ellos eran pobres? No hay documento alguno que de luz sobre ese asunto, lo que es lógico, porque “hay cosas que para lograrlas deben andar ocultas” como dijo José Martí. Pero es lógico que hace falta dinero para conspirar y para levantarse en armas. Y no lo tenía ninguno de los varones de la familia.
Cuando comienza la guerra del 68 los hermanos Grave de Peralta eran dueños de tierras y del ganado que compraron con la ayuda de su hermana Fela. Ella es el a donde conducen todos los caminos económicos de los Grave de Peralta. Y precisamente por la solvencia que tenían, sobre todo Julio, es por lo que lo consideraban un hombre con un prestigio consolidado en el sentido material. Eso precisamente hizo que los independentistas de Holguín lo siguieran en la pelea y lo proclamaran el Céspedes de la comarca.
Es verdad que no hay documentos para probar las anteriores suposiciones y los historiadores nada más dicen lo que está escrito. Fela está olvidada, aunque, seguro que ella, alguna vez vuelve y se sienta en el amplio salón de su vieja casa solariega y con la habitual tranquilidad y firmeza de carácter, disfruta de las glorias y estatuas que han levantado los holguineros a sus hermanos. Nunca se la oye chistar porque, dice Abreu Cardet, tal parece que en un toque muy femenino, ella escogió el ingrato sendero del anonimato y entró definitivamente en un mágico misterio.
Para concluir, por ahora, el hijo de doña Rafaela Grave de Peralta, Perfecto Lacoste, fue el primer alcalde que tuvo La Habana después del fin de la dominación española.

Sobre Rafaela, la "desalmada hija de la Pepa", madre de los Grave de Peraltas de Holguín



Las comadres de siempre, hablaron hasta por los codos. Ahora hablaban de Rafaela y no de su injusta madre, la Pepa Cardet, que estaba robándole la herencia que el padre dejó a los hijos para dársela a su nuevo novio, Luciano Martínez. Los hijos deben obediencia, dijeron las comadres, y si son mujeres deben doble obediencia. Una mujer debe dedicarse a las labores propias de su sexo y jamás contradecir una decisión por más que la afecte. Eso de tribunales era para hombres o para mujeres de dudosa moralidad, insistieron las comadres de siempre. Pero a Rafaela no le importaron las habladurías y siguió adelante ante su demanda. Las autoridades abrieron un expediente en el que se asientan detalles de la vida de esa enredada familia, los de Zayas y Cardet. Leyéndolo se comprueba que los vecinos de Holguín tejieron historias en torno a la jovencita que, creyó la mayoría, había heredado algo más importante que las tierras y el dinero de su familia: su verdadera herencia era el carácter insumiso y fuerte de su madre.
RAFELA
La Pepa no crió a ninguno de sus hijos. Para estar al lado de su esposo, ella los entregó a familias de la ciudad que quisieron tenerlos… por eso ellos no se enteraron cuando Rafaela, con solo 15 años, comenzó a noviar con un forastero que desde Santiago de Cuba llegó a Holguín; se llamaba José Grave de Peralta.
Eran los Grave de Peralta una familia santiaguera entre los que se encontraban varios propietarios de tierra, pero verdaderamente no eran una familia con importancia económica descollante, sino, más bien, unos pobretones.
A su casa de Santiago le llegaron a José las noticias de las transformaciones económicas que ocurrían en Holguín bajo el gobierno de don Francisco de Zayas, y vino. Aquí, muy pronto, se percató que lo más importante no eran las transformaciones económicas que habían cambiado el presente sino que lo importante era el futuro que se avizoraba para la comarca: La siempre pobre Holguín, ahora que tenía un puerto recién abierto en Gibara, y con el aumento de la producción, era esta una comarca donde daría negocio invertir.
Poco después de llegar el joven conoció a Rafaela de Zayas y Cardet, una de las hijas menores del hombre que, desde su puesto de Teniente Gobernador, estaba provocado el cambio económico de la jurisdicción y para mejor, la muchacha era linda, como una vez lo había sido su madre… quien se casara con ella podría disfrutar de sus encantos y asimismo, de la buena dote que heredaría de sus padres.
Se casaron cuando todavía no había muerto el padre de ella, así que el nuevo matrimonio tenía esperanzas de una buena herencia. Sin embargo no ocurrió. La madre de Rafaela decidió dárselo todo al nuevo novio con que sustituyó a don Paco después que él murió. No quedaba otra opción que no fuera protestar.
Don José acompañó a la esposa durante las quejas que interpuso ante los tribunales y también cada vez que ella parió los doce hijos que tuvieron. Al final lo único que la Pepa dio a su hija ingrata, que era como le decía, nada más alcanzó para comprar unas tierras en Cacocum.
CACOCUM
Imagen satelital del actual Cacocum
Según el historiador José Abreu Cardet, experto conocedor de la región holguinera durante los años anteriores al inicio de la guerra grande de los Diez Años, existían dos Holguín. Uno estaba constituido por el puerto de Gibara y sus alrededores ricos, prospero por el comercio abundante; el otro era el resto de la jurisdicción donde la situación económica y social era diferente. En esta zona la principal actividad era la ganadería y la agricultura de subsistencia. Por tanto ahí se fue conformando una cultura terrateniente-campesina con fuertes rasgos de relaciones patriarcales entre los propietarios, los campesinos y los peones agrícolas. Debe entenderse que los terratenientes eran considerados los líderes principales de la región a quienes se les consultaba su opinión sobre cada conflicto o preocupación de los vecinos; su criterio se convertía en ley.
Asimismo este otro Holguín estaba poblado de gente de origen criollo, a diferencia del otro, poblado por emigrantes, a los que no les interesaba vivir en la zona pobre de la jurisdicción.
Fue en el Holguín pobre, específicamente en Cacocum, donde nacieron y crecieron los Grave de Peralta y Zayas. Eran ellos los hijos de un terrateniente y al crecer ellos mismo fueron terratenientes. Por lo que es lógico que los esclavos y campesinos de la zona vieran en dos de ellos, Julio y Belisario, a líderes a quienes seguir en la manigua. Pero esa parte de la historia deberá esperar un poco más, antes tendremos que contar la historia de la familia. 



Donde asoma la cabeza La Pepa Cardet



Reescrito por César Hidalgo Torres a partir del texto "La furia de los nietos", del historiador José Abreu Cardet. (Y que conste que la semejanza de su apellido con los personajes de esta crónica no es pura coincidencia)
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María Josefa Cardet y Cruz, la Pepa Cardet sobrevivió a las epidemias e infecciones de todo tipo que diezmaban a los niños de su época porque la niña poseía una absoluta fortaleza física y biológica. A eso se une, en su caso particular, una forma de actuar singularísima. Muy diferente a las mujeres de su tiempo, llegó a la juventud con un carácter independiente y una libertad interior que la llevaron a romper todos los convencionalismos de la aldea.
Como hija de una familia importante de la comarca debía de formar parte de algún pacto matrimonial de conveniencia o por lo menos de un matrimonio bendecido por los párrocos y las comadres, pero las ideas de la Pepa eran muy diferentes sobre ese asunto. En objeción a la mayoría de las mujeres, y sobre todo de los hombres de su tiempo machista ella se forjó un destino inesperado. Desde temprana asumió plenamente la responsabilidad de su vida y, muy pronto, tuvo oportunidad de poner a prueba su carácter y convicciones. Pero no es que ella no se percatara de la llegada a la ciudad del teniente de milicias Francisco de Zayas, y eso que él tendría un papel trascendente en su vida.

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